jueves, diciembre 27, 2018

mafias ocultas


Lo he escuchado hasta por gusto este año, más de lo habitual: la existencia de las argollas, las culpables de que la literatura y la cultura de este país no tengan dignos representantes.
Claro, cada vez que se habla de ellas, se piensa únicamente en el terreno más visible de su realización: la prensa cultural. Muy fácil: para nadie (pensante) es un secreto la función relacionista que identifica a la prensa cultural desde hace muchos años. Por eso, salvo excepciones, es habitual ver en ella peculiares cruces de poderes en los que el objetivo es el posicionamiento del producto de una marca mayor o el de la que esté mejor relacionada. Esto es detectable en distintos grados y es más que saludable que se hagan todos los señalamientos posibles. Más de un indignado estratégico ha sacado provecho de ello. Pero haríamos bien en prestar atención a las otras mafias y argollas, más silenciosas y que se justifican con el dinero público, las cuales podemos ver en toda su magnitud en las ramas del Ministerio de Cultura. Ahí, para denunciar el manejo del recurso público parece no existir indignación alguna, menos el más elemental espíritu crítico. Obvio, rige el principio de no meterse con aquello con lo que tarde o temprano podría beneficiarte. Ni hablemos de las universidades públicas, últimamente copadas por cabildos académicos que posicionan profesores mediocres que no gozan de la anuencia del alumnado, que se ha dado cuenta de que en esas designaciones hay cualquier cosa menos meritocracia por capacidad. 
Por ello, para este 2019 espero que nuestros representantes de la reserva moral del pensamiento nacional puedan despercudirse del atarantamiento y que comiencen a sacar lustre al pensamiento crítico coherente, ajeno a los intereses ocultos. Caracol también se los agradecerá.


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