miércoles, octubre 31, 2018

había una vez...


Entre las publicaciones peruanas que se presentaron en la última FIL, la siguiente: Había una vez una peruana (Xilófono, sello de librerías Crisol).
A quien se le haya ocurrido la idea de un proyecto como este, así sea una copia editorial de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes de Elena Favilli, va toda nuestro saludo, porque hubo una acertada lectura comercial sobre un tópico que obedece a una coyuntura histórica en la que vienen debatiéndose los derechos de la Mujer.
Como objeto, nos hallamos ante un libro soberbio en diseño, diagramación e ilustración. Sin embargo, los yerros provienen de donde no deberían y callar ante ellos no sería más que una evidente falta de respeto a los lectores.
Entre las autoras convocadas, tenemos un abanico de voces que van desde las consagradas a las noveles, lo que nos permite poner a prueba su oficio al enfrentarse a textos signados por el encargo. Al respecto, hagamos memoria, hasta hace un tiempo tuvimos una serie de libros de fútbol a razón de la participación de la selección peruana en el Mundial de Rusia. Todos escritos contra el tiempo y los resultados fueron, en líneas generales, aceptables en discurso. Obviamente, contados quedarán en la memoria y la mayoría ya tiene un lugar de privilegio en el nicho del olvido. 
El problema mayor de Había una vez… es la falta de maceración de los relatos. En parte es responsabilidad de las autoras, pero la dejadez mayor viene a cuenta de los editores, que debieron cumplir su función y no limitarse solo a la presentación material. Absolutamente todos sufren de apuro en su desarrollo y las buenas intenciones que los alientan resultan insuficientes. Felizmente, hay solución a la vista: agotar esta primera edición e ir trabajando desde ya en lo que realmente importa. No hay que subestimar a los niños.

martes, octubre 30, 2018

erm


Hace un par de semanas falleció el escritor Edgardo Rivera Martínez, autor de importantes novelas de largo aliento como País de Jauja y Libro del amor y otras profecías. En lo personal, lo recordaré por su obra breve, de la que ostenta un puñado de cuentos que permanecerán en mi retina, uno en especial: “Ángel de Ocongate”, que en 1986 ganó la primera edición del premio de Las Mil Palabras de Caretas.
Mientras revisaba algunos lomos, durante la soleada tarde del domingo, encontré una publicación de ERM que se ubica en la tradición de los retazos, aquella conformada por textos en paralelo a la obra mayor, publicados la mayoría de las veces en diarios y revistas. Fue así que de una sentada leí (¿o releí?, en verdad no recuerdo) Estampas de ocio, buen humor y reflexión, que apareció en 2003 por el Fondo Editorial de la Unmsm. Por cierto, habría que revisar con atención los catálogos de los fondos universitarios, vale la pena esa aventura al paso porque en ellos puedes hallar una que otra sorpresa, de esas capaces de aliviar el día y reconciliarte con el placer de la lectura. Es, pues, una lástima que muchos de estos catálogos no lleguen a las librerías, además, ni hablemos de sus respectivas logísticas de promoción y distribución, que dan pena e indignación. La única entidad que lucha contra esta tara es la PUCP, y desde hace algunos años la Decana, cosa que nos alegra porque nos hace olvidar cuando el fondo editorial de esta era llevado por especímenes que a las justas han leído diez libros en la vida.
Quienes conocemos la obra de Rivera Martínez, no dejaremos de aplaudir el puntilloso cuidado en su prosa de ficción, esta especie de responsabilidad la vemos también en los presentes páginas, que si bien es cierto exhiben el apuro de la faena periodística, nos permiten también construir un mapa de intereses temáticos vistos en lo que acabamos de llamar obra mayor. En estos artículos nos encontramos con un observador que canibaliza la impresión bajo los cotos de su conocimiento, es decir, desarrolla los textos en base a la herramientas que domina, como el rigor idiomático, la música clásica, la historia y la literatura de viajes, siempre en una patente intención de analizar el presente desde la óptica del pasado, lo que nos revela que ERM sabía de sus límites: no era fuerte bajo el filtro de la actualidad. Hay, pues, textos que deberían figurar entre lo más destacado del articulismo sobre Perú. Veamos: “o Bajo el puente”, “Elogio y defensa de la quincha”, “Decadencia y ocaso de lo huachafo”, “Borricos en la plaza”, “La sopa teóloga” y “Oseanidas”. 
Para nada menos son los artículos que se nutren de las impresiones literarias y viajeras, que son las que sintonizan más conmigo, pienso en “Mallarmé y los sombreros de copa”, “Variaciones sobre un tema de Cortázar”, “Gatos literarios”, “Un afiebrado epistolario. Amor y erotismo en Joyce”, “Un pueblo llamado Sepultura”, “El Perú de Charles Wiener”, “los Andes” y Henri Michaux en Iquitos”. Aquí es posible detectar a un lector en estado de gracia, ajeno al lugar común, apasionado y controlado, y por ello perdurable, en su pontificación. Date un tiempo y ve a la caza de esta pequeña maravilla.

