miércoles, febrero 27, 2019
Los años de esta segunda mitad del siglo
XXI no han sido del todo auspiciosos para la narrativa peruana. A diferencia de
lo visto en la década pasada, escasean las llamadas revelaciones narrativas. Solo
un puñado entre tanto debutante que anhela la falsa consagración de los ya no
tan jóvenes. No solo hay pocos, sino que de ahí la mayoría no pasa la media
valorativa, y no me refiero únicamente al logro de estilo para destacar
determinada voz, ni siquiera encuentro en sus propuestas la energía verbal y
sensorial que pueda brindarme la esperanza de que algo el debutante podrá ofrecer en el futuro.
Claro, el agua tibia del extrañamiento
no podía ser eterna y ya tenemos consecuencias de su caducidad: muchas
propuestas que aprobaron gracias a esa dimensión ahora habitan la zona del
recuerdo esporádico ejercido por algún familiar, o yunta cercana del autor.
Como dije, no han sido años fértiles en
voces a considerar.
Por eso, gratifica toparse con textos que
proyectan una postura narrativa no muy en boga entre nuestras últimas voces.
Apunta las señas: Su póliza no cubre esta
eventualidad, Sr. Samsa (Vivirsinenterarse, 2018) de Gianni Alfredo Biffi.
Lo que veo aquí es la construcción de
una personalidad. Biffi cumple con lo básico que debe honrar todo escritor,
pero por eso el cuentario no es recomendable, lo es por la morfología de su
temperamento, risueño e irónico, que podemos leer en cuentos logrados como “¿Quién
va para nazi?” y “El diablo viste de Graña” e incluso en los menos favorecidos “El
hombre que amaba a las mujeres guapas” y “Dedicatoria”. Como señalé, existe un
temperamento, reflejo del oficio y la manera en que este es asumido, sin
creérsela. O sea, estamos lejos de un autor que se siente la cagada cuando
escribe (si no me creen, vean los muros de nuestros activistas del autobombo) y
que subestima al lector porque este ha leído poco. Biffi hace uso de muchas
referencias literarias y librescas, pero estas no son elementos decorativos,
sino el condimento con el cual el autor se burla de la pose, del caletismo
ilustrado y de cualquier maravilla engendrada por el amaneramiento discursivo.
Biffi puede dar mucho más, ojalá.
martes, febrero 26, 2019
a mover el culo
Ahora que la situación de Venezuela está
más insostenible que nunca, debido a una dictadura que la mayoría de gobiernos
condena, resulta curioso que autodenominados intelectuales de izquierda salgan
a defender la atrocidad. En estas últimas horas he estado leyendo artículos y
estados que condenan el intervencionismo extranjero, poniendo en duda el
propósito de la ayuda humanitaria y resaltando la “resistencia” de un pueblo
que apoya a un presidente elegido democráticamente, entre otras barbaridades.
Muchos de estos nostálgicos ideológicos
no aguantan la contundencia de la realidad, les es imposible aceptar la
desgracia que vienen pasando cientos de miles de venezolanos que han tenido que
abandonar su país en pos de un futuro más digno. Reyes del verso barato y
conspicuos representantes de la ceguera ideológica, leen/ven lo que prefieren,
distorsionan la desgracia para disfrazarla de discurso ético cuando lo cierto
es que no solo hay que ser insensible, sino también imbécil para defender un
modelo político y social dinamitado por la corrupción.
Qué fácil es escribir y comentar desde la comodidad y no desde el mismo lugar de los hechos. Ya que abogan por el régimen de Maduro y condenan una invasión digitada por la derecha, sería bueno, por no decir saludable, que estos defensores de la miseria se vayan a vivir un par de meses a Caracas, cosa que así serán testigos de la historia en tiempo real, y de paso se enfrentarán a las mismas críticas que ejercen por estos lares, como la política del asistencialismo, que les recordará mucho a la que Fujimori llevó a cabo para perpetuar su dictadura. Muchos de ellos son capos de la estadística y podrán verificar, si la verdad es su propósito, que la dictadura chavista y su engendro ya han cobrado más vidas humanas que las que tuvimos en los años de la violencia terrorista. De paso, la luz los hará recapacitar: el problema no es de la derecha ni de la izquierda, sino que hay que hacer algo en contra de una tiranía.
