mezquindad
Uno de los aspectos más positivos que le
ha podido suceder a este país tan divorciado del sentido común ha sido el
trabajo desempeñado por los fiscales y jueces que han decidido poner orden en
la administración de justicia en los sonados casos de corrupción. Lo que
estamos viendo en los últimos meses es percibido por la población como una
suerte de milagro, una experiencia que nos hace pensar en que la corrupción y
el delito pueden ser sancionados.
Por ello, los señalamientos que viene
recibiendo Domingo Pérez no es más que una campaña de desprestigio que obedece
a un complejo imbécil: buscar la falla o el posible error en quienes vienen
ejerciendo una labor no solo intachable, sino también admirable. Se impone el
sentimiento menor, que en este caso pretende pintarse como limpio. Veamos: se
corrió el rumor de que Pérez había cometido plagio en su tesis, luego este
aclara lo que corrió como plagio. En
este sentido, se infiere que su tesis no es la gran cosa y no tiene que serlo
para marcar la trayectoria profesional de un fiscal que ha hecho mucho más que
aquellos que desde sus puestos académicos solo parasitan y que en años de
intermitente ejercicio su impacto en la sociedad ha sido nulo o, mejor dicho, ha
pasado desapercibido. De esta gracia alimentada del sentimiento se valdrán las
bancadas congresales (Fuerza Popular y el APRA), atentas a la protección de sus
patrones, aprovechando las más mínimas fisuras para construir una narrativa de
desprestigio contra los hombres y las mujeres que están sumando a que este país
no se convierta en la chacra de los aviesos, corruptos y especímenes parecidos.
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