domingo, octubre 28, 2018

¿la culpable?


Mañana de domingo, en la que me pongo al corriente de algunas cosas luego de varios días en los que tuve que realizar inevitables gestiones a razón de un familiar que falleció. Reviso mi bandeja de correo, del mismo modo las redes, y hallo un artículo de Javier Marías y una entrevista al noruego Karl Ove Knausgard, que suscitan algarabía en el personal.
Lo de Marías, aquí; la entrevista a KON, acá.
Ambas posturas me parecen válidas, pero sí percibo en la del primero una suerte de prejuicio del que se cuelgan, vaya novedad, muchos autores carentes de lo que más quieren: fama inmediata. Eso es, fama y no el legítimo reconocimiento. 
Sobre estas reacciones infantiles, barajo algunas hipótesis, como creer que son merecedores de más de lo que ya han obtenido y que la culpa de su fracaso es de la autoficción. Este asunto de la familla es cosa seria, no respeta trayectoria ni sexo. El ansia por parecer es como una droga que transporta al ahuevamiento de la realidad paralela, aquel paraíso sicotrópico en donde lo imposible es real gracias a los esfuerzos de la voluntad onírica. Es, pues, un choque catastrófico: creer que la vida es igual a la que se percibe en las parcelas líquidas. El like jamás será comparable al saludo al paso de un lector que compró y leyó tu libro, el corazón se halla a años luz de tu celebrado título que ahora ostenta un cartelito de 40 % de descuento luego de que has informado (mentido) que estás por acabar el tiraje, o peor: alucinarte el indignado (buscando culpables en la mafia editorial y no en el bostezo del lector) y cerrar el hocico al ver que tu libro publicado en 2018 ha sido puesto a mitad de precio en la feria Ricardo Palma. Esos cracks del desastre son los que se cuelgan de la crítica a la autoficción, como si la “riqueza” de su tradición estuviera en sus últimos representantes. Lean (más).

miércoles, octubre 24, 2018

ojalá


No es que me guste ver gente en la cárcel, pero si algo deseo para este miércoles de octubre es precisamente que Keiko Fujimori sea condenada a 36 meses de prisión preventiva, tal y como pide el fiscal José Domingo Pérez, que ha decidido tener una postura frontal en contra de la corrupción, representado por el actual partido del fujimorismo, Fuerza Popular. A Pérez se le ha venido atacando a cuenta de ciertas veleidades discursivas, que sintonizan con su ideología de izquierda, mas no tendríamos que distraernos en ello, porque lo que importa es que de entre todos los fiscales que han venido investigando a esta red criminal, él es el más decidido en que se aplique justicia. 
Hace unas horas pude ver las últimas declaraciones de K. Fujimori. Su llamado a la tranquilidad y a la construcción de una política de paz es un estertor, manifestación de quien sabe que es muy difícil que pueda librarse ahora de la cárcel. La Fujimori y su partido han tenido todos los medios para sumar políticamente en estos dos años de gobierno, pero apostaron por el achoramiento sabiendo que en la interna de FP existían varios anticuchos y que tarde o temprano Fiscalía les caería con todas las armas legales posibles. Esto no es lo que ha puesto contra la pared a este grupo político. No es la primera vez que los fujimoristas enfrentan acusaciones de corrupción. Lo que los ha asustado es la impopularidad que han ganado a pulso, situación que no tenían calculada ni en sus más impensadas alucinaciones. El pueblo puede soportar todo, menos la conchudez, señal de que aún existe una reserva moral, a la que se recurre cuando las pruebas de lo obvio son más que letales. Lo ideal sería evitar este tipo de instancias, solo así nos ahorraríamos tiempo y estaríamos enfocados en los temas que realmente importan para la población, como la reactivación económica.

