sábado, agosto 30, 2008
viernes, agosto 29, 2008
jueves, agosto 28, 2008
Presentación: THE CURE EN HUANCAYO de Ulises Gutiérrez
Mañana viernes 29, a las 7 y 30 pm, en Pescados Capitales (Av. La Mar 1337, Miraflores), Revuelta Editores presentará el libro de relatos THE CURE EN HUANCAYO de Ulises Gutiérrez.
Los encargados de hablar de esta publicación serán Katya Adaui y Marco García Falcón.
Los esperamos.
miércoles, agosto 27, 2008
Michel Houellebecq
Después su cabeza cortada yacía en un prado; varios metros por encima se veía la entrada del vórtice. El cráneo había sido cortado en dos en vertical; pero la parte intacta seguía estando consciente sobre la hierba. Sabía que las hormigas se meterían poco a poco en la materia cervical al descubierto para devorar las neuronas; entonces se sumiría en una definitiva inconsciencia. Por el momento, su único ojo observaba el horizonte. La hierba parecía extenderse hasta el infinito. Inmensas ruedas dentadas giraban al revés bajo un cielo platino. Quizás se encontraba en el fin de los tiempos; por lo menos, el mundo que había conocido había llegado a su fin.
(De: LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES, Anagrama Panorama de Narrativas, 2001)
martes, agosto 26, 2008
Viernes 29: Katya Adaui Sicheri en la universidad Federico Villarreal
Para este viernes 29, en la sala Antenor Orrego de dicha casa de estudios, a las 12 y 30, tendremos la presencia de Katya Adaui Sicheri (Lima, 1977), autora del ya casi agotado libro de relatos UN ACCIDENTE LLAMADO FAMILIA.
Los encargados de hablar y discutir de la narrativa la escritora serán: la crítico Judith Paredes, el poeta y narrador Crisóstomo Gamboa, y este blogger.
La moderación estará en manos de Jorge Vergara.
Y el responsable del sonido, de las botellas de agua mineral, de las fotos y de pasar el micrófono en la rueda de preguntas: Armando Alzamora.
La recomendación de siempre: ir temprano.
Imagen, Katya Adaui Sicheri
lunes, agosto 25, 2008
sábado, agosto 23, 2008
Jazz Messenger
Y a ritmo de jazz fue que revisé algunos blogs de la barra de enlaces de LFDLS. Al llegar a Nuvolaglia, el blog del buen Óscar Pita Grandi, recordé que el año pasado él había traducido un ensayo de Haruki Murakami, Jazz Messenger, el cual leyó en la edición del 7 de julio del 2007 de la revista de libros del New York Times.
Si no me equivoco, este ensayo fue comentado, en su momento, en otros blogs. Seguramente muchos ya lo conocen, pero como sé que aún hay lectores que no tienen la suerte y dicha de leer los libros de Murakami, pues lo copio y pego con gusto, cosa que se enteran del por qué el jazz es clave para su narrativa, con la esperanza de que adquieran sus libros. Vale la pena sacrificar dos cajas de chelas por cualquiera de ellos. Este blogger recomienda dos: TOKYO BLUES y CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO.
Como se sabe, este blogger no es muy dado al copia y pega, pero tratándose de Murakami, toda excepción es justificada.
Los dejo con la traducción del amigo O. Aquí va:
Jazz Messenger
Jamás tuve la intención de convertirme en novelista –no hasta antes de que cumpliera 29–. Esto es absolutamente cierto. Cuando era niño pasaba la mayor parte del tiempo leyendo, y cuando me quedaba sumergido en los párrafos de las novelas que leía, en ocasiones me daban ganas de ser uno de aquellos escritores; mentiría si no lo aceptara. Pero nunca creí que yo tuviera talento para escribir ficción. En mi juventud adoraba escritores como Dostoyevsky, Kafka y Balzac, mas nunca imaginé que podría escribir algo que se aproximara a lo de ellos. De cualquier forma, por aquellos primeros años, mi deseo de convertirme en escritor de ficción carecía de esperanza. Continuaba leyendo libros como pasatiempo, y decidí entonces buscar la manera de vivir con tiempo suficiente para dedicarme a escribir. En lo profesional mi negocio estaba en el mundo de la música. Trabajé duro, ahorré dinero, pedí prestado bastante dinero a mis amigos y conocidos, y poco después de que saliera de la universidad, abrí un pequeño club de jazz en Tokio. Servíamos café en la mañana y tragos en la noche. También servíamos algunos platos. Tocábamos discos de jazz todo el tiempo, y los fines de semana teníamos presentaciones de jóvenes bandas locales. Mantuve el club así durante casi siete años. ¿Por qué? Por una simple razón: Así podía oír jazz de la mañana a la noche.
