martes, mayo 31, 2011

Nos perdimos la revolución


El artículo Empobrecimiento de Enrique Vila-Matas, publicado en El País la semana pasada, ha generado muchísimos comentarios. A favor y en contra. En lo personal, fue una cachetada a la pobreza no solo de lenguaje, también de pensamiento, que hoy en día vemos en las redes sociales. Obviamente, no todos los que tienen una cuenta virtual, ya sea en Facebook o Twitter, son propensos a mostrar esta suerte de indigencia.
Facebook y Twitter son poderosas herramientas de comunicación. Sin estas, por ejemplo, no hubiéramos vivido -centrándonos un toque en el plano local- el éxito de la marcha contra el fujimontesinismo, llevada a cabo la semana pasada. Además, reconozco, sí, que algunos debates en Facebook me han enseñado mucho.
Ahora, me fastidia  que estas redes sociales nos hayan convertido en opinólogos de todo, sin reflexionar, dejándonos llevar por ideas demasiado elementales. Cuántos malentendidos he visto por el simple detalle de leer mal, de forma apurada. Si a esto le sumamos la innata piconería de no querer perder una discusión...
El presente artículo de EV-M es, a mi entender, una explicación (y respuesta) a aquellos que lo criticaron sin haber hecho lo básico: leer bien su artículo de días atrás.

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Recuerdo la noche de finales de los sesenta en Barcelona en la que un conocido intelectual de aquella brillante generación de los Barral, Biedma y Marsé se obsesionó de pronto, apoyado en la barra de un famoso bar de la ciudad, en saber quién había inventado la palabra revolución.
A la mañana siguiente, decidí buscar por mi cuenta al inventor de la palabra. Un libro, que me ha acompañado durante años y que me ha resultado siempre de una utilidad fantástica, Diccionario de símbolos, de Juan-Eduardo Cirlot, me echó oportunamente una mano y, gracias a él, pude saber que en realidad la revolución era tan antigua como el hombre. La entrada "revolcamiento" explicaba que el acto de revolcarse en el suelo, especialmente sobre el barro o agua pantanosa, formaba parte de la terapéutica primitiva universal y se hallaba también en prácticas mágicas, en las cuales el hombre necesitaba revolcarse en tierra para levantarse transformado en lobo.
En todos los casos (piénsese en las acampadas de la Spanishrevolution, por ejemplo, con su necesidad de vivir tan cerca del suelo), se supone que el contacto de la tierra favorece unas posibilidades latentes, sea en el cosmos, en el hombre o en su espíritu: el deseo de curación, de metamorfosis o de lluvia responde al anhelo general de inversión (trastornar un orden dado y sustituirlo por su opuesto). Revolcarse es, pues, uno de los actos sacrificiales que se considera que pueden provocar o facilitar la inversión, el cambio de circunstancias y de corriente vital.
En mi artículo Empobrecimiento del martes pasado, intenté darme un revolcón en medio del mismísimo fango de la Spanishrevolution, tan justamente crítica con el mundo de los políticos españoles. Precisamente porque las acampadas árabes de nuestras plazas son eminentemente críticas, pensé que ser crítico con nuestros revolucionarios (en aspectos como la tendencia, cada día mayor, a hablar como en los tuits) les podía sentar bien a todos, pues a fin de cuentas no hay mejores críticos que aquellos que entienden que es positivo que también se les critique a ellos. Pero no fue así. Empobrecimiento recibió adhesiones interesantes de gente que aprecio mucho, pero leí también tuits de desconocidos -algunos muy amables e inteligentes, y otros no tanto- que estaban en contra, enfadados. Lo curioso es que muchos no habían leído el artículo entero y tan sólo conocían la frase que EL PAÍS destacó del resto del artículo y en la que se hablaba de ciertos atentados de los tuits a la complejidad que siempre fue proverbial para leer el mundo. Las palabras tuits y atentado debieron de prender como una llama y el hecho es que de pronto no sé cuántos indignados comenzaron a protestar y al mismo tiempo a delatar, con sus palabras centradas exclusivamente en 17 palabras de mi artículo, que habían leído sólo la frase que el periódico, al separarla del contexto, había convertido en una especie de tuit mío. O sea que es verdad, me dije, que hay gente que sólo es ya capaz de percibir y de leer tuits.
Cuando opino de literatura, no muere nadie. Pero en cuanto hablo de un asunto más pantanoso y emito alguna opinión (ya se sabe que no son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas), se arma una buena jarana. Creo que, en todo caso, el otro día me equivoqué al generalizar porque, claro, hay tuiteadores muy interesantes también y un entramado de tuits puede alcanzar, después de todo, una apasionante complejidad. Pero el nivel de los acampados españoles parece el mismo que el de aquella articulista que habló hace una semana del movimiento de los indignados en términos de una cursilería sonrojante y no obtuvo más que aplausos masivos. ¡Cómo eché en falta a un Josep Pla ironizando acerca de esto y aquello: "La revolución sólo es un cambio de personal"!
Así están las cosas. Todo el mundo cree saberlo todo sobre fútbol o sobre tuits, pues lo consideran algo suyo e intocable. Si hablas de Henry James, todo es, en cambio, un remanso de paz. ¿No debería, al menos de vez en cuando, ser al revés? No sé, pero creo que si no se empieza por tener sentido crítico propio, mal irán las acampadas de nuestro doméstico ensayo español de revolución.
Cité en Empobrecimiento a Tony Judt y su impresionante libro El refugio de la memoria, y creo que es imprescindible que algunos acampados se tomen la molestia de acercarse a él, aunque sólo sea para conocer el origen de la palabra revolución, término para nosotros adscrito en realidad a la que consideramos la Revolución con mayúsculas, algo que (por lo de 1789, supongo) entendemos que sólo puede ser francés. Quizás por eso el famoso Mayo de nuestros vecinos nos pareció a todos "una revolución de verdad", una señora revolución, aunque Judt no llegó a verla ni siquiera como un revolcamiento, la vio, como máximo, como un revolcón de tercera categoría, sin fango siquiera: "Incluso entonces me resultaba difícil creer que debajo de los adoquines estuviera la playa y aún más que una comunidad de estudiantes descaradamente obsesionados con sus planes de viaje para el verano pretendiera seriamente derrocar al presidente De Gaulle y su V República".
Sea como fuere, dice Judt, al final no ocurrió nada y todos se volvieron a casa. Encima, la gente de su generación no cayó en la cuenta de que aquel mismo año del 68 hubo revoluciones más serias en Polonia y Checoslovaquia, aunque sólo fuera porque en esos países los jóvenes en lucha corrían peligro de expulsión, exilio y cárcel por sus ideas e ideales. Fueron los estudiantes rebeldes de Europa central quienes en aquel verano del 68 acabaron por minar, desacreditar y derrocar no sólo un par de deteriorados regímenes comunistas, sino también la idea misma del comunismo: "Protestamos contra las cosas que no nos gustaban, y estuvo bien que lo hiciéramos. Al menos desde nuestro punto de vista fuimos una generación revolucionaria. La lástima es que nos perdimos la revolución".

Autobiografía explosiva


En librerías limeñas puede encontrarse A la caza de la mujer, último libro de James Ellroy, el demonio de la literatura norteamericana.
Sobre esta autobiografía, en la que este corrosivo autor vuelve al tema en el que yace su poética, escribe José María Brindisi en ADN.

