pakula
Me levanté temprano y sintonicé Fox
Classics. En ese canal vi en la madrugada La
conversación (1972), obra maestra de F. F. Coppola. Es una película que
conozco bien y que asocio con otra muy buena, Klute (1971), de A. J. Pakula. Al respecto, no sería nada descabellado
que algún cineclub programe una retrospectiva de la obra de Pakula, que merece
una oportunidad de difusión entre los nuevos cinéfilos. Sus películas caerían
como anillo al dedo en estos días en los que la política peruana no solo se
estrella en la inconsistencia de su demagogia, sino también en las ciénagas de
la corrupción, la conspiración, incluso el asesinato.
En las películas de Pakula hay política
pero a la vez no. Eso es lo paja de su propuesta, que aborda la política desde
sus márgenes, desde el detalle del gesto y la necesidad hormonal camuflada de
conservadurismo a la espera de la eclosión. Pakula juega con las pulsiones y
ambiciones de sus personajes, ansiosos de poder y de las gollerías dentro de él.
Pakula no reduce el poder a la política, es más bien un explorador de las grietas del
poder.
Un ciclo de películas suyas no solo
edificaría, también la rompería.
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