sábado, abril 30, 2011
viernes, abril 29, 2011
Viernes 29: Presentación de Poesía en Rock, de Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen
Tomado de aquí.
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Viernes 29: PRESENTACIÓN DEL LIBRO “POESÍA EN ROCK”Sus dos autores buscarán explicarnos los motivos que los llevaron a hacer esta extraordinaria aproximación de la existencia de la poesía en el rock.
Para los autores hay rockeros que son poetas: Bob Dylan, Lou Reed, Leonard Cohen, pero la pregunta siguiente fue los poetas rockeaban y la respuesta fue un sí contundente. Para los autores hay “poemas en los que se escucha el latir acompasado del rock".
Comentan: José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo
Música con Los Castigos (surf country instrumental)
Para los autores hay rockeros que son poetas: Bob Dylan, Lou Reed, Leonard Cohen, pero la pregunta siguiente fue los poetas rockeaban y la respuesta fue un sí contundente. Para los autores hay “poemas en los que se escucha el latir acompasado del rock".
Comentan: José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo
Música con Los Castigos (surf country instrumental)
En El Camino: Cursos itinerantes en Madrid y Oviedo
Para los que viven en España. Informes aquí.
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A petición de nuestros amigos de Facebook, antiguos y nuevos alumnos, en mayo retomamos nuestros cursos itinerantes de escritura. Las ciudades y las fechas son las siguientes:
-Madrid: sábado y domingo, 21-22 de mayo (10:00-14:00 h. ambos días).
-Oviedo: sábado y domingo, 28-29 de mayo (10:00-14:00 h. ambos días).
En ambos casos, la directora de En el camino, Ana Muñoz de la Torre, impartirá el curso básico de iniciación a la escritura creativa Soñar, jugar, escribir.
El coste de la matrícula es de 100 euros en Madrid y de 120 en Oviedo. Esta mínima diferencia en el precio se debe a que el curso de Oviedo implica traslado de ciudad, alojamiento y dietas de la profesora.
Poema de Virginia Benavides: "Imágenes de la enterrada"

En el blog Noticias del interior encuentro el poema "Imágenes de la enterrada" de la poeta Virginia Benavides, autora de Exstrabismo.
Virginia planea publicar este año un nuevo poemario. Que así sea.
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La cruel. La que ama los rincones orillados. La victima de sí misma.
Cicatrices como lombrices vivas arrastran su fosforescencia en la memoria.
Dolor de la parturienta. Neuronas supurando detrás de la sutura.
Nacimiento de una idea abortada la víspera. La condenada y su re cuerdo
Muda vacía jirones de incendiadas palabras
Toda la soledad de ser perseguida por un rostro de trizada ave.
Toda la sensación de triturada lengua. Odas interiores que no salvan nada.
Destellos de incendio. Veladas imágenes que poseo.
Monstruosidades mías que no dan miedo.
Aletazos en la desesperación
Entrañas donde el corcel se pierde, bosque encantado. Tan roja y cristal tus ramas, tus descensos. Todo enredado el pez boquea. Todo redada el pescador fosea. Anzuelos que tiendo mientras espero. Corcel hundiéndose en un mar de lágrimas que salpican tus hojas.
Entrañas para los perros.
Corazones disolviéndose en la cal de la fosa común
Todo es lo mismo. Oquedad de nuncas y siempres todo extremo en el centro es un despecho. La garza o el equilibrista ciego a orillas del estanque o al filo de la cuerda.
Todo es lo mismo. Salvación del vacío: el deseo es siempre hambriento.
Ángeles caídos en la fuente de los deseos
Han llegado. Cometa o pájaro sus transfiguraciones. Rumor húmedo en el sexo, sus mutaciones. Han llegado. Tuvieron sed. Sus manos escarbaron las arenas.
Latidos de agua entre las dunas ¿han llegado?
Alas envejeciendo en la fuente riente hablan del tiempo. Las tardanzas.
El sonido: saltado de tímpano para la muerte
Come sordera. Oído al tañido desteñido. Yanta sordera.
Que liberen los golpes secos. El desliz de un cuchillo al cortar la lengua.
El rayo que incendia mi cuerpo de madera. Que respiren afonía todas las palabras. Mudanza de voces, llanto yanta sordera
Marioneta catatónica besando el aire
Mi titiritero envejece. Se le enredan los hilos, se duerme en otro cielo, olvida cuidarme. Muchas mañanas amanezco inerte, desesperada, mirando el cielo raso fijamente.
Cuando se habla de las palabras siempre los nudos son difíciles de desatar:
Se demora el poema.
A golpes de martillo
Olvidé consignar la entrevista de Andrea Aguilar a Philip Roth sobre su nueva novela Némesis. La entrevista es interesante, pero en ella también vemos una evidente patanería por parte del autor. ¿Todo se le perdona a los grandes? Publicado en Babelia.
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Su fama, no solo literaria, le precede. Desde que en 1959 publicó Adiós Columbus, la polémica y el éxito han marcado la carrera de Philip Roth (Newark, 1933) como la de ningún otro escritor. La impúdica e hilarante diatriba de su personaje Alexander Portnoy con su psiquiatra, a finales de los años sesenta, fue el pistoletazo que le colocó a ojos de la crítica a la altura de Styron o de su coetáneo Updike. Roth, admirador y amigo de Malamud y Bellow, inauguraba una nueva senda en la novela americana.
Con El lamento de Portnoy también puso en pie de guerra a un grupo de rabinos que le acusaron de antisemita. Las feministas del momento no se quedaron atrás y le señalaron como un flagrante misógino. Los títulos que publicó en la siguiente década azuzaron los furibundos ataques. De la mano de Zuckerman, en nueve de sus novelas, tensó la frontera entre realidad y ficción. Su divorcio de la actriz británica Claire Bloom, y las nada elogiosas memorias que ella publicó poco después, alimentaron los cotilleos. Pero Roth no se arredró. Plantó cara a las sucesivas batallas con genio, a golpe de novela, probando una y otra vez que "la literatura no es un concurso de belleza en el plano moral". En la farsa, la sátira o la tragedia, el escritor se ha declarado enemigo de lo simple, de la dicotomía entre blanco y negro, y trabaja como pocos la gama de grises que tiñen la conciencia.
A diferencia de John Updike, el prolífico cronista de la clase media americana y exquisito crítico, Roth, el chico malo sin pelos en la lengua, satírico, irreverente, crudo, sexual y rabiosamente judío ha concentrado toda su energía en la ficción. El acoso y las peleas públicas nunca le empujaron a la misteriosa reclusión del vanguardista Thomas Pynchon. El héroe de Newark construyó su leyenda con la apabullante fuerza de sus libros, demostrando que no tenía ningún camino prohibido, que su ficción podía crecer y abarcarlo todo. En su obra ha explorado la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial o el macartismo, ha buceado e investigado con ahínco. "Su chorro de creatividad es casi shakespeareano", declaraba a finales de los noventa el crítico Harold Bloom. "Están DeLillo, Pynchon, Cormac McCarthy, pero en términos de diseño total y de inventiva y de originalidad, creo que Philip es lo que está más cerca de lo mejor".
Treinta y tres títulos después de su debut, el autor de Pastoral americana o La mancha humana, es el único novelista vivo cuyo trabajo está siendo publicado por Library of America, un proyecto similar a La Pléiade que reúne la obra completa de los mejores escritores estadounidenses (quitar en ediciones anotadas). Además, Roth cuenta en su haber con una impresionante lista de galardones -en la que solo falta el Nobel- y millones de lectores en todo el mundo. A los más jóvenes les cuesta entender la controversia que despertaron sus primeras obras. Quizá haber forzado el estereotipo de inmigrante judío de segunda generación hasta derribar ese muro sea una de las mayores victorias de este escritor. Con Némesis, su último libro, cierra el ciclo de cuatro novelas cortas que arrancó con Elegía y regresa al escenario de su infancia, en el Newark de la década de los cuarenta durante la epidemia de polio.
El escritor se retiró al campo en Connecticut hace más de diez años, pero pasa los inviernos en la ciudad. Al oeste de Central Park, en el Upper West Side, se encuentra su apartamento neoyorquino. Un gran ventanal con una impresionante vista al sur domina un luminoso y amplio salón de suelos de madera clara y exento de librerías. A la derecha, un flexo ilumina el escritorio de cristal. Falta el ordenador, una pieza clave para Roth desde los noventa, que vino a sustituir una sólida máquina de escribir -"como un cañón, grande, negra, inamovible"-. Antes tuvo una Olivetti portátil -"maravillosa, podías empujarla por la mesa, escribir y empujar"- y, por insistencia de sus amigos, dejó el papel y la tinta y se pasó a la pantalla y el teclado -"lo mejor que le ha pasado a mi escritura"-, algo que le permite reescribir mientras avanza. El oficio de escritor para Roth tiene algo de combate físico. Trabaja cada día, todo el día y, durante muchos años, lo hacía siempre de pie. Ahora, solo la mitad del tiempo. "Empecé porque tenía problemas de espalda. Me encanta no estar metido en el hoyo. Si te atascas puedes caminar y quitártelo de encima".
El sofá se encuentra en el otro extremo del salón. Roth, alto y delgado, camina sin zapatos por la casa. Viste un pantalón de pana y jersey de lana gruesa beis. Mientras habla, sentado en una butaca de cuero negro, juega con las gafas que le cuelgan del cuello y clava la mirada. Agudo y ágil conversador, intercala bromas y carcajadas, pero evalúa sin piedad a su interlocutor y no duda en recordar aquel tiempo en que no se mostraba tan cortés en las entrevistas -"me levantaba, me marchaba de un portazo, si me preguntaban si hacía lo mismo que mis protagonistas les gritaba que sí, exactamente, ¡al pie de la letra!"-. Esta tarde se muestra más sereno. Habla con admiración de la correspondencia de Bellow recientemente publicada y asegura que lo suyo, sin embargo, nunca fueron las cartas, ni los diarios: le cuesta encontrar el tono y siempre está tentado de reescribir, quitar -como todo lo demás-. Aunque hay un ejemplar de The Paris Review bajo su asiento, dice que no ha leído nada nuevo en ficción desde hace tiempo, ni Jonathan Franzen, ni Foster Wallace -"la última gran novela que leí fue Submundo de DeLillo"-.
PREGUNTA. En Némesis habla del miedo, un asunto central en Estados Unidos después del 11-S.
RESPUESTA. La polio atacó América en la primera mitad del siglo XX y las advertencias paternas sobre la enfermedad fueron el coro de fondo de mi infancia. Cuando se descubrió la vacuna en 1955, ya me había licenciado en la universidad. No necesitaba el 11-S para escribir este libro.
P. ¿Es la literatura una buena brújula para entender el presente desde el que se escribe?
R. ¿Pienso que la ficción refleja el momento en que ha sido escrito sin importar en qué época esté situada la acción del libro? No. Yo quería describir 1944 en Newark. Leí mucho y me entrevisté con un par de tipos de mi edad que tuvieron la polio. Cuando trabajo pongo mucho cuidado en recrear con fidelidad una época. Si el presente en el que escribo también queda reflejado no es un algo deliberado.
P. ¿Opina lo mismo como lector?
R. Si es sutil, a lo mejor, con el paso del tiempo puedes ver que algunas cuestiones históricas determinaron que los escritores estuvieran interesados en ciertos temas.
P. ¿Cómo ha afectado el 11-S a la literatura norteamericana?
R. Algunos escritores lo han usado en sus libros. Pero, en general, la literatura no funciona así. Yo tardé 65 años en hablar de la polio y ese es más o menos el margen. El paso del tiempo deja espacio para la cavilación y llega una generación de escritores que pueden capturar el hecho, que no suele ser la misma que estaba en su madurez cuando ocurrió. ¿Cree algo de lo que digo?
P. En algunos de sus libros parece que hubiera una advertencia: cuidado con la bondad.
R. Sí, una buena frase. El teatro de Sabbath es el reverso: abraza la maldad.
P. Harold Bloom considera que ese es su mejor libro.
R. Es bueno. Estoy a punto de releerlo y yo nunca releo mis novelas.
P. ¿Por qué no?
R. A menudo es doloroso, ves lo que no conseguiste hacer y el lenguaje que usaste puede resultar un poco embarazoso. Uno no siempre está en buenos términos con sus libros del pasado.
P. ¿Por qué lo está releyendo?
R. Alguien me lo sugirió, mientras yo estaba criticando algo de mi obra. El impulso detrás de Sabbath fue fuerte y nuevo. El nivel de invención es muy alto. Cuando lo publiqué lo odiaron.
P. En un ensayo sobre Bellow habla de su transformación revolucionaria con Auggie March. ¿Piensa en su propia obra en estos términos?
R. Bueno, El lamento de Portnoy fue algo totalmente distinto de mi obra anterior. Vine a Nueva York en 1963 y daba clases en Princeton. Conocí a un grupo de tipos, todos judíos y un poco mayores que yo. Nos reuníamos y teníamos unas juergas hilarantes, enlazando un tema detrás de otro con historias extravagantes. Después de dos o tres años pensé que por qué no escribía eso, y decidí llevar a la página el comedor del restaurante. Aquello fue el comienzo de una explosión que duró unos doce años. Intenté empujar el elemento cómico tan lejos como pudiera.
P. ¿Para defenderse?
R. No, era una ofensiva en todos los sentidos. La idea era "si no te gusta el tipo que escribió Portnoy, vas a odiar al que escribió esto". Me liberé de mi decorosa educación literaria. El siguiente gran cambio llegó con La contravida, a mediados de los ochenta, un nuevo acto de apertura. Me sentía expansivo cuando escribía y las palabras llegaron.
P. ¿Qué se propuso hacer en esta serie de
Némesis?
R. En los noventa Bellow estaba escribiendo novelas cortas. Recuerdo que le pregunté cómo lo hacía y él, como siempre, se rió. En aquel momento en mis libros yo buscaba ampliar y seguir incluyendo cosas que nada impedía que metiera. Pensé, ¿puedo recortar todo y escribir a pequeña escala? ¿Cómo destilo y comprimo?
P. Y llegaron estas cuatro novelas.
R. No sabía que serían cuatro. Empecé con Elegía. Quería contar la vida de un hombre a partir de sus enfermedades. Me divirtió especialmente imaginar ese discurso acusatorio y furioso de la mujer contra el adúltero. Fue divertido asumir ese papel, porque no he tenido muchas oportunidades.
P. Después vino
Indignación.
R. Quise escribir sobre lo que era ir a una universidad en el tiempo en que yo fui, a principios de los cincuenta. Esos campus convencionales eran sofocantes y detrás de esa asfixia estaba la maldita guerra y la represión sexual. Todo era tan reprimido que ni siquiera sabíamos lo reprimidos que estábamos.
P. Le ha dedicado bastante atención a la explosión de aquello.
R. Si el bang de 1963, 1964, 1965... Yo estaba en la treintena y ver aquello fue vertiginoso, daba mareo. Fue increíble.
P. ¿Ha habido una regresión desde entonces?
R. No. Lo que pasó en los años sesenta fue tímido y templado si lo comparamos con cómo viven ahora los jóvenes. Aquello fue la primera salida de la cárcel sexual y fue emocionante.
P. El nuevo libro transcurre durante un verano muy caluroso en Newark, como
Adiós Colombus su primera historia publicada.
R. Aquello lo escribió un chico que no había oído hablar de la muerte. El escritor de Némesis sí ha oído de ella.
P. El doctor, uno de los personajes, advierte al protagonista de lo que debilita un sentido erróneo de responsabilidad.
R. Bucky se siente responsable de cosas que no le corresponden. Y este sentimiento de responsabilidad es insaciable.
P. ¿Asumir la responsabilidad es una forma de eludir el caos y el azar, de crear la ilusión de control del destino?
R. Exactamente, y la polio es un ejemplo perfecto: es caos y azar, aunque él se sienta responsable. La culpa da sentido a muchas cosas.
P. ¿Da por terminada esta serie?
R. Sí. Quería tratar en breve una cierta preocupación fatalista. Chéjov en uno de sus cuentos dice que detrás de la puerta en la casa de cada hombre rico debería haber alguien con un martillo que espera para darles en la cabeza y recordarles que la gente sufre. En cada uno de estos cuatro libros la Némesis espera, un cataclismo.
P. ¿Trata siempre los mismos asuntos desde distintos ángulos?
R. ¿Eso piensas tú? Creo que cada uno tiene un cubo lleno de temas, que son tuyos porque excitan tu energía verbal. Vas sacándolos y usándolos. Llegas al final del cubo y no quedan muchos. Esto es lo que les pasa a los escritores mayores. Tienes un número limitado de temas, diez, seis o veinte, y ese es tu número. Yo no sé cuántos tengo, pero supongo que uno vuelve a trabajar sobre algunas ideas. Mi autorreflexión sobre mi trabajo también tiene un límite.
P. Mientras escribe, ¿lee sobre el tema del libro en el que trabaja?
P. Sí, y cuando no tengo más leo otras cosas, mucha historia y biografías. Leí hasta hace unos años ficción, pero todo cambia. Hace diez años empecé a releer y fue maravilloso. Pasé entre seis meses y un año con cada escritor, por ejemplo, Dostoevski y Conrad.
P. ¿Y la literatura actual?
R. Pareces mi doctor. No leo novela actual desde hace unos veinte años, solo cosas de amigos. No estoy al día de lo que ocurre.
P. Hace poco aseguraba que leer novelas se acabará convirtiendo en una actividad casi de culto. ¿No hay una interminable necesidad de historias?
R. Sí, y el cine la satisface. Las películas no requieren el mismo nivel de concentración y sutileza de mente que una novela seria.
P. En todos los campos, incluso en la política, se habla de la fuerza de la narrativa de un determinado partido o candidato, hasta de un jugador de fútbol.
R. ¿No es extraordinario? ¿Cuándo empezó? Lo oigo todo el tiempo en la radio. Me doy la vuelta un momento y ocurre esto... No pasaba en los viejos tiempos.
P. En
Los hechos dice que ocupa el punto medio entre el exhibicionismo de Mailer y la reclusión de Salinger. La eterna cuestión sobre autobiografía y novela, sobre Roth y Zuckerman, ¿no es un éxito para un novelista tener un personaje que el público cree que existe y no es ficción?
R. No. Esto solo ha sido una gigantesca distracción. La gente encuentra una manera de hablar de los libros sin hablar de ellos, es cotilleo. Fue una gran pérdida de tiempo, como la cuestión judía, pero estas cosas componen la vida de uno. No puedes escapar.
Roth da por terminada la entrevista y se dirige hacia la puerta. La despedida recuerda al precioso ensayo sobre Malamud y su último encuentro, en el que le enseñó las pocas páginas que había escrito y él fue incapaz de ofrecerle el aliento que reclamaba. "Desearía que lo que le dije hubiese sido más", escribe Roth, "y que si lo hubiera dicho, él me hubiese creído".
jueves, abril 28, 2011
Un escritor en el banquillo
Hace un rato dejé un enlace de una entrevista a Alessandro Baricco en Página 2. Por lo que decía el autor, me puse a buscar textos que se hayan escrito sobre su novela Emaús. Los dejo con este de Alejandro Patat, en ADN.
