conchudez
Una de las cosas que menos me gustan, y
seguramente a miles, es ir a votar. Ya sé por quién votaré y no precisamente
por el menos malo. Solo espero que la próxima autoridad edil sepa llevar su
plan de trabajo sin atentar contra los que menos tienen. Puede sonar a
demagogia, pero no, es cierto: lo más perjudicados no dejan de ser las peruanas
y los peruanos de a pie, en especial los que viven en los conos, que día a día
tienen que atravesar la ciudad para trabajar (empleos formales, informales), en
un trayecto que aparte de perder tiempo, también destrozan su alma.
Lo que he visto en casi todos los
candidatos es su poca atención en la dimensión social de sus propuestas. Nadie
niega que esta ciudad necesita cambios a gritos, pero hay que tener en cuenta
al otro, pues.
Algunos amigos y conocidos me preguntan
por mis señalamientos a Susana Villarán, si es que acaso tengo una fijación
ideológica. Ninguna fijación. En lo personal, hasta creo que en su honestidad,
pero ello no me libra de la obviedad: no solo su gestión fue la peor en la
historia municipal, sino que sus proyectos afectaron directamente a los menos
favorecidos. No olvidemos los fracasos de la reforma de transporte y el corredor
azul.
Ahora que estamos a pocos días de las
elecciones, aparecen los cantamañanas que nos dictan lo que debería hacerse
para salir del caos. En este sentido, Augusto Rey en su columna de Perú 21 “habla”
como bueno de esta gesta electoral, cuando en realidad no tiene la más mínima
autoridad moral para pronunciarse al respecto. Rey fue parte del equipo de
Villarán, integrante de ese fiasco de gestión. Una
autocrítica antes de pontificar no estaría nada mal. No hay que ser conchudo.
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