lunes, enero 29, 2018
En los días ausente del blog, que eché
de menos, estaba pensando en compartir algunas impresiones al vuelo sobre las cinco
películas de Clint Eastwood en el rol del policía Harry Callahan. La película
más conocida del ciclo, la ya clásica Harry,
el sucio. No sé cuántas veces las he visto, pero en cada nuevo
acercamiento, el asombro no decae. Bueno, pensaba escribir de algunos mágicos detalles
menores de estas películas, pero al parecer la furia me obliga a dar cuenta de
otro asunto, que bien podríamos calificar de miserabilismo.
En menos de 48 horas, dos representantes
de la izquierda peruana brindan motivos para pensar seriamente en la sospecha
social razonable: la izquierda jamás será gobierno y que solo se desempeñará en
lo que saben hacer como pocos: ser oposición.
La primera maravilla la vi ayer domingo,
minutos antes del imprescindible Royal Rumble de la WWE. Por las redes comenzó
a circular la intención del congresista Justiniano Apaza de presentar un
proyecto de ley que restringa el ingreso de venezolanos al país. Como era de
esperarse, las críticas no se hicieron esperar, al punto que tuvo que declarar
que se trataba de una propuesta personal y no de los congresistas del Frente
Amplio. Entre sus argumentos, lo que ya parece demagogia, más o menos así: los
jóvenes venezolanos quitan el trabajo a los jóvenes peruanos. Y en las últimas
horas, Goyo Santos, el mayor demagogo de la izquierda, que primero tendría que
solucionar sus serios problemas legales antes de proferir cojudeces, como su
defensa y admiración a la dictadura de Nicolás Maduro: “La dictadura es aquí,
primero arregla tu casa y después resuelve problemas ajenos”.
Aunque el verbo no delata su pobrediablismo,
el silencio hace cómplices a todos los demás líderes de la zurda, pienso en
Verónika Mendoza y Marisa Glave, que si aspiran a algún futuro político,
deberían pensar en condenar la barbarie dictatorial de Maduro. En pocos años
viviremos las elecciones presidenciales y por más que intenten convencernos de
las ventajas de un gobierno de izquierda, el peruano de a pie se mostrará
reacio ante el discurso: lo que ven a diario en las calles es motivo más que
suficiente para saber que el socialismo del siglo XXI se ha convertido en toda
una desgracia.
martes, enero 23, 2018
subestimar
Mientras termino las últimas etapas del
libro que venimos editando, veo recién cómo van las redes, esas capas de realidad
paralela en contraposición a la que participamos todos los días.
Más allá de alguna que otra queja a
razón del tráfico, no he sido testigo de condenas por la visita del Papa. Por
el contrario, son muy pocas las ocasiones en las que he visto a muchísima gente
feliz, cuya alegría, vamos a aceptarlo, resultó contagiante. Caso contrario en
las redes, en donde la condena ha estado a la orden del día, la mayoría obediente
de la indignación estratégica.
Como el apuro identifica a las redes, no
se han hecho esperar los comentarios vejatorios hacia mujeres y hombres que
profesan la religión católica. La falsa superioridad moral e intelectual de
nuestros censores de las buenas costumbres puede llegar a ejercer un efecto
contrario a lo que se busca toda vez que hablamos de democracia o se critica el
sistema.
Somos tan superiores que creemos que el
mundo es como lo pensamos y que tiene que ser tal y como lo enunciamos. Si algo
ha dejado la visita de esta autoridad eclesiástica, sea con sus bemoles e inadmisibles
silencios, es que hay una población a la que no hay que subestimar por no
pensar como uno. Podríamos decir lo mismo cuando nos referimos a los
simpatizantes del fujimorismo. Estamos hablando de un fervor que no entiende de
razones, ni de doctrina ideológica.
La dimensión emocional en la que yace y
refuerza la simpatía política en este país puede generar más de un sinsabor. Se
ha perdido muchísimo tiempo en agendas ideológicas y en reclamos nacidos en
burbujas, años en los que el fujimorismo fue una pasión contenida a la espera
de manifestarse.
jueves, enero 18, 2018
cuando no se condena
En la tarde un amigo me pasó un video en
el que a Marisa Glave se le pregunta por la memoria.
Bueno, a Glave aún le doy crédito y está
a tiempo de enmendar ciertas posturas discursivas divorciadas de la honestidad
y del sentido común.
Es que la ideología ataranta, sí.
Al respecto, tenía esperanza de ver/leer
pronunciamientos sobre el asesinato del oficial venezolano Óscar Pérez. ¿Qué
tendría que pasar en Venezuela para que los líderes de la izquierda peruana se
desahueven?
Silencios como los de ahora confirman la
dependencia no ideológica, sino económica que nuestra izquierda ha tenido con
la dictadura de Hugo Chávez. Por eso, cuando su sucesor Nicolás Maduro comete
este tipo de atropellos en nombre de “revolución” y el orden interno de su país,
no se tiene otra opción que mirar para otro lado. Este silencio fundamenta la
sospecha sobre las dádivas chavistas recibidas por los grupos y movimientos de
izquierda locales. Se supone que la defensa del respeto por las vidas de
mujeres y hombres no tiene que depender
de filiación alguna, con mayor razón cuando se sabe que a Pérez lo masacraron
estando rendido.
A lo mejor, los representantes de la
superioridad moral tengan razón en cada uno de sus postulados discursivos,
seguramente este país será mejor de estar en sus manitas, pero hasta que no
alcen la voz condenatoria contra regímenes que violan paulatinamente los
derechos humanos, de poco les sirve tentar ser el mayor poder político.
La situación empeora cuando día a día
vemos la realidad del sistema socialista del siglo XXI, la corrupción, hambre y
miseria que genera. Así es: miles de hermanos venezolanos sobreviviendo en la
capital. Eso es lo que el votante de a pie ve cada día, como también el mutismo
ante lo que se supone tendría que ser una obvia condena.
sábado, enero 13, 2018
concursografía
Luego de un par de horas recogiendo y
seleccionando información en la Hemeroteca de la BNP, salí tranquilo. Sin
embargo, en el trayecto a la puerta de salida, se me antojó comprar una bolsita
de maní salado de la máquina expendedora del sótano. Ese acto, fugaz y pueril,
trajo consigo que al regresar al primer piso me encontrara con Lucía, a quien
no veía en más de diez años, fácil.
Luego del intercambio de palabras y
puestas al día de rigor, la felicité por el trabajo que venía realizando en el
sector educativo. Nos despedimos sin más y me dirigí a La Rambla. En esos
metros a mi destino inmediato recordé una novela, entre muchas, que Lucía me
recomendó en 2001.
La recordé porque me gustó, pero también
por la realidad gaseosa de su autor hoy en día. Si la encuentras, no dudes
comprarla, puesto que La caverna de las
ideas, del español José Carlos Somoza, cumple con las expectativas, por
encima de la dependencia de su registro genérico de policial enigma. Sin
embargo, no puedo pasar por alto la decepción de sus cuatro novelas posteriores.
Al terminar cada una de estas, renovaba mi fe en lo que Somoza podía ofrecer ya
que merecía ese crédito a causa de La
caverna…
Somoza ganaba premios. En
cierta ocasión le preguntaron por qué concursaba, en qué radicaba su pulsión
por participar. Su respuesta, si mal no recuerdo, fue que ganar un concurso le
permitía seguir publicando. Fin noble, porque todo autor anhela ser leído, pero
hasta qué punto los premios son garantía, aunque sea, de relativa
perdurabilidad. Como Somoza, de quien aún sigo creyendo que es un autor interesante, podemos encontrar más de veinte casos iguales en la narrativa
hispanoamericana. Es decir, autores que ganan premios y pasan al olvido luego
de la etapa promocional. Esa misma situación, pero con peculiar sabor local, la vemos en nuestros
premios locales, tanto en los privados y en los promovidos por entidades estatales. Por esa razón, tenemos un linaje de escritores con oficio y talento entregados a la locura de la concursografía, cuyas credenciales son la escritura a pedido temático y la corrección
formal. Ganar para comprar tranquilidad es lícito. Pero ganar para creer que se
merece un derecho de admisión y concursar todas las veces posibles porque se tiene
la fórmula, no son más que banalidades efímeras, manifestaciones de estupidez y
desesperación. La concursografía no es el camino al deseado reconocimiento, sino el sendero
al patetismo en vida.
viernes, enero 12, 2018
"uud" (3)
Ayer no pude ir a la marcha a causa de
la presentación en Sur de un libro, la nueva edición de Un único desierto de Enrique Prochazka.
