Gigantes veinteañeros
¿Es
posible entender la literatura contemporánea en cualquier lengua sin Enrique Vila-Matas y Roberto Bolaño? Una sola
respuesta es insuficiente para quedar satisfechos, porque tanto el español como
el chileno siguen siendo cajas de resonancias que se renuevan con la llegada de
nuevos lectores que anhelan llevar a la vida lo leído en sendas poéticas,
nutridas de una enfermiza pasión por la literatura y una visión literaria de la
vida.
Enrique
Vila-Matas y Roberto Bolaño forjaron un magisterio adictivo en base a la
configuración y reinterpretación del espectro literario (formal, temático y
estilístico), retirándolo de los salones culturosos para instaurarlo en los
lectores como un modo de estar en el
mundo.
Sin
duda, son dos gigantes de nuestro tiempo, dueños de poéticas con más de una
puerta de entrada, cualidad que en honor a la verdad pocas plumas de prestigio
cumplen. Precisamente Bartleby y Compañía
de Vila-Matas y Putas asesinas de
Bolaño han cumplido veinte años de absoluta vigencia. El primero, que debió
celebrar este onomástico el año pasado —en plena pandemia que retrasó los
festejos—, y el segundo que sopla velas en este 2021, son más que excelentes
pretextos para volver a sus páginas o ser parte del asombro si es que aún no se
ha ingresado a ellas.
Foto
inédita hasta hoy. Vila-Matas y Bolaño en Can Flores, un restaurante de Blanes.
Con
una trayectoria signada por la inteligencia, la ironía y el humor, Vila-Matas
entregó en el año 2000 un precioso libro híbrido, en el que especulaba sobre
los motivos que llevaron a autores de renombre a renunciar a una continuidad en la escritura sin tener en
cuenta la expectativa generada por sus libros ya publicados. Escritores del No,
en la estirpe del recordado protagonista de Bartleby
de Herman Melville, como Juan Rulfo, Robert Walser, Augusto Monterroso e
incluso Julio Ramón Ribeyro, que si bien fue creador de una obra prolífica,
nunca dejó de tener una relación ambivalente con la escritura. Lo que llamó la
atención de este libro fue el tejido narrativo que se imponía a las fronteras
genéricas. Si el híbrido anunciaba su posible influencia para los años venideros,
con Bartleby y Compañía se rubricó su
legitimidad para los lectores y autores del nuevo siglo.
Del
mismo modo, a inicios de este siglo, el nombre de Bolaño era una bola de fuego
a razón de la monumental novela Los
detectives salvajes (1998) y cuando en setiembre de 2001 apareció Putas asesinas más de uno quedó
descerebrado y estupefacto, al menos esto es lo que recuerdo con nitidez de esa
época. Aparte de sus evidentes virtudes narrativa, este cuentario exhibía un
extraño poder de seducción que calzaba con la furia juvenil del lector: la
posibilidad de jugársela por una vida en estado de poesía.
En
el difícil terreno de las distancias cortas, Bolaño supo integrar en trece
cuentos la riqueza diáfana de su estilo (“El Ojo Silva”, “Últimos atardeceres
en la tierra”, “Encuentro con Enrique Lihn”, “Carnet de baile” y “El retorno”)
y su poliédrico mundo pop mediante personajes que compartían las mismas señas
de los recordados Arturo Belano y Ulises Lima, personajes estelares de Bolaño:
la poesía vital del desarraigo. Aún recuerdo a varios amigos y conocidos que
tras esta lectura quisieron ser como Bolaño. Todo es posible en la imaginación.
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Publicado en CARETAS. Edición impresa. Septiembre de 2021.
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