lectura torcida
En su momento no hacía caso de lo que se
decía que podría ser una catástrofe para la literatura. Creí que se trataría de
una moda pasajera. Ahora veo que no es así, va en serio y con el peligro de
instaurarse en la libertad de la lectura.
Siendo la lectura un acto placentero,
causa pavor que ciertos grupos feministas estén promoviendo la lectura de
capirote, aquella que encuentra su justificación en las buenas costumbres, es
decir, la moral creativa bajo cotos.
Resulta positivo que los grupos
feministas estén alzando la voz de protesta en el circuito literario peruano. Pero
mucho más es que se estén organizando en pos de un objetivo común: protegerse
del miserable que abusa de las mujeres exhibiendo el distintivo de “escritor”.
Lo sé. El lector no habituado a estas
aberrancias creerá que el circuito literario y cultural está poblado de huevones
con un elemental nivel cultural. No están muy lejos de la verdad.
Sintonizo con las acciones que han
llevado a cabo las feministas locales, sea en presentaciones y en las redes.
Sin embargo, lo que sí me fastidia es que ese ánimo vigilante venga atentando contra
la experiencia de la lectura, que se justifica en el gozo de la estética y de
lo que esta es capaz de transmitir. Juzgar a la persona por encima de la obra
hace que perdamos la perspectiva de lo que es apreciar una obra de arte y el
solo hecho de enunciarlo me brinda un panorama por demás degradante, un claro
retroceso a los avances que el feminismo peruano ha venido mostrando.
Llámalo intolerancia. Del mismo modo
fanatismo.
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