Qué fácil es escribir y comentar desde la comodidad y no desde el mismo lugar de los hechos. Ya que abogan por el régimen de Maduro y condenan una invasión digitada por la derecha, sería bueno, por no decir saludable, que estos defensores de la miseria se vayan a vivir un par de meses a Caracas, cosa que así serán testigos de la historia en tiempo real, y de paso se enfrentarán a las mismas críticas que ejercen por estos lares, como la política del asistencialismo, que les recordará mucho a la que Fujimori llevó a cabo para perpetuar su dictadura. Muchos de ellos son capos de la estadística y podrán verificar, si la verdad es su propósito, que la dictadura chavista y su engendro ya han cobrado más vidas humanas que las que tuvimos en los años de la violencia terrorista. De paso, la luz los hará recapacitar: el problema no es de la derecha ni de la izquierda, sino que hay que hacer algo en contra de una tiranía.
Eso es, señores, a mover el culo ya que
no quieren informarse bien. Un par de meses en Caracas los desahuevará.
domingo, febrero 24, 2019
leer: "lpp"
No estoy muy seguro de la repercusión
local del último libro de Fernando Iwasaki, Las
palabras primas (Páginas de Espuma, 2018), galardonado con el IX Premio
Málaga de Ensayo. Lo digo porque no he visto notas sobre la publicación en medios
peruanos. A lo mejor me equivoque, cosa que deseo porque se trata de un texto
que es una delicia por donde se le mire.
Es conocido por todos que Iwasaki no
tiene que demostrar nada sobre su valía literaria. En los géneros que ha incursionado
no solo lo ha hecho muy bien, sino que se ha insertado en el imaginario del
lector, lo que es un triunfo para la experiencia de lectura, más en estos tiempos
en los que se empelota libracos que más temprano que tarde conocerán el
irremediable destino del remate o en todo caso la máquina trituradora.
Ahora la rompe en un registro que ya
conoce y que también le ha deparado un justo prestigio como ensayista. En LPP despliega un sesudo y festivo repaso
sobre la tradición del idioma castellano y su protagonismo en el mundo actual,
revelando su riqueza mediante los clásicos, sean peruanos, latinoamericanos y
españoles. Hay pues una actitud, que tiene que ver más con el ánimo de difusión
que con el ejercicio estéril del muestreo de conocimiento validado por cinco gatos.
A ello, sumemos la soltura en la escritura, que me recuerda a la estela
impresionista del cuaderno y nota al
vuelo, es decir, divorciado de la pose sentenciosa. En ningún momento Iwasaki
impone, menos intenta convencer, por el contrario, establece un diálogo, suerte
de complicidad con el eventual lector. Eso es ensayo, género que viene sufriendo
muchos atentados a su esencia y no solo por estos pagos, a causa de la
confusión de sus eventuales exponentes.
Si hay un libro por leer y que colmará
la expectativas, ese es LPP.
viernes, febrero 22, 2019
expo jw
Entre los acontecimientos del 2019, de
lejos: El ojo y sus razones,
exposición sobre la vida y obra de José Watanabe, curada por Rodrigo Vera. Va hasta
agosto en la Casa de la Literatura Peruana.
Vale la pena verla por muchas razones,
una por mientras: lo inagotable que sigue siendo Watanabe como poeta. Qué lejos
se encuentra del envejecimiento prematuro y qué cercano de la conexión con los
lectores, en especial los jóvenes, que asistieron en gran cantidad en la
inauguración.
He ido a muchas exposiciones, pero muy
contadas veces a sus inauguraciones. La de anoche no pudo ser más gratificante.
En lo personal me permitió firmar una admiración por un poeta al que releí
cuando murió. A Watanabe siempre lo había considerado una voz importante, pero
nunca me sentí un rendido entusiasta de su obra. Incluso me costaba sintonizar
con el gusto arrollador que profesaban amigos y conocidos. Para variar, me tocó
llegar muy tarde a la fiesta de celebración de su obra.
Como dicen los entendidos, a los poetas
llegamos en su momento. Quizá ese redescubrimiento se debió a un hartazgo de la
decepción que me deparaban algunos autores peruanos vivos, en especial aquellos
que transitan por la hora punta de la fama inmediata mediante la repartija de
favores. Puro huevonazo, a secas, capaz forzar cualquier tipo de conexión
pasando por alto la sensibilidad del texto. En este sentido, la poesía de
Watanabe arribó en su mágica sencillez, con su sabiduría vital que no depende
del gran tema, sino del detalle, el objeto en apariencia inane, haciendo suya
esta máxima: hacer fácil lo complicado.
Los versos usados para la muestra
cumplen el propósito de la transmisión, cosa que me alegra ya que serán muchos los
que se acercarán a Watanabe por primera vez.
jueves, febrero 21, 2019
la verdadera recomendación
Por más que lo he intentado, la última
temporada de House of Cards me ha aburrido tremendamente. Imagino que esa es la
impresión de miles de seguidores de la serie, que exhibe el mérito, entre
varios, de haber hecho de lo inverosímil un producto atractivo. Quienes vieron
la entrega final lo hicieron más por orgullo y fidelidad que por mero gusto. Se
entiende, esa es la prerrogativa que puede darse el espectador, no así
el devorador de libros, que tiene que pensar al detalle el libro a leer,
programando el tiempo y haciéndose la inevitable pregunta de que si lo que
leerá valdrá la pena.
En verdad, ¿cuántos libros merecen ser
leídos? Pienso en la cantidad de títulos que salen (y en los que vendrán en las
próximas semanas), del mismo modo en el saludo que estos generan en los medios,
en donde una estafeta también sirve como reseña. Por ejemplo, los libros
locales de ficción, la mayoría de los cuales son una invitación al bostezo,
pero lo curioso es que las portátiles los barnizan con esas mentiras de la “densidad”
y la “extrañeza”, calificaciones valorativas que no sé cómo se instalaron en nuestro imaginario para dar sentido a títulos que bien merecen ser picados o
tirados al tacho de basura.
Felizmente, no todos los títulos
peruanos de ficción cargan con esa falsedad. Si sabemos buscar, podemos hallar
libros que aún deben conocerse y que, para bien, no dependen de la reseña positiva/negativa,
pero que sí necesitan de una visibilidad para los nuevos lectores. No es
ingenuidad lo que digo, porque hablo desde la experiencia, la conmoción. A
saber, días atrás conocí a un joven lector que en su bolsa de una cadena de
librerías llevaba no pocas publicaciones de ficción peruana. De lo comprado
tenía cosas bastante buenas, pero me sorprendió cuando me respondió que no
había leído a ciertos autores que cualquier seguidor de narrativa peruana debe
conocer, como Gregorio Martínez y Carlos Eduardo Zavaleta. Sin duda, me fastidió
más lo de Martínez, uno de nuestros más grandes estilistas, al menos para mí
después de Martín Adán. Quise saber a qué se debía esa dejadez y su respuesta
fue más que atendible: pocos hablan de autores como él. Estos autores gozan del
reconocimiento, hasta podrían catalogarse de clásicos actuales y que en esa
condición se cree que no necesitan de difusión porque “quien se interese,
llegará por su cuenta”, cuando lo cierto es que con escritores como Martínez
urge la sugerencia del boca a boca, es decir, suscitar la experiencia. Fácil:
los autodenominados conocedores andan en la campaña de la aceptación,
escribiendo de libros menores y olvidables en redes, espacios en los que hay
mucha luz pero poquísima verdad.
lunes, febrero 18, 2019
"perú: tiempos del miedo"
Un libro que he disfrutado y que recomiendo,
por su espíritu de época, carácter testimonial y porque es tremendamente incómodo,
no por nada los medios han pasado de él como si fuera un objeto apestado, cosa
que me parece injusta porque si algo necesitamos es saber todo lo que se pueda
de los años de terror que sufrió el país: Perú:
Tiempos del miedo. Violencia, resistencia y neoliberalismo (Punto Cardinal,
2018) de Deborah Poole y Gerardo Rénique.
Se trata de la primera edición en
castellano de un libro (traducción llevada a cabo por Alberto Gálvez Olaechea)
que se publicó en inglés en 1992. Desde su salida, PTM ha ido forjando una referencia en el ámbito académico
norteamericano y por estos lares era citado como si fuera una rareza
bibliográfica, que espero deje de ser tal para convertirse en lo que es: un
título de referencia obligada para todo aquel interesado en escribir y estudiar
los años más complicados de la historia peruana contemporánea.
1992 no es un año más, es más bien
medular. Pasó de todo en aquellos meses, a saber, el autogolpe de Estado de
Alberto Fujimori y la captura del líder senderista Abimael Guzmán. Poole y
Rénique analizan estos y otros acontecimientos políticos, como los orígenes de
Sendero Luminoso, las políticas de los gobiernos para frenar el avance
terrorista, lo que devino en paulatinas violaciones a los derechos humanos, la
crisis económica y la desazón de la población que anhelaba largarse de un país
que no ofrecía la más mínima oportunidad de desarrollo personal.
Los autores muestran una postura en
cuanto a la visión de su trabajo. Hay una visión de izquierda, pero esta no los
inhibe de la crítica hacia los grupos que la representan. Además, hay que
subrayar el carácter de su escritura, para nada timorata o ahuevada como sí
leemos de los supuestos especialistas que vienen lucrando con una etapa
sensible de nuestro imaginario nacional. Es precisamente esta postura en la
escritura la que dota de nervio al trabajo, más cuando este se hizo al galope,
es decir, a medida que sucedían los acontecimientos, sin importarles el riesgo
de la mirada y análisis inmediatos. Hay pues una sensación en el lector
informado a medida que avanza las páginas: sus autores no cayeron en el
cálculo, lo suyo fue el todo o nada.
Obviamente, no estoy de acuerdo con no
pocos conceptos que manejan, pero de eso trata: no sintonizar en todo, en casi
nada, pero sí en lo que importa: necesitamos más trabajos de este corte, urge
una discusión sobre esos años de sangre y miseria, guiada por registros que
proyectan sinceridad. PTM es un ejemplo de ello.
viernes, febrero 15, 2019
la farsa
Aunque la mayoría de especímenes del
circuito literario diga que los Premios Luces del diario El Comercio sea todo
un canto a la frivolidad, lo cierto es que muchos de estos mutantes empeñarían
hasta la histórica cocina Surge de la familia con tal de ganarlo o aparecer
entre los nominados.
Ahora que sabemos los títulos ganadores
en la categoría Letras, creo que hay poco que discutir, incluso en Mejor libro
de Cuentos, que benefició a Biblioteca
Peruana de Alejandro Neyra, bien pudo ser para Lluvia de Karina Pacheco. El libro que no he podido leer, y creo no
ser el único en esta situación: El espía
del Inca de Rafael Dumett. Espero que este premio, que sintoniza con la
valoración crítica que viene obteniendo la novela, quiebre la demagogia que la
daña y lleve a su editor a ponerse las pilas: distribuir con responsabilidad el
libro, cosa que de esta manera encontraremos la genuina sintonía: libro-lector.
Verdad de Perogrullo: en los Premios
Luces entran en juego otros factores, la mayoría reñidos con la “verdad” de su
propósito, porque el voto se guía más por simpatías y preferencias, y claro, se
potencia la certeza con las infaltables portátiles. No olvidemos que a uno de
los ganadores del año pasado se le tuvo que anular más de diez mil votos,
travesura de un hacker que hizo colapsar la web del diario anfitrión. No
sorprende: en el largo y tortuoso sendero hacia la fama, algunos no solo pierden
la paciencia una vez conseguida la nominación, también los escrúpulos.
Acabada la algarabía, vuelve la
normalidad, es decir, desaparece la mentira del éxito virtual (hay que ser un
subnormal para ver en la dimensión líquida la representación de la vida), se
impone la presencia de lo que no se quiere aceptar: ese premio es una cojudez.
lunes, febrero 11, 2019
quintero / balza
Una relectura y un descubrimiento.
Venezuela no solo es su crisis, de la
que espero salga pronto, así digan lo contrario los subnormales piquichones locales
del terror, barristas sin calle de la corrupción política y otras maravillas de
la ceguera ideológica. No es para menos, defender la ideología es una práctica
lícita, siempre y cuando no se haga pasando por alto el sufrimiento de un
pueblo.
Hace muchos meses, un amigo me trajo
desde Caracas una maravilla: Cuentos
completos (El Estilete) de Ednodio Quintero. En estos días lo he estado
releyendo, como quien somete a sano juicio la primera impresión que me dejaron la lectura
de sus novelas (que pueden encontrarse en librerías locales, pienso El amor es más frío que la muerte) y
esta suerte de lingote de oro (tapa dura y dorada). La vuelta no pudo ser más
gratificante: Quintero es un gran prosista de la lengua castellana. Las
comparaciones con voces actuales resultan inevitables, pero no hallo muchas que
sean dueñas de una escritura bella en composición y que también exhiban el
mágico hechizo de la transmisión, cualidades presentes en la exigencia del
cuento, género en el que cualquiera no puede mostrar maestría. No hay que
pensarlo mucho, hay que conocer más a este tremendo narrador.
