domingo, diciembre 30, 2007

Entrevista: Octavio Vinces

sábado, diciembre 29, 2007

Alan García y su General

Algo indigna a este blogger, quien con un cigarro colgado de la boca y un jugo de piña próximo a su mano, mira las portadas de algunos diarios nacionales.

Como no pocos saben, a menos que hayan empezado las celebraciones de año nuevo desde hace unos días, la jueza italiana Luisianna Figliola ordenó el pasado jueves la captura de 138 patitas vinculados a la Operación Cóndor, maquinaria forjada por los servicios secretos de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil y Perú, la cual, entre sus objetivos paralelos, exterminaba a los opositores políticos de los gobiernos militares de los años 70 y 80.
(La Operación Cóndor puede ser motivo de una gran novela para Robert Ludlum, Tom Clancey, John le Carré y mi querido Frederick Forsyth.)
Sigo.

El motivo de la detención obedece a la desaparición de 25 italianos, entre los que figuraba la ciudadana argentina de origen italiano Noemí Gianotti de Molfino, detenida en Lima y deportada a la frontera con Bolivia, para luego aparecer muerta en España.

He preguntado, he indagado sobre el tema, y las personas mayores me dicen que lo que ocurrió con Gianotti y los otros ciudadanos argentinos fue no menos que un chongo de época canalizado en un sin número de protestas.

Pues bien, la orden de detención le salpica al ex presidente peruano, el Gral. Francisco Morales Bermúdez.

El abuelo Morales Bermúdez, de ochenta y pico años, ha dicho que se pondrá a derecho.

Muy bien. Me parece paja.

Sin embargo, el día de ayer, mientras terminaba de leer “Tarjeta Roja”, libro de memorias del legendario arquero alemán Toni Schumacher, y con la TV prendida en Canal N, no pude ser ajeno a las declaraciones de nuestro presidente, el cada vez más panzón, Alan Gabriel García Pérez.

¿Qué dijo García Pérez esta vez?

A ver si recuerdo. Pues dijo algo más o menos así:

“El ex presidente Morales Bermúdez fue el hombre que nos llevó a la democracia, fue quien puso las cosas claras para la Asamblea Constituyente … Y el gobierno peruano lo apoyará porque se trata de un exceso legal …”

Bueno, no recuerdo todo lo que dijo, pero algo es algo. (Y sustancial para este post.)

Pienso, imagino y creo ... que para cualquier persona con las neuronas funcionando, como que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Al general se le está acusando por un hecho específico que no socava en nada con lo que éste hizo en su gobierno. Por cierto, hay opiniones muy adversas que he escuchado sobre los años de éste en el poder.

En el colmo, García enfatiza que su gobierno se negará ante una posible extradición del general.

¿Cómo?

Así es. Sólo en la mente de un sinverguenza puede forjarse una actitud así. O ¿acaso hemos olvidado que tenemos como primer vicepresidente a Giampietri? Si alguien, que nunca falta, se pregunta quién es Giampietri, pues sería bueno que averiguen el pasado del vicepresidente, cosa que se tiene algo aunque sea diáfano.
Es que a García, desde siempre, le han apestado los derechos humanos.

Bueno.

Leyendo a la volada Peru 21, di con un pequeño texto del sociólogo Nelson Manrique. Los dejo con parte del mismo:

“Hay hechos que son imprescriptibles para la justicia, y habría que preguntarle al presidente Alán García por qué se pronunció así. Él debería cumplir con la misma línea que se planteó para el caso Alberto Fujimori. Lo que se está enjuiciando en Italia no es la devolución de la democracia. Si algún día se le juzga a García, será por lo de El Frontón y no por haber destruido el país”.

miércoles, diciembre 26, 2007

Un artículo de Héctor Ñaupari

Hace unos días recibí un mail (Profile) del poeta y abogado Héctor Ñaupari. En este, Ñaupari me preguntó si creía conveniente publicar un artículo que acababa de escribir.

Lo pensé bien.

Y lo volví a pensar bien el día de ayer en la noche mientras veía por trigésima vez “Duro de matar 2”.

Como los muchos o pocos lectores de LFDLS saben, este blog no es un espacio consagrado al “Copia y Pega”. Con mi blog escribo de lo que me gusta y si alguna vez subí un texto ajeno, lo hice comentándolo.

El artículo de Ñaupari se titula Escritores Caníbales, el cual da cuenta de lo viene ocurriendo a raíz de una reseña de Marco García Falcón del libro de cuentos “El inventario de las naves” de Alexis Iparraguirre.

A continuación el artículo y al final mi breve comentario.

………

ESCRITORES CANÍBALES

Héctor Ñaupari


Los escritores no aprendemos. Los críticos, todavía menos. Parece ser ya definitivo que sólo la envidia, el rencor, el ansia de cobrar venganza o el apetito insaciable por destruir prestigios pacientemente logrados, cuando no el perverso silencio para matar a los más talentosos, es lo único que nos impulsa y moviliza.

