sábado, enero 12, 2019

tdp: "el copista" de teresa ruiz rosas


Para empezar, esta es una noche de celebración: nos encontramos en Escena Libre, librería de espíritu libresco, para hablar de una novela que ha sabido imponerse a las tiranías del tiempo.
Es decir, si la novela breve El copista (Surnumérica, 2018) Teresa Ruiz Rosas goza de vigencia se debe a los favores y escrutinios de los lectores, que han sabido apreciar y valorar sus distintas capas interpretativas, del mismo modo reconocer el oficio narrativo de su autora. Entonces, no es gratuito que estemos en este lugar, una librería, destino y refugio del lector. Es precisamente en espacios como este en los que una voz como la de Teresa Ruiz Rosas ha sabido construir su prestigio, obteniendo la mejor de las promociones: el dato escondido, la información en susurro y el guiño cómplice, productos del boca-oreja.
Hace muchos años leí El copista, tras comprarlo en la Feria de Libro Amazonas, cuyas características obedecen a estas señas de procedencia, dice el sello: Biblioteca Pública Federico García Lorca - Huelva. ¿Cuál fue el tránsito de ese ejemplar a esa feria? No lo sé, pero no deja de ser curioso. Traté de averiguar un poco más de la autora y la verdad es que resultó difícil acceder a una información mínima sobre ella. Teresa Ruiz Rosas se había convertido en un misterio para mí y poco después me enteré de que vivía fuera del país trabajando como traductora.
Vamos a la médula: En El copista se cuentan dos historias que son una sola, unidas por el tronco emocional que despierta la dimensión erótica, pero esta dimensión entra en conflicto mediante la vena del resentimiento, tal y como lo notamos en su personaje central, el copista Amancio Castro.
¿Bajo qué recursos Teresa Ruiz Rosas escribió esta novela? En su brevedad es posible detectar una riqueza narrativa en estado de condensación, esquirlas encapsuladas que taladran la parcela imposible del lector: no solo lo  que narra es erotismo, sino también la palabra literaria. Este detalle es lo que destruye la parcela emocional del lector de ocasión. Así como a los 17 años y en las sucesivas (re)lecturas, El copista proyecta una conmoción en la vida, una especie de jodido extrañamiento. ¿Acaso no todos somos como Amancio Castro? (Cuando hablo de todos, me refiero a hombres y mujeres, total, el deseo es el mismo, no conoce de géneros) Amancio es un tipo desdichado, que tiene mucho amor y semen almacenado y no sabe en quién depositar todo ese fuego pasional y amoroso. Envidia a su patrón, el compositor Lope Burano, pero no conduce su envidia apelando a la queja fácil, sino por el destilado del despecho, o el gesto hipócrita, la única manera para asumirse como protoamante valiente que sabe estar hasta en los momentos de rechazo. Este ánimo contenido de Castro es lo que refleja la prosa de la autora. Somos testigos de un trabajo de orfebrería de estilo, que supongo deudor del oficio-ejercicio de traducción que desempeña Ruiz Rosas.
El crítico James Wood señala que la brevedad en novela es un propósito complicado para cualquier autor. En esta brevedad todos los componentes tienen que funcionar en armonía, basta un acorde mal ejecutado para ser espectadores del desmoronamiento. Se entiende que la brevedad en novela no admite el ripio de las carreras de largo aliento. Su aliento está más relacionado con el cuento y este con la poesía. En otras palabras: no se admite la gratuidad discursiva, ni en forma ni contenido. En este sentido, nuestra autora muestra en la ficción un profundo conocimiento del atribulado mundo masculino. Amancio es una cruel radiografía de la frustración masculina. Pero Ruiz Rosas no se queda ahí, incorpora a la narración la presencia luciferina de una mujer llamada Marisa Mantilla. No podía ser de otro modo, el argumento requería de un personaje que fungiera de sal y condimento.
Para mantener la tensión, Ruiz Rosas pudo usar cualquier registro y optó por la confesión epistolar. Marisa emociona y excita, pero también daña. Amancio es la desesperación y Marisa la metáfora de la libertad. Este cruce de configuraciones en pugna dota a la novela de una lectura extra a su revelación literaria. Pienso en Marisa y me pregunto lo siguiente: ¿no es acaso una representación de lo que es hoy la mujer en cuanto al ejercicio de su prerrogativa mayor: su libertad sexual? Ningún escritor, al menos no entre los que conozco y he leído, elabora sus personajes en función a su salud futura. No creo que este sea el caso. He aquí pues la firma de su vigencia, conseguida gracias a la naturalidad de la escritura, lejana de las ideologías, solo dependiente de la libertad de la escritura. No hay que escarbar mucho: Ruiz Rosas es una autora que escribe desde el instinto y en coherencia con su visión de la vida. Por ello, El copista es también una novela política, pero no de esas que se justifican en la exposición de temas políticamente correctos o aceptables de acuerdo a los mandatos del tiempo. Lo es porque expone sin tregua el furor femenino sobre los hombres, resarciéndolos de la humillación del ego como también hundiéndolos más en el desastre del mismo.
Es cierto que nos encontramos en un periodo histórico en el que las mujeres peruanas que escriben y publican vienen generando atención por parte de los lectores y la crítica. Tenemos voces excelentes, buenas, interesantes y muy malas. Hay de todo como en botica. Por esa razón, es un deber moral reforzar lo obvio: el posicionamiento de Ruiz Rosas como la escritora mayor de la narrativa peruana actual, la meritocracia ante todo y no esas cojudeces de las cuotas.
Esta novela vendría a ser la firma que faltaba a la sentencia: Teresa Ruiz Rosas ya era grande desde sus inicios.
Gracias.

… 

Texto de presentación (tdp). Leído el 13 de noviembre de 2018.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal