domingo, septiembre 30, 2012
sábado, septiembre 29, 2012
Los años maravillosos
Durante un tiempo se me
dio por consumir fanzines. De los muchos que pasaron por mis manos, ninguno
como Sótano Beat. A la fecha es una proeza conseguirlos en su totalidad. Y no
es para menos, puesto que esta publicación es una referencia obligada para todo
aquel que quiera informarse y documentarse sobre los años maravillosos del rock
peruano.
Mucho se hablaba del
rock que se producía en los 50, 60 y 70. Más de un oyente se preguntaba,
mientras escuchaba disertar a los canosos testigos de la escena, si era o no
verdad tanta calidad, exceso, entrega y leyenda. Todo quedaba en la nebulosa y
en los condimentos de la imaginación. Los Shain’s, Zulu, El Troglodita, Los
York’s, Los Belking’s, Los Saicos, Traffic Sound, Los Steivos y muchas bandas e
interpretes más sonaban de cuando en cuando, intuíamos de la existencia de una
era secreta y a la vez genial; estaban los vinilos, sí, que cimentaban las
sospechas razonables de su veracidad. Sin embargo, no existía la documentación
escrita que nos permitiera acceder a lo que se hizo.
Ahora, en su cuarto de
hora estos protagonistas no pasaron nada inadvertidos, gozaron de prensa,
salían en televisión y realizaban conciertos. Sin embargo, esa resonancia
instaurada en el imaginario de su generación se opacó, las tinieblas impusieron
su mezquindad, enterrándola, desapareciéndola, ingresándola en un agujero
negro. Y aún cuesta entender por qué.
Pasaron los años y
tuvimos publicaciones que, en algunos casos, intentaron darnos luces de lo que
se hizo, hasta que apareció la biblia del rock peruano: Demoler de Carlos Torres Rotondo. Pero qué hay detrás de estos
libros, ¿acaso se escribieron solos?, ¿solo bastó la versión oral de los
canosos testigos? No. Detrás de su proceso de documentación estuvieron los
fanzines de Sótano Beat, que ahora gracias a Contra Cultura tenemos en formato
de libro una selección de artículos, entrevistas y reportajes, abarcando el
periodo de 1957 a 1983, interesándonos, en especial, lo que se produjo hasta
mediados de los 70.
Días
felices nos reconcilia con la vida. Gracias a Diego García
H., Hugo Lévano G., Luis Berrocal Inca y Roberto Gagliardi accedemos, ahora sí, y
para rato, a una muestra fehaciente de las piedras angulares del rock peruano.
jueves, septiembre 27, 2012
miércoles, septiembre 26, 2012
La novela del Comandante
La primera novela de
Rodolfo Ybarra, conocido en estos lares como El Comandante, es una publicación
reseñable. No comentarla, pasarla por alto, hacerse el loco, vendría a
significar un acto de soberana mezquindad. Ybarra, guste o no, es dueño de una
obra (poética, en especial) que aún no disfruta del reconocimiento que merece.
Y no lo tiene por ser un protagonista incómodo para la fauna literaria peruana.
Contestatario, iconoclasta, algo posero y con mucho más oficio y talento que
aquellos que saben moverse en La otra literatura.
Matagente
(Temática Editores Generales, 2012) viene generando algunas reseñas y
comentarios, entre positivos y negativos. Esta publicación ha suscitado, en poco
tiempo, más atención que toda su obra poética. Pues bien, ¿qué nos trae El
Comandante en esta su primera incursión narrativa? En ella tenemos a Atoj,
singular personaje, dueño de una calificada inteligencia y preso de una locura
que lo mantiene en un hospital psiquiátrico, en donde escribe una suerte de
diario, travestido de manual para cometer crímenes, en el que nos cuenta los
detalles de los asesinatos que cometió a lo largo de su vida
Sería injusto no
reconocer el mérito de esta empresa: el intento por insertarse en los
vericuetos de la mente de un asesino en serie, lo cual lleva a buen puerto,
gracias a una prosa funcional que de cuando en cuando alcanza logrados niveles
de lirismo, que leídos desapasionadamente, podrían tratarse de los mejores
textos del autor en toda su trayectoria. Ybarra conoce los referentes que pone
al servicio de Atoj, y no solo los ligados a la literatura. Atoj nos sumerge en
el lado más sórdido de una ciudad innominada, nos acerca a sus sujetos y nos
hace partícipes de situaciones que muy bien podrían explicarnos por qué él es
como es. Atoj es una mierda porque esta sociedad es una mierda, parece ser el
mensaje.