Esta tercera edición viene gracias al
sello Seix Barral, de Planeta. La segunda, recordamos, fue en 2008 a cuenta de
Matalamanga de Ezio Neyra y Pierre Emile Vandoorne, y la primera de 1997 por
Australis de Alexander Forsyth.
A medida que avanzaba la presentación,
sentí una revelación, esta vez manifestada en cosas buenas en comparación a nuestra triste realidad social y
política, puesto que si existe un libro que tiene que rescatarse cada cierto
tiempo, es precisamente este de Prochazca.
No tengo duda de que estamos ante un texto
de culto para la tradición narrativa peruana, que se hace fuerte en la memoria
del lector con lecturas que motivan la generosidad por compartirla,
porque es mediante su recomendación que UUD
ha quebrado la barrera del olvido. No hablamos de un autor del gusto
mayoritario. Sin embargo, a Prochazka se le ubica como un muy buen escritor
(reseñas y notas en prensa) y a la vez esquivo a los vaivenes de los saraos
literarios.
Más allá de una relación con la
literatura, lo que percibo en la poética del autor es una comunión con las
posibilidades expresivas de la escritura. Bien indican sus lectores, “Prochazca
es literatura pero a la vez no”. Ese extrañamiento se percibe en sus relatos, la
médula de la lozanía que sustenta su vigencia. Han pasado veintiún años y UUD sigue reclamando y generando más
lectores.
En las dos primeras ediciones, por su carácter
independiente, UUD sufrió del mal de
su logística, la distribución. Pese a ello, el libro se abrió paso y a la fecha
esas dos ediciones son casi inhallables. La llegada del título a Planeta no es
consagración para Prochazka. Prochazka es ya un autor celebrado y reconocido,
asunto que, especulo, poco o nada le debe importar. Lo que sí garantiza Planeta
es una justa distribución del libro, una presencia librera para el lector que atesora
sus señas, como también obsequio para el fetichista.
jueves, enero 11, 2018
alejandro neyra
Desde hace unos días se viene
discutiendo la designación de Alejandro Neyra como nuevo ministro de Cultura.
Bajo todo punto de vista, se trató de una decisión difícil para el último
director de la Biblioteca Nacional.
En un post pasado indiqué que tras la
chanchada del indulto de PPK, muchos funcionarios públicos de valía venían
renunciando a sus puestos de confianza. En parte, saludaba esas renuncias, pero
también estaba preocupado por la puerta abierta que se dejaría a los oportunistas, esos eternos hueleguisos a la expectativa de la oportunidad de
engordar por medio de la mamadera estatal.
Uno de los objetivos del fujimorismo es
dinamitar la memoria. Entre sus obsesiones está apoderarse del Museo Lugar de
la Memoria, institución de la cartera ministerial de Cultura. ¿Qué harían con este espacio destinado a mostrar el desastre que nos dejó
la Guerra Interna y la dictadura fujimorista? No, no cambiarían su curso
actual, menos llevarían a cabo un caprichoso ajuste narrativo de los hechos. Simple: lo desaparecerían para convertido en un lujoso restaurante o
centro comercial frente al mar. O, como también podría suceder: lo demolerían.
