jueves, noviembre 30, 2006

Video - Santiago Roncagliolo

En esta entrevista -que en su versión original tiene unas cinco partes- Santiago Roncagliolo habla, en especial, de su novela Abril rojo, la violencia política, etc.


lunes, noviembre 27, 2006

Entrevista - Gustavo Faverón

viernes, noviembre 24, 2006

Ellroy

James Ellroy es un autor a quien estoy leyendo y releyendo en estos días. Hay un suceso personal que es narrado en su libro Destino: La Morgue, uno de sus últimos libros en el que el escritor hace gala de un estilo telegráfico que se ha dejado notar en otros libros suyos pero que en este adquiere un toque de inmisirecorde desgarro, en DLM puede verse el backstage de la génesis de la totalidad de las novelas ellroyianas. Creo que nunca he sabido de escritor alguno, o persona alguna, que haya desnudado tanto sus traumas en novela alguna o en cualquier forma artística. Como se sabe, todo escritor se vale de una variopinta gama de experiencias, pero siempre he creído que existe un pudor natural, eso se deja notar en casi todo lo que he leído;pero en Ellroy esto parece no existir: la manera cómo se valió de la violación y muerte de su propia madre terminó dándole fuerza a la novela –la mejor para muchos- La Dalia Negra.

Prometo escribir un poco más de este escritor que me fascina –el tiempo no me ayuda en estos días-, pero quiero dejar constancia de que si llegué a leer con fruición a Raymond Chandler –completito- se debe a un documental que se transmitió por un canal de cable en el que James declaraba que en su caótica juventud vivió una temporada en un hotelucho lleno de arañas, en donde todo el día paraba fumando marihuana, esnifando coca (qué suerte) y leyendo hasta el hartazgo todas las novelas que de Raymond Chandler fueran publicadas.

En fin, espero que no demore mucho la llegada de la versión cinematográfica de La Dalia Negra. Así es que aprovecho también en dejarles el fragmento de un documental que hiciera Benoit Cohen en claro tributo a Ellroy. Muy bueno, realmente.


miércoles, noviembre 22, 2006

Peter Gabriel - Solsbury Hill

Solsbury Hill, como para escucharlo a todo volumen. ...Today I don´t need a replacement...

Climbing up on solsbury hill
I could see the city light
Wind was blowing, time stood still
Eagle flew out of the night

He was something to observe
Came in close, I heard a voice
Standing stretching every nerve
I had to listen had no choice

I did not believe the information
Just had to trust imagination
My heart was going boom boom, boom
Son, he said, grab your things, Ive come to take you home.

To keeping silence I resigned
My friends would think I was a nut
Turning water into wine
Open doors would soon be shut

So I went from day to day
Tho my life was in a rut
till I thought of what Id say
Which connection I should cut

I was feeling part of the scenery
I walked right out of the machinery
My heart was going boom boom boom
Hey, he said, grab your things, Ive come to take you home.
Yeah back home

When illusion spin her net
Im never where I want to be
And liberty she pirouette
When I think that I am free

Watched by empty silhouettes
Who close their eyes, but still can see
No one taught them etiquette
I will show another me

Today I dont need a replacement
Ill tell them what the smile on my face meant
My heart was going boom boom boom
Hey, I said, you can keep my things, theyve come to take me home.



Video, cortesía de La Caverna

domingo, noviembre 19, 2006

19 de Noviembre: 29






Video, entrevista a mi pata Arturo Pérez-Reverte.

sábado, noviembre 18, 2006

Sobre Todas mis muertes

Ahora que se está discutiendo en varios weblogs sobre los alcances y las deficiencias de la crítica literaria publicada en medios locales, sorprende que un blogger haya entrado a tallar en el asunto cuando hace no muchos días este publicara una reseña - recogida de otro weblog- que encierra todas las taras de formación de alguien que quiera realizar una reseña no debe exhibir ni por asomo.

Cualquier persona que tenga un mínimo criterio se da cuenta que la reseña recogida termina mordiéndose la cola debido a la carencia de referentes en los que esta se sustenta, a la incapacidad del reseñista por encontrar puentes temáticos con tradición literaria alguna, y a la evidente mala leche que este tiene al querer atacar al autor a través de su libro. Basta echarle una mirada para ver un par de comments que encierran la estolidez y estrechez mental de quienes dejan sus opiniones y que nos dan una idea de lo que puede motivar la envidia. Y para rematarla, el blogger que la publicita dice que todo lo que se dice en ese weblog es dicho con “equilibrio y sin cortapisas”. Ni hablemos de la advertencia del blogger al informar que la novela descansa en su mesita de noche, “hasta el lunes, que la agarre”. Qué miedo.

También es menester acotar que el autor de la novela viene siendo veladamente atacado por ese blogger que ahora pretende darnos lecciones y luces del estado de la crítica literaria local; con qué cara, me pregunto; con qué cara, también se preguntan todos. Hay que tener en claro que toda postura crítica tiene que estar sustentada por una consecuencia moral, ¿la tiene ese blogger?, mmm, mejor me callo, no vaya a ser que salpiquen algunas piedritas.

Pues bien, la novela reseñada es Todas mis muertes, de Ezio Neyra Magagna. El reseñista Bruno Ortiz nos conmueve relatándonos cómo llegó a Todas mis muertes, tanta habrá sido la obsesión de este por la novela que la termina descalificando ni bien termina el primer párrafo. Y a continuación este nos regala sus “sesudas” apreciaciones divididas en Qué me gustó, Qué no me gustó y Qué me decepcionó. Pues bien, yo también haré lo mismo ya que a mí me han enseñado que lo bueno siempre hay que imitar, aunque por este caso especial, y para evitar supuestos contagios, solo me limitaré a dos de ellas.

Qué me gustó de esa reseña: En lugar de gustarme, esta me animó a cimentar aún más mi convicción en los alcances que tienen los weblogs hoy en día, a la variedad de temas que pueden encontrarse en ellos y a forjar espacios de opinión e información. Y pensar que conocí a un escritor desesperado que cada vez que me lo encontraba en el messenger no paraba de decirme que los weblogs peruanos dedicados al quehacer literario eran administrados por personas carentes de talento, que él nunca tendría uno, pero a los meses ese personaje acomplejado me envía un mensaje comunicándome que acaba de sacar un weblog. Me es difícil entender a quienes hacen esforzados alardes de oligofrenia.

Qué no me gustó de esa reseña: Varias cosas. Para empezar, el reseñista se vale de una asociación idiota que intentan ubicar a Todas mis muertes en relación a Pantaleón y las visitadoras, debido a que ambas novelas muestran soportes narrativos como lo son los artículos y cartas. Si Ortiz hubiese tenido la suerte de leer La verdad sobre el caso Sabolta, de Eduardo Mendoza, igual la hubiera citado por causa de su falta de formación, y difícil que Ortiz se de cuenta que TMM es, en gran medida, heredera de la tradición de la novela de aprendizaje mezclado con el género policial (¿alguien dijo Black Mask?).

Pero lo más saltante es que Bruno Ortiz pide desesperadamente que alguien le ayude a encontrar el sendero en el tema principal de la novela; pues bien, Bruno, te doy la primicia de que Todas mis muertes no tiene un solo tema principal, sino que tiene varios, y que estos están intercalados alrededor del afán de búsqueda existencial del protagonista, la misma que yace en la reflexión y la evocación, y ambas están conectadas con el tópico de la ausencia, que también se dejó ver en Habrá que hacer algo mientras tanto. No es tan difícil deducirlo.

Aún así, este cambalache no termina aquí ya que Bruno se apoya en lo que le advierte un tocayo suyo en relación a las incongruencias de la novela, y para ello, se vale de unos cuantos ejemplitos dignos de una evidente carencia de mediana comprensión de lectura, algo realmente insultante para alguien que se atreva a comentar libro alguno.

Sé que no existe novela perfecta. En lo personal me gustó Todas mis muertes, la trama es de por sí atrayente, te la lees de un buen tirón, cumple su cometido de tener enganchado al lector, pero ello no impide que niegue que esta muestra bajones en relación al trabajo de la psicología de sus personajes, y a una falta de verosimilitud en algunos sucesos narrados. Y como bien se sabe, la riqueza de cualquier texto está basada en las distintas opiniones que alrededor de él se dan, siempre y cuando se sea honesto en los comentarios, sin caer en la mala leche.

Como muestra de distintas opiniones alrededor de Todas mis muertes les dejo un par de reseñas: la de Javier Ágreda y la de Edwin Chávez.

viernes, noviembre 17, 2006

Quadrophenia






















Tenía unos catorce años cuando me acerqué a The Who por primera vez. Digamos que tuve una adolescencia que estuvo marcada por las actividades que hacía en paralelo a mi monótona vida escolar. Y estas actividades se repartían entre un voluntariado que hacía en el hospital Loayza –hasta el día de hoy me sigo preguntando en dónde ha quedado ese noble muchacho que era yo- en donde tenía que servir de compañía a los ancianos de un pabellón que en estos momentos no recuerdo bien el nombre, lo que sí sé es que no era todos los días, pero me gustaba ayudar, lo recuerdo bien. La otra actividad estaba asociada al entrenamiento riguroso que ejercía sobre el Basketball, a veces pienso que si no hubiera claudicado en este deporte no me habría quedado en mi metro ochenta y cuatro, y mi vida no hubiera experimentado los vicios que llegaron- como quien juega, como quien jode- de manera precoz.

Pero vayamos a lo que interesa, cierto día de octubre de finales de 1993 me encontraba caminando por las calles del centro acompañando a una amiga y a su hermano menor puesto que ambos se iban a encontrar con su padre quien tenía un consultorio de no sé qué especialidad médica a un par de cuadras de la Central de Correos, así es que los dejé en su destino. Y como ese día tenía que entrenar ya estaba pensando en la manera cómo llegar ya que no conocía bien las calles, por la tanto, empecé a bajar por todo el Jirón Camaná hasta llegar a la Colmena, de allí empecé a caminar en dirección a la Av. Tacna. En esos años aún había jóvenes encuerados que vendían una variedad de música cuyo epicentro estaba a las afueras de la universidad Federico Villarreal, y como aún tenía tiempo para llegar a Pueblo Libre –lugar en el que entrenaba-, caminé movido por la curiosidad, y por primera vez llegué a percibir el olor a marihuana que se esparcía por el aire como la cosa más normal –aunque en un momento pensé que se trataba de un condensado aromático de sobacos que no respetaba las vallas de los polos y polares negros de quienes causaban dicha aromatización en el ambiente-.

Aquella vez escuché cosas sueltas de Daniel F, The Guess Who, MC5, The Velvet Underground y Uhria Heep; pero mi atención se centró en el What should I care? que provenía de unos parlantes con bordes de madera. Me acerqué para preguntarle al pata, que vendía los discos y cassettes, quién era quien cantaba, y este me respondió de que se trataba de Pete Townshend, que era 5:15, del Quadrophenia, ¿del Quadro...qué?, Quadrophenia. No sé por qué pero me gustó bastante ese nombre y mientras hablaba con Danny –nombre del pata- de una variedad de cosas musicales desconocidas para mí ya que estaba atado –en aquel entonces, ¿quién no?- a la música de Nirvana, Blind Melon, The Cure, Guns’ N Roses y demás, así es que aprovechando que el cassette del Quadrophenia estaba al alcance de mi presupuesto, me lo llevé.

Una vez en mi casa me puse a escucharlo, lo habré escuchado tanto que la cinta terminó por desenrollarse, pero no me hice problemas, ya tenía en mi ADN auditivo casi todos los temas del Quadrophenia: Bell Boy, Cut my Hair, Drowned, I am the Sea, Is It in my Head, The dirty Jobs, The Punks metes the Godfather, The Real Me, etc. Así es que la próxima vez que fui donde Danny ya no iba en busca de Quadrophenia, sino esta vez iba con toda la intención de conseguir cualquier material de The Who. Quería saber todo y escucharlo todo de ese cuarteto formado por Pete Townshend (guitarra), Roger Daltrey (voz), John Enstwhistle (bajo) y Keith Moon (batería). Por ello, también guardo recuerdos alucinantes del Who´s next?, Tommy, The Who Sell Out.

Algo que también quiero comentar es la relación casi enfermiza con la que se le relaciona a este grupo con el tema My Generation, el cual lo habré escuchado más de mil veces y hasta ahora no le encuentro ni siquiera la más mínima gracia, pero no me hago problemas con ello, todo grupo tiene sus flaquezas, pero de lejos hay otros temas que lo superan. A lo mejor My Generation siga siendo referencial por el aura que significó para la generación en la que fue gestada, imagino.

De lo que sí estoy seguro es que mi predilección enfermiza por Quadrophenia se debe a que ella llegó en su momento justo, me agarró en plena adolescencia, y quizá por ello este apego que dura hasta estos días se deba a que Quadrophenia es una ópera rock -me encanta la ópera- que retrata el mundo interior convulsionado de Jimmy –un adolescente cualquiera de los suburbios ingleses-, patentizado en una obvia conducta anárquica. Todos llevamos un Jimmy dentro.


lunes, noviembre 13, 2006

Las Variaciones Goldberg

Tengo la suerte de tener un gran amigo llamado Mauricio Carbajal –el mejor pianista del Conservatorio Nacional de Música-, quien de alguna u otra manera, siempre se las ingenia para brindarme alguna opción musical distinta que no solo se circunscriba a mi desenfrenado gusto por el rock sesentero y setentero. Gracias a él es que he podido conocer piezas de una gran valía personal como La catedral sumergida, de Claude Debussy, o el valorar a músicos como Mahler, Stravinsky o el cimentar aún más mi desafecto por todo lo que escuche de Brahms.

Pero algo que sí le debo y que no sé hasta el día de hoy cómo pagarle, es el haber conocido una de las piezas que no dejan de acompañarme en mis noches de insomnio –pensé que lo había superado, pero el sueño normal me duró a lo mucho una semana-, pues bien, me refiero a Las Variaciones Goldberg.

Recuerdo que Mauricio vino un día a mi casa trayendo ingente cantidad de discos, yo estaba sentado frente a la PC revisando unos artículos bajo la asesoría de Nesho, mi gato –que en paz descanse el travieso-, y él, sin ni siquiera decir Hola, me dijo que tenía que escuchar de todas maneras una joya. Dejé de lado mis quehaceres, coloqué el CD y empecé a dejarme llevar por el ritmo de los teclados. Para ese entonces, ya había escuchado otras versiones de LVG, las mismas que no me habían gustado para nada, pero la que estaba escuchando tenía algo que las demás no tenían: ofrecían un toque de pasión y entrega que hacían que la melodía se moviera como un susurro malicioso en mi sana conciencia. La versión que escuchaba era ejecutada por el pianista canadiense Glenn Glould, y por lo que me contaba mi pata, se trataba de una segunda versión ya que en 1955 Gould había grabado la primera de LVG, pero que esta tenía algunas imperfecciones, pero años después, en 1981, Gould realizó la versión que terminó por quedarse en el imaginario millones de melómanos. Así es que no lo dudé ni un instante y grabé el CD en la memoria de mi PC. Horas después Mauricio se retiró y me quedé con Nesho escuchando una y otra vez esta extensa pieza, y como una cosa lleva a otra, y para completar el Nirvana sensorial, Nesho me alcanzó un poco de la marihuana que tenía entre sus afiladas garras, en esos años teníamos provisiones que nos duraba siglos. Aquellos tiempos.

Como se sabe, hay varias historias que se tejen alrededor de la creación entre La Variaciones Goldberg y Bach, algunas nuevas han aparecido en estos años, pero yo me quedo con la que se ajusta más a una realidad literaria, o sea, mucho más exquisita y oscura, la que te permite esbozar la idea de algo que pueda plasmarse en papel.

La historia cuenta que Hermann Carl von Keyserlingk, conde de Sajonia, encargó a Bach la composición de una pieza ya que este padecía de insomnio y deseaba a cómo de lugar algún tipo de sosiego para sus noches en blanco, la misma que sería ejecutada por el clavicembalista Johann Gottlieb Goldberg (he allí el origen de cómo conocemos a estas variaciones), y Bach no tuvo otra que hacerlo puesto que este conde era una especie de mecenas que también le había ayudado en su carrera musical. Y también sumemos el detalle que el joven Goldberg era alumno de Bach. Como se ha dicho en una ocasión, esto parecía ser una especie de confabulación contra el inocente Goldberg quien tenía que soplarse las madrugadas ejecutando la pieza que llevó el nombre de "Aria con Diversas Variaciones para el Clavicémbalo con 2 manuales," pero ya nadie se acuerda de ese nombre.

Lo cierto es que mis madrugadas de insomnio las paso escuchando en repeat esta composición, prácticamente me tengo calculado el momento en el que se va a dar cada movimiento, pero eso sí, siempre bajo la ejecución de Glenn Gould puesto que si esta pieza sobrevive y sobrevivirá se debe al toque y nuevo enfoque que le dio este pianista canadiense.

Pero estoy seguro que en algún momento todos hemos escuchado parte de esta sempiterna composición. Para muestra un detalle, o mejor dicho, una pregunta con implícita respuesta: ¿se acuerdan de El silencio de los inocentes, cuando tienen enjaulado a Hannibal Lecter en un edificio de Chicago, en el que tiene muchos dibujos de Clarice sobre su mesa?

Dato aparte, durante toda la presentación de mi novela –noviembre de 2005- se tuvo a esta pieza musical como banda sonora de la misma, y mi furia casi se desata cuando uno de los presentadores –que no fue Alonso Cueto, indudablemente- me preguntó si se trataba de Richard Clayderman. No me enfurecí por el hecho que no sepa de Las Varaiaciones Goldberg sino por el haberlo confundido con un imbécil cuya música se escucha en aeropuertos, ascensores y recepciones. En fin.





Video, Glenn Gould, parte de Las Variaciones Goldberg.

sábado, noviembre 11, 2006

Antonio Orejudo

Antonio Orejudo es uno de los narradores españoles más originales hoy en día. Tuve la oportunidad de conocerlo hace ya varias semanas en una de las charlas que organiza el activísimo Centro Cultural de España; lamentablemente –en ese instante- no podía tener ni siquiera una idea clara de lo que era su literatura, pero como persona me cayó muy bien y no era muy difícil colegir de que se trataba de una persona que hacía gala de una envidiable formación literaria sustentado –como tiene que ser- en el amor por la lectura. Entre muchas de las cosas interesantes que dijo me quedo con la siguiente: “no concibo a persona alguna que se dedique a escribir si es que no ha leído El guardián en el centeno.”

Guardo mucho cariño por esa deliciosa novela de Salinger, la leí a una edad idónea y el escuchar una referencia dicha con tanta convicción y pasión hizo que volviera a releerla en estos días, dejándome una sensación agridulce que me llevó a cuestionarme el por qué había tenido esta novela tan olvidada en mis relecturas, y encima esta se encontraba en la sección chauchilla de mi biblioteca, algún día hablaré de esta sección chauchilla y de los libros que la conforman.

Lo que hice días después de las charlas dictadas por Antonio Orejudo fue el buscar sus libros, así es que el primero que leí fue una novela editada por Tusquets, Reconstrucción. A primera impresión se trata de una novela histórica ambientada en el siglo XVI en pleno auge del protestantismo y el aplacamiento proveniente del clero católico. Sin embargo, lo que parece ser no es porque a medida que se avanzan las páginas esta se aleja de las taxonomías de lo que es una novela histórica ya que el orden de los datos y sucesos no están sujetos a un orden cronológico, sumado a que por el carácter universal de su contenido este escapa al suceso histórico retratado, y esto obedece a que las tribulaciones del protagonista Bernd Rothmann no son más que un pretexto utilizado por el autor, quien a través de un lenguaje sencillo –difícil de lograr, por cierto- mueva con sutileza los temas que hoy en día ponen en jaque a la sociedad contemporánea. Y lo que pocas veces he visto en novelas es que esta deja un mensaje moral que nos lleva a autocuestionarnos, empero es necesario decir que este mensaje moral no es un punto que sume a la inteligencia con que Reconstrucción está narrada y cuyo desenlace rinde tributo a los recursos de los juegos de espejos, intercambio de identidades, recursos estos muy ligados a la tradición de las novelas enigma.

Ventajas de viajar en tren es la otra novela que leí de este autor, en edición de Punto de Lectura. Esta es totalmente distinta a Reconstrucción. En ella tenemos a Helga Pato, una mujer que acaba de internar a su esposo, un famoso escritor, en un psiquiátrico, y quien al regresar en tren a su casa se topa con un sujeto que la aborda con la pregunta ¿Le apetece que le cuente mi vida? y ella, como para matar el aburrimiento de un largo viaje, decide escuchar la historia de este estrambótico personaje, pero lo que posiblemente derive en un creciente aburrimiento de la mujer troca en un interés no solo por todo lo que este hombre le cuenta, sino también por él mismo, el cual la lleva a indagarse en sí misma, en todo lo que ha hecho y dejado de hacer en su vida. Las páginas avanzan y vemos entonces a una Helga Pato decidida a encontrar a ese hombre que la ha llevado a cuestionarse por medio de la introspección.

Como no me gusta contar los desenlaces de los libros que comento –porque eso es lo que hago, simples comentarios- puedo decir que con Orejudo no hay pierde, tanto en Reconstrucción como en Ventajas de viajar en tren notamos una feroz pero sutil crítica a la sociedad contemporánea –en general- sumida hasta el hartazgo en una olorosa parrillada de vanidades.

Si no me equivoco, creo haber visto en El Virrey, la mejor librería de Lima, Ventajas de viajar en tren.

Y en lo personal tengo que manifestar que entre todos los escritores que ha traído El Centro Cultural de España, Antonio Orejudo ha sido el que más ha destacado.


En la foto, Antonio Orejudo.

jueves, noviembre 09, 2006

Lo mejor de Rolling Stone

Cada vez que voy a feria de libro alguna experimento una desazón, como si mi entusiasmo no estuviera a la par de los otros lectores que pasean por los stands de las casas editoras o distribuidoras o librerías. A lo mejor puedo equivocarme en esta apreciación, pero desde hace un buen tiempo no encuentro alguna novedad que me satisfaga como lector.

No son pocas las veces en las que he tenido la sensación de estar viendo lo mismo en todos los stands; sin embargo, hay un stand que siempre se las ha ingeniado –al menos para mí- en ofrecerme libros que ahora son más que especiales, este stand es solo ferial, y francamente no sé cómo hacen los que lo administran para tener en sus anaqueles valoradas joyas de papel. Me refiero al stand El Aleph, en el que me consiguieron un volumen de crónicas de la que fue la revista más influyente en la segunda mitad del Siglo XX, me refiero a la revista norteamericana Rolling Stone.

Pese al título seco de Lo mejor de Rolling Stone (Ediciones B) no paré hasta terminar sus más de quinientas páginas. Quizá sea uno de los mejores viajes que he experimentado en años, en sus páginas brota harta calle, una poética de la esquina, un lenguaje desenfadado que no deja de ser en ningún momento objetivo.

Cada una de estas crónicas es prologada por el periodista que las escribió, en ellas cada uno refleja los pormenores del trabajo encomendado, la situación existencia –llena de desenfreno- en la que se encontraban, de lo riesgoso que era cumplir con esta revista, de lo bien que pagaba, pero el común denominador de estos testimonios es que todos, pero todos, deseaban escribir algo para esta revista. En algunos casos tuvieron que dejar a sus parejas en plena luna de miel, tuvieron que estar ausentes en la graduación de high school de sus hijos, o el dejar para después el jalar del gatillo ante tanta depresión.

Muchos de los periodistas que conforman este volumen llegaron a ser referentes fundamentales del Nuevo Periodismo, y todos ellos recalaron en esta revista fundada por Jann Wenner por el simple hecho que Jann siempre dio libertad total a sus reporteros siempre y cuando la historia le sea más que atrayente; lo cual explica que en ella Wenner haya cobijado una variopinta gama de plumas como Hunter Thompson, Tom Wolfe, Ken Kesey –hay que leer su extraordinaria novela Alguien voló sobre el nido del cuco-, Joe Eszterhas –guionista de la película Flashdance-, David Frickie, Robert Greenfield y muchos más.

Entre mis crónicas preferidas están la de Eric Erhmann, sobre ese grupo de drogos llamado MC5; la de Robert Palmer, en la que Brian Jones y William Burroughs disertan sobre la antigua música mística de Jajouka; la de Michael Thomas, sobre el auge y nacimiento del reggae, y varios más.

Creo que con algo de suerte puede conseguirse un ejemplar como este, a lo mejor nuevamente en El Aleph; vale la pena. Y sin querer, he vuelto a las páginas de esta biblia para encontrar la base que me ayude a tener una idea más clara sobre la crónica que me han pedido para una revista.

En la foto, Jann Wenner, fundador de la mítica revista.

miércoles, noviembre 08, 2006

Smoke


Cada fin de mes recibo la revista de cable y lo primero que hago –desde hace más de tres años- es revisar la sección de películas, en especial en la letra S, y buscar esa joya que para mí es Smoke, película dirigida por Wayne Wang y escrita por mi pata Paul Auster.

Todo nació cuando Wang estuvo leyendo un cuento de Auster, Auggie´s Wren Christmas, que apareció en el New York Times; pues bien, el chino norteamericano se contactó con mi pata para hacerle llegar la propuesta de llevar al cine dicho cuento, y en el que Paul tendría toda la libertad del mundo para hacer del guión lo que literalmente le venga en gana.

Recuerdo que Paul me llamó y nos fuimos a comer un chifita en San Felipe, él me contaba lo que pensaba hacer con el guión, de los toques y retoques que haría de la versión base, y bueno, terminamos nuestros sendos chifas mientras veíamos un partido de la Copa Libertadores.

Años después me doy con la sorpresa que la adaptación del cuento ya tenía forma y cuyo título comercial era Smoke. Esta es esa clase de películas en las que no pasa nada pero en la que ocurren muchas cosas; las actuaciones de Harvey Keitel (actorazo), William Hurt y Forest Whitaker (protagonista de Bird de Clint Eastwood) son más que memorables, y como en todas los libros de Auster se deja sentir el azar, Smoke no es ajeno a ese influjo, pero sazonado con discretas cuotas de ternura, casi todas estas escenas se desarrollan en la tienda de Auggie (Keitel), en donde matan el rato en cosas aparentemente inanes pero que al mismo tiempo hacen gala de un hechizo que yace en la dependencia de las relaciones humanas.

William Hurt hace el papel de un escritor que pese a tener un ritmo de escritura constante se encuentra bloqueado, es de aquellos que piensan –para bien- que la inspiración y el tema vienen escribiendo y no en la fatuidad de la contemplación. Pero algo es lo que quiebra el interior de Hurt, y esto apunta a que ha perdido a su esposa en un accidente de tránsito, o sea, es un hombre solo, vacío. Y por ende, no es de extrañar que sea en la tienda de Auggie en donde compensa las carencias emocionales que lo signan.

Pero la escena, la escena que se me quedará en la mente es la manera en la que Auggie le cuenta Hurt una anécdota que le ocurrió con una anciana ciega a la que llegó a conocer luego que ella lo confundiera con su nieto, nieto ladrón que asalta a Auggie y que en pleno forcejeo se le cae la billetera, y es por los documentos que hay en la billetera que Auggie llega a conocer a esta anciana, a quien le termina “robando” una cámara fotográfica, con la que suele tomar fotos desde su tienda ubicada en una esquina de Brooklyn, con la misma que tomó a la esposa de Hurt antes de ser atropellada.

Cada día estoy seguro que Paul tiene un pacto con el diablo, qué tal manera de hechizar.

Portada del DVD de la película, cortesía de Google, Imágenes.

martes, noviembre 07, 2006

Entrevista - Juan Pablo Meneses

Entrevista - Jorge Franco

Aviador Dro

- Oye, Gabriel, ¿has escuchado a los Kraftwerk españoles?
- ¿Cómo?, ¿qué cosa te has fumado?


Disculparán la ignorancia, pero acepto que no sabía nada de Aviador Dro. Pero más vale tarde que nunca, y como suelo ser un obseso por cualquier cosa que me llame la atención, no he parado en nutrirme de casi toda la discografía de este grupito español. Y mi impotencia crece al enterarme de que este grupo fue traído hace un buen tiempo por la gente que administra Yacana –disco bar en el que gira mucho prejuicio insultante, pero como buen habitue de discos, me atrevería a decir que es uno de los pocos lugares en el que siempre se pasa buena música-, tanto así que hay una foto enmarcada de este grupo en una de sus paredes.

Vayamos a Aviador Dro. Este grupo fue fundado por un grupo de jóvenes madrileños en quienes giraba la más variopinta gama de intereses como el constructivismo, el dadá, el espacialismo; difundidos en soportes como el fanzine, poemas visuales y artículos que lindaban con los tópicos de la ciencia ficción y el futurismo.

Estoy casi seguro que es una exageración calificar a este grupo como los Kraftwerk españoles, y ahora que lo pienso con mayor serenidad –son las 5:50 am-, se trata a todas luces de un despropósito; cierto es que AD recoge mucho del concepto musical de los alemanes, pero su onda va más, y desde siempre, por el pop electrónico, mientras que los Kraftwerk seguirán siendo tributarios del maestro Stockhausen.

Así es que si tienen la oportunidad de escuchar a este grupo, no la desaprovechen. Es muy pero muy bueno. Si gustan un buen tema, pulsen aquí.

En la foto, Aviador Dro.

domingo, noviembre 05, 2006

¿O polvo salvaje con desconocida o polvo de amor con salvaje conocida?

Confieso que Julio Medem es uno de los directores de cine a quien trato de seguir cada vez que película alguna suya se proyecta en Lima. Recuerdo bien que me animé a seguirlo ni bien terminé de ver su mejor trabajo, La ardilla roja. Y recuerdo bien que me enamoré por tercera vez de Emma Suárez – platónicamente, claro está-.

Luego llegaron la poética Vacas, Tierra –creo que es necesario que se vuelva a proyectar esta película ya que esta contiene el gran recurso que siempre ha estado presente en la obra de Medem: el azar- y la bien comercial Los amantes del círculo polar.

En ninguna de estas películas hay pierde, estas tienen la cualidad de dejarnos “un algo más” luego de verla, lo cual es todo un logro puesto que se divorcia de la vacuidad de las películas que por desgracia copan nuestra cartelera, la misma que hace alarde de ser una de las más misias en América Latina.

Pero es con Lucía y el sexo que llegué a encumbrar a Medem en mi lista de directores favoritos. Es una película que supera sus defectos técnicos y que no decae ante el pésimo soporte en el que fue filmada –el digital-, puesto que en ella prevalece una historia conmovedora en un marco lleno de sordidez e impotencia.

Son varios los temas que se desprenden, uno de ellos está asociado al tema del sexo -que es el que rige toda la trama pero en ningún momento cae en lo grotesco ni mucho menos coquetea con lo pornográfico- la paternidad, los encuentros y el amor.


Pero como toda película que me gusta tiene escenas que me conmueven, esta se dio en la escena en la que Lucía (Paz Vega) y Lorenzo (Tristán Ulloa, quien llevará al cine la novela Pudor de Roncagliolo), protagonistas, yacen desnudos en la cama cuando ella le hace la pregunta que da título a este post, la cual encierra la filosofía de vida de Lucía y su apuesta por el amor que espera todo sin pedir nada a cambio. Pues bien, que no se me catalogue de morboso porque no lo soy, pero afirmo que después de escuchar esa pregunta no volví a ser el mismo, me convertí en un hombre nuevo, y vale decir que las cosas son mucho más gratificantes, tanto en el sexo como emocionalmente, y bueno, cada quien con su rollo, pero en lo que a mí concierne tengo que manifestar que no me puedo quejar.

También es de antología la escena en la que ella se le declara a Lorenzo en un bar, justo después de estar hablando con su editor. Y esto me lleva a pensar en otro de los grandes temas que últimamente recorren en el cine, la literatura, la música y el teatro, por supuesto, me refiero al mundo interno del escritor y su manía por atrapar una historia.

PD: Volviendo al tema de la declaración de Lucía, ellos se van de juerga a una discoteca en la que se escucha Mr Hyde visita al túnel del amor, de Alaska y Los Pegamoides, por lo tanto, agradecería si se me dice en qué disco está, lo estoy buscando vesánicamente.




sábado, noviembre 04, 2006

Revista Aeropuerto

Acabo de recibir un mail de Rafael Robles Olivos comunicándome la aparición de la revista virtual Aeropuerto. Ya le di una chequeada y para ser el primer número me parece que está más que bien e interesante. Entre las colaboraciones destacan las de Fernando Iwasaki, Santiago Roncagliolo y la de Johann Page. También quiero comentar el buen texto del mismo Robles Olivos sobre las muertes de las ya leyendas Carlos Oliva y Josemári Recalde.

Pues bien, cada uno a su manera es dueño de una voz poética personal en la que confluyeron la experiencia de vida y ciertas lecturas; si bien es cierto que la muerte truncó sendos procesos creativos, creo que es menester que empiece a hablarse más de los muy buenos libros que dejaron.

En fin, una interesante revista, idónea mientras se escucha música, se lee, se fastidia por el messenger, o sea, como pasar el rato.

Estoy dándole vuelta a la idea de hacer un post sobre el grupo español Aviador Dro, y en vista que no encuentro una imagen para el post de Aeropuerto, he decidido pegar un video de este grupazo titulado Himno Aéreo. Cortesía de La Caverna.




Allen Ginsberg

Habré tenido unos dieciocho años para cuando me vi envuelto en la poesía de Ginsberg. Y como las buenas cosas en mi vida siempre han llegado gracias al azar, Ginsberg es, de hecho, parte de esas buenas cosas.

Había escuchado de él a través de Hildebrando Pérez Grande –poeta y una de las personas que me hizo valorar a la poesía y a los poetas, a disfrutar del hechizo de las palabras- en una de las sesiones del ya legendario Taller de Poesía en la universidad de San Marcos – me pregunto qué poeta que se precie de serlo no habrá pasado por dicho taller, si el cálculo no me falla, me atrevo a decir que es el lugar de paso obligado para todos-, la misma que es codirigida por el ya nombrado Pérez Grande y Marco Martos.


Y como nunca he sido, por alguna maldita razón, aficionado a las fotocopias, decidí buscar Aullido, aunque me habían advertido del fracaso de mi intento, pero la búsqueda me llevó a conocer un pequeño espacio del centro de la ciudad marcado por su aura de leyenda, en la que los aullidos nocturnos no eran precisamente los poéticos. Pero de Quilca espero hablar en alguna ocasión.



Lo que sí sé es que tuve un ejemplar de Aullido después de muchos meses de búsqueda, en la librería El Virrey estaba agotado, y lo encontré en una tarde de sol en el lugar en el que siempre he encontrado genuinas joyas librescas –si es que se tiene la paciencia de buscar, más una considerable ausencia de prejuicio-, en el que tengo a buen proveedor que no me perdona que lo haya colocado en mi primera novela; pues bien, fue en Amazonas en donde a precio de ganga compré Aullido en las clásicas portadas negras de Visor.

Habré leído Aullido en incontables ocasiones, es un extenso poema que encierra un ritmo sostenido, pero el ritmo sostenido no sería nada si en esa fuerza poética que encierra muchas ramas que se disparan y yacen en crisoles poéticos poco frecuentados, los cuales adquieren un vitalismo que no se traiciona, sino que este se desprende en diferentes campos simbólicos que encierran un mensaje de amor y libertad, de tolerancia; sumidos en la espontaneidad y la frescura. Aullido es también el reflejo de la rebeldía y la negación de toda convención moral impuesta por la sociedad, factores que definieron a su generación, la conocida Beat Generation.

Aullido es para mí el texto que encierra una suerte de rabia existencial y desgarradora, y más allá de lo que significó y significa este poema, este logra un mayor alcance puesto que siempre estuvo sustentado por un vida alejada de la pose, de la ignorancia.

Hace unas semanas vi un documental en el cable en el que aparecía Allen bailando, dando vueltas sobre un círculo blanco rodeado de nativos vietnamitas, en testimonio tajante de lo que un alucinógeno en base a la amapola puede hacer. Como para no olvidarlo.

Video, Ballad of the Skeletons. Cortesía de La Caverna.

jueves, noviembre 02, 2006

Alan García, ¿eres o te haces?

En estos primeros días del mejor mes del año aprovecho en darle unas hojeadas a varias novelas que me piden un retorno a sus páginas, por ello, he pasado tardes placenteras releyendo pasajes de La mancha humana, de Philip Roth; Clandestino, de James Ellroy; Una nueva vida, de Bernard Malamud; y Los años inútiles, de Jorge Eduardo Benavides. Pues bien, esta última novela – la mejor del autor y la que hay que leer si es que aún no se ha hecho- retrata al APRA sin ninguna mirada complaciente, Benavides contextualiza su novela en esos años en los que el desastre e incapacidad fueron las marcas registradas del gobierno de quien hoy –increíblemente- es nuestro presidente.

Y es de nuestro presidente de quien quiero hablar algunas cosas y así tener tranquila la conciencia, además, siempre es bueno desfogarse.

Como sabemos bien, estamos pasando meses en los que el “hueveo” es el medio por el que muchas personas ven con buenos ojos el gobierno de este señor. Prácticamente falta poquito para que nos olvidemos de las acusaciones que aún pesan contra él, y ese poquito puede concretizarse en cualquier momento porque ya todos hemos olvidado que el vicepresidente Giampietri tuvo participación activa en la matanza de los penales acaecida en 1987, y que en la actualidad es quien defiende la amnistía de los integrantes del comando paramilitar Rodrigo Franco. O sea, estamos ante un presidente que no tiene mancha alguna.

Espero no cometer infidencia alguna, pero hace unos meses un buen amigo –aprista autocrítico- me invitó, junto a otros escritores y artistas, a una charla con quien fuera el presidente del INC durante el primer gobierno de Alan. Entre muchas de las cosas que se hablaron me pude dar cuenta que el partido de la estrella no tenía ni la más mínima idea de lo que en el campo cultural quería hacer, lo cual refleja la carencia de voces intelectuales jóvenes del partido más organizado, y el único que habló estupidez y media entre los convocados resultó ser el número 2 de la juventud aprista. Recuerdo que mi opinión en esa reunión apuntó en, de una vez por todas, erradicar el analfabetismo. Y ahora que han pasado los meses me sorprende que entre los objetivos de García sea el de erradicar en analfabetismo cuando este, ni por asomo, estuvo en sus propuestas electorales. ¿Alguien dijo que tengo que pasar por cajatambo?

Pero no quiero perderme en el capricho de mi digresión. Lo importante es que se están obviando temas importantes como la revisión del contrato con Telefónica, el caso de las empresas mineras, la lentitud del proceso de extradición del nipón sinverguenza, etc. Todo esto queda en segundo o tercer plano cuando García coloca temas como la pena de muerte –de por sí importante-, primero contra los violadores de niños, y ahora con los terroristas. ¿Es realmente importante?, creo que sí, pero no es la prioridad.

Sin embargo, la política del “no me critiques” me parece de lo más execrable. Hace unos días nuestro “querido” presidente declaró que los resultados económicos se verán en un par de años, o sea, bajo esa lógica se pretende que no se diga nada en relación al estancamiento en el que estamos, que no hay que alterar los procesos y que estemos quietitos en espera de esos frutos de las gestiones que está haciendo su tan aprobado gobierno. No seas tan obvio, pues. ¿Crees acaso que la gente no tardará en darse cuenta?, ¿crees que el embelesamiento dura mucho?

En la foto, una inocente palomita.

Pablo Guevara (1930 - 2006)


CANTO XI
LAS TORTUGAS

Ajenas a la vida de la justicia y la injusticia
y bajo los cielos rojos las tortugas pasan
con su casa de mil lados a cuestas…

Pasan, ignoradas de los hombres, las arrugadas
que nunca estuvieron presentes en los asesinatos;
en tanta noche humana son la imagen feliz
de polícromos palacios y cabañas
que nunca han hecho sombra a la existencia;
pasean, comen, procrean, van a dormir,
en las concavidades de las playas calientes
escuchan la voz de palmeras, sueñan.

(De Los habitantes)

En la foto, Pablo Guevara. Tomado de Puente Aéreo

miércoles, noviembre 01, 2006

New Order

New Order es un grupazo. Cada vez que voy a una discoteca espero con ansias que el DJ de turno ponga alguno de sus temas, y mis expectativas no menguan ante cada la llegada de una nueva producción; es por ello, que me sorprende que no se haya escrito o comentado – ninguna reseña apareció en medios peruanos, si no es así, las disculpas del caso- sobre la última producción Waiting for the Sirens' Call; la misma que no es la gran cosa, pero sirve para saber en qué andan los ex Joy Division.




Lo que sí puedo decir es que pese a ser en conjunto una producción irregular, WFTSC mantiene ciertos puentes con producciones como Blue Monday y Technique, pero aún así no llega a cuajar del todo. Y pese a estos “defectos” siempre es bueno y reconfortante encontrarse y perderse un rato entre los acordes del bajo de Peter Hook y compañía.

Video, Waiting for the Sirens' Call, cortesía de La Caverna.

Hunter S. Thompson



Resulta que hay escritores a quienes descubres gracias al azar. Recuerdo que estaba dando vueltas por las contadas librerías de San Isidro, buscando alguna novedad que justifique las tardes de mi fin de semana, y no encontraba nada que me llamara la atención, tanto así que pensaba en regresar al lugar del que siempre me he nutrido de libros: Amazonas. Y cuando estaba a punto de hacerlo, me topo con un título que llamó mi atención: Miedo y asco en Las Vegas.

Estaba viendo los lomos de las novelas de la editorial Anagrama, y quise hojear un antiguo título de Pedro Lemebel, pero este se me cayó de las manos, lo cual produjo un espacio vacío en la hilera de libros del anaquel – ninguna librería se salva de la mala costumbre de colocar centenares de libros detrás de los libros elegidos que se muestran al “ávido” público lector- y mi mirada quedó clavada en el título del lomo que a la postre terminé llevándome.

Son muchas las cosas que me dejó la lectura de Miedo y asco en Las Vegas, pero ahora me gustaría resaltar algunas de ellas. En esos años se estaba viviendo lo que ahora se vive en el ambiente literario: lo bajo que ha caído el realismo sucio. El gran prejuicio que existe alrededor de esta tendencia, muchas veces las críticas que recibe son justas, es que hay mucha desinformación y prejuicio alrededor de esta opción. No se duda en decir que cualquiera lo puede hacer, que no hay nada más fácil que el retratar el lenguaje coloquial, el cual condimentas con algo de anécdota y listo. Pues bien, no es tan fácil como se piensa ya que el realismo sucio tiene muchas ramas de influencia, y me basta a citar a Louis Ferdinand Celine, Henry Miller y John Fante como muestra tajante de sólida base literaria. Miedo y asco en Las Vegas me hizo creer en una opción que hasta el día creo y por la que no dudo en pregonar filiación.

Otra de las cosas que me dejó esta lectura fue el descubrir y estudiar los cimientos del estilo Gonzo, en el que predomina el punto de vista del narrador que es partícipe de la acción que cuenta, y esto no es más que un compromiso irrefutable con el oficio. Cada escritor tiene un grado de compromiso con su trabajo, lo cual es respetable, pero en pocas ocasiones he visto ejemplos tan desgarrados como el de Hunter, cuya obra siempre ha estado por encima de sus ya conocidas juergas como reportero de Rolling Stone - cuando RL era lo que era, no lo que es hoy-, o de su adicción a la cocaína –pero adicción de verdad, no como aquellos que lucran de ella para cimentar su aura de genios incomprendidos en Jacarandá (agarra esa flor)-, o de su ya conocida inclinación por la violencia.

Claro, como somos morbosos siempre nos fijaremos más en estos aspectos de su vida, interesantes, por cierto. Pero también es bueno cruzar el aura de leyenda para recalar en sus páginas, y ver toda la poesía que sigue emanando ante tanto desenfreno escrito desde su máquina de escribir.

En una entrevista que le hago al buen cronista Juan Pablo Meneses, este, entre muchas cosas, declara algo muy importante con relación a todos esos seguidores de Hunter y del tan maltratado estilo Gonzo. Sería bueno echarle una miradita.

Miedo y asco en las Vegas me llevó a Los ángeles del infierno, ambos escritos en la parcela de la crónica; pero también he leído al Hunter novelista, por ello, si aún pueden encontrar El diario del ron, sería bueno leerlo pese a que no es su obra más lograda, pero que a la vez ofrece las luces claras de su dominio de las técnicas narrativas heredadas de Mark Twain y Melville.

En la foto, Hunter S. Thompson ante su máquina de escribir.