mafias ocultas
Lo he escuchado hasta por gusto este
año, más de lo habitual: la existencia de las argollas, las culpables de que la
literatura y la cultura de este país no tengan dignos representantes.
Claro, cada vez que se habla de ellas,
se piensa únicamente en el terreno más visible de su realización: la prensa
cultural. Muy fácil: para nadie (pensante) es un secreto la función
relacionista que identifica a la prensa cultural desde hace muchos años. Por
eso, salvo excepciones, es habitual ver en ella peculiares cruces de poderes en
los que el objetivo es el posicionamiento del producto de una marca mayor o el de
la que esté mejor relacionada. Esto es detectable en distintos grados y es más
que saludable que se hagan todos los señalamientos posibles. Más de un
indignado estratégico ha sacado provecho de ello. Pero haríamos bien en prestar
atención a las otras mafias y argollas, más silenciosas y que se justifican con
el dinero público, las cuales podemos ver en toda su magnitud en las ramas del
Ministerio de Cultura. Ahí, para denunciar el manejo del recurso público parece
no existir indignación alguna, menos el más elemental espíritu crítico. Obvio,
rige el principio de no meterse con aquello con lo que tarde o temprano podría
beneficiarte. Ni hablemos de las universidades públicas, últimamente copadas
por cabildos académicos que posicionan profesores mediocres que no gozan de la
anuencia del alumnado, que se ha dado cuenta de que en esas designaciones hay
cualquier cosa menos meritocracia por capacidad.
Por ello, para este 2019 espero que
nuestros representantes de la reserva moral del pensamiento nacional puedan
despercudirse del atarantamiento y que comiencen a sacar lustre al pensamiento
crítico coherente, ajeno a los intereses ocultos. Caracol también se los
agradecerá.
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