Mi primer encuentro con el jazz ocurrió en 1964 cuando yo tenía 15. Art Blakey y los Jazz Messengers se presentaban en Kobe en enero de ese año, y a mí me había regalado una entrada como obsequio de cumpleaños. Esa fue la primera vez que realmente escuche tocar jazz, y me cautivó. Estaba deslumbrado. La banda no podía ser mejor: Wayne Shorter en el saxo tenor, Freddie Hubbard en la trompeta, Curtis Fuller en el trombón y Art Blakey en la dirección con su acompasada e imaginativa batería. Creo que aquél es uno de los mejores conjuntos de la historia del jazz. Nunca había escuchado música tan maravillosa como aquélla, quedé enganchado al jazz desde entonces.Un año después en Boston tuve una cena con Danilo Pérez, un pianista panameño de jazz, y cuando le conté mi historia, el tomó su celular y me preguntó: “¿Te gustaría hablar con Wayne, Haruki?” “Por supuesto”, respondí, prácticamente sobre sus palabras. Danilo llamó a Wayne Shorter a Florida y me pasó el celular. Básicamente lo que le dije fue que yo nunca había oído música tan maravillosa como la suya, y que todavía me parecía insuperable. La vida es muy extraña, nunca sabes lo que va a suceder. Aquí estoy, 42 años después, escribiendo novelas, viviendo en Boston y hablando por celular con Wayne Shorter, nunca podría haberlo imaginado.
Cuando cumplí 29, repentinamente sentí que lo que yo quería era convertirme en escritor de ficción –cosa que yo podría hacer. Sabía que lo que jamás podría hacer era escribir textos como los de Dostoyevsky o Balzac, por supuesto, pero me dije que eso no importaba. No quería convertirme en un gigante de la literatura. No obstante, no tenía ninguna idea sobre cómo se escribía una novela ni sobre qué escribir. No tenía absolutamente nada de experiencia al respecto, después de todo, tampoco tenía definido ningún estilo. No conocía a nadie que pudiera enseñarme a escribir, ni amigos con quienes charlar sobre literatura. Lo único que yo pensaba era en que sería formidable que yo pudiera escribir como si estuviera tocando un instrumento. Tocaba el piano desde pequeño, y podía leer bastante música para seleccionar una melodía simple, pero no tenía el tipo de técnica para convertirme en un músico profesional. Sin embargo, dentro de mi cabeza sentía a menudo cómo mi propia música se aremolinaba alrededor de mis ideas, formando ricas y poderosas oleadas. Me preguntaba si era posible transferir esa música a la escritura. Así fue como mi estilo empezó a formarse.
Tanto en música como en ficción lo más importante es el ritmo. Tu estilo necesita tener buen ritmo, ser natural, constante, o la gente no terminará de leer tu trabajo. He aprendido la importancia del ritmo a través de la música –y principalmente del jazz. Luego viene la melodía– lo que en literatura significa el orden apropiado de las palabras para mantener dicho ritmo. Si la manera en que las palabras marcan el ritmo es suave y hermosa, no puedes pedir nada mejor. Después viene la armonía –el sonido mental que sostiene a las palabras–. Y finalmente está la parte que más me gusta: la improvisación. A través de algún conducto especial, la historia viene manando hacia fuera libremente desde adentro. Todo lo que tengo que hacer es conseguir estar dentro de ese flujo. Finalmente viene la pregunta acerca de qué cosa podría ser lo más importante: el estado de éxtasis que experimentas al terminar un trabajo – sobre terminar tu “performance” y la sensación de que se ha tenido éxito en alcanzar un lugar que es nuevo y significativo–. Y si va todo bien, consigues compartir ese sentido de elevación con tus lectores (tu audiencia). Ésa es una culminación maravillosa que no se puede alcanzar de ninguna otra manera.
