lunes, abril 15, 2019

autor por descubrir


Entre las seis y media de la tarde y las diez y pico de la noche, en ese hiato que acrisolaba la esperanza y la tragedia de nuestra sub 17 (sin contar la algarabía generada por GOT), comencé a leer una novela que pinta extraordinariamente bien: Un momento de descanso (2011) del español Antonio Orejudo.
Obvio, no hablaré de la novela en la que estaré en las próximas horas, pero sí me gustaría poder recomendar que busquen los libros de Orejudo, todos ellos de estimable calidad. Orejudo debería ser más conocido por estos lares. En sus novelas podemos hallar lo que no vemos en este pueblito, menos en la narrativa hispanoamericana contemporánea, salvo excepciones honrosas: el humor y la ironía.
De Orejudo pueden encontrar en librerías locales una maravilla llamada Fabulosas narraciones por historias, publicada en 1997, la cual sigue manteniendo su inquebrantable irreverencia e inteligencia tramposa. Todo un claro ejemplo de que el divertimento no debe ir divorciado de la epifanía, como lamentablemente creen por estos lares algunos chancateclas, burócratas del bostezo, que asumen el tono señorial y apodíctico como la única garantía de valía literaria y el exclusivo sendero hacia los acuosos espacios del respeto.
La novela pone de relieve un ánimo conspirativo, presentándonos a tres personajes, amigos, que estudian en la histórica Residencia de Estudiantes. El trío se identifica con la prerrogativa juvenil de la rebeldía, pero pautada por las traiciones del ego dañado, tal el caso de Martiniano, condenado a transitar por la vida bajo una sombra mayor, la de su tío Azorín. Orejudo fortalece la interacción de estos tres personajes, esforzados en la posería de la literatosis. Pero también nos encontramos (no por nada la trama gira en la Residencia de Estudiantes) con el desfile de preclaros nombres de la Generación del 27, llamados a oxigenar a la cultura española de inicios de siglo XX. La presencia de los amigos es un peligro para la institucionalidad de la residencia, es por ello que son sometidos a una serie de adversidades y planes “secretos” que tienen el objetivo de humillarlos. Asistimos pues a un abierto choque de intereses, a la esencia de la egolatría en cuestionamiento, que el autor refuerza con un humor que sublima hasta las más oscuras miserias humanas de muchos de los personajes principales y menores, suscitando carcajadas en el lector, para ubicarlo luego en la dimensión reflexiva que me permita abordar las metáforas de los hechos narrados. 
Hasta aquí, no se diga más, Orejudo es un autor que merece una oportunidad entre quienes aún no lo leen.


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