sábado, abril 30, 2011

Ernesto Sábato (1911 - 2011)

viernes, abril 29, 2011

Viernes 29: Presentación de Poesía en Rock, de Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen



Tomado de aquí.
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Viernes 29: PRESENTACIÓN DEL LIBRO “POESÍA EN ROCK”Sus dos autores buscarán explicarnos los motivos que los llevaron a hacer esta extraordinaria aproximación de la existencia de la poesía en el rock.
Para los autores hay rockeros que son poetas: Bob Dylan, Lou Reed, Leonard Cohen, pero la pregunta siguiente fue los poetas rockeaban y la respuesta fue un sí contundente. Para los autores hay “poemas en los que se escucha el latir acompasado del rock".
Comentan: José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo
Música con Los Castigos (surf country instrumental)

En El Camino: Cursos itinerantes en Madrid y Oviedo


Para los que viven en España. Informes aquí.

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A petición de nuestros amigos de Facebook, antiguos y nuevos alumnos, en mayo retomamos nuestros cursos itinerantes de escritura. Las ciudades y las fechas son las siguientes:
-Madrid: sábado y domingo, 21-22 de mayo (10:00-14:00 h. ambos días).
-Oviedo: sábado y domingo, 28-29 de mayo (10:00-14:00 h. ambos días).
En ambos casos, la directora de En el camino, Ana Muñoz de la Torre, impartirá el curso básico de iniciación a la escritura creativa Soñar, jugar, escribir.
El coste de la matrícula es de 100 euros en Madrid y de 120 en Oviedo. Esta mínima diferencia en el precio se debe a que el curso de Oviedo implica traslado de ciudad, alojamiento y dietas de la profesora.

Poema de Virginia Benavides: "Imágenes de la enterrada"


En el blog Noticias del interior encuentro el poema "Imágenes de la enterrada" de la poeta Virginia Benavides, autora de Exstrabismo.
Virginia planea publicar este año un nuevo poemario. Que así sea.

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La cruel. La que ama los rincones orillados. La victima de sí misma.


Cicatrices como lombrices vivas arrastran su fosforescencia en la memoria.


Dolor de la parturienta. Neuronas supurando detrás de la sutura.


Nacimiento de una idea abortada la víspera. La condenada y su re cuerdo



Muda vacía jirones de incendiadas palabras



Toda la soledad de ser perseguida por un rostro de trizada ave.


Toda la sensación de triturada lengua. Odas interiores que no salvan nada.


Destellos de incendio. Veladas imágenes que poseo.


Monstruosidades mías que no dan miedo.



Aletazos en la desesperación



Entrañas donde el corcel se pierde, bosque encantado. Tan roja y cristal tus ramas, tus descensos. Todo enredado el pez boquea. Todo redada el pescador fosea. Anzuelos que tiendo mientras espero. Corcel hundiéndose en un mar de lágrimas que salpican tus hojas.


Entrañas para los perros.


Corazones disolviéndose en la cal de la fosa común



Todo es lo mismo. Oquedad de nuncas y siempres todo extremo en el centro es un despecho. La garza o el equilibrista ciego a orillas del estanque o al filo de la cuerda.


Todo es lo mismo. Salvación del vacío: el deseo es siempre hambriento.



Ángeles caídos en la fuente de los deseos



Han llegado. Cometa o pájaro sus transfiguraciones. Rumor húmedo en el sexo, sus mutaciones. Han llegado. Tuvieron sed. Sus manos escarbaron las arenas.


Latidos de agua entre las dunas ¿han llegado?


Alas envejeciendo en la fuente riente hablan del tiempo. Las tardanzas.



El sonido: saltado de tímpano para la muerte



Come sordera. Oído al tañido desteñido. Yanta sordera.


Que liberen los golpes secos. El desliz de un cuchillo al cortar la lengua.


El rayo que incendia mi cuerpo de madera. Que respiren afonía todas las palabras. Mudanza de voces, llanto yanta sordera



Marioneta catatónica besando el aire



Mi titiritero envejece. Se le enredan los hilos, se duerme en otro cielo, olvida cuidarme. Muchas mañanas amanezco inerte, desesperada, mirando el cielo raso fijamente.


Cuando se habla de las palabras siempre los nudos son difíciles de desatar:


Se demora el poema.

A golpes de martillo


Olvidé consignar la entrevista de Andrea Aguilar a Philip Roth sobre su nueva novela Némesis. La entrevista es interesante, pero en ella también vemos una evidente patanería por parte del autor. ¿Todo se le perdona a los grandes? Publicado en Babelia.

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Su fama, no solo literaria, le precede. Desde que en 1959 publicó Adiós Columbus, la polémica y el éxito han marcado la carrera de Philip Roth (Newark, 1933) como la de ningún otro escritor. La impúdica e hilarante diatriba de su personaje Alexander Portnoy con su psiquiatra, a finales de los años sesenta, fue el pistoletazo que le colocó a ojos de la crítica a la altura de Styron o de su coetáneo Updike. Roth, admirador y amigo de Malamud y Bellow, inauguraba una nueva senda en la novela americana.

Con El lamento de Portnoy también puso en pie de guerra a un grupo de rabinos que le acusaron de antisemita. Las feministas del momento no se quedaron atrás y le señalaron como un flagrante misógino. Los títulos que publicó en la siguiente década azuzaron los furibundos ataques. De la mano de Zuckerman, en nueve de sus novelas, tensó la frontera entre realidad y ficción. Su divorcio de la actriz británica Claire Bloom, y las nada elogiosas memorias que ella publicó poco después, alimentaron los cotilleos. Pero Roth no se arredró. Plantó cara a las sucesivas batallas con genio, a golpe de novela, probando una y otra vez que "la literatura no es un concurso de belleza en el plano moral". En la farsa, la sátira o la tragedia, el escritor se ha declarado enemigo de lo simple, de la dicotomía entre blanco y negro, y trabaja como pocos la gama de grises que tiñen la conciencia.
A diferencia de John Updike, el prolífico cronista de la clase media americana y exquisito crítico, Roth, el chico malo sin pelos en la lengua, satírico, irreverente, crudo, sexual y rabiosamente judío ha concentrado toda su energía en la ficción. El acoso y las peleas públicas nunca le empujaron a la misteriosa reclusión del vanguardista Thomas Pynchon. El héroe de Newark construyó su leyenda con la apabullante fuerza de sus libros, demostrando que no tenía ningún camino prohibido, que su ficción podía crecer y abarcarlo todo. En su obra ha explorado la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial o el macartismo, ha buceado e investigado con ahínco. "Su chorro de creatividad es casi shakespeareano", declaraba a finales de los noventa el crítico Harold Bloom. "Están DeLillo, Pynchon, Cormac McCarthy, pero en términos de diseño total y de inventiva y de originalidad, creo que Philip es lo que está más cerca de lo mejor".
Treinta y tres títulos después de su debut, el autor de Pastoral americana o La mancha humana, es el único novelista vivo cuyo trabajo está siendo publicado por Library of America, un proyecto similar a La Pléiade que reúne la obra completa de los mejores escritores estadounidenses (quitar en ediciones anotadas). Además, Roth cuenta en su haber con una impresionante lista de galardones -en la que solo falta el Nobel- y millones de lectores en todo el mundo. A los más jóvenes les cuesta entender la controversia que despertaron sus primeras obras. Quizá haber forzado el estereotipo de inmigrante judío de segunda generación hasta derribar ese muro sea una de las mayores victorias de este escritor. Con Némesis, su último libro, cierra el ciclo de cuatro novelas cortas que arrancó con Elegía y regresa al escenario de su infancia, en el Newark de la década de los cuarenta durante la epidemia de polio.
El escritor se retiró al campo en Connecticut hace más de diez años, pero pasa los inviernos en la ciudad. Al oeste de Central Park, en el Upper West Side, se encuentra su apartamento neoyorquino. Un gran ventanal con una impresionante vista al sur domina un luminoso y amplio salón de suelos de madera clara y exento de librerías. A la derecha, un flexo ilumina el escritorio de cristal. Falta el ordenador, una pieza clave para Roth desde los noventa, que vino a sustituir una sólida máquina de escribir -"como un cañón, grande, negra, inamovible"-. Antes tuvo una Olivetti portátil -"maravillosa, podías empujarla por la mesa, escribir y empujar"- y, por insistencia de sus amigos, dejó el papel y la tinta y se pasó a la pantalla y el teclado -"lo mejor que le ha pasado a mi escritura"-, algo que le permite reescribir mientras avanza. El oficio de escritor para Roth tiene algo de combate físico. Trabaja cada día, todo el día y, durante muchos años, lo hacía siempre de pie. Ahora, solo la mitad del tiempo. "Empecé porque tenía problemas de espalda. Me encanta no estar metido en el hoyo. Si te atascas puedes caminar y quitártelo de encima".
El sofá se encuentra en el otro extremo del salón. Roth, alto y delgado, camina sin zapatos por la casa. Viste un pantalón de pana y jersey de lana gruesa beis. Mientras habla, sentado en una butaca de cuero negro, juega con las gafas que le cuelgan del cuello y clava la mirada. Agudo y ágil conversador, intercala bromas y carcajadas, pero evalúa sin piedad a su interlocutor y no duda en recordar aquel tiempo en que no se mostraba tan cortés en las entrevistas -"me levantaba, me marchaba de un portazo, si me preguntaban si hacía lo mismo que mis protagonistas les gritaba que sí, exactamente, ¡al pie de la letra!"-. Esta tarde se muestra más sereno. Habla con admiración de la correspondencia de Bellow recientemente publicada y asegura que lo suyo, sin embargo, nunca fueron las cartas, ni los diarios: le cuesta encontrar el tono y siempre está tentado de reescribir, quitar -como todo lo demás-. Aunque hay un ejemplar de The Paris Review bajo su asiento, dice que no ha leído nada nuevo en ficción desde hace tiempo, ni Jonathan Franzen, ni Foster Wallace -"la última gran novela que leí fue Submundo de DeLillo"-.
PREGUNTA. En Némesis habla del miedo, un asunto central en Estados Unidos después del 11-S.
RESPUESTA. La polio atacó América en la primera mitad del siglo XX y las advertencias paternas sobre la enfermedad fueron el coro de fondo de mi infancia. Cuando se descubrió la vacuna en 1955, ya me había licenciado en la universidad. No necesitaba el 11-S para escribir este libro.
P. ¿Es la literatura una buena brújula para entender el presente desde el que se escribe?


R. ¿Pienso que la ficción refleja el momento en que ha sido escrito sin importar en qué época esté situada la acción del libro? No. Yo quería describir 1944 en Newark. Leí mucho y me entrevisté con un par de tipos de mi edad que tuvieron la polio. Cuando trabajo pongo mucho cuidado en recrear con fidelidad una época. Si el presente en el que escribo también queda reflejado no es un algo deliberado.
P. ¿Opina lo mismo como lector?


R. Si es sutil, a lo mejor, con el paso del tiempo puedes ver que algunas cuestiones históricas determinaron que los escritores estuvieran interesados en ciertos temas.
P. ¿Cómo ha afectado el 11-S a la literatura norteamericana?


R. Algunos escritores lo han usado en sus libros. Pero, en general, la literatura no funciona así. Yo tardé 65 años en hablar de la polio y ese es más o menos el margen. El paso del tiempo deja espacio para la cavilación y llega una generación de escritores que pueden capturar el hecho, que no suele ser la misma que estaba en su madurez cuando ocurrió. ¿Cree algo de lo que digo?
P. En algunos de sus libros parece que hubiera una advertencia: cuidado con la bondad.
R. Sí, una buena frase. El teatro de Sabbath es el reverso: abraza la maldad.
P. Harold Bloom considera que ese es su mejor libro.


R. Es bueno. Estoy a punto de releerlo y yo nunca releo mis novelas.
P. ¿Por qué no?


R. A menudo es doloroso, ves lo que no conseguiste hacer y el lenguaje que usaste puede resultar un poco embarazoso. Uno no siempre está en buenos términos con sus libros del pasado.
P. ¿Por qué lo está releyendo?


R. Alguien me lo sugirió, mientras yo estaba criticando algo de mi obra. El impulso detrás de Sabbath fue fuerte y nuevo. El nivel de invención es muy alto. Cuando lo publiqué lo odiaron.
P. En un ensayo sobre Bellow habla de su transformación revolucionaria con Auggie March. ¿Piensa en su propia obra en estos términos?


R. Bueno, El lamento de Portnoy fue algo totalmente distinto de mi obra anterior. Vine a Nueva York en 1963 y daba clases en Princeton. Conocí a un grupo de tipos, todos judíos y un poco mayores que yo. Nos reuníamos y teníamos unas juergas hilarantes, enlazando un tema detrás de otro con historias extravagantes. Después de dos o tres años pensé que por qué no escribía eso, y decidí llevar a la página el comedor del restaurante. Aquello fue el comienzo de una explosión que duró unos doce años. Intenté empujar el elemento cómico tan lejos como pudiera.
P. ¿Para defenderse?


R. No, era una ofensiva en todos los sentidos. La idea era "si no te gusta el tipo que escribió Portnoy, vas a odiar al que escribió esto". Me liberé de mi decorosa educación literaria. El siguiente gran cambio llegó con La contravida, a mediados de los ochenta, un nuevo acto de apertura. Me sentía expansivo cuando escribía y las palabras llegaron.
P. ¿Qué se propuso hacer en esta serie de
Némesis?
R. En los noventa Bellow estaba escribiendo novelas cortas. Recuerdo que le pregunté cómo lo hacía y él, como siempre, se rió. En aquel momento en mis libros yo buscaba ampliar y seguir incluyendo cosas que nada impedía que metiera. Pensé, ¿puedo recortar todo y escribir a pequeña escala? ¿Cómo destilo y comprimo?
P. Y llegaron estas cuatro novelas.


R. No sabía que serían cuatro. Empecé con Elegía. Quería contar la vida de un hombre a partir de sus enfermedades. Me divirtió especialmente imaginar ese discurso acusatorio y furioso de la mujer contra el adúltero. Fue divertido asumir ese papel, porque no he tenido muchas oportunidades.
P. Después vino
Indignación.
R. Quise escribir sobre lo que era ir a una universidad en el tiempo en que yo fui, a principios de los cincuenta. Esos campus convencionales eran sofocantes y detrás de esa asfixia estaba la maldita guerra y la represión sexual. Todo era tan reprimido que ni siquiera sabíamos lo reprimidos que estábamos.
P. Le ha dedicado bastante atención a la explosión de aquello.


R. Si el bang de 1963, 1964, 1965... Yo estaba en la treintena y ver aquello fue vertiginoso, daba mareo. Fue increíble.
P. ¿Ha habido una regresión desde entonces?


R. No. Lo que pasó en los años sesenta fue tímido y templado si lo comparamos con cómo viven ahora los jóvenes. Aquello fue la primera salida de la cárcel sexual y fue emocionante.
P. El nuevo libro transcurre durante un verano muy caluroso en Newark, como
Adiós Colombus su primera historia publicada.
R. Aquello lo escribió un chico que no había oído hablar de la muerte. El escritor de Némesis sí ha oído de ella.
P. El doctor, uno de los personajes, advierte al protagonista de lo que debilita un sentido erróneo de responsabilidad.


R. Bucky se siente responsable de cosas que no le corresponden. Y este sentimiento de responsabilidad es insaciable.
P. ¿Asumir la responsabilidad es una forma de eludir el caos y el azar, de crear la ilusión de control del destino?


R. Exactamente, y la polio es un ejemplo perfecto: es caos y azar, aunque él se sienta responsable. La culpa da sentido a muchas cosas.
P. ¿Da por terminada esta serie?
R. Sí. Quería tratar en breve una cierta preocupación fatalista. Chéjov en uno de sus cuentos dice que detrás de la puerta en la casa de cada hombre rico debería haber alguien con un martillo que espera para darles en la cabeza y recordarles que la gente sufre. En cada uno de estos cuatro libros la Némesis espera, un cataclismo.
P. ¿Trata siempre los mismos asuntos desde distintos ángulos?


R. ¿Eso piensas tú? Creo que cada uno tiene un cubo lleno de temas, que son tuyos porque excitan tu energía verbal. Vas sacándolos y usándolos. Llegas al final del cubo y no quedan muchos. Esto es lo que les pasa a los escritores mayores. Tienes un número limitado de temas, diez, seis o veinte, y ese es tu número. Yo no sé cuántos tengo, pero supongo que uno vuelve a trabajar sobre algunas ideas. Mi autorreflexión sobre mi trabajo también tiene un límite.
P. Mientras escribe, ¿lee sobre el tema del libro en el que trabaja?
P. Sí, y cuando no tengo más leo otras cosas, mucha historia y biografías. Leí hasta hace unos años ficción, pero todo cambia. Hace diez años empecé a releer y fue maravilloso. Pasé entre seis meses y un año con cada escritor, por ejemplo, Dostoevski y Conrad.
P. ¿Y la literatura actual?


R. Pareces mi doctor. No leo novela actual desde hace unos veinte años, solo cosas de amigos. No estoy al día de lo que ocurre.
P. Hace poco aseguraba que leer novelas se acabará convirtiendo en una actividad casi de culto. ¿No hay una interminable necesidad de historias?


R. Sí, y el cine la satisface. Las películas no requieren el mismo nivel de concentración y sutileza de mente que una novela seria.
P. En todos los campos, incluso en la política, se habla de la fuerza de la narrativa de un determinado partido o candidato, hasta de un jugador de fútbol.


R. ¿No es extraordinario? ¿Cuándo empezó? Lo oigo todo el tiempo en la radio. Me doy la vuelta un momento y ocurre esto... No pasaba en los viejos tiempos.
P. En
Los hechos dice que ocupa el punto medio entre el exhibicionismo de Mailer y la reclusión de Salinger. La eterna cuestión sobre autobiografía y novela, sobre Roth y Zuckerman, ¿no es un éxito para un novelista tener un personaje que el público cree que existe y no es ficción?
R. No. Esto solo ha sido una gigantesca distracción. La gente encuentra una manera de hablar de los libros sin hablar de ellos, es cotilleo. Fue una gran pérdida de tiempo, como la cuestión judía, pero estas cosas componen la vida de uno. No puedes escapar.
Roth da por terminada la entrevista y se dirige hacia la puerta. La despedida recuerda al precioso ensayo sobre Malamud y su último encuentro, en el que le enseñó las pocas páginas que había escrito y él fue incapaz de ofrecerle el aliento que reclamaba. "Desearía que lo que le dije hubiese sido más", escribe Roth, "y que si lo hubiera dicho, él me hubiese creído".

jueves, abril 28, 2011

Un escritor en el banquillo


Hace un rato dejé un enlace de una entrevista a Alessandro Baricco en Página 2. Por lo que decía el autor, me puse a buscar textos que se hayan escrito sobre su novela Emaús. Los dejo con este de Alejandro Patat, en ADN.

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En Italia, durante los últimos años, ningún autor ha suscitado tantas controversias y ha dado lugar a posiciones tan enfrentadas como Alessandro Baricco (Turín, 1958). De un lado, imputaciones gravísimas: pseudofilósofo, escritorzuelo, tecnócrata de la literatura, calculador que ha reducido todo con fines comerciales a una simple mecánica. Sus tramas, según esos detractores, serían burdas mentiras extraídas de la cultura estadounidense, un insípido atentado contra la tradición. En síntesis: una obra superficial, insignificante. Del otro lado, se alza la defensa de los fanáticos y seguidores: escritor leve pero profundo, que le ha quitado peso y densidad a una literatura asfixiante, a una prosa inactual. Sería, según estos defensores, un hombre de nuestro tiempo, un modernizador, un vanguardista. Una reencarnación del talento y del genio.
Por su parte, hace dos años, Baricco se pronunció en los diarios al respecto. Sostuvo que los críticos (esos ignorantes de turno, esos fracasados aspirantes a escritores, profesorcitos, académicos, periodistas, resentidos de toda especie) no entienden nada, leen la letra, no ven el conjunto. Esa gentuza lo ha sometido al peor de los desprecios: la indiferencia. Concluyó más o menos diciendo que nadie es profeta en su tierra, pero sobre todo que nadie es profeta en Italia. Y no tuvo escrúpulos ni falsa modestia en evocar a Dante, Leopardi o Pasolini. Comparaciones que despertaron más polémicas. Los críticos, esta vez, contestaron con sonrisa sarcástica: el autor ha demostrado que por lo visto lee los medios que detesta y que la atención que el mundo le depara no le es suficiente a su ego desmedido. Qué pena, agregan: el mundo ama el estereotipo italiano, lo bufonesco, lo caricaturesco. No sorprende; Italia siempre despertó risa o una admiración deformante: es una vieja tradición, que empieza con la Comedia del Arte y sigue en los cuadritos de ruinas para el salón de las tías solteras. O comedia o ruina. Que el autor elija, concluyeron, dónde incluirse.
Pero el escritor siguió empecinado en su camino y escribió Emaús , una nueva novela. Las agresiones de la crítica, en los medios, fueron contundentes, escritas con ensañamiento. Está claro que no faltaron aquellos que la celebraron. No era difícil entonces toparse con pilas de la nueva novela de Baricco en las librerías de los centros comerciales.
Emáus es una historia católica, un atributo por cierto nada secundario en Italia. O más bien, la historia de cuatro adolescentes de humilde clase media católica de otros tiempos, en el preciso instante en que sus vidas se cruzan con la de Andrea, una chica de familia rica y poderosa, propensa a todo tipo de vicios y perdiciones, según el punto de vista del narrador. Es obvio que ese encuentro entre Andrea y los chicos, que cantan y tocan en la banda de la iglesia del barrio, conduce a un desenlace irreparable. El título del libro hace alusión al episodio bíblico en que Cristo, resucitado, se presenta ante dos peregrinos con destino a Emaús, y que lo reconocerán demasiado tarde como hijo de Dios. Una alegoría de la ceguera humana, de la incapacidad de ver incluso frente a la luz. Pero el título también alude, sin equívocos, a La cena en Emaús de Caravaggio, a la poética del claroscuro. El riesgo es enorme, subraya con malicia un crítico: que el barroquismo de Caravaggio se convierta en "bariccismo", como ya había sucedido cuando en Homero Ilíada se le ocurrió reescribir el clásico griego.
Escuchadas todas las voces, tanto la acusación como la defensa, se intentará, en la medida de lo posible, ser imparcial. Baricco cree en lo que hace. Es un lector de detalles, y por lo tanto, un escritor de detalles. Se le escapa de las manos, probablemente, el conjunto. Minimalista, dicen algunos; posmoderno, otros. Es ambicioso, demasiado ambicioso, pero también es cierto que cada libro es un desafío real, sincero. Parte de algunos presupuestos que él cree irrenunciables a la hora de escribir y que son su credo.
Primero: la literatura es una construcción lúdica, artefacto capaz de suscitar emociones, de alcanzar la belleza, más allá de lo que ésta signifique. No es fruto de la inspiración, sino un ejercicio, como la gimnasia. En Emaús , el narrador en primera persona es un adulto que alguna vez fue joven. Se trata de explicar cómo la "bijouterie" del drama -cuyo protagonista es ese chico entrañable, presuntuoso y rígido en sus convicciones- pudo transformarse, en contacto con la suprarrealidad extrema de Andrea y su familia, en una tragedia "áurea". Baricco, como siempre, juega con los géneros.
Segundo: las tramas deben narrar ese instante de la vida (que pudo haber durado un minuto o unos años) en que todo cobró sentido -o lo perdió, si la clave es pesimista- para siempre. La novela parece afirmar que en la adolescencia, la prehistoria de la vida, reside la única historia real, fundacional, del individuo: la pérdida de la inocencia. Tierra de confín en la que, como afirma el narrador, se nos impone "intransigente e infinito el instinto de la amistad". El narrador, por su lado, como un arqueólogo, quiere rescatar al menos la pura emoción, que nunca más será emoción pura. Baricco goza de un extraño don: ensayar una especie de diálogo auténtico con el lector, en el que caen todas las inhibiciones y los prejuicios culturales. Conversar, por un momento, olvidando la terrible e insoportable herencia histórica europea. De ahí que esta vez focalice, sin temores, en un puñado de chicos católicos. Brilla por todos los lados, como un faro, la fe, hasta que se apaga, y la consecuencia de esa repentina oscuridad se vuelve definitiva. Signan esas vidas varios sentimientos exacerbados para la edad, vistos en una dimensión casi monstruosa: la culpa, el arrepentimiento, la Pasión con mayúscula, el martirio. La metáfora conductora del libro es la del pasaje bíblico: caminar. Se camina mucho en esta novela. Para evitar todo equívoco, Baricco construye una visión antidogmática de la vida cristiana. Los curas son personajes negativos en la historia: si no son perversos, son mezquinos. Una concesión quizá demasiado forzada del autor ante cualquier sospecha de religiosidad doctrinaria. Aquí el mundo católico (con toda su desbordante pretensión de ecumenismo) le sirve al autor para explicitar un desquicio, tal como se le aparecen al narrador, hacia el final, las dos imágenes constitutivas de la identidad apostólica romana: la Virgen con el Niño y el Cristo crucificado, ambas captadas en su descomunal belleza incomprensible.
Tercero: el estilo. Limar y limar hasta obtener la forma más ágil, más dinámica y ligera. Quitar las palabras de más, las frases innecesarias, las perífrasis. Usar pocas subordinadas, recurrir a la parataxis y al párrafo breve, al diálogo mínimo. El narrador alterna dos tonos narrativos. Por un lado, hay un relato durativo, en pretérito indefinido, que alude a algo que se identificaba con la esencia de la vida, sin ninguna necesidad de puntualizaciones. Es el tiempo de la interioridad, que se actualiza, regresa. Se presta a la ironía, a una revisión desdramatizadora. La intensidad de la adolescencia se vuelve objeto de nostalgia, despierta autocompasión y, por supuesto, sorpresa ante tanta irreverencia, tanta inútil seriedad. Por el otro, hay un relato puntual, en pretérito perfecto simple o indefinido: las cosas que acaecieron, casi sin razón. Es el tiempo de la historia, lo fáctico, lo que aparentemente cuenta, y que, desde ya, se vuelve siempre menos importante, capricho de la suerte, anécdota. Emaús es el relato de una augusta historia moral, rayana en la locura.

Primer concurso de novela César Vallejo

Tomado de aquí.

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Con el propósito de ofrecer un espacio para la difusión de importantes obras narrativas y fomentar la creación literaria, la Universidad de Ciencias y Humanidades (UCH) convoca a todos los escritores de nacionalidad peruana a participar en el Primer Concurso Nacional de Novela César Vallejo.
Los participantes podrán presentar más de una novela al concurso, siempre y cuando lo haga con seudónimos diferentes. Esta deberá estar escrita en español, ser original e inédita y el tema es libre. La extensión mínima será de 150 páginas.
Bases del concurso
La entrega de las obras se realizará en dos sobres cerrados, con el título de la obra y el seudónimo del autor. Uno de los sobres debe contener cinco ejemplares numerados, anillados o espiralados, y un CD con el respectivo archivo en "word". El otro sobre, tamaño carta, debe contener los datos personales del autor y una versión resumida de su hoja de vida.
Los trabajos serán recibidos a partir del 3 de mayo hasta el viernes 5 de agosto de este año en la siguiente dirección: Av. Óscar R. Benavides 2798 (ex avenida Colonial), cruce con Universitaria, en la Oficina de Recepción.
También podrán ser remitidas por medio postal, debiendo usarse el correo certificado. Si llegaran en fecha posterior, se verificará que el sello postal consigne la fecha límite señalada anteriormente. Más información en la página web: www.uchnovela.com.
Jurado y Premio
El jurado está compuesto por reconocidos escritores y críticos literarios que darán a conocer su fallo inapelable la primera semana del mes de octubre de 2011.
El ganador del concurso recibirá la flama de oro, diploma y 15 mil nuevos soles. Asimismo, el Fondo Editorial de la UCH se compromete publicar la novela y a realizar actividades de promoción con la colaboración del autor de la novela ganadora.

Página 2 - Alessandro Baricco


A lo mejor, más de uno me agradezca este dato. El escritor italiano Alessandro Baricco, a razón de su nuevo libros Emaús, fue entrevistado en el programa de televisión Página 2.
Para ver la entrevista, clic aquí.

¿Podrá el Grupo El Comercio detener a Ollanta Humala?


En la revista Poder 360 encuentro un más que atendible reportaje de David Rivera.
Para todo aquel que se respete mentalmente, es obvio que el Grupo El Comercio se ha alineado con la candidata presidencial Keiko Fujimori. Quedará en la conciencia de Martha Meier Miró Quesada (en la imagen, a la derecha) lo que está haciendo -no con sus preferencias políticas, cada quien tiene el derecho a creer en lo que le venga en gana.
Ahora, tampoco pensemos que Ollanta Humala es la solución, hay que ser imbécil para verlo como el salvador de nuestra inminente vuelta a la barbarie. Y, claro, tener una moral de plastilina para creer que él es el "mal menor".
Tal y como lo dije en este blog: elegir entre La rata naranja y El comandante Carlos es como meter mis manos en una bolsa de boñiga.

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Hasta antes de la trepada de Ollanta Humala y del crecimiento de Pedro Pablo Kuczynski en las encuestas, un sector de la prensa defensora del actual modelo económico había logrado mantenerse con cierta pluralidad informativa sin por ello ir contra su posición editorial. Los canales de televisión, por su parte, habían mostrado independencia hasta los resultados de la primera vuelta. Ahora, vistas las cosas en retrospectiva, en algunos medios esto parece haber ocurrido más por descuido que por convicción. Las posibilidades que ahora exhibe el candidato “antisistema” de ganar la segunda vuelta parecen haber cambiado este panorama.
Esto es, por lo menos, lo que se desprende de las recientes movidas en las señales que se encuentran en manos del Grupo El Comercio: América TV y Canal N. Aunque los cambios recientes y los que están por venir tendrían una motivación adicional, propia de las pugnas de poder permanentes en la familia que controla el principal grupo de medios del país.
El despido de Patricia Montero de Canal N, donde era productora desde hacía doce años, fue lo primero en hacerse público. El hecho resaltó sobre todo porque la periodista y conductora del programa Prensa Libre de América TV, Rosa María Palacios, lo calificó de injusto. “Se nos vienen malos tiempos a los periodistas”, dijo. ¿A qué se refería Palacios?
La historia había comenzado semanas atrás, con el intento del Grupo El Comercio de retirar de la dirección de América TV y Canal N a Laura Puertas, antes corresponsal de The New York Times y de El País de España y en dicha función desde el 2005.
El Comercio y La República comparten el accionariado en Plural TV, empresa a través de la cual son propietarios de ambos canales. Si bien El Comercio cuenta con mayoría, existe un acuerdo entre ambos para que el nombramiento de los directores se haga de mutuo acuerdo, pero solo en los primeros tres intentos. Aunque no está escrito, La República entendía que la remoción también debe ser consensuada. Asimismo, existe un Comité Editorial integrado por representantes de los dos accionistas. Por El Comercio estaban Martha Meier Miró Quesada y Manuel García Miró Bentín, y por La República, Mirko Lauer. El Comité solo obedece acuerdos consensuados entre ambas partes. Por lo menos así era hasta el martes 19 de abril, día de la destitución de Montero y de José Jara, productor del informativo De 6 a 9.
Inicialmente, el interés de El Comercio por hacer cambios en el canal no habría tenido que ver, por lo menos explícitamente, con la intención de influir en la campaña electoral, sino más bien con la de continuar fortaleciendo la posición del grupo familiar que pasó a controlar el diario hace un par de años y que ya había logrado imponerse editorialmente dentro del decano de la prensa nacional (PODER, marzo del 2009). De hecho, los primeros intentos se produjeron semanas antes de que el candidato Ollanta Humala trepara en las encuestas y cuando todo parecía indicar que la segunda vuelta sería entre Alejandro Toledo y Keiko Fujimori, o tal vez entre uno de estos dos con Luis Castañeda Lossio.
Pero el ascenso de Pedro Pablo Kuczynski en las encuestas hizo perder la perspectiva a los miembros del directorio del Grupo. Primero, porque inicialmente no vieron que era Ollanta Humala el candidato que subía con mayor fuerza. Segundo, porque sintieron que ya no necesitaban a Alejandro Toledo como representante de la continuidad del modelo. La portada del diario Perú 21 denunciando el consumo de whisky de Palacio durante el gobierno de Toledo, información que luego fue defendida por Luis Nava, el secretario general de Palacio y brazo derecho de Alan García, marcó un punto de inflexión en la candidatura chacana. Alan García comenzaba a lograr su primer deseo: que Toledo no pasase a la segunda vuelta. Perú 21 tomó posición por la ilusión de ver al PPKuy en Palacio. En los pasillos del diario El Comercio ahora se afirma que fue un gran error. Muy tarde.
Igual de tarde que en la campaña municipal. Como se recuerda, en las últimas semanas de la misma, El Comercio enfiló su artillería contra la candidata de Fuerza Social, Susana Villarán, cuando esta ya había superado a Lourdes Flores en las encuestas, haciéndole un flaco favor a la segunda. Aunque tal vez se crea que la trepada final de la candidata de Unidad Nacional en las municipales se debió a este empujón. Y por eso tal vez se crea ahora que, dado que las apuestas por el resultado de la primera vuelta electoral han fallado, algo —o tal vez mucho— se pueda hacer para la segunda. En el diario la apuesta parece ser clara: Humala no debe ganar. Esto se expresa en la línea del periódico desde hace varias semanas y se comenzaría a manifestar en los cambios que han empezado a producirse en Canal N y América TV. En Gestión, el diario financiero del Grupo, el alarmismo con la propuesta económica de Gana Perú no ha sido, paradójicamente, algo que haya resaltado.
Martha Meier Miró Quesada es un personaje clave en la historia. Accionista a través de su madre y miembro del grupo que logró retomar el control de El Comercio hace un par de años, su pelea, ya en el diario, fue por asumir el control editorial. Sus primeros pasos los consiguió con la salida de Hugo Guerra, a quien el director, Francisco Miró Quesada, había llevado como su persona de confianza para encargarse del manejo editorial. Guerra era, en la práctica, quien se encargaba del cierre de las ediciones diarias. Martha Meier consiguió primero hacerse responsable de las ediciones de fin de semana de El Comercio, pero tras la salida de Guerra, asumió en buena cuenta la dirección del diario. Francisco Miró Quesada permanece como el director formal, pero es bien conocido que ella tiene un amplísimo poder de decisión, principalmente en la sección Política.
Ya posicionados en el diario, el siguiente paso eran los canales de televisión. José Antonio Miró Quesada Ferreyros y Pablo Llona García Miró son quienes, junto a Meier, estarían alineados en el intento de fortalecer su posición ahora en América TV y Canal N. Cuando decidieron hacerlo, la propuesta que se realizó en el Comité Editorial que comparten ambos canales fue traer a un nuevo director para Canal N. Hasta ese momento, por lo menos explícitamente, no existía la propuesta de sacar del todo a Laura Puertas, aunque sí de reducir su poder y comenzar a asumir posiciones en los canales. Fue en este contexto que Fabricio Torres del Águila, jefe de la página web del diario, recibió y aceptó la oferta de asumir la dirección del canal de cable. La propuesta se la hizo el gerente general, César Pardo, el operador de los cambios, a quien días antes le había presentado su carta de renuncia por una propuesta de trabajo que recibió para dirigir otro canal informativo. En principio, se acordó en el directorio de El Comercio que Torres asumiría la dirección del canal luego de la primera vuelta electoral. Torres ha expresado a allegados que no se le pidió influir en la campaña electoral. Aunque esto cambiaría a raíz del triunfo de Humala el 10 de abril. Conocidas estas intenciones en el directorio de Plural TV, Gustavo Mohme, accionista principal de La República, se opuso a la propuesta, pero sobre todo a la forma en que pretendía ser impuesta. Una carta al presidente del directorio de Plural TV, Luis Miró Quesada, expresando su desacuerdo y posible retiro del directorio si la intención de El Comercio se concretaba, logró impedir esta primera movida.
Era cuestión de tiempo, de pocas semanas. La subida en las encuestas del candidato Ollanta Humala creó una nueva oportunidad y excusa. El primer indicio fue el reclamo en el directorio, de parte de José Antonio Miró Quesada, por una entrevista que la periodista Rosa María Palacios había realizado a Humala durante “ocho minutos”, cuando este ya había pasado a liderar las intenciones de voto, lo que fue calificado de actitud “pro humalista”. Para este sector del directorio, la “neutralidad” de los informativos es, en la práctica, una posición a favor del candidato de Gana Perú, de la que es acusada, aunque no abiertamente, Laura Puertas. En adelante, este punto se convertiría en la excusa para intentar sacarla de la dirección de ambos canales. De hecho, sin avisar a La República, los accionistas de El Comercio le pidieron a Puertas su renuncia, que esta no aceptó.
Puertas espera, pues, que la despidan, en línea con un consejo que el ex presidente de la SIP, Danilo Arbilla, dio recientemente en una entrevista, dirigido a periodistas en este tipo de situaciones: “Renunciar es dejar el camino libre. Recuerden que otra forma de denuncia es que los echen: porque así se puede decir que uno no estuvo dispuesto a transar, a modificar su forma de trabajar”.
Semanas antes, los accionistas del Grupo El Comercio decidieron convocar a reuniones periódicas de todos los directores de sus medios en la sede central del diario. En ellas se reúnen accionistas y los directores de El Comercio, Trome, América TV, Canal N, Gestión y Perú 21. Está presente y opina el gerente general, César Pardo, algo que hacía muchos años no se veía en el Grupo.
En una de estas reuniones, Puertas dijo que no inclinaría los informativos contra Humala. No solo porque afectaba una línea plural, sino porque hacerlo era la mejor manera de que ganara las elecciones. Desde entonces, el directorio de El Comercio empezó a buscar su reemplazo.
Decidieron, primero, confirmar como director de Canal N a Fabricio Torres, quien años atrás se había desempeñado como reportero y productor televisivo. Pese a que La República se opuso, aduciendo que se debía nombrar a un periodista que no fuera de uno de los medios, es decir, alguien independiente, la decisión fue impuesta. César Pardo ya le había comunicado a Torres, sin expresión de causa, la decisión del grupo de despedir a la productora de Canal N Patricia Montero. Torres no quiso que se produjera bajo su gestión, y por eso ella fue echada unas horas antes de que el nuevo director asumiera, aunque él tuvo que firmar el despido por un requisito formal. Esta versión del proceso concuerda con la que contrastamos con diversas fuentes para esta nota, pero, según dijo Jaime de Althaus en el aire, el director de Canal N ahora admite el error de haber dicho inicialmente que él no quiso despedirla, que en realidad sí quiso deshacerse de Montero “para tener un contacto más directo con los periodistas”, un argumento poco convincente.
Se dejó en stand by qué se haría con Laura Puertas. Ello hasta los días previos a Semana Santa, cuando se conoció del despido de Patricia Montero y José Jara.
En el directorio del martes 19 de abril los directores de El Comercio plantearon: (i) quitarle la confianza a Laura Puertas; (ii) que no se requiera el voto consensuado de los tres miembros del Comité Editorial para que sus decisiones sean vinculantes para los directores de ambos canales, sino solo de dos de ellos, en la práctica los de El Comercio; y (iii) que mientras se encontraba el reemplazo de Puertas, Martha Meier asuma la dirección del canal y José Antonio Miró Quesada, la presidencia del Comité Editorial. Esto implicaría entronizar por buen tiempo a Meier en la dirección, pues un nuevo director(a) requiere consenso. Gustavo Mohme se opuso, y la decisión sobre los cambios periodísticos en América TV quedó suspendida hasta después de la segunda vuelta electoral. Un hecho de importancia comunicado el miércoles 20 de abril a la Conasev confirma que el Comité Editorial quedó integrado por Martha Meier Miró Quesada y José Antonio Miró Quesada por El Comercio, y Gustavo Mohme por La República. Asimismo, como accesitario de los dos primeros fue designado el director de Perú 21, Fritz Du Bois. En el Comité Editorial de La República, Mohme anunció la decisión de su grupo familiar de hacer respetar sus derechos editoriales en Plural TV, de modo que la confrontación en los canales tiene para rato.
Con el paso de los días, la historia de que los Miró Quesada buscaban un director para América TV pasó a ser conocida en toda Lima. Cuando un periodista del exterior llamaba a otro en el canal, siempre comenzaba preguntando: “¿Ya?”. “No, todavía”, le contestaban. En los estados mayores de la campaña electoral de Humala y Fujimori también se seguía el partido minuto a minuto. Los primeros eran informados por Siomi Lerner, cercano a La República, y los fujimoristas, por Martha Chávez, que se reúne con frecuencia con Martha Meier, según una fuente confiable.
Meier está vinculada con el lado más sectario del fujimorismo, y no necesariamente con Keiko Fujimori, quien al día siguiente de los despidos en Canal N declaró que no tenía nada que ver con ellos. Su relación con Martha Chávez la desnudó el año 2000, durante una entrevista a la revista Gente, cuando era candidata a congresista en la lista de Alberto Fujimori. Dijo que la invitación para integrar la lista la había recibido “de una persona que yo respeto y admiro por su entereza, firmeza y valentía para decir las cosas. Es la doctora Martha Chávez. Yo lo consideré un honor”. En la misma entrevista, Meier dio una respuesta de antología cuando le preguntaron: “¿Cree que existe libertad de prensa, sin limitaciones?”. Ella contestó:
—Sí, existe plena libertad de prensa. Lo estamos viendo con todo lo que se dice. Existe libertad de prensa para los que tienen el control, que son los dueños, ellos manejan el mensaje. Creo que todos los sectores de esta contienda electoral se ven representados totalmente.
Fabricio Torres, flamante director de Canal N, ante los cuestionamientos de su entorno más cercano, habría respondido que él ha pedido total independencia en el manejo de los contenidos, pero que sí cree que ha habido descuidos en algunos títulos y notas, que dan la impresión de que en el canal existe una tendencia pro humalista, seguramente por descuido profesional y no por intencionalidad política. Asimismo, cuestionado sobre si es consciente de que El Comercio ha comenzado a mostrar una línea editorial crítica con Ollanta Humala pero suave con la candidata Keiko Fujimori, Torres habría respondido que todo dueño de un medio de comunicación tiene el derecho a asumir y a pedir a sus directores la línea editorial que considere, siempre que se respete la imparcialidad informativa. Sobre su llegada a Canal N, habría señalado: “Estoy seguro de que, de haber llegado Toledo o Kuczysnki o Castañeda a la segunda vuelta, no se hubiera armado todo este revuelo alrededor del canal”.
A los accionistas del Grupo El Comercio, la candidatura de Humala les despierta el fantasma del gobierno de Juan Velasco Alvarado, cuando el diario les fue expropiado. Sienten que la mención a la existencia de oligopolios en los medios de comunicación en el plan de gobierno de Gana Perú es un mensaje dirigido directamente hacia ellos. Esta postura explicaría bastante bien la línea informativa antihumalista que se ha asumido prácticamente por consenso en el grupo de accionistas dominante. A Martha Meier tampoco le habría costado trabajo lograrlo en la sección Política, donde se compartiría mayoritariamente esta posición. El problema no es ese, sino que esta se plasma con una tendencia informativa parcializada. Es por ese motivo que algunos periodistas de dicha sección han solicitado que sus nombres no aparezcan en las notas que son editadas con un sesgo que no comparten. Algo similar habría comenzado a suceder con los artículos de la sección económica.
Este contexto ha puesto en una encrucijada al director del diario, Francisco Miró Quesada. Hasta antes de la primera vuelta electoral, mantenía una sorda pugna con Martha Meier, la cual quedó públicamente expuesta en una columna de opinión en la página editorial del diario publicada a título personal el 5 de abril último, con una dura posición contra Keiko Fujimori y sustentando por qué no debería gobernar. “No han cambiado, son los mismos que justificaron el golpe, son los mismos que callaron o defendieron el abuso del poder y los delitos que cometió Fujimori. No merecen estar en el poder. Son aquellos que justifican los costos inevitables, para ‘disolver, disolver, disolver’ un día como hoy”.
El nuevo escenario que ha configurado la segunda vuelta ha llevado a Francisco Miró Quesada a plantear una posición informativa independiente para el diario, aunque, por lo visto en los días siguientes a la primera vuelta electoral, es claro que la postura antihumalista de Martha Meier y de la mayor parte de la sección Política ha primado. Algunos accionistas también se han manifestado en línea con el director del diario. En una reunión celebrada en los días siguientes al 10 de abril, Milagros Miró Quesada planteó mantener una línea equilibrada, ni a favor ni en contra de ninguno de los dos candidatos. Entre otros argumentos, recordó que si bien existen temores por la posibilidad de que un gobierno de Humala intervenga los medios de comunicación, eso fue exactamente lo que sucedió en los noventa. Otra accionista, Cecilia Rapuzzi, se sumó a esta posición.
