miércoles, noviembre 21, 2018

sacudirse


Desde que un poetastro noventero peruano pidiera asilo político al gobierno español, no había vuelto a ver otra petición similar hasta Alan García. Obviamente, las diferencias son abismales, el primero estafó a muchos ahuevados aspirantes a poetas mediante antologías que solo se veían en las presentaciones, en cambio el segundo se valió de su investidura presidencial para lucrar, más cuando el partido al que pertenece, el APRA, ostenta una impresionante telaraña de contactos en todos los poderes del Estado.
Si algo bueno trae la petición de asilo político de García al gobierno uruguayo, es que por fin se dinamita su imagen de politiquero canchero, pendejazo, la cual ha venido construyendo y ventilando a lo largo de toda su carrera política, proyección que ha conseguido ahuevar a una considerable cantidad de peruanos. En todo este trajín mediático de las últimas horas, el expresidente ha brindado involuntarias muestras de nerviosidad, la más alucinante: comparar su situación con la que vivió Víctor Raúl Haya de la Torre en 1949 al solicitar asilo político en la Embajada de Colombia. 
No queda otra que salir a las calles a protestar en la embajada uruguaya y hacer sentir desde todas las plataformas posibles el desencanto moral al oficialismo oriental. Me refiero pues a una manifestación por cuenta de gente proba y libre de señalamiento, no como lo hizo Ollanta Humala en su carta pública a Tabaré Vázquez. Un pobre diablo no puede erigirse como un baluarte moral, menos colgarse del esfuerzo de mujeres y hombres peruanos que sí se han esforzado por sacar a la luz toda esta cadena de podredumbre que nos permite diferenciar quién es quién en este país. Necesitábamos esta profilaxis, tener la oportunidad de sacudirnos al menos.


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