Sin embargo, y quizá
debido a su ambición narrativa, Ybarra descuida las
configuraciones de sus personajes y las acciones (laxa verosimilituid) de su
vesánico protagonista, que sumado a las innumerables repeticiones de las
descripciones de los asesinatos, descuartizamientos, violaciones y, por decirlo
de alguna manera, el gratuito brote de sangre, convierten, por momentos, en parodia lo que tanto se
crítica en la novela. No obstante, Ybarra debuta con firmeza, Matagente
encierra una propuesta, genera debate, y eso es lo que nos debería importar.
martes, septiembre 25, 2012
lunes, septiembre 24, 2012
Resonancia: Perec
Llevo buen tiempo
leyendo, y en títulos puntuales, releyendo, la obra del escritor francés
Georges Perec (1937 – 1982). La cámara oscura,
La desaparición, Un hombre que duerme y La
vida: instrucciones de uso nos dejan un claro mensaje: Perec es un autor a
quien jamás vas a poder entender, y es precisamente en esa falta de asimilación
en donde yace su hoy justificado prestigio y avasallante influencia. Su poética
está llena de agujeros negros, que incentivan la mente y nos animan a mirar el
mundo de otra manera. Entre libro y libro, a Perec no le gusta ser el mismo.
En Pensar/Clasificar (Gedisa, 2008) tenemos a un Perec en estado de
gracia, nos acercamos a una sensibilidad en permanente estado de psicodelia,
por decirlo de algún modo. La publicación es una compilación de textos y
artículos que el autor publicó en diarios y revistas entre 1976 y 1982. Empecé
a leerlo y no me fue difícil catalogarlo de dietario, sea voluble, inestable e
impresionista. Pareciera que le interesa todo y nada a la vez. En su poética no
hay espacio para los grandes temas, sino que forja el gran tema partiendo de lo
más baladí y rutinario, retroalimentando así el crisol responsable de todo: lo
autobiográfico. Textos como “Notas sobre lo que busco”, “Notas sobre los
objetos que ocupan mi mesa de trabajo”, “Notas sobre el arte y el modo de
ordenar libros”, “Cosas que no son libros y que a menudo se encuentran en
bibliotecas”, “81 recetas de cocina para principiantes”, “Consideraciones sobre
las gafas”… exhiben un respiro íntimo, acorde con una mirada lúdica e infantil,
es decir, en una actitud abierta al descubrimiento, en esencia puro, pero con
una malicia que se nutre de un solapado humor negro entre líneas.
El conocedor de la obra
literaria del francés, sentirá que está ante una suerte de caja de resonancia
que nos comunica con la génesis y el desarrollo de sus libros. Pero también nos
muestra los intereses del artista, variados, elásticos, que nos impide
definirlo como un creador literario, lo que nos lleva a catalogarlo, y
disculpen si suena a lugar común, como un artista integral. Corrijo: un genial
artista integral.
sábado, septiembre 22, 2012
viernes, septiembre 21, 2012
jueves, septiembre 20, 2012
Novelitas callejeras
El domingo pasado me
puse al día con Breaking Bad. No
tenía planeado salir para nada y sentía que debía corroborar lo que algunas
amistades me decían de la serie. La maratón arrancó a las nueve de la mañana. A
eso de las cuatro de la tarde, tuve ganas de leer, al menos un par de horas, o
tres a lo mucho, para luego volver a la maratón.
Para este tipo de ocio,
lo preferible es coger un libro que ya conoces. De esta manera avanzas rápido y
sin cansarte. Fue así que elegí Trilogía
callejera de Lima (Tajamar Editores, 2011) de Fernando Ampuero. En la
publicación tenemos sus novelas breves Caramelo
verde, Puta linda y Hasta que me orinen los perros; todas
ellas, cuando se publicaron por separado, fueron muy bien recibidas por los
lectores. En este sentido, no creo faltar a la verdad si digo que Ampuero debe
ser uno de los contados escritores peruanos que más vende después de Vargas
Llosa. Desde el punto de vista de la crítica, y centrándonos en estas tres
novelitas, solo Caramelo verde ha
recibido saludos más que entusiastas, unánimes. Las otras dos corrieron suerte
distinta, con muy buenas, descriptivas y, en ocasiones, malas reseñas.
No conozco escritor
alguno que no se alucine la pluma más lograda en la historia de la literatura.
No pocos defienden su propuesta en base a lo que la crítica dice de ellos, sin
embargo, lo que siempre voy a tener en consideración es el favor gratuito y
desinteresado del lector, pero del lector que lee por placer, no de esos que
van tras las idioteces místicas y dizque sanadoras de Coelho. Se hace necesario
hacer esta diferencia, porque es muy complicado conquistar al lector que lee
por placer (el que busca leer una historia en sus ratos libres, por ejemplo) y
más aún en Perú, un país en que se lee tan poco, al punto que se piensa que las
personas que consumen libros forman una élite. En este sentido, Ampuero ha
ganado en buena lid a sus para nada pocos seguidores. Las tres novelitas de
ahora son una muestra del por qué. En estas hay argumentos interesantes, como
el narcotráfico, la prostitución y el bandalismo organizado, condimentados con
el conocimiento de causa (tengamos en cuenta su trayectoria periodística) que
este tiene de Lima, pero de esa Lima de las calles del centro y los conos,
cuyos personajes dejan de lado sus buenas maneras (si es que la tienen) para
mejorar en algo su nivel de vida, sin importarles delinquir y trampear. Hombres
y mujeres que intentan hacerse a sí mismos, inmersos en el espíritu caótico de
la ciudad, en su jungla de cemento.
No es la primera vez,
ni la última, que los sujetos de Lima son abordados en nuestra tradición
narrativa. Existe una bibliografía rica al respecto. Sin embargo, Ampuero marca
una diferencia, creo yo sustancial, y esta radica en que la configuración de
estos queda libre del hálito ceremonioso, denunciable y aleccionador, lo que le
permite tratarlos sin afeites y desplegar así harto humor (a veces muy ingenuo)
y verosimilitud.
Pues bien, lo que gusta
más (ojo: no solo a mí) es el estilo. Más de un purista podría decir que estamos
ante una trilogía que ejemplifica una pobreza verbal. Imagino que es muy fácil
catalogar desde la distancia, pero otra cosa es estar en pleno campo de juego.
El estilo que se emplea parece fácil, pero no, no es así, en absoluto. Conseguir
la transparencia narrativa es muy difícil, en su hechura ha tenido que correr
mucho canibalismo. No hay otra. Y me aventuro a especular lo siguiente: el
éxito de este escritor radica en su maestría en el lenguaje funcional al
servicio de sus historias. Te lees esta trilogía en dos horas y media y las
recuerdas, no al detalle, pero las recuerdas.
martes, septiembre 18, 2012
lunes, septiembre 17, 2012
domingo, septiembre 16, 2012
sábado, septiembre 15, 2012
Reencuentro con Miller
Camino por las calles
del centro tras un libro específico. Estoy medio desganado porque no se trata
de uno que quisiera leer y tener. En el pequeño pero friolento trayecto, me
encuentro con algunos patas y amigas a los que no veo en mucho tiempo. Hablar
con ellos me regresa a los años en los que recorría esas mismas calles (Quilca,
Camaná, Rufino Torrico, Belén), con poco dinero en los bolsillos pero con las
ansias de obtener alguna novela, cassette, disco, que devoraba en casa durante
toda la noche. Les digo a Eduardo, Erika y Natalia lo que estoy haciendo, que
ahora paro en el centro, pero, evidentemente, con otros fines, y, claro,
siguiendo disfrutando de la intensidad que solo estas callecitas pueden
prodigar.
Continuo mi búsqueda,
no encuentro lo que busco, pero en un galpón de libros de Camaná, en el puesto
del viejo Óscar (pañoleta verde en la cabeza), y como quien conversa por
conversar, este me muestra una añeja publicación de la editorial Gedisa. Flash Back: Conversaciones con Henry Miller (1983)
de Christian de Bartillat. Entonces se genera en mí una avalancha de
sensaciones.
Hasta mi cuarto de
siglo leí todo lo que pude de Miller, como un poseso, bebiendo tragos cortos y
fumando marihuana, disfrutando de la densidad su prosa y de la autorreferencialidad
de su poética. Como es de suponer, compro la publicación y el día adquiere
mucho sentido.
Pues bien, siento que
hoy en día se lee poco a este viejo dinosaurio. Quizá se deba a que es de esos
escritores cuya vida, leyenda, sobrepasa la dimensión de su literatura. Leer a
Miller es un viaje pesado, hay que hacerlo sin la idea de que encontrarás el
morbo en cada página, sin las ansias de encontrar el chisme y sin querer
toparte con lo que hay entre las sábanas. El fervor es pues la peor de las
disposiciones para acercarnos a él. Cuando empecé a leerlo, lo hacía
relativamente dopado, pero con las luces suficientes que me permitían disfrutar
de su densidad, que una vez bien recorrida, se convertía en un factor adictivo.
Esa ausencia de ligereza, simpleza, llanura en el estilo, era lo que
determinaba que sus peripecias, que las podía vivir cualquiera rubricado por la
desventura, la miseria, el hambre, el odio y el desamor, adquirieran un estado
de perdurabilidad literaria.
Su leyenda negra le
trajo más de un rédito, cientos de jóvenes, entre lectores y escritores,
peregrinaban hasta Pacific Palisades para verlo, estar ante el testigo directo
de aquel París literario y envolvente del que escribió; sin embargo, esta misma
leyenda negra juega a la contra de lo que debe importar: sus libros. Resultaba
más fácil hablar de Miller que leerlo, y eso lo podemos comprobar a la fecha,
puesto que su influencia es casi nula y si se habla de su obra, no se sale de Los trópicos…
jueves, septiembre 13, 2012
miércoles, septiembre 12, 2012
Escritores malditos
Cuando comento un
libro, lo hago con la idea de que algún lector se interese por la publicación. Como
bien saben, o solo algunos lo perciben, aquí comento libros que me gustan, o
que, en su defecto, me parezcan muy interesantes. Sin embargo, más de una vez
he sentido desazón, porque he escrito de títulos que aún no llegan a Lima, como
la novela Stoner de John Williams,
que compré hace algunos meses en Santiago, en la librería Metales Pesados.
En esta ciudad del sur
fui incapaz de contener mi tendencia compulsiva de comprador de libros,
sabiendo de antemano que allá los libros no son para nada baratos, pero el
precio es lo que menos importa ya que lo mío es leer con una voracidad casi
sexual. Entre lo que conseguí y devoré en el hotel y en el vuelo de regreso: Los malditos (Ediciones Universidad
Diego Portales, 2011) de la prestigiosa cronista argentina Leila Guerriero.
Cada país, cada tradición
literaria, tiene sus figuras capitales, muchas de estas insertadas en el canon, y otras en vías de
estarlo gracias a las variadas lecturas que durante décadas han llevado a cabo
los lectores, escritores y críticos salvajes, la mayoría de las veces en plan
bullero, indignado, yendo a la contra de lo que los celadores de la literatura
cuidaban hasta con las garras, haciendo uso de un discurso conservador,
proteccionista de lo ya establecido. Si no fueran por estos salvajes de la vida
y de la literatura, no sabríamos absolutamente nada de las poéticas de Porfirio
Barba Jacob, Martín Adán, Alejandra Pizarnick, Jorge Baron Biza, Teresa Wilms
Montt, Bernardo Arias Trujillo, Rodrigo Lira, Jaime Saenz, Samuel Rawet, Pablo
Palacio, Jorge Cuesta, Ignacio Anzoátegui, Calvert Casey, Rafael José Muñoz,
Joaquín Edwards Bello, César Moro y Gustavo Escanlar.