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En Italia, durante los últimos años, ningún autor ha suscitado tantas controversias y ha dado lugar a posiciones tan enfrentadas como Alessandro Baricco (Turín, 1958). De un lado, imputaciones gravísimas: pseudofilósofo, escritorzuelo, tecnócrata de la literatura, calculador que ha reducido todo con fines comerciales a una simple mecánica. Sus tramas, según esos detractores, serían burdas mentiras extraídas de la cultura estadounidense, un insípido atentado contra la tradición. En síntesis: una obra superficial, insignificante. Del otro lado, se alza la defensa de los fanáticos y seguidores: escritor leve pero profundo, que le ha quitado peso y densidad a una literatura asfixiante, a una prosa inactual. Sería, según estos defensores, un hombre de nuestro tiempo, un modernizador, un vanguardista. Una reencarnación del talento y del genio.
Por su parte, hace dos años, Baricco se pronunció en los diarios al respecto. Sostuvo que los críticos (esos ignorantes de turno, esos fracasados aspirantes a escritores, profesorcitos, académicos, periodistas, resentidos de toda especie) no entienden nada, leen la letra, no ven el conjunto. Esa gentuza lo ha sometido al peor de los desprecios: la indiferencia. Concluyó más o menos diciendo que nadie es profeta en su tierra, pero sobre todo que nadie es profeta en Italia. Y no tuvo escrúpulos ni falsa modestia en evocar a Dante, Leopardi o Pasolini. Comparaciones que despertaron más polémicas. Los críticos, esta vez, contestaron con sonrisa sarcástica: el autor ha demostrado que por lo visto lee los medios que detesta y que la atención que el mundo le depara no le es suficiente a su ego desmedido. Qué pena, agregan: el mundo ama el estereotipo italiano, lo bufonesco, lo caricaturesco. No sorprende; Italia siempre despertó risa o una admiración deformante: es una vieja tradición, que empieza con la Comedia del Arte y sigue en los cuadritos de ruinas para el salón de las tías solteras. O comedia o ruina. Que el autor elija, concluyeron, dónde incluirse.
Pero el escritor siguió empecinado en su camino y escribió Emaús , una nueva novela. Las agresiones de la crítica, en los medios, fueron contundentes, escritas con ensañamiento. Está claro que no faltaron aquellos que la celebraron. No era difícil entonces toparse con pilas de la nueva novela de Baricco en las librerías de los centros comerciales.
Emáus es una historia católica, un atributo por cierto nada secundario en Italia. O más bien, la historia de cuatro adolescentes de humilde clase media católica de otros tiempos, en el preciso instante en que sus vidas se cruzan con la de Andrea, una chica de familia rica y poderosa, propensa a todo tipo de vicios y perdiciones, según el punto de vista del narrador. Es obvio que ese encuentro entre Andrea y los chicos, que cantan y tocan en la banda de la iglesia del barrio, conduce a un desenlace irreparable. El título del libro hace alusión al episodio bíblico en que Cristo, resucitado, se presenta ante dos peregrinos con destino a Emaús, y que lo reconocerán demasiado tarde como hijo de Dios. Una alegoría de la ceguera humana, de la incapacidad de ver incluso frente a la luz. Pero el título también alude, sin equívocos, a La cena en Emaús de Caravaggio, a la poética del claroscuro. El riesgo es enorme, subraya con malicia un crítico: que el barroquismo de Caravaggio se convierta en "bariccismo", como ya había sucedido cuando en Homero Ilíada se le ocurrió reescribir el clásico griego.
Escuchadas todas las voces, tanto la acusación como la defensa, se intentará, en la medida de lo posible, ser imparcial. Baricco cree en lo que hace. Es un lector de detalles, y por lo tanto, un escritor de detalles. Se le escapa de las manos, probablemente, el conjunto. Minimalista, dicen algunos; posmoderno, otros. Es ambicioso, demasiado ambicioso, pero también es cierto que cada libro es un desafío real, sincero. Parte de algunos presupuestos que él cree irrenunciables a la hora de escribir y que son su credo.
Primero: la literatura es una construcción lúdica, artefacto capaz de suscitar emociones, de alcanzar la belleza, más allá de lo que ésta signifique. No es fruto de la inspiración, sino un ejercicio, como la gimnasia. En Emaús , el narrador en primera persona es un adulto que alguna vez fue joven. Se trata de explicar cómo la "bijouterie" del drama -cuyo protagonista es ese chico entrañable, presuntuoso y rígido en sus convicciones- pudo transformarse, en contacto con la suprarrealidad extrema de Andrea y su familia, en una tragedia "áurea". Baricco, como siempre, juega con los géneros.
Segundo: las tramas deben narrar ese instante de la vida (que pudo haber durado un minuto o unos años) en que todo cobró sentido -o lo perdió, si la clave es pesimista- para siempre. La novela parece afirmar que en la adolescencia, la prehistoria de la vida, reside la única historia real, fundacional, del individuo: la pérdida de la inocencia. Tierra de confín en la que, como afirma el narrador, se nos impone "intransigente e infinito el instinto de la amistad". El narrador, por su lado, como un arqueólogo, quiere rescatar al menos la pura emoción, que nunca más será emoción pura. Baricco goza de un extraño don: ensayar una especie de diálogo auténtico con el lector, en el que caen todas las inhibiciones y los prejuicios culturales. Conversar, por un momento, olvidando la terrible e insoportable herencia histórica europea. De ahí que esta vez focalice, sin temores, en un puñado de chicos católicos. Brilla por todos los lados, como un faro, la fe, hasta que se apaga, y la consecuencia de esa repentina oscuridad se vuelve definitiva. Signan esas vidas varios sentimientos exacerbados para la edad, vistos en una dimensión casi monstruosa: la culpa, el arrepentimiento, la Pasión con mayúscula, el martirio. La metáfora conductora del libro es la del pasaje bíblico: caminar. Se camina mucho en esta novela. Para evitar todo equívoco, Baricco construye una visión antidogmática de la vida cristiana. Los curas son personajes negativos en la historia: si no son perversos, son mezquinos. Una concesión quizá demasiado forzada del autor ante cualquier sospecha de religiosidad doctrinaria. Aquí el mundo católico (con toda su desbordante pretensión de ecumenismo) le sirve al autor para explicitar un desquicio, tal como se le aparecen al narrador, hacia el final, las dos imágenes constitutivas de la identidad apostólica romana: la Virgen con el Niño y el Cristo crucificado, ambas captadas en su descomunal belleza incomprensible.
Tercero: el estilo. Limar y limar hasta obtener la forma más ágil, más dinámica y ligera. Quitar las palabras de más, las frases innecesarias, las perífrasis. Usar pocas subordinadas, recurrir a la parataxis y al párrafo breve, al diálogo mínimo. El narrador alterna dos tonos narrativos. Por un lado, hay un relato durativo, en pretérito indefinido, que alude a algo que se identificaba con la esencia de la vida, sin ninguna necesidad de puntualizaciones. Es el tiempo de la interioridad, que se actualiza, regresa. Se presta a la ironía, a una revisión desdramatizadora. La intensidad de la adolescencia se vuelve objeto de nostalgia, despierta autocompasión y, por supuesto, sorpresa ante tanta irreverencia, tanta inútil seriedad. Por el otro, hay un relato puntual, en pretérito perfecto simple o indefinido: las cosas que acaecieron, casi sin razón. Es el tiempo de la historia, lo fáctico, lo que aparentemente cuenta, y que, desde ya, se vuelve siempre menos importante, capricho de la suerte, anécdota. Emaús es el relato de una augusta historia moral, rayana en la locura.
Primer concurso de novela César Vallejo
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Con el propósito de ofrecer un espacio para la difusión de importantes obras narrativas y fomentar la creación literaria, la Universidad de Ciencias y Humanidades (UCH) convoca a todos los escritores de nacionalidad peruana a participar en el Primer Concurso Nacional de Novela César Vallejo.
Los participantes podrán presentar más de una novela al concurso, siempre y cuando lo haga con seudónimos diferentes. Esta deberá estar escrita en español, ser original e inédita y el tema es libre. La extensión mínima será de 150 páginas.
Bases del concurso
La entrega de las obras se realizará en dos sobres cerrados, con el título de la obra y el seudónimo del autor. Uno de los sobres debe contener cinco ejemplares numerados, anillados o espiralados, y un CD con el respectivo archivo en "word". El otro sobre, tamaño carta, debe contener los datos personales del autor y una versión resumida de su hoja de vida.
Los trabajos serán recibidos a partir del 3 de mayo hasta el viernes 5 de agosto de este año en la siguiente dirección: Av. Óscar R. Benavides 2798 (ex avenida Colonial), cruce con Universitaria, en la Oficina de Recepción.
También podrán ser remitidas por medio postal, debiendo usarse el correo certificado. Si llegaran en fecha posterior, se verificará que el sello postal consigne la fecha límite señalada anteriormente. Más información en la página web: www.uchnovela.com.
Jurado y Premio
El jurado está compuesto por reconocidos escritores y críticos literarios que darán a conocer su fallo inapelable la primera semana del mes de octubre de 2011.
El ganador del concurso recibirá la flama de oro, diploma y 15 mil nuevos soles. Asimismo, el Fondo Editorial de la UCH se compromete publicar la novela y a realizar actividades de promoción con la colaboración del autor de la novela ganadora.
Página 2 - Alessandro Baricco
A lo mejor, más de uno me agradezca este dato. El escritor italiano Alessandro Baricco, a razón de su nuevo libros Emaús, fue entrevistado en el programa de televisión Página 2.
Para ver la entrevista, clic aquí.
miércoles, abril 27, 2011
Las firmas son tímidas
Tanto el domingo y martes pasados, Enrique Vila-Matas publicó en El País dos artículos que no tienen pierde. En Huir, de ayer martes, tenemos un acercamiento al esquivo narrador argentino Néstor Sánchez, de quien se cumplen ocho años de su muerte. Y en Las firmas son tímidas (ilustración de Sonia Pulido), del domingo, una peculiar visión, no exenta de humor, sobre las firmas de libros.
...
1Se cuenta que a la gran actriz francesa Sarah Bernhardt la detuvo una mañana un señor por la calle para preguntarle si era la ilustre Sarah Bernhardt.
-Sí, lo seré esta noche -dijo ella.
2 La impresión de que como escritor voy contra natura cuando aparezco en público y más cuando, a causa de la lógica perversa de la aparición misma, me veo de golpe haciendo teatro, transformado en otro, convertido en alguien distinto del que escribe y también distinto del que vive y que en mí al menos nunca se confunde con el que escribe, por mucho que algunos crean lo contrario. La impresión de que en esas ocasiones aparece siempre "el tercer hombre", el actor que sabe que esas intervenciones en público nada tienen que ver con la actividad de escribir y sí en cambio con el reposo, son manifestaciones puras y duras de esa "sociedad del espectáculo" que Guy Debord diagnosticó con lucidez de primera hora. Vistas desde un ángulo nada piadoso, esos shows ligados aparentemente al mundo de los libros niegan nada menos que la actividad estricta de escribir y son capaces de convertir a un narrador o un poeta en una simple Sarah Bernhardt de noche. Eso no quita que en esos modernos espectáculos de la escritura puedan surgir de pronto ideas para aquel escritor que, a la caza de inéditos hilos narrativos, sepa utilizar el escenario como si estuviera de reposo en una playa, de vacaciones: en aparente descanso, pero anotando como un loco imágenes o ideas para cuando regrese a casa.
3Dramático o no, el hecho es que para esas intervenciones en público he tenido con el tiempo que ir creándome un personaje tan distinto del que soy en mi vida corriente como del que soy cuando, en la soledad de mi gabinete, escribo. En esas apariciones me convierto en esa especie de "tercer hombre", y eso me ocurre tanto si subo a un escenario como si firmo tímidamente libros en la calle. Es una sensación rara porque, a diferencia del personaje que escribe en su casa y también a diferencia del personaje que vive su vida, ese tercer hombre es tímido de tanto teatro que hace o, al revés, hace tanto teatro porque es tímido.
Cuando en el día de las firmas se acerca alguien y me pregunta si soy yo, no puedo evitarlo, quisiera decirle que lo seré más tarde. Esa respuesta es la esencia de mi pulsión tímida en cualquier Día del Libro en el que me encuentre por el mundo.
-He venido desde Bendinat para saludarle y para que me firme este libro.
