conflictos superficiales
Mañana de miércoles, me despierto con la
esperanza de que ya sea 2019 y así volver a la normalidad. Pero no. Aún faltan
horas y días de forzada buena onda.
Antes de ponerme a leer, tengo algunas
horas que las pienso invertir en lo último de Alfonso Cuarón, Roma, que viene generando comentarios encontrados,
hecho que me parece positivo puesto que propicia discusión. Sin embargo, en esa
dimensión opinológica veo también el brote de un discurso huachafo, la presencia
conservadora que se delata en la geografía de su hipocresía.
Inevitable, pues, no haber leído en
estas últimas horas algunos artículos que especulan sobre el destino de las empleadas
que nos criaron de cuando éramos pequeños. Eso, empleadas, no nanas, como viene
imponiendo el pensamiento correcto si uno va a expresarse en público. Hay, sin
duda, toda una hipocresía que se disfraza de añoranza pero que se estrella en
la cruda realidad del presente. A saber, ¿acaso estos bienpensantes
letraheridos no se han dado una vuelta por los parques y los malecones, cosa
que son testigos de cómo tratan a las empleadas cada vez que sacan a pasear a
los niños? ¿No han visto cómo las visten para el divertimento de los
moqueantes? ¿No merecía esa nostalgia una lectura de la actualidad de miles de
mujeres que siguen siendo tratadas como ciudadanas de sexta categoría?
Bienpensantes letraheridos que revelan
no solo su desconexión con la realidad inmediata, sino también la
superficialidad de sus conflictos.
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