miércoles, noviembre 29, 2017
(re)aparecen
Hay películas que cuando (re)aparecen,
me quedo a verlas sin más, en franca renuncia a las supuestas prioridades,
ventajas, pues, de trabajar en casa. No importa cuántas veces las haya visto. No
las veo por la dimensión de su argumento, menos por sus actuaciones estelares,
mucho menos por el despliegue técnico de su director de turno. Simplemente
regreso a ellas porque conectan conmigo y ese es motivo suficiente.
De alguna manera, ordenar películas
depara más de una sorpresa y esa es la razón por la que siempre estoy ordenando
mi colección. En esta tarea me topé días atrás con algunos
títulos. Seguramente para el posero del caletismo ilustrado, reencontrarse con Martín (Hache) de Adolfo Aristarain y Lucía y el sexo de Julio Medem no signifique
mayor novedad que dato al paso. En ese sentido, nunca he tenido problemas con el caletismo ilustrado, además, quienes profesan esta suerte de
religión, ataviados de orgullo y amarga superioridad, arrastran serias lagunas formativas, basta nombrar a
Ophuls y Griffith para saber en qué base descansa su autopromocionada
cinefilia, o peor, cuando mencionas títulos como The Wicker Man de Robin Hardy, ves la lodosa superficie en la que
sustentan tanto “saber” que no gustan compartir, refocilándose en la fijonería,
que los define.
Por ello, si el lector del blog aún no
ha tenido la oportunidad de ver M (H)
y LYS, pues que no se haga problemas.
En su carácter cursi, en su forzada búsqueda del azar, respectivamente, estas
películas mantienen el poder de conmover. No son obras maestras, aunque más de
uno vaticinó en su momento ese futuro para la de Aristarain, pero son
dueñas de una sensibilidad peculiar representada en sus inolvidables personajes
secundarios, como el epicúreo Dante (Eusebio Poncela) y la condenada a sufrir
de amor Elena (Najwa Nimri).
Si me preguntaran qué filmografía
elegiría, la de Medem se impone sin, pero en la etapa comprendida por los siguientes títulos: Vacas,
La ardilla roja, Tierra y Los amantes del
círculo polar, entre estas, un par se quedarán en tu memoria visual.
domingo, noviembre 26, 2017
deslealtad
Situación extraña y penosa la de la exalcaldesa
de Lima Susana Villarán. Como bien dicen los opinólogos, esto no es más que un
durísimo golpe a la izquierda peruana.
Recuerdo la campaña contra la
revocatoria. Quien esto escribe votó por el NO, y no porque considerara
eficiente la gestión de Villarán, sino porque el orden democrático no podía
alterarse a cuenta de inmediatos intereses políticos. A lo dicho, siempre me
mostré contrario a la manera en que condujo su gestión edil.
Aún sigo convencido de su incapacidad de
gestión, pero también tenía la seguridad de que se trataba de una mujer que no
había entrado al ruedo político para llenarse los bolsillos. Su problema, que
sigo sosteniendo, fue ser dueña de la tara mayor de toda la izquierda peruana:
desconexión con la realidad de la que dicen preocuparse. Solo así pueden
entenderse los grandes desaciertos urbanos y en transporte que hasta el día de
hoy siguen afectando a cientos de miles de limeños.
Ahora, lo que sí me ha sorprendido, y
disculparán mi grado de ingenuidad, es la forma en que sus otroras
colaboradores han zafado del asunto. No solo hablamos de silencios
estratégicos, sino de una aberrante falta de lealtad hacia la persona por la
que son lo que son en la política peruana. Sin Villarán, no tendríamos nuevas presencias
políticas en nuestra izquierda. Sin ella, simplemente, no existiría esta sarta de
desleales que han decidido proteger sus adiposos culos y no verse en el triste
cuestionamiento de su exlíder.
Según ellos, nunca percibieron nada
extraño en la campaña contra la revocatoria. Juraban que el dinero provenía de las cuentas de Lerner. Ahuevados,
seudopendejos: para todos era evidente que esa campaña fue una de las más caras
en la historia electoral de este país. Contrataron al mejor asesor electoral,
el avieso y siniestro Luis Favre, y, tal y como se pudo ver, la puesta en
escena de la campaña exhibió un patente derroche de dinero.
En este sentido, los fujimoristas y los
apristas, así sea en su sectarismo y compartida inmoralidad, muestran una
lealtad con sus también cuestionados líderes. En la vida, así en la política y
en cualquier nivel de interacción social, la lealtad es un valor en sí mismo
que no puede condicionarse de buenas a primeras.