La otra publicación está inscrita en el ensayo,
género que consumo como una bestia voraz. Su autor sí era desconocido para mí. José Balza, para más señas: goza de prestigio, respeto y es un intelectual
muy querido. En Pensar a Venezuela
(Bid & Co) ofrece un mural de su profundo conocimiento de la literatura,
historia y antropología venezolanas. En el ensayo que titula la publicación,
Balza, con prosa cautelosa pero por ello no carente de personalidad, desmenuza
los senderos emocionales de la cultura de su nación. En no pocos pasajes apela
a la dependencia de otros títulos para reforzar conceptos, mas cumple ese
cometido no con fines epigonales, sino para forjar la opinión propia, que como
tal, y he aquí su epifanía, no escapa de la duda, sino que se hace fuerte en
ella, proyectando lo que contados ensayos hoy son capaces: contagiar interés y compromiso
por saber más de Venezuela. Gracias.
viernes, febrero 08, 2019
maravilla breve
Podría llamarse novela, pero creo que
vendría bien el rótulo de pequeño artefacto narrativo (en el buen sentido,
lejos de las impresiones que catalogan lo que el “opinante” de ocasión sencillamente
no puede entender) a Pornografía
(Periférica) de Manuel Arranz.
Del autor no hay mucha información, y no
tiene que haberla, porque basta lo que importa: se ha desempeñado como
traductor de importantes autores franceses. Basta y sobra la práctica de la traducción
para generar el suceso: el perfil del estilo.
En esta novelita, Arranz nos habla de la
posibilidad de escribir una novela, pero no apela a estructura lineal, sino más
bien a la libertad que nace del dietario y el aforismo, intervenidos por el
aliento del ensayo, es decir, por la no seguridad en la sentencia. Si a esta
estrategia le sumamos entrega o nervio en la moral de la palabra, terminamos
siendo testigos de una narración que ingresa en la parcela del extrañamiento.
¿De qué va la novela?, será la primera inquietud del lector, que felizmente no
será duradera, ya que se impone el placer, tanto intelectivo como sensorial por
cómo se dicen las cosas y no por el mero enunciado de las mismas (he allí el
motivo del título).
Tras su lectura, quedan en uno algunas
sensaciones, lo que dinamita la mentira de su brevedad. La novelita dice más
que muchos ladrillos que apelan al facilismo lineal y el temático lugar común.
No proponerse grandes metas deviene en mérito. Pornografía cuenta una vida y su respectiva circunstancia, en su
carencia de propósitos mayores yace su importancia, lo que seduce para leerla y
tener por momentos el deseo de no acabarla.
Búscala.
jueves, febrero 07, 2019
intelectuales contra la pared
Uno de los temas que seduce a la mayoría
de escritores e intelectuales peruanos es la política. Les fascina hablar de
política, no importa si se sabe mucho o nada, lo que les atrae es la proyección
de la (supuesta) postura justiciera haciendo uso de todos los medios al
alcance.
No pocos de estos especímenes tienen una
preferencia por los principios de izquierda. Principios con los que sintonizo, no
por afinidad, sino por sentido común: ¿no hacer nada en contra del maltrato a
la mujer?, ¿quedarme callado ante los abusos laborables?, ¿no condenar las
dictaduras?, etc.
Pues bien, ahora la superioridad zurda
se halla en un serio cuestionamiento en tiempo
real a razón de la desgracia que ocurre en Venezuela. No dicen nada
contundente al respecto. Impera la creencia imbécil de que hay que defender la
ideología que está siendo atacada por el imperialismo, actitud con la que se
demuestra una incuestionable inhumanidad hacia el venezolano que sufre.
Nuestro circuito intelectual está
podrido. Veamos este maravilloso criterio: se condena la violación de derechos
humanos si el perpetrador es de derecha pero no si este es de izquierda. Un
intelectual puede equivocarse, pero nunca traicionar su coherencia, que es la
firma de su credibilidad. Cuánta diferencia con Mario Vargas Llosa en los
asuntos dictatoriales. En su última columna en Piedra de Toque, Venezuela: Largo caminohacia la libertad, Vargas Llosa reafirma su posición sobre la dictadura de
Hugo Chávez y Nicolás Maduro. No olvidemos que en muchas ocasiones hizo lo
mismo con la tiranía derechista de Augusto Pinochet. Dictadura es dictadura,
algo que deberían aprender aquellos que se delatan en redes como intelectuales
baratos. Campea la indecisión y la cobardía para llamar a las cosas por su
nombre. Fácil, muchachón: entre un chavista y un borracho que habla huevadas,
no hay diferencia, es lo mismo.
miércoles, febrero 06, 2019
acoso
La congresista Marisa Glave denuncia por
acoso al periodista César Rojas del portal Manifiesto. Glave presenta las
pruebas pertinentes. Pero ni siquiera estas resultan suficientes para que el
testimonio no sea puesto en cuestionamiento, primero por el portal al que
pertenece el acusado y segundo por algunos representantes del gremio
periodístico, que sostienen esta barbaridad: la denuncia obedece a una venganza
por la actitud crítica del portal en contra de los políticos de izquierda del
país.
Leo el descargo de Rojas y este no es
más que la repetición de un abominable patrón. O bien toman como chongo el
descargo o, en todo caso, apelan a la práctica criolla de hacerse el huevón, es
decir, arroparse en el silencio hasta que la “tormenta” se calme y regresar de
la acequia como si absolutamente nada hubiese pasado.
*
Semanas atrás el escritor Salvador Luis
Raggio denunció a un escritor, que tiene una columna en un diario local, por acosar a una
escritora (de la que no dio su nombre a pedido de la agraviada) y no vimos
ninguna postura al respecto, ni del diario, menos del acusado. Esta es una
prueba más de que el silencio cómplice es el principal aliado de autores que
hacen un mal uso de sus espacios de opinión. Ni hablar de esos columnistas
virtuales que se la pegan de críticos, que bajo el cuentazo de la reseña
pretenden acercarse a la autora que ni en sus sueños más alucinados les
dirigiría la palabra.
*
Pero claro, esta fiesta de la atrocidad
no termina. Tenemos también la presencia del acusado conchudo, que reclama
integridad para su imagen cuando él mismo se ha encargado de dinamitarla a lo
largo de los años, siendo el acoso el guindón que faltaba al pastel de sus
inconductas. El acusado conchudo no está solo, tiene un grupo de amigos que lo
defienden, que abogan por él en la valentía del Inbox, pero ni hablar de hacerlo
públicamente porque su galopante izquierdismo se los impide (claro, construyen
referencia hablando de los demonios de Arguedas (de vivir, Arguedas les daría
una lección de vida: los llevaría al espacio al que pertenecen: el inodoro, y
en una jala la palanca para que se pierdan en el remolino del que jamás
debieron salir), reclaman por las mujeres violadas en los años del terror, viven
de la leyenda de la juventud revolucionaria (y disidente) y otras maravillas de
la estrategia discursiva). El acusado conchudo apela a la victimización y, en
el colmo de la inverosimilitud, construye la narrativa de que todo fue
consensuado con la agraviada y que esta te acusa por despecho (claro, en medio
de tanta cojudez, no respondes ninguna de las pruebas que te delatan).
*
Y en las últimas horas, una joven
escritora acusa a un editor (conocido por su enemistad con el jabón) por acoso.
Este editor aplica la misma táctica que el acusado conchudo y el comentarista
virtual que oferta reseñas: contacta a la potencial escritora, la llena de
halagos sobre su poética y, sin más preámbulos, le propone un encuentro sexual.
La joven escritora cuenta su caso en la redes, refuerza su testimonio con capturas
de pantalla, recibe el apoyo de muchas mujeres. Entonces, qué hace el editor
acosador, pues lo mismo que el acusado conchudo: hacerse el pendejo, disminuir
la versión de la agraviada. Carece de testículos para aceptar su responsabilidad,
pedir disculpas y asumir la condena social por sus actos.
*
Lo bueno entre tanta inmoralidad: las
mujeres agraviadas están exponiendo sus casos. La literatura, quizá lo mejor
que en materia cultural tenga este país, ni el periodismo, pueden ser
utilizados para maltratar psicológicamente a las mujeres que escriben y
publican, ni a las que desempeñan cargos políticos. Esto no es feminismo, es
sentido común.
martes, febrero 05, 2019
actitud / pregunta
En contra de la costumbre, me despierto
temprano. No sé a qué hora me acosté en la madrugada, solo recuerdo que me
tendí en la cama tras sentir un fuerte cansancio. Quizá el despertar se deba al
calor, que este verano amenaza con ser más cruel que en anteriores años.