Suele ocurrir que ante el bondadoso lector que se acerca con su inocencia de viajero llegado de lejos, el "tercer hombre" no pueda evitar sentirme un farsante antes ya de hablar, antes ya de preguntar con sincera cordialidad al viajero cómo se llama para así poder estampar su nombre en la dedicatoria.
Ante cada nuevo lector bondadoso que se planta ante él, se pregunta enseguida el "tercer hombre" qué personaje piensa ahora representar, puede elegir entre una gran variedad de personalidades. "Mi nombre es Legión, porque somos muchos", se lee en la nada tímida Biblia.
4Qué diferencia con el sentimiento de autenticidad que llega a tener uno cuando está en casa enfrentado a sus textos y no a merced de un público que, confundiéndole con el dependiente de unos grandes almacenes, pueda preguntarle el precio de la mesa en la que está firmando.
Sé que a veces el escritor, tratando de huir de la gran comedia del día de las firmas, decide ser auténtico y parecerse al que escribe y dar algo de sí mismo, y opta entonces por confesarle al bondadoso lector de Bendinat que se siente "otro" siempre que se ve de repente ante seres humanos, y más en los últimos tiempos en los que lleva una vida retirada y una voluntad de alejarse del personaje literario que en otros días, sin pretenderlo, forjó fatalmente. Mire usted, acaba diciéndole al lector de Bendinat, debido a que hace años que paso hasta semanas enteras sin apenas contacto con el público, a veces sin contacto con ningún extraño a lo largo de mucho tiempo, me sucede que cuando aparezco de repente un día en un escenario como éste, me quedo flotando como en un sueño, tímido total, como un libro, o como una firma.
5Lo peor viene después de firmar, porque uno se queda con la impresión de haber decepcionado a la persona que viajó de tan lejos para verle y, además, con la mala conciencia de haberse explicado demasiado cuando lo mejor habría sido firmar y no darle tantas vueltas al asunto.
Siempre después de firmar un libro, uno quiere volver a casa. O desea ir a ver a colegas para que le firmen su libro y pueda de este modo volver a ser él mismo y no el otro, el rufián, el tercer hombre, el actor, el personaje inventado, el no escritor, el tortuoso farsante, el odiador del mundo de las fiestas de los libros.
Libros que recomendé a los lectores que deseaban que les firmara un libro mío: Cosas que ya no existen (Cristina Fernández Cubas), Romance en París (Franz Hessel), Adéu a la universitat (Jordi Llovet) Memorias (Arthur Koestler), El día de mañana (Ignacio Martínez de Pisón), Constatación brutal del presente (Javier Avilés), La mujer de Rapallo (Sònia Hernández), El pozo y las ruinas (Jimena Néspolo) Los libros son tímidos (Giulia Alberico).
6Poder volver a casa, solo eso desea al final del día de las firmas. Volver despacio mientras va pensando que en los primeros libros que escribió se liberó de sus obsesiones, pero solo con los primeros, porque después lo que fue creciendo en él fue el interés por el estilo, por la depuración de la forma y la palabra, por intentar que cada palabra lograda fuera una fiesta, todo eso que uno sabe perfectamente que solo lo puede hacer en casa, bien que imaginándose apocado bajo la lluvia, a la intemperie.
El voto "exigente y crítico" de Mario Vargas Llosa
Revisando después de siglos mi cuenta electrónica de Hotmail, encontré no pocos envíos de Paul Laurent. ¿Quién es?, se preguntará algún lector. Pues bien, Laurent es un reconocido ensayista de corte liberal y es director de la revista Ácrata.
Su último envío era un artículo firmado por Ubertino de Casale. Lo leí y en parte estoy de acuerdo con lo que se consigna. Da, pues, para la discusión.
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Mario Vargas Llosa es el peruano en vida que más admiro. Es nuestro Tolstoi, nuestro Victor Hugo, nuestro Borges. Mario, lo sabemos todos, es un escritor comprometido, en todo el sentido de la palabra. El liberalismo que él defiende es el liberalismo que los peruanos conocimos, y que a mí, particularmente, me alejó del facilismo intelectual socialista. Incluso puedo recordar el momento y el texto que produjo mi adhesión a la causa de la libertad (su demoledor prólogo de 1992 contra el socialismo en El desafío neoliberal editado por Barry B. Levine[1]).
Fue tal vez gracias a él que conocí a Popper, a Mises, a Hayek, a Berlin, a Mill, a Hume, entre otros. Mario es un liberal un poco conservador —que me aparta mucho de él—, pero algo que todos reconocemos es su terca defensa, coherente y consecuente, de las libertades públicas.
Por eso me apena y desconcierta su posición actual en esta segunda vuelta electoral que se avecina. En el artículo que acaba de publicar en El País[2] ahonda más en las razones por las que no votaría por Keiko Fujimori, las cuales son totalmente atendibles y justificables. Muchos coincidimos casi totalmente en esas críticas.
Pero tan insuperable descalificación sería fácilmente aceptada por cualquier votante sensato si la otra opción fuera —aunque sea mínimamente— superior a la anterior en la defensa de la democracia y de las libertades públicas. Pero estamos, en este momento, desgraciadamente ante un peligro mayor. Como si no tuviéramos gran cosa que perder, nos invita a votar por Humala y arriesgar infantilmente nuestra democracia, nuestras libertades públicas y nuestro todavía incipiente desarrollo económico, entregándole el poder a un sujeto que ha demostrado en estos últimos diez años –no en estas dos últimas semanas– que no tiene ningún respeto por estas instituciones.
Con una candidez irreflexivamente generosa, Mario implora a Humala dar “pruebas fehacientes de su identificación con la democracia y con una política económica de mercado”. ¿Pero cuándo ha dado, aunque sea aproximadamente, esas señales? Nunca. Humala ha puesto por escrito que quiere una nueva Constitución (en la misma senda de Chávez, Evo y Correa) para perpetuarse. El modelo económico que él defiende es estatista a más no poder.
Pero más grave todavía es que crea que Humala está en la senda de “los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos y salvadoreños”. Sin ninguna certeza de lo que afirma, sostiene que Humala debe perseverar “en esta dirección que parece haber emprendido”. Pero, por Dios, ¿está hablando de la misma persona?
En los últimos cinco años, la cercanía de Humala a Chávez se ha profundizado más por su dependencia financiera y política del líder venezolano (hay que ver nomás el extendido proselitismo del chavismo entre los líderes humalistas del sur peruano y entre la izquierda local que puntualmente reporta a Caracas). No conocemos de visitas y coordinaciones con los líderes de la Concertación chilena o con los dirigentes del Frente Amplio uruguayo, tan alejados de Chávez. El acercamiento a Lula es del último año (casi coincidiendo con el inicio de la campaña electoral). Pero si fuera sincera esa aproximación a las posturas sensatas de la izquierda sudamericana, su distanciamiento de Chávez, Morales o Correa hubiera sido contundente (y plasmado en su plan de gobierno), y sin embargo hasta ahora se niega a aclarar su posición frente al dictador venezolano, cuyas políticas la mayoría de peruanos rechaza.
En una democracia, el voto es el único medio de defensa de las libertades que tienen los electores. Y en un balotaje, los votos eligen una de solo dos opciones políticas y/o rechazan aquella que más daño haría al conjunto. Aquí no hay lugar al voto “exigente y crítico” que bienintencionadamente –o ilusamente– propone Mario. Es un voto a secas, frío, reflexivo, racional, defensivo. Cuando perdamos nuestra democracia, no todos tendremos la oportunidad, como lo hace el Nobel, de condenar desde afuera al dictador que nuestra propia voluntad colocó en el poder.
Visite www.acrata.org
Novelas que se leen de un tirón
Días atrás un amigo me preguntó por qué los nuevos narradores latinoamericanos escriben de espaldas al lector. Mucha experimentación, ¿no crees?
Sé que deslizar, en lo más mínimo, una opinión personal al respecto podría hacer que el blog se convierta en un auténtico campo de batalla. Y por el momento, eso es lo que menos quiero. Pero tampoco es mi idea dejar en el aire hacia donde va una posible explicación sobre esta especie de moda de la ignorancia.
Es por eso que reproduzco el artículo de John Boyne, publicado en ABC.
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Mi iniciación a la literatura para adultos propiamente dicha tuvo lugar a los diez años, cuando me encontré por primera vez con las obras de Alexander Dumas. Las aventuras de D’Artagnan, Aramis, Porthos y Athos actuaron de puente entre los relatos tradicionales de la infancia y mi descubrimiento de hasta qué punto podía llegar a ser poderosa y emocionante la novela de género. Un día estaba leyendo historias sobre colegiales ingleses o pandillas de niños que resolvían misterios, y al siguiente me hallaba inmerso en la Francia del siglo XVII y convertido en leal vasallo del rey.
Incluso a tan tierna edad, las novelas de aventuras como Los tres mosqueteros me permitieron reconocer los distintos elementos que las volvían tan fascinantes para mí: la trama, los personajes, el tema y la estructura, todos combinándose con la irresistible intención del autor de mantener al lector absolutamente enfrascado en la historia. La expresión «se lee de un tirón» se ha utilizado frecuentemente con sentido peyorativo, pero los grandes escritores de aventuras cuyas obras forjaron los cimientos de la novela moderna sabían muy bien que crear una historia que resultara plenamente apasionante era crucial para que el lector disfrutara con ese nuevo género literario.
Hacerse a la mar
Dumas sabía que era así, desde luego. Y también lo sabía Daniel Defoe cuando se puso a escribir Robinson Crusoe, una de las primeras novelas inglesas de aventuras, y ejemplo perfecto de ellas al centrarse en un personaje principal que enfrenta grandes riesgos y dificultades y se encuentra con frecuencia teniendo que luchar para salir de los apuros en que se mete. Esas historias despertaron mi pasión, pero me interesaron en particular aquellas en que aparecían personajes de mi misma edad. Quizá mi novela favorita al acercarme a la adolescencia, y desde luego una que releí una y otra vez, fue La isla del tesoro (1883) de Robert Louis Stevenson. La idea de hacerme a la mar y vivir aventuras como las del joven Jim Hawkins me atraía enormemente, y fue leyendo esa clase de novelas como fui dando forma a la idea de convertirme algún día en escritor.
Las novelas de aventuras constituyen un género literario que ha pasado de moda en este último siglo. En 1998, cuando estaba escribiendo mi primera obra, El ladrón de tiempo (que Salamandra acaba de publicar en España), tenía sumo interés en incluir elementos de esa tradición y creé por tanto un personaje, Matthieu Zela, nacido en Francia en 1743 pero que narra la historia en la víspera del nuevo milenio cuando ha alcanzado la edad de 256 años. Hombre inmortal, ha vivido muchos acontecimientos importantes de la historia, pero la novela está estructurada como una serie de aventuras, cada una de ellas con ecos de la literatura de la época en cuestión.
Combates a espada y duelos
Así pues, Zela se ve enzarzado en combates a espada y duelos, trata de salvar a su sobrino de la guillotina en la Francia revolucionaria y forma parte de un equipo dedicado a la organización de la Gran Exposición de Londres. Su participación resulta crucial en la organización de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, y aún encuentra tiempo para compartir cócteles con Charles Chaplin en el Hollywood de los años veinte. Siempre he sido un escritor obsesionado por contar historias, y la novela de aventuras es un género que permite florecer al contador de historias. Permite que la épica se ponga por escrito y proporciona grandes lapsos de tiempo en los que centrarse y toda clase de misterios, asesinatos, crímenes, amoríos, traiciones y dramas por los que luchar.
Tras El ladrón de tiempo, me sentí más y más cómodo con ese estilo de escritura, y es probable que mi interés alcanzara la cima con mi quinta novela, Motín en la Bounty, en 2006. Mi relato, nueva versión de la clásica aventura de la vida real, se centra en un joven personaje que, como Jim Hawkins, se ve forzado a hacerse a la mar y descubre cómo es la vida en un barco mientras se desempeña como paje personal del capitán Bligh.
Mis investigaciones me habían sugerido que la historia había malinterpretado al personaje de Bligh y que, en lugar de ser el monstruoso tirano que muestran las tres versiones en celuloide, era de hecho lo contrario: un oficial preocupado por el bienestar de los hombres a su mando y el capitán más benévolo de la marina inglesa, pues empleó una sola vez el látigo de nueve colas en todo la travesía desde Southampton hasta Tahití.
