miércoles, mayo 30, 2007
La hoguera de las vanidades
Lo que tengo muy claro es que esta novela es una de las más estimulantes que he leído, y si bien es cierto que su adaptación no es una obra maestra, vale verla porque Brian de Palma hizo viable una historia sumamente compleja, rescatando el espíritu de la misma (la denuncia de la doble moral) y escogiendo bien a sus protagonistas Tom Hanks, Melanie Griffith y Bruce Willis.
Y como preámbulo, a las 7 y 30, vía Fox, la semifinal de La Copa Libertadores entre Gremio y Santos. Voy por los de blanco, si no la hacen esta vez, ya nunca.
jueves, mayo 24, 2007
Sobre el liliputiense rojo Diego Trelles
Seguramente muchos esperarán una respuesta de mi parte, pues bien, no responderé porque considero que la vida es tan corta e intensa como para ir desperdiciándola en genuinas pequeñeces intelectuales y ejemplos de doble moral posmo.
Algo me dice que a la antología Disidentes le va a ir muy bien. Y para ello, no voy a necesitar llevar a cabo las prácticas hechas por el liliputiense rojo Trelles como cuando tuvo que promocionar El círculo de los chifados cojuditos, novela autobiográfica, por lo que he podido leer.
Pero hagamos un pequeño aclare a este matoncito virtual, a este verdadero lobbista chicha (ya me contaron, enano inútil, la llamada que le hiciste al periodista X a la medianoche, preguntándole si te iba a reseñar o no El círculo de los chifados cojuditos. A ver liliputiense rojo: ¿eso lo hace un bolañista? Ni cagando. Eso lo haces tú, un lobbista chicha. Oye Trelles, sácame de una duda: ¿Por qué saltas cuando caminas? Qué extraña costumbre, ah.
Cuando le consulté a este liliputiense sobre si deseaba ser parte de la antología, este babosito me respondió de la manera más insultante. El buen Cagancia, batizado así en el bar Juanito, creyó que lo estaba invitando a un tono y no a un proyecto. El famoso “No quiero estar en la antología porque ex amigos tuyos y ahora amigos tuyos atacan a mis amigos” está consignado en mis archivos de mail. No haré público ese mail (al igual que otro que tengo guardado) porque no soy un imbécil que actúa a la loca y, de paso, porque lo veo como toda una bajeza y bajezas de mi parte jamás, pues. Lo que hice, sí, fue reenviarle ese mail para que así este triste liliputiense se acuerde de lo que me respondió en su momento, y vea él, con sus propias palabras, las verdaderas razones que lo llevaron a no ser parte de la antología que en ese momento no tenía título pero sí una clara intención integradora. El contenido de los mails tira por los suelos su rollito con falso tufillo a integridad. Imagino que lo debe haber escrito en esta postura: con las patitas a más de medio metro de altura, moviéndolas de atrás hacia adalente.
Yo creo que si alguien es consecuente, aún en sus manifestaciones de figureti, pues debe ser lo suficientemente ético para mantener lo que declara tanto en privado como en público. Por eso, estimado Cagancia, esa respuesta de asustado, palteado, asustado y ahuevonado, que graficó tu condición de seudopendejo, inmoral y mentiroso, que recibí ni bien te reenvié tu verdadera negativa, quedará en la memoria de ambos... Y debes estar agradecido, de ser otra persona, tenía más de un motivo para hacerte una denuncia penal, pero basura y rata como tú no soy. ¿Cómo voy a arruinarte tus visitas a Perú desde tu cubículo de Cuba? Ah chucha, no, me equivoco: desde Venezuela...
Lo siento por aquellos que esperaban una respuesta más larga, pero viendo las cosas con claridad, creo que tengo muchos motivos para estar satisfecho.
Ahora, si gusta el liliputiense rojo, podríamos solucionar el asunto hablando, pero eso sí: no hagas payasadas para llamar mi atención, me dices dónde y cuándo y yo estaré allí, bajaré mi ángulo de visión y buscaré entre las cucarachas y ratitas.
Placentera adicción
Y ayer, mirando la final de la Champions League, como que estuve en una maratón tabaquera, a tal punto que me habré acabado unos dieciocho cigarros por tiempo, puesto que por motivos sentimentales me convenía que gane el AC Milan. Sin embargo, horas después, como que fui presa de un agotamiento, no a causa de la falta de sueño, sino que este provenía de cada milímetro de mi cuerpo. Así que pensaba y pensaba –sabiendo que iba a perder- en las posibilidades razonables que me lleven a dejar el tabaco, al menos por un par de días, como quien recupera aire y fuerzas.
Mientras reflexionaba -dándole vueltas a cómo dejar de meterme humo- escuchando un CD de Michel Petrucciani (extraordinario pianista de Jazz), tocan la puerta y me entregan la edición conmemorativa de Cien años de soledad (muchas gracias). Así que me puse a revisarlo, leí el prólogo, y cuando lo estaba colocando en mi pequeña biblioteca veo, por una suerte de azar, el libro de memorias Vivir para contarla. Y en esas páginas encontré un párrafo que corto para mi deleite:
Una noche cualquiera, durante una cena casual en Barcelona, un amigo siquiatra les explicaba a otros que el tabaco era quizás la adicción más difícil de erradicar. Me atreví a preguntarle cuál era la razón de fondo, y su respuesta fue de una simplicidad escalofriante:
- Porque dejar de fumar sería para ti como matar a un ser querido.
miércoles, mayo 23, 2007
domingo, mayo 20, 2007
Contempt
No pasó mucho para quedar obnubilado con Vivir su vida, Pierrot el loco, Una mujer es una mujer, La gran escapada, Week-End y algunas películas de cuando Godard formó parte del grupo Dziga Vertov, de claro espíritu político que jamás me cuadró, pero todo se le perdona a los grandes. Y por supuesto, también llegué a ver esa suerte de documental personal JLG/JLG en la que este director deja por sentado su pasión por toda la obra de Malraux, la cual ocupaba un par de largos anaqueles de su nutrida biblioteca.
Bueno, hace unas semanas me reencontré con Godard en uno de mis peregrinajes a Polvos Azules, claro, en el Pasaje 18, donde están las películas de verdad. Mientras veía el catálogo en el stand de mi pata César, y como suelo ser muy distraído con todo, recibí una agradable reprimenda suya.
- ¿Qué pasó, G?
- ¿Qué cosa?
- Acabas de pasarte un Godard.
- Ah, xuxa. Ocurre que estoy buscando Interiores de Woody Allen. Un amigo me acaba de sacar de dudas con esa pela.
- Ya, pero te pasaste un Godard. Retrocede las páginas del catálogo. Allí actúa Brigitte Bardot. Una ricura.
- Nunca he sido soy muy entusiasta con la Bardot, pero de hecho me la llevaré.
Pasaron unas noches antes de colocar Contempt en el DVD. Indudablemente merece verse, no solo por la presencia de la Bardot, sino porque, muy a lo Godard, en Contempt tenemos una relectura basada en La Odisea, en donde la infidelidad es enfocada en la mujer, en este caso, en la protagonista Bardot, quien da vida a una aburridísima Camille, esposa de Paul (Michel Piccoli), un escritor de guiones de suspenso que a razón de una muy buena paga tiene que enriquecer el guión de un conocido director llamado Fritz Lang (así es, el mismo Fritz actúa en esta película), y juntos tienen que lidiar con Jeremy Prokosch (Jack Palance), un energúmeno productor que contra y viento y marea hace pesar sus decisiones apelando al criterio comercial. Lang, muy pasivo, trata que Jeremy entre en razón, que el público también puede apreciar y valorar películas complejas, le dice Lang.
Como la relación entre Paul y Camille pasa por un mal momento, es Jeremy quien aprovecha el bajón para seducir a la esposa de Paul. Y ella, no queriendo pero queriendo, le entra al juego del flirteo, y entre ambos empieza un romance que yace en la fascinación, carnal en el lado de Jeremy, y vivencial por el de Camille. Pero Contempt no solo se suscribe a los vaivenes de una pareja en crisis, con ella, Godard se manda una crítica tremenda a las producciones norteamericanas, teniendo, en algo, eso sí, un lazo con La noche americana de Truffaut (filmada diez años después, la cual le valió un Oscar a Mejor Película Extranjera) –tengamos en cuenta que en esos años estos dos grandes directores aún no se peleaban-.
La inquietud de Paul se despliega en una serie de reflexiones que lo hunden en una depresión muy bien asolapada puesto que siente que su condición de artista es ultrajada por el mero hecho de escribir guiones a pedido, y con mayor razón cuando estos son encargados por un productor de mente estólida; y como si con él no fuera el asunto, Fritz Lang anda muy metido en lo suyo, o sea, dirige nomás, mostrando en no pocas escenas sonrisas socarronas que solo una persona como Jeremy puede ver como cumplidos.
Lógicamente, no hablaré del desenlace, solo digo que este es absurdamente godariano, condimentado con la desgracia y la esperanza. ¿Y qué tal la Bardot? Allí, bien, estuvo a la altura.
jueves, mayo 17, 2007
miércoles, mayo 16, 2007
Epitafios
En líneas generales, se trata de una serie de 13 episodios, en la que un ex policía, Renzo Márquez (interpretado por Julio Chávez, recordado por la obra teatral Rancho, la cual escribió y dirigió, y que fue motivo para el debut en las tablas de Francisco Lombardi), tiene que dejar su trabajo de taxista (el cual le sirve para vivir modestamente y comprarse, de paso, sus tan amados ansiolíticos) a razón del extraño asesinato de quien fuera su jefe ya que este crimen está muy ligado a la razón de su renuncia a las fuerzas del orden; sin embargo, Renzo se reencuentra con una antigua amante, la psicóloga Laura Santini (Paola Krum), quien para variar, también estuvo involucrada en los sucesos relacionados con la renuncia de Renzo. A este dúo se suma –creo yo- la magistral actuación de Antonio Birabent, quien encarna a Bruno, un tronado asesino en serie que reta al policía y a la psicóloga a dar con las próximas víctimas, para esto, Bruno les da una mano enviándoles epitafios impresos. A medida que avanzan los episodios hace su aparición Cecilia Roth como la detective en homicidios Marina Segal –en honor a la verdad, no sé por qué le dieron ese papel-. Tampoco puedo dejar de destacar la soberbia actuación de Villanueva Cosse como Marcos Márquez, padre de Renzo, y también ex policía, condenado a una silla de ruedas a causa de un balazo en la columna vertebral.
Esta es una producción de HBO, y las peripecias se desarrollan en las calles de Buenos Aires. Al igual que mostré mi desbordado entusiasmo con 24 (la quinta temporada es, de lejos, la mejor), ahora lo hago con Epitafios, y con mayor razón si es que no la viste en su momento; va todos los jueves a las 22 horas. También hay repeticiones, para ello, revisa tu revista de cable. Es una extraordinaria serie.
martes, mayo 15, 2007
Disidentes
- Hola Gab.
- Hola, causa, ¿qué cuentas?
- Oye, Disidentes me lo entregan esta semana.
- Ah, paja, suena muy bien.
- Sí, Gab.
- Nos tomaremos unas chelas entonces.
- Claro. Disidentes estará en los locales de Crisol, La Casa Verde y El Virrey a partir del martes 22 de mayo.
- ¿Cuándo?
- Estará en las librerías el martes 22 de mayo.
- Paja, entonces.