Sea como fuere, prendí mi celular. No
pasó mucho para que en el wsp aparezca una serie de mensajes con archivos
adjuntos y enlaces, la mayoría de ellos de contenido literario y otros de meros
memes que hicieron cagarme de risa.
De lo literario, presté atención a un
archivo con la transcripción de una entrevista a Blanca Varela, la gran poeta
peruana. En la entrevista Varela dice cosas que nos dan una idea de su carácter.
Varela era una mujer ajena al chanchullo discursivo, que tanto ayer, hoy y
mañana, es muy usado por los autores peruanos, siempre tan adeptos a la
diplomacia y el lustrabotismo. No es novedad, en nuestra fauna cunde el
arrastrismo y la posería, elementos extraliterarios que condimentan más la
dimensión del parecer.
Por eso, es gratificante leer a Varela
como persona. Qué mejor ejemplo para los nuevos poetas que seguir o intentar seguir
su actitud. Es decir, no venderse y morir en las posibilidades expresivas de la
palabra si es que la poesía es lo tuyo.
Y claro, no podía faltar el enlace sobre
la última ganadora del Premio Biblioteca Breve, la española Elvira Sastre.
Vaya novedad: las críticas no faltaron.
Como ya lo he dicho, lo mejor que le
puede pasar a un autor es que su obra genere opiniones encontradas. Como poeta,
hay quienes aprecian su trabajo y otros que no, algunos de estos hasta la
detestan. En lo personal, como poeta Sastre cumple con honestidad, escribe sin
ningún afán de trascendencia y en ese sendero despliega una sencillez de
escritura que propicia el suceso: miles de lectores que se sienten
identificados con su poética. Obviamente, también tengo reparos a esta, como el
exceso en la repetición de los tópicos, uno de ellos, el amor/desamor.
Pero lo que hay detrás de las críticas
no es más que envidia, la cual se cura con la formulación de una pregunta, que
de responderse con la verdad hará que este mundo literario tenga menos
pataletas: ¿ser un buen escritor o uno famoso? Si puedes ser ambos, genial, te
felicito, pero si en caso no, el mundo aún no acaba, puedes seguir escribiendo.
lunes, febrero 04, 2019
revisitando a mg
Si mal no recuerdo, he dicho alguna vez
en el blog que los veranos los consagro a la relectura. Sin embargo, este
verano no releeré como en temporadas pasadas. Hay varios títulos nuevos y
aquellos que han estado esperando, los cuales reclaman mi atención (y yo la de
ellos).
Mientras hacía la selección de
publicaciones, vi un lomo que me parecía conocido, lo cogí para cerciorarme y
recordé lo presenté el año pasado en la Feria del Libro de San Borja. Libro de
ensayo de un gran amigo y estupendo narrador. Ajá, ese mismo: Celebración de la novela 1 de Miguel
Gutiérrez, en Debolsillo.
La (falsa) relectura se da en el momento
adecuado. Necesitaba conectarme con la limpia fluidez del ensayo, lo que este
es en esencia y no la serie de panes con manteca que se presentan como tal. Ya
lo he dicho, en este circuito se cree que los papers y las monografías son ensayos, lo que revela una axiomática
ignorancia, lo que al final trae una anunciada consecuencia: la desconexión de
la academia con la población. Conozco a muchos académicos que son incapaces de
interpretar la realidad porque dependen exclusivamente del código teórico, a
ello sumo su incapacidad para hallar luz y valor en la evidente riqueza de los
textos de divulgación.
Gutiérrez fue también un estupendo
ensayista. En cierta ocasión me habló de lo maravilloso que era el género del
ensayo, encontraba en él la libertad discursiva que no le brindada el tema
concreto y cerrado, sino que mientras más abierto este sea en su interpretación,
puede motivarte a seguir sacando provecho de lo mejor que ofrece: la
especulación, la cual privilegia el punto de vista.
Me concentré en los párrafos donde
relata su adolescencia piurana, solitaria y con evidentes problemas para interrelacionarse
con los demás. Miguel convirtió ese problema anímico en virtud: imaginar y
soñar, hasta que un día descubrió la Biblioteca Municipal y su vida cambió.
