la farsa
Aunque la mayoría de especímenes del
circuito literario diga que los Premios Luces del diario El Comercio sea todo
un canto a la frivolidad, lo cierto es que muchos de estos mutantes empeñarían
hasta la histórica cocina Surge de la familia con tal de ganarlo o aparecer
entre los nominados.
Ahora que sabemos los títulos ganadores
en la categoría Letras, creo que hay poco que discutir, incluso en Mejor libro
de Cuentos, que benefició a Biblioteca
Peruana de Alejandro Neyra, bien pudo ser para Lluvia de Karina Pacheco. El libro que no he podido leer, y creo no
ser el único en esta situación: El espía
del Inca de Rafael Dumett. Espero que este premio, que sintoniza con la
valoración crítica que viene obteniendo la novela, quiebre la demagogia que la
daña y lleve a su editor a ponerse las pilas: distribuir con responsabilidad el
libro, cosa que de esta manera encontraremos la genuina sintonía: libro-lector.
Verdad de Perogrullo: en los Premios
Luces entran en juego otros factores, la mayoría reñidos con la “verdad” de su
propósito, porque el voto se guía más por simpatías y preferencias, y claro, se
potencia la certeza con las infaltables portátiles. No olvidemos que a uno de
los ganadores del año pasado se le tuvo que anular más de diez mil votos,
travesura de un hacker que hizo colapsar la web del diario anfitrión. No
sorprende: en el largo y tortuoso sendero hacia la fama, algunos no solo pierden
la paciencia una vez conseguida la nominación, también los escrúpulos.
Acabada la algarabía, vuelve la
normalidad, es decir, desaparece la mentira del éxito virtual (hay que ser un
subnormal para ver en la dimensión líquida la representación de la vida), se
impone la presencia de lo que no se quiere aceptar: ese premio es una cojudez.
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