viernes, octubre 19, 2018

carácter


Trato de recordar y dar con las circunstancias que me llevaron a dejar de seguir la filmografía de Jean Luc Godard. Mi memoria es frágil, pero generosa en detalles. Lo que recuerdo más son los momentos de asombro, como la magia de una secuencia, el diálogo inteligente y con humor o escena naranja. Cada quien, imagino, debe tener por ahí su Godard personal, y por consiguiente la respectiva razón que consiguió lo que en principio parecía imposible: el alejamiento del cineasta.
No son pocos los que huyeron del francés a cuenta de su opción ideológica, que comenzó a infectar la poética visual con la que se dio a conocer, la misma que también le deparó un prestigio desde temprano. Otros se mantuvieron leales hasta que también se hartaron de esta recurrencia. En lo personal, dejé de seguirlo y solo me limité a lo esporádico de su producción. Me aboqué a la caza de otras propuestas, algunas de las cuales me sedujeron, muchas otras no, sin embargo, de alguna u otra manera todas estas se nutren directamente/indirectamente de la obra de JLG.
Días atrás volví a una película de Godard, la busqué porque me comentaron que Juan Goytisolo aparecía en ella, detalle que me pareció justificable (estoy revisando su obra) en la dimensión de la magia del azar. Para mi buena suerte la tenía cerca, no tuve que perder tiempo hallándola.
Si tuviera que definir con una palabra Nuestra música (2004), sería esta: carácter. En esta película-ensayo, Godard se despoja del espíritu pontificador que hemos visto en sus trabajos políticos más duros y simplemente se aboca a reflexionar sobre las causas y secuelas que dejan los enfrentamientos bélicos. Para este ejercicio de reflexión, divide el proyecto en tres partes (guiño a Dante): Infierno, Purgatorio y Paraíso. Me concentré en Purgatorio, la sección más discursiva y, por ello, polémica. Su intención no fue la de cerrar la reflexión, sino la de dejar abierta la interrogante. Capo es: solo en la incertidumbre se ahonda en un conflicto innato a la viscosa esencia humana. Mírala.

