miércoles, octubre 31, 2012
En los últimos días
ando soberanamente ocupado, me encuentro en la Feria del Libro Ricardo Palma. Es
por ello que no he podido subir los textos de ciertas lecturas que deseo
compartir con los seguidores del blog. Pienso en Papeles falsos y Los
ingrávidos de Valeria Luiselli, en El
espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron, en Temas lentos de Alan Pauls, en el segundo número de la revista
Buensalvaje, en Se acabó el show de
Carlos Torres Rotondo, en La vida sexual
en la antigua China de R. H. Van Gulik, en Vidas breves (en la imagen del post) de John
Aubrey y muchos libros más.
A pesar de las
inevitables ocupaciones, me doy tiempo para asuntos placenteros, como la
entrevista que me realizó el sábado pasado Stuart Flores para su blog El
Nictálope, a razón de Disidentes 2. Los
nuevos narradores peruanos 2000 – 2010. Fueron dos horas agitadas, en
especial la sesión de fotos a cargo de Alberto Nicho y su eficiente equipo.
Espero que les guste la
entrevista, la pueden leer aquí.
lunes, octubre 29, 2012
jueves, octubre 25, 2012
martes, octubre 23, 2012
domingo, octubre 21, 2012
Vigencia del miedo
Paso los domingos
viendo películas y leyendo. Y este no tuvo que ser la excepción, aunque vi una
peli que no esperaba y leí Mala índole
de Javier Marías.
Necesitaba ver algo
ligero, lo mismo con la lectura, puesto que me esperan días agitados en la
Feria del Libro Ricardo Palma. O sea, debo llegar despejado y si eso es lo que
quiero, no voy a mandarme con una excelente e interminable película de Philippe
Garrel, o algo de Jacques Rivette. Entonces me puse a revisar mi colección de
películas y encontré una que desde hacía rato me miraba con resentimiento
puesto que no la estaba empelotando.
La película, sí: La mosca (1986), de David Cronenberg.
Cronenberg es uno de
mis directores de cine favoritos. He visto cada una de sus películas más de una
vez, a excepción de esta, que por esas cosas de la vida, llámese apuro, flojera
y dejadez, solo la recordaba de cuando la vi a fines de los ochenta, vía Canal
2, en tres noches. En esos años no había cable y la emisión de películas podía
durar una semana, a cada rato nos metían una tanda comercial de quince minutos.
¿Te acuerdas, no?
Hoy en día una película
como esta sería impensable sin la ayuda de los efectos especiales, y en esta
carencia Cronenberg ofreció cátedra de grandeza y genialidad. Han pasado los
años y La mosca (remake de una
homónima de 1958, por cuenta de Kurt Neumann) sigue generando miedo, estupor e
incomodidad ventral. Al menos para mí, es una obra maestra del cine de terror.
Voltaje lírico
Escribir sobre poesía,
así sea en un minúsculo espacio como lo es este blog, puede generar más de una
incomodidad. Los terrenos poéticos en Perú están minados de toda clase de
intereses, favores, mentiras y canalladas. A lo bestia más de uno quiere ser
considerado el poeta más representativo. Conozco a más de un poeta peruano,
mayor, de esos que ya han pasado el medio siglo de vida, que se encuentra
jugando sus descuentos, temiéndole al pitazo final y, aunque digan que el
ejercicio de la poesía es ante todo una comunión con la palabra y que por lo
tanto el reconocimiento no les interesa, es capaz de cualquier cosa con tal
de insertarse de una buena vez en el canon poético peruano, que no es poca
cosa. Esto ya lo sabemos y porque lo sabemos entendemos las razones detrás de
sus campañas: arman antologías, encuestas, encuentros, homenajes, se valen de
críticos de cierto alcance académico… A muchos de estos poetas mayores los
conozco, a algunos los estimo; pero antes de quedar bien con ellos, prefiero
quedar bien con mi conciencia y, muy en especial, con la poesía.
En el marco de la
última Feria Internacional del Libro, se presentó la edición definitiva de Tromba de agosto (Lustra) de Jorge
Pimentel. Esa noche, lo recuerdo bien porque estuve de paso, entré a la sala y no
pude avanzar debido a la cantidad de asistentes, la mayoría jóvenes, que
legitimaron con su presencia la vigencia del poeta. Pues bien, desde la
presentación hasta hace algunas horas, he leído y releído este poemario que
confirma, una vez y sin ayuda, a Pimentel como uno de los más grandes vates
latinoamericanos en actividad.
Leer estos poemas me
acerca a lo que siempre he buscado en poesía, a esa instancia que no la puedo
entender pero sí sentir, que me remueve y cuestiona, a la mirada que disecciona
los detalles de la vida que se me pasan, al torrente verbal que me deja sin
aliento y fuerza, a ese diálogo con el mal que solo puede llevarse a cabo bajo
la creación de un nuevo discurso, a la universalidad que en poesía estoy
leyendo cada vez menos.
