xenofobia
Cuando creía que la xenofobia era una
suerte de estupidez pasajera, inaceptable en el circuito cultural local, cuando
esta solo podía darse en inevitables mentes limitadas, resulta que esta también
se cuela en el discurso de nuestros mayores representantes (o lo que entendamos
por semejante despropósito) de nuestra izquierda, que por más que adornen el
verbo en pos del like y el rebote, no pueden contener la obviedad: la pequeñez
moral y la chatura de criterio.
Lo que estos infaltables energúmenos no
consideraron fue precisamente la realidad que resta a sus estratégicos
postulados de indignación. Desde la comodidad del bunker socialista defienden
lo indefendible, viendo árboles donde hay pistas sin asfaltar. La
incuestionable taradez: Nicolás Maduro resiste los embates del imperio gringo.
Qué romántico. El sistema socialista persiste teniendo todo en contra, pero ese
solo enunciado no es más que una mentira nutrida de inhumanidad y desconexión
de la calle: ¿cómo explicas esa supuesta resistencia del socialismo a los miles
de venezolanos que día a día luchan por sobrevivir en Lima? ¿Qué le responderás
cuando te señalen que el sueldo mínimo bolivariano es igual al precio local de
un kilo de pollo crudo? Dos preguntas entre muchas, cada cual más letal para la
apología del fracaso, que sodomizan a los que abogan por el horror de la
dictadura venezolana.
Algunos se han dado cuenta de que están
patinando en esa falsa idea romántica, pero siguen en la ceguera, puesto que
ahora afilan sus lanzas contra el mismo migrante, perfilándolos como lo peor y,
por ello, responsable de todos nuestros males actuales. Sus posturas no
resisten el más flojo análisis, al toque se refleja la carencia del quejoso, que se cura con amor, buena alimentación
y harto ejercicio. No hay otra, huevas.
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