miércoles, octubre 17, 2018

saludable vigencia


El sábado pasado decidí ordenar algunos segmentos de mi biblioteca. En realidad, mi intención fue la de cambiar de ubicación “algunos” conjuntos. Como cada espacio de los estantes los aprovecho hasta su más mínimo detalle, encontré en la tercera hilera de uno de los anaqueles un libro especial, que ha sabido resistir con estilo el peso del tiempo. Me refiero a El pez que aprendió a caminar de Claudia Ulloa Donoso. No era la primera edición de 2006, sino la de 2013.
Mi intención inicial fue la de picar algunos cuentos/relatos de manera desordenada. Pero al tercer texto opté por leerlo en su integridad, que asumo como un acierto, porque constaté que el tiempo no ha sido nada duro con esta publicación que sigue manteniendo no solo frescura poética, sino también mentiroso desenfado.
Hay pues un componente extraño en la propuesta de CUD, que obedece más al ánimo con el que se pergeña la escritura. Este “componente” no tiene nada que guarda relación alguna con  el acervo literario, sino más bien con una actitud, la de “no creérsela”. Recuerdo cuando leí el libro por primera vez y ese factor nada forzado no solo era evidente, sino que sustentaba su dimensión emocional. Eso nos explica lo que estas páginas proyectan: un diáfano mestizaje de temperamentos, que, por ejemplo, pueden ir de lo risueño a lo trágico, sin afectar la sensibilidad poética que descansa en la fijación por el gesto y el detalle, que revela el recurso mayor de la autora: la capacidad de observación.
Entre los cuentos/relatos que me gustaron más: “Piscina”, “Documental”, “Pajarito”, “Yo solo quería un cigarrillo” y “Pasatiempos de escritor”. Nos encontramos ante un artefacto de escritura muy privilegiado por el cual CUD cobija el voltaje de sus insumos temáticos y estilísticos.
Por lo general, los primeros libros de autor no son ajenos a los señalamientos y este no es libre de ello, pero llevar a cabo el respectivo puntillazo sería un acto de innecesario rigor (cuestiones muy menores que se las regalo a los guachimanes del gazapo). Estas páginas aseguran una epifanía: el talento natural en estado de gracia, que firma a la fecha el prestigio actual de su autora. 
El recordado Miguel Gutiérrez me decía que era raro ver el talento natural que fuera descollante en una entrega inicial. Pues bien, este es el caso.

domingo, octubre 14, 2018

"la coca nostra"


Una de las quejas que leo y escucho es la siguiente: la poca atención que el circuito literario de la capital le presta a los escritores del interior. En parte este reclamo es válido, pero también del mismo se desprenden las más alucinantes demagogias, tipo “los narradores/poetas de provincias son mejores”.
Desde que administro este blog he tenido la suerte de recibir publicaciones de distintas partes del país, incluso he presentado libros de algunos autores, sin traicionar mi principio de comentar títulos que sean buenos o, en todo caso, interesantes. Ahora, no olvidemos que en las provincias sucede lo mismo que en estos lares: hay escritores buenos, regulares, mediocres, malos e innombrables.
Hace algunas semanas consigné en un post la lectura de una novela, su mención no fue valorativa, solo una seña de que la había leído y que trataría de decir algunas cosas de ella cuando tuviera tiempo, y tiempo es lo que me ha faltado en estas semanas en las que cerré el rescaté de dos libros de un narrador peruano canónico.
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Desde Chanchamayo, la editorial Alejo publicó en mayo La coca nostra de Wilfredo Silva, que según las coordenadas de la solapa, es periodista de oficio. Lo que nos presenta Silva es la historia de Diego Escobar, Chato, en el mundo del narcotráfico, mas su periplo criminal no está ambientado en Perú, sino que parte de Estados Unidos hacia un tránsito intercontinental, el cual nos depara una serie de personajes entre los que hallamos al mismo Chapo Guzmán y mandamases de mafias de toda laya. Se entiende que el Chato ha adquirido el bienestar económico que una vida decente jamás le iba a brindar, pero su vida cambia tras el asesinato de su familia y a partir de entonces su existencia no tiene otro objetivo que no sea la venganza. Uno de los méritos de Silva es la confección de un personaje que por podrido moralmente no deja de exhibir humanidad. Es decir, se nos ofrece un personaje dueño de una ética forjada en el crimen y que se enfrenta a una desgracia que lo lleva a pensarse y también a recordar su país de origen, Perú, metáfora del retorno añorado tras perder lo que más quería. A él solo le queda el consuelo de un hijo que pide proteger antes de culminar sus últimas comisiones.
A lo dicho, sumemos el ritmo narrativo, recurso clave que ayuda al lector a obviar los alarmantes descuidos de edición, sea en lo formal y en el contenido. Bache de lado, Silva se impone como un ducho contador de historias. Además, la novela no tiene otra pretensión que la de entretener al lector con una historia que en la generalidad de su argumento avanza con buen pie sin que uno sienta que está malgastando el tiempo, cosa que en lo personal agradezco mucho, más en tiempos en los que la chancaca narrativa y el amaneramiento estilístico son asumidos como mérito en nuestro insuperable pueblito literario. 
Tengo entendido que hay autores que vienen desarrollando propuestas ligadas al tópico del narcotráfico. No sé cuán verosímiles puedan ser esos proyectos teniendo en cuenta que la realidad nos indica que estamos lejos de la desgracia de tener un cartel. Seguramente esta situación fue lo que convenció a Silva de ambientar LCN fuera del país. Más allá de esta impresión, me agrada bastante que la novela esté inscrita en la pureza del género del divertimento, una veta que podría marcar una interesante tendencia si más autores locales se atrevieran a creer en él, lo que propiciaría lo inaudito: conocer la calle.

