pueril efectismo
Hace un par de años, una gran amiga me
dijo lo siguiente: “el mayor privilegio que puede tener una persona es decir lo
que piensa”. No puedo estar más que de acuerdo con dicha sentencia, más en
estos tiempos en los que el pensamiento correcto es lo que marca la pauta en el
circuito literario local. Claro, para que esta sentencia tenga sentido y no
caiga en las ciénagas de la malcriadez, posería e idiotez, se hace necesario tener
legitimidad. También coherencia.
Dicho esto, no dejó de llamar mi
atención la entrevista que le hacen a Bruno Polack en un diario local (ver
aquí), en donde el poeta dice precisamente lo que piensa, cosa que saludo
porque siempre es bueno encontrar voces con actitud, pero qué pasa cuando la
actitud se confunde con malcriadez.
Me queda claro que el problema de la
entrevista (potenciada por un entrevistador al que le falta leer) es su
intención. Si determinadas poéticas te parecen una mierda, paja, pero si eres
autor y hablas de colegas de oficio, hay que tener cuidado en la valoración,
empezando por la pregunta tácita, el ejercicio de autocrítica: ¿qué tan
importante es mi obra? ¿Acaso Fe es
mi mejor libro, o es el menos malo? Polack es un buen escritor pero su última
entrega, el poemario ¡Ars fascinatoria!,
es un soberano mamarracho discursivo que ni siquiera proyecta humor (yo imagino
que la apertura del signo de exclamación en el título obedece a una pensada transgresión con respecto al latín,
¿será?).
Me gusta que Polack haya querido generar
un debate, pero no puede haber tal si adjetivamos y disparamos gratuitamente. A
saber, habla de lo que buscan las transnacionales (vender, ¡vaya novedad!),
consigna nombres (Jeremías Gamboa y Renato Cisneros) y compara. ¿No crees,
Bruno, que hubiese sido más digno contar que también eres autor de una
transnacional? Otra, de varias: me cuesta entender cómo puedes soslayar una
obra interesante (no gustar no es lo mismo a que esta sea mala) como la de Luis
Hernán Castañeda y celebrar bodrios como Interruptus
de Leonardo Aguirre (¿o es que la amistad pesa cuando hablas de narrativa
peruana?).
No lo vamos a negar: hay argollas, hay
una guerra editorial, hay un arribismo entre nuestros autores, hay un
periodismo cultural rastrero, hay una lucha por el posicionamiento, hay
editores estafadores, hay autores de conocida incapacidad moral, hay
putrefactas camarillas poéticas, hay poetas que intentan violar y son
protegidos por sus patrones, hay mafias académicas que ahuevan con los Estudios
Culturales, hay miserables que hacen carrera con la sangre de peruanos víctimas
de la violencia terrorista, hay liliputienses senderistas de cantina que se
pintan de indignados izquierdistas mientras le mentan la madre a una mujer, hay
poetas castos menores de 25 años que agreden (empujan) a feministas, hay
gestores ladrones y otras cosas peores. Hay que señalar estas prácticas, pero con
inteligencia para generar una real discusión que nos lleve a pensar en el
contenido de la crítica y no en el pueril efectismo de su forma.
En lo que sí estamos de acuerdo: las
tradiciones poéticas de Chile y Perú son las más importantes de Latinoamérica.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal