domingo, mayo 31, 2009

Las villanas de 24

Desde niño he tenido una rara predilección por todo lo que tenga que ver con el espionaje. Claro, en esa época no sabía qué era lo que significaba. Pero ya de grande comprendí el por qué me convertí en un irrefrenable consumidor de novelas de política ficción y de espionaje. El mismo interés me llevó también a ver cuanta película hubiera sobre el tema. Es por ello que no me extraña en absoluto ser un fanático acérrimo de la serie 24. Al punto que no solo tengo sus seis temporadas en DVD, sino que pertenezco al Club 24, con el que una vez al mes, de preferencia el último viernes, me reúno con algunos patas para examinar, previa votación, una de las temporadas.
En la última sesión me preguntaron por mis villanas predilectas de la serie. Obviamente que la persona que me formuló la pregunta lo hizo bajo los dominios y caprichos de la obnubilación hormonal, ya que muchas de estas malas mujeres, aparte de despiadadas, son tremendamente bellas.
Es por esta razón que a continuación pasaré revista de las villanas que recuerdo más. Es una selección arbitraria (no están todas las que deberían), pero no menos objetiva porque mi escogencia se ha basado en algunos criterios que consideré: que sean inteligentes, asesinas, egoístas y que estén concientes del poder de su hermosura. Por ello, no consigno a Sherry Palmer.
Nina Myers
Interpretada por Sarah Clarke. Para muchos adictos a 24, la villana. La malvada que jugó con los corazones de los héroes Tony Almeyda y Jack Bauer. Aparece en las tres primeras temporadas, aunque su mayor protagonismo se dio en la primera, cuando era nada más que una infiltrada, la soplona que dilataba el trabajo de la Counter Terrorist Unit (CTU), la encargada de llevar a cabo el atentado contra el entonces senador y después presidente estadounidense David Palmer. Myers, a secas, es una traidora. Se valió del puesto de poder de la CTU para realizar contactos con otras agencias antiterroristas, en pos de conseguir a mediano o largo plazo suculentos ganancias a cambio de información. Myers es dolor de cabeza para el inacabable Jack Bauer. Ella no solo representa el motivo mayor del distanciamiento de Bauer con su hija Kim, sino que es también la asesina de su esposa Terry. A la mitad de la tercera temporada, Bauer la mata a balazos estando ella herida y desarmada. Se lo merecía.

Mandy

Encarnada por Mia Kirshner. Mandy es una mercenaria, presta sus servicios al que pague más. Para ella no hay buenos, ni malos. Todo lo ve dinero. Además, esta asesina es todo un misterio, sus apariciones en la serie siempre han sido esporádicas pero perdurables. Ninguna de sus víctimas ha sospechado de ella, con su cara de mosquita muerta se ha valido, entre otras cosas, para atentar bacteriológicamente contra el presidente Palmer, no ha tenido el más mínimo escrúpulo a la hora de detonar un avión con más de doscientos pasajeros, y es, por qué no, muy inteligente, porque hay que serlo cuando viéndose acorralada por los oficiales de CTU, saca una carta bajo la manga, la cual le valió que el gobierno le otorgue una amnistía por sus crímenes, y no solo por los cometidos en Estados Unidos. Este personaje es también el recurso narrativo de los guionistas, en cualquier momento puede hacer su ingreso y la verdad es que se está haciendo extrañar, y mucho, desde la cuarta temporada.

Olivia Taylor

Por Sprague Grayden. Veamos, la señorita Taylor es la hija de la presidenta Allison Taylor, en la actual e irregular séptima temporada. Se nota que esta mujer guarda mucho rencor hacia su familia, pero a la vez no duda en apoyarla en momentos críticos, empero, no lo hace por buena, sino por su desmedido afán de poder que se sirve de su natural don para la manipulación. Su ambición la lleva al chantaje sexual y a la mentira, importándole muy poco que para ello guarde un secreto con los responsables que amenazan soltar bombas químicas en las ciudades del este. Taylor es la villana en el lado equivocado.