Como si no fuera ya un grave problema que los peruanos sean en su mayoría iletrados o analfabetos funcionales; que el empresariado y el Estado vean a la cultura como un estorbo; o que ningún líder político, de todo el espectro, haga suya la bandera de hacer leer a nuestro país para cultivarlo, dotarlo de conciencia crítica y de ciudadanía, escritores y críticos estamos destruyéndonos mientras seis generaciones de peruanos analfabetos –bisabuelos a bisnietos por cuyas manos nunca ha pasado ni pasará un libro– golpean incesantemente a nuestras puertas.

El mejor y más reciente ejemplo de este canibalismo suicida es el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs luego de la espléndida nota que el escritor Marco García Falcón hizo del premiado libro El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre. Desde exigentes llamados a la moral, la ética y el compromiso, hasta acusaciones infundadas e ímprobas, siendo las más exaltadas y altisonantes aquellas amparadas por el cobarde anonimato –lo que debería descartarlas de plano– todo ese triste embrollo guarda un siniestro parecido –salvando las distancias– con los últimos estertores de la larga agonía de Bizancio, donde sus obispos, sus filósofos, sus dignatarios, se entregaban apasionadamente a discusiones sobre el sexo de los ángeles, sin prestar atención al sitio e inminente asalto del Sultán Mehmed II y los soldados otomanos que les cercaban.

La más constante de esas bizantinas preguntas se refiere a si ¿puede un critico discutir la obra de su amigo o no?; que también ha sido reformulada inquiriendo si ¿se puede pedir una crítica al amigo de un autor? Nadie se ha percatado de la futilidad de tal interrogante. Desde el principio de los tiempos, toda explicación, interpretación o crítica hacia una obra, de cualquier especie, ha estado unida a la cercanía o distancia amical –e incluso familiar– entre escritor y crítico, o entre dos escritores. ¿Qué son los Evangelios, sino ampliaciones o interpretaciones de los seguidores de Cristo? ¿Qué son los Diálogos socráticos,

sino dilucidaciones sobre el pensamiento de uno de los más importantes filósofos de todos los tiempos por su más genial discípulo? Esto, sólo por dar cuenta de las dos corrientes de ideas que más han influido en la historia de la humanidad.

Los ejemplos acerca de la vinculación entre escritor y crítico, entre el autor y quien lo cuestiona o interpreta, podrían atestar varias catedrales. Sólo en la economía –un botón de muestra proveniente de mis más recientes lecturas– fueron las notas y comentarios a la obra de Francis Hutcheson por parte de Adam Smith las que dieron origen a su Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones; lo mismo que ocurrió con Carlos Marx y su crítico más feroz, Eugen von Böhm Bawerk, como también su más dilecto amigo, Friedrich Engels. La amistad no impidió que, pese a sus grandes diferencias ideológicas, John Maynard Keynes y Friedrich Hayek sostuvieran durante varios años comentarios, ora justos y ponderados, o intensos y cuestionadores, de sus respectivas obras.

Para personas informadas y con lecturas, como deben ser –supongo– los propiciadores y participantes de estos infundios y muertes civiles contra estos dos excelentes y talentosos escritores, como son Marco García Falcón y Alexis Iparraguirre, un hecho tan evidente como éste –el de formular una pregunta tan intonsa como inútil– no puede pasar desapercibido.

Por tanto sus motivos son otros: injuriar, ofender, estorbar hasta el agotamiento. De un lado, la consigna es acabar con el prestigio de un escritor que había estado al margen de estos cretinismos, sumergirlo en la ciénaga de la acusación anónima, de las palabras que envuelven malas intenciones. Por otro, silenciar todavía más a quien, habiendo ganado un importante premio, tenía –por fin– una oportunidad para mostrar su obra, entre otras cosas a través de una crítica sincera y bienintencionada. Para los escritores y críticos caníbales, eso es inadmisible. Y lo es por una sencilla razón: los muestra como son, con sus pequeñeces y mediocridades. Afortunadamente, pese a la ceguera de sus inútiles oponentes, el talento siempre trasciende estas mezquindades. Tan sólo espero que cambiemos de camino, y que nos avoquemos, escritores y críticos, a un fin más trascendente: hacer leer a nuestros compatriotas, contribuyendo a convertirnos en una colectividad más informada, más culta y más consciente. Ésa es una tarea en la que todavía estamos a tiempo.



Santiago de Surco, 23 de diciembre de 2007



………

Breve comentario:

Seguramente, para muchos, el artículo de Ñaupari está claro. Pero para este blogger, de hecho que no.

De todo el artículo me quedo con las 43 primeras palabras del tercer párrafo.

“El mejor y más reciente ejemplo de este canibalismo suicida es el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs luego de la espléndida nota que el escritor Marco García Falcón hizo del premiado libro El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre”.

Considero que Ñaupari debe ser más específico, porque si se pretende defender a García Falcón, debe sindicar al responsable que dio la patadita del play honor del pútrido juego de intrigas y desviaciones de sentido porque “el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs” no nació de la nada.

Más bien, el primero en dar cuenta de la evidente e intencionada lectura torcida de la reseña en cuestión, poniendo las cosas en su lugar –señalando al intrigante y con argumentos-, fue Daniel Salas con El gran insidioso en el blog Gran Combo Club.

Por otro lado, para mí, la reseña de García Falcón exhibe el aura de haber sido escrita bajo el amparo del entusiasmo que despierta un buen libro, al cual trata de ubicarlo en determinada tradición literaria para resaltar sus influencias. En claro testimonio de que la mejor relación que puede tenerse con los libros es precisamente con los que nos estimulan, nos cuestionan, nos encandilan, etc. Por eso, estoy seguro que García Falcón no escribió esa reseña por el hecho de que el autor reseñado es su amigo, sino porque el libro lo vale.

Si alguna polémica genera la reseña, pues ésta debe darse en el intercambio de ideas y con respeto. Ninguna polémica es mala, cuando se saben llevar más de uno sale enriquecido.
PD: Marco García Falcón aclara con inteligencia y elegancia este asunto. Lean aquí.
Ahora sí, por mi lado, punto final.

domingo, diciembre 23, 2007

El Séptimo Círculo (Saldo)

Pensaba que no iba a postear nada de nada hasta después de las fiestas, pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados cuando sé que hay muchos que pueden darse el gustazo que tengo desde el sábado.

A mediados de esta semana, un buen amigo me pasó un dato por demás tentador, en principio no le creí nada porque consideraba imposible que algo así aún pueda existir: me refiero a una tienda de muy buenos libros de saldo, que al parecer pertenece a la librería La Familia.

Con mucho entusiasmo, mi amigo me dijo que en la tienda se podían encontrar lomos tentadores de títulos seductores, autores como Reinaldo Arenas, Ricardo Piglia, Julien Gracg, Andreu Martin, Lovecraft, Julian Barnes, Vonnegut, Roth, Amis (padre e hijo), etc. …Y por supuesto, un autor a quien estoy leyendo con creciente admiración: el judío norteamericano Bernard Malamud.

Con el dato en la cabeza, me dirigí a la tienda el sábado en la mañana. Estaba prácticamente de boleto, con aroma a naranja con Vodka con remanentes de Cusqueña, y un tanto stone, pero con la lucidez de sobra como para buscar los títulos que me faltaban de Malamud.

Esta tienda se encuentra al frente de la universidad Federico Villarreal, y como el centro de Lima no deja de destilar su hechizo mágico, fui recibido en la puerta por tres putas que amablemente ofrecían sus servicios a todo aquel que pasara por allí.

El local tenía la apariencia de haber albergado hasta hace no mucho una gran cantidad de títulos, era notoria la desigualdad de las columnas de libros, todas muy cercanas a la extinción porque lo que estaba viendo no era nada en comparación con lo que había hace unos meses.

- Aún quedan buenas cosas –me dijo el encargado, a quien ni siquiera pregunté su nombre.

De hecho que aún quedaban buenas cosas. Había poco espacio para el “hueso” (palabrita con la que los libreros designan a los libros “no interesantes”). La clave, como siempre, es saber buscar, tener la paciencia necesaria para dar con un libro que te alegre la mañana, o como era mi caso, que me engañe la resaca.

Es así que encontré dos novelas de Malamud. Varios best sellers en Grijalbo. Me acerqué a la caja. ¿Cuánto pagué? …

La cabeza ya no aguantaba. El cuerpo pedía un imperante descanso. Y como siempre trae buena suerte hacer caso a los instintos, decidí quedarme unos minutos más. Por la ventana ya se dejaba ver el mar de gente que poblaba La Colmena. Las putas ya se habían retirado.

Miré someramente los anaqueles que contenían los títulos de Alianza Editorial. No me fue difícil deducir que esos anaqueles fueron los primeros en ser “saqueados”. Al rato, fui a la sección que contenían los libros publicados por Argos Vergara. Muy por debajo de la columna del libro de J. J. Armas Marcelo (la más alta de todas de las columnas) supe bien por qué es que vale la pena buscar sin esperar encontrar algo.

Como muchos saben, El Séptimo Círculo es la colección de literatura policial que dirigió la dupla conformada por Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Y pueda que suene hasta caprichoso, pero pienso que todo aquel que quiera escribir policiales, pues tiene que leer los títulos de esta colección, si no se puede leer toda, que sería lo ideal por una cuestión de respeto vocacional, pues las que se encuentren.

( ¿Cómo es la vida, no? Me pregunté.

Hace mucho tiempo tuve ante mí diez títulos de esta colección, me los estaba ofreciendo el gordo Padilla, legendario librero de a pie que vendía a sus anchas inhallables libros. El gordo Padilla tenía una clientela fiel, yo solía encontrarlo en la Av. Wilson, a la salida de las proyecciones de la Filmoteca, cuando ésta era parte del Museo de Arte. Aquella vez no pude comprarle nada porque se me había agotado el dinero, pero le dije que me esperara porque al día siguiente se los compraría de todos modos.

- Normal, flaco, normal. Aquí siempre estoy –me dijo el gordo mientras se llevaba a la boca el tosco pico de una chatita de ron.

Fui al día siguiente y encontré al gordo Padilla, pero cuando le pregunté por la colección, me clavó un puñal en el corazón.

- Pero si ayer te lo vendí todo. Regresaste a la media hora y me compraste toda la colección.

Estuve a punto de discutir con él. Pero decidí no hacerlo. Y para amainar la cólera, le compré los tres libros de “La crucifixión rosada” de Henry Miller. ¿A cuánto? A diez soles. Así es, así era el bendito gordo Padilla. No sé por dónde andará ahora.)

Empecé a acomodar la columna de los libros de Armas Marcelo. Vi lo que en principio parecía un espejismo. No lo podía creer: cuarenta novelas en formato de bolsillo de la colección El Séptimo Círculo.

No es lo mismo tener “La piedra lunar” de Wilkie Collins en Debolsillo, que tenerlo con El Séptimo Círculo. Así de simple. Sé que los amantes del policial me entenderán a la perfección.

Hasta antes del sábado, sólo había leído, luego de mucho rastreo, ocho novelas de esa colección. Por ello, le pedí al encargado que me ayudara a acomodarlos en el estante donde se factura. Me los iba a llevar todos.

¿Cuánto pagué? … Sólo puedo decir que “a precio de regalo” es poco.

El encargado acomodó las cuarenta novelas de El Séptimo Círculo y las dos novelas de Malamud en seis bolsas negras. Me sentía tan tranquilo, tan despejado, que hasta pensé adelantar la fumada del tronchito de fin de año.

- Dime, ¿hasta que día estarás aquí? –le pregunté, a la vez que buscaba un cigarrillo en mi cajetilla.
- Hasta el sábado 29. Después esto cierra para siempre.
- Buen dato.
- ¿Qué? ¿"Que cerrará para siempre"?
- No. Que estará abierto hasta el sábado 29. De todas maneras me daré otra vuelta por aquí.

lunes, diciembre 17, 2007

Mutilador de libros

Hoy me lavanté tarde. Con mucha pereza me serví un jugo de naranja y prendí el primer cigarro del día. Tengo la costumbre de no prender la PC hasta después de un duchazo, pero hoy no fue así.

Me puse a revisar y contestar algunos correos. Por el Messenger conversé un toque con Garganta Profunda, con quien suelo hablar de pura literatura. Entré al portal del diario El Mundo, me fui al suplemento Crónica y me topé con una crónica de Juan Ignacio Irrigaría y Ana María Ortiz, La cara del ladrón de la Biblioteca Nacional.

Leí la crónica. Me despedí de Garganta Profunda. Me fui a duchar. Pero no dejaba de pensar en el esperpento llamado César Ovilio Gómez Rivero.

En síntesis, la historia que mueve la crónica de Irrigaría y Ortiz es la siguiente: en agosto de este año, la escritora española Rosa Regás renuncia a la dirección de La Biblioteca Nacional por carecer “la confianza del nuevo ministro de Cultura”, cuando la razón de peso se debió a que en su gestión como mandamás se dieron los robos de incunables, entre los que figuraban dos mapamundi de la Cosmografía de Ptolomeo de la sala Cervantes de dicha biblioteca.

(Por cierto, la renuncia de Regás provocó furibundos enfrentamientos entre escritores que defendieron su labor como directora y los que no dudaron en enrostrarle su ineficiencia.)

Por meses se buscó al responsable del hurto. Lógicamente que tenía que ser alguien que se haya hecho pasar como investigador ya que como suele ocurrir en todas las bibliotecas del mundo, sólo se ingresa a las salas de incunables a través de un carnet de investigador. El tiempo pasaba y no se sabía nada del ladrón de libros.

¿Dije Ladrón de libros?

“Bueno fuera”, por decir lo menos.

Esto es lo que hacía César Ovilio Gómez Rivero: en su estuche de gafas tenía un juego de pequeñas y filudas cuchillas con las que se apoderaba de páginas específicas de los incunables. O sea, no se llevaba libro alguno, sencillamente los mutilaba.

Eso sí me repele. No voy a pintarme de santito con relación a los libros, no niego que en algunas ocasiones he sustraído libros de alguna que otra librería, hace ya muchísimo tiempo. Sin embargo, considero que sólo en la mente de un degenerado, supino, arrastrado, miserable, puede darse la idea de llevarse la parte de un todo, parte que el imbécil en cuestión adjudica con verdadero valor, dejando al objeto base con una herida no curable.

Pues bien, a Gómez Rivero se le ha acorralado en Buenos Aires, en un barrio residencial, y ésta es su “magnífica” defensa:

«No cuento con ningún recibo de adquisición, como es común en el ambiente librero. He obrado sin ánimo delictivo ni conocimiento de ilicitud alguna»

¿Cómo es, no?

Cuando a los miserables se les descubre una falta, apelan a la lástima, tal y como ocurre con ese viejo huevoncito, quien ahora trata de hacerse pasar como un abnegado amante de los libros, con una pasión desmedida que lo llevó a hacerse “sin querer queriendo” con algunas páginas de incunables listas para ser vendidas en el mercado negro.

Por cierto, ese mutilador de incunables ya vendió el mapamundi de Ptolomeo. Hizo el negocio a través de Internet. Lo compró Simon Dewez, un australiano con la mente igual de podrida que su vendedor.

No me imagino a mis patas Boris Balkan ni Lucas Corso en estos asuntos turbios. Ellos, a su manera, tienen un amor por los libros incunables tal cuales, no mutilados.

sábado, diciembre 15, 2007

CONTROL

Si ya la han visto, excelente. Si aún no, pues es una necesidad que se vea ya, puesto que se trata de una extraordinaria película. De visión obligatoria para todo aquel que destile buen gusto musical, y de visión vital para aquellos que hacen gala del caletismo ilustrado y la posería discotequera.

