autor por descubrir
Entre las seis y media de la tarde y las
diez y pico de la noche, en ese hiato que acrisolaba la esperanza y la tragedia
de nuestra sub 17 (sin contar la algarabía generada por GOT), comencé a leer
una novela que pinta extraordinariamente bien: Un momento de descanso (2011) del español Antonio Orejudo.
Obvio, no hablaré de la novela en la que
estaré en las próximas horas, pero sí me gustaría poder recomendar que busquen
los libros de Orejudo, todos ellos de estimable calidad. Orejudo debería ser
más conocido por estos lares. En sus novelas podemos hallar lo que no vemos en
este pueblito, menos en la narrativa hispanoamericana contemporánea, salvo
excepciones honrosas: el humor y la ironía.
De Orejudo pueden encontrar en librerías
locales una maravilla llamada Fabulosas
narraciones por historias, publicada en 1997, la cual sigue manteniendo su
inquebrantable irreverencia e inteligencia tramposa. Todo un claro ejemplo de
que el divertimento no debe ir divorciado de la epifanía, como lamentablemente
creen por estos lares algunos chancateclas, burócratas del bostezo, que asumen
el tono señorial y apodíctico como la única garantía de valía literaria y el
exclusivo sendero hacia los acuosos espacios del respeto.
La novela pone de relieve un ánimo
conspirativo, presentándonos a tres personajes, amigos, que estudian en la
histórica Residencia de Estudiantes. El trío se identifica con la prerrogativa
juvenil de la rebeldía, pero pautada por las traiciones del ego dañado, tal el
caso de Martiniano, condenado a transitar por la vida bajo una sombra mayor, la
de su tío Azorín. Orejudo fortalece la interacción de estos tres personajes,
esforzados en la posería de la literatosis. Pero también nos encontramos (no
por nada la trama gira en la Residencia de Estudiantes) con el desfile de
preclaros nombres de la Generación del 27, llamados a oxigenar a la cultura
española de inicios de siglo XX. La presencia de los amigos es un peligro para
la institucionalidad de la residencia, es por ello que son sometidos a una
serie de adversidades y planes “secretos” que tienen el objetivo de humillarlos.
Asistimos pues a un abierto choque de intereses, a la esencia de la egolatría en
cuestionamiento, que el autor refuerza con un humor que sublima hasta las más
oscuras miserias humanas de muchos de los personajes principales y menores, suscitando
carcajadas en el lector, para ubicarlo luego en la dimensión reflexiva que me permita abordar las metáforas de los hechos narrados.
Hasta aquí, no se diga más, Orejudo es
un autor que merece una oportunidad entre quienes aún no lo leen.
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