escritor
Los domingos los dedico, la mayoría de
las veces, a la relectura. Entre los títulos a escoger, uno al que venía
echándole ojo desde hace varias semanas. Alta
fidelidad, la novela de Nick Hornby, que no es una obra maestra y no tiene
que serlo para sintonizar con ella. Lo mismo pasa con ciertas películas y algunos
álbumes, que serían brutales atentados contra los figones de la exquisitez
estética, infaltables en la vida.
La novela me acompañó en las gestiones
del día, que creí que durarían hasta las dos de la tarde, pero no, las mismas
se extendieron hasta avanzada la noche. Terminé agotado pero satisfecho porque
la relectura no solo me dio luces de la vigencia de la novela, sino también me
hizo pensar en las taras de la narrativa peruana, potenciadas en el presente
siglo, como el hecho de que tengamos demasiados personajes signados por la
literatosis. Sus autores creen que la epifanía va asociada al bostezo, consecuencia
natural del abuso estilístico, confundiendo “mariconada” verbal con
sensibilidad. Así es: ¿no se cansan que en la narrativa peruana abunde la
figura del escritor como eje temático? En lo personal, no tengo nada contra
esta recurrencia, por el contrario, me gusta mucho. Sin embargo, ¿no sería
saludable que a esta opción la doren con algo de humanidad y que los personajes
escritores no solo muestren el alma de una lavadora comprada a crédito?
Incomoda decirlo por su obviedad, está
en los manuales y en el sentido común: toda narrativa parte de la configuración
del personaje. Claro, se puede escoger otra estrategia, mas esta debe valer en
su epifanía, no en su extrañamiento formal. La figura del escritor está muy
desgastada, encima mal elaborada. Podría citar títulos locales, pero mi idea no
es hacer de este post una masacre. Habría que salir de este bache, empezando
con vivir un poco y aprendiendo a mirar.
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