viernes, diciembre 28, 2018

"este es mi cuerpo"


Días atrás terminé de leer la reedición del mítico poemario Este es mi cuerpo del trujillano Lizardo Cruzado. La publicación viene a cuenta del sello Pesopluma, que en silencio está conformando un catálogo a tener en cuenta.
Son varias las inquietudes que genera esta lectura. Algunas de ellas positivas, otras negativas. Entre las primeras, no cabe duda de que estamos ante uno de los pocos libros en la historia de la literatura peruana que testimonia de aquello que pocas veces vemos: la contundencia y hechizo del talento natural.
Como bien se señala en los textos de Manuel Fernández y Beto Ortiz (reproducción del prólogo de la primera edición de 1996 a cargo de Camión Editores), Cruzado la rompió y construyó una leyenda mediante poemas que mostraban un componente que hoy, a la luz de la catástrofe de la poesía peruana última, transmite frescura y cuestionamiento, es decir, son poemas que no se traicionan, escritos bajo la seguridad de quien se sabe que tiene el don pero que no lo transmite chapoteando en el lodazal del enseñoramiento (he ahí cuando el vate señala lo de “realismo chistoso”). Hay pues un ánimo, que sería más o menos el siguiente: tengo talento pero no me la creo. Ese es el “secreto” de Cruzado, su involuntario mensaje para las nuevas generaciones: la desahuevina urgente que deben chupar muchísimos poetas menores de 25 que escriben como si estuvieran bañados en formol, ni hablar de aquellos jóvenes poetas de treinta y pico y cuarenta y tantos, carentes de autocrítica y alucinados de falsa grandeza.
Si bien la publicación refleja vigencia, esta no es contundente como pensaba en principio. Los años han pasado y han dejado su rasguño en la mayoría de los poemas, incluso en los emblemáticos, algunos: “Para M.M.”, “Papá” y “Vosotros sois”. 
Tampoco es para hacerse dramas. Estamos ante la vuelta saludable de un poeta al que le habíamos perdido la ruta. Eso es lo que en verdad importa, saber que ha estado escribiendo y que próximamente publicará otro libro. Estaremos atentos.



jueves, diciembre 27, 2018

mafias ocultas


Lo he escuchado hasta por gusto este año, más de lo habitual: la existencia de las argollas, las culpables de que la literatura y la cultura de este país no tengan dignos representantes.
Claro, cada vez que se habla de ellas, se piensa únicamente en el terreno más visible de su realización: la prensa cultural. Muy fácil: para nadie (pensante) es un secreto la función relacionista que identifica a la prensa cultural desde hace muchos años. Por eso, salvo excepciones, es habitual ver en ella peculiares cruces de poderes en los que el objetivo es el posicionamiento del producto de una marca mayor o el de la que esté mejor relacionada. Esto es detectable en distintos grados y es más que saludable que se hagan todos los señalamientos posibles. Más de un indignado estratégico ha sacado provecho de ello. Pero haríamos bien en prestar atención a las otras mafias y argollas, más silenciosas y que se justifican con el dinero público, las cuales podemos ver en toda su magnitud en las ramas del Ministerio de Cultura. Ahí, para denunciar el manejo del recurso público parece no existir indignación alguna, menos el más elemental espíritu crítico. Obvio, rige el principio de no meterse con aquello con lo que tarde o temprano podría beneficiarte. Ni hablemos de las universidades públicas, últimamente copadas por cabildos académicos que posicionan profesores mediocres que no gozan de la anuencia del alumnado, que se ha dado cuenta de que en esas designaciones hay cualquier cosa menos meritocracia por capacidad. 
Por ello, para este 2019 espero que nuestros representantes de la reserva moral del pensamiento nacional puedan despercudirse del atarantamiento y que comiencen a sacar lustre al pensamiento crítico coherente, ajeno a los intereses ocultos. Caracol también se los agradecerá.


miércoles, diciembre 26, 2018

conflictos superficiales


Mañana de miércoles, me despierto con la esperanza de que ya sea 2019 y así volver a la normalidad. Pero no. Aún faltan horas y días de forzada buena onda.
Antes de ponerme a leer, tengo algunas horas que las pienso invertir en lo último de Alfonso Cuarón, Roma, que viene generando comentarios encontrados, hecho que me parece positivo puesto que propicia discusión. Sin embargo, en esa dimensión opinológica veo también el brote de un discurso huachafo, la presencia conservadora que se delata en la geografía de su hipocresía.
Inevitable, pues, no haber leído en estas últimas horas algunos artículos que especulan sobre el destino de las empleadas que nos criaron de cuando éramos pequeños. Eso, empleadas, no nanas, como viene imponiendo el pensamiento correcto si uno va a expresarse en público. Hay, sin duda, toda una hipocresía que se disfraza de añoranza pero que se estrella en la cruda realidad del presente. A saber, ¿acaso estos bienpensantes letraheridos no se han dado una vuelta por los parques y los malecones, cosa que son testigos de cómo tratan a las empleadas cada vez que sacan a pasear a los niños? ¿No han visto cómo las visten para el divertimento de los moqueantes? ¿No merecía esa nostalgia una lectura de la actualidad de miles de mujeres que siguen siendo tratadas como ciudadanas de sexta categoría? 
Bienpensantes letraheridos que revelan no solo su desconexión con la realidad inmediata, sino también la superficialidad de sus conflictos.

martes, diciembre 25, 2018

mezquindad


Uno de los aspectos más positivos que le ha podido suceder a este país tan divorciado del sentido común ha sido el trabajo desempeñado por los fiscales y jueces que han decidido poner orden en la administración de justicia en los sonados casos de corrupción. Lo que estamos viendo en los últimos meses es percibido por la población como una suerte de milagro, una experiencia que nos hace pensar en que la corrupción y el delito pueden ser sancionados. 
Por ello, los señalamientos que viene recibiendo Domingo Pérez no es más que una campaña de desprestigio que obedece a un complejo imbécil: buscar la falla o el posible error en quienes vienen ejerciendo una labor no solo intachable, sino también admirable. Se impone el sentimiento menor, que en este caso pretende pintarse como limpio. Veamos: se corrió el rumor de que Pérez había cometido plagio en su tesis, luego este aclara lo que corrió como plagio. En este sentido, se infiere que su tesis no es la gran cosa y no tiene que serlo para marcar la trayectoria profesional de un fiscal que ha hecho mucho más que aquellos que desde sus puestos académicos solo parasitan y que en años de intermitente ejercicio su impacto en la sociedad ha sido nulo o, mejor dicho, ha pasado desapercibido. De esta gracia alimentada del sentimiento se valdrán las bancadas congresales (Fuerza Popular y el APRA), atentas a la protección de sus patrones, aprovechando las más mínimas fisuras para construir una narrativa de desprestigio contra los hombres y las mujeres que están sumando a que este país no se convierta en la chacra de los aviesos, corruptos y especímenes parecidos.

sábado, diciembre 22, 2018

berrinche delirante


Si algo quedará para recordar de este año, no será su producción literaria. Creo que no ha habido publicación alguna que se haya impuesto como la más importante, sin contar, claro está, rescates y reediciones. Lo que sí recordaremos, y fácil con una sonrisa socarrona mientras te das un descanso de las actividades que importan, será el afán de posicionamiento de no pocos narradores y poetas locales.
No lo vamos a negar. Ha sido una locura, suerte de festiva inmadurez que no respeta ni siquiera la edad. Absolutamente todos han caído en las garras húmedas del querer parecer, aunque sea por tentadores instantes en dirección a la ventanita de admisión al reconocimiento fugaz que anhela hasta el lector sin voz, incluso el poetastro quemado que nació en el país equivocado, pero que es el suyo a fin de cuentas.
Todas las intenciones por el entendible reconocimiento han naufragado por culpa del apuro que hemos podido ver en los textos. Cuando estas intenciones no generan el rédito inmediato, brota el discurso indignado, la toma de posición moralista ante lo que se considera una injusticia a cuenta de las argollas, mafias en medios, contubernios aviesos, que por supuesto existen y que hay que petardear. Sin embargo, no pocos de estos “indignados” conforman argollas y mafias, sea en medios y en la academia. Lo que en verdad fastidia no es la supuesta falta de atención, sino la ausencia del reconocimiento real: el saludo del lector. 
No es lo mismo un lector satisfecho, aunque sea a medias, que cien likes en un post de Facebook o cincuenta rebotes en Twitter. Ese es parte del problema: creer que la vida real es una extensión de la vida virtual. Cuando estas dimensiones entran en conflicto, somos testigos del acontecimiento: el berrinche delirante, es decir: la emisión del reality, que en sus distintos episodios, algunas veces simultáneos desde distintas partes del mundo, nos alegran durante el desayuno, también el almuerzo.

miércoles, diciembre 19, 2018

año de las mujeres


No es que pensara dejar de postear hasta el 2019, sucede que en estos días, aparte de convertirme en el ser más intolerante, debo cumplir algunos recados, como imagino debe sucederle a todo el mundo. En esos asuntos me encuentro y, claro, también leyendo mucho y viendo todas las películas y series que el tiempo me permita.
Sin embargo, ciertas cosas llamaron mi atención en las últimas horas a razón de algunas preguntas y comentarios que me hicieron llegar.
Más allá de los balances literarios que veremos en los próximos días, si tuviera que definir este 2018 en materia literaria, lo calificaría como el Año de las Mujeres.
Obvio, hemos visto que muchas autoras han publicado, y eso es positivo, mas no habría que caer en la demagogia, porque no todo lo publicado puede ser calificado de maravilla. Nada más lejos de mí que la forzada homologación de la calidad pautada por el género y las cuotas.
Pues bien, cuando pienso en las escritoras peruanas, lo hago también en función a que este año he percibido una solidaridad consecuente en ellas, la cual ha horadado la barrera del hipócrita apoyo silencioso. Hemos sido testigos de cómo los miedos, el llamado “roche”, han ido desapareciendo ante la fuerza de una causa común: denunciar al acosador, condenar al maltratador, humillar al semiviolador, dinamitar al violador y otras manifestaciones de justicia.
De lo visto en estos meses, destaco el reportaje de Gabriela Wiener y Diego Salazar, “Reynaldo Naranjo: una historiade terror en París”, que hace unas horas acaba de ganar el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Periodismo Escrito. Se trata de un texto histórico por su valor moral y también porque permitió proyectar una metodología para denunciar al maltratador de mujeres.
No es novedad lo siguiente: no existe autora peruana que no haya sido vista como un plato de carne. Ha habido una seguidilla de abusos por cuenta de plumas que, valiéndose de su prestigio literario, académico y periodístico, han creído que tenían carta libre para dar rienda a sus bajas intenciones en estado de impunidad. Felizmente, estos representantes de la excrecencia ya están identificados, como aquel autor intocable que acosó día y noche a una amiga escritora, del mismo modo el striper del Skype que pontifica desde su desprestigio… 
Reportajes como el de Wiener y Salazar señalan el camino: la denuncia debe ir acompañada de una narrativa, la formulación de un caso que permita filtrar lo que debe ser expuesto y lo que no.


viernes, diciembre 07, 2018

no recuento / reediciones



Ya estamos en diciembre y no son pocos los que se preguntan por los balances de los recuentos. Hay quienes curiosean por la mejor novela, el poemario menos malo, el cuentario más destacado y otras hierbas. De alguna u otra manera, esta especie de repaso resulta todo un acontecimiento para nuestro pueblito literario, siempre a la expectativa del desenlace y listo para la celebración farandulera de la que somos testigos, vaya novedad, en las redes. 
Conozco a varios que ya están armando sus selecciones y, como es de suponer, me preguntan por la mía. Al respecto, no sé qué decir porque no he barajado la idea de hacer uno. En este 2018 no le he dedicado el tiempo suficiente a la literatura peruana, por ello, considero que un balance mío sería insuficiente y sesgado, en comparación a mis balances anteriores, auténticos sabanones de 30 mil palabras. Lo que sí haré, algo que el lector del blog ya se dio cuenta, es comentar lo que vaya leyendo y merezca ser consignado en este espacio. Por ejemplo, me gustaron mucho las reediciones. Hay no pocas cosas para destacar, por ejemplo: Adiós, Ayacucho de Julio Ortega, La trampa de Magda Portal, Al final de la calle de Óscar Malca, ¿Qué tengo de malo? de María José Caro, En octubre no hay milagros de Oswaldo Reynoso, Nunca sabré lo que entiendo de Katya Adaui, Dichos de Luder de Ribeyro, El susurro de la mujer ballena de Alonso Cueto, El enano de Fernando Ampuero, París personal de Marco García Falcón, Maldita sea de Julie de Trazegnies, Este es mi cuerpo de Lizardo Cruzado… Visto de lejos, estamos ante una lista previa muy atractiva, entre títulos canónicos y aquellos que han sabido abrirse paso gracias a la legitimidad de los lectores, que es lo que importa. Las reseñas y entrevistas contribuyen a la difusión, pero son los verdaderos lectores, aquellos que no se dejan atarantar por las trampas de la promoción, los que deciden la vigencia de una publicación. Sin la coherencia entre difusión y lectores, nada existe, solo pura basura que transita por los saldos feriales.

jueves, diciembre 06, 2018

dos novelas y un cuentario


Dos novelas y un cuentario peruanos. Sus autores: Gustavo Faverón, Luis Hernán Castañeda y Juan Manuel Robles.
Comencemos por Robles, que tras el éxito crítico de Nuevos juguetes de la Guerra Fría tuvo la valla muy alta en relación a lo próximo a presentar. Ahora dejó las distancias largas para enfocarse en las medianas (el relato largo), que como tales demandan exigencia formal, es decir, dominio de los mecanismos internos de la relojería narrativa, que cumple con creces en No somos cazafantasmas (Seix Barral, 2018), en el que recurre a la piedra angular de su proyecto creativo: la memoria. Lo que no veremos del autor es un mal texto, los siete que componen la presente publicación son testimonios de su pericia narrativa (a saber, “Memorias de la China”, el homónimo del libro y “Constelación nostalgia”), pero también un reflejo de sus límites. Los cuentos satisfacen a medias, puesto que el lector queda con una sensación semivacía, como si hubiese preferido un mayor desarrollo, impresión que nos lleva a aseverar que el autor transita a placer en maratones, certeza a la que arribamos al desmenuzar sus estructuras para saber que estamos ante novelas encapsuladas.
Con Gustavo Faverón esperábamos un salto de garrocha en cuanto a su primera novela El anticuario, que fue un muy buen debut para un autor no tan joven. Sin embargo, las expectativas para Vivir abajo (Peisa, 2018) no superan el entusiasmo de los excesos que condimentan a las innumerables reseñas delivery que acompañan a la publicación. Cualquiera que las lea creerá que está ante una obra significativa. Faverón nos entrega una novela con pretensiones sobre el tema y el discurso de la violencia. Para tal fin se vale de todos los recursos discursivos que nos permitan entender al protagonista George Bennett, un cineasta norteamericano que carga un desarraigo existencial. No vamos a desconocer la inteligencia con la que se realizó el andamiaje estructural. Faverón, al igual que en su libro de ficción precedente, demuestra inteligencia narrativa, pero lamentablemente esta no asegura experiencia literaria. Hace falto algo y ese “algo” no es otra cosa que nervio narrativo, no solo en los hechos de las tramas y subtramas, sino también en la misma narración. Bien lo decía Cortázar: el estilo debe captar la esencia lo real. Demasiadas páginas sin luz, puro cartón adornado. Hay que escribir desde la sencillez anímica, esa es la única manera en la que cualquier escritor siempre tendrá algo que decir. 
No tengo la más mínima duda de que Castañeda es uno de los autores más relevantes de la camada de narradores peruanos del nuevo siglo. A estas alturas, no cometeremos el error de mezquinar su oficio, menos la construcción de su prestigio. Su última novela, Mi madre soñaba en francés (Alfaguara, 2018), está catalogada como la mejor de su producción, que en lo personal veo como un craso error porque su mejor novela aún no la escribe (publica). En esta entrega Castañeda nos ofrece un viaje interior a la memoria y los vericuetos emocionales de Juan, un peruano que ve en el aprendizaje de idiomas el medio para hallarse en su mundo, la geografía emocional que lo ha posicionado como un no contactado de sí mismo. Este tránsito por la geografía lleva a nuestro narrador a una ambición que como tal solo genera revelación por momentos. De esta empresa, aplaudimos las páginas (felizmente no pocas) dedicadas a la configuración de Stephanie, prima de Juan. El problema con la novela yace en su innecesaria extensión, que resiente algunas dimensiones que nos presenta (lo metaliterario, lo político y la identidad), dejándolas en un injusto vacío, en una falta de cierre que no solo afecta las situaciones, también las parcelas éticas y morales de sus personajes. Tampoco pensamos que la solución haya sido la brevedad, solo hizo falta una condensación y crecer en ella.


miércoles, diciembre 05, 2018

moda: agredir mujeres



Vengo recorriendo la discografía de Queen en orden cronológico. Ayer martes fue el turno de Jazz (1978), en donde encontramos un par de maravillas: “Fat Bottomed Girls” y “Don´t Stope Me Now”. Claro, estas dos canciones no justifican el álbum, que tiene otras igual de conocidas, como “Bicycle Race”. Lo escuché cuatro veces, para la última ocasión me disponía a hacer algunas anotaciones del álbum cuando me entero de un suceso que, bajo todo punto de vista, debió generar una inmediata condena social, en especial en aquellos representantes de la superioridad moral local, tan atentos al señalamiento ético siempre y cuando el infractor sea un derechista ultramontano.
El video que verás a continuación (aquí) es protagonizado por el Rector de la PUCP Marcial Rubio. Como no tengo del todo claro a qué se debe la razón de la protesta llevada (exceso en el cobro de pensiones, se dice) a cabo en la rectoría de esta universidad, poco o nada puedo decir. Sin embargo, somos testigos de cómo un hombre pierde los papeles, que en fugaz estado de vesania empuja a dos mujeres.
Una actitud condenable, por supuesto. Pero más condenable es el silencio que al respecto manifiestan nuestros conspicuos representantes de la izquierda local. Pregunto: ¿qué hubiese ocurrido si quien agredía a las estudiantes fuera un símbolo de la derecha? Fácil: lluvia de azufre sobre el desgraciado. Pero eso no ha ocurrido, porque el agresor es nada menos que un zurdo relacionado y con poder, uno de mentón alzado y “valentía” cobarde. No es la primera vez que el silencio cómplice de nuestros maravillosos pensadores se hace presente, tampoco será la última en que uno de ellos agreda físicamente y verbalmente a una mujer. 
Han pasado suficientes horas para que el rector pida disculpas. Pedir disculpas, reza el dicho, no hace menos a cualquiera. Lamentablemente, ofender y violentar mujeres se ha convertido en una moda.

martes, diciembre 04, 2018

cuento


Hace unos días recibí un mail en el que se me preguntaba si podía participar en una encuesta sobre los mejores cuentos en español de los últimos cuarenta años. Esta encuesta corría a cuenta de una entidad costarricense. No lo pensé mucho, solo tenía que consignar el título del texto y el nombre del autor. Debía escoger cinco. Obvio, número pequeño para lo mucho que uno tiene que mencionar.
Imposible no recordar una encuesta literaria que se hizo años atrás a razón de una antología consultada sobre poesía peruana. Más allá de la metodología empleada por sus autores, quedó claro que el resultado de la encuesta trajo muchos sinsabores a los poetas que no fueron incluidos en esta o que no lograron el puesto que creían merecer. Sobre esa antología dije lo que pensaba, pero también aprendí algo a usar en mi vida personal: no volver a hacer selecciones de ningún tipo en base a autores (y personas) vivos.
Trato de mantener ese principio, además, me he dado cuenta de que no solo los limito al ámbito literario. Sumas y restas, esta opción me ha llevado a evitar muchos problemas. Pues bien, una breve mirada a mis cinco textos seleccionados para la encuesta sobre cuento me arroja una situación a considerar: ¿qué pasa si entre los seleccionados hay uno que está vivo, además de joven?
En mi pequeña lista hay un autor vivo. Debía sacarlo, pero volví a releer su cuento. La contundencia fue mayor a cuando lo leí por primera vez, es un cuentazo. Apunta, carnal: “Asiático” de Federico Falco de Argentina. 
A nadie que lea y guste del cuento le va a sorprender que la tradición argentina en cuento es rica en grandes autores. Sobre esta tradición conversé años atrás con Luciano Lamberti, estupendo escritor argentino con el que participé en un conversatorio en la Feria del Libro de Los Olivos (¿o Lima Norte?, no recuerdo bien). De lo mucho que dijo, ante un auditorio a reventar: el autor argentino siempre está en permanente estado de negación. Pensé en Ribeyro. ¿Ves? Por ahí debe andar nuestra solución.

lunes, diciembre 03, 2018

"una ciudad para perderse"


De las publicaciones peruanas recientes que la vienen rompiendo, sin duda alguna: la novela Una ciudad para perderse (Animal de Invierno, 2018) de Mayte Mujica.
La leí hace algunas semanas y decidí mantener silencio a manera de estrategia: no podía perderme el show de la envidia contenida de no pocos chancateclas locales, atribulados testigos de lo que a duras penas pueden conseguir mediante el lustrabotismo y la edificación de una imagen impoluta en redes sociales: lectores.
A ese objetivo al que debe aspirar todo escritor. Quien crea que por firmar en un sello grande, por ganar algún premio o por aparecer cuantas veces sea posible en las fotos de los saraos literarios, ya tendrá lectores, pues está fumando un dedo de momia de orégano y culantro. Lamentablemente, muchos creen que ese es el camino y no podemos hacer nada (salvo reír) cuando somos involuntarios testigos de sus berrinches (post moralistas en Facebook, por ejemplo) ante las irrefutables pruebas de la realidad de sus libros (9.90 soles / 40 % de descuento / ¡A mitad de precio! / 19.90 soles…). 
En Una ciudad para perderse notamos la tersa administración de los registros y temas que la autora aborda. No solo asistimos a la historia de una pareja que atraviesa el sendero de la separación, también a la del abuelo de la narradora protagonista. Es precisamente en este cruce de dimensiones temporales que Mujica demuestra su raza de escritora: la facilidad para relatar un presente emocionalmente convulsivo y ligarlo a un pasado familiar que incluso nos proyecta a frescos históricos y políticos que transitan principalmente por el siglo XX peruano. (En otras plumas, y vaya que ya lo hemos visto, un cruce de registros devenía en zafarrancho expositivo, ni hablar de su huachafa impostura.) En lo que sí tenemos que subrayar el señalamiento: la poca verosimilitud de la crisis de la pareja, allí el silencio frustrante no cumple su cometido: la conmoción. Mujica contuvo más de la cuenta y no supera la mera descripción de gestos. Esperemos que en el futuro pueda dinamitar ese bache. De hacerlo, muchos escribirán y publicarán para ser segundos.

contra la conchudez


No hay nada mejor que empezar un lunes con noticias que nos reconcilien con el sentido común.
Para variar, me levanté tarde y lo primero que hice fue prepararme café y saludar a Onur, mi falso pekinés. Leí un rato el libro de una poeta chilena, el cual me gusta. Después me conecté a Internet para ponerme al día con los vaivenes nacionales e internacionales. La noticia excluyente, la que marcará el discurso de las redes y la vida real: el gobierno uruguayo negó el pedido de asilo al ex presidente peruano Alan García.
Lo que pretendió García fue tomar el pelo a la comunidad internacional, hacerse pasar como un perseguido político cuando lo cierto es que existen atendibles sospechas razonables sobre su participación y conocimiento de los actos de corrupción durante su segundo gobierno.
Más allá de estar o no de acuerdo con el accionar de la Fiscalía, dice mucho lo que vemos: ex presidentes y recientes dueños políticos del país en la cárcel. Alivia, pues, saber que tarde o temprano la justicia ejerce autoridad contra quienes se aprovecharon de su situación de poder para lucrar por encima de los intereses del país. 
García era la metáfora de la impunidad. A saber, mi generación creció con un criterio putrefacto, y encima celebrado por millones de idiotas: para destacar y avanzar en la vida había que ser un gran pendejo, un vivazo, forjar contactos y cagarse en la decencia. Es decir, había que ser conchudo. Esta cultura de la conchudez ha hecho más daño de lo podemos imaginar. Será difícil erradicarla en el corto plazo, pero ejemplos como este, en donde vemos contra las cuerdas a un intocable, un poderoso de las relaciones, es saludable. Un pequeño mensaje de justicia, sí, pero por algo se empieza.



flojera


Mañana de domingo, la previa al partido de la primera semifinal entre Alianza Lima y Melgar (épico empate). Me pongo a leer todos los artículos y notas sobre el estupendo escritor español Manuel Vázquez Montalbán, textos que aparecen a razón de los quince años de su muerte. En más de una ocasión le he dedicado a MVM posts en este blog y como no podía ser de otra manera, repiqué algunas páginas de una de sus novelas más conocidas, Los mares del Sur.
La impresión y el asombro siguen siendo los mismos de cuando lo leí por primera vez, pero también me resulta inevitable no someter lo leído al vuelo a la comparación, de paso preguntarnos una vez más por qué aunque sea no tenemos un amago de tradición de novela policial y negra.
Como lector y aficionado a este género narrativo, cada vez estoy más convencido de que mediante el mismo es posible “explicar” la actualidad de una sociedad, porque su recreación genera también una reflexión sobre la misma. No es para menos, el policial es tan plástico que permite el tránsito de recursos ortodoxos y mestizos, es decir, deviene en riqueza interpretativa. Claro, no es que pretendamos tener otro MVM, menos esperar la aparición de un Richard Price. A lo mejor el futuro de este género no esté en la narrativa, seguramente en el cine, las series, incluso el teatro. 
Sobre este vacío conversé hace un par de semanas con un amigo que escribe. No hizo falta que diéramos muchas vueltas sobre el asunto, la razón es tan cantada y evidente como una novela que pasa como bien escrita gracias a la mariconería verbal y la recurrencia por tópicos ajenos al realismo (solo aquí: el aburrimiento como epifanía): el escritor peruano anda muy ahuevado en el “parecer”, por eso es ocioso. Tal y como señalamos en un post pasado, ¿no les sorprende, entre no pocas barbaridades, que muchos de nuestros personajes sean escritores sin dimensión humana, sin complejos ni mierda emocional y otras hierbas de la pose gandul? La petición de entonces, y también de ahora: salir a la calle, basta con mirarla y escucharla. Algo saldrá si en verdad lo tuyo es la escritura como fin en sí misma.