alguien hace negocio
No uso el Metropolitano como me
gustaría. Y aunque esto no guste a muchos gestores de izquierda que laboran en
los municipios, este servicio de transporte público es una de las mejores cosas
que pudo dejar Castañeda, una luz en medio de tanta corrupción.
Pero del Metropolitano no quiero hablar
en esta soleada mañana de viernes, sino de Bibliometro, el servicio de préstamo
de libros que podemos ver en las estaciones principales. No sé en qué gestión
municipal nació esta idea, pero a quien le corresponda el mérito, se lo tiene
bien merecido. Se trata, pues, de la implementación de un método ajeno a la
demagogia de la difusión de la lectura, que es aprovechado para oscuros fines
por no pocos cantamañanas. He podido ver a jóvenes y adultos prestándose libros
de los puntos asignados, lo cual, bajo todo sentido, no dejará de reconciliarme
con la vida. Uno ya se cansa de ver a chibolos y adultos con mente y
comportamiento de chibolos dinamitando las neuronas con una variedad de
manifestaciones dignas del mal gusto.
Hasta aquí, todo bien.
Sin embargo, la ilusión deviene en fastidio
cuando uno se percata de los libros que están a disposición de los interesados.
No voy a negar que hay títulos imprescindibles de nuestro imaginario literario
y cultural, del mismo modo internacional, pero el porcentaje de los mismos es
ínfimo. Prolifera la basura textual y las sospechas se imponen como razonables:
¿quién está eligiendo la compra de los textos?, ¿cuáles son los criterios que
se siguen para determinar qué título va o no a Bibliometro?, ¿quién está
haciendo negocio desde la misma Municipalidad de Lima? No se puede ser tan
obvio.
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