De la producción del autor hay
dos poemarios que me significan más de lo que podría pensar: Ave Soul y Primera muchacha. Pero en Tromba
de agosto se nos presentan aspectos que solo he podido notar en los
verdaderos grandes, en él es patente una voluntad de riesgo, de cambio de
registro en tópico y forma; Pimentel pudo seguir el derrotero de su bien ganado
prestigio, pero no quiso, no le dio la gana, decidió coger otra autopista,
llena de peligros, los cuales sortea con suma facilidad. Esta decisión no
obedeció a una búsqueda arbitraria de la dificultad, sino a una genuina
necesidad expresiva que amplía aún más la fuerza y verdad de su envidiable
voltaje lírico.
No me sorprendería que
a medida que pase el tiempo, Tromba de
Agosto sea considerado el mejor poemario de Pimentel.
viernes, octubre 19, 2012
jueves, octubre 18, 2012
'Malos elementos'
Llega a mis manos una
antología: Malos elementos (Casa
Tomada, 2012) de Salvador Luis. La leo, en principio sin esperar nada del otro
mundo, y la termino con la sensación de que valió la pena invertir la mañana en
ella.
Se trata de una
antología temática, en la que el miedo y la corrupción en el mundo de hoy son
los ejes de los que se vale Luis para prologar y seleccionar. Los relatos
incluidos, se entiende, quedan bajo la sombra del tópico que los agrupa, adquieren
fuerza en conjunto, más allá de un par, no hay de los descollantes, pero eso
sí: están a kilómetros de distancia de lo que podríamos llamar medianía.
Cuando se realizan este tipo de florilegios
marcados por un criterio general, las más de las veces se suele fracasar y
caer, en estas empresas suele imperar el contenido, mucho más fuerte que la
forma y la silueta escritural. No es fácil, en ningún sentido, armar un libro
como este, todavía más cuando es también un muestreo narrativo de lo que no
solo se está escribiendo en Perú.
Malos
elementos viene legitimada por su hacedor. Si la balanza
mental no me traiciona, Luis es uno de los que más ha trabajado la nueva narrativa
en castellano, en general. Sea el formato que sea, nos ha presentado selecciones
recomendables que reflejan su responsabilidad busquera, es decir, en su sensibilidad
lectora yace su ética de antologador. Por lo tanto, sería mezquino no reconocer
su gran esfuerzo, su buen olfato para detectar tapaditos, su habilidad para
dotar de coherencia el corpus (algo que no es nada fácil, por cierto),
enriqueciéndonos aún más el panorama de lo que se viene haciendo más allá de
nuestras dachas literarias.
Una antología como esta
me resulta generosa. En ella encontramos el buen relato de un narrador de
primera línea: “Terminal 3” del español Juan Francisco Ferrer, de quien
recomiendo su excelente novela Providence.
Constatamos también el buen momento de plumas nacionales, como Carlos Rengifo y
Luis Hernán Castañeda, también la presencia de Octavio Vinces y Susanne
Noltenius. Y obvio, no habría que pasar por alto el reconocido oficio de las
argentinas Florencia Abbate (“En memoria de tantos”) y Patricia Suárez (“La
madre del monstruo”) de David Miklos de México, Sergi Bellver de España,
Santiago Vaquera Vásquez de EE.UU., Eduardo Halfon (“Muñequita”) de Guatemala y
Diana Ospina Obando de Colombia.
Malos
elementos no es la mejor antología en la historia de la
literatura, pero sí una que se defiende bastante bien, y quién sabe, ya que el fútbol
y la literatura comparten más de un lazo en común, podría dar la sorpresa, una
gratísima sorpresa en el curso de las próximas semanas.
miércoles, octubre 17, 2012
lunes, octubre 15, 2012
De cerca, El detective salvaje
Pasé la tarde del
domingo gris leyendo Bolaño por sí mismo
(Ediciones Universidad Diego Portales, 2011), en el que encontramos una
antología de las mejores entrevistas realizadas al autor de Los detectives salvajes y 2666. La edición y selección estuvo a
cargo de Andrés Braithwaite, y encontramos también un prólogo, un tanto flojo,
de Juan Villoro.
Hoy en día la figura
del chileno es de tamaña magnitud que no solo basta leer sus títulos para
admirarlo, se quiere saber todo lo que se pueda de él, adentrarnos en su
persona, conocer las pulsiones que lo marcaron vitalmente y así tener un
panorama amplio de su poética. Esta especie de estado de gracia solo lo pueden
conseguir contados escritores –pienso en los beats−, y si los cálculos no me fallan, Bolaño ya le sacó varios
miles de kilómetros de distancia a sus competidores directos: el cuarteto del boom, para más señas.
La presente publicación
consta de dos secciones, La literatura o la vida, de once entrevistas; y Balas
pasadas, que contiene ciento cincuenta extractos de conversaciones. Para el
seguidor de la figura de Bolaño, muchas de estas entrevistas le van a parecer
familiares. A la fecha pueden hallarse en el desorden de la red y, en algunos
puntos, con alteraciones que harían enojar, y por ende disparar por doquier, al
detective salvaje.