Estaría demás discutir
de la calidad de cada uno de estos autores. Pues bien, ellos comparten un lazo
común, un sendero vital y existencial malhadado, una actitud ante la vida
rubricada por el exceso y la autodestrucción. Sabedora de aquello, Guerriero
nos presenta un excelente conjunto de perfiles de estos letraheridos
latinoamericanos del siglo XX, diseccionados por una destacada pluma de sus
respectivos países de origen, a excepción de Alberto Fuguet (Escanlar de
Uruguay) y Rafael Gumucio (Casey de ¿Cuba?).
Cada acercamiento viene
marcado por la impronta personal de su escritor designado, la mayoría de estos reconocidos
en las parcelas de la ficción, pero que ahora juegan en otra cancha, quizá
mucho más complicada que la de los recovecos de la imaginación, la de la no
ficción. Ellos se las arreglan muy bien, bajo la asesoría de Guerriero, que los
siguió mediante llamadas telefónicas, correos electrónicos y a lo mejor Skype,
logrando que los perfiles de sus escritores malditos se metan en nuestra médula,
entendiendo la razón del por qué ellos pusieron (involuntariamente) sus propias
vidas al servicio de un fin sin recompensa alguna.
Por otra parte, Los malditos también puede leerse como
una antología de lo mejorcito de la narrativa latinoamericana actual, en sus
páginas nos encontramos con autores consagrados y otros aún por conocer: Alan
Pauls, Alejandra Costamagna, Daniel Titinger, Andrés Felipe Solano, Óscar
Contardo, Juan Gabriel Vásquez, Edmundo Paz Soldán, Graca Ramos, Gabriela
Alemán, Rafael Lemus, Juan José Becerra, R. Gumucio, Boris Muñoz, Roberto
Merino, Marco Avilés, Mariana Enríquez y A. Fuguet. Sin duda alguna, ciertos
nombres nos brindan la garantía de que esta nómina de cirujanos es todo un
lujo.
Líneas arriba dije algo
sobre la desazón que sentía al comentar y recomendar libros que aún no llegan a
Lima. En teoría este post podría hermanarse con dicha desazón, pero en la
práctica no, puesto que a fin de mes llegará Los malditos a esta ciudad gris, gracias a las gestiones de Selecta
Librería (769 - 1735) y que desde esta se distribuirá a las principales librerías locales.
A esperar nomás.
martes, septiembre 11, 2012
domingo, septiembre 09, 2012
miércoles, septiembre 05, 2012
martes, septiembre 04, 2012
Buensalvaje
Llego tarde a la Feria
del Libro de la PUCP. Dejo mis cosas en el stand de Selecta Librería y me
dirijo a las mesas de comandas, en donde debo tramitar un nuevo fotocheck, ya
que extravié el que me dieron la semana pasada. En la mano derecha, la novela
que vengo leyendo: Aire de Dylan de
Enrique Vila-Matas.
Lleno un papelito con
mis datos personales ¿Eso es todo?, le pregunto a Antonio Vila. Eso es todo, mañana
tendrás tu nuevo fotocheck, me responde. Me dispongo a regresar, pero al lado
de una de las computadoras, el primer ejemplar de la nueva revista Buensalvaje. En la portada, de fondo amarillo,
Vila-Matas. Y como creo en las señales del azar, la cojo, con la idea de leerel acercamiento que realiza Johann Page a la poética del autor de Dietario voluble.
Me gusta el texto de
Page y decido leer la revista en su integridad. Lo puedo hacer mientras
trabajo. Además, siento que debo hacerlo. La aparición de una revista de libros
resulta, bajo todo punto de vista, plausible, más aún en estos tiempos en los
que la promoción de libros en Perú es casi nula
Abordo Buensalvaje como
un lector salvaje. El desorden es mi parcela. Se nota que hay muchas ganas en
los responsables de la publicación, capitaneados por Dante Trujillo Ruiz. Y de lo que voy picando, me son valiosas las
colaboraciones de Carlos Yushimito, Leonardo Aguirre, Jaime Bedoya, Marco
Áviles, Jorge Volpi, Alejandro Neyra y muy en especial la entrevista de Paloma
Reaño a César Aira. Esta entrevista hará que le dé una oportunidad más al
narrador argentino, que se muestra lúcido y frontal. Por más que lo he
intentado (más de diez novelas), Aira todavía no despierta en mí el entusiasmo
fetichista que en otros sí.