Es cierto que este ministerio no ha sido
del agrado de todos. No ha venido funcionando como hubiésemos deseado. Lo que
me jode de su existencia es la argolla burocrática que pervive en sus
pasadizos desde su fundación, del mismo modo su desconexión con las
prioridades en las que debe enfocar esfuerzos y recursos. Para la recua de
sabidos que parasita en este ministerio (“a ver quién entra, si Petrozzi o
Bákula, pues renuncio”), la estrategia no ha sido otra que sobredimensionar lo
que tendría que ser una función natural. Pero lo que importa: es nuestro
Ministerio de Cultura, el único espacio llamado a garantizar nuestro legado y producción
culturales. Y por ese motivo hay que cuidarlo en tiempo de crisis política más allá de sus taras, porque a los parásitos los echas o los obligas a hacer lo que hasta el momento no: trabajar en las prioridades.
No soy amigo de Alejandro Neyra. Nuestro
trato siempre ha sido cordial, participamos de una mesa de presentación en la
FIL de 2010 y solo hemos hablado un par de veces en la BNP. En la primera de esas
conversaciones le manifesté mis reparos a sus políticas iniciales en su calidad de director,
pero también saludé la labor que venía realizando. No necesité que me detallara
lo que estaba haciendo, por la sencilla razón de que veía los frutos de su gestión
a diario. ¿Qué veía? Pues el acercamiento de la BNP al
público, el esfuerzo por llevar cultura a mujeres y hombres no acostumbrados a
ella.
Mal, muy mal, hacen los amigos de Neyra
cuando se le felicita por su nombramiento ministerial. Tienen una pésima
lectura del contexto: Neyra está condenado a desempeñar una intachable gestión,
el término medio de esta no es más que fracaso. Ser ministro de Cultura en una
situación como la que vive el país no justifica la celebración por la responsabilidad encargada como si fuera una borrachera en Juanito o en Piselli. Neyra es una
maravillosa persona, impresión que me la firma más de un millón y contra ese millón no soy
quién para dudar.
Lo que vi de Neyra en la BNP, espero
verlo en el ministerio de Cultura. Nuestro ministro tiene dos cualidades:
criterio y voluntad de servicio. Que ahora las repotencie. Ese es mi deseo.
martes, enero 09, 2018
pedro k
Tenía las señas del libro, pero por
cosas ajenas a la voluntad no daba con él. Felizmente, ha cambiado la
situación, gracias al azar.
Me pregunté también por su carácter
esquivo. Cuando se publicó en 2010, la prensa cultural no lo visibilizó, a ello
sumemos el siguiente detalle: en la página de créditos se indica que solo se
imprimieron doscientos ejemplares. Por un momento creí que se trataba de una
publicación hecha para compartir entre amigos, pero recordé que una amiga me
pasó el dato del mismo, que podía hallarlo en la librería donde trabajaba, es
decir, estuvo a la vista del potencial lector.
Sin
pena ni gloria. Monólogos de un desconocido (Santo Oficio) de Pedro Cornejo
Guinassi, muy conocido por sus artículos y ensayos sobre rock. En esta faceta
de crítico haríamos bien en buscar Sobrecarga
y Alta tensión.
En la brevedad que nos ofrece Cornejo,
podemos percibir más de un elemento que nos llama la atención. Veamos, el
autor no es un hacedor de pirotecnias verbales, pero sí sabe qué quiere y puede
narrar. Y en esa empresa no duda en dinamitar a su alter ego Pedro K. mediante
un lenguaje simple pero cargado de furia contenida. El narrador protagonista derrocha nervio en la manifestación de miserias emocionales que hacen de él un
hombre quebrado, roto y resentido. Pedro K. cuenta su vida, a la búsqueda del
motivo que le permita explicarse la razón de su naturaleza autodestructiva. En
este sendero no es ajeno a la exploración de la oscuridad familiar, tampoco huye de la cruda
aceptación de su carácter antisocial.
Imposible no preguntarse por el destino
de la novela de haberse publicado dos o tres años después, en la era de la
llamada autoficción que pareció conquistar las parcelas narrativas de nuestros
creadores.
Hubiésemos deseado que Cornejo
despliegue una mayor ambición narrativa, en la brevedad cumple con creces, pero
también se notan sus caídas, como los párrafos del “ejercicio misógino
dialéctico”. Más allá de este reparo, la novela es una invitación a la zona oscura del lector, es decir: a la porquería existencial, tan ausente en nuestros años de eclosión
autoficcional.
lunes, enero 08, 2018
tremendo huevón
La tarde de ayer domingo se vio
interrumpida por la última ocurrencia de Chiboliné du France, o ChdF a secas.