Resulta, pues,
estimulante acercarnos al Bolaño íntimo. Así se conozca mucho o poco de él,
estas páginas reflejan su grado de compromiso para con la literatura, también
nos permite constatar su involuntaria patanería y su natural propensión a la
polémica. Pero ante todo, tenemos el testimonio de un creador a quien le
importaba, por sobre todas las cosas, la lectura. Me es extraño decirlo, se
supone que a todo escritor, o quien pretenda serlo, la lectura le tiene que
significar un factor clave, mucho más que el ejercicio de la escritura, y hay
que consignarlo cada vez que se pueda, porque si algún peligro encierran estas
entrevistas es precisamente activar aún más la intención de querer parecerse a
lo más fácil del autor: su actitud irreverente, iconoclasta y contestataria. Al
menos yo la tengo clara: quien pretenda parecerse a Bolaño no pasará más allá
de ser una caricatura. Hoy en día, tal y como están las cosas, sería un
suicidio adoptar una postura bolañesca, a lo máximo se podría aspirar a una
suerte de violencia e ironía verbales, suerte que no calzaría con la
consecuencia de lo que fácilmente se expresa, ya que para lograrlo habría que
tener una descomunal fuerza testicular y estar dispuesto a perderlo todo en un
mundillo literario alimentado de relaciones y falsas buenas costumbres.
Entonces leamos esta
selección de entrevistas con el objetivo de hacer nuestro lo más difícil del
detective salvaje: su inmenso amor por la lectura y su fe y perseverancia en un
proyecto narrativo en el que nadie creía. Bolaño fue un marginal toda su vida,
sabía lo que era pasarla putas, a golpes forjó un férreo carácter, pero también
era un ser humano sensible, con inseguridades y prejuicios, tal y como vemos en
la excelente entrevista de Rodrigo Pinto.
miércoles, octubre 10, 2012
lunes, octubre 08, 2012
Eielson, la sencillez del grande
Siento un apego muy
especial por la entrevistas de largo aliento. Y cada día estoy seguro que estas
deben ser consideradas como un género literario. Podríamos reforzar esta idea
con las entrevistas de The Paris Review, históricas y legendarias, por decir lo
menos.
Hace media hora terminé
de leer El diálogo infinito
(Sibilina, 2011), un extraordinario libro de entrevistas en donde Martha L. Canfield
aborda al gran Jorge Eduardo Eielson. Eielson, bien sabemos, es a la fecha no
solo uno de los poetas peruanos más estudiados, sino que su influencia se deja
ver también en los nuevos poetas, y no solo en los de estas dachas. Ni hablemos
de sus otras facetas, en narrativa, por ejemplo, nos entregó una novela que es
una maravilla, en todo el sentido de la palabra: El cuerpo de Giulia-no.
La publicación consta
de tres entrevistas, realizadas en 1990, 1995 y 2006 respectivamente. En cada
una de ellas tenemos a un Eielson en estado de gracia, en los que nos relata
sus inicios, peculiares anotemos, como artista, sus intereses y sobre su
constante voluntad de cambio. Queda claro que reducirlo solo como poeta sería
un error, y como bien escuché alguna vez, haríamos bien en referirnos a él como
un artista integral.
Eielson habla de todo.
Canfield, aparte de ser una de las conocedoras más solventes de su obra, fue
una de sus amigas más cercanas. Esta confianza permite que el autor sea
generoso en sus respuestas, explique puntos que, a lo mejor ante otra persona,
hayan quedado en la nebulosa. Me llama
la atención cuando el autor habla de creación, puesto que le es indesligable
verlo como un todo, en donde no existe un punto central de concentración, sino
que la concibe como una fuerza centrípeta, en donde juegan sus roles la lectura, la naturaleza, los mitos y la
cultura precolombina. A más de uno le sorprendería su soltura para con el
proceso creativo, en ningún momento dice que haya atravesado momentos de
crisis, algún tipo de bloqueo, dando a entender que jamás ha dejado de ser una
máquina de crear. Me pongo a pensar en las respuestas de Eielson, que sin proponérselo,
son una cachetada a esas asociaciones de tragedia y desdicha que dizque adornan
el imaginario de la mayoría de artistas. En este sentido, el budismo zen ha
devenido en un factor determinante, sea en su poética y su vida. Y mediante este
es que forjó una actitud de calmada espera, que le permitió experimentar sin ningún
tipo de apremio, de allí que en las parcelas literarias, veamos, se dio
licencias de ser plástico en poesía y no lineal en narrativa.
La entrevista de 2006
resulta más que reveladora. Canfield sabe que su amigo está sufriendo –no hacía
mucho había fallecido su pareja Michelle Mulas- e hilvana sus preguntas con la
suficiente fineza que llevan a Eielson a revelar aspectos que en distintas
circunstancias no las hubiera dicho; además, se muestra lleno de esperanza en
pos de un espíritu de tolerancia entre Oriente y Occidente.
Estas respuestas de
Eielson son una prueba fehaciente de su sencillez, la sencillez del grande, de
su inteligencia espontánea. Son también aleccionadoras, nos guían a lo que en
realidad nos debería importar.