viernes, septiembre 29, 2006

Fumar



Hace unos días me reencontré con una antigua amistad de mis épocas escolares, entre las muchas cosas que hablábamos saltó el tema del por qué fumo tanto. Hasta ese momento no me había puesto a pensar en las razones que me llevan compulsivamente a acabarme cajetilla y media diaria.

Y ahora que lo pienso con más detenimiento, veo en el hecho mismo de fumar una empatía ligada con el oficio creativo. Toda persona que se dedica a la escritura sabe bien que siempre se deja en la pantalla de la PC algo más que inteligencia e imaginación. Cada vez que terminamos un escrito, o el haber encontrado la senda a una idea a la que le hemos dado tantas vueltas sentimos que muchas sensaciones quedan, y casi siempre terminamos agotados, no sólo emocionalmente sino también físicamente.

En lo personal, el tabaco se ha vuelto parte de mi organismo, y no creo ser el único que goce de esta prerrogativa, entre los escritores contemporáneos a mí conozco a más de uno que comparte este vicio que nos lleva hasta compartir hasta la misma marca de cigarros.

Es a todas luces un placentero vicio malsano, lo primero que hago todas las mañanas es acabarme cinco cigarrillos mientras hojeo las noticias de los diarios; luego viene el desayuno, y siempre es gratificante fumarse unos tres cigarritos en plena digestión. Ni bien prendo la PC empieza el escarceo con la pantalla bañada en tabaco, el mismos que me sumerge en una orgía de letras saturada de humo, hasta he llegado a encontrarle un ritmo soterrado entre el tecleo y la aspirada, y no hay cosa mayor que fumarse un Montana rojo sacándole el filtro y sentir así la esencia que entra en tu cuerpo dejándote un agradecido sabor amargo. No hay duda, esta es una reyerta de ansiedades.

Como tampoco tengo que sentirme solo en esto puesto que el mejor cuento que he leído en mi vida es un canto al tabaco, con lo que hizo Julio Ramón Ribeyro en Sólo para fumadores me basta y me sobra; este cuento lo releo una vez por mes, costumbre que la tengo desde los dieciséis años, y la sensación es la misma: en más de una ocasión he sentido la desesperación que me genera la ausencia de tabaco, siempre en las madrugadas, desesperación fusionada con impotencia al saber que a esas horas me es imposible encontrar una tienda en la que pueda comprar una bendita cajetilla.

El peor cigarro: Golden Beach. No lo fumen, es asqueroso. Un cigarro para el verano: el Marlboro rojo (aún no le encuentro la gracia al Marlboro light). Un cigarro para una interminable juerga: Bueno, esta vez son dos, por un lado los Montanas (rojos) y los Luckie (indudablemente que los rojos, los lights son un insulto al sabor).

Sé que el cigarro me va a matar, tarde o temprano me pasará la factura, pero cuando el momento llegue nadie me negará el placer de todo lo aspirado.

lunes, septiembre 25, 2006

Entrevista - Daniel Alarcón

viernes, septiembre 22, 2006

Ciertos libros



Ciertos libros, por alguna u otra razón, son necesarios. En estos días en los que estoy muy metido en un trabajo literario (digamos creativo), me he visto en la imperiosa necesidad de voltear la mirada y ver mi biblioteca.

Hay muchos libros que de por sí son especiales, pero hay uno que siempre salta en mi ayuda cuando mi cabeza está por estallar gracias al estrés. Desde la primera vez que lo leí no he dejado de tener presente el argumento que tiene como protagonista a Marc Stanley Fogg, recordada pincelada de la que para mí es la mejor novela de Paul Auster, EL PALACIO DE LA LUNA.

He perdido la cuenta de cuántas veces he leído la novela. Pero cada vez que vuelvo a ella, esta historia marcada por el sesudo azar no deja de conmoverme. Sabemos bien que el azar es uno de los recursos que muy bien ha sabido aprovechar Auster, pero seamos sinceros, en algunos casos se le pasó la mano.

Marc Stanley Fogg es un tipo que no sabe qué hacer con su vida, ha vivido siempre con su madre, su tío y no tiene idea de quién pueda ser su padre. Llega a recibir una herencia, no pecuniaria, pero sí libresca. Marc decide buscar trabajo, encuentra uno como biógrafo de un anciano, quien antes de morir, le pide que busque a su hijo, y Marc decide ir tras los pasos de este hijo, a quien llega a encontrar, y el misterio que tanto aquejaba a Marc se dilucida.

Puede parecer sencillo o hasta aburrido, pero no es así, como tampoco voy a caer en la sandez de contar el argumento. Lo único que sí puedo decir es que EL PALACIO DE LA LUNA forma parte de ese grupito de libros que nos reconcilian con la vida.

sábado, septiembre 16, 2006

Breve semblanza de Manuel Vázquez Montalbán.



Me es grato saber que la concurrida web Clubcultura haya decidido sacar una página sobre el gran escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán.

Puedo decir que VM es un autor de estirpe balzaciana, en lo que respecta a producción, pero lo que resalta más de este autor yace en la inquietud que lo llevó a adentrarse en la poesía, ensayo, periodismo, cuento y novela.

Es en la novela en la que mejor supo moverse, para todos es muy familiar la saga policial del detective Carvalho, la misma que se inició con la irregular Yo maté a Kennedy. Sin embargo, VM no conocería la consagración hasta la coronación de una de las mejores novelas de esta saga: Los mares del sur.

VM era un apasionado de la novela policial, en casi toda su producción creativa vemos este influjo que no sólo se ceñía a las peripecias de Carvalho. Casi todos los protagonistas de sus novelas están cortados por las ansias de búsqueda, y muchas de estas apuntan a un plano introspectivo. La trama, el enigma, el crimen son los pretextos idóneos por los que VM canalizaba la disección que realizaba de la sociedad española postfranquista por medio del individuo.

Uno de los factores que hicieron y hacen que este escritor sea tan querido y admirado es el despliegue del humor que abierta y solapadamente salpican de sus textos. Y el mérito es mayor cuando el humor, digamos en al caso de las novelas, no siempre ha sido una buena compañera de los policiales. Cómo olvidar a Carvalho y su inclinación pirómana por los libros, o cómo olvidar a su ayudante Biscúter, tan generoso a la hora de servirle potajes que agradaran a su jefe.

Galíndez es para muchos la mejor novela de VM. Y para algunos no es ninguna novedad en encontrar ciertos enlaces temáticos con La fiesta del chivo, de MVLL. Lo cierto es que VM tardó más de diez años en escribirla.

Y el mejor legado que este gran escritor dejó es el compromiso férreo con la escritura. No son pocos los que en vida lo calificaban como “una máquina de escribir y pensar”. Para nada exagerada esta afirmación ya que no era extraño que él presentara por año dos o tres libros. VM no creía en la inspiración, su trabajo siempre tuvo dos bases a las que no traicionó jamás: la lectura y la disciplina.

Sabemos también que su inclinación ideológica era de por sí discutida, pero tan grande era su talento que esta siempre estuvo en un tercer o quinto plano, sobre todo, en los libros de ficción. Mas no así en sus ensayos y artículos periodísticos.

Manuel Vázquez Montalbán ( 1939 – 2003)

miércoles, septiembre 13, 2006

Roberto Bolaño - Sobre el oficio narrativo

Entrevista - Leonardo Aguirre

Pedro Aznar - Tomorow never knows



www.lacaverna666.blogspot.com

lunes, septiembre 11, 2006

11 de setiembre: 2001 - 2006



Mi manera de rendir homenaje a las personas fallecidas el 11 de setiembre será a través de una carta de amor de Woody Allen que aparece en los primeros minutos de Manhattan: Chapter One, he adore New York City...

sábado, septiembre 09, 2006

Julio Cortázar - Dos en uno



La realidad y lo fantástico




La soledad

miércoles, septiembre 06, 2006

The Animals - San Francisco Nights

Entrevista - Iván Thays

sábado, septiembre 02, 2006

Morrissey - First of the gang to die