la ira de vll
El último artículo de Mario Vargas Llosa
en su columna Piedra de Toque, Nuevas inquisiciones II, generó muchos comentarios. Tanto en la primera entrega
como en esta última, el Nobel de Literatura arremete contra las agendas del
feminismo, las cuales confunden reivindicación con reconocimiento a la calidad
literaria. En este aspecto, no hay mucho que discutir, ya que quien desee estrellarse
en la sinrazón, pues tendría que prestar atención a los libros que prefiere la
lectoría: la mayoría firmados por hombres. A la lectoría no le importa la cuota
de género, sino la epifanía y la conexión con el autor (¿negaremos que Isabel
Allende es una de las plumas en castellano más leídas del mundo?).
Lo que sí debemos subrayar es el ánimo
egocéntrico del artículo, que es toda una defensa de la Bienal de Novela que
lleva su nombre. Aunque Vargas Llosa no lo reconoce, la carta pública Contra el machismo literario, firmada
por casi cien autores (entre los que encontramos aberrantes oportunistas
locales), se llevó el protagonismo en el certamen realizado en Guadalajara. En
este sentido, pudo brindar razonables luces en pos de futuras mejoras y no
cerrarse en el manoseado criterio de la “calidad”, porque si algo no estuvo
bien en la Bienal fue precisamente la logística de la misma. Prueba mayor: la
nómina de novelas finalistas, que no es dato menor, más si nos referimos a
libros publicados y que como tales debieron competir en base a la legitimidad
otorgada por los lectores enterados y la crítica.
Entendemos la ira de Vargas Llosa, pero
no podemos sintonizar con su mirada atemporal, que lo lleva a malinterpretar la
carta pública, ¿en qué parte o en qué línea se sugiere que se invite a mujeres
como “bulto”? Vargas Llosa resbala en lo que más detesta: la intolerancia a la
opinión contraria, lo que devino en una flojísima argumentación y un cierre
autoritario.
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