- Claro que sí. Oye, te dejo. A ver si nos reunimos en estos días.
sábado, mayo 12, 2007
Bolaño / Di Benedetto
Como sabemos, Roberto Bolaño vivió durante muchos años de concursos literarios a los que calificaba como de “Quinta División” o “Liga Regional”; lógicamente que esto fue mucho antes de ganar el Herralde, el Rómulo Gallegos, etc. Pues bien, cierto día se le notifica a Bolaño -vía carta- que había recibido una Mención Honrosa en uno de esos concursos, y como no perdía nada asistiendo a la premiación -porque supongo que si de eso vivía, como el asistir a estos eventos era clave para forjar las relaciones que tanto influyen en los concursos-; pues fue, y mientras se soplaba la perorata de la ceremonia, escuchó el nombre de Antonio Di Benedetto como Primera Mención Honrosa.
Fue toda una conmoción para Bolaño, y como él dijo: es que como si en un concurso de poesía escucharas el nombre de Enrique Lihn o Nicanor Parra como Primera Mención. A partir de ello, el jovencito Bolaño entabla una relación muy estrecha con Di Benedetto, no ajeno a la comprensible inquietud intelectual por el hecho de que un escritor de tamaña talla tenga que participar en concursos literarios tan inefables. La razón era simple: Di Benedetto, en España, andaba sin dinero.
Como Bolaño era un caserito de los concursos literarios, toma notas de los consejos de Di Benedetto sobre los secretos de cómo participar en ellos; estos apuntes le sirvieron al chileno para escribir, después de tiempo, el cuentazo Sensini del libro Llamadas telefónicas.
Una de las cosas que se preguntaba Bolaño – luego de varios años de la muerte del escritor argentino- era por el paradero de la única hija de este (quien también aparece al final de Sensini), puesto que los editores de Di Benedetto no sabían qué hacer con el dinero de las innumerables ediciones y traducciones, y para que dicho dinero no se pierda o caiga en manos equivocadas, ellos abrieron una cuenta bancaria, cuyo monto depositarían cuando ubiquen a esta mujer, que según Bolaño, estaría viviendo en algún lugar de Estados Unidos.
jueves, mayo 10, 2007
ESCRITO A CIEGAS
Al costado de la pantalla de la PC tenía una bella edición de Escrito a ciegas, el bellísimo poema del autor de la inacabable La casa de cartón. Este viaje hacia el vacío, en las ahora frías madrugadas limeñas, me reconfortaron. Aquel ejemplar, que me estaba reclamando desde hace varios días, fue cogido por mis temblantes manos, y una vez echado en mi cama, con el Pall Mall de rigor, me sumergí en esta relectura que me llevó a refrendar mi admiración por este poeta que le sacó la lengua, en vida, a la fatuidad que suele ser el maquillaje del reconocimiento, y que sin asco, a través de una conducta consecuente, le hizo cachita a la pose, al compadrazgo insultante (hasta para hacerlo se necesita cierta inteligencia), a la leyenda barata y demás manifestación etílica de barcito alfombrado con aserrín. Yo siempre he creído que Martín Adán adoleció de aquella enfermedad emocional que solo tienen los poetas, corrijo, los verdaderos poetas: el pánico escénico.
Fácil que muchos de los versos de Escrito a ciegas me acompañaran en los próximos días, en los que me consagraré a la vida monacal. Este largo poema está escrito bajo el espíritu de anhelar asir el Absoluto existencial, siendo el fracaso de este propósito lo que conmociona en cada verso, como si la peor de las batallas para Adán hubiera sido la librada consigo mismo, poema indefectiblemente hermanado con Travesía de extramares y La mano desasida.
¿Pero qué es lo que hace especial esta edición pulcrísima de LIBRERÍA ANTICUARIA SUR?, pues bien, esta nueva edición rescata no solo el maravilloso poema, sino que documenta bien la historia de su concepción, en claro testimonio que cuando el azar, la noche y la locura se juntan en una incontrolable orgía, pueden ser capaces de entregarnos poemas tan contundentes como el Escrito a ciegas.
Es necesario destacar el diáfano texto de Hildebrando Pérez Grande. En Escrito a ciegas: un resplandor perpetuo, HPG nos hace una sugerente invitación: no dejar de leer a Adán ya que él como nadie exploró los límites de la condición humana, siendo su discurso un testimonio ardiente que ha sobrevivido al desamor o al olvido.
