miércoles, agosto 28, 2019

actitud


A estas alturas de la temporada literaria peruana, no me equivoco si me adelanto a los balances anuales: es un buen año literario. Hemos podido leer  novelas y cuentarios prometedores. Lamentablemente, no puedo mostrar ese mismo entusiasmo por nuestra producción poética, pero más allá de esta impresión, gratifica la aparición de nuevos poemarios, lo que me brinda una esperanza: aún estoy a tiempo de toparme con poemarios que valgan la pena o, en todo caso, que sean la constatación de un futuro seguimiento.
En cuanto a nuestra narrativa, ya he mostrado mi entusiasmo por Cementerio de barcos de Ulises Gutiérrez, Todo es demasiado de Christian Briceño, Nunca seremos tan jóvenes como hoy de Carlos Arámbulo, Nadie nos extrañará de Luis Palomino, Adiós a la revolución de Francisco Ángeles, Jamás en la vida de Fernando Ampuero, Los ríos de Marte / Trampa para incautos de Yeniva Fernández, La perricholi de Alonso Cueto, Balada para los arcángeles de Luis Fernando Cueto… Quizá me esté olvidando de alguno, de ser así, lo consignaré después.
Hace una semana leí lo último de Richard Parra, el cuentario Resina (Seix Barral).
En alguna ocasión escribí algo más o menos así: la situación de la narrativa peruana pasa por cómo sean los libros de Parra.
No es exageración.
La furia de Parra no se la he visto a ninguno de sus compañeros generacionales, que escriben como si una oscura presencia los estuviera vigilando por detrás, ni hablar de conservadurismo (qué dirá mi esposo(a), qué pensará mi madre, ¿si salgo del closet y a nadie le importa?, ¿lo digo o no?).
Como fuere, de Resina hay cuentos que me gustan (los que recuerdo: “Resina”, “Chevy del 64”, “Camposanto”, “Royal Burger” y “En el río Culebra”), otros no tanto. Pero lo que me importa subrayar es el “cable a tierra” que ofrece el autor, que no solo se conforma con la plástica perfección formal. Vemos pues una honestidad, ese nivel de verdad, o verdad emocional, que debe exhibir todo texto más allá del andamiaje de su ejecución. No me refiero, cachorro, a la carga vital, sino a una actitud en la escritura. Lo sé: más de uno ya debe estar quemando cerebro y rascándose los sobacos con este delicado asunto de la actitud.
Nunca hemos tenido tantos escritores, y la mayoría tan cobardes.




martes, agosto 20, 2019

magisterio mvll


Acabo de leer “El hombre de negro”, el cuento que Mario Vargas Llosa ha publicado en Letras Libres.
Si aún no lo has leído, entra aquí.
Imposible no entusiasmarse con la inquietud vital de este hombre de 83 años, que sigue produciendo, manteniendo una calidad y mostrando en el discurso de la ficción una maestría de la que cualquier interesado podría aprender sobre cómo contar una historia. Este tipo de gestos, alejados del escueleo imbécil, me dicen más de la persona de lo que se habla de ella. Hay pues una actitud de humildad a la hora de poner en bandeja los elementos creativos con los que se trabaja. Lo suyo no tiene nada que ver con el caletismo cojudo de aquellos que siendo jóvenes escriben con la arrogancia de quien anhela imponer a lo bestia una referencialidad.
La revelación es la otra seña de este cuento. No solo basta la maestría de la ejecución para ser parte de la experiencia de literaria, sino también es necesaria las dosis de verdad que pueda transmitir el texto. 
Vargas Llosa enseña.



cuando ni denunciar sirve


Algunos amigos piensan que en este país todo lo que sucede es una exageración. Viéndolo con esforzada distancia, pues no habría que estar en contra de aquello.
Pensemos en las mujeres peruanas y en las leyes llamadas a protegerlas.
Cuando una mujer es violentada, se la toma en cuenta si su denuncia está formalizada en los cauces legales. De lo contrario, el testimonio puede ser interpretado como una muestra de oscuro despecho que tiene el objetivo de destruir al hombre que, vaya uno a saber las circunstancias, ya no está con ella.
Esta es una historia conocida, que la vemos en todos los estratos sociales. Hemos visto sus variantes incluso en nuestro circuito literario, en cómo guachimanes virtuales de la moral siguen donjuaneando (con calateo en Skype de yapa) cuando hay pruebas de sobra de sus acosos, del mismo modo denuncias legales en proceso. Con o sin denuncias formales, los pipilépticos de la superioridad moral no bajan del estribo, porque saben que tienen el apoyo de seguidores que valoran a la figura pública, dejando de lado los principios con los que enjuagan su hocico. Por eso este circuito literario apesta.
La doble moral en su expresión más degenerada.
Regresemos al punto del post: ¿sorprende acaso que se haya suspendido la orden de captura contra el prófugo Adriano Pozo?
Uno no deja de creer en la esperanza, en el hecho de que algún día este país pueda ser mejor, pero la criollada peruana es tan fuerte que desafía el curso natural hasta de los procesos legales, como el que vimos esta mañana: si le daba la gana, Pozo podía salir de su escondite y caminar como si las huevas por las calles de la ciudad en donde se encontrara.
Ante lo ocurrido, no demoraron en aparecer los reclamos en contra de la medida que beneficiaba a esta cucaracha. La presión social hizo su trabajo y el Poder Judicial se vio obligado arreglar la chanchada.
Arlette Contreras hizo lo que muchos abanderados de la moral (de la cultura, la política, la sociedad et al) piden a las mujeres agraviadas. Presentó su denuncia en el Poder Judicial. Su denuncia estaba amparada en una prueba irrefutable: el video que muestra la manera en que Pozo la masacró en un hostal.
Ni las pruebas sirven, como se ve.
Si eso le sucede a Contreras, que a la fecha tiene un apoyo ciudadano importante, ¿se imaginan lo que pasará con una mujer que carezca de ese respaldo? 
La respuesta, ya la sabemos.

domingo, agosto 18, 2019

apuntes: mujeres


Sintonizo con la mayoría de los artículos de Javier Marías, como el de hoy domingo, ¿Evitar a las mujeres a toda costa?, en donde el autor español critica los niveles de intolerancia a los que están llegando los movimientos feministas como el Mee Too.
Sobre MT, tanto sobre su sucursal local y las extranjeras, ya he dicho en más de una ocasión lo que pienso y, en gran medida, apoyo sus acciones, no porque me considere feminista, sino por sentido común y principio de justicia. MT cumple lo que la justicia formal no, pero sí debería reforzar (en discurso sustentado en pruebas y respetando la voluntad de la mujer agraviada de consignar su identidad) algunas denuncias antes de exponerlas.
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Resulta innegable el radicalismo en los movimientos feministas, la presencia de una intolerancia cotidiana que los puede convertir en lo que más critican, sin embargo, este radicalismo podría ser la medida extrema para que a partir de esta se llegue a un punto medio de entendimiento.
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Con o sin radicalismo, hay tener kilos comprimidos de aserrín en la cabeza para negar la realidad: el constante maltrato a la mujer, práctica natural ya institucionalizada en el imaginario y no solo latinoamericano. Al respecto, en el pasado Hay Festival de Arequipa conversé con la escritora colombiana Silvana Paternostro, para quien esta violencia del hombre a la mujer viene a cuenta de la independencia económica y sexual de esta. La mujer, al menos en estas dos últimas décadas, y en mérito a sus esfuerzos, ya no depende del hombre. Esta emancipación horada el orgullo masculino y suscita una violencia no solo macabra, también “teatral”.
En nuestro país, y enfocándonos en el circuito cultural, vemos la presencia de hordas de payasos que dicen estar a favor de las mujeres, mas su histrionismo moral cae en las acequias del cuestionamiento cuando el apoyo a la mujer es condicionado por una peligrosa postura emocional: la cercanía o lejanía con el agresor. Entonces, todo, pero absolutamente todo, se relativiza. El agresor deviene en víctima. La víctima (mujer) es una exagerada, una despechada que no parará hasta destruir al hombre que le arruinó la vida. Esta práctica inmoral se dio hace unos días cuando a un editor local se le denunció por maltrato y abuso sexual (5 testimonios, de los cuales 3 están identificados). El espanto en primera fila: el apoyo al editor, luego el apoyo a las víctimas por parte de quienes apoyaban al editor, es decir, el tictac sabroso del oportunismo. Este espectáculo virtual nos brindó luces de la ética y moral de nuestros llamados artistas e intelectuales. Claro, se podrá decir que no había nada comprobado (nombre y apellido de la víctima) y por eso “me la jugué por el editor”, para luego jugármela por la agraviada. “Oh, cuánto lo siento, no sabía que era un mounstro, para lo que necesites, aquí estoy”. “Mi apoyo, hermano, que se sepa la verdad”. “Te quiero, hermana”… Ante esto, ¿cómo los movimientos feministas de aquí no se van a exacerbar? Hay, pues, razones de sobra para entender los reclamos, aunque uno no sintonice con sus extremos.



jueves, agosto 15, 2019

5ta 24


De las temporadas de 24, soy fanático de la quinta. Y lo soy más ahora que la he vuelto a ver (en dos tandas) después de algunos años. En este sentido, me resulta imposible no condenar la mezquindad de los “seriólogos” que no reconocen la dimensión humana que sostiene a la serie. Además, en la complejidad estructural al servicio del divertimento, asistimos también al despliegue de un principio de la tradición de la ficción: la configuración moral del personaje. Jack Bauer, personaje redondo por donde se aborde, ya figura en la geografía emocional de millones de espectadores. No pudo tener mayor suerte Kiefer Sutherland, que hasta antes de interpretar al agente Bauer, era dueño de una preocupante trayectoria histriónica marcada por la irregularidad.
La decisión de regresar a esta temporada 24 no fue gratuita, no nació del mero capricho. Todo tiene un porqué: estaba terminando de leer la publicación de la primera novela de Iris Murdoch, Bajo la red (Impedimenta, 2019), y hacía los apuntes respectivos para una reseña a entregar en los próximos días, cuando cometí el error de abrir un par de sobres que estaban en el recibidor de mi casa. En ellos encontré algunas nuevas publicaciones locales y me puse a revisarlas, en especial un par de poemarios y una novela histórica. Me quedé cerca de cuarenta minutos en ese trance, que en su desarrollo se convirtió en un impensado viaje a la zona oscura del desaliento.
No podía regresar a Murdoch de esta manera, debía hacerlo con las suficientes luces, es decir, desahuevado. Murdoch merece todas las atenciones y más cuando estaba por corroborar una sospecha razonable: desde su primer libro de ficción apuntaba para ser una de las más grandes autoras del siglo XX. 
Busqué una película de mi colección. No hallé una digna de la ocasión, pero el estuche de la quinta temporada de 24 sí. La idea era ver los discos de manera salteada, repasando escenas de episodios que recordara, pero a la tercera búsqueda opté por recorrer esa temporada desde el principio. Valió la pena. Esta quinta temporada no es solo acción.




domingo, agosto 11, 2019

miguel gutiérrez x 2


Luego de ver pero sin mirar Following (1998), la primera película de Christopher Nolan, releo algunos pasajes de la tercera edición edición de La generación del 50: Un mundo dividido de Miguel Gutiérrez. La publicación viene a cuenta de Revuelta Editores. Como lector me siento muy feliz por la circulación de un libro tan polémico como este, que ha tenido un tránsito peculiar, ninguneado por el oficialismo desde su aparición en 1988, pero que ha venido abriéndose paso entre los lectores, y no necesariamente porque guste su contenido.
De la ensayística peruana, este es uno de los contados títulos que suscita discusión.
En 2008 la publicación gozó de una segunda aparición, el cual tuvo poco eco en prensa, destacando la reseña de Iván Thays en El Dominical. No sorprende que Thays haya descalificado el libro (gustar o no gustar es derecho de cada quien), tampoco sorprende que haya hecho un juicio de valor sin haber leído el prólogo de esa segunda edición. De haberlo leído, su reseña no tendría la fetidez del sentimiento menor, llámalo también alma chiquita.
En este ensayo hay una actitud, una personalidad y un carácter. Gutiérrez era un ferviente lector de ensayos, de la escuela de Montaigne, de la que aprovechó el punto de vista impresionista, manteniéndose lejos de la dependencia de la cita forzada y el tramposo pie de página (algunos confunden ensayos con papers, hay que leer, pues señores). Podemos o no estar de acuerdo con sus postulados, pero vaya que Gutiérrez tenía huevos para decir lo que pensaba y más: no se corría de las consecuencias que le traerían sus conceptos. En este libro, Gutiérrez firma su referencialidad como gran ensayista y como intelectual comprometido. En el prólogo de la segunda edición, que aparece también en esta tercera, Gutiérrez critica la ideología que lo llevó a escribir el libro, pero decidió mantener su esencia (incluso el nefasto desliz sobre Abimael Guzmán) como muestra de testimonio de época. Es que eso es ser un intelectual: no borrar el pasado, sino mantenerlo para criticarlo.
Pero Revuelta no solo publicó G50, hizo lo propio con Poderes secretos. Desde su salida en 1995, se impuso como la novela más polémica de Gutiérrez, transitando por las parcelas de la leyenda. Los saludos de la crítica no sintonizaron con el impacto que debió tener en los lectores. El libro voló. Al respecto, se barajaron muchas hipótesis, la más verosímil: ciertos personajes-mandamases de la oficialidad peruana ordenaron comprar los ejemplares hasta agotar edición. No es para menos, Gutiérrez no solo fue incómodo como intelectual, lo fue también en la ficción. En Poderes secretos cuestionó las columnas discursivas de la identidad cultural peruana mediante una estructura digna del mejor policial enigma y un ánimo narrativo que nos recuerda a lo más selecto de la tradición metaliteraria. Literatura y vida. Discusión y reflexión. Eso y mucho más hacen de PS un pequeño clásico. 
Y para evitar habladurías, las cosas claras: ambos títulos son golazos de Revuelta. Los recomiendo. Pero como nunca faltan los pequeños canallas malpensados, ociosos inmorales que ven en cada post teledirigidos mensajes subliminales, debo decir que este servidor propició la salida de estas publicaciones. Con Gutiérrez compartía una lejanía política y una inmensa pasión por la lectura. Y claro, también una edificante y sólida amistad. No estar contento con este par de librazos, imposible.



jueves, agosto 08, 2019

mejora


Me he puesto al día con algunas publicaciones peruanas de este año. Espero no equivocarme, pero lo leído me arroja una certeza que habría que celebrar: hay varios libros de ficción a recomendar, algunos de ellos con justificado entusiasmo. Esta situación me alegra, porque uno ya se aterra de estar bajando el dedo a ciertas publicaciones que jamás debieron abandonar la dimensión del archivo en Word.
Llegué a esta convicción hoy en la tarde mientras cruzaba una calle sanisidrina fumando maravilla verde, rumbo a inevitables papeleos que vengo realizando, actividad que les detallaré en los próximos días. La aparición de algunos cuentarios y novelas nos hacen pensar en un genuino buen momento de la narrativa peruana o, siendo menos entusiastas para así pintarnos de objetivos, en un instante expectante y atendible de la misma. Lástima que no pueda extender este entusiasmo a las parcelas de la poesía, en la que el relacionismo y el espíritu grupal la vienen asesinando a vista y paciencia de los lectores. Los actuales poetas peruanos son los sicarios de su tradición. Están tremendamente ahuevados, distraídos y desenfocados de lo que en realidad importa, pero eso sí, los vemos muy activos en redes, en causas frívolas, imbéciles e inmorales. 
Pero bueno, de poesía no iba el post, sino de algunos libros de ficción que sería bueno que busquen y corroboren, no mi entusiasmo pero sí la certeza de que se ha mejorado y eso es suficiente a estas alturas de la segunda década del nuevo siglo, y más cuando muchos pensaban que el aburguesamiento y la intoxicación ególatra había aniquilado a nuestros narradores. Abordaré cada libro en los próximos días, bueno, esa es la idea, aquí los títulos, para que los busquen: Todo es demasiado de Christian Briceño (ya comentado en el blog), Adiós a la revolución de Francisco Ángeles, Cementerio de barcos de Ulises Gutiérrez, Nunca seremos tan jóvenes como hoy de Carlos Arámbulo, Resina de Richard Parra, Los ríos de Marte de Yeniva Fernández, Algunos cuerpos celestes de Augusto Effio y Tiene que haber otro final de Susanne Noltenius.



miércoles, agosto 07, 2019

¿exitosa fil?


Me encontraba releyendo la segunda edición de Testimonio de un fracaso: Huando (IEP) de Charlotte Burenius, el cual recomiendo a todos los interesados en saber la historia no contada, el detrás de escena, de la Reforma Agraria de Velasco, cuando un amigo me manda por wsp un enlace en donde se informa del éxito comercial de la última FIL de Lima. Ver aquí.
Ya sea por interés, o por trabajo, estuve casi todos los días feriales y pude hablar con muchos expositores que se lamentaban de las pocas ventas en comparación a años anteriores. Tampoco es que hayan perdido en inversión, pero más de uno tenía la expectativa de que les iría muy bien. También se informa de que asistió más gente, lo cual es la mentira mayor. Un ejemplo de varios: en las presentaciones del año pasado, incluso en las que empezaban en horarios no muy atractivos, uno tenía que hacer cola para entrar a las salas, desde la más minúscula a la más grande. En esta ocasión podías ingresar a ellas en cualquier momento, sin tener que esperar a que un asistente salga para ocupar su lugar. Hubo, sí, una desbordante asistencia en los tres primeros días, en los que estuvo Mario Vargas Llosa. Se fue Vargas Llosa y también la algarabía de la FIL. 
Razones a la vista: feriado largo, Panamericanos y varios eventos en la ciudad que no solían darse durante las fechas de la FIL. La CPL debió subrayar su verdadero éxito histórico (se les escapó la tortuga, una vez más): el compromiso político del gobierno en pos de la Ley del Libro.




lunes, agosto 05, 2019

antifil


Ayer domingo, en la Antifil, presenté el cuentario Todo no es demasiado (Emecé) de Christian Briceño y la novela Esta casa vacía (Peisa) de Marco García Falcón. Como bien saben, son libros muy saludados por la crítica, ambos de autores que respeto y califico de serios. Si aún no los has leído, hazlo, y si ya conoces los textos, recomiéndalos. La primera presentación comenzó a las 5 de la tarde y la segunda una hora y media después. Era el último día de la anti y el primero al que iba.
Desde hace un tiempo vengo escuchando algunos comentarios sobre cómo se estaba conduciendo la Antifil, las opiniones más duras indicaban que era un remedo de la FIL, evento cultural que la justifica incluso en el nombre.
Al respecto, tendríamos que pensar en la anti no solo desde el punto de vista bibliográfico, sino como una alternativa cultural en la que se dan cita variadas expresiones artísticas que no serían aceptadas por el llamado oficialismo cultural. Son estas las que sustentan la fuerza de la Antifil y su derivado natural: el creciente interés de los asistentes que se identifican con lo que propone el proyecto. Si a este interés le sumas buena vibra e irreverentes ganas de hacer cosas y pasarla bien mientras las haces, como que se va por buen camino hacia la morfología de una identidad.
Los errores e involuntarios remedos de la Antifil se pueden enmendar y ajustar en el camino (recién van por la tercera edición); ahora, lo que sí recomendaría es dinamitar el sesgo ideológico y esa silenciosa filiación chavista que, aparte de dejarlos mal parados ante el sentido común, no permite que artistas y autores venezolanos participen en la feria.
En lo personal, la pasé bien, además vi gente de la que no sabía en años y probé el anticafé, que me dicen fue el suceso de los días feriales. No lo niego, fui feliz.





domingo, agosto 04, 2019

la mirada de dc


Uno de los libros que pensaba encontrar en estos días de feria no estaba en la categoría “de culto”, o como quieran llamarlo los amantes del caletismo, sino uno que ya tenía y que deseaba regalar. Sin embargo, por más que lo intenté (incluso armé un pequeño ejército para tal función), no hallé La vida después de Dios de Douglas Coupland.
Así es, del autor de la conocida novela Generación X.
La obra de Coupland viene envejeciendo a cuenta del óxido de su novela más famosa y de las que dialogaban con los tópicos desarrollados en ella (a saber, Planeta Champú). Sin embargo, LVD luce una cualidad que deberíamos conocer de este autor: la libertad de palabra (no confundir con efectismo y afines). En principio se trataría de un libro de cuentos, algunos más arriesgados podrían calificarlo de compendio de microrrelatos. Más allá de definiciones genéricas, aquí hay una belleza epifánica que sumerge al lector en la fugaz reflexión de la cotidianidad, Coupland se entrega a la libertad discursiva que asocio más a las licencias de la anotación y el espíritu del diario, pero aquel que se alimenta de la rápida impresión del detalle (pensemos en Renacida, el primer tomo de los diarios de Susan Sontag). Esta especulación la puedo reforzar con la tradición del retazo, es decir, aquella obra que el autor confecciona sin proponérselo, ya sea como ejercicio de prosa o solo por mera urgencia de escribir. Los textos de LVD rehúyen de la relojería cuentística, pero a la vez proyectan una tentativa de perfección formal. Es precisamente en ese límite donde Coupland revela una mirada que disecciona el suceso y el asombro. 
No es un libro difícil de hallar, a lo mejor no he tenido la paciencia para dar con él. Pero no importa, el dato ya está, que es lo que importa a fin de cuentas.


sábado, agosto 03, 2019

doble moral


Un par de testimonios de agresión sexual agitan el circuito literario limeño. Lo agitan porque el protagonista es Juan Pablo Mejía de Paracaídas Editores. Cualquier lector informado sabe de la contribución bibliográfica de esta editorial a la poesía peruana del nuevo siglo. Esto, creo, está fuera de discusión.
Lo que sí sorprende es la súbita muestra de apoyo a Mejía por parte de una corte que condena el maltrato a la mujer siempre y cuando el acusado no sea de los suyos. En lo personal, pensé que ya estaban reprimiéndose estas prácticas. Más cantado no puede estar: la asquerosa fuerza de la doble moral. Gracias, señores.
Esperaba, sí, un descargo más contundente de Mejía ante una acusación tan delicada. Al respecto, podrá decirse que es víctima de una patraña, incluso cuestionar el espacio en donde se realiza la denuncia, pero lo que "pocos" no quieren percatarse es que una denuncia anónima es a lo que muchas mujeres se ven obligadas con tal de obtener lo que consideran justo: la condena social. Cuando un autor/editor/gestor relativamente conocido es acusado de estos hechos aparece el fétido discurso de la formalización de la queja para dar peso a las palabras de la denunciante. Un modo tan primitivo de pensamiento no solo revela cojudez de quienes lo exponen, también desconexión con lo que le sucede a la mujer en este país. Para que una mujer agraviada tenga justicia pasan años y no siempre la condena es la adecuada. Y esto es para todas, veamos pues los ejemplos de Arlette Contreras y Lorena Álvarez, tampoco olvidemos lo que sucede con Melissa Peschiera. Ni el poder mediático y las pruebas mostradas son garantía de vigilancia durante el proceso formal de denuncia, igual son humilladas por ser mujeres.
Mee Too Perú es una página que deberá mejorar su método de exposición de casos (hay cuatro que están fuera de lugar) si pretende ser considerado un espacio ajeno a la ventilación de sentimientos menores, pero su existencia es necesaria porque cumple lo que los canales formales no: justicia social para la mujer agraviada. 
Ojalá aprendamos algunas cosas del caso Mejía y de otros que hemos visto: pensar en principios antes que en la persona.