Prácticamente todo lo que sé sobre escribir, lo he aprendido de la música. Y aunque suene paradójico decirlo, si no hubiera estado obsesionado con la música, no me hubiera nunca convertido en novelista. Sea como fuera, casi 30 años después, lo mucho que continúo aprendiendo sobre escribir, proviene de escuchar buena música. Mi estilo está profundamente influenciado por Charlie Parker; sus repetidos y sincopados acordes a los que F. Scott Fitzgerald se refería como “una prosa fluyendo elegantemente”. Incluso tomo todavía la calidad de los continuos “solos renovados” de Mile Davis como un modelo literario.
Uno de mis pianistas favoritos de todos los tiempos es Thelonius Monk. Cuando alguien le preguntó cómo había hecho para obtener aquellas certeras melodías que le arrancaba al piano, Monk, apuntando al teclado, dijo: “No puede haber ninguna nueva nota. Cuando miras el teclado, todas las notas ya están allí. Pero si persigues el medio de una nota lo suficiente, la nota sonará diferente. ¡Entonces conseguiste escoger las notas que realmente importan!”.
Frecuentemente recurro a estas palabras cuando estoy escribiendo, y me digo “Esto es verdad. No hay ninguna palabra nueva. Nuestro trabajo es obtener nuevos significados e insinuaciones especiales de palabras absolutamente ordinarias.” Encuentro este pensamiento tranquilizador. Significa que los vastos, desconocidos horizontes del lenguaje todavía mienten antes de nosotros, los apenas territorios fértiles nos esperan para cultivarlos.
viernes, agosto 22, 2008
Reencuentro con el gato Fritz
La primera vez que vi esta película de Ralph Bakshi fue a los catorce años, en un perdido y recordado día de mayo de 1993. Los años no pasan en vano, ya no soy el adolescente que quería emular al personaje de historieta creado por el siempre corrosivo Robert Crumb.
Como dije, tenía catorce, ergo: me sentía el adolescente más hormonal del mundo. Fumaba poco y practicaba varios deportes: ciclismo, fútbol y basketball.
No era muy bueno en fútbol, pero no me quejo para nada, entre otras satisfacciones, pues llegué a fui elegido tres años consecutivos el mejor arquero de los campeonatos de la categoría 77. Pero un día me dijeron que de mi metro 84 ya no iba a crecer más. Entonces, “traumado” por la noticia le puse más ahínco que nunca al basketball, el cual pasó a ser mi primer deporte por cinco años.
Todos los sábados iba con mi mejor amigo del colegio a jugar basketball al colegio La Salle. Empero, un sábado en la mañana lo encuentro tirado en el jardín interior de su casa vomitando todo lo bebido y vivido en la madrugada. En esas condiciones waldirianas no podía acompañarme a jugar. Entonces aparece su papá, un señor con la pinta de haberse fumado toda la hierba en los sesenta, quien al ver mi desazón, no duda en hablarme, como para que pasen las horas y me olvide del desplante. Cuando la conversa amenazaba con marcarse por prolongados silencios, el ex marihuanero sacó un video, prendió el aparato prehistórico llamado VHS y nos pusimos a ver FRITZ THE CAT.
Para ser mi primer acercamiento a la cultura underground, lo hice bien. El gato Fritz destronó esa mañana a mis recordados ídolos de infancia.
¿Cómo calificar a Fritz sin resultar chocante? Así de simple: era un reconch… Este gato era anárquico, cínico, “pansexual”, crítico de todo, gilerazo, tierno …
Mi segundo encuentro con Fritz fue a los diecinueve. Y fue a través de un tipo que quería ser historietista. Tenía talento para dibujar pero lastimosamente no tenía nada en el cerebro. Sin embargo, si no lo hubiera conocido jamás hubiera leído las historietas de Robert Crumb, cuyo personaje fetiche era el gato protagonista de la pela animada de Bakshi.