Aunque llamar ocurrencia a su acto no es más que misericordia para calificar lo
que a todas luces es una bajeza más del pequeño gigante del pensamiento progre
nacional.
Un par de amigos me pasaron el dato
sobre un insulto público de Chdf a Gabriela Ferrucci, conocida activista
feminista del Comando Plath.
¿Qué error pudo cometer para recibir una
mentada de madre del piquichón virtual de Verónika Mendoza? ¿Acaso le dio el
reporte de ventas de su novela? ¿Le comunicó que ya pasó el Hay Festival o que
es prácticamente imposible que dispute un repechaje para el próximo Bogotá 39?
¿A lo mejor la pequeña bestia se desató tras el último decreto de PPK: la
prohibición de la venta de Elévate Shoes importados de Irán? ¿Qué pudo pasar en
ChdF para portarse como lo que más crítica?
No nos referimos a una chispoteada
producto de la resaca dominguera, sino a la cruda radiografía de una cucaracha
que maltrata a mujeres y hombres que cometen el error de no pensar como él. El
diálogo y la discusión no están en su agenda autopromocional, menos cuando esta
se ve alterada por el señalamiento, en este caso la homofobia que no pudo
disfrazar de molestia e indignación.
Te equivocas, corriges. Se te pasa la
mano, pides disculpas. Eso es lo que hace la gente decente con capacidad de
autocrítica. Eso es lo que hace la gente que en verdad reconoce su error y lo
manifiesta en la misma dimensión de su ofensa.
Pero estamos hablando de ChdF, no nos
olvidemos. Solo ChdF supera a ChdF: pidió disculpas, pero a su modo. Su gracia
homofóbica sigue publicada y la mentada de madre a la activista también.
Esta pequeña bestia genera, una vez más,
un espectáculo de corral en las redes a razón de sus ofensas (ojalá mostrara
esa misma actitud matonesca con los editores estafadores a los que defiende,
por ejemplo; pero a estas alturas ya sabemos sus objetivos: critica lo que le
conviene).
Su post, su insulto, su falsa disculpa y
la renuencia a eliminar su post homofóbico son claras señales de la falsedad de
su discurso progre. “Vete a la conchadetumadre”, sinapsis verbal dirigida a Ferrucci,
activista que ha hecho más por el respeto a la Mujer que él en más de quinientos
estados de Face. Este tremendo huevón nos ha brindado el insumo en que sustenta
su postura de justiciero social: la incoherencia; también los elementos que
conforman el andamiaje de la pequeñez de su alma. Incoherencia y miserabilismo,
que al chocolatearse en el tazón de las abominaciones, nos arroja la mezcla de
su nula autoridad moral para las causas justas.
domingo, enero 07, 2018
sábado, enero 06, 2018
ev
Mientras escribo el recuento literario,
hago un alto para buscar un libro en los anaqueles de mi biblioteca. Escucho
también a un crack: Michael Yonkers, o Michael Yonkers Band, que recomiendo. Lo
pueden escuchar en cualquier plataforma. Volver a este capo ha sido una
agradable fuga de las trágicas frivolidades nacionales, sean del ambiente
literario y del contexto político.
El libro que busco no es otro que Fútbol es pasión de El Veco. Publicado
en 2009 por Planeta. Ahora que lo reviso, pienso con cuidado en la sugerencia
de una posible reedición, que podría ser útil, entre varios fines, para la
nueva camada de deportistas deportivos, cada día más perdidos y confundidos: redactar
bien no es lo mismo que escribir.
Con El Veco no hay mucho que discutir
sobre su radiación como escritor en materia deportiva: él se encontraba en la
cima y en el subsuelo todos los demás. Humor, inteligencia y sabiduría,
elementos que no se notaban, la naturalidad ajena del exhibicionismo menor.
Hago algunas anotaciones en los márgenes
de las páginas, algunos no son más que el refuerzo conceptual de lo ya escrito.
Cada anotación al vuelo, manifestada en una horrible caligrafía nerviosa, es
fruto de la lozanía que despierta la escritura del periodista uruguayo, llámalo
oralidad, si gustas.
Un pata, con el que me encontré en la
marcha del 25 de diciembre pasado, me habló de un texto que leyó del Veco. No
es aficionado del fútbol, pero jamás olvidará el momento que lo leyó en un
diario, como quien hacía hora para la marcha en la que participaría, en una de
las muchas que organizaban los estudiantes de San Marcos en los ochenta. Aquel
artículo deportivo repasaba la trayectoria del extremo izquierdo Óscar “Huaqui”
Gómez Sánchez.
Del Veco se dijeron muchas cosas, la
mayoría malas. Felizmente la visión objetiva que depara el tiempo permite
situarlo en un lugar de privilegio entre los grandes cronistas deportivos
latinoamericanos, lo demás, pues vil maledicencia.
viernes, enero 05, 2018
ahora es
Buscas un café, al que sueles ir, pero
al verlo lleno de gente, decides ir a casa, pero a los segundos recuerdas que
un amigo te había pasado el dato de un lugar pequeño, quizá desapercibido a
razón del comercio automotriz y el tráfico que suele formarse en la
intersección de Arriola con Javier Prado.
Por la hora creí que no estaría abierto,
pero igual caminé hacia él. Lo que necesitaba en esos momentos era un café que termine
despejando mi mente luego de una tarde tan agotadora como gratificante. Como
bien dice una querida amiga, “no hay peor gestión que la que no se hace”.
En el trayecto me puse a revisar las
noticias de las últimas horas. De entre todas, la que copaba las portadas
virtuales era la referente a la salida de Fujimori de la clínica Centenario.
Como señalé días atrás, los ciudadanos
ajenos a consignas y colectivos que conforman el llamado antifujimorismo
precisan de un líder que unifique todos los discursos en contra del indulto.
Para los que hemos asistido a las últimas protestas, nos resultó evidente la
falta de un liderazgo. Me sigo haciendo la misma pregunta: ¿esta desazón tendrá
un líder idóneo? En otras palabras, no una mujer o un hombre intachables, sino alguien con la suficiente entereza moral
capaz de recoger toda esta indignación, que canalizada y siguiendo una
logística de protesta, bien puede petardear y mostrar al mundo entero la muerte
política de un presidente que creyó haber heho el negocio de su vida.
Conozco a varios que han venido
preparándose toda su vida para una oportunidad como esta. El momento es ahora.
Ojalá que en medio tanta cólera y tirrias justificadas, asome la presencia de
una voz que sepa escuchar y transmitir lo que aún no expresa en su real
dimensión la corriente del antifujimorismo.
jueves, enero 04, 2018
de paso
Lo bueno de llevar un blog es que puedes
encontrarte con lectores de otras latitudes. Días atrás me escribió uno de
Bolivia, en el que aparte de contarme que iría a las playas del norte del país
con su novia, quería conversar conmigo.
Como Lima es solo una estadía fugaz, la
reunión debía realizarse en estos días o a su regreso. Supuse que su retorno
estaría marcado por el apuro, así que lo cité en el Sarcletti de San Borja,
golpe de siete de la noche.
Faltando un cuarto de hora para la
reunión pactada, apago la portátil y salgo de la BNP. En el trayecto a la
puerta de salida barajé por una fracción de segundo no ir a la reunión, hasta
albergaba la esperanza de que Mariano y Sandra, la pareja boliviana, tuvieran
una demora en el tráfico de la hora punta. La razón: el entusiasmo no calzaba
con el ánimo físico. Por una cuestión de comodidad, trabajo parado, jamás sentado.
En esta postura tengo un mejor panorama de los datos a buscar, del mismo modo
para realizar los apuntes respectivos. El libro saldrá en los próximos meses y
el ritmo de trabajo se muestra mucho más relajado en comparación a anteriores semanas,
pautadas por la adrenalina.