No sé cómo salga Villarán de este
embrollo que la puede mandar a la cárcel, pero lo que es claro es que la
izquierda ya no será la misma. La gente de a pie, aquella que se gana el pan día
a día, y que poco o nada está pendiente de los discursos izquierdistas y
derechistas, ve lo que ve en las calles: miles de hermanos venezolanos
sobreviviendo como ambulantes en toda la ciudad de Lima, venezolanos que huyen
de un sistema de izquierda que solo les ha traído hambre, miseria, muerte y
violencia. Esa es la izquierda para millones de peruanos, a ello, habría que
sumar que es tan corrupta como la derecha, y claro, también muy desleal.
mirar
Domingo de generoso sol, de verano, al
que tendré que acostumbrarme hasta marzo/abril del próximo año. Por cierto, no
detesto el sol, solo el daño que me hace, pero igual, me doy la suficiente maña
para hacer mis cosas, en especial cuando tienes que salir en horas que no
sueles salir.
Desde hace algunas semanas tengo en
espera un artículo sobre el LUM, lo escribí para un medio colombiano que aún no
puede publicar el texto por el simple hecho de que no hay imágenes que lo
acompañen. Bien pude solucionar la demora con la ayuda de una amiga fotógrafa,
pero me he dado cuenta de que ya no tengo amigas fotógrafas, o en todo caso,
alguien cercano que se dedique a la fotografía. Entonces, ese vacío lo tendré
que solucionar yo. Al respecto, algunas personas aseguran que tengo cierto
talento para la fotografía, detalle que no asumo como tal porque confunden
fotografía con mirada, pero el solo hecho de pensar en ello, en la mirada, me
recuerda a lo que decía el histórico y desaparecido fotógrafo Carlos “El chino”
Domínguez sobre la nueva hornada de fotógrafos peruanos, a los que veía
emperifollados por las calles, armados en exceso en las comisiones, mostrando
al mundo entero su condición de fotógrafos.
Ese es pues mi plan para el día de hoy,
en que terminaré la lectura de dos libros, novela y ensayo sobre rock,
respectivamente. Sin embargo, la tentación impone su silueta futbolera, el
Alianza – Muni, encuentro que, de ganar, pondrá en la punta a los
blanquiazules.
Como sabe el lector del blog, soy hincha
de Alianza Lima, sigo los partidos del equipo, pero tampoco soy hincha rabioso e
irracional, aunque más en más de una campaña me he convertido en un peligro
social a causa de la poca entrega y manifestación de poca inteligencia de sus
jugadores, dignas muestras del aliancismo
que nos han impedido campeonar en los últimos diez años.
Es que eso es ser aliancista, ser parte
de una confrontación, no quedar fuera de la nervadura del nudo tensado con lo
mejor y peor de la idiosincrasia peruana, ese cable a tierra que te excluye de
la ahuevada dimensión de superioridad de hincha de equipo ganador, es decir, hablamos
de una pasión que se justifica precisamente en la esencia de la emoción, el
amor y odio en franca confluencia, no en base a los resultados, como los huevas
de la amarga alegría crema y los celestes que vemos por ahí.
sábado, noviembre 25, 2017
descubrimiento
Luego de mi sesión de tres de horas de
investigación, detengo las actividades para revisar algunos mails e Inboxs.
Entre lo segundo encuentro el mensaje de un amigo, que me pregunta qué haré al
salir de la Hemeroteca, porque quiere celebrar la adquisición que acaba de
realizar con su novia. No se trata de cualquier compra, de esas bagatelas que
la gente no duda en promocionar en las redes sociales, objetos que se desechan tras
su primer uso. Pienso por un instante la propuesta, porque tenía planeado dirigirme
a Barranco después de la BNP. Pero haciendo cálculos, en especial sabiendo que
al día siguiente tendría que seguir trabajando, acepté su oferta porque su departamento
queda muy cerca de mi casa, además, tampoco sería una celebración, sino una
suerte de conversa para ponernos al día.
Antes de abandonar la BNP, fui a la
máquina de café, se me había pero al meter las dos monedas de sol, la máquina
me anuncia que está fuera de servicio. Entonces, aprovecharía en el camino para
comprarme un café al paso, seguramente a una de las esforzadas venezolanas que
paran entre Aviación y Javier Prado. Pero no, no halle a ninguna de ellas, a lo
mejor estaban allí, seguramente confundidas entre la multitud que intenta
ingresar a la Estación La Cultura.