Sobre FRITZ THE CAT a lo mejor hago un post los próximos días. Por ahora, solo me queda recomendarla efusivamente. Es extraordinaria.
Imagen, FRITZ THE CAT
miércoles, agosto 20, 2008
En librerías: THE CURE EN HUANCAYO
ZUCKERMAN ENCADENADO
Desde hace un buen tiempo vengo leyendo cuanta novela suya llegue a nuestras librerías. De toda su obra, me encandilan las nueve novelas del ciclo Nathan Zuckerman, entre las que pueden mencionarse las imprescindibles LA MANCHA HUMANA y PASTORAL AMERICANA. (Por cierto, he visto por allí que PA tendrá una adaptación cinematográfica, ojalá no salga tan insultante como la que hizo Robert Benton de LMH.)
LA VISITA AL MAESTRO, LA LIBERACIÓN DE ZUCKERMAN, LA LECCIÓN DE ANATOMÍA y LA ORGÍA DE PRAGA son las cuatro primeras novelas del ciclo, estas llegaron a mis manos luego de una intensa incursión, a fines del 2007, en el olvidado local de la librería La Familia, en el centro de Lima.
Por esas cosas que tiene la vida, a veces uno comete errores garrafales, como el prestar libros. Es por eso que creí que había perdido para siempre LA LECCIÓN DE ANATOMÍA y LA ORGÍA DE PRAGA. Sin embargo, la pena me duró muy poco, porque el día de ayer compré, por el precio de una caja de chelas, ZUCKERMAN ENCADENADO, publicación que agrupa estos cuatro libros capitales que nos ayudan a entender y apreciar la magnitud del personaje fetiche de quien para muchos es el escritor más importante hoy por hoy en el mundo.
ZE va por Debolsillo y está en todas las librerías.
Los dejo con dos pequeños fragmentos de LA LECCIÓN DE ANATOMÍA:
Siempre desde la alfombrilla, trató de dictarle algo a una secretaria contratada al efecto, pero le faltaba la necesaria fluidez, y a veces llegaba a estarse una hora sin encontrar nada que decir. No era capaz de escribir sin ver lo que escribía: llegaba a figurarse lo que las frases figuraban, pero no a figurarse las frases propiamente dichas, si no las veía crecer y ligarse entre sí. La secretaria no tenía más que veinte años y, sobre todo durante las primeras semanas, fue presa, demasiado fácil, de la angustia de Zuckerman. Las sesiones de trabajo eran una tortura para ambos, y terminaban, por lo general, con la secretaria en la alfombrilla. El coito, la felación y el cunnilingus eran actividades, todas ellas, que Zuckerman sobrellevaba sin dolor, más o menos, con tal de que se mantuviera en decúbito supino y no levantara la cabeza del diccionario –cuyo grosor era exactamente el adecuado para impedir que la parte trasera del cráneo se situara en una posición inferior con respecto a los hombros, desatando así el dolor del cuello. En la portadilla podía leerse: “De tu padre. Tienes toda mi confianza”, y la fecha, “24 de junio de 1946”. Un libro que contribuyera al enriquecimiento de su vocabulario, tras la escuela primaria.
A tenderse con él en la alfombrilla acudían las cuatro mujeres. Eran ellas toda la vehemencia que en su vida había: secretaria-confidente-cocinera-ama de casa-compañía… Sin contar las dosis de padecimiento que aportaba Nixon, la diversión eran ellas. Allí, tumbado de espaldas, se sentía el puto de todas, pagando en sexo para que alguien le trajera la leche y el periódico. Le contaban sus penas y se quitaban la ropa y le ponían a tiro sus orificios, para que Zuckerman se los llenara. Sin vocación que lo acuciara, ni pronóstico esperanzador, ahí lo tenían, para hacer con él lo que quisieran: cuanto más evidente era su desamparo, más directo y franco se volvía el modo en que ellas lo deseaban. Luego salían corriendo. Se lavaban, se echaban un café al coleto. Se arrodillaban para decirle adiós y se largaban por ahí a vivir una vida real. Dejando a Zuckerman tendido en el suelo, esperando que la próxima llamara a la puerta.