Pero este no es el único argumento de quienes piden una línea independiente. Otros han recordado que en el año 2000, luego de que El Comercio lanzara la denuncia de las firmas falsas, hubo claros indicios de que el gobierno de Alberto Fujimori pretendía intervenir el diario. Un informe propalado en Frecuencia Latina fue el primer paso para deslegitimizar al medio; luego vendrían los pasos que ya se había dado con otros medios, entre ellos con el mismo canal 2. Alejandro Miró Quesada Cisneros, director del diario en ese momento, logró que la Sociedad Interamericana de Prensa se pronunciara y alertara sobre los intentos de intervención. Una serie de viajes por diversos países, en los que estuvo acompañado por personas como Bernardo Roca Rey, Fritz Du Bois y Hugo Guerra, permitieron poner el tema en los ojos del mundo. Por entonces, una nota publicada en el diario y titulada: “Grupo minoritario afín al Gobierno pretendería controlar El Comercio”, señalaba la posibilidad de “una orquestación que se estaría gestando en el Poder Judicial”. El grupo minoritario al que se hace referencia no sería el mismo que hoy se encuentra en el poder en el Grupo.
Consultado para esta nota sobre la línea editorial de El Comercio, Francisco Miró Quesada respondió que el diario mantiene su independencia, que los cuestionamientos a la candidatura de Humala surgen de preocupaciones válidas respecto a su propuesta de gobierno, pero que igual posición se mantendrá con respecto a la candidatura de Keiko Fujimori. ¿Será así? Lo visto hasta hoy no parece demostrarlo, aunque luego de que se hicieran públicos —y fueran criticados— los cambios en el canal, la línea informativa del diario se moderó, al menos durante algunos días. Considerando la relación de Martha Meier con el fujimorismo, ¿qué es lo que primará en adelante en los canales de televisión e incluso en el diario? ¿Una línea informativa independiente o las posiciones personales frente a las candidaturas?
Conocida ahora la historia, cabe también preguntarse: ¿por qué Meier no asumió dentro de El Comercio una abierta posición pro fujimorista en la primera vuelta? “Porque Meier no tenía ninguna duda de que Keiko pasaría a la segunda. Su única duda era con quién, pero estaba segura de que Humala no lo haría”, afirma una fuente confiable.
Los cambios podrían llevar a nuevas posiciones a Fritz Du Bois, el director de Perú 21, que por convicción propia es quien mejor aplica la nueva línea editorial del directorio. Esta línea puede llegar a confundir información con propaganda (un defecto que se ve hoy en todos los diarios impresos, solo que el Grupo se jacta de no tenerlo), y por eso fue motivo de discusión dentro de El Comercio si se publicaba un artículo de Mario Vargas Llosa en el que fundamenta su voto contra Keiko Fujimori, y que fue finalmente apareció en la edición del domingo 24 de abril. Dos días antes, Perú 21 titulaba en su portada: “Le dan con palo”, junto a una fotografía de Vargas Llosa, en referencia a los insultos que le había dedicado el Primer Ministro argentino en medio de su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, pese a que el público en general había ovacionado al Nobel peruano.
La posición editorial de Perú 21 ya ha ocasionado incomodidades y renuncias en su interior, aunque no hay versiones explícitas. Sin embargo, la tensión entre los periodistas de ese diario es evidente en las redes sociales. Es conocido entre sus amigos cercanos que las renuncias de los periodistas Óscar Miranda y Daniel Yovera se debieron a las discrepancias con la postura editorial que estaba asumiendo el diario, lo cual incluía pedidos constantes de cambios en sus artículos y entrevistas, hasta que informativamente estuviesen alineados con la posición imperante. Un directivo de otro medio importante aseguró para esta nota que un periodista de Perú 21 se acercó a solicitarle incorporarse a su redacción por las mismas razones. Sin embargo, estos periodistas no han hecho saber abiertamente su disconformidad.
En América TV, aparentemente, la remoción de Laura Puertas implicará la salida, a la mala o voluntaria, de connotados periodistas que están opuestos a los cambios. Tras los cambios en Canal N, Rosa María Palacios ha cuestionado activamente en las redes sociales las movidas. Coincidentemente, en junio próximo vence su contrato con América TV, lo que dejaría abierta su salida del canal si se concreta el despido de Puertas; salvo que las cosas estallen antes, lo cual podría suceder. Al cierre de esta nota, el domingo 24 de abril, Raúl Tola, conductor del programa Cuarto Poder, había publicado en el diario La República una columna en la que critica duramente los cambios aplicados en Canal N.
Hasta aquí, los hechos en el Grupo El Comercio como ha sido posible reconstruirlos. ¿Hasta qué punto son de interés público? Es obvio que cada empresa o grupo mediático tiene plena libertad para hacer los cambios que considere indispensables dentro sus organizaciones. De hecho, todos los diarios tienen preferencias evidentes. Las líneas editoriales de La Primera y Correo son conocidas desde mucho antes del proceso electoral. La Primera, con un discurso bastante alineado con el plan de gobierno de Gana Perú. Correo, con una posición económica más bien ortodoxa, pro fujimorista y, en la primera vuelta, PPKquista. Diario 16, por su parte, desde el comienzo estuvo muy vinculado a la candidatura de Alejandro Toledo, y no se conoce cuál será su destino después de las elecciones. Es sabida también la posición editorial de La República, con su línea pro Toledo y pro Humala; y la de Perú 21, con apuesta primero por PPK y luego por Keiko Fujimori; aunque es necesario reconocer que estos dos últimos diarios muestran una mayor preocupación por sustentar sus posiciones económicas, independientemente de si se concuerda con ellas o no. Eso, por lo menos, hasta antes de los resultados de la primera vuelta electoral.
¿Cuál sería, entonces, el problema de que El Comercio quiera imponer la línea que le parezca a sus medios? Aquí repetimos la pregunta que ya hizo a sus allegados el nuevo director de Canal N.
Por un lado, los efectos los sentirá el Grupo El Comercio, para bien o para mal. Su confrontación con La República, hasta el grado al que llegue, es también un lío entre privados. Pero hay tres dimensiones que afectan la escena nacional. La más importante de todas es que se trata del principal grupo mediático, un poder fáctico sin más escrutinio que el de sus directores empresariales. En la medida en que sus medios se reclaman fiscalizadores del poder, tienen la responsabilidad ética de rendir cuentas respecto de los criterios con que los están gobernando.
En algunos países, por ejemplo en Venezuela y Argentina, los grupos fuertes de medios han dirigido todo su poder contra gobiernos autoritarios (el de Chávez y el de los Kirchner) recibiendo contragolpes a través de medidas contrarias a la libertad de expresión. Esto ha sido posible, entre otras cosas, porque al dejar de informar y caer en la propaganda, estos medios han perdido el apoyo de la mayoría de los ciudadanos, que ya no sintonizan con ellos. Si Humala es realmente tan malo como dicen, ¿no se esperaría que aquí ocurra lo mismo? En ese caso, será muy importante que la población los considere necesarios para su discernimiento propio y no actores políticos que defienden sus privilegios.
Otro tema tiene que ver directamente con el ejercicio del periodismo. Algunos hechos en El Comercio demuestran un manejo directo de los accionistas (que buscan principalmente lucro) en la línea editorial, llamada a ser ejercida por profesionales que deben pensar sobre todo en el interés público. Esta influencia se refleja desde la dirección de la línea editorial hasta en temas menores. Para esta nota, se recibió información documentada de que, para un periodista, chocar contra algún tema particular del accionista Pablo Llona puede equivaler al despido. En uno de estos casos, El Comercio, en un acto que podría llamarse de gamonalismo, despidió al periodista Martín Huancas por publicar una denuncia menor que afectaba a un familiar de Llona, nota que había seguido todos los canales regulares y que inicialmente había sido solicitada por la misma Martha Meier. Una regulación de esto, naturalmente, es indeseable, porque “cada quien hace lo que quiere en su empresa”. Pero ayudaría mucho que en la televisión, que usa un espacio concedido por el Estado (como lo ha recordado un comunicado del Instituto Prensa y Sociedad), los criterios de su manejo sean objeto de una mayor fiscalización.