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Cuesta definir, si existen, los límites de una autobiografía. Pero lo que resulta indudable es que, más allá de la cuestión confesional, del ajuste de cuentas, del deseo y a menudo la necesidad de revisar la propia vida, y más allá de la excusa que suele demonizar a los editores (que están ahí todo el tiempo presionando a sus autores célebres para que se sienten y escriban, en particular si han tenido una vida signada por la polémica o el escándalo), lo cierto es que hace falta una buena cuota de jactancia para decirse a uno mismo y a los demás: "Aquí estoy, éste soy yo: conózcanme, que el viaje vale la pena". Cualquiera que haya leído al menos tres frases sueltas de una entrevista a James Ellroy entenderá de inmediato que no carece en absoluto de esa característica, y quizá entonces se entienda la anomalía de que haya escrito no una autobiografía, sino dos. Por ahora.
La primera autobiografía de Ellroy, una de las plumas más explosivas de la literatura contemporánea, llegó demasiado temprano, antes de que cumpliera los cincuenta. Se llamó Mis rincones oscuros y tomaba como punto de partida el asesinato de su madre, en 1958, cuando él tenía apenas diez años. Un crimen que nunca se resolvió, al que dedicó una parte importante de sus días y que sin duda es la raíz de sus elecciones posteriores, en especial de su oficio. Una autobiografía zigzagueante, singular, casi una novela, en la que los sentimientos estaban pudorosamente escondidos bajo el manto protector de la ficción. En más de un sentido, A la caza de la mujer viene a subsanar esa falta, con el personalísimo modo en que Ellroy suele trabajar sus materiales, es decir: cuanto más sabemos, más tenemos la sensación de que la realidad se nos escurre entre las manos.
El título original del libro, The Hilliker Curse , enfoca claramente la cuestión. Y aunque el autor nacido en Los Ángeles pretenda valerse del apellido de soltera de su madre para distanciarse y hablar de ella a cada rato como Jean Hilliker, jamás permite que olvidemos que de eso se trata. La "caza" del título en castellano es, en definitiva, la manera en que cada momento, cada hecho, cada relación en la vida de Ellroy estuvo enfocada a recuperar la figura de una madre que se esfumó cuando él era sólo un chico. Ese fantasma, esa omnipresencia revive en todas las mujeres del mundo: aquellas de las que se enamora, con las que se acuesta, las que desea a la distancia, las que imagina. En qué medida es sincero, hasta dónde extrema sus obsesiones en favor de su literatura, es algo imposible de juzgar, y acaso no corresponda. Sin embargo, las cosas rara vez son únicamente lo que parecen; la verdad es que Ellroy siempre ha mantenido, junto con su discurso pendenciero y la incontrastable crudeza de sus historias, una relación estrecha y en esencia noble con las mujeres, incluso podría hablarse de una dependencia. Basta recordar a Bud White, uno de los protagonistas de L. A. Confidencial , aquel soldado en defensa de las mujeres maltratadas. Y otra vez con un pie en la realidad, las dedicatorias de sus libros marcan también el rumbo: a su primera esposa, a la segunda, a su pareja actual (con la que sólo lleva unos cuantos meses, pero: "Me dirijo a ella con la fe de un creyente de toda la vida").
Hay un aspecto, con todo, determinante en cuanto al tono y a la sustancia de esta segunda autobiografía, y es lo que Ellroy llama La Maldición. Un par de meses antes de que la asesinaran, su madre se apareció con un regalo y de inmediato le preguntó -poco diplomática o poco inteligente- con quién deseaba vivir: si con ella o con su padre, de quien se había divorciado recientemente. El pequeño Ellroy había visto cómo su familia se desintegraba, y a pesar de las fanfarronadas de su padre, que entre otras cosas declaraba haber sido amante de Rita Hayworth, era evidente que se trataba del más débil de los dos. Ellroy hijo lo prefería por ello, y de a ratos se enfurecía con su madre: "La odiaba porque la deseaba de maneras inconfesables", confesará sin embargo el mirón perverso y a la vez casto -en su fidelidad- muchos años después. La elección era obvia. El premio fue un cachetazo, que lo dejó boqueando y deseando secretamente la muerte de su madre. El sentimiento perduró. Su madre tuvo el fin que ya conocemos.
A la caza de la mujer es, entonces, la canción de amor abierta y definitiva de Ellroy, y a la vez el modo descarnado en que se desnuda y asume la lucha con sus fantasmas. "En aquel entonces era un Ellroy; hoy soy un Hilliker", dice, convencido de que su pareja actual, la escritora Erika Schickel, lo ha arrancado de las sombras. A través de las páginas del libro, el autor de la reciente y harto premiada Sangre vagabunda -el cierre de la ambiciosa Trilogía Americana- se muestra con frecuencia no sólo como un asesino arrepentido, sino también como un salvaje que ha vivido demasiadas vidas y que ahora va en busca de la redención. No parece, hay que decirlo, una sobreactuación hipócrita, como la de tantos rockeros que ahora, agotados y temerosos de la muerte, se espantan ante la sola idea de que alguien tome cocaína. Más bien se asemeja al gesto introspectivo del Mike Tyson de los últimos tiempos, ese que no tiene empacho en mirar atrás y llamarse "cerdo, farsante", y que sólo busca respeto. Ellroy no llega a tanto, cierto. Es un escritor que sabe que pudo haberse vuelto loco, y que reconoce en sus obras un modo de suturar las heridas del pasado.
El libro sirve para descubrir que Ellroy es, hasta cierto punto, apenas un bocón. ¿Pero hasta dónde es posible disculparle sus bravuconadas reaccionarias, hasta dónde puede considerarse adolescente a un sesentón como él?
Al margen, también permite acceder a los entreveros de una mente aguda, aunque no brillante, y tomar nota de cómo fue capaz de sobreponerse a las dificultades más extremas -la orfandad temprana, las drogas que lo tuvieron más de una vez al borde de la muerte, la cárcel- en parte gracias a la fortaleza con que fue construyéndose a sí mismo en la seguridad de su escritura. Los rasgos más interesantes de la personalidad de Ellroy ya se hallaban presentes, con toda certeza, en la adolescencia. De la excitación constante y enfermiza que lo empujaba a entrar en las casas del vecindario y husmear en los cuartos y las prendas íntimas femeninas, a la percepción posterior de que las mujeres y la gente en general le escapaban; de la práctica cotidiana de recostarse a cavilar en la oscuridad a la búsqueda desesperada de la fidelidad como tranquilidad, primero sólo imaginaria ("quería una imagen capturada para un consuelo y un sexo infinitos") y luego real; de sus intuiciones y proyecciones casi proféticas, desde La Maldición hasta las mujeres que llegaban a confirmar lo que en cierta medida él ya esperaba y sabía. Exhibe todo el tiempo una mente a punto de erosionarse, que con el paso del tiempo parece haber encontrado las armas para sobrevivir, o dicho de otro modo: para estar un poco más en paz consigo mismo.
En paralelo, A la caza de la mujer revela determinados aspectos de la filosofía narrativa de Ellroy, así como las causas de cierta transformación en su escritura, algo más alejada de la emblemática sequedad que lo convirtió en uno de los padres, con el insuperable Elmore Leonard, de la nueva novela negra norteamericana (a la que suele denominarse hard boiled ). Como le aconsejó su segunda ex mujer, aquella que supo encandilarlo cuando le contó que se había acostado con cuatro hombres en una sola noche, utiliza un estilo menos riguroso y con más emoción, en lugar de sus "lunáticas lazadas de lenguaje".
Aunque se trate de alguien acostumbrado a especular con las palabras y los sentimientos -como todo escritor-, aunque nunca deje de construir conscientemente su mito -como pocos-, su último libro se lee como un proceso de expiación profundo, abrumado, brutal, y jamás definitivo. A fin de cuentas: un Ellroy puro.

Rodolfo Ybarra - Fujimori nunca más

lunes, mayo 30, 2011

La esencia moral


Acabo de leer en La República un más que atendible artículo de Alonso Cueto. El texto fue publicado en principio en Ideele.


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El gran tema de esta campaña, creo, es el tema moral. Lo que cuenta en esta elección es si la visión ética de la vida y por lo tanto del gobierno tiene alguna importancia para los peruanos.
En este contexto, muchos de quienes han apoyado o apoyan la campaña de Keiko Fujimori a la reelección han declarado de diferentes modos que su valor es el de oponerse a un candidato que amenaza el sistema económico. Otro argumento a favor de Fujimori es el recuerdo de las obras de infraestructura que hizo su padre durante los años noventa, lo que explica su popularidad en algunas provincias. Sin embargo, el autoritarismo, el abuso, los periodistas y dirigentes sindicales asesinados, los múltiples robos y actos de corrupción, no son para muchos de estos votantes impedimentos u objeciones, sino actos necesarios que se implementaron durante una época de emergencia (como si no fuera especialmente condenable en tiempos de emergencia). El tema moral los tiene sin cuidado mientras no los amenace directamente.
La violencia de los ataques contra personas como Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, así como contra periodistas honestos (sé que a muchos de los que han atacado a Keiko, sus jefes les han advertido que “no sean tan “menos claros”), son un ejemplo más de que la terrible lacra de la intolerancia y el autoritarismo sigue campeando en el grupo de muchos fujimoristas confesos. El peruano que más ha hecho por vincular la política a la decencia es Mario Vargas Llosa. Ha habido otros muchos, tanto independientes como de diversos partidos políticos. Es obvio que el legado de todos ellos ha sido fructífero, como puede verse en las marchas contra Fujimori en estos días. Es obvio también que los ataques arteros desde el poder que han sufrido personas como Vargas Llosa son una señal de lo que pasaría si los fujimoristas suben al gobierno.
Ese autoritarismo podría usarse para que la pandilla de asesinos y ladrones del fujimorato que purgan condena en prisión salieran libres de un modo gradual, antes de entrar a un puesto de ese nuevo gobierno. Algunas organizaciones independientes, de gran probidad moral como el Idéele dirigido por Ernesto de la Jara, también estarían amenazadas por un gobierno que recortaría las libertades de pensamiento y de opinión en base a una ideología estrecha, como la que ha mostrado repetidas veces el candidato a la vicepresidencia Rafael Rey. Felizmente en los últimos días movimientos como “Fujimori nunca más” y otros han dado muestras militantes de una cultura de la moralidad, que por otros lados parece inexistente.
Para algunos los temas morales son meros protocolos o asuntos nimios dentro del gobierno. Nada más falso. Una Corte Suprema sumisa a los designios de Montesinos como la que hubo en los años noventa desalienta a los inversionistas (que no ven un sistema judicial que los ampare) tanto o más que el primer programa de gobierno de Humala. Periodistas que no informan o que informan bajo amenaza o soborno como los que hubo en ese gobierno, destruye la imagen de un país para el turismo. Un gobierno que se hace conocido por sus compras ilegales de armas genera desconfianza entre los gobiernos de todo el mundo. Toda la inmoralidad que rodea un régimen es un factor económico esencial.
No es casual que la segunda mitad del gobierno de Fujimori fue de recesión. El peligro de revivir ese autoritarismo afectaría nuestra economía, es decir, el bolsillo que dicen defender quienes votan por Fujimori. Si sale elegida Keiko, sabremos que en el Perú un presidente puede dirigir un gobierno inmoral y sin embargo, ver elegida a su hija, que afirma que el suyo fue el mejor de la historia. Sería una lección trágica para todos los peruanos.
Para medir el efecto económico de la corrupción bastaría con calcular cómo habría sido la historia del Perú sin la corrupción que la ha acompañado siempre. No hay obstáculo más grande al progreso económico y social que un gobierno de ladrones. Y en el cálculo de nuestra historia, ningún gobierno fue más corrupto que el de la década del noventa. Tanto el poder judicial como las Fuerzas Armadas como el periodismo estaban a los pies del gobierno y de su principal gestor, Vladimiro Montesinos.
Ollanta Humala, por otro lado, me parece que ha mostrado progresos notables en su comprensión de los verdaderos problemas peruanos. Con un pasado que incluye intentos de golpe y declaraciones a favor de la estatización, su evolución me parece que ha sido muy positiva y, de ser sincera, merecería nuestra confianza. Me hubiera gustado sin embargo que un candidato de credenciales probadamente democráticas se enfrentara a Fujimori en esta segunda vuelta. Desgraciadamente, el comandante Humala no ha tenido tiempo de mostrar todavía que sus convicciones están del lado de su Hoja de Ruta y no del de su Plan de Gobierno original. Su todavía incipiente aprendizaje en las artes de la simpatía política no lo ha hecho el mejor candidato alternativo.
Aún así, creo que intervenciones como la suya en Radioprogramas el sábado 28 lo acreditan como un líder firme y moderado, si todo lo que dijo allí responde a sus verdaderas intenciones. Sin embargo, aun si perdiera la elección, el camino recorrido hasta ahora lo vuelve una figura con un enorme futuro. Esperemos que pueda aprovechar el potencial que ha logrado.
¿Por qué un país con al menos una mitad que votó por el centro político está en la encrucijada de estos dos candidatos? Por la falta de una cultura institucional. Como no hay partidos políticos que aglutinen a personas en torno a ideas, los tres candidatos del centro formaron los suyos propios en torno a sus personas. Los tres debieron discutir sus diferencias al interior de un partido liberal que debido a la pobreza de una cultura institucional en el Perú no existe. Mientras esa cultura institucional no exista, estaremos a merced de caudillos y dictadores como Fujimori. Si Keiko gana le elección, tendrá plena validez la pregunta que le oí hace poco a Augusto Álvarez Rodrich: ¿Cómo justificamos ante el mundo que metimos preso al padre y elegimos a su hija?
Sea cual sea el resultado, el primer acto del próximo gobernante será acabar con la violencia y la hostilidad de los ataques de esta campaña, sin duda la más cruenta de los últimos años, de parte de ambos lados. Creo que será difícil pero el nuevo presidente podría lograrlo. Este es un tema que no solo corresponde dirigir a quien gane la elección sino a quienes tendremos que aceptar sus resultados, de no comprobarse ninguna evidencia de fraude. De lo contrario, apenas se sepan los resultados oficiales, la violencia podría aumentar, algo absurdo para un país que ha progresado tanto en los últimos diez años.

Sergio Pitol: "Memoria e imaginación son inseparables"


En Revista Libros del diario chileno El Mercurio encuentro una entrevista de Nuria Azancot al escritor mexicano Sergio Pitol. En las próximas semanas llegará a librerías chilenas su último libro "Una biografía soterrada". Imagino que la publicación estará en Lima en algunos meses más.
Para los que aún no se acercan a la obra de este estupendo escritor, recomiendo la lectura de "El arte de la fuga."

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Seriamente enfermo, Sergio Pitol (Puebla, México, 1933) ha necesitado cinco años para reunir en Una utobiografía soterrada (Anagrama) recuerdos, ficciones y una entrevista con su amigo Carlos Monsiváis. No faltan confesiones, viajes iniciáticos y reflexiones literarias con mucho de final de partida. O no, porque ese viejo mago que es Pitol siempre esconde una carta sorprendente.
-¿Qué supone esta "autobiografía soterrada" en el conjunto de su obra?
-Cuando leo la totalidad de mi obra me doy cuenta de las relaciones que existen entre cada uno de los libros que he escrito en mi vida y en mi vida misma, desde la infancia hasta ahora. Una autobiografía soterrada es el libro que de manera natural surgió en este momento, la mirada hacia el pasado desde mi presente.
-¿Se trata quizás de ajustar cuentas con usted mismo?, ¿trata de explicarse como autor?
-No lo veo como un ajuste de cuentas, sino como el espacio donde convergen los intereses, gustos, dolores, desde una perspectiva en la que la parodia juega un papel fundamental.
-En el libro explica que jamás se ha conformado con repetirse, que siempre ha intentado crecer, cambiar, pero que ahora descubre en su obra una extraordinaria coherencia... ¿Cuáles serían las claves de esa coherencia?
-El riesgo de un escritor es engolosinarse con una forma en la que se siente a sus anchas. Para mí resulta indispensable cambiar de rumbo cuando siento que acecha el peligro de la repetición. De alguna manera, quizás no del todo consciente, percibo cuando una etapa ya se completó y requiero entonces de nuevos caminos. Sin embargo, me doy cuenta de que aun cuando hay diferencias notables entre las distintas etapas de mi escritura, hay también puntos de unión. De ellos surge la coherencia. Como dicen Matisse y muchos otros pintores, no se deja de hacer la misma obra nada más que de diferente manera.
-¿Cómo sería Sergio Pitol de no haber salido jamás de México?
-Sin duda, mi obra sería distinta si me hubiera quedado en México. Viajar significa conocer entornos, costumbres, historias y, sobre todo, lecturas que de otra manera me hubieran sido negadas. Eso, aunado a la enorme libertad que implica estar fuera de la corriente cultural dominante -no formar parte de grupos ni sentir la obligación de responder a expectativas ajenas-, me ofreció la posibilidad de construir un mundo literario nutrido por polacos, rusos, japoneses, etcétera, que me llevaron a leer de distinta manera a los clásicos españoles, a los grandes autores del Siglo de Oro y a muchos más.
-¿Y sin la amistad de Carlos Monsiváis?
-Las amistades de juventud son profundamente determinantes. Cincuenta y cinco años de amistad no son poca cosa. Las influencias son recíprocas y enriquecedoras. Viví tres décadas fuera de México, pero nunca rompí con México. Mi interés por los movimientos sociales, por las iniciativas de avanzada, por la posibilidad de una utopía que mejorara las condiciones de vida de la población, coincidió con el de Monsiváis.
-Recuerda en el libro su espanto al releer, treinta años después, sus olvidados poemas de juventud... ¿Cuál de sus libros pasaría el examen implacable del tiempo, que no superaron esos poemas primerizos?
-Escribí con profundo placer cuatro libros: El desfile del amor , Domar a la divina garza , El arte de la fuga y El viaje . No sé si son los mejores, pero sí sé que el proceso de creación se dio sin trabas, de manera casi natural, y con una felicidad que, creo, se siente al momento de leerlo. Quizá por eso, y sin yo preverlo, tuvieron éxito con los lectores.
-¿Qué papel juegan, en su vida y en su obra, la imaginación y el recuerdo que huye y lo disfraza todo?
-Memoria e imaginación son inseparables. Como se sabe, la memoria no es automática, sino que la propia experiencia vital interviene en los recuerdos. Toda mi obra, desde el primer cuento, se construye en el cruce de ambas.
-¿Existe algún joven autor mexicano en cuya obra se reconozca hoy?
-Creo que Juan Villoro, Álvaro Enrigue, Jorge Volpi, Tryno Maldonado... pero la verdad es que no soy yo quien pueda decirlo.

sábado, mayo 28, 2011

Lunes 30: 40 años de "Contra Natura" de Rodolfo Hinostroza




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Día: Lunes 30 de mayo de 2011
Lugar: Centro Cultural de España (Plaza Washington)
Hora: 7:30 pm.

La obra
Contra Natura, premio Maldoror de poesía otorgado por Barral Editores en 1970, prolonga, e intensifica, el debate entre el yo y la realidad que Rodolfo Hinostroza había desarrollado en su primer libro (Consejero del Lobo, La Habana-1965); ahora, entre el yo y el poder. El poemario es, de hecho, un tratado sobre la renuncia al poder y sobre el derrumbamiento de los sueños y las utopías. Del poder, corruptor de la Idea, hay que huir; y también de las causas, de los espejismos colectivos y sus atroces exigencias. Entre ecos de la guerra de Vietnam y de un hippismo que promueve el viaje, físico y espiritual, como liberación, y que nos lleva de París a Ibiza, de Londres a La Habana; entre invocaciones búdicas y alusiones irónicas a los conflictos ideológicos de la época; entre citas de sus poetas queridos ―Whitman, Vallejo, Pound, Perse― y exhortaciones a hacer el amor y no la guerra, la palabra de Hinostroza constituye una crítica a la centralización del poder y se revela como una de las experiencias más intensas y vivificantes en lengua española, confiriéndole el título de clásico moderno.

El autor
Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941)
Con su ópera prima Consejero del Lobo (1965), se sitúa como uno de los más destacados exponentes de la llamada generación del 60. Contra Natura (ganador del premio internacional de poesía Maldoror, organizado en 1971 por la editorial Barral de España), lo erige como uno de los clásicos modernos de poesía en lengua hispana. Ha publicado, además, en poesía: Poemas Reunidos (1986), Memorial de Casa Grande (2005), Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados (2007) y Poesía completa (2008).. En 2009 se hizo merecedor de la Beca Guggenheim.

La edición
Son 40 años los que han pasado desde la publicación de Contra Natura de Rodolfo Hinostroza, uno de los poemarios cumbre del idioma español del s. XX. Esta edición celebratoria se ha trabajado tomando como base la edición príncipe de Barral Editores; se ha tratado de reproducir la tipografía y diseños originales, pero se han salvado los errores presentes en dicha edición, errores que se han repetido e incluso a los que se le han sumado otros en cada una de las ediciones que siguieron a la de 1971.
Este libro obtuvo el Premio Maldoror de 1970 otorgado en Barcelona por el jurado compuesto por Félix de Azúa, Carlos Barral, José María Castellet, Jaime Gil de Biedma y Octavio Paz. La presente edición intenta ser un tibio homenaje a uno de nuestros poetas universales.

Para mayor información, favor de comunicarse al E.mail: lustraeditores@gmail.com 

Marcha contra el fujimontesinismo



No, no pues. No te huevees. No fuimos 400. Fuimos miles y miles. Tomado (pirateado) de aquí.

Retrato de un poeta superventas



Muy recomendable la nota de Antonio Díaz Oliva sobre el buen poeta argentino Fabián Casas. Como sabemos, en estos últimos años Casas se ha vuelto un poeta muy referencial. Ha sabido difundir su obra, pero respetando principios, algo que vemos en contadas ocasiones.
Vía la revista chilena Qué Pasa.

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Lo dice en medio de la conversación. Y lo dice con un acento tan porteño, que cuesta creerle. "Porque, si me preguntás, yo no soy un escritor argentino. No me considero uno. Eso te liquida". Cuesta creerle a Fabián Casas (36) esa confesión. Cuesta porque es sólo cosa de revisar, al azar si se quiere, alguno de sus libros donde es posible encontrar plasmada la Argentina actual; esa Argentina posmenemista que, tanto en sus poemas, ensayos, nouvelles o cuentos parece inmortalizada de manera urgente.

A la vez, es cierto que Casas funciona, por momentos, como un escritor imposible de encasillar en el término "argentino". Para entender eso hay que retroceder. Ir a la época en que Casas, llegando a la treintena, estaba sumergido en una depresión. Un amigo lo vio alicaído y le dijo: "Tenés horla". Algo preocupado, Casas respondió: "¿Horla?, ¿qué es horla?". Acto seguido, su amigo le dijo que debía leer un cuento de Guy de Maupassant, llamado justamente "El Horla". "Me lo trajo y lo leí: era la historia de un tipo que se vuelve loco porque lo agarra un enemigo invisible. Y quedé impactado: ¡era justamente como yo me sentía!". En ese tiempo, Casas llegó a la siguiente conclusión: para no caer en la depresión -aunque, según él, ese estado empalagoso por el cual pasa es una suerte de melancolía aguda- tenía que entrar a otro mundo. Salir de lo que lo rodeaba, o sea, Buenos Aires y sus calles, donde era improbable capear la depresión. Casas agarró el concepto de Maupassant y lo transformó. Creó Horla City, un lugar en donde todo tenía cabida: los poetas que le gustan, los domingos asistiendo a los partidos de San Lorenzo -el equipo de sus amores-, su pasado como boxeador, sus experiencias con las drogas, entre otras cosas.
"Mi literatura es como el bar de La guerra de las galaxias", dice Casas desde Buenos Aires al teléfono. Es un viernes por la tarde y el poeta argentino hace una pausa y se escapa a uno de los patios del lugar en que funciona la revista El Federal, de la que él es director. "Hay una mina con tres tetas, traficantes de Orión, contrabandistas de Venus, músicos de rock, ex futbolistas. De todo hay en ese bar. Pero eso de tener que representar un territorio específico... eso es lo que te mata". Se sabe: en un país con una larga tradición literaria, sacarse ese estigma cuesta. Pero Casas lo ha logrado.

El año pasado publicó Horla City y otros, compilación de sus poemas, que lo puso definitivamente en el mapa de la literatura argentina, consiguiendo lo que muy pocos poetas logran: vender. Y mucho. Más de tres mil ejemplares en dos meses. "Sí, fue raro. Ahora salió una segunda edición y le va bien, ¿eh? Para lo que es poesía, ha sido como un boom".
Hace unos meses hizo su desembarco en España. La estilosa editorial Alpha Decay publicó Los Lemmings y otros (2005), un libro de relatos. Y le fue tan bien que ya se confirmó la publicación de otros dos títulos suyos en tierras ibéricas. Ahora se prepara para aterrizar en Chile: la editorial Los Libros Que Leo se apronta a lanzar Ocio (2000), una novela breve de larga data, que el año pasado se adaptó al cine (la película tuvo una calurosa recepción en el Bafici del año pasado y pronto estará disponible en el sitio Cinépata). No sólo eso: a fin de año Casas dará una conferencia en la Cátedra Bolaño de la UDP y vendrá como jurado al concurso de cuentos de revista Paula. "Para mí es un honor ser jurado ahí porque estaré con Germán Marín, a quien admiro muchísimo", dice.

Generación de cartón

En pleno año 2001, cuando Argentina se caía a pedazos por culpa del corralito, ser escritor era un deporte riesgoso. Las editoriales sufrieron rápidamente los embates económicos. Fue ahí cuando Washington Cucurto creó el concepto de editoriales cartoneras, que usaba cartón reciclado para publicar libros a precios módicos y con atractivos diseños. Casas se sumó al proyecto, que se llamó Eloísa Cartonera y tuvo una rápida ascensión: publicó a escritores como Ricardo Piglia, Fogwill y César Aira, y la idea se replicó en varias partes de América Latina. "Queríamos hacer libros de cartón, pero yo le agregaba el dato de merchandising: llamar a escritores famosos porque la gente es esnob y necesitamos el apoyo de los esnob al principio. Y ahora está en todas partes. Hasta en Rusia y Noruega. Pero no era una defensa de la pobreza, ¿eh? Queríamos publicar la literatura urgente", dice.

Con este tipo de gestos se ha creado el ADN literario de Casas. Desde que comenzó trabajando como periodista en Clarín (pese a que estudió Filosofía), siempre ha laburado en medios. Por eso, nunca ha tenido la preocupación de publicar frenéticamente y vivir de la literatura. Tampoco ha profesado una admiración por las editoriales extranjeras. Su forma de ver la literatura es sencilla, tal como su vida. Tanto así que, en medio de esta entrevista, narra con soltura la ocasión en que rechazó una oferta de publicación de Anagrama. Sucedió el año pasado, cuando Jorge Herralde, de visita en Buenos Aires, le dejó claro que lo quería en sus filas. "Me dejó una tarjeta y me dijo que le mandara algunas cosas. Mandé y me contactaron. Les dije que estaría bueno mover los libros por otros países de América Latina, pero que no quería que llegaran a Buenos Aires, porque ése es terreno de mis editores de acá. Y en Anagrama dijeron que no, así que yo no quise", dice. Para Casas, la literatura tiene algo de camaradería: siempre ha sido fiel a su editor, Miguel Villafañe, de Santiago Arcos, una pequeña editorial indie argentina.
-¿En verdad nunca te tentaste de estar en Anagrama?
-Si dependiera de la literatura, le podría haber dicho a Miguel, mi editor, que lo siento, pero que me iba a Anagrama por necesidad. Pero no. Además, me gusta que mis libros vayan creciendo con las editoriales. Lo mejor fue que me publicara una editorial como Alpha Decay.
-Dices que te preocupas de no depender de la literatura, pero me imagino que este último tiempo han sido puras cuentas buenas...
-Bueno, Planeta vendió muchos libros de poemas. Y fui a España a presentar uno, y ahora me van a publicar en Alemania. Pero para mí popular, desgraciadamente, es Tinelli, que es el mal.

Mi amigo Viggo

Hay pocas cosas más extrañas que pensar en la imagen de un poeta haciendo karate. Pero ahí está: lunes, miércoles y viernes, a las siete de la mañana, Fabián Casas se viste de impecable blanco, con su cinturón azul, y parte a un dojo a pegar patadas y manotazos. Eso, dice Casas, es una de las pocas cosas que lo liberan de la depresión. Todo partió cuando una periodista argentina lo entrevistó y luego de leer Los Lemmings, le dijo: "Tenés que hacer karate". Pese a haber practicado boxeo durante seis años, Casas estaba algo reticente al respecto. "Llegué y un maestro japonés me dijo que me sacara los zapatos. Fue bárbaro. Fue como aprender un nuevo idioma. Y me encanta estar en eso: en una fase de incertidumbre".

Es la misma incertidumbre que, asegura, circula entre los personajes de su obra. "Yo estoy, desde hace meses, hundido en el ocio. Como, cago, duermo; soy una biología que no tiene rumbo", dice el narrador de Ocio, que lleva la misma vida que Casas durante sus veintitantos: drogas, amigos y paseos por Boedo, el barrio donde creció y donde suceden varias de sus historias. Eso y -por supuesto- ir a ver a San Lorenzo. Aunque si bien hoy ya casi no va al estadio, debido a que fue padre hace poco, Casas sigue siendo un fanático. Una pasión que, entre otras cosas, lo unió con Viggo Mortensen en una amistad que se acentuó aún más cuando el actor, quien vivió gran parte de su infancia y adolescencia en Argentina, publicó a Casas en una antología de su editorial: Perceval Press. Y, hace unos días, a partir de una nueva visita de Mortensen a Buenos Aires para una filmación, hubo un nuevo reencuentro. "Viggo vino a filmar a Tigre, que es una localidad alejada de Buenos Aires. Y los fines de semana aloja en mi casa. Es un flaco superrelajado. Muy, muy humilde. Y para mí algo muy importante, y que aprendí del karate, es que es una persona tipo eterno principiante. Que siempre quiere aprender. Es muy interesado por todo. Y es muy difícil encontrar gente así. Sobre todo cuando es gente famosa. En España, salimos con Patti Smith y era igual. Tenía la misma actitud".
-¿Conociste a Patti Smith?
-Sí, estuvimos como dos días paseando. Ella me preguntaba qué leer acá, qué leer en Chile. Es una mina con una humildad demoledora. Y es muy difícil encontrar gente así. Por lo menos acá, estás diez minutos con cualquier rockero y lo querés ahorcar. Son insoportables.
-Volviendo a lo de Mortensen, me imagino que ahora, especialmente que anda grabando una nueva película en Argentina, te deben preguntar mucho por él, ¿no?
-Ufff, sí. Me piden que les consiga dónde lo puedo ubicar, que si Viggo va a pasar por acá o por allá, qué sé yo. Así que siempre pienso que les voy a decir que estamos peleados a muerte. Algún día voy a decir que Viggo se pasó al Club Atlético Huracán -el equipo rival de San Lorenzo-. ¡Y a ver si así me dejan de romper las bolas!

Alejandro Zambra, el hombre que lee


Para los no pocos lectores del escritor chileno Alejandro Zambra, esta entrevista de Leila Guerreiro sobre su nueva novela Formas de volver a casa. Hoy en Babelia.

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Que es chileno, que nació en 1975, que es poeta, que es narrador, que en 2010 fue elegido por la revista británica Granta como uno de los veintidós mejores escritores en lengua española de menos de treinta y cinco años, que este mes publicó su tercera novela, Formas de volver a casa, en la editorial Anagrama, donde salieron también sus dos primeras, Bonsái y La vida privada de los árboles. Que Bonsái -cuarenta páginas en formato Word que devinieron, publicadas, en noventa y cuatro- fue traducida al francés, inglés, italiano, portugués, neerlandés, serbio, griego, turco, hebreo y coreano. Que es licenciado en Literatura Hispánica, magíster en Filología y profesor en la Universidad Diego Portales, de Chile. Todas esas cosas se saben de Alejandro Zambra. Estas otras se saben un poco menos: que, puesto a elegir, y si tuviera dieciocho, estudiaría japonés y no literatura; que es vegetariano teórico ya que casi lo único que come es carne; que padece migrañas desde pequeño; que, mientras estudiaba en la universidad, no pensó ni una sola vez en ser escritor porque lo que quería, realmente, era leer.

La casa, en el barrio de La Reina, en Santiago de Chile, está helada. La estufa flamea en su grado mínimo para evitar que el gas, a punto de acabarse, se acabe.
-De hecho, te estaba esperando para encenderla, así nos dura.
Es noche afuera y adentro hay dos gatas, un teclado, la estufa, una biblioteca. Alejandro Zambra fuma, bebe una taza de té, dice que en 1998 se topó con una foto de la instalación de un artista plástico en la que se veían árboles envueltos.
-Eso me disgustó mucho, porque en teoría defiendo la naturaleza y soy súper ecologista y vegetariano.
-Pero hay dos bifes enormes descongelándose en tu cocina.
-Por eso: en teoría. Respeto mucho a los vegetarianos, aunque no hago más que comer carne. De hecho, pensaba que podemos ir a comer juntos después de esta entrevista. Hay un sitio aquí cerca. Y sólo sirven carne.
La anécdota de los árboles envueltos explica el germen de Bonsái, pero ahora la conversación deriva hacia otras cosas -carne, sitios donde la preparan bien- y quizás entonces lo mejor sería empezar por el principio.
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Había una madre, había una hermana mayor, había un padre que se dedicaba a cuestiones relacionadas con la computación, y había este chico que encontró el gusto por la lectura desde pequeño, y por la escritura también desde pequeño.
-Una vez escribí un poema, Fiestas patrias, o algo así. Tenía nueve, diez años. Un día me cambié de colegio. Pasó el tiempo y fui de visita al anterior. Mi antiguo maestro me hizo entrar a la clase donde había cuarenta y cinco pendejos y les dijo: "Miren quién ha venido. Él es Alejandro Zambra. Ustedes saben muy bien quién es Alejandro Zambra. Pónganse de pie". Se pusieron de pie y empezaron a recitar el poema mío, que él había decidido enseñarles. Fue muy heavy.
-¿Recordás el poema?
-No, no me lo acuerdo.
Pausa pequeña. Y una sonrisa.
-Sí me lo acuerdo. Pero jamás te lo diría.
A los 13 años ingresó al Instituto Nacional, donde fue buen alumno -"una pena, porque queda mejor decir que fuiste pésimo"-, y se hizo lector voraz.
-Tenía claro que quería estudiar Literatura. Quería leer, y estudiar Literatura me parecía casi una estrategia para poder seguir leyendo.
A los 21 se fue de casa de sus padres y consiguió trabajo como operador telefónico de la compañía Axxa Assistance, que ofrece servicios a empresas que, a su vez, ofrecen asistencia en viajes.
-Atendía el turno de noche, así que aprovechaba para leer. También fui profesor en colegios de niños-problema. Una vez entré a la sala y encontré a un alumno saltando arriba de la mesa del profesor y le dije "¿Qué estás haciendo?". Seguía saltando y gritaba: "¡Es que soy tímido, es que soy tímido!". Lo pasaba como las huevas.
En 1998, Ediciones Stratis publicó su primer libro de poemas, Bahía Inútil. Pasó 2001 y 2002 en España, haciendo un máster, y, al regresar, todavía rodeado por las cajas de la mudanza, escribió treinta y siete páginas de versos engarzados en métrica de inspiración lujosa: "Me dijeron que avisara treinta días / antes me dijeron que avisara treinta / veces al menos me dijeron que al /menos avisara treinta veces y que / en días como estos no se debe / -no se puede- trabajar. (...)". El poema se llamó Mudanza, fue publicado por Quid Ediciones en 2003, y es el responsable de que se lo empezara a mencionar como uno de los mejores poetas de ese país de poetas. Siguió, a eso, su vida como crítico.
Apenas empezado el siglo nuevo, Zambra era un profesor, un poeta, un lector, y alguien que necesitaba trabajar. Cuando supo que en el periódico popular Las últimas noticias buscaban un crítico literario, se ofreció. Así fue cómo, durante tres años, reseñó libros en una sección llamada Hoja por hoja donde, por ejemplo, y acerca del chileno Hernán Rivera Letelier, escribió: "La obra de Rivera demuestra que la moralina, el engolosinamiento argumental y una inmoderada dosis de pintoresquismo sólo sirven para camuflar inepcias narrativas de marca mayor".
-Algunos llamaban furiosos. Amenazaban con golpes, incluso.
Más tarde publicó reseñas en El Mercurio, La Tercera, Letras Libres. Muchas fueron recogidas en No leer (Ediciones Universidad Diego Portales, 2010), un libro en el que, entre textos sobre Natalia Ginzburg, Kafka, Roberto Bolaño, Nicanor Parra, hay uno, Árboles cerrados, donde cuenta la historia de la novela que lo transformó en uno de los escritores más notorios de su país y de Latinoamérica: Bonsái. "(...) hace nueve años, una mañana de 1998 -se lee en Árboles cerrados-, encontré, en el diario, la fotografía de un árbol cubierto por una tela transparente. La imagen pertenecía a la serie Wrapped Trees, de Christo & Jeanne-Claude (...) Y luego di con los bonsáis, tan parecidos, en un sentido, a los árboles de Christo & Jeanne-Claude (...) Escribir es como cuidar un bonsái, pensé entonces, pienso ahora: escribir es podar el ramaje hasta hacer visible una forma que ya estaba allí, agazapada (...)".
-Me gustaba esa imagen y empecé a mirar manuales de bonsái. Quería escribir un libro de poesía con ese lenguaje. Me fui desplazando hacia la narrativa y escribí un relato corto donde sucedía más o menos lo que sucede en Bonsái.
Así llegó a esa historia -un hombre enamorado de una mujer, una mujer que se suicida, un hombre que reescribe la novela de otro hombre, un hombre que cuida un bonsái- tallada con un estilo seco, impávido desde la primera frase: "Al final ella muere y él se queda solo (
...)".
-La mandé a varias editoriales grandes, y en una no me contestaron, en otra me la rechazaron. Al final se me ocurrió mandarla a Anagrama. Por si acaso.
Anagrama publicó el libro -que resultó premio de la Crítica 2006 en Chile- y, apenas un año después, hizo lo propio con su segunda novela, La vida privada de los árboles.
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Afuera es alta noche y llueve un agua insidiosa. En una o dos horas más, Zambra va a estar comiendo carne en el área de fumadores de un restaurante al que va siempre, pero ahora dice que está aprendiendo a hablar de su nueva novela y que todavía no sabe bien cómo. Formas de volver a casa, que acaba de publicar Anagrama, transcurre en Chile en los años ochenta, durante la dictadura de Pinochet, y cuenta la historia de un niño a quien una niña le encarga la tarea de espiar a un hombre e informarla de sus movimientos. El niño acepta, aunque no entiende cuál es el motivo de esa vigilancia. Veinte años más tarde ambos se reencuentran y las piezas del puzle empiezan a encajar. La novela se organiza en torno a dos partes fundamentales -'La literatura de los padres' y 'La literatura de los hijos'- y devela su propia construcción a través de un diario que lleva el narrador.
-Mi generación está en alguna medida enferma de nostalgia y esa nostalgia es a veces bien vacía. Uno se encuentra con gente que organiza asados para recordar un tiempo como si ese tiempo hubiera sido bueno y lo hubiéramos pasado bien.
"En cuanto a Pinochet, para mí era un personaje de la televisión que conducía un programa sin horario fijo, y lo odiaba por eso, por las aburridas cadenas nacionales que interrumpían la programación en las mejores partes. Tiempo después lo odié por hijo de puta, por asesino, pero entonces lo odiaba solamente por esos intempestivos shows que mi papá miraba sin decir palabra (...)". Una novela en la que ser hijo no fuera una excusa. Una novela en la que ser padre no fuera una excusa.
-No sé si lo logré, pero lo que quería era escribir una novela en la que nadie fuera inocente.
-¿Y ahora qué sos, en mayor medida: crítico, lector, narrador, poeta?
-O sea, lo que más soy... O sea... Ahora soy alguien que hace muchísimo rato necesita ir al baño. Discúlpame.
(Después, el restaurante, el vino, la carne, los cigarros).

Roncagliolo, ganador del Independent Foreign Fiction Prize

Tomado de aquí

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"Abril rojo", del escritor peruano Santiago Roncagliolo, ganó el premio Independent Foreign Fiction Prize (Premio Independiente de Ficción Extranjera) que se falla en Londres y reconoce a la mejor novela traducida publicada en el Reino Unido en el 2010, informó hoy, viernes, la editorial Alfaguara.
"Abril rojo", brillante ganadora del Alfaguara 2006, se ha impuesto a otras obras destacadas como "El museo de la inocencia", de Orhan Pamuk, y "Yo maldigo el río del tiempo", de Per Petterson.
El Independent Foreign Fiction Prize
es uno de los galardones británicos más prestigiosos que concede el diario "The Independent" y el Consejo de las Artes del Reino Unido.
En "Abril rojo", Santiago Roncagliolo hace una radiografía inmisericorde de Perú, contando la historia de un asesino en serie y ofreciendo el brutal, pero divertido, contraste entre la inocencia y la corrupción. (Fuente: EFE

Poesía en cuerpos desnudos de Dira Martínez Mendoza


Por no pocos meses la poeta y artista venezolana Dira Martínez Mendoza estuvo viviendo en Perú. Tuve la oportunidad de poder ver su propuesta en una ocasión, en un recital en el bar Queirolo.
Un punto que destaco es su manera silenciosa y consecuente -como tiene que ser- de la labor social que llevó a cabo en los distritos más pobres de la capital.
Para los que aún no la conocen, en Siente Mag encuentro una entrevista, realizada por Sue Muñoz, en dónde también podrán ver varios ejemplos de su poesía escrita en el cuerpo.

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“Cuando era pequeña muchas veces esperé un juguete y me regalaban un libro, eso me decepcionaba, hoy en día lo agradezco”, cuenta Dira Martinez Mendoza.
Dira Martinez Mendoza, poeta venezolana, estuvo por nuestras tierras alrededor de un año brindándonos su peculiar estilo de poesía experimental en la que plasma sus poemas, sus versos, en lienzos humanos, traspasando el papel y cobrando vida, poemas rodeados en un contexto social completamente vivo.
Dira, con una amplia participación en eventos como el Festival Internacional de Poesia (Venezuela 2009), Festival Internacional de Poesia ‘Un par de vueltas por la realidad’, 7mo festival Internacional de Poesia de Quetzaltenango 2011 (Guatemala), entre otros, es Licenciada en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela) y Especialista en Estudios Avanzados en América Latina (Universidad Complutense de Madrid).
¿Las personas te escogen o tú las escoges a ellas?
Ocurre de las dos maneras; las personas me piden ser intervenidas o en algunos casos ofrezco la intervención de cuerpos. Cuando empecé a intervenir le pedía a las personas ser intervenidas.
¿Cómo nace tu inspiración cuerpo poema. Porque elegiste intervenir cuerpos, que te motivo a tomar estos cuerpos como lienzos?
Desde el año 2009. Es una propuesta que empezó como un experimento. La primera intervención de cuerpos la hice para un happening – fluxus que organizamos entre Iaranavi Navarro (fotógrafo venezolano) , Mabe Chacín (Dj y ejecutante de instrumentos de percusión ) y mi persona, a través de la poesía experimental.
Fue un evento en el cual se mezcló la fotografía, el down tempo en las mezclas de Mabe como Dj y mi poesía, generando espacios lúdicos y haciendo explotar todos los sentidos en el evento artístico.
Luego , la intervención de cuerpos empezó como una propuesta seria, formal y concreta. Una necesidad personal de sanarme a mi misma y a otros a través de la poesía. En Venezuela, país dividido por razones políticas, busqué una manera de acercar a los venezolanos en vez de generar más distanciamientos. Así que después de reformular, pensar y analizar la propuesta , la intervención de cuerpos se transformó en una manera de generar un espacio de reflexión y sanación.
No solo es una propuesta poética; es una propuesta artística , en las intervenciones de cuerpo se mezclan la poesía, arte público, arte visual, arte efímero y curiosamente al mismo tiempo arte que permanece en el tiempo cuando se hace el registro fotográfico.
Arte visual: porque se cuenta muchas veces a través de las imágenes la historia que acompaña al poema, los gestos que la persona quiere mostrar de si misma y la historia de fondo que quiero mostrar. Por ejemplo : una casa en ruinas que exprese la desolación del ser humano.
Arte público: porque cuando hago las intervenciones en espacios exteriores, la gente que está en la calle pregunta sobre la propuesta, otros leen el poema. Hay una interacción entre los que estamos en medio de la intervención y los que están de paso. El arte público permite que el transeúnte experimente un evento artístico y en este caso sin que haya sido anunciado previamente, es una experiencia enriquecedora desde todo punto de vista. El arte al servicio del hombre y no el hombre al servicio del arte.
Arte efímero: porque hay una escritura de versos en el cuerpo que dura poco tiempo. Es algo que se desvanece apenas la persona llega a su casa y se quita el poema.
Arte permanente: porque cuando se hace el registro fotográfico, esta experiencia permanecerá en el tiempo.
Soy una poeta que se expresa a través de la poesía experimental.
¿Cómo inicia y culmina el proceso de intervención en cuerpos?
El proceso se inicia desde que la persona escoge su verso o un poema completo . Luego conversamos un rato, sobre todo en los casos en los cuales se hace toda una composición fotográfica, escogemos un sitio afín a la persona, que tenga que ver con su personalidad o su cotidianidad, lo que la persona quiere transmitir. Partiendo de esa idea entonces se va planificando una composición fotográfica que tiene que ver con el poema y al mismo tiempo con lo que la persona y yo queremos expresar a través del mismo.
Y por último viene la parte más bonita que es compartir, después de la intervención y darnos un fuerte abrazo de agradecimiento mutuo.

Cuando intervienes a alguien, ¿tienes el poema pensado, o se da en el momento?
Ocurre de dos maneras. Nacen al calor del ambiente, como en una oportunidad que estaba en un local nocturno y un amigo se quitó la camisa, me pidió que le escribiera unos versos y apenas él lo hizo hubo un efecto multiplicador en el local, la gente empezó a subirse la falda, a doblarse las mangas, a quitarse las franelas, la gente que no conocía la propuesta preguntaba , les explicaba y entonces me pedían un verso sobre algún tema especifico y eso es algo que sale de momento esa noche todo el local fue intervenido, incluyendo los cantantes de reggae que tocaban esa noche, es imposible saber cuantas personas tuvieron un verso en su piel ese día, pero se que eran muchísimas!.
Y en el caso de la intervención con registro fotográfico la persona me dice el momento por el cual esta atravesando, el mood, entonces días antes busco los poemas, se los envío o se los muestro y la persona escoge el poema con el cual se siente identificado y ese es el poema que se escribe en la intervención.
Pero hay un caso muy lindo que me gustaría, una persona que estaba en uno de mis recitales: la actriz peruano-española Cecilia Voter escuchó mi poema: “Me conoces” y sin pensarlo dos veces, cuando finalizó el recital me dijo: Ese poema quiero que me lo escribas!
La primera persona que intervine en Venezuela (Loren Figueras) fue escogida previamente para el evento artístico antes mencionado (fluxus-happening). Luego hicimos algunos eventos, a través de un colectivo , toma de espacios públicos y eran intervenidas todas las personas que querían hacerlo. Posteriormente hablaba sobre la propuesta y preguntaba quien quería intervenirse, entonces se hacia la intervención y el registro fotográfico.
Después ya las personas que quieren intervenirse me lo plantean y hago la intervención .
Por ejemplo en Perú en una acción poética de calle en el evento Poesía en el centro, una señora indigente me extendió su brazo para que le escribiera un verso, me exigió de hecho que lo pintara muy bien y así lo hice, con todo el amor del mundo, sin ningún tipo de discriminación.
En otros casos es cuestión de feeling, cuando siento que algo me hace click con alguna persona en particular, le pregunto directamente si quiere intervenirse y les aclaro que no es necesario el desnudo, a menos que la persona quiera mostrar su cuerpo entero, porque sigue siendo un asunto de tabú extremo el asunto de la desnudez en América Latina.
Y en estos momentos hay gente de varios países que me escriben en mensajes privados, me preguntan cuando estaré en esos países interviniendo cuerpos.
Pero todo depende, también hay personas que me han dicho. “ Dira me siento super mal, estoy atravesando por un mal momento y quisiera que me escribieras un poema”, porque sienten que la experiencia será una especie de respiro ante alguna situación en particular.

¿Qué relación encuentras en cuerpo – poema?
El cuerpo es un poema en si mismo. Mi idea es transmitir que la poesía es parte de la cotidianidad.
El poema escogido guarda una estrecha relación con la persona intervenida. La persona quiere expresar algo que siente y quiere decirlo a través de mi poema. Entonces me plantea el tema que quiere expresar, el momento por el cual está atravesando y de esa manera se escoge el poema para la intervención y el registro fotográfico.
Entonces ocurre algo increíble: esa persona se expresa a través de mi poema y viceversa. Hay como un intercambio de personalidades, en la cual las dos somos la misma, los dos somos lo mismo en el caso de los hombres.. Porque un poema que fue escrito por mi dice exactamente lo que la persona quiere decir.
Esto le permite a la persona expresarse a través de esta intervención y a mi expresarme a través de lo que quiere expresar esta persona. Allí está ese lugar común.
¿Qué sabor te deja el intervenir a una persona?
En mi vida me tomo las cosas en serio. Así que muchas veces caigo en una especie de trance, un viaje personal que realizo cada vez que intervengo a una persona. Al intervenir a un ser humano con mis versos, también estoy en ese momento exorcizando mis memorias, muchos recuerdos felices, otros no tan felices; entonces eso genera un momento especial en mi, un viaje a mi pasado y un recorrido por el presente .
Cuando no caigo en ese estado de trance, pues simplemente me dejo llevar por el momento y lo disfruto siempre a plenitud, porque la experiencia con cada persona es distinta.
Como anécdota puedo contar que cuando hice la intervención de cuerpo, con el poema “Coleccionista de ausencias”, me movió tantas emociones que llegué llorando a mi casa.
¿Sobre qué hablan tus poemas o, más bien, sobre qué hablan lo cuerpos?
Existe una exploración sensorial y también sensual, porque la persona que está siendo intervenida está exponiendo su cuerpo para dejarse llevar por esta experiencia y saca a flote toda su sensualidad. Entonces con mucha sutileza el marcador y mis manos van rozando la piel de esa persona, y se va haciendo el trazado , la escritura de los versos. Es la sinuosidad del verso sobre la piel. Tiene que ver con el sentido del tacto directamente, pero que nos lleva hacia un encuentro que no es físico, es un encuentro de alma.
Sin embargo la persona que ve el registro fotográfico percibe sensualidad y ciertamente existe esa sensualidad.
Por otra parte, en algunos casos hago mi registro fotográfico, pero en muchas oportunidades fotógrafos profesionales hacen las fotografías. Cada ojo , cada lente es distinto, porque tiene que ver con las distintas visiones que pueda tener un fotógrafo, no solo la técnica, sino su propia visión de vida. Se genera también un vinculo entre la persona intervenida, el fotógrafo y yo. Una complicidad increíble en la mayoría de los casos, Ese fotógrafo muestra su técnica personal a través de mi trabajo y a mi me permite mostrar mi trabajo a través de su registro, lo que permite una verdadera simbiosis artística. Arte x arte.
En muchos casos ,queda un vinculo profundo . Queda ese reconocimiento del otro como un igual, queda esa sensación de que hemos vivido lo mismo, independientemente de los contextos personales. Queda un vinculo emocional fuerte, en el cual nos deseamos lo mejor, porque sabemos y compartimos la misma emoción vivida que ha sido reflejada a través del poema.
Ese poema nos une.
¿El tener personas constantemente en las que puedes plasmar ideas, cómo influye en tu proceso creativo, en tu crecimiento como persona?
Las intervenciones de cuerpo influyen en mi proceso creativo, me abre la mente, encuentro situaciones personales y detalles que hablan y que dicen que están allí para ser vistos.
En cada intervención encuentro mil razones más para seguir haciendo lo que hago, encuentro los motivos suficientes para asumir esto como un verdadero compromiso , como un pequeño aporte que pueda dar como poeta en un mundo colapsado. Estas intervenciones me hacen reflexionar siempre sobre el alcance de la poesía.
Ciertamente estas intervenciones me permiten conocer más de cerca el alma humana. Me ha permitido confirmar que cada ser humano tiene mucho que decir, mucho que expresar , sin tener que ser poeta o escritor. Me permite reconocerme en el otro, encontrar esos lugares comunes que ando buscando al margen de las ideologías.
Esta experiencia me ha permitido descubrir historias personales insólitas que ocurren en la cotidianidad y no aparecen en ninguna revista de opinión, ni en revista de moda ,ni en el cine, pero son historias reales, hazañas humanas increíbles, dignas de ser contadas , dignas de ser escuchadas; porque tiene que ver con la lucha personal de cada ser humano, la lucha por el empleo, por encontrar el verdadero amor, por sobrevivir con un hijo a cuestas sin un padre responsable, la lucha contra los propios demonios, por conseguir la ansiada libertad personal, la lucha de cada ser humano por lograr reivindicarse después de cometer errores.
¿Qué mensaje te gusta difundir?
Me gusta difundir que las ideologías dividen y que la poesía también es un medio para buscar un acercamiento, generar un espacio de tolerancia y respeto a la diversidad . Me gusta difundir que cada persona tiene algo que decir al margen de las ideologías, porque si bien es cierto que hay cosas que nos separan y nos dividen también hay cosas que nos unen, que son la mayoría. Esos lugares comunes son el amor, el desamor, la esperanza, los sueños individuales y colectivos. Me gusta difundir que la poesía no es algo ajeno, aislado, la poesía es parte de nuestro día a día, es parte de nuestras vivencias , solo hay que sensibilizar para que las personas se den cuenta que en cada acto cotidiano y en cada cosa que tenemos en nuestro entorno existe la posibilidad de un verso.
¿Alguna vez de chica pensaste “yo quiero ser poeta”?
Cuando era niña y soñaba despierta quería ser “ballerina” , supongo que todas cuando somos niñas queremos ser eso…
Sin embargo desde que tengo uso de razón estoy en contacto con la poesía. En mi casa mi padre y mi madre son amantes de la poesía y del arte.
Nos hicieron amar la naturaleza desde que estábamos pequeños , a reconocer la belleza en los pequeños detalles, a reconocernos como iguales frente a todos los seres humanos, nos enseñaron el valor de la dignidad , el respeto a los mayores y compasión ante todos aquellos seres humanos que tuvieron menos posibilidades que nosotros. La compasión no es lástima, es empatía, es ponerte en el lugar del otro. Nos enseñaron la diferencia entre filantropía y un trabajo social que se hace desde el corazón . Nos enseñaron la importancia de sentirse útil y de hacer las cosas con amor. Por todas estas enseñanzas puedo decir que mi vida desde la niñez estuvo llena de poesía.
Mis padres nos regalaron una conciencia global, nos enseñaron que no era un asunto de microcosmos, es un asunto de macrocosmos, nos enseñaron desde que estábamos pequeños que una acción individual repercute de alguna u otra manera sobre un colectivo, que todo está interrelacionado.
Cuando era pequeña muchas veces esperé un juguete y me regalaban un libro, eso me decepcionaba, hoy en día lo agradezco. Nunca pensé que me dedicaría a la poesía en algún momento de mi vida, pero ese tipo de experiencias en la niñez hacen que poco a poco vayas encontrando tu propio destino.
Pero ya desde la niñez, desde los 11 años escribo.