intelectuales sin compromiso
La semana pasada recordamos el
nacimiento de José María Arguedas. Bien sabemos que JMA es el intelectual que
está más presente en el imaginario de los peruanos, incluso entre quienes no lo
han leído. Ha dejado de ser una referencia letrada para convertirse en firma de
identidad. Su obra literaria y ensayística tuvo un punto de partida: la
sensibilidad comprometida que sustentaba el análisis acucioso. Sin este factor
anímico resultaría difícil que nos hayamos sentido identificados con su obra y
figura.
Hablamos de un hombre que en su timidez
demostró carácter sin temer a las consecuencias (a saber, apoyó a Oswaldo
Reynoso cuando publicó Los inocentes,
en tiempos en los que el correctismo se nutría de una férrea intolerancia a lo
distinto, más si la manifestación artística resultaba transgresora) y cuya
coherencia social lo llevó a ser encarcelado por ocho meses en 1937.
De vivir, ¿qué pensaría de los nombres titulares
de nuestra inteligencia local? Fácil: estaría espantado de tanto hueleguisismo
táctico, sabrosa práctica en la que vemos a horrorizados escritores
“prestigiosos” y sus obedientes peones blindando a acosadores, relativizando el
maltrato si el agresor es de los míos;
quedaría decepcionado de los discursos crípticos sobre los años del terror;
aterrorizado de la nula empatía de los luchadores sociales con aquellos que
dicen defender y de otras maravillas dignas del arribismo.
No olvidemos una cualidad de mujeres y
hombres peruanos: somos duchos para detectar la mentira y la atorrantada en
quienes florean sobre cultura y moral. Por eso se carcajean de nuestros
intelectuales y encima los condenan al remate en eventos feriales. Sus palabras
suenan falsas y preparadas para el aplauso inmediato, con análisis superficiales
motivados por los posts de Facebook, que ha caído como anillo al dedo en una
sociedad tremendamente chismosa como la nuestra (muros vemos, Inboxs no
sabemos).
Nuestros escritores e intelectuales
carecen de compromiso real, aquel componente clave que le permitió a JMA
conectar con el otro y su
circunstancia. He ahí su actual epifanía, que deberíamos intentar seguir.
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