Enfrascar al lector
Escribir Motín en la Bounty me supuso una incursión placentera en la novela de aventuras y me hizo remontar a mis años de juventud, cuando sobre mi mesita de noche o cerca de ella había siempre un maltrecho ejemplar de esa historia. Hoy en día hay escritores que aún se permiten incursiones en el género, pero ya no son tan frecuentes como antaño. Carlos Ruiz Zafón incorpora aspectos del género de aventuras en sus novelas, con excelentes resultados. Incluso un escritor como Peter Carey ha llegado a utilizar el género tanto en Jack Maggs como en Parrot and Oliver in America. Según creo, la lectura y la escritura consisten en leer historias y contar historias. Ésa es la cuestión, para eso fue que se inventaron y es ahí donde más florecen. Uno puede crear la más hermosa prosa que se haya plasmado nunca en papel, pero si no consigue enfrascar al lector en su meollo, entonces no tendrá éxito. Sería maravilloso leer hoy en día la clase de novelas que en su momento preferían escritores como Dumas, Victor Hugo y Robert Louis Stevenson, pero son difíciles de encontrar y las figuras consagradas del ámbito literario no siempre las aprecian.
martes, abril 26, 2011
Primera Feria del libro Joven - Programa de actividades
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Del viernes 29 de abril al viernes 6 de mayo se realizará la “Primera feria del libro joven” en el CENTRO CULTURAL ALBERTO QUINTANILLA de la Universidad Tecnológica del Perú, ubicado en Av. Petit Thouars 195.
Esta iniciativa busca fomentar la lectura, promover el trabajo de las editoriales independientes, propiciar la interacción entre público, editores y escritores y generar nuevos espacios de intercambio cultural. Para dicho propósito se ha programado una serie de actividades culturales entre conversatorios, recitales de poesía y narrativa, conciertos acústicos de trova y rock, presentaciones de libros, etc.
Entre los sellos editoriales participantes están: Tranvías, Azul, Lustra, Borrador, Estruendomudo, Mesa Redonda, Magreb, Paracaídas, Pájaros en los cables, Fantoma, Polifonía; de provincias Cascahuesos, Orem y Ornitorrinco y las revistas: TXT, Carboncito, Ónice y Estereograma.
Escritores y artistas invitados: Miguel Ildefonso, Javier Arévalo, Paul Guillén, Carlos Lavida, Magali Luque, Puerto tres, Carmen Escobar, Giancarlo Huapaya, Cecilia Podestá, Victor Ruiz, Juan Pablo Mejía, Karina Valcárcel, Mario Morquencho, Jorge Flores, Pierre Castro, Sandra Suazo, entre otros.
El ingreso es libre a todas las actividades.
PROGRAMA DE ACTIVIDADES
Viernes 29 de abril
Auditorio 28 de noviembre
Auditorio 28 de noviembre
• Literatura y nuevos soportes | 7:00 p.m.
Participan: Sandra Suazo, Giancarlo Huapaya y Pierre Castro.
Participan: Sandra Suazo, Giancarlo Huapaya y Pierre Castro.
• Música en vivo | 8:00 p.m.
Participa: Magali Luque
Participa: Magali Luque
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Sábado 30 de abril
CC. Alberto Quintanilla
CC. Alberto Quintanilla
• Café y poesía: Conversaciones sobre la lírica en el Perú | 7:00 p.m.
Participan: Miguel Ildefonso y Paul Guillén
Modera: John Martínez
Participan: Miguel Ildefonso y Paul Guillén
Modera: John Martínez
• Presentación del libro “Divina Danza” de Néstor Málaga
Participan: José Luis Córdova
A cargo de Cascahuesos Editores
Participan: José Luis Córdova
A cargo de Cascahuesos Editores
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Lunes 2 de mayo
CC. Alberto Quintanilla
CC. Alberto Quintanilla
• Café con editores: Edición independiente, el caso peruano | 8:00 p.m.
Participan: José Luis Córdova (Casacahuesos Editores) y Juan Miguel Marthans (Mesa Redonda)
Modera: Víctor Ruíz (Lustra Editores)
Participan: José Luis Córdova (Casacahuesos Editores) y Juan Miguel Marthans (Mesa Redonda)
Modera: Víctor Ruíz (Lustra Editores)
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Martes 3 de mayo
CC. Alberto Quintanilla
• Presentación del libro “Las aventuras de Supermanco” de Renato Farfán| 8:00 p.m.
Participan: Melissa Patiño y Piero Montaldo
A cargo de Azul Editores
Participan: Melissa Patiño y Piero Montaldo
A cargo de Azul Editores
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Miércoles 4 de mayo.
CC. Alberto Quintanilla
CC. Alberto Quintanilla
• Música & poesía | 8:00 p.m.
Participan: Puerto 3, Mario Morquencho, Karina Valcárcel, Jorge Flores
y Juan Pablo Mejía
Organiza: Fantoma Producciones
Participan: Puerto 3, Mario Morquencho, Karina Valcárcel, Jorge Flores
y Juan Pablo Mejía
Organiza: Fantoma Producciones
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Jueves 5 de mayo
CC. Alberto Quintanilla
CC. Alberto Quintanilla
• Café con editores de revistas | 7:00 p.m.
Participan: Javier Suarez (TXT) y Paulo Peña (Estereograma)
Modera: Jesús Zavala (Ónice)
Participan: Javier Suarez (TXT) y Paulo Peña (Estereograma)
Modera: Jesús Zavala (Ónice)
• Presentación del libro “Aftersun” de René Llatas Trejo | 8:00 p.m.
Participan: Víctor Ruíz y Alessandra Tenorio
A cargo de Lustra Editores
Participan: Víctor Ruíz y Alessandra Tenorio
A cargo de Lustra Editores
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Viernes 6 de mayo
CC. Alberto Quintanilla
CC. Alberto Quintanilla
• Café con narradores | 7:00 p.m.
Participan: Carmen Escobar y Javier Arévalo
Modera: Pedro Casusol
Participan: Carmen Escobar y Javier Arévalo
Modera: Pedro Casusol
• Especial Estación de papel: Trova & poesía | 8:00 p.m.
Participan: Trovadores de Canto Rodado
A cargo de Paco Mejorada y Karina Valcárcel (Canto rodado, Radio Nacional del Perú)
Participan: Trovadores de Canto Rodado
A cargo de Paco Mejorada y Karina Valcárcel (Canto rodado, Radio Nacional del Perú)
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Karina Valcárcel
fantomaproducciones@gmail.com
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Área de Imagen Institucional y RR.PP
Casa de la Literatura Peruana
Antigua Estación de Desamparados
Jr. Ancash 207, Centro Histórico de Lima
Telf: 426 2573- Anexo 103