Llegué en menos de cinco minutos donde
mi amigo y su novia, a quienes felicité por la compra del departamento. Para mi
buena suerte, el café recién pasado conquistaba la atmósfera, más una rica
torta de chocolate. Sin embargo, reparé
en la pantalla plasma en la pared, que me ofreció lo siguiente: una seguidilla
de videos musicales, y a los dos minutos de mirarlos comprendí que se trataba
de la discografía completa de Queen.
Me quedé quieto viendo los videos y me fue imposible no tratar de recordar cómo
fue mi acercamiento a Queen, es decir, el contexto del descubrimiento de la
banda. Para mi buena suerte, la novia de mi pata era una conocedora de Queen y
me ayudó a cartografiar las canciones, indicando sus álbumes de procedencia. La
escuchaba y pensé en la edad que pude tener cuando la escuché por primera vez,
quizá a los diez u once años, durante la semana de vacaciones luego de algún
bimestre académico. Aquella vez me encontraba solo en casa. Mis padres y hermanos,
uno de ellos, me había dejado una nota sobre la mesa de la sala: regresarían en
tres horas trayéndome el almuerzo.
Entonces, prendí el televisor para hacer
hora, me eché en el sillón y el sueño me invadió sin saber qué canal
sintonizaba.
Desperté al cabo de una hora, a minutos
del mediodía.
El logo me indicaba el 7 como canal
sintonizado, y cuando me disponía a cambiar de canal, sucedió lo siguiente: la
cortina de Disco Club… y a los segundos Gerardo Manuel, anunciando el tributo a
Freddie Mercury en el Wembley Stadium. No recordaba la fecha exacta del
tributo, inquietud que disipó la novia de mi pata: 20 de abril de 1992. Pero lo
que sé es que no recordaré con precisión la fecha en que vi ese tributo.
De lo que dijo Gerardo Manuel, lo que
aún retengo en la memoria: estábamos por presenciar un concierto histórico y
que lo sería aún más a medida que transcurrieran los años. Hasta ese momento
había escuchado algunas canciones de Queen sin saber que eran de Queen.
Imposible, pues, no ser agradecida
víctima de una interna revuelta emocional. Aquel extraño programa de Disco Club
(a mediodía, cuando su horario solía ser en la tarde noche) despertó el interés
de lo que en la adolescencia sería una vesánica manía por coleccionar toda la
discografía y bibliografía de la agrupación, que pude tener gracias a una tía
que vivía en el extranjero y que soñaba con que yo sea su hijo.
En el taxi de regreso me preguntaba en
dónde estaría todo ese material. A lo mejor desapareció años atrás tras la
venta de la casa de mi abuela. Como sea, hasta hace algunas horas no me había
dado cuenta de lo importante que fue esta banda en la construcción de mi
memoria emocional adolescente. Nunca es tarde para reconstruir, pienso.
viernes, noviembre 24, 2017
jueves, noviembre 23, 2017
sol
Luego de algunos días desconectado de la
realidad, inmerso en la etapa final de un proyecto de investigación, creí que
no me estaría perdiendo de mucho, pero vaya que me equivoqué. La primera señal
de esta mala percepción la vi hace un par de horas, mientras ocupaba mi mesa
preferida en la panadería Rovegno de Arenales, con el sano fin de pedir un
espresso y una empanada de carne, droga y capricho, respectivamente, del día ante lo que
consideraba un milagro: la belleza del sol sobre el verde del parque
Washington. Los que me conocen saben bien de mis reparos que tengo con el sol,
de los problemas de salud que me causa.
Todo iba bien, avanzaba con la lectura
de un librito de Colson Whitehead, cuando alguien comienza a ocupar una mesa en
diagonal a la mía, ubicada a menos de un metro, entonces volteo para exigir
silencio con la mirada, no hay nada que deteste más que el sonido de las patas
de las sillas arrastrándose. El sujeto que arrastraba la mesa no era otro que
el buen Álvaro, izquierdista light, lector de Chandler y docto en The Style
Council. De las muchas diferencias que podemos tener, el lazo emotivo con la
banda británica es lo que disipa nuestra serie de divergencias.
Como no nos veíamos en varios meses, nos
pusimos al día en algunas actividades. Se mostró interesado en la investigación
que llevo a cabo, hasta me preguntó si podía formar parte de ella, pero le digo
que estoy por entregar los avances en menos de quince días. Sin embargo, noté
cierta actitud de alerta en sus posturas, como si en la punta de la lengua
tuviera el contraejemplo a mi primer señalamiento. Seguramente creyó que lo
jodería con las noticias de las últimas horas, que ponen contra la pared a la
izquierda peruana a razón de los pagos recibidos por Odebrecht, noticias de las
que me acabo de enterar hace unos minutos, por cierto.