Kim Bauer

Sencillamente por Elisha Cuthbert. Kim es la hija de Jack Bauer. No estamos ante una villana. La joven no es mala, no tiene ningún tipo de entrenamiento militar, no tiene afán de poder, pero es insuperablemente estúpida. Es precisamente su estupidez la que en no pocos tramos de las temporadas ha puesto en vilo la vida de su esforzado padre. A su oligofrenia se suma el encono hacia su progenitor, a quien no deja de sindicar como el culpable de la muerte de su madre Terry a manos de Nina Myers. Muchas veces me he preguntado qué es lo que hace un personaje como este en 24, y vaya que si nos ceñimos a las leyes de la especulación, pues llegaríamos a barajar posibilidades que pondrían en tela de juicio sus supuestas dotes actorales. Esta chica es una villana involuntaria.

jueves, mayo 28, 2009

COLOUR ME KUBRICK (Malkovich en pichanga)

Alan Conway (Londres 1934 – 1998) fue un esforzado agente de viajes al que desde su adolescencia le gustaba jugar con los demás, solía hacerse pasar por personas famosas, disfrutaba mucho en esos papeles, y cuando su farsa ya no le daba para más, pues por libre albedrío se desenmascaraba, casi siempre en fiestas interminables que organizaba ante los timados, como para que estos amainen su furia.
Este tipo no sufría de apuros económicos, su nivel de vida estaba por encima de la media londinense, y pese a vivir en una sociedad en donde aparentemente reinaba la “mentalidad abierta”, nunca se sintió en confianza como para admitir públicamente su homosexualidad. Es así que llegado a los fines de los ochentas, decidió declararse gay, confesándole su opción, en primer lugar, a su esposa, a quien terminó abandonando por un amante con el que llevaba más de una década de relación, el cual terminaría muriendo de Sida poco tiempo después.
Las cosas empezaron a irle de mal en peor: su negocio de viajes quebró, hecho que lo sumió en el alcoholismo, no conociendo otra bebida que no fuera el Vodka. De a pocos fue perdiendo sus ahorros, se endeudó hasta no más y teniendo a sus acreedores encima pues hace uso de un as bajo la manga: hacerse pasar por el célebre director de cine Stanley Kubrick, conocido también por ofrecer poquísimas entrevistas y no dejarse fotografiar.

Muchísima gente fue víctima de las promesas del falso Kubrick. Empresarios, aspirantes a actores, agentes, músicos, etc., habían despilfarrado ingentes cantidades de dinero con tal de ver cumplidos sus anhelos profesionales. Las denuncias contra este fabricante de ilusiones demoraron en realizarse, en los afectados prevalecía el sentimiento de la vergüenza, a toda costa querían evitar ser la burla de la prensa… Mientras tanto, Conway seguía haciendo de las suyas, sin ningún tipo de escrúpulos, saciando su necesidad de vodka y muchachos.
Es la historia de este impostor la que inspira la película de Brian W. Cook, COLOUR ME KUBRICK (2006).
Como puede colegirse, Cook no solo da cuenta de los constantes engaños y del mundo paralelo que construyó Conway en su rol de Kubrick en los noventas, sino también rinde tributo al verdadero Kubrick a través de la banda sonora que se nutre de las escenas de sus películas más conocidas… Y el encargado de dar vida al patético Conway no es otro que uno de los mejores actores en la historia del cine, el ya perdurable John Malkovich.

El argumento es de por sí flojo, cualquiera se vuelve profeta: es fácil saber lo que ocurrirá en las siguientes escenas; los diálogos no revelan nada, hasta podría decirse que fueron hechos a la volada. Pero como no podría ser de otro modo, es Malkovich el que se carga la película, elevándola a años luz de sus fallas de forma y estructura. Este actorazo nos adentra en el mundo de Conway, en sus pulsiones y frustraciones, y pese a recrear magníficamente su creciente degradación, no deja de conferirle un poético aire de dignidad, como en los momentos que es descubierto (cuando el falso Kubrick entra a un bar con la idea de levantarse a un joven, pero lo que no se espera el supuesto director es que su escogida presa comienza hablarle en detalle de sus películas que más le han gustado (LOLITA, LA NARANJA MECÁNICA, DR. STRANGELOVE...), acorralándolo cuando lo desenmascara, diciéndole que "Stanley Kubrick no es el director de LOS JUICIOS DE NUREMBERG, sino Stanley Kramer"), mantiene sobriedad y gallardía, en donde un gesto, un tic, una mirada a la nada, son más que una risible justificación jalada los cabellos.
COLOUR ME KUBRICK no es una buena película, pero tampoco es mala. En ella no tenemos la mejor interpretación de Malkovich (EL TIEMPO RECOBRADO de Raoul Ruiz), pero nos ofrece, a ritmo de entrenamiento, en pases de pichanga, inobjetables muestras del genial artista que es.
Imágenes: COLOUR ME KUBRICK, John Malkovich.

sábado, mayo 23, 2009

Entrevista: Augusto Higa Oshiro

“Quién no se ha sentido loco en medio de su soledad o enfrentando los problemas contemporáneos”
El escritor peruano Augusto Higa Oshiro (Lima, 1946) es dueño de una obra que nunca ha pasado desapercibida, prueba de ello son sus entregas, ya sea en los terrenos de las distancias largas y cortas, como FINAL DEL PORVENIR (1992) y LA CASA DE ALBACELESTE (1987). Sin embargo, Higa Oshiro es también un autor de perfil bajo, muy preocupado en lo que realmente debe importarle a un escritor, lo que le ha permitido pergeñar en un lustro una extraordinaria novela que debe ser leída y apreciada por todos: LA ILUMINACIÓN DE KATZUO NAKAMATSU (San Marcos, 2008), no solo considerada como la mejor del año pasado, sino también como la novela breve más consistente de las últimas décadas en Perú.
GRO
¿En cuánto tiempo escribió LA ILUMINACIÓN DE KATZUO NAKAMATSU?
La novela es muy cerrada, muy sintética. No se extiende en muchos capítulos, ni en muchos espacios, por el contrario tiende a la comprensión. No obstante que hay partes oscuras y discursivas, se puede leer de un tirón. Porque es altamente concentrada, no se escribe horizontalmente. Mejor dicho, se escribe por versiones, intensificando, suprimiendo en cada borrador. Probablemente, deben haber sido cinco o seis en un lapso de cinco años.
¿Le ha sorprendido el éxito que ha tenido?
La verdad que sí. Por el tema y la forma, esta novela se suponía estaba condenada a una minoría de lectores. Por el problema racial o étnico, yo pensaba que a lo mejor no iba a gustar. La realidad me ha sorprendido. Los lectores, los observadores, entienden perfectamente la novela, porque vivimos la modernidad y la globalización, y porque son historias que a todo el mundo interesa. Si no por qué tienen tanto éxito las películas de la India, las series coreanas, o los dibujos animados japoneses. EL DIARIO DE UN LOCO de Lu Hsun, por ejemplo, es un caso conmovedor y perfectamente legítimo para cualquier lector: la de la sociedad rural caníbal que entre todos se comen.
Se le conoce como un escritor que privilegia la oralidad y el coloquialismo. Sin embargo, para esta novela prefirió un lenguaje que se nutre de lo poético.
La obra anterior a LA ILUMINACIÓN DE KATZUO NAKAMATSU es digamos una obra juvenil o de otra etapa. Allí tenía presupuestos de los años 70 y 80, otras eran mis convicciones. Por ejemplo creíamos, al lado de otros escritores como Gregorio Martínez, que debíamos crear un lenguaje popular, costeño, de ciudad, de urbe, de pandilla, o de los bajos fondos. Debíamos trabajar con personajes populares, con razón social, y situaciones conflictivas. Adentrarnos a esas clases porque el combate era social, y vivíamos un mundo urgente de cambios, de revolución, de realismo popular, etc. Después todo eso se ha ido al agua, puesto que las confrontaciones sociales derivaron en una guerra civil interna, muy dolorosa, terrible, y con inmensas pérdidas. Hemos evolucionado, de pronto sentimos que los problemas no solamente eran sociales, sino que tenían una profunda raíz humana, eran inherentes a la condición del hombre. Porque somos defectivos, incompletos, vulnerables. No solamente hay carencia social o económica, reclamo político, sino que estamos condenados a una humanidad defectuosa, anómala, imperfecta. Eso me ha permitido madurar como para examinar otros aspectos de mi conciencia social, antes ocultos, en este caso los problemas relacionados con mi ascendencia japonesa en el Perú.
No obstante al cambio de registro, en la novela sigue recogiendo mucho de los barrios populares y del intercambio cultural peruano-japonés.
Pensemos en todo caso que la localización de los migrantes japoneses en Lima y provincias siempre estuvo ligado a los barrios populares. Desde la década del 20 y de los años 50 ó 60. En el caso de Lima, el mercado central, Rímac, Barrios Altos, el Cercado, Breña, La Victoria, La Parada, etc. Son los distritos tradicionales. Yo viví en La Victoria y desde niño aprendí a coexistir con mi hogar japonés, con el mundo criollo de la calle tan violento y tan difícil. Casi siempre las viví, ambos mundos, como dos instancias separadas, sin conexiones. En esta etapa muy madura de mi vida, recién he logrado conciliar ambos mundos. Por eso en la novela la reflejo así. En un barrio popular, La Victoria, acoplo los problemas de los descendientes de japoneses, los nisei.

El protagonista es un tipo solitario (viudo, sin hijos). Mientras este pasea por un parque experimenta de súbito una agonía existencial que lo adentra en un viaje a los bajos fondos, no solo de la ciudad, sino que se confronta con sus demonios, los cuales yacen en el conflicto de identidad.
Bueno, la evolución emocional de Katzuo Nakamatsu a grandes rasgos es así. Apenas escarbando la persona, en la epidermis, nos encontramos con un desarraigado, un extranjero, alguien que no sabe si es japonés o peruano. Tiene conflictos de identidad, social y política. Ahora bien, estos personajes como Katzuo Nakamatsu son bastantes comunes en la literatura peruana y latinoamericana. Basta leer la poesía desgarrada de Vallejo, o Eielson, o Blanca Varela, o Washington Delgado, o los mismos desarraigados de Ribeyro. Con el ingreso de la literatura postmoderna, tanto en la novela como en la poesía, este tipo de "destierro de por vida", ha proliferado en todas las latitudes. En realidad, fue una sensación de los poetas románticos, en pleno siglo XIX, aquellos auténticos desengañados, Baudelaire por ejemplo, se descubrieron a sí mismos, sin casa, sin trabajo, sin profesión, y sin familia. Extrañados totalmente del mundo. Con un profundo malestar en sí mismos. Los demonios de Katzuo Nakamatsu son los mismos que padece un Meursault en EL EXTRANJERO, o Aschenbach de MUERTE EN VENECIA, salvando las distancias por supuesto. Descubrir la existencia como dolor, como agonía en el sentido unamuniano, sin destino y sin esperanza. Ese es el problema.
Se nos cuenta también los atropellos que sufrieron los inmigrantes japoneses en Perú, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Y para ello tuvo que echar mano de la memoria.
Digamos la memoria histórica, sí, bastante. No se puede comprender a Katzuo Nakamatsu, o a los niseis de esa generación, sin ese contexto de la Segunda Guerra Mundial tal como se vivió en el Perú, donde los japoneses y sus descendientes fueron perseguidos, calumniados, humillados, por razones políticas. Se les confiscaron las propiedades, cerraron sus escuelas, negocios, periódicos y organizaciones, y los dirigentes fueron deportados. Proliferaron las listas negras. Nakamatsu es producto de esa guerra, vivida en el contexto de Lima y provincias, lo que significó para él y los japoneses, vergüenza, humillación, trauma, persecución, expoliación, etc. Éramos los enemigos de la población peruana. En mi novela he tratado de reflejar esos acontecimientos. Por eso subrayo dos ejes temporales: en el presente (Katzuo extrañado, buscándose a sí mismo, sin saber a qué atenerse); el histórico, la voz del recuerdo, la Segunda Guerra Mundial (los japoneses resistiendo el embate de la población peruana).
Algunos comentaristas la han calificado como una novela sobre la locura.
Lo es, puesto que refleja un sentimiento primordial en el ser humano. Quién no se ha sentido loco en medio de su soledad o enfrentando los problemas contemporáneos. Sociedades masificadas, incierto el futuro, insegura la vida, crisis internacionales, agobios económicos, dificultades para existir, contrariedades familiares. Estos son los temas cotidianos. Por eso nos sentimos enajenados, por eso nuestras manías, delirios, furias, trastornos. Pero la locura de Katzuo Nakamatsu tiene otros componentes. Esquizofrenia. Paranoia. Pérdida de la identidad sexual. Colapso individual. Como lo dice el propio narrador, locura es sinónimo de muerte. No obstante, hacia el final de la novela, sin saber por qué, cargando con su delirio, vagabundeando y abandonado física y moralmente, en un mercadillo de un barrio pobre, El Agustino, encuentra la belleza en un adolescente tantas veces ansiado. Es decir, encuentra su iluminación, que es como si religara a esta tierra, a esta gente, a esta racionalidad peruana, tal como es, chicha, conflictiva socialmente, llena de discriminaciones, injusta socialmente. Es algo así como encontrar su peruanidad en el enfrentamiento, el conflicto.
Katzuo se identifica con sus dos héroes: Etsuko Untén y el poeta Martín Adán. De Adán se sabe que es una de las voces más importantes del imaginario poético hispanoamericano. Pero de Etsuko Untén no, ¿existió?
Etsuko Untén es una construcción imaginaria, nunca existió. Pero en los dos casos, Untén o Martín Adán, se trata también de dos personalidades desarraigadas, luchando contra la corriente, abismados en sí mismos. Mejor dicho, atormentados. Adán es un poeta íntegro, la creación es su fuego vivo, pero también fue alcohólico, pobretón, homosexual degradado, y metafísico. Untén no tiene otro destino mejor. En su locura patriótica, lo abandona todo para defender a los japoneses en el Perú, en el contexto de la guerra. Su lucha es solitaria, un nacionalista a ultranza, lo suyo es esperar contra la razón, contra la historia, que Japón va a ganar la guerra. Este absurdo le inflama y le da sentido a su vida, aun cuando Japón haya perdido la guerra, tal como fue, él jamás lo aceptará, peor aún así vive en un país enemigo.
A primera impresión, parece que Nakamatsu anhela librarse de sí mismo a través de la auto-destrucción. Pero pienso, por otro lado, que solamente busca un estado de reposo, el cual no lo puede encontrar en un lugar “tranquilo”.
Nakamatsu es contradictorio en sí mismo. Tiene naturales tendencias auto-destructivas, sin embargo pegarse una bala en la sien no es su estilo, tal vez por motivos íntimos o morales. Lo dice en el capítulo II, incluso logra conseguir una pistola. Pero nunca se va a matar. Prefiere inmolarse, lenta y de manera tranquila. A lo largo de la novela, Nakamatsu es un contemplativo, solo mira, y trata de colocar la mente en el vacío, en la nada, en blanco. Y controla su respiración, absorto, observando la quietud. ¿Busca el estado de reposo? Es posible. Cuando está ante la flores, mira; mira los árboles, el paisaje. Siempre está quieto, o está en reposo. Pero eso es frágil, pues esa quietud, ese reposo, esconden un vivir intranquilo, sin paz, sin descanso, sin reposo, sin quietud. Es y al mismo tiempo no lo es. Porque de esa sustancia contradictoria estamos hechos los hombres: somos una conciencia que no se detiene, como las aguas del río de Heráclito, todo fluye infinitamente, nunca se vuelve
En los próximos libros que publique, ¿seguirá la ruta estilística de esta novela?
Desde un punto de vista de escritura probablemente sí. Pero cada novela, cada cuento, cada texto, impone su ritmo, sus fórmulas, y por tanto siempre es impredecible. Esperemos a ver que ocurre.
Entrevista publicada en Siglo XXI

viernes, mayo 22, 2009

Fernando Vallejo

LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la venededora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y Pedropiedra el estulto; la que promete reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina, la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente; la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.
(De: LA PUTA DE BABILONIA. Planeta, 2007)

lunes, mayo 18, 2009

La goleada: Argentina 0 - Colombia 5



Uno de los encuentros que permanecerá en la retina de los amantes del deporte rey, es, no hay duda que valga, el jugado el domingo 5 de setiembre de 1993 en el estadio de River Plate de Buenos Aires, entre las selecciones nacionales de Argentina y Colombia, en el marco de la última fecha de las eliminatorias mundialistas para USA 94. Hasta la Eliminatoria 93 los partidos se jugaban en dos grupos, A y B. Chile no participó a razón de la sanción por el escándalo, dirigencial y deportivo, de la eliminatoria anterior. El grupo B clasificaba a dos selecciones a USA 94, mientras que el A solo a una, dejando a la segunda en puntaje con la chance de disputar un repechaje con el ganador de la llave eliminatoria de Oceanía. El grupo A, el que nos interesa, estuvo conformado por Argentina, Colombia, Paraguay y Perú.
En teoría los argentinos, dirigidos por Alfio Basile, eran los favoritos a clasificar directamente. Sin embargo, el juego que venía demostrando la selección dirigida por Francisco Maturana había alcanzado un gran nivel, al punto que hasta hoy es catalogaba como la mejor selección de toda la historia pelotera de Colombia. De esta destacaban Freddy Rincón, Carlos “El Pibe” Valderrama, Faustino Asprilla, Leonel Álvarez, Óscar Córdova y Adolfo “El tren” Valencia. Un equipazo que privilegiaba el fútbol espectáculo, el toque seguro de balón y la contundencia en la definición. No fue nada extraño, entonces, que sus partidos hayan sido relativos paseos, las selecciones del grupo A cobraron como hijos, pero ninguna de estas como la oncena argentina.
Pese a haber demostrado un juego irregular en los partidos previos, los albicelestes se mostraban confiados, a su favor tenían el peso de la historia: dos campeonatos mundiales (1978 y 1986) y un subcampeonato mundial (1990), además eran los recientes ganadores de la Copa América de 1992. Varios de sus jugadores referenciales estaban en la plenitud de su rendimiento, tales como Gabriel Batistuta, Diego Simeone, Fernando Redondo y Leonardo Rodríguez; sumándose a ellos la experiencia de Óscar Ruggieri, Sergio Goycochea, Ramón Medina Bello y Jorge Borelli.
El estadio de River Plate, con más de setenta mil almas, rabiaba de ánimo, las gradas amenazaban desmoronarse por los constantes saltos de las barras... La hinchada argentina no solo esperaba clasificar esa tarde, sino también golear a los colombianos, quienes con un empate ya estaban en el mundial, mientras que los locales tenían que ganar sí o sí.
Los pupilos de Basile empezaron las acciones con pie derecho, los ataques eran incesantes, pero la avalancha duró hasta los veinte minutos. Los colombianos, casi como jugando, comenzaron a triangular, sin desesperarse, en toques suaves con guachitas incluidas, hasta que en el minuto 41 Rincón anotó el primer tanto de lo que sería la catástrofe argentina.
El segundo tiempo fue un abuso, un canto genuino a las tres G del fútbol: ganar, gustar y golear. A los 49´ el gran “Discoteca” Asprilla se hizo presente en el marcador. El entrenador argentino ordenó un “todos arriba”, lo que no dejó en el campo huecos, sino huecazos que fueron muy bien aprovechados nuevamente por Rincón a los 62´ y dos minutos más tarde por “Discoteca”.
El mundo entero no creía lo que miraba en las pantallas de tv, pero esta idea fue paulatinamente cediendo ante la esencia de la belleza del fútbol, de la poesía de los pases, de la ecuanimidad de los que se saben grandes, de los que juegan bajo el principio de no ensuciar el partido con marcas a presión. Es por eso que cada toque colocho era acompañado por una casi interminable sinfonía de “oles”, los hinchas en el estadio no celebraban por joder a los suyos, sino que dinamitaron el ego en pos del hechizo, sin importar si este era propio o ajeno… A los 84 ´ “El tren” Valencia colocaba su sello.
Justo en este instante, Basile esconde la panza y le pregunta a su asistente lo siguiente: “¿Cómo va el partido?”
A miles de kilómetros de Buenos Aires, y a la misma hora, jugaban la selección paraguaya y la peor selección de la eliminatoria: la peruana. El estadio José Díaz de Lima exhibía sus tribunas casi vacías, la hinchada peruana le había dado la espalda a la oncena local que hasta el momento no había conseguido ni siquiera un solo punto. Cosa contraria pasaba con los paraguayos, que estaban aferrados a un milagro, el cual, al menos, podía darles los pasajes para disputar los partidos del repechaje. Los capitaneados por el arquerazo José Luis Chilavert tenían que ganar su partido y esperar que los colombianos ganen por tres goles de diferencia a los argentinos. Sin embargo, justo ese día, a los dirigidos por el serbio Vladimir Popovic se les ocurrió terminar su asquerosa campaña con una victoria. El capitán rojiblanco, el hoy nefasto (y conchudazo) entrenador nacional “Chemo” Del Solar y en ese entonces eterno suplente de F. Redondo en el Tenerife de España, arengó a sus compañeros a “dejar la piel en la cancha”, cosa que hicieron, puesto que estaban logrando un empate, de 2 a 2, ante los guaraníes, quienes alertados por su banca de suplentes luego del tercer gol colombiano, se fueron con todo tras el tanto que elimine a los argentinos. Empero, como nunca antes, el orgullo de no perder salió a flote, los sobrevalorados de siempre defendían con uñas y dientes su empate, su puntito, su consuelo... Los “Vamos, mierdas” de Chilavert retumbaban en el desnudo coloso deportivo, la conocida garra guaraní se hacía presente en cada lateral, centro, corner, corrida, off side… Mientras tanto, en los asientos preferenciales del estadio de River Plate, José Grondona, mandamás de la Asociación de Fútbol de Argentina (AFA), empezó a jugar su partido dirigencial… Y en el campo de fútbol, ante las sonrisas de oreja a oreja, jugando camotito, de Rincón, Asprilla y Valencia, los goleados Batistuta, Simeone, Goycochea y Redondo, hinchaban por los Del Solar, Muchotrigos, Mirandas, Palacios, Charunes y demás, quienes lograron defender el empate que fue agradecido por todo el pueblo argentino… Este blogger nunca olvidará el llanto de los paraguayos Cabañas, Mendoza y Chilavert, desconsolados y maldiciendo su mala suerte ya que el llegar a los partidos de repechaje dependió únicamente de ellos…
Argentina y Colombia protagonizaron un partido que difícilmente se olvidará. Tristeza y felicidad. Garra y buen juego. Lamentablemente quién iba a pensar que los héroes de esa histórica goleada iban a ser los responsables de la mayor decepción futbolística del mundial USA 94. Pero bueno, esa es otra historia.

domingo, mayo 17, 2009

Sonic´s Rendezvous Band - "City Slang"

martes, mayo 12, 2009

La revista Ojos Propios


Acaba de llegar a las oficinas de lfdls un regalito, pues se trata del tercer número la revista Ojos Propios, publicación dedicada a la fotografía.

Basta ver el material y el contenido como para aseverar que se trata de una publicación de gran calidad y que merece ser apreciada por muchos, y con mayor razón cuando se trata de una revista de distribución gratuita, la cual puede conseguirse en centros culturales, bares, institutos, universidades, cafés y librerías.

Para apreciar Ojos Propios, pues lo recomendable es recorrerla como cuando te adentraste en la magia y hechizo de 5 METROS DE POEMAS. En la sección Promesa nos encontramos con las fotografías de Gihan Tubbeh, llegando así hasta las carnecitas visuales por cuenta del colectivo Supay y de la muy comentada “Avenida Arenales” de Marco Saldaña y Christian Rinke. Ahora, una vez desplegada la revista, tendrán la impresionante “Backstage” de Hans Stoll, de quien leemos: “Siento que hay una sobrepoblación de la fotografía documental. Se está haciendo demasiado homenaje a una especie que va acabando con su mundo, en todo caso el ser humano me parece más interesante en la medida de sus logros”.

El responsable de esta publicación es el fotógrafo Andrés Longhi, muy bien secundado por Ana Rosa Benavides, Teresa Gautieri, Rocío Fuentes, Ricardo Hinojosa, Paola de Bernardi, Augusto Nieves y Alfredo Vite de Cecosami.

Una revista impredible.

Imagen, Ojos Propios

lunes, mayo 11, 2009

Anotaciones en la servilleta, el blog de Ulises Gutiérrez

Quisiera recomendarles el blog Anotaciones en la servilleta, del escritor Ulises Gutiérrez, autor del libro de cuentos THE CURE EN HUANCAYO (Revuelta Editores, 2008).
Me gustaría felicitar a Ulises, no solo porque sé que en esta etapa como blogger le irá bien, ya que la edición de su libro está a nada de agotarse (bueno, esa información la recibí hace cuatro meses), con lo cual se refrenda la verdad absoluta del reconocimiento, del genuino, no del falso delatado por el chocherismo de cantina: el desinteresado gusto del lector agradecido.

Imagen, Ulises Gutiérrez

domingo, mayo 03, 2009

Sergio Pitol

Leer las biografías de Verne es una experiencia desconcertante. Todo lo que sabemos de su juventud nos remite sin remedio al lugar común, a la mediocridad más plena. Al terminar sus estudios de derecho se empeñó durante quince años en escribir teatro: hilvanó innumerables tragedias, libretos para operetas, juguetes cómicos, dramas históricos, melodramas y vodeviles de los que sólo unos cuantos llegaron a la escena, y eso para naufragar en las primeras representaciones. Los fragmentos conocidos de su correspondencia y los testimonios sobre él lo presentan en esa época como una auténtica nulidad. En una breve tregua de sus afanes teatrales, pegeña por motivos económicos unos relatos breves para la revista El museo de la familia. Uno de ellos, el primero, está situado en México: "Los primeros navíos de la marina mexicana", otro en Perú: "Martín Páez". Se trata de un Verne anterior a Verne; nada en esas narraciones anuncia al fabulador extraordinario en que se convertiría más tarde. Treinta años después, incorporadas a los Viajes extraordinarios, publicará otras novelas con escenario sudamericano: La jangada, de 1881, situada en Brasil, y El soberbio Orinoco, de 1887, en Venezuela. En ellas era ya plenamente Verne.
(De: PASIÓN POR LA TRAMA, Ediciones ERA, 1988)