¿recuentos?
Tras algunos días desconectado de todo,
aunque resultó imposible no tener presente al miserable Pedro Chávarry, me
pongo a leer los recuentos literarios que vienen apareciendo y, cómo no,
también presto atención a sus rebotes en las redes, así es, actividad huevera
que asumo con todo el ánimo festivo ante semejante despliegue de canonización.
Puedo entender que los autores necesiten
alimentar su ego. Los entiendo y en parte los apoyo porque un escritor necesita
lectores y más cuando este se considera bueno, como se alucinan absolutamente
todos los chancateclas peruanos. Sobre esto escribiré más en los próximos días,
si es que los ánimos me ayudan.
Lo que sí ha llamado mi atención, y
siendo francos, con mucha pena, han sido algunos recuentos que tranquilamente
podríamos catalogar como soberanas faltas de respeto al lector. Por ejemplo, el
que apareció el pasado domingo en La República. En ese chiste, el insuperable
Pedro Escribano (tan ducho para el condenable reseñismo delivery y otras
hierbas cuestionables que se las he dicho), hace pasar cuentarios como si
fueran novelas, publicaciones de 2017 como novedades, confunde sellos
editoriales. No hay que pensar mucho: no es que no lea lo que recibe, no. Su
problema es que ni siquiera revisa. Claro, queda la opción de siempre: lavarse
las manos y dejar la responsabilidad en quien lo acompaña en la firma de ese
recuento.
Se reafirma, una vez más, la sospecha:
la poca seriedad con la que se ejerce el periodismo cultural en este país de
fierro, catre y botella.
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