jueves, octubre 11, 2018

fujimorismo


En un país normal, un personaje cuestionado como Pedro Chávarry no existiría, y si en caso sí, este no dudaría en renunciar. En un país normal, un personaje procaz como Héctor Becerril tendría acto de presencia solo en las más tétricas pesadillas. Pero bueno, nos encontramos en Perú, espacio-tiempo histórico en el que todo puede suceder.
El partido de mayoría congresal, Fuerza Popular, acaba de blindar al fiscal de la Nación y al congresista. Las pruebas sobraban, la inhabilitación era una cuestión cantada no por ordenanza legal, sino por sentido común. Es una prueba más del matrimonio de la esencia fujimorista con la corrupción, hecho que tira por los suelos el rollo indignado que vimos ayer tras la detención de Keiko Fujimori. Es decir, el ladrón condenando el hurto para luego proteger a delincuentes allegados, cómplices. Ese es pues el fujimorismo: achorado y provocador.
Lo penoso es que las evidencias y las pruebas de este comportamiento político gustan a cierta facción de la población. La filiación y simpatía hacia el fujimorismo tiene raíces fuertes, nada intelectivas, solo emocionales. Sus simpatizantes no buscan el convencimiento mediante la razón, su fe se asienta en la memoria de lo que vieron (tránsito oral de padres a hijos) durante el primer gobierno de Alberto Fujimori. A esta gente no le importa si el plan económico perteneció al Fredemo de Mario Vargas Llosa, mucho menos que el plan antiterrorista haya sido desarrollado por un pujante y entonces olvidado grupo de inteligencia. Nada, para ellos es así: Fujimori rescató al país del desastre económico y acabó con el terrorismo. 
Es cierto que el fujimorismo está atravesando su peor crisis desde la salida de los vladivideos en 2000. En lo personal, ruego para que desaparezca, pero estos deseos no son nada si el Estado y los políticos de buena voluntad no empiezan a trabajar en lo que importa: en los menos favorecidos.

miércoles, octubre 10, 2018

que no sea un espejismo


Lo obvio, son muy pocos los que olvidarán este día miércoles 10 de octubre de 2018.
Entiendo la algarabía que suscita la prisión preliminar que el juez Richard Concepción Carhuancho dicto en contra de la líder de Fuerza Popular Keiko Fujimori. No es para menos, el fujimorismo, el de antes como el de hoy, le sigue haciendo mucho daño moral al país. Keiko se había convertido en la simbología no solo de una manera de hacer política, sino también de una actitud matonesca ante la vida. El poco crédito popular que le quedaba terminó por borrarse ante el histrionismo de su llanto, suplicando misericordia por su padre, que debía volver a prisión. Millones de peruanos asimilaron ese show como un supremo acto de conchudez, puesto que esta Fujimori es responsable de la situación de su progenitor. Olvidó, pues, que fue una de las artífices que terminaron por demostrar que el indulto de PPK había obedecido a un trato bajo la mesa.
Ver en prisión a Keiko Fujimori es un mensaje claro, una especie de manifestación onírica que anuncia lo que parecía improbable: en este país todos somos iguales ante la ley. Ojalá no estemos ante un espejismo, porque lo que necesita este país es precisamente una profilaxis de sus nefastos actores políticos, mandar la señal, en especial a los más pequeños, que todo acto pendejo, vil y delincuencial no deviene en premio. Es menester que las nuevas generaciones crezcan viendo a los delincuentes con esposas y conducidos a sus celdas. Lo que no puede hacer el discurso de la superioridad moral, lo hará la imagen. 
Me enteré de la detención gracias al aviso de una gran amiga. Sintonicé el noticiero y me encuentro con las declaraciones de la fujimorista Martha Moyano. Presté atención a su discurso, que se basaba en el respeto legal y en la actitud colaboracionista de Keiko durante las investigaciones, y claro, su coro de indignación: Keiko es víctima de una persecución política por parte de R. Concepción Carhuancho y de otros poderes oscuros que la quieren borrar políticamente. Mordía una manzana cuando presenciaba el berrinche de Moyano. Analicé al vuelo su argumentación y la comparé con la de los defensores de Ollanta Humala y Nadine Heredia, a la caza de similitudes, pero no encontré parecidos, sino copias exactas en la intención del discurso. En la defensa de lo indefendible, en pasar por alto los principios éticos y morales, Moyano, Gustavo Faverón y el senderista del inbox Chiboliné Du France son la misma huevada.