Detrás de todo auténtico poema siempre hay un motivo, una fuerza que impele al vate arrojarse en la búsqueda de las palabras que se acerquen al reflejo de su inquietud interna, pues para Martín Adán esta fuerza se vio reflejada en la joven estudiante argentina Celia Paschero, quien vino a Lima en 1961 para recoger datos para su tesis doctoral, siendo una carta de esta el motivo que llevó al poeta escribir el poema que es la razón de este post.
Publicaciones como esta nos llevan a una verdadera reconciliación con la vida, al menos para mí es así. No sé cuántas veces habré leído este poema en la que es indudablemente mi madrugada más corta en mucho tiempo.
Para cuando ya eran las ocho de la mañana, quise escuchar algo de música, pero desestimé esta idea ya que publicación de LAS ofrece también un peculiar CD que nos trae al mismo Martín Adán leyendo su Escrito a ciegas. Coloqué el CD, y me cuesta mucho más cerrar los ojos.
Nota: En el blog La soledad de la página en blanco que administra el respetado crítico Camilo Fernández Cozman pueden encontrar un iluminador post sobre Escrito a ciegas. Pulsen aquí.
martes, mayo 08, 2007
The Music of Chance
Hace un tiempo, en Canal (á) de Argentina, vi una entrevista que se le hizo a Paul Auster a razón de la publicación de El libro de las ilusiones –por cierto, una flojísima novela-; pues bien, era evidente que el entrevistador quería que Auster se explaye en cómo se le ocurrió la procedencia argentina de Hector Mann, motivo existencial del protagonista David Zimmer, y era notorio que Auster quería hablar de la presencia de Zimmer en otras novelas suyas, y esto fue quizá un gran bajón en dicha entrevista, y para ser sincero, me hubiese gustado que Auster se enfocara en Zimmer puesto que él tiene un mediano desenvolvimiento como amigo del protagonista Marc Stanley Fogg en El palacio de la luna.
Uno de los temas del cual Auster nunca deja de hablar es del azar. En esa entrevista, Auster también contó cómo fue que se le vino a la cabeza el título de una de sus novelas. Ocurre que él estaba haciendo las compras sabatinas en un mall, tenía el carrito lleno, y a la hora de ir a la caja registradora se topa con una cola de más de treinta personas, ante ello, no tuvo otra opción que ser parte de ella. La cola le parecía interminable, y como no había llevado ningún libro para matar el tiempo mientras esperaba su turno, pues se puso a tararear una canción. Estuvo así un buen rato, hasta que pudo ver las manos de la mujer encargada de la caja que devolvía el cambio a una pareja de ancianos. Tanto el tarareo y los billetes que entregaba la mujer fueron el punto de partida para que en no mucho tiempo se lanzara a la escritura de la novela La música del azar.
En LMA tenemos a Jim Nashe, quien se encamina en la perdición ni bien su mujer lo abandona, no sin antes haber recibido una suculenta herencia de un padre que se acordó de él antes de morir. Jim viaja por mucho tiempo, huyendo de algo, como a la vez de nada, o sea, de sí mismo; es un despreocupado total, un desarraigado que solo espera la muerte de la forma más inane.
(Cuando me conecte al messenger le preguntaré a Mike Figgis si algo tuvo que ver esta novela en la concepción del recordado Ben Sanderson (Nicolas Cage) en Leaving Las Vegas. Hay muchísimos lazos en común entre Nashe y Sanderson, con la obvia diferencia que en la novela de Paul no aparece una puta lindísima como Elisabeth Shue)
En su ya aburrido periplo, Nashe conoce a Jack Pozzi, o Jackpot, de forma austeriana, o sea, casualmente. Jackpot es un duchísimo jugador de póquer y como a Nashe le quedan diez mil dólares de la herencia, pues decide ser su principal capitalista ante una mano de póquer que les puede deparar una gran fortuna si es que le ganan al par de freaks llamados Flower y Stone.