Allí leyó Crimen y castigo de
Dostoievski, experiencia que no solo lo marcó como persona, también como futuro
escritor.
Sigo la lectura de CdN1, pero esta es
pausada, con una sensación de alivio: nos encontramos ante una voz que, hasta
ausente, sigue transmitiendo lo que en verdad importa: pasión por la lectura y
la vida.
domingo, febrero 03, 2019
hz
La muerte del destacado poeta Tulio Mora
deja abierta una pregunta: ¿cuál será la situación del movimiento Hora Zero
ante la ausencia de su principal difusor? Queda claro que la referencia queda
inalterable gracias a Un par de vueltas por la realidad de
Juan Ramírez Ruiz, En los extramuros del
mundo de Enrique Verástegui y Kenacort
y Valium 10 de Jorge Pimentel, este último cofundador y poeta en actividad
de HZ. Mora fue quien forjó el discurso sobre el proceso horazeriano en nuestra
tradición poética. Extrañaremos su presencia sabiendo que los textos académicos
sobre HZ no abundan como sí de otros importantes grupos poéticos, los cuales aún
no terminan de firmar su legitimidad entre los (nuevos) lectores.
Son precisamente los lectores los que
garantizan la vigencia de HZ. Pensemos en sus recitales de los últimos años.
Éramos testigos del orgasmo poético que nos hacía creer en la epifanía de la
palabra honrada por la actitud. No podemos hacer el abusivo ejercicio de la
comparación con las presentaciones de otras agrupaciones, cuyos lectores son
los mismos de hace cuarenta años, solo que con más canas y arrugas. Si esto
fuera fútbol: seríamos sorprendidos espectadores de un inaudito encuentro entre
el Manchester United y Los Once Chocheritas FC.
En una entrevista de 2011, Pimentel
dijo: “no somos gente mediocre que se ampara en una universidad para existir”.
Cierto, HZ no necesita de la academia, pero los interesados en escudriñar en su
propuesta sí. Hacia esos interesados Mora enfocó sus esfuerzos y los resultados
de la gesta se pueden ver en el interés que suscita HZ en el extranjero,
situación que también debería suceder por estos lares siempre y cuando el
circuito fuera normal. Impera el sentimiento menor que se fija en la persona y
no en lo que importa: la poesía. Esta injusticia la sabemos todos.
la defensa de la imbecilidad
Hace un par de días conversé con un buen
amigo, cuya convicción en los principios de izquierda son inalterables.
Hablamos de todo y nos enfocamos en lo que vemos todos los días. No hace falta
recurrir a la redes ni a los medios de comunicación para saber cuál es la
situación de los venezolanos en el país. Son el vivo e irrefutable ejemplo de
que algo muy sucio está sucediendo en Venezuela, quizá el país más rico del
mundo en recursos naturales, gobernado por una tiranía que tiene a su pueblo
muriendo de hambre y que ha aniquilado sus inmediatas posibilidades de
desarrollo.
Lo que mi amigo dijo al respecto es algo
que deben tener en cuenta nuestros escritores e intelectuales cada vez que usan
sus redes para hablar de una crisis como si fuera la defensa de un ideal que
viene siendo atentado por fuerzas “imperialistas” que violan el derecho de un
pueblo a decidir su destino inmediato.
No hay día en que no vea eructos
mentales consagrados a la apología de la imbecilidad. Porque hay que ser un
tremendo imbécil para declarar que lo de Venezuela es un atentado a la
soberanía nacional. Lo obvio como redundancia: el fracaso de dicho país es
producto de una pésima gestión de gobierno coronado por una corrupción sin
parangón en la historia contemporánea de América Latina.
“No puedes ser de izquierda y corrupto a
la vez”, dijo mi buen amigo. Las bases discursivas de la izquierda condenan la
corrupción en todos los niveles de la vida política, más cuando ella se halla
en la administración de un país.
Ojalá más izquierdistas pensaran de esta
manera. Ingenuo, me dirán algunos y en verdad no me importa que piensen eso de
mí. Lo cierto es que mi alma noble siempre me ha llevado a creer en la
esperanza de cambio, en el milagro que lleve a muchos defensores de la estupidez
a pensar en el prójimo, porque ese el verdadero principio de la izquierda, la
justicia en beneficio del otro.