derrotas


Lo del pasado domingo no solo fue un triunfo del sentido común, también de la decencia, la cual es reforzada por el hartazgo que tiene la ciudadanía de la corrupción, que este año se ha manifestado en todas sus variedades líquidas posibles.
Jorge Muñoz no es, para muchos, la opción ideal para la Alcaldía de Lima. En estas últimas horas he estado recibiendo información que compromete seriamente su vocación de servicio, pero a pesar de ello, si nos ceñimos a la “objetividad” de la hoja de vida, esta no está maculada de corrupción, menos de actos inmorales. Para otros, Muñoz representaba la alternativa correcta, más aún cuando teníamos como potenciales candidatos a Daniel Urresti, Renzo Reggiardo y Ricardo Belmont.
En lo que sí estamos de acuerdo, al menos aquellos que creemos que puede haber una política decente libre de intereses de contrabando, es que a todos nos hace bien la derrota del fujimorismo. No había mejor castigo que el chicote de realidad recibido, puesto que la jornada electoral evidenció su desconexión con sus simpatizantes que, entre otras impresiones, asocian la vuelta a la cárcel del patriarca al poco tacto de la ya dos veces candidata presidencial Keiko Fujimori. Su llanto de lamento estratégico, como tal, no convenció a nadie. A ello sumemos la corroboración de la sospecha: más allá de algunas arengas populacheras, el partido Fuerza Popular carece de un plan de gobierno integral que recorra todas las dimensiones de la gestión pública. Si a esta ensalada le añadimos la impresentabilidad de todos sus candidatos y líderes políticos, como que el fracaso electoral caía de maduro. 
Pero lo del domingo reveló también otro fracaso, no tan sucio como el del lado naranja, pero no menos importante: la nula sintonía de la izquierda con la población. La tara de esta no es su discurso, sino la falsedad del mismo, que no calza con las prioridades que urgen. Así como la población se hartó de la corrupción, también esta está cansada de la superioridad moral, de la mirada acusadora, del verbo rebuscado, de la indignación virtual, peor cuando esta serie de actitudes no es nada ajena a la tradición de la ineficiencia.