Como es de esperarse, Nashe y Jackpot pierden ante los freaks y no tardan en ser prisioneros de estos en una mansión de atmósfera casi gótica, en donde son obligados a realizar los más absurdos trabajos sin la posibilidad de poder escapar, teniendo como adicional actividad la de prestarse a las más absurdas lucubraciones de aquel par anormales amos. Tanto Nashe como Jackpot idean alguna clase de escape, pero no tardan en ser una epifanía absurda de sus amos.
En muchos pasajes la novela está por caerse, pero Paul sabe muy bien cómo salir airoso ante esos posibles baches temáticos, haciendo, cómo no, alarde de una inteligencia al servicio de una historia exasperante que llega a un final tan incierto como desgarrador.
Si este admirado escritor tuviera pocos libros, de hecho que LMA sería uno referencial, pero como dije: LMA es opacada por auténticos novelones, todos estos tributarios de la tradición del absurdo.
Aún así, LMA fue llevada al cine por Philip Haas (encantado), y por lo que veo del trailer, como que tengo la impresión de que la adaptación es mucho mejor que el texto que la inspiró. Ojalá algún cineclub se anime; primero, a encontrarla; luego, a programarla; sería más que interesante.
jueves, mayo 03, 2007
A favor, en contra
Una entrevista de Alonso Rabi do Carmo al escritor y crítico literario español Antonio Masolivier, aparecida en la última edición de El Dominical, me ha llevado a reflexionar sobre lo subjetivo que se puede ser cuando se habla de crítica literaria, pero solo en unos cuantos aspectos. Pues bien, en las respuestas que ofrece Masolivier considero que hay algunas cosas que se deben resaltar y otras que merecen una opinión -modesta como la mía- ante ciertos criterios un tanto jalados de los cabellos.
Veamos:
Sobre usted circula cierta leyenda negra, la de un crítico muy temido. ¿Es eso cierto?
El que era un verdugo era más bien Ignacio Echevarría, yo soy un crítico duro, pero con criterio. No suelo meterme con gente joven ni con escritores que recién empiezan, eso me parece cruel. Solo soy duro con los escritores que, a mi juicio, tienen un prestigio inmerecido. No pierdo mi tiempo leyendo best sellers, así que no me molesto en criticarlos, pero si alguien pasa por gran escritor y realmente no lo es, allí sí arremeto.
Como es obvio, Masolivier está en todo su derecho de no reseñar a un autor joven, empero, sus palabras hay que tomarlas con pinzas ya que Masolivier lo dice en clara alusión al temidísimo Echevarría; aún así, no creo que sea cruel el criticar o ser demoledor con un escritor que recién empieza, muchas veces una reseña negativa puede ayudar, al igual que una reseña positiva, pero lo que sí tiene que quedar bien cimentado es que una reseña positiva o negativa no puede hacer tambalear la convicción de un escritor en ciernes.
Lo que sí me sorprende es que Masolivier tenga un comentario tan despectivo hacia los best sellers ya que como se podrá ver en el link de la entrevista, uno de sus intocables es un auténtico best seller que reúne propiamente la calidad literaria y el reconocimiento de la crítica. En vez de generalizar, lo ideal hubiese sido mencionar al escritor que tanta tirria le genera, y por quien gratuitamente generaliza, tal y como podrá deducirse.
¿En su caso particular, qué cosas busca al analizar un libro sobre el que tiene pensado escribir?
Hay una regla de la que he hablado varias veces: un escritor tiene un proyecto y ese proyecto puede ser ambicioso o mediocre. Mi preocupación, entonces, es esa, encontrar el proyecto que hay en el libro. Si considero que el proyecto es mediocre, pues, lo más seguro es que el libro lo sea también; pero si es un proyecto ambicioso, lo que trato de ver es si entre el proyecto y la obra hay distancia, porque escritores con proyectos ambiciosos a veces no logran plasmarlos. Me interesa analizar la tradición en la que se inscribe cada autor y su originalidad o sus aportes a esa tradición. Eso permite adivinar qué lee el escritor. A propósito, hay escritores que solo leen autores contemporáneos, que no han leído a Joyce y ni siquiera el Quijote, y eso me parece grave.