A paso rápido llego al Sarcletti y ocupo
una mesa ubicada en la vereda. Pido un jugo de piña. Me tienta pedir también un
sándwich de pollo, pero no es más que una costumbre, porque llevo semanas sin
apetito por las noches. Me quedo con el jugo, por el momento. Vía wsp converso
con una amiga sobre la frivolización que se hacen de ciertas causas justas en
pos de la construcción de una imagen activista, o lo que se entienda por
activismo. Ella me pregunta también por mi recuento y le digo que en la
madrugada comenzaré a escribirlo. Creo, le cuento, tener las ideas claras sobre
su enfoque.
Miro el reloj. Siete y media de la
noche. Reviso mi Inbox, como una última oportunidad de ver una señal del
paradero de la pareja, pero nada. Pago el consumo pero una mujer me llama por
mi nombre. Es Sandra. Mariano se encuentra pagando la carrera del taxi. Vienen
de Barranco, no imaginaron el tráfico…
Le pregunto a Mariano por Víctor Hugo
Viscarra. Su respuesta cumple con lo que sospechaba. En su momento tuve un
libro de este narrador, Avisos
necrológicos, pero sabía más de él por su leyenda, que desplazaba lo que en
verdad tendría que interesarnos de un escritor.
Cuando nos damos cuenta, un mozo del
café nos anuncia que están por cerrar. Hasta ese momento no había visto la
hora, señal de que la reunión valió la pena. Claro que sí.
martes, enero 02, 2018
¿perdonar y pasar la página?
Tenía planeado salir, o mejor dicho,
estaba comprometido a hacerlo. Una caminata por La Punta y un almuerzo marino
era la promesa, que terminé quebrando a razón de una ineludible maratón de Mad Max en Max Prime.
Volver a estas cuatro películas de
George Miller fue un gran comienzo de año. Además se dio inicio a mis promesas
por cumplir en el verano, en el que repasaré cerca de 200 películas, a razón de
dos por día. Claro, este régimen no tendría sentido sin la disciplina que la
sustenta y, en especial, él ánimo más relajado puesto que me encuentro en la
etapa final de un libro que vengo editando.
La maratón comenzó a las 2 de la tarde y
a las 8 de la noche acababa con Mad Max:
Fury Road, que habré visto más de una decena de veces, siendo la última
hace no más de un par de semanas. Por esa razón, la vi sin ver, carente de la
atención que sí merecieron las películas precedentes. Debido a ello, aproveché
para ponerme al día con algunos artículos de realidad nacional, pero también
para ser testigo, una vez más, del privilegio que tenemos los lectores con
tantos maravillosos opinólogos. En este sentido, uno no puede mantenerse al
margen cuando hallas una entrevista al sociólogo Hugo Neira en El Comercio.
A Neira se le admira, de su bibliografía
recomiendo Hacia la tercera mitad. Perú
XVI – XX, del mismo modo el clásico Cuzco:
tierra y muerte. Así es como tenemos que apreciar a este intelectual, en la
dimensión de sus libros, no en la parcela acomodaticia de sus opiniones en
entrevistas, en las que viene patinando como si fuera un primerizo.
Nadie está en contra de la
reconciliación. Sobre este punto surgido tras el indulto a Fujimori somos
partícipes de más de una postura, siendo la ignorancia la base conducente de
estas. Prefiero asumir el contexto de esa forma, de lo contrario pensaría en otra
esencia de nuestro discurso nacional: la conchudez condimentada con insensibilidad.
Sorprende ver cómo ha venido torciéndose la mirada social de Neira,
prácticamente nos dice que hay que perdonar porque no nos queda otra, que el
progreso económico yace en pasar la página. No tiene en cuenta que la
reconciliación y el perdón están divorciados de los negociados y mentiras, con
mayor razón cuando el responsable del indulto a Fujimori se mostró como un amoral
al que no le importó, precisamente, el daño moral que le inyectó al país. Ni
los que están en contra del indulto, ni los que están a favor de este, pueden
estar de acuerdo en la manera en que este se dio. Ese amoral es un estadista
para Neira.