Hubo un tiempo en que Álvaro quiso ser
escritor. Lo conocí gracias a Cecilia, su hermana, en un recital de poesía en
la Universidad de Lima, circa 2004. Aunque no es escritor y no le pregunté si
sigue escribiendo, me consta que es un lector constante, lo que para mí es más
importante que escribir.
Eso, leer para leer, nada más, no sirven
los conceptos idealistas. En el acto de leer uno se encuentra, algo que no
sucede con nuestros escritores, que, como ya dije en más de una ocasión, andan
perdidos y a la caza de un desesperado posicionamiento, afán a cumplir que los
hace partícipes de una guerra pueblerina en donde la bajeza es munición para
los desesperados que anhelan el lugar del otro,
el libro del otro, la pinta del otro, la voz del otro. Demasiada maravilla.
miércoles, noviembre 22, 2017
premio nacional de literatura 2017
El pasado viernes 17 se dieron a conocer
los nombres de los autores que obtuvieron el Premio Nacional de Literatura
2017.
Desde aquí, hago público lo que hice en
privado: felicitar a Susanne Noltenius y Miguel Ildefonso, que ganaron en las
categorías Cuento y Poesía, con Tres
mujeres y El hombre elefante y otros
poemas, respectivamente. Como no conozco al ganador de Literatura Infantil/Juvenil,
Gerónimo Chuquicaña, solo me limito al saludo público a cuenta de Taca-Taca.
*
Estamos ante un premio que pretende
erigirse como uno de los más representativos del país, que tiene una ligera
ventaja si lo comparamos con los otros galardones literarios del medio, sea el
Copé, el de la Asociación Peruano Japonesa y el BCR de Novela, entre los más
conocidos: el carácter público de las obras presentadas.
Es decir, esta vez no nos vamos a topar
con sorpresas bajo la mesa ni deliberaciones caprichosas que justifiquen una
premiación. Lo mismo que leen los jurados de sendas categorías también es
escrutado por el lector atento de la producción literaria peruana en el periodo
comprendido entre 2015 y 2016. Por ese solo motivo, guardaba cierta esperanza
de no ver los horrores cometidos en los otros premios literarios, y de algún modo se cumple esa esperanza a cuenta de las obras premiadas de los dos ganadores a quienes conozco.
*
Sin embargo, haríamos bien en fijarnos
en los títulos finalistas en cada categoría, en Cuento: Relámpago inmóvil de Pedro Ugarte Valdivia, Las visitaciones de Pedro Llosa y El arte verdadero y otros cuentos de Jorge Ninapayta; en Poesía: Victoriosos vencidos de Antonio
Cillóniz, Se vende poesía de Jorge
Díaz Untiveros y Simio meditando (ante
una lata oxidada de aceite de oliva) de Mario Montalbetti; y en Literatura
Infantil/Juvenil: La venganza de los
dioses moches de Luis Nieto Degregori, Cholito
y el oro de la selva de Óscar Colchado y El barco de San Martín de Juan Manuel Chávez.
Cada quien es libre de expresar su
conformidad o desacuerdo con las obras ganadoras. Y más allá del señalado
respeto por la obra de Noltenius y la trayectoria de Ildefonso, manifiesto mi
extrañeza por el destino que tuvieron los libros de Ninapayta y Montalbetti. El
primero, un narrador que debimos leer más, y cuyo cuentario en competencia
conoció saludos unánimes de la crítica y el reconocimiento de buenos lectores; el
segundo, un poeta que viene ejerciendo (involuntariamente) lo que ningún poeta
peruano a la fecha: magisterio entre las nuevas voces poéticas iberoamericanas.
Ahora, imposible no levantar la ceja izquierda cuando vemos en la categoría
Infantil/Juvenil a plumas como Nieto y Colchado, este último uno de
nuestros narradores más importantes en actividad, que es también un clásico en
la literatura infantil/juvenil peruana.
Entonces, he aquí la tara que este
premio comparte con otros del medio, que nuevamente ha hecho de las suyas: el
jurado.
*
Más allá de algunos nombres de radiación
canónica y ubicable, como Carlos Germán Belli y Carmen Ollé, y en menor medida
Marcela Robles y Rosina Valcárcel, uno no acierta en la frecuencia de los demás.
Se entiende, porque sucede en otras latitudes, que cualquier integrante de un jurado de un Premio Nacional tiene que ser alguien sintonizado y justificado más allá de los
microcosmos de la academia. Y si el anhelo fue contar con académicos, pues tuvo que convocarse a lo mejor de lo mejor de la misma, con hombres y mujeres reconocidos más allá de su parcela de acción, que hay.
A saber, los jurados que integran las
categorías de los premios Copé gozan de una mayor legitimidad por parte de los
lectores (sus desaciertos son capítulos de otra historia). Y eso es lo que esperábamos para esta primera edición del Premio
Nacional de Literatura. Claro, se podrá argumentar que se buscó descentralizar
la elección de los miembros del jurado, pero ese criterio no es más que un saludo para la
platea, una pirueta al paso que refuerza la demagogia, que en esta ocasión nos
presenta una triste realidad, su gracia: la razonable sospecha de una payasada
programada.
*
Por ello, este premio patrocinado por el
Ministerio de Cultura debe cumplir un requisito ético que no está cumpliendo a
la fecha, y si en caso es así, pues debe mejorar su clamoroso problema de
comunicación. Lo mínimo que podemos esperar es la publicación de la lista de
todos los autores participantes, del mismo modo la lista de títulos alcanzados
a los miembros de los jurados (es obvio que no leyeron la totalidad de
libros enviados, cosa que nos daría una idea de cómo se manejó la clasificación
de libros) en aras de la transparencia, que tendrá beneficiados directos, de
menor a mayor: el Ministerio de Cultura, los ganadores y, especialmente, los
lectores.
lunes, noviembre 20, 2017
trr
En la última edición de la revista Domingo
de LR, encontré una entrevista de Gabriela Wiener a la narradora y traductora
Teresa Ruiz Rosas, cosa que me alegró porque si hay una autora peruana que
merece toda la visibilidad posible, esa es precisamente Ruiz Rosas (RR), de
quien puedo sugerir, entre varios títulos, la lectura de tres novelas suyas: El copista, La mujer cambiada y Nada que
declarar.
Cosa curiosa, la entrevista se publica
días después de que me preguntaran por una narradora peruana en actividad que
considerara mayor. Al respecto, no lo pensé mucho, puesto que la poética de RR
siempre me ha parecido coherente en cuanto a su interno diálogo temático, además,
lo suyo, aparte del evidente vuelo de su escritura, siempre ha sido narrar, característica que podría
parecer extraña al ocasional lector del blog a cuenta de su obviedad, pero lo
digo incidiendo en su cualidad de cazadora de historias. En cada novela, RR ha
sabido hallar el tono narrativo adecuado para el asunto asumido, que encierra
también un compromiso ético, como lo podemos ver en Nada que declarar. No siempre nos hallamos ante la confluencia de
la buena prosa y el tema que prevalece por su fuerte carga moral, para nuestra
suerte, eso sí lo podemos ver en la poética de nuestra autora.
Ahora, me gustaría centrarme en un
aspecto de la entrevista de GW a RR: el desdén/ninguneo a la obra de RR, sea
por parte de la crítica y los gamonales en medios, detalle tan maravilloso, digno
de esta provincia literaria en la que reina la mezquindad y el loco afán de
nuestros autores y autoras por un metro cuadrado de posicionamiento.
Como señala la GW, “deberíamos saber
más” de esta escritora cuyos libros han merecido saludos de la crítica en el
extranjero y el genuino reconocimiento de los lectores. Por ello, la
pregunta/inquietud se impone en su propio peso: ¿a qué se debe esta situación?
En más de una ocasión he señalado que en
este país una mujer que escribe la tiene mucho más difícil en comparación a un
hombre que escribe, peor cuando la mujer
que escribe no solo exhibe fuerza narrativa y discurso. Entonces, sí se
justifica el eco que vemos en las redes contra esa extraña manera de arrinconar
voces de valía, entendiendo de antemano que la calidad literaria va más allá si
quien la escribe es mujer u hombre. Al respecto, pensemos en la escasa atención
que sigue recibiendo la publicación de los cuentos completos de Pilar Dughi.
Uno podría pensar muchas cosas que
traten explicar lo que ocurre, pero hacerlo no es más que un acto de mero
buenagentismo, porque se impone su cruda verdad: hay pues un atroz
silenciamiento hacia autoras peruanas que merecen ser leídas, dueñas de una
obