sábado, marzo 31, 2007

Entrevista: Ezio Neyra Magagna

Pall Mall y Portnoy

Fumarse dos cajetillas diarias de Marlboro es un gran placer, pero de hecho que es dañino para la economía de cualquiera. Y como era mi deseo estabilizar mi economía, pues estuve un par de meses probando distintas marcas de cigarros. Probé con Hamilton (más o menos, tirando para menos), Winston (en algo pero se abusa del alquitrán), Camel (casi igual al Marlboro), Premier (horrible), Golden Beach (el más asqueroso), Lucky (le falta ese “toque” extra) y Montana.

En un principio me resistí a dejar el Marlboro. No tienen idea de cuánto sufrí por ya no fumarlo. Y estuve en un dilema: ¿o dejas el Marlboro o te forras de valor y así dejas de fumar? Y me aboque a una solución, por sobre todo, sentimental: el Montana rojo (además está barato y tiene muy buen sabor).

El Montana rojo me trae el recuerdo sentimental más intenso y desgarrador que he podido vivir, y digamos que ese detalle es la razón de fuerza que me lleva a desaparecer las dos cajetillas diarias de rigor. Sin embargo, desde hace unos meses me doy con la sorpresa de que ya no hay Montana en ninguna tienda, sino que ahora esta marca ha dado paso a Pall Mall (ahora, no sé si Pall Mall ha comprado a Montana, cosa que francamente no me interesa).

Por eso, ahora paro consumiendo Pall Mall en todo momento y lugar. Sin embargo, algo curioso pasó ayer con Pall Mall. Ocurre que después de que mi padre leyera Patrimonio de Philip Roth como que anda muy obsesionado con leer todo el ciclo de Nathan Zuckerman (Me casé con un comunista, Pastoral Americana y La mancha humana), y es así que me pidió que le preste La mancha humana. No sé qué se me dio, pero con mi mano izquierda cogí los lomos de cinco libros de mi biblioteca, separé la novela que mi padre quería leer, pero entre los otros lomos estaba El lamento de Portnoy (Grijalbo, 1969), otra celebradísima novela de Roth.


Me puse a hojear esta novela, y entre las páginas 82 –85, leo en el monólogo del joven abogado judío Alexander Portnoy una referencia a los cigarros Pall Mall, esta en relación al rabino Warshaw, quien no para de fumar, y de quien Portnoy no se expresa nada pero nada bien.

Caprichos que no tienen nada que ver con este post:

1. En la madrugada pude ver en La república una interesante nota entre Rocío Silva Santisteban y el inefable José María Memet. Pregunta para Memet: Causita, ¿qué pasó con los viáticos?

2. A través de Puente Aéreo puede leerse la carta de Alonso Cueto -publicada en Correo- aclarando a la dupla ES (versión esforzada de Carl Bernstein y Bob Woodward del periodismo cultural limeño) sobre el dizque plagio. Ahora, supongo que en aras de la objetividad, Paolo de Lima está llamado a postear en su integridad la carta de Cueto. Y ensaya esta explicación...


viernes, marzo 30, 2007

La estupidez de una promesa de genio

Ahora que tengo un poco de tiempo libre me he puesto a leer algunos blogs –de preferencia los que linkeo-, como también ingresar a las páginas culturales de algunos diarios. Me encontraba tranquilo, clickeando en la web de Perú 21, hasta que me topé con una soberana e irrefutable estupidez, por decir lo menos.

Sabemos que Enrique Verástegui es uno de los más grandes poetas peruanos en los últimos cuarenta años. Y es irrefutable que todos estamos agradecidos con él por ese maravilloso libro En los extramuros del mundo. Y más de uno tenemos alguna que otra anécdota nocturna –llena de sapiencia y juerga- con este querido personaje. Por ello, espero que seamos objetivos, o tratemos de serlo porque lo que declara Enrique en esta entrevista de Gonzalo Pajares Cruzado sí es una mega estolidez que, al menos a mí, me genera repudio. Pueda que suene a perogrullada lo de “objetivo” porque de este poeta puede esperarse, muchas veces, altas cuotas de hilaridad, sin embargo, se pasó de vueltas con la siguiente respuesta:

Yo solo digo lo que pienso. Por ejemplo, y deseo que esto sea publicado, pido públicamente que las Fuerzas Armadas argentinas y peruanas invadan y desintegren Chile.

¿En qué estado lo habrá dicho?, ¿vale la pena quedarse callado ante tamaña idiotez? No sé de otros, pero yo no. Aquí es claro que Enrique confunde las cosas. Queda como un triste loquito que por dárselas de original termina ventilando una prueba irrefutable de que la intolerancia, la falta de tino y la posería intelectual no va acorde con alguien que se autoproclama –así sea en plan de chongo- como “un profeta que ha escrito un libro sagrado, un honor para Occidente y Oriente”.

Solo Max Palacios ha posteado esa horrorosa noticia, haciendo gala -cómo no- de su clásica rúbrica palaciana: sin opinar, sin pensar.

miércoles, marzo 28, 2007

The Sandman

Confieso mi ignorancia sobre muchos temas, y uno de ellos es indudablemente el anime. Aunque esta ignorancia está más que nada asociada al hecho de que jamás me he inclinado por saber algo que no me guste o me llame la atención -y claro, deudor de buenas dosis de prejuicio-, por eso, no sé si para bien o para mal, trato de saber todo de lo que realmente me interesa, pese a que ello me lleve a tener grandes lagunas.

Sin embargo, ayer Daniel Salas me pasó un video de un cuento de Hoffman. Me dijo que era un anime y que debía de verlo. Cuando escuché lo de anime como que no me entusiasmé demasiado, pero aún así, hice rodar el video, y vaya, lo habré visto hasta estos momentos más de quince veces.

No sé si Daniel me haya pasado el video porque soy un irredento insomne, pero The Sandman es no menos que estimulante para cualquiera que quiera conciliar el sueño a punta de miedo. Y no es cuestión que lo veas con ojos de niño o hagas una rebobinada existencial. Nada de eso. Hasta estoy pensando usarlo como arma para esos bebitos que han empezado a pulular en mi barrio con su sinfonía de gritos.

The Sandman es un anime realizado por Paul Berry. Lo pueden ver aquí. Se recomienda –al menos eso hice yo- bajar el volumen y escuchar el Blood Money ( en repeat con Misery is the river of the world) de Tom Waits, si no está Waits, no importa, basta y sobra con el sonido incidental del video. Y si desean más información pueden leer aquí.

lunes, marzo 26, 2007

Lobo y Cronopio

En estos días he estado más que nada releyendo todos los libros de Juan Carlos Onetti que tengo, esto a raíz de un sueño en el que me encontraba caminando y fumando con él. No diré más de este sueño para librarme de las inminentes jodas, pero creo que si no lo hubiera tenido, no hubiera estado sumergido en las oscuras letras de El Pozo, La vida breve, la edición de Corregidor de sus Cuentos completos (qué tal cuentazo El infierno tan temido), etc. Sumado al detalle que no he dejado de escuchar Las Variaciones Goldberg de Bach, en la versión –eso sí- del pianista canadiense Glenn Gould. Y como siempre he sentido una desbordada curiosidad por todo lo que me interesa, estuve buscando todo lo concerniente a Onetti, ya sea en revistas, libros y en la red.

Justamente en la red encontré dos entrevistas imperdibles realizadas a este verdadero maestro, genuino maldito y vesánico arrollador. La primera de ellas corresponde a un Juan Carlos Onetti que acaba de llegar a España en pleno auge del Boom. Esta entrevista es realizada por Joaquín Soler para el programa A Fondo de Televisión española. La segunda sí es un hallazgo –al menos para mí- puesto que nos muestra a un Onetti ya confinado en su cama en su departamento de Madrid, sumamente acabado, ido a menos, o sea, lleno de fuerza y vida. Esta segunda entrevista fue realizada a raíz de la película El dirigible de Pablo Dotta. Trataré de conseguirla.

Y bueno, este interés súbito en Onetti me llevó a indagar algo más sobre Julio Cortázar. No sé cómo se me ocurrió hacerlo, pero la cosa es que se me dio por buscar más de Cortázar –así de caprichoso me ponen La Variaciones Goldberg-. En su momento, en LFDLS, llegué a pegar dos fragmentos muy puntuales de una entrevista a este querido narrador (también de Joaquín Soler para A fondo). Pues bien, ocurre que llegué a encontrar la entrevista completa que Soler le hizo en 1977. Dura poquito: 2 horas, 2 minutos y 8 segundos. Es, a todas luces, la mejor entrevista que se le hizo a Cortázar en vida y vale la pena verla. Tan emocionado y abstraído estuve mirándola que me olvidé del partido entre Perú y Argentina por la Sub 17.


Nota: Lo ideal sería que pegué los videos de estas tres entrevistas en lugar de colocar los enlaces, pero por alguna extraña razón no puedo subir videos ni a La Caverna ni a LFDLS. Su html no es aplicable. Ptm.

sábado, marzo 24, 2007

Aimee Mann

viernes, marzo 23, 2007

Bryce

Para todo aquel que ha disfrutado de los libros de Alfredo Bryce Echenique nos causa una inmensa pena lo que está ocurriendo con él en estos días. En lo personal sí le estoy agradecido por haberme hecho pasar momentos inolvidables con tres novelas que guardo atesoradas en mi memoria: Tanta veces Pedro, Un mundo para Julius y No me esperen en abril (esta, al menos para mí, la mejor).

No quiero hacerme el desentendido, ni mucho menos tratar de encontrar algún tipo de barajo para justificar algo que cada día es más patente debido a las pruebas (o llámesele coincidencias) que están apareciendo en no pocos medios de información. El plagio es algo serio, e indudablemente este adquiere proporciones mayores cuando se habla de un escritor de su talla; motivo que sirve también como medio de ataque para aquellos que consideran que es un escritor que no escribe nada de valor en mucho tiempo, opiniones que respeto pero que ni loco comparto, aunque eso no me exime de reconocer que hay obras de Bryce que son muy que mediocres, El huerto de mi amada puede servir de ejemplo.

De comprobarse fehacientemente que hubo plagio por parte de Bryce, creo que no estaría nada mal que este entrañable autor pida disculpas a su legión de lectores. Es lamentable que el simple acto de pedir disculpas sea visto en nuestra sociedad como un símbolo de debilidad, la cual sirve de abono para la cada vez más creciente cultura del pendejito, del vivazo, etc. Yo jamás he visto que tenga algo de malo el pedir disculpas, el reconocer los errores es parte de la integridad y formación que se recibe en casa, el esquivarlo o hacerse el loco, para mí, es sinónimo de una axiomática debilidad personal y una evidente rúbrica de estrechez mental.

Por ello, si Alfredo Bryce Echenique pide disculpas –repito: si es que se comprueba que hubo plagio-, estoy seguro que este mal rato que lo tiene como protagonista pasará, y de hecho - aunque le duela a algunos imbéciles que ya están dictaminando su fin (tamaña ahuevonada, como le escuché decir a una colombiana)- su legión de agradecidos lectores se multiplicará.

domingo, marzo 18, 2007

Entrevista: Pescador y José Antonio Galloso

Brutito con poder

El martes me puse al día con la cartelera comercial, vi unas cuatro películas desde la tarde, al salir del multicine me encontré con unos amigos, este suceso me deparó una gripe atroz que recién hoy domingo parece que he superado. Entre las películas que vi estuvo El último rey de Escocia, la cual me dejó pensando en estos días, no tanto por su calidad cinematográfica. Como ya es de conocimiento público, esta película tiene como personaje protagónico al ex dictador Idi Amin de Uganda. Y está demás de decir que lo mejor de ella es la interpretación de Forest Whitaker del ya fallecido Amin. Muchos dicen que es la actuación de su vida, yo lo dudo, me es muy difícil olvidar a Whitaker en el papel de Charly Parker en Bird, de Clint Eastwood; o del padre manco (como personaje secundario) en la caletaza Smoke, de Wayne Wang (guión de Paul Auster).

Como se podrá colegir, no me gustó para El último rey de Escocia, no tengo idea de hasta qué punto una gran actuación puede sustentar toda una película en la que intervienen muchos soportes, como la coherencia de la trama, por ejemplo. Pero como dije, EURE me dejó pensando, luchando con mis recuerdos, puesto que hace ya muchos años, cuando tenía unos ocho o nueve años, vi una película sobre este imbécil dictador, que lo mostraba tal y como era, o sea, un brutito con poder, sanguinario hasta la saciedad.

Por ello, aquel martes con mis patas, entre chela y chela, decía , claro, qué buena, por supuesto, cuando dentro de mí trataba de ubicar con precisión cuál era el nombre de esa película, quién la había dirigido, qué actor encarnó al brutito de Amin. Como suele ocurrir, lo hablado en estas reuniones queda en el olvido, por eso trato de evitar las resacas, aunque lo que no pude evitar fue esa gripe que empezó a pasarme la factura los días venideros.


Hoy en la mañana quise poner fin a mis dudas sobre esa película que vi hace años, y averigué todo lo que pude de Amin, me fui a la montaña de inexactitudes de Wikipedia, googleé a más no poder, y no encontraba nada de nada -o algo que me interese, para ser exacto-. Pero luego de media hora di con una entrevista al director Barbet Schroeder –de quien he visto la buena adaptación de la novela La Virgen de los sicarios de Fernando Vallejo- en el que habla sobre una película de Amin. Bueno, ojalá haya sido esa película la que vi cuando era chibolo. Aún así, la entrevista a Schroeder es muy buena, en ella habla del colombiano Vallejo, de Bukowski, y claro, del brutito con poder llamado Idi Amin. La pueden leer aquí.

sábado, marzo 17, 2007

Daniel Johnston

Cream

viernes, marzo 16, 2007

Entrevista: Pablo Simonetti

miércoles, marzo 14, 2007

Short Cuts (¿qué pasó con Parece una tontería?)

Dice la contratapa del libro que en un viaje de retorno Robert Altman le pidió algo que leer a su secretaria, y ella le alcanzó algunos libros de Raymond Carver. Luego de leer una buena cantidad de cuentos del escritor no dudó que en ellos existía una película. Fue como una revelación que lo sacó de una posible creciente depresión ante un fracaso de filmar una película sobre Rossini en Italia.

Como muchos saben, SC es una colección de extraordinarios relatos que sirvieron de soporte para la película de Robert Altman. La edición de SC nace de la película. Entre los cuentos de Carver que releo con cierta frecuencia -incluidos en SC- están la clásica ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, Diles a las mujeres que nos vamos, Recolectores, Vitaminas y mi preferido Parece una tontería, el cual –sin exagerar- en no pocas me veces me ha hecho soltar una que otra lágrima. Parece una tontería fácilmente estaría en una posible selección personal de relatos, junto, claro está, con Solo para fumadores, El Aleph, El pozo y el péndulo, etc.

Hace unas semanas llegó a mis manos el DVD de Short Cuts. Para empezar, la película tiene un muy buen reparto, están Tim Robbins, Frances Mcdormand, Lili Taylor, Chris Penn, Julianne Moore, Andie MacDowell, el cantante Tom Waits, etc. La adaptación de los cuentos de Carver fue muy precisa, Altaman –pese a los cambios y la inserción de historias que no forman parte del imaginario carveriano- logró respetar el espíritu premunido de hastío y desazón que conocemos del escritor.

Sin embargo, lo que no me gustó para nada fue la adaptación de Parece una tontería. Me gustó -eso sí- que se haya elegido a la bella y extraordinaria actriz Andie MacDowell (si quieren saber más de ella, no duden en conseguir el DVD Sexo, Mentiras y Videotape, de Steven Soderbergh) como Ann, la madre del niño Scotty y esposa de Howard.


Ann encarga un pastel de chocolate a un pastelero (obvio), el cumpleañero no sería otro que el engreído Scotty, a quien le harían una fiesta con sus amigos de colegio. El pastel de chocolate estaría listo para ese mismo día, recién salido del horno.

El día de su cumpleaños Scotty camina junto con un amigo rumbo al colegio, iban comiendo papas fritas y un auto atropella a Scotty. La noticia paraliza a Howard y Ann. Llevan al niño al hospital, donde horas después fallece. Con la tristeza encima, los padres regresan a casa, y empieza a sonar el teléfono, al momento de contestar el extraño que llama dice lo siguiente: Su Scotty, lo tengo listo para usted. ¿Lo había olvidado? Por ende, es entendible el hijodeputa que se le espeta a ese tipo. Llamadas de esa clase se repiten a lo largo de la noche. Una broma más que pesada en un momento de inmensa tristeza y dolor. Sin embargo, Ann llega a la conclusión de que el hijodeputa que llama no es otro que el pastelero. Y en plena madrugada se dirigen a la pastelería. Bueno, no diré más, pero más o menos así es el argumento de este grandioso cuento de Carver que pierde bastante brillo en la adaptación de Altman, a lo mejor porque el buen director se llenó de historias paralelas, y supongo que eso ocurre cuando se trata de llevar con dramatismo e intensidad más de diez. Siempre habrá una que pierda, y para mi pesar, la que perdió fue la que se basaba en mi cuento preferido, pero eso sí, la presencia de Andie MacDowell aplacó un poquito mi desazón.

No hay pierde con este DVD, pese a los reparos muy personales.

martes, marzo 13, 2007

Elliot Smith

David Bowie

domingo, marzo 11, 2007

Iggy Pop & Debbie Harry

KT Tunstall

Soldados de Salamina (de vuelta en casa)

Lo que es la vida, en no pocas ocasiones he dado por perdidas cosas valiosas, francamente no pensé tener de vuelta en mi biblioteca la novela Soldados de Salamina de Javier Cercas. Su desaparición y hallazgo es digno de una idea a la que estoy tratando de dar forma para ver si me sirve como médula o anécdota de cuento o novela. SDS es una de las novelas que más me han gustado en estos años, la he leído una tres veces si no me equivoco, aunque claro, hay quienes pueden opinar lo contrario de su calidad.

Cierto día del año pasado un ex amiguito periodista me pidió que le prestara mi ejemplar de SDS puesto que le iba a realizar una entrevista a su autor, y yo, en buena onda le presté. La entrevista salió publicada –digamos que esta roza lo aceptable, aunque eso sí, ojalá algún día pueda leerse la muy buena entrevista que Juan Manuel Chávez le hizo a Cercas para el programa de radio que dirigía en 1160, es que siempre es gratificante saber que la persona que entrevista ha leído en su integridad la obra del entrevistado, lo cual denotará siempre respeto- y a las semanas le pedí a mi ex amiguito periodista que me devuelva la novela, y este, de muy mala gana me la dio. Ya en esos meses iba cristalizando la clase de sujeto que era ex mi amiguito periodista. Hasta que un día este se apareció en mi casa porque quería que le diera mi opinión del manuscrito de su novela inédita que llevaba el tentativo título de Construcción, en la cual se “noveliza” a Leopoldo María Panero. Mi ex amiguito periodista quedó paralizado con mi opinión, y para calmar los ánimos lo dejé solo en mi estudio-cinemateca-bliblioteca-habitación, me fui a la cocina a preparar café, al regresar con las tazas humeantes él estaba posteando algunas noticias en su blog. Mientras el tomaba su cafecito me pidió que le vuelva a prestar la novela SDS puesto que quería escribir un ensayo sobre la narrativa de Cercas. Yo le dije que no. Hablamos un rato más, me pidió que le de una releída a su manuscrito, que lo más probable es que le haya dado una lectura apurada y que por ello no había encontrado detalles a resaltar. Y como estaba encaprichado, volvió a pedirme la novela de Cercas, le dije, nuevamente, que no, que ya la había tenido por muy buen tiempo. Se puso triste mi ex amiguito periodista, y se fue asado de mi casa. Prácticamente, esa fue la última vez que hablé con él. Meses después llegó mi abierta enemistad con él.

En la tarde de un sábado de junio me di con la sorpresa de que Soldados de Salamina no estaba en mi biblioteca. Puta, qué raro, pensé. Pese al desorden en el que están mis libros, sé muy bien cómo dar con un título que requiero. Y lo requería ya que en esos días había terminado la lectura de 2666 de Bolaño, la cual me dejó con la imperiosa necesidad de releer el capítulo Cita en Stockton, que de lejos es lo mejor de la novela de Cercas. Los Bolañófilos entenderán el por qué digo que ese capítulo es el mejor. En fin, la cosa es que busqué como un vesánico la novela de Cercas, no daba con ella, hasta me fui a la sección chauchilla de mi biblioteca con la esperanza de verla allí, pero nada. Prendí un Marlboro, y repasé cada suceso que haya ocurrido en mi estudio-cinemateca-biblioteca-habitación en esos meses, las imágenes se presentaban en mi cabeza como una interminable sucesión de fotogramas: amigos, amigas, mi padre, mi hermano y mi gato (que en paz descanse). Adelantaba y rebobinaba, y quedé con los fotogramas de mi persona preparando café. Una, dos, tres...seis, siete cucharadas de azúcar, un poco de Red Bull a mi tacita y listo. Entonces, no me fue difícil colegir que mi ex amiguito periodista había sustraído de mi biblioteca la novela SDS, lo hizo porque sabía que le iba a decir que no se la iba a prestar.

Me costó muchísimo echarle tierra al asunto, en varias ocasiones he pensado en volverla a comprar, pero el valor de SDS es ahora tres veces más de cuando la compré, y prefería comprar otros libros que me eran necesarios leer.

Lo alucinante es que este último viernes recibo una llamada de mi pataza Abelardo. Abelardo es librero de la feria Amazonas, y él me dijo que me diera una vuelta por El Museo de La Nación puesto que estaría allí con algunas cosas que a lo mejor me interesen. Tan amigo mío es Abelardo que hablo de él en mi novela La Cacería. Bueno, ocurre que fui el viernes en la noche al Museo de La Nación. Tiempo que no veía a Abelardo y hablamos de muchas cosas hasta terminar en un chifa de Breña en el que venden un arroz chaufa especial realmente espectacular. Aparte de Abelardo tengo otro amigo librero, un verdadero conocedor de poesía, fanático a muerte de Vicente Azar, llamado Armando. Y mientras veía los libros que él exhibía, vi un lomo de Tusquets que me llamó la atención. Lo cogí: Soldados de Salamina. Este ejemplar tenía la primera hoja arrancada –no, no puede ser mi libro, pensé-, y me puse a revisarlo, y no tardé en asegurarme de que sí era mi libro puesto que tengo –para algunos- la mala costumbre de encorchetar párrafos que me gustan, sumado al pequeño gran detalle que el color de lapicero de tinta líquida que uso para estos menesteres es mostaza oscuro.

- Oye, Armando. Este es mi libro.
- No jodas, ¿en serio?
- Claro, este es mi libro.
- Puta, causa, disculpa.
- Mira, se ve que han arrancado la primera hoja porque siempre escribo mi nombre allí. ¿Quién fue el miserable que la vendió? –Pregunta retórica, evidentemente.
- Fue Gaspar de la Nuit.
- Gaspar nomás, Gaspar, a secas...Qué cosas, ¿no? Compraré mi libro robado.
- No, Gabriel. Llévatelo. Tú eres mi pata. No sabía que era tu libro.
- No te preocupes. Todo ok. Mas bien, gracias.

Me quedé un buen rato hablando de poesía con Armando. Le di el número de mi cel ni bien tenga algo que me interese, pero eso sí, por favor, llámame a partir del mediodía. Me despedí dándole un fuerte abrazo.

(Lo que sugiera Gaspar en su defenestrado blog me llega altamente, tan igual como las infamias –ya conocidas por todos- desde su mil veces negado estercolero que administra. Cuánta ociosidad y cuánto tiempo libre para ventilar podredumbre moral. No hay nada como el tener la consciencia tranquila y el ver los ojos de las personas con las que me cruzo. ¿Todo ok en tu vida, Gaspar?).

Cita en Stockton:

- Da lo mismo –replicó Bolaño-. Todos los buenos relatos son relatos reales, por lo menos para quien los lee, que es el único que cuenta. De todos modos, lo que no entiendo es cómo puedes estar tan seguro de que Miralles es el miliciano que salvó a Sánchez Mazaz.

sábado, marzo 10, 2007

Morphine

jueves, marzo 08, 2007

Jimmy Scott

A sugerencia de mi amigo de Daniel Salas. Scott tiene una voz impresionante.

The Pretenders

Releyendo - Escena de caza

Luego de leer la entrevista a Iván Thays en el blog El Hablador, se me dio por releer su primera novela (segundo libro), Escena de Caza. Esta novela fue publicada en 1995 – la leí en 1998- y fue lo primero que leí de su autor. Y una vez que terminé esta experiencia libresca quedé con la misma sensación de cuando la leí hace años.

En EDC tenemos a unos personajes marcados por la contradicción, en ella notamos los arrebatos e inhibiciones de Beatriz y Damita, quienes tienen a un innominado fotógrafo –a quien Beatriz llama cariñosamente Bicho- como el centro de sus desfogues, sean estos pasionales, estéticos y existenciales. Bicho y Beatriz viven un amor que yace en el más puro ideal del arte. Entre ellos parece interponerse una flaca de nombre Kyra, con quien Bicho tiene contados contactos, pero manteniendo un férreo amor por Beatriz. Luego, las páginas nos anuncian un viaje a España que significaría para Bicho la posibilidad concreta de realizar su bestiario. Unas cuevas en Altamira son su principal interés: la posibilidad de captar con las lentes de sus cámaras la patente del arte rupestre, el cual está muy relacionado a lo que con mucho interés viene trabajando en Lima. Al llegar a España conocen a los artistas con quienes va a realizar el proyecto del bestiario, estos parecen ser patas con muy buena onda aunque inmensamente poseros, quienes obedecen a los nombres de Juan Manuel, Pablo, Manuel e Ilse, a quien se le conoce más como Damita. Y para grata sorpresa de Bicho, Damita no duda en entrarle al juego de cruce de miradas, pero con el añadido de que ella es soberanamente hormonal. Damita va mucho más allá de lo que Kyra representaba para el joven fotógrafo, esta flaquita logra tambalear su relación con Beatriz (Bía, quien tampoco es tan zanahoria como aparenta).

Más o menos, el argumento es como lo acabo de narrar -lógicamente que hay mucho más, no diré todo-. Lo que parece ser un triángulo amoroso es superado por una cuestión conceptual muy ligada al arte, a sus influencias y desarrollo. O sea, estamos ante una novela que tiene como pilar al amor, cierto, pero que en ella vemos también como protagonista al lenguaje que en no pocas páginas alcanza un lirismo estimable. EDC tiene los visos del melodrama, pero jamás cae en lo cursi. En ella, sus protagonistas ansían ser artistas, y es a través de ellos que también tenemos una férrea crítica a quienes se catalogan como tales, amparados –cuándo no- en la pose. Ejemplo de ello puede ser Damita, quien cita párrafos de películas, como el de la famosa adaptación de un Tranvía llamado Deseo. Solo el fotógrafo Bicho logra mantener su ideal, aunque para ello tenga que sacrificar bastante.

Ya sea por su estilo y estructura, EDC iba a contracorriente de esos libros que asimilaron muy mal el realismo sucio durante la década del noventa. Y entre las influencias puedo notar la prosa de Durrel ( Melocotones helados y El cuaderno negro –ojo, no El cuarteto de Alejandría- como soporte) como un sendero que viaja entrelíneas.

Cuando se habla de la narrativa de Thays se suele mencionar a Las fotografías de Frances Farmer, El Viaje interior y a la muy buena La disciplina de la vanidad; pero como que se tiene un tanto relegada a esta novela motivo de este Releyendo, la cual es, de lejos, la bisagra para entender el antes y después de su narrativa puesto que ella condensa su propuesta estética y su mundo como creador. Al menos para mí, Escena de caza es su mejor libro.

miércoles, marzo 07, 2007

Los Rodríguez

Don McLean

Antonio Gálvez Ronceros - Ya ta dicho

En cualquier momento llegará al caserío el diputado de la provincia. Y el negro Froilán, que en nombre del pueblo debía pedirle que se asfaltara el camino principal, estaba malhumorado: le habían advertido que no hablara mucho porque los diputados pensaban que los negros hablaban mal.

Cuando llegó el diputado con su comitiva, Froilán le salió al paso y le dijo:
- Como verá uté, señó diputra, ete camino e gueno. Pero como lo camione se golpean con tanto gueco que tiene, necesita su afartrao.
- ¿Cómo, cómo?
- Ya ta dicho.

(Tomado de Monólogo desde las tinieblas. Peisa, 1999)

martes, marzo 06, 2007

Buffalo Springfield

Kinks

Aparentes impotencias

Una vez, con unos amigos en una discoteca, vi “algo” que –al menos yo- he visto pocas veces. Había una pareja de enamorados tomando unos traguitos en la barra, y para ser sincero, la chica parecía extremadamente simpática. Uno de mis amigos pensó aprovechar el primer momento de descuido para sacarla a bailar (y luego algo más) puesto que según él el enamorado de la mujer en cuestión era toda una invitación a “un robo nocturno”.

Y como buen observador que soy, no tardé en colegir que la chica como que le reprochaba ciertas cosas a su enamorado, y la carita de este balbuceaba toda clase de argumentos que eran callados con un “cállate, imbécil”; logré escuchar unos de esos acertos puesto que se me dio por comprar una cajetilla de cigarros y pude ganarme con parte de lo que hablaban, pero lo más importante: pude verla bien. A todas luces era una chica más que simpática (hay que cerciorarse puesto que las luces de neón a veces engañan). Además, había algo en ella que sí me llamaba la atención, o sea, no me daba la impresión de ser una tarada, ese “cállate, imbécil” llevaba consigo una fuerza fonética fusionada entre la inteligencia y la cólera (obvio), pero la manera cómo lo dijo fue lo que me sedujo, pero un detalle fue lo que repeló mi creciente intención de adjudicarme lo que mi amigo llama siempre “un robo nocturno”.

(Ocurre que todos tenemos prejuicios, y muchas veces estos están signados por el criterio de la estupidez. ¿Quién no tiene prejuicios?, por ello, me siento salvado puesto que soy uno más. Y lo que cejó mis intenciones fue que me era inadmisible tentar algo con una mujer que no supere el metro setenta. ¿Estúpido, no? En fin, lo bueno que eso fue hace mucho tiempo y ya estoy curado, y ahora mis prejuicios son otros, mucho más nobles, pero igual de estúpidos)

Volviendo a la historia de esta pareja de enamorados. Ella le reclamaba a su enamorado mayor atención –al parecer había una tercera persona- y para no perderme más detalles, pedí una cerveza personal para quedarme un rato más y tratar de colegir el contexto en el que se desarrollaba dicha discusión. Y no tardé en dar con el problema de fondo de esta pareja: el sexo. (No es novedad que las parejas de hoy sean más hormonales que sentimentales, en fin) Por lo general es él quien reclama –ojo, digo por lo general-, pero en ese caso era ella quién lo hacía. Y yo, todo fisgón, tomaba mi chelita como si fuera vino. Es que no siempre tienes historias así, y por un momento pensé en canibalizar esa anécdota en algo escrito. Y seguí escuchando, y de reojo miraba que ella se le acercaba, como que trataba de animarlo a dejar esa discoteca en la que se pasaban temas de Morrissey hasta el hartazgo (siete al hilo es demasiado hasta para el más fanático), y él, nada que ver, hasta llegué a escuchar un “no seas así” por parte del enamorado. Ese “no seas así” me fue el colmo de todo, ella, tranquilamente podía estar con cualquiera que la abordara. Y lo que estaba viendo y escuchando ya no solo era una prerrogativa mía, sino que no pocas naves se estaban ganando con el rechazo de ese taradito.

Regresé a mi mesa.

- Está buenaza- Dijo mi amigo.
- Digamos que sí.
- Oye, ¿y qué hablan, ah?
- Anda compra tu chela y escucha.

Seguí hablando con mi amigo, al menos yo me desentendí de esa pareja –que ya avanzada la noche había dejado caer no pocas botellas producto de sus hormonales desacuerdos- pero él paró la conversa al ver que el enamorado de la susodicha se dirigía al baño. Y este inquieto se apartó del grupo con la idea de una vez por todas dar el play de honor del "robo nocturno". Con paso decidido se dirigió a la chica, pero lástima, otro pata se le adelanta y la saca a bailar. Mi pata trata de contrarrestar su carita de huevón, pero no puede, no le sale el ser solapa, es un don con el que evidentemente no nació. Por lo tanto, tiene que esperar por partida doble: que ella termine de bailar y que su enamorado quede un rato más en el baño. Ella termina de bailar con el patita, y cuando mi pata intenta entrar al lance otro le gana por puesta de mano. Un potente temón de Héroes del silencio la lleva a gritar cada palabra de Bunbury.

Cosas raras, siempre ocurren cosas raras, desde un extremo estaba parado el enamorado de la susodicha. Pidió un trago y la contempla desde la distancia, viendo como ella baila con un número considerables de patitas –los cuales parecían estar haciendo cola, cola que mi pata encabeza pero que no tiene la suerte ante la rapidez de un acelerado extraño, los crecientes litros de cervezas ingeridos no le permiten aprovechar la ocasión- y ni bien ella baila con el cuarto no escatima ciertas confianzas que se dan en pleno fragor musical, es ella la que empieza a besar y abrazar a cada uno, entregándose a los afectos que su huachafo enamorado le es incapaz de dar. Mi atención no tardó en centrarse en el enamorado que con mirada tiesa se ganaba con el pase hormonal de los otros.

Y luego de bailar con más de ocho (cinco temas por cabeza) –o mejor dicho, once patitas- fue que hasta el entonces impávido enamorado decidió hacerse cargo del asunto. Mientras iba hacia ella yo pensaba que se iba armar uno de esos clásicos escándalos que con frecuencia suelen dar ciertos machistas reprimidos, pero por el contrario, no hubo gritos ni cosa parecida, el enamorado de la joven la abraza y la besa como si nada hubiera ocurrido. Los primeros destellos plateados de la mañana empiezan a colarse por las ventanas de la disco, las luces de neón van perdiendo su fuerza. Mi atribulado amigo se acerca al grupo en el que me encontraba. Me hubiera gustado ofrecerle un trago pero le ofrezco un cigarro.

- Para otra vez será –le dije.

No me dice nada. Tampoco esperaba que me dijera algo. Sin embargo, como dije, contadas veces había visto esta clase de preámbulos en parejas que ven al masoquismo como medio para el acicate reconcilatorio –por decirlo de alguna manera que no sea tan chocante-. Luego de que ella se despachara con varios –no hay nada de malo, cada quien es dueño de su vida y puede hacer lo que venga en gana, siempre y cuando no cometas la burrada de arrepentirte- ella daba lo mejor de sí ante aquel enamorado que en casi toda la noche me impulsó a tenerle un sentimiento de pena.


Por otro lado, y no es ninguna novedad, la literatura, en el caso de algunos autores, siempre se ha visto enriquecida en una variopinta gama de masoquismos. Me acordé de este suceso nocturno ni bien leí hace ya unos meses el suplemento Crónicas del diario El Mundo –y puedo afirmar que ese suplemento Crónicas es de lo mejor que tiene ese diario; cada semana no deja de sorprenderme con historias reales que superan toda clase de excesos de imaginación- en el cual se daba cuenta de la verdadera historia que está detrás de esa novela maravillosa –muy sana ahora pero tremendamente brutal cuando se publicó- llamada El amante de Lady Chatterley. Si gustan – no tiene pierde- pueden leer la crónica aquí.

domingo, marzo 04, 2007

Entrevista: José Ángel Mañas

sábado, marzo 03, 2007

Kinks

The Corrs