Faltó poco para que le haga un monumento a este señor puesto que su respuesta es más que precisa y enriquecedora. Masolivier da a entender que el crítico –o quien se lance a reseñar un libro- debe ser capaz de poder rastrear la tradición en la que se suscribe un libro. Y esto es necesario anotarlo puesto que una de las maneras más elegantes y a la vez horrendas por la cual se pueden ver los favores gratuitos y compadrazgos es por medio de las reseñas meramente descriptivas, en las cuales el reseñista se muestra totalmente estéril de emitir una opinión propia, muchas veces con el temor de quedar mal con el autor.
Como sabemos, un libro contiene muchos libros, y claro, mucha experiencia vital, y la labor del crítico es poder ubicar –o por lo menos hacer el intento- la vertiente en el que este se ubica. Y para ello -aún así suene a perogrullada- el crítico tiene que leer correctamente, puesto que leer bien, tal y como me lo comentó un buen amigo hace unos meses, no solo es una exigencia profesional, sino también un compromiso moral.
Lógicamente que esta respuesta de Masolivier tiene para más. Solo me limitaré a decir que una persona que tiene la delicada labor de reseñar tiene que leer desbordadamente –por supuesto que suena a algo implícito- y ser sumamente honesto en sus puntos de vista –cosa que hoy parece una fantasía- porque me es inadmisible que libros que son un zafarrancho estructural y temático pasen hoy como originales, y esto sucede gracias a las camaraderías que hay por debajo de la mesa. Por eso, no dejo de preguntarme qué es lo que pudo pasar con libros injustamente ninguneados como 1922 de Edwin Chávez, El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre y Protocolo Rorschach de Pedro Llosa. Como también me sorprende la pésima lectura que se tuvo de Todas mis muertes de Ezio Neyra.
¿Qué es lo peor que ha dicho de un libro?
Pues no lo sé, he dicho tantas cosas ya (risas). En cierta ocasión critiqué un libro de Lucía Etxebarría, el que ganó el Premio Nadal y creo que lo califiqué bastante mal, pero luego he hablado mejor de otros libros suyos. Fui duro también con La reina del sur, de Pérez Reverte, pues me molesta que un escritor visite un mes un país -México, en este caso- y ya crea que sabe todo sobre él. Hay que ser un genio como Vila-Matas para lograr eso. Si Pérez Reverte fuera más humilde y aceptara que tiene suerte en tener talento para escribir para tanta gente y ganando millones, pues estaríamos todos contentos. Para mí él es el ejemplo de alguien que pasa por gran escritor y no lo es. No se le puede exigir a todo el mundo que escriba como Cervantes; tampoco todos los lectores son lectores de Cervantes ni tendrían por qué serlo. Pero el escritor que se cree más de lo que es, ese sí que me irrita.
Si Masolivier hubiese sido más claro desde el arranque, de hecho que me hubiese evitado la cólera que me generó esta respuesta. No le costaba decir que no le gusta Arturo Pérez-Reverte, así de simple. Pero me sorprende que alguien, con una formación envidiable, descalifique a La reina del sur con esos criterios, cuando es obvio que en dicha novelaza solo se refleja una pequeña facción de México en relación al narcotráfico que acaece en su frontera, bajo ningún punto de vista es una novela que intente mostrarnos un México ficcionalizado en su totalidad. Y claro, el crítico lo compara con Vila Matas, lo cual me parece un abuso puesto que es sabido que el narrador barcelonés vivió no pocos años en México, y que libros suyos como El viento ligero en Parma y Lejos de Veracruz recogen -en distintos grados- su experiencia mexicana, siempre, eso sí, bajo la reflexión del proceso de escritura.
Bueno, eso es todo, seguiré leyendo las fotocopias de los libros de Teoría Literaria que muy amablemente me ha hecho llegar un narrador minimalista. A ver si así aprendo a reseñar.