autocrítica / informarse
Hace algunos días conversé en una
reunión con algunos amigos de izquierda, entre radicales y simpatizantes,
porque me interesaba saber, como quien recobra la esperanza en el sentido
común, sobre lo que piensan de la situación actual de Venezuela. A la fecha,
creo que no exista peruana o peruano que no conozca aunque sea relativamente el
contexto venezolano. Más allá de las preferencias y convicciones, resulta obvio
que la defensa de un régimen como el de Nicolás Maduro es indefendible por los
lados que se mire y analice. Por ese motivo, me sentí aliviado del nivel de
autocrítica de mis amigos, que saben, al igual que uno, que el problema no me
fue del modelo político, sino del lodazal de la corrupción (en este punto,
puedo estar de acuerdo en parte, porque otras de las razones que ha llevado a
ese rico país a ser uno sumergido en la miseria y la frustración es
precisamente el modelo socialista que ya ha sentenciado su inviabilidad al
menos en esta parte del continente), que como tal no conoce de ideologías.
Como dije, me alegra que la gente que
aprecio venga mostrando una sana autocrítica. No puedo decir lo mismo de los
líderes de opinión que uno ve en las redes y medios tradicionales, que se
resisten a asumir la contundencia de la realidad. Yo sé que debe ser difícil
aceptar que el sueño romántico en pos de un mundo justo se haya resquebrajado a
causa de la corrupción y la pésima gestión, pero es precisamente esa cerrazón
la que los lleva a ser cómplices no solo de una dictadura, sino de una
insensibilidad que viene dinamitando a una sociedad que se muere de hambre. El
fanatismo adquiere niveles de locura cuando uno lee, inevitablemente,
comentarios imagino que desesperados (por no decir que solo pueden ser emitidos
por quienes tienen la mente cagada) que intentan justificar un régimen que solo
se delata. A saber, he leído varios que eructan este tipo de ocurrencias: que
lo que ocurre con el gobierno “revolucionario” de Maduro es un ilegítimo golpe
de Estado a cuenta de Juan Guaidó (claro, no cito la otra relacionada a un
complot internacional). Puedo entender la desesperación discursiva, pero lo que
no la imbecilidad, más cuando esta se justifica en la flojera. Basta leer la
constitución venezolana para saber que el accionar de Guaidó para
autoproclamarse presidente está amparado en el sistema constitucional de su
país.
Muchos aún no salen de la sorpresa, ¿de
dónde salió Guaidó? No importa, la Historia de un país no pocas veces la
protagonizan los personajes más llamativos. Fácil, pues: los figurones no
marcan la diferencia, jamás.
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