La carne de
Buensalvaje: las reseñas. Las que se ocupan de los libros foráneos son buenas,
y algunas excelentes. En realidad, qué objeciones se pueden poner a
imprescindibles como Demasiada felicidad
de Alice Munro, Libertad de Jonathan
Franzen, El Sunset Limited de Cormac
McCarthy, Nada de Janne Teller y Relatos autobiográficos de Thomas
Bernhard. Sin embargo, las que diseccionan las publicaciones nacionales hacen
alarde de una total carencia de discrepancia, soberanamente descriptivas, no
amplían el panorama. Publicaciones nacionales que, en todo sentido, califican
de reseñables, aunque dos de estas superlativas: La ciudad más triste y (Ella).
lunes, septiembre 03, 2012
domingo, septiembre 02, 2012
Hahn completo (pero ninguneado)
Gracias a Víctor Ruiz tengo
por fin en manos Movimiento perpetuo
(Lustra Editores, 2008), en el que se reúne la producción poética, comprendida
entre 1961 y 2008, del reconocido autor chileno Óscar Hahn.
Llevaba buen tiempo
buscando este libro. En su momento lo tuve pero lo perdí en circunstancias que
no voy a detallar. El reencuentro fue especial, de hecho, y empecé a picar sus
páginas en los minutos de descanso que me imponía mientras armábamos el stand
de Selecta Librería en la feria del libro de la PUCP. Por instantes me sentía
Marc Stanley Fogg, el protagonista de Paul Auster en El palacio de la Luna, que, como bien recuerdan, se valía de cajas
llenas de libros, y selladas, que usaba en su departamento como sillas, mesas y
sillones.
La cuña que sentía a
causa de Movimiento perpetuo
desapareció. Llegué a casa, empecé a leerla y la terminé en dos madrugadas. Los
textos sobre Hahn de Ruiz, Paul Guillén y Carlos López Degregori cumplieron mis
expectativas, escritos desde la admiración, sin caer en la cumplidora
descripción, ampliando y brindando otras alternativas de lectura al universo de
este excelente poeta. Y luego de estos, el concierto verbal que empieza con Esta rosa negra (1961).
Lo ideal sería dedicar
todo el post a esta voz del sur, una de las más originales y difíciles de la
poesía latinoamericana de las últimas décadas. Pero hacerlo sería pasar por
alto una realidad aplastante, hija quizá de una ciencia oculta ligada a la
parcela de la mezquindad y la dejadez. En otras palabras: he tratado de
explicarme a qué se debe el ninguneo, por cuenta del periodismo cultural escrito, que sufrió esta publicación, todo un lujo
para estos lares, que de haber gozado de una relativa difusión, la habría
convertido en uno de los mejores títulos de 2008.
Se dice, y no pocas
veces con razón, que los libros no se mueven solos. Se necesita del empuje del
editor y de la disposición del mismo autor para hacer que el libro no sea una
obra maestra para la familia de este último. La empresa es difícil. Hay que
salir, coordinar, llamar, mandar e-mails. Si consiguen una entrevista, reseña o
estafeta, sienten que les están haciendo un favor; y lo que es peor, bajo esta
vía, que graficaría bien lo que llamo “La otra literatura”, casi siempre se
cuelan entregas menores en calidad que otras que sí lo merecen.
Ahora, “La otra
literatura” no funciona con autores como Hahn. Movimiento perpetuo no necesitaba de la ayuda de nadie. Es de los
libros que se imponen solos, basta abrir el sobre, verlo y pensar de inmediato
en una extensa nota. Es decir, hay que ser un ignorante, un mezquino, para no
darse cuenta de ello. Este aberrante ninguneo confirma, una vez más, lo que
todos sabemos y que solo algunos dicen: el patetismo del periodismo cultural
peruano, sin excepción alguna. Una pena.