lunes, octubre 08, 2018

cortázar / los libros


Para mi buena suerte, estuve desconectado de los acontecimientos electorales de las últimas horas. Ahora tenemos a Jorge Muñoz como Alcalde de Lima y solo nos queda mantener una actitud vigilante con su gestión. No diré más al respecto, porque la idea del post es dar cuenta de una breve maravilla que leí en la mañana de ayer domingo, que lo es por su sencillez expositiva y porque en ella se manifiesta también el compromiso mayor que debemos tener en la literatura: con los autores/libros que nos gustan.
Tenía el libro en el radar desde hace mucho tiempo y por fin me animé a leerlo. Jugaron varios factores a favor, el mayor: asumí su lectura como una cuestión pasajera de las llamadas lecturas “mayores”, impresión que no tardó en quedar de lado gracias a la pasión, cariño, admiración y paciencia que el español Jesús Marchamalo despliega en Cortázar y los libros (Fórcola Ediciones, 2011).
Se trata, pues, de una publicación que solo puede ser concebida en la mente de un admirador, que al examinar la biblioteca de Julio Cortázar nos ofrece un acercamiento a su biografía de lector. Marchamalo tuvo acceso a los libros de Cortázar, mas esta ventaja no sería tal por este detalle: jamás lo pudo conocer en persona. Esta suerte de carencia, que en otros proyectos sería fatal para su proceso, es finalmente su punto a favor, puesto que le permite ejercer una serie de especulaciones sobre las reacciones que Cortázar tenía con los libros de su biblioteca, que podemos ver en el comentario apurado, o pausado, hecho, casi siempre, a lápiz. Del mismo las dedicatorias, en especial las ligadas con algunos autores como José Lezama Lima y Alejandra Pizarnik, entre otros. 
Escribir sobre la posibilidad de una impresión, la imaginación del gesto y la baraja valorativa. Esa es la licencia de Marchamalo, que no solo convierte el texto en uno para el conocedor, sino también en una adictiva guía para los interesados en Cortázar.

viernes, octubre 05, 2018

metáfora de lo peor


Así es, un potencial asesino podría ser el próximo alcalde de Lima. No sorprende, no es la primera vez que la decencia y el sentido común son dejados de lado. Ya ocurrió con Humala, apoyado por toda la izquierda peruana, que sabía de las serias sospechas de asesinato mientras se desempeñó en las zonas de emergencia durante los años del terror. No les importó, los principios se los pasaron por los huevos.
Un indignante desenlace: el Poder Judicial absuelve a Urresti y declara culpables a todos sus subalternos en el caso del periodista Hugo Bustíos. Se libra del encierro por falta de pruebas, no porque fuera inocente, pequeña diferencia que en una sociedad normal marcaría una tajante diferencia, un filtro, para todos aquellos que postulen a un cargo público. Como este es el país de los pendejos, todo sucede: un violador puede ser una autoridad política, un asesino tiene chances de llegar a la presidencia, un empresario ducho en lavanderías solidifica posibilidades de convertirse en referente de la educación y así esta seguidilla de atrocidades no conoce fin porque estamos en un país en donde lo imposible es posible siempre y cuando tengas los medios y los contactos a la mano. 
A esta maravilla sumamos la criollada y la insensibilidad. Por ejemplo, ayer las huestes de Urresti se burlaron del dolor de la hija de Bustíos. Hay algo torcido/podrido en las almas que conforman esa portátil del hoy candidato a la Alcaldía de Lima, pero uno quisiera que solo sea en ese minúsculo grupo, pero no, es solo la metáfora de una podredumbre mayor. Hasta las huevas.

jueves, octubre 04, 2018

fujimori / velasco


Lo que comienza mal, termina mal, es la sentencia. No se necesita ser un experto en política para tener una noción de lo sucedido con la anulación del indulto a Fujimori.
Como era de esperar, las especulaciones brotan, desde las que señalan la treta que tiene a Keiko Fujimori como autora intelectual. Razones no faltarían, la popularidad de esta ociosa anda por los suelos. Había, pues, que despertar al fenómeno, a la masa durmiente y satisfecha que veía al patriarca descansando y sembrando legumbres en su jardín.
Fujimori regresa a la cárcel y los moralistas de las redes expresan su alegría. Fujimori tenía que regresar al lugar del que jamás debió salir, su indulto exhibió todo el tufo del negociado, del acuerdo bajo la mesa. Pero esta misma gente que celebra lo que a todas luces es un acto de justicia, celebra también los 50 años de la dictadura de Velasco.
Y es aquí en donde la nebulosa me impide entender la situación, no me deja ver más allá de la sinapsis de la inconsecuencia de principios, y no hablo de los infaltables moralistas de izquierda (senderólogos de cantina) del mundo virtual, que ahí quedan nomás, sino de gente que muestra un criterio a respetar pero que no pueden con el corazoncito, porque Velasco es lo que les queda como último bastión de autoridad moral. 
Aplauden la Revolución Peruana que dejó nefastas consecuencias económicas hasta el día de hoy, pero quedan callados ante lo que sucede en otras sociedades igual de “revolucionarias” como las de Cuba y Venezuela. Se busca la justificación del discurso, pero este no es tal sin “acción” que lo honre, a saber, no estarían dispuestos a vivir una semana en esas maravillosas sociedades. El izquierdismo actual vive del sistema neoliberal y ese privilegio no lo van a cambiar jamás, esa es la prueba mayor de que ahora estamos mejor que antes.

