miércoles, diciembre 26, 2018

conflictos superficiales


Mañana de miércoles, me despierto con la esperanza de que ya sea 2019 y así volver a la normalidad. Pero no. Aún faltan horas y días de forzada buena onda.
Antes de ponerme a leer, tengo algunas horas que las pienso invertir en lo último de Alfonso Cuarón, Roma, que viene generando comentarios encontrados, hecho que me parece positivo puesto que propicia discusión. Sin embargo, en esa dimensión opinológica veo también el brote de un discurso huachafo, la presencia conservadora que se delata en la geografía de su hipocresía.
Inevitable, pues, no haber leído en estas últimas horas algunos artículos que especulan sobre el destino de las empleadas que nos criaron de cuando éramos pequeños. Eso, empleadas, no nanas, como viene imponiendo el pensamiento correcto si uno va a expresarse en público. Hay, sin duda, toda una hipocresía que se disfraza de añoranza pero que se estrella en la cruda realidad del presente. A saber, ¿acaso estos bienpensantes letraheridos no se han dado una vuelta por los parques y los malecones, cosa que son testigos de cómo tratan a las empleadas cada vez que sacan a pasear a los niños? ¿No han visto cómo las visten para el divertimento de los moqueantes? ¿No merecía esa nostalgia una lectura de la actualidad de miles de mujeres que siguen siendo tratadas como ciudadanas de sexta categoría? 
Bienpensantes letraheridos que revelan no solo su desconexión con la realidad inmediata, sino también la superficialidad de sus conflictos.

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