tdp: "el copista" de teresa ruiz rosas
Para empezar, esta es una noche de
celebración: nos encontramos en Escena Libre, librería de espíritu libresco,
para hablar de una novela que ha sabido imponerse a las tiranías del tiempo.
Es decir, si la novela breve El copista (Surnumérica, 2018) Teresa Ruiz Rosas goza de
vigencia se debe a los favores y escrutinios de los lectores, que han sabido apreciar y valorar sus distintas capas interpretativas, del mismo modo reconocer el
oficio narrativo de su autora. Entonces, no es gratuito que estemos en este
lugar, una librería, destino y refugio del lector. Es precisamente en espacios
como este en los que una voz como la de Teresa Ruiz Rosas ha sabido construir
su prestigio, obteniendo la mejor de las promociones: el dato escondido, la
información en susurro y el guiño cómplice, productos del boca-oreja.
Hace muchos años leí El copista, tras comprarlo en la Feria
de Libro Amazonas, cuyas características obedecen a estas señas de procedencia,
dice el sello: Biblioteca Pública Federico García Lorca - Huelva. ¿Cuál fue el
tránsito de ese ejemplar a esa feria? No lo sé, pero no deja de ser curioso. Traté
de averiguar un poco más de la autora y la verdad es que resultó difícil
acceder a una información mínima sobre ella. Teresa Ruiz Rosas se había
convertido en un misterio para mí y poco después me enteré de que vivía fuera
del país trabajando como traductora.
Vamos a la médula: En El copista se cuentan dos historias que
son una sola, unidas por el tronco emocional que despierta la dimensión erótica,
pero esta dimensión entra en conflicto mediante la vena del resentimiento, tal
y como lo notamos en su personaje central, el copista Amancio Castro.
¿Bajo qué recursos Teresa Ruiz Rosas
escribió esta novela? En su brevedad es posible detectar una riqueza narrativa
en estado de condensación, esquirlas encapsuladas que taladran la parcela
imposible del lector: no solo lo que
narra es erotismo, sino también la palabra literaria. Este detalle es lo que
destruye la parcela emocional del lector de ocasión. Así como a los 17 años y
en las sucesivas (re)lecturas, El copista
proyecta una conmoción en la vida, una especie de jodido extrañamiento. ¿Acaso
no todos somos como Amancio Castro? (Cuando hablo de todos, me refiero a
hombres y mujeres, total, el deseo es el mismo, no conoce de géneros) Amancio
es un tipo desdichado, que tiene mucho amor y semen almacenado y no sabe en
quién depositar todo ese fuego pasional y amoroso. Envidia a su patrón, el
compositor Lope Burano, pero no conduce su envidia apelando a la queja fácil,
sino por el destilado del despecho, o el gesto hipócrita, la única manera para
asumirse como protoamante valiente que sabe estar hasta en los momentos de
rechazo. Este ánimo contenido de Castro es lo que refleja la prosa de la
autora. Somos testigos de un trabajo de
orfebrería de estilo, que supongo deudor del oficio-ejercicio de traducción que
desempeña Ruiz Rosas.
El crítico James Wood señala que la
brevedad en novela es un propósito complicado para cualquier autor. En esta
brevedad todos los componentes tienen que funcionar en armonía, basta un acorde
mal ejecutado para ser espectadores del desmoronamiento. Se entiende que la
brevedad en novela no admite el ripio de las carreras de largo aliento. Su
aliento está más relacionado con el cuento y este con la poesía. En otras
palabras: no se admite la gratuidad discursiva, ni en forma ni contenido. En
este sentido, nuestra autora muestra en la ficción un
profundo conocimiento del atribulado mundo masculino. Amancio es una cruel radiografía de la frustración masculina. Pero Ruiz Rosas no se queda ahí,
incorpora a la narración la presencia luciferina de una mujer llamada Marisa
Mantilla. No podía ser de otro modo, el argumento requería de un personaje que
fungiera de sal y condimento.
Para mantener la tensión, Ruiz Rosas
pudo usar cualquier registro y optó por la confesión epistolar. Marisa emociona
y excita, pero también daña. Amancio es la desesperación y Marisa la metáfora
de la libertad. Este cruce de configuraciones en pugna dota a la novela de una
lectura extra a su revelación literaria. Pienso en Marisa y me pregunto lo
siguiente: ¿no es acaso una representación de lo que es hoy la mujer en cuanto
al ejercicio de su prerrogativa mayor: su libertad sexual? Ningún escritor, al
menos no entre los que conozco y he leído, elabora sus personajes en función a
su salud futura. No creo que este sea el caso. He aquí pues la firma de su
vigencia, conseguida gracias a la naturalidad de la escritura, lejana de las ideologías,
solo dependiente de la libertad de la escritura. No hay que escarbar mucho: Ruiz
Rosas es una autora que escribe desde el instinto y en coherencia con su visión
de la vida. Por ello, El copista es
también una novela política, pero no de esas que se justifican en la exposición
de temas políticamente correctos o aceptables de acuerdo a los mandatos del
tiempo. Lo es porque expone sin tregua el furor femenino sobre los hombres,
resarciéndolos de la humillación del ego como también hundiéndolos
más en el desastre del mismo.
Es cierto que nos encontramos en un periodo
histórico en el que las mujeres peruanas que escriben y publican vienen
generando atención por parte de los lectores y la crítica. Tenemos voces excelentes,
buenas, interesantes y muy malas. Hay de todo como en botica. Por esa razón, es
un deber moral reforzar lo obvio: el posicionamiento de Ruiz Rosas como la
escritora mayor de la narrativa peruana actual, la meritocracia ante todo y no
esas cojudeces de las cuotas.
Esta novela vendría a ser la firma que
faltaba a la sentencia: Teresa Ruiz Rosas ya era grande desde sus inicios.
Gracias.
…
Texto de presentación (tdp). Leído el 13 de noviembre de 2018.
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