ingenuidad


Cosa rara y estimulante la de vivir en Perú: en menos de dos años cambiamos de presidente, liberamos a un dictador para luego regresarlo a su celda, el presidente en funciones amenaza con cerrar el Congreso, los congresistas reclaman justicia mientras que la población los detesta. La cereza la puso Keiko Fujimori, a la que felizmente vi llorar luego de almorzar. 
Sobre estas cosas conversaba con un amigo hace algunas horas, que sentenció lo siguiente: “aquí está la literatura, en lo que pasa”. Cierto, más allá de las preferencias que cada quien tenga para con su poética, no pocas manifestaciones narrativas carecen de verosimilitud, evidenciando falta de trabajo de campo (llámalo flojera) en el tema, que es visto desde la cátedra de la pantalla líquida. Claro, no faltará quien diga que lo suyo está fuera de la realidad inmediata o de la realidad como tal, cosa que no tendría que cuestionar. Sin embargo, si una propuesta en ese coto me significa como lector enfrentarme a textos sin sustancia, signados por la pirotecnia de lenguaje incapaz de transmitir y estimulados por el amaneramiento barato que se asume como sensibilidad, pues algo no está funcionando bien. Ese engranaje de preciosas oraciones necesita su aceite Castrol. Con esto no sugiero que el escritor de ocasión deba entregarse a las esquinas del vitalismo (autodestrucción y maravillas derivadas) e enriquecer con este su poética. Sea cual fuere la opción creativa, esta debe nutrirse de la mirada y el oído, no buscando el fin de la representación de la experiencia, sino en pos de una maña anímica que se mostrará en el acto de escribir. Ya cansa tanta pose de autor cuando lo que ofrece como tal es harta ingenuidad en donde no tendría que haber: el texto.

martes, octubre 02, 2018

conchudez


Una de las cosas que menos me gustan, y seguramente a miles, es ir a votar. Ya sé por quién votaré y no precisamente por el menos malo. Solo espero que la próxima autoridad edil sepa llevar su plan de trabajo sin atentar contra los que menos tienen. Puede sonar a demagogia, pero no, es cierto: lo más perjudicados no dejan de ser las peruanas y los peruanos de a pie, en especial los que viven en los conos, que día a día tienen que atravesar la ciudad para trabajar (empleos formales, informales), en un trayecto que aparte de perder tiempo, también destrozan su alma.
Lo que he visto en casi todos los candidatos es su poca atención en la dimensión social de sus propuestas. Nadie niega que esta ciudad necesita cambios a gritos, pero hay que tener en cuenta al otro, pues.
Algunos amigos y conocidos me preguntan por mis señalamientos a Susana Villarán, si es que acaso tengo una fijación ideológica. Ninguna fijación. En lo personal, hasta creo que en su honestidad, pero ello no me libra de la obviedad: no solo su gestión fue la peor en la historia municipal, sino que sus proyectos afectaron directamente a los menos favorecidos. No olvidemos los fracasos de la reforma de transporte y el corredor azul. 
Ahora que estamos a pocos días de las elecciones, aparecen los cantamañanas que nos dictan lo que debería hacerse para salir del caos. En este sentido, Augusto Rey en su columna de Perú 21 “habla” como bueno de esta gesta electoral, cuando en realidad no tiene la más mínima autoridad moral para pronunciarse al respecto. Rey fue parte del equipo de Villarán, integrante de ese fiasco de gestión. Una autocrítica antes de pontificar no estaría nada mal. No hay que ser conchudo.