la mujer no importa
En la última edición de Caretas se
publicó mi artículo Concolón 2018, en donde hacía un repaso al vuelo sobre las
incidencias que sazonaron la producción literaria del año pasado. Si gustas, lo
puedes leer aquí.
Como el lector del blog ya se habrá dado
cuenta, no suelo republicar en este espacio mis textos que aparecen en otros
medios (hay uno sobre la muerte de la metaliteratura peruana en Urbanoide que
sí me tienta a quebrar mi pacto de “pureza”: reproducirlo para el deleite de
los lectores de Lfdls), cosa que sí hacía tiempo atrás.
Pues bien, sé que el artículo de Caretas
se ha leído mucho, como todos los que se publican En la yugular, nombre de la
columna. Y como es de esperarse, la opinión está dividida, en especial si
prestamos atención al segundo párrafo, dedicado a los maltratos que ha venido sufriendo
la Mujer peruana a cuenta de autores empoderados en el circuito literario y
cultural.
Todos los casos consignados están corroborados,
han sucedido. Pero claro, no faltan los quejosos, y me refiero a los
integrantes y simpatizantes del grupo poético Kloaka.
¿Ataque artero? Pues no y aquí explico,
como para niño: cuando uno de los poetas representativos del grupo fue acusado por
una artista local, ¿cuál fue la actitud de los revolucionarios del ayer? Fácil:
el silencio y la condena tibia por parte de algunas mujeres de la
agrupación. Incluso su poeta mayor quiso apaciguar las aguas y terminó embarrándola más:
convirtió una situación grave/delicada en estratégica protección discursiva mediante la
mención a Kloaka. Me pregunto/nos preguntamos: ¿qué tenía que ver Kloaka en ese
asunto? Absolutamente nada. Se trató de una acusación que no se formuló en función a la
agrupación sino en base a la conducta de uno de sus integrantes. Lo que vino
tras el pronunciamiento del poeta mayor fue el desentendimiento de integrantes
y simpatizantes, cuando lo saludable era conversar más de una vez con su poeta
banderita, convencerlo de pedir disculpas y que asuma su responsabilidad, con mayor razón después de emitir su descargo, que tenía más de victimización racial
que de decencia.
No
pocos allegados a Kloaka llevan a cabo un discurso no solo literario, sino
también un señalamiento en contra de los abusos que sufrieron miles de peruanos
en los años del terrorismo. Los vemos hablar de derechos humanos y,
últimamente, de los atropellos que sufrieron las mujeres durante ese sangriento
conflicto. El mensaje que dejaron tras el incidente entre su poeta y la artista es condenable para unos y triste/decepcionante para otros:
la mujer no importa si quien la agrede es uno de los míos.
¿Ataque artero a Kloaka? No, huevas: esperábamos una cuota básica de coherencia que honre un discurso moral y
ético que lucha contra las injusticias y la despreocupación/el desinterés por
el otro. No te sorprendas, entonces,
si tú solo dinamitas tu autoridad/superioridad moral que proyectas cada vez que
puedes en redes, artículos y en cuanto lugar te toque estar. Eso.
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