Imagen, Philip Roth
jueves, agosto 14, 2008
Richard Ford
Esa es la verdad de lo que siento y pienso. Esperar algo menor o distinto sería una idiotez. Los malos periodistas deportivos siempre quieren saber de este tipo de cosas, pero no les interesa saber la verdad, ni le conceden un lugar en sus artículos. Seguro que en los momentos importantes, los deportistas piensan y sienten la milésima parte que cualquiera –están entrenados para eso-, aunque supongo que pensarán en más de una cosa al mismo tiempo.
- Yo llevaré mi bolsa –dice Vicki, siguiéndome como si fuera mi sombra y derramando una lágrima final por la alegría de llegar-. Es ligera como una pluma.
- A partir de ahora lo único que vas a hacer es pasarlo bien –le digo, levantando las dos maletas y avanzando-. Sólo tienes que sonreírme.
Ella esboza una sonrisa tan grande como Texas.
- Oye, yo no voy de marquesa, ¿sabes? –dice, mientras las puertas automáticas del hotel se abren suavemente-. Siempre llevo mis cosas yo misma.
(De: EL PERIODISTA DEPORTIVO, Compactos Anagrama, 2003)
martes, agosto 12, 2008
Jueves 14: Eduardo Reyme Wendell en la universidad Federico Villarreal
domingo, agosto 10, 2008
viernes, agosto 08, 2008
jueves, agosto 07, 2008
miércoles, agosto 06, 2008
viernes, agosto 01, 2008
Rodrigo Fresán & Jonathan Lethem
Creo que ya lo he dicho, pero para los que no lo saben: cuando me animé a administrar un blog, no se me ocurrió mejor idea que "llamarlo" LA FORTALEZA DE LA SOLEDAD, esto a causa de lo rendido y esclavizado que me dejó la novela homónima del narrador neoyorkino Jonathan Lethem.
Esta novela tiene todo lo que espero encontrar: sexo, rock, drogas, amistad, fidelidad, política, incertidumbre, cuestionamiento, "palomillada" de barrio, cómics, discotecas, encuentros, desencuentros, amores, desamores...
Luego de la lectura de LFDLS, me puse a buscar todos los libros de Lethem, es así que llegué a novelones como HUÉRFANOS DE BROOKLYN, CUANDO ALICE SE SUBIÓ A LA MESA y PAISAJE CON MUCHACHA. El resultado: me volví hincha declarado de este escritor.
En la madrugada del último domingo, en un grifo, mientras tomaba unas chelas con mis amigos O y E, este último dijo algo cierto: que Rodrigo Fresán es el mejor escritor latinoamericano en la actualidad. Yo me sumé a la opinión con entusiasmo. Y, para variar, metí mi "veneno": "que pase la fiebre Bolaño para empezar a hablar muchísimo más de Fresán".
Ahora, a mi me encanta Roberto Bolaño, pero siempre me he sentido corroído y obnubilado con cada libro del argentino.
Y como O estaba sacando "lustre" a su cámara digital, la cual usaría (usó) con entusiasmo en la presentación de la antología MATADORAS, E y yo le hablamos del mejor libro del "gran lector que escribe", la novela JARDINES DE KENSINGTON.
Por esas cosas de la vida, estuve pensando en Fresan y Lethem en estos días, en especial hoy. Ambos, que tienen más de un punto de común en su narrativa, me han dado muchísimo en estos últimos años, y si tuviera que mencionar uno de los tantos "virus" que me han contagiado, pues resaltaría, de cabeza, el placer por leer vorazmente. (Y eso que a este blogger siempre le ha gustado, entre otras cosas, leer con voracidad.)
Como dije, estuve pensando mucho en este par de letraheridos el día hoy. Y mientras regresaba a casa luego de exprimir con "preguntas" a un escritor en el Sonesta, craneaba en cómo juntar en un post a Fresán y Lethem. Siempre tiene que existir un pretexto...
En San Google estuvo el pretexto. Uno bueno en realidad.
Pues bien, hace un par de años, el PEN American Center de New York, juntó, en una noche de copas y música, a estos dos extraordinarios escritores.
Pueden escuchar esa conversa, muy recomendable y de casi una hora, aquí.
Imagen, Rodrigo Fresán.