Control es dirigido por Anton Corbijn, y en él se aborda la figura de Ian Curtis. Este film se basa en el libro de memorias “Touching From a Distance” de Deborah Curtis, viuda del legendario Ian, alma total de ese grupazo que fue, es y será Joy Division.

Como suelo ser un "poquito" contreras, pues no me creí toda la propaganda de la que viene precedida Control. Pero una vez terminado de ver el DVD, considero que esa propaganda es poco o nada para lo que éste es. Quizá esté siendo bastante optimista, pero son poquísimos los biopics que me estimulan demasiado.

Todo indica que Control jamás llegará a las salas limeñas, parece que los distribuidores este año han hecho hasta lo imposible por traer genuinas bazofias, pero ante esta realidad, que espero cambie en algo el próximo año, existe ese lugar maravilloso que conocemos como Polvos Azules, específicamente en el pasaje 18, en el stand del buen César, donde no solo yo compro, sino hasta respetados críticos como …

Bueno, les dejo con dos videos: el primero es del trailer de Control y el segundo es del tema "Transmission", el que más me gusta de Joy Division.


viernes, diciembre 14, 2007

Sobre la revista Otras Voces

Minutos después de la presentación de “El cielo de Capri” de Marco García Falcón, el joven narrador Jonathan Timaná me pasó el primer número de la revista Otras Voces. Esta revista es publicada por un grupo de estudiantes de Literatura de la universidad Federico Villarreal, comandados por el siempre pujante Armando Alzamora.

Otras Voces es una revista exclusivamente de narración. Si bien es cierto que su material de soporte es modesto, no se puede dejar de reconocer el buen gusto del diseño, en clara muestra de que los pocos recursos no son trabas cuando hay ganas, compromiso y responsabilidad.

Lo que me llama la atención es que Otras Voces no es un derroche de cherrys abiertamente insultantes, como sí ocurre con algunas revistas (ojo: no todas). Ejemplo imaginario: yo soy X, editor de la revista Zignolandia, y quiero que reseñen mi libro, el cual ni siquiera sale en la "estafeta" del Bocón, entonces le mando un mail a mi causa T para que escriba un artículo sobre mi desapercibido libro, T acepta con gusto, y en su artículo pinta mi libro como maravilloso, y como la ley implícita es "dar" cuando se "recibe", le pido a H, un amigo común entre T y yo, que reseñe el libro que T publicó hace 4 años, que al igual que el mío, también pasó desapercibido.

Los miembros del comité de Otras Voces sólo figuran en la hoja de responsables. Ninguno de los siete cuentos publicados pertenece a sus integrantes, lo cual, a grandes rasgos, permite pensar que la selección se debió a la calidad. O sea, compitieron en buena lid.

De los siete autores publicados, cinco son inéditos: Elmer Arrunátegui, Paul Asto, Orígenes Bellido, Eduardo Reyme y Niki Tito (curiosidad inevitable: ¿nombre o pseudónimo?); y los otros dos ya han sido editados, como es el caso de Martín Roldán Ruiz, autor de la novela “Generación Cochebomba”.

Casi todos los cuentos son parejos, pero no puedo dejar de reconocer los siguientes: “La espera”, de Asto; “Usted ha hecho lo que ha podido, Mueller”, de Reyme; y “¿Quiénes son los culpables?”, de Roldán Ruiz.

Espero que Otras Voces no se quede en un solo primer número. Y sobre todo, que sigan dando cabida a autores inéditos, y, si se puede, continuar publicando cuentos inéditos de autores ya editados como Susanne Noltenius, Pedro Llosa, Leonardo Aguirre, Edwin Chávez, Carlos Yushimito, Alexis Iparraguirre, etc.

martes, diciembre 11, 2007

Fragmento - Michael Connelly

- Hasta hoy, no. Hasta que has aparecido tú con todo eso de Edgar Allan Poe. He ido a contárselo a los jefes de la unidad. Les he recordado los problemas que presentaba lo del suicidio. Mis problemas. Volverán a abrir el caso para reconsiderarlo. Mañana por la mañana empezaremos con una reunión en el Once-Veintiuno. El jefe de la sección me va a rebajar del servicio y va a formar una patrulla.
- ¡Qué bien!
Miré por la ventana y permanecí un rato en silencio. Estaba entusiasmado. Las cosas empezaban a ponerse en su sitio. Ahora tenía dos casos reabiertos de supuestos suicidios policiales, en dos ciudades diferentes, que se iban a investigar de nuevo como posibles asesinatos y posiblemente conectados entre sí. Eso era noticia. Y bueno, maldita sea. Y era algo que yo podría utilizar como cuña para llegar a los archivos de la Fundación e incluso al FBI. Es decir, si conseguía llegar al primero. Si Chicago o Denver se me adelantaban, me dejarían al margen porque ya no me necesitarían para nada.
- ¿Por qué? -dije en voz alta.
- ¿Por qué, qué?
- ¿Por qué alguien está haciendo esto? ¿Qué es exactamente lo que pretenden?
Washington no contestó. Se limitó a seguir conduciendo a través de la noche helada.

(Tomado de "El Poeta". Ediciones B, serie Byblos Narrativa Thriller, 2006)

lunes, diciembre 10, 2007

Leonardo Aguirre sobre "El Conde de San Germán"

El martes 11, a las 7 p. m., en el anfiteatro Chabuca Granda del parque Kennedy de Miraflores, se presentará, en el marco de la Feria del Libro Ricardo Palma, la novela “El Conde de San Germán” del escritor, crítico, blogger jubilado y eventual cocinero Leonardo Aguirre.

Como ya he leído la novela en su formato final, le propuse a Aguirre un breve diálogo en torno a la misma para LFDLS.
.........
Me gustó mucho la referencia que haces, hasta dos o tres veces, de Anthony Bourdain y su programa “Sin Reservas”.

Sucede que, últimamente, se me ha dado por cocinar. Y, modestia aparte, se me ha dado bien. Y te digo más: he descubierto que también soy capaz de inventar en la cocina (sólo es cosa de cambiar instrumentos y materiales; lo único que no cambia es la inventiva). Mi enamorada, por supuesto, cocina desde hace mucho tiempo y tiene más oficio que yo, pero mi sazón –ella lo reconoce- es mucho mejor. Además, igual que en la literatura, siempre ando probando cosas nuevas y aplicando ingredientes, digamos, inusuales en recetas clásicas. Por eso es que también le agarré el gusto a los programas de cocina. Veo Reportaje al Perú, el programa de Gastón, el de Cucho La Rosa... en fin... Pero, claro, ninguno como Sin Reservas. Sobre todo por la pericia del conductor. Como digo en El Conde, un minuto de Bourdain tiene más gracia y estilo que la bibliografía completa de... bueno... en la novela doy un par de nombres...

Hablando en serio. ¿Qué es lo que te llevó a que se publique este tercer libro?

La necesidad de deshacerme de él (para pensar en otra cosa). O sea, ese libro ya estaba listo casi al mismo tiempo que La Musa Travestida. Además, era necesario que se publique antes de la novela que estoy terminando ahora; es decir, me parece que es una buena bisagra entre La Musa y esa novela inédita. Y, por último (aunque ésta es la razón menos importante), si me demoraba más en publicar El Conde, muchas de las infidencias allí vertidas (derramadas, vomitadas), iban a perder vigencia.

Por la entrevista que te hacen en Caretas, pues como que se explota el lado chismográfico de esta novela, pero siéndote sincero, no la veo así.

Claro, no es para tanto. Aquí lo chismográfico, por decirlo de algún modo, viene a ser la canela en el capuchino. No es el ají en el cebiche. Es apenas una línea de varias posibles; no es la línea principal. Sin embargo, ya sabes que una entrevista en prensa... cómo te explico... necesita vender, ¿no?

Lo que sí noto es que es un paso sólido en tu propuesta de la experimentación formal, y de paso, como nunca has hecho uso de un lenguaje tremendamente lumpenesco.

Y postizo. Falso. Artificial. Ahí está la gracia (ahí está la literatura): no transcribo la jerga sino la invento. Y aun con todo, suena verosímil. Claro, en un principio (en el primer borrador) intenté ceñirme a la jeringa callejera en uso, pero muy pronto se me antojó insuficiente, pobre, malsonante. No me quedó más remedio que modificarla y, sobre todo, ajustarla a las particularidades del protagonista. Ajustarla a esa cínica, oscura, rabiosa visión (revisión, inducción) de la literatura peruana que pongo en boca del protagonista. El lenguaje parece lumpenesco porque habla de una realidad lumpenesca.

Has reescrito toda la novela. No es para nada la versión que hace siete meses me pasaste.

Especialmente, como dije, tuve que reconstruir el idiolecto del protagonista. Además, eliminé un relato y añadí un fragmento de otra novela aún inédita (para ser honestos, hice pasar ese fragmento como un relato). Por otro lado, trabajé más en el empalme de los cuentos con la historia principal. O sea, no es una novela corta adornada con cuentos. Ni siquiera es propiamente una novela. Es un híbrido, una mixtura, donde los cuentos se funden con un largo diálogo que abre y cierra este libro (un diálogo partido donde sólo leemos lo dicho por una de las partes y debemos inferir las réplicas del interlocutor: un poco a la manera de Explicaciones a un Cabo de Servicio de Ribeyro).

Como ya se sabe, tu pasado evangélico es una piedra angular en tu condición de narrador. También presente en “El Conde…”

Más bien, una piedra en el zapato. Un clavo. Un estigma. Una cruz con la que debo cargar para toda la vida. El asunto evangélico es parte de lo que soy, me guste o no. Y, como es lógico, trabajo con lo que soy.

Si no fuera por el vértigo de la narración, el empalme con los cuentos y el adelanto de novela serían baches para un lector no entrenado.

Puede ser. A veces se me pasa la mano con la pirotecnia formal y, de hecho, hay ciertos detalles técnicos que pasarán inadvertidos para el “gran público” (ojalá que exista un gran público... no, es una broma: ya sé que sólo escribo para cuatro gatos). Incluso las infidencias podrían caer en saco roto: si no estás al tanto, si no lees blogs, es probable que las pases por alto (lo cual tampoco es grave: ya dije que hay más cosas en este libro que lo meramente chismográfico). Ahora bien, con respecto a los supuestos excesos formales, pues tampoco se trata de bajar el nivel para vender más, ¿no? Si sólo un puñadito de lectores le saca el jugo a la novela, me doy por bien servido.

En un año, dos libros. ¿Qué se siente?

Miedo. Es un riesgo publicar dos libros con una diferencia de apenas seis meses (ya se sabe: aquellos críticos que acaban de reseñar La Musa difícilmente reseñarán tan pronto un nuevo libro del mismo autor... en términos de difusión, puede pasar que un libro chanque al otro, por decirlo de algún modo). Y también siento miedo porque quizá El Conde no sea superior a La Musa, así como La Musa (según creo) es superior al Manual. Menos mal que la opinión del autor es, a menudo, discutible... además, soy muy autocrítico (aunque no lo parezca) y es posible que sea muy injusto con mi propia obra... Y también temo que me salgan otra vez con esa cantaleta de que sigo explotando la misma veta o que me miro el ombligo... Obvio, no estoy de acuerdo con eso y creo que cada libro es singular y necesario, a pesar de las conexiones, pero los que suelen decir en voz alta que me estoy repitiendo terminan por influir en los lectores todavía vírgenes y así los espantan... Por otro lado, siempre es un riesgo publicar infidencias (por más que no sean muy ofensivas, por más que las haya reelaborado, por más que no constituyan el eje del libro) en un medio tan susceptible, callejonero y mermelero como el nuestro. Pero, bueno, las infidencias son significantes y combinan perfectamente con el resto de componentes de El Conde de San Germán: eso es lo único que debería importar.

Varios cuentos que insertas en “El Conde …” como que pueden suplantar de una vez a tu cuento insignia “Crucidrama”, que lo lees siempre en los conversatorios.

Según recuerdo, sólo lo leí dos veces. Y elegí ese cuento, en ambos casos, porque resultaba más rítmico, más musical, incluso más demagógico (por los gags en cada línea) que otros cuentos que había escrito hasta ese momento: o sea, era un cuento que se prestaba, de algún modo, para ser leído en público (en realidad, un cuento no está hecho para leerse en público, pero ése es otro tema... yo sólo acepté el pedido de los moderadores). Así que no elegí ese cuento porque lo considerara superior a otros. Simplemente, funcionaba para ese contexto. Claro, hoy, cuando releo ese cuento, descubro algunas falencias. Entre otras cosas, muchos de los retruécanos se me antojan fáciles y, sin duda, es muy difícil mantener ese ritmo asmático por tanto tiempo: si tuviera que volver a publicarlo, le quitaría tres páginas. Ahora bien, si me pides comparar ese cuento con los incluidos en El Conde, pues... no sé... eso que lo decida cada lector. No tengo favoritos, no tengo insignias, no tengo caballitos de batalla. De hecho, siempre que releo un texto publicado, me dan ganas de volver a corregirlo (y, a veces, suprimirlo).

¿Quiénes presentarán la novela?

Eloy Jáuregui, Carlos Yushimito y Francisco Ángeles.

Para terminar, te daré el gusto que me digas qué video subir, que sea uno con el que te sientas plenamente identificado.

Por decir algo, a ver si encuentras la versión en vivo de Something del concierto de Harrison en Japón. Pero, ojo, no tiene nada que ver con El Conde (además, por si acaso, en este libro no están los Beatles ni por asomo). Siempre me vaciló ese tema y esa versión en vivo me parece sublime. O sea que no es parte del soundtrack de la novela ni... bueno, es que no existe tal cosa como el soundtrack de una novela. Qué cojudez. La música está, o debería estar, en la misma prosa. Creo que el libro se sostiene solo y no necesita de soundtracks ni dibujitos ni emoticons ni nada por el estilo (a menos que no tengas estilo).

Lo acabo de encontrar. Aquí va:

jueves, diciembre 06, 2007

Antonio Orejudo y "Fabulosas narraciones por historias"

¿Quién no ha disfrutado con “Las máscaras del héroe"? Esta novela de Juan Manuel de Prada junto con el sui generis “Desgarrados y excéntricos” y “Las esquinas del aire” conforman la tan mentada trilogía del fracaso con la que este autor llevó a cabo la disección de los años más fecundos de la literatura española, tanto en lo vital como en lo literario, entre los primeros treinta años del siglo XX.

“Las máscaras del héroe” fue publicada en 1997 y no tardó en gozar el saludo casi unánime de la crítica y el fervor del agradecido lector que acompañó al antihéroe Pedro Luis de Gálvez en su largo y tortuoso camino en pos del reconocimiento. El éxito de la novela de De Prada opacó una de las novelas más impactantes que he leído: “Fabulosas narraciones por historias” de Antonio Orejudo, publicada por Lengua de Trapo también en 1997.

¿Por qué “Las máscaras del héroe” avasalló a la novela de Orejudo? Porque ambas retratan a ese grupo de escritores que terminaron dando forma y fuerza a la Generación del 27. Recrean toda una época de esplendor literario, teniendo como contexto la Residencia de Estudiantes. En ellas vemos desfilar a bisoños y consagrados creadores como Buñuel, García Lorca, Dalí, Borges, Huidobro, Unamuno, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez, etc.

“Fabulosas narraciones por historias” sólo tuvo el pequeño gran consuelo de ser premiada como la mejor primera novela de 1997.

Como el tiempo es justo para poner las cosas en su lugar, se acaba de reeditar esta primera novela de Orejudo bajo la batuta de Tusquets. Y digámoslo sin miedo: es una novela que merece leerse, y, en lo personal, hasta puedo calificarla de superior a la gran novela de De Prada.

En “Fabulosas narraciones por historias” tenemos a tres protagonistas: Patricio, quien carga con el peso de ser sobrino directo de José María Pereda y anhela a como dé lugar ver publicada su primera novela realista, titulada peculiarmente “Los bítels”, y para que ésta tenga éxito hace lo inimaginable por conseguir el prólogo de un referente mayor como, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez. También tenemos a Martiniano, sobrino de Azorín, muchacho atormentado con un gran resentimiento por la intelectualidad y la pedantería; y Santos, aficionado a la literatura pornográfica y con una debilidad en extremo por las mujeres mayores.

A través de estos tres protagonistas, Orejudo se vale de un arma peligrosa: el humor. Y es por medio de éste que “Fabulosas narraciones por historias” se sostiene. Tengamos en cuenta que el abuso del humor puede ser un óbice que termina por despistar la atención de lo que se está narrando, uno lo puede aceptar en una novela corta (y eso), pero es impensable que se encauce en una novela de largísimo aliento. Sin embargo, Orejudo se libra muy bien de esas caídas apelando a una serie de recursos que recuerdan mucho a la estructura de la novela “La verdad sobre el caso Savolta” de Eduardo Mendoza, en la que se hace uso de recortes periodísticos, entrevistas, crónicas, etc.

Más allá de la estima y admiración que tengo por Antonio, me es necesario decir que esta novela es una joya, ésta pertenece a ese rubro de libros que están presentes en nosotros con una cómplice sonrisa de lector agradecido, cosa que ocurre con muy pocos libros.

Transcribo un fragmento de la novela, en él tenemos un diálogo entre Patricio y el fantasma de su renombrado tío:

“Pronto te derrumbas, jovencito”, le reprochó con una severidad que Patricio no conocía. “Para llegar a lo sublime debemos atravesar las amargas tierras del trabajo, no hay otro camino. La genialidad es una consecuencia del esfuerzo, no existe como estado de gracia independiente en el que se encuentran ciertos seres privilegiados. El estado de gracia no tiene vías de acceso desde el exterior, sólo podemos acceder a él por el largo túnel del trabajo. Lo demás son espejismos de adolescencia. Nuestra vida es corta y no debemos malgastarla, óyelo bien, oh tú, que los trabajos abominas, vil chicharra, piensa en los frutos de tu canto y dime, odioso hemíptero, qué gloria esperas alcanzar, qué altas cumbres, qué inmemorial destino. Mírame, oh tú, regalado homóptero, y figúrate que cada grano que transporto es un vergel donde la fama germinará indómita y bestial como la verdura que nace orillita el Éufrates y el fiero Tigres”.
“¡Tú nunca me dijiste que fuera a necesitar un prólogo!”, le recriminó Patricio temiéndose que su tío, ¡plas!, desaparecería tras el discurso.
“¿Es eso lo que me echas en cara! ¿De esa insignificante justificación te vales para hacer el crápula! ¡Ah, no! Conmigo no te vale eso jovencito. Jamás te mencioné nada del prólogo porque en mis tiempos no se llevaba. Ahora parece que está de moda. Muy bien. Pues, venga, consigue un prólogo y publica la dichosa novela. Más fácil, imposible: pídeselo a Juan Ramón Jiménez, como te ha dicho Hernando. Dile que vas de mi parte. Y ahora levántate y sal de aquí antes de que me enfade de verdad”.
Y entonces sí, dicho eso, ¡plas!, el tío José María desapareció.

Antonio Orejudo es autor de dos novelas más: “Ventajas de viajar en tren” y “Reconstrucción”.

Si quieren saber más de él, entren a los siguientes enlaces:

- Artículo de Jack Martínez para El Hablador.
- Entrevista de Javier Arévalo, también para El Hablador.
- Entrevista de Herme Cerezo para Siglo XXI.
- Entrevista de G.R-O. para Literaturas.com
- Entrevista para el programa Página 2 de Radio Televisión Española. (Si el enlace no es directo, clic en RTVE, clic en Página 2, clic en Entrevistas.)

domingo, diciembre 02, 2007

MIÉRCOLES 5: "EL CIELO DE CAPRI" de MARCO GARCÍA FALCÓN


Revuelta Editores se complace de presentar su segunda entrega: la novela "EL CIELO DE CAPRI" de Marco García Falcón.

La presentación se llevará a cabo en la Sala de Conferencias de El Centro Cultural de La Pontificia Universidad Católica.

Hora: 7 y 30 p.m.

Las palabras de rigor estarán a cargo de José Guich, Carlos Garayar y Gabriel Ruiz-Ortega.

Para muchos, García Falcón es uno de los narradores peruanos jóvenes más importantes, y con "EL CIELO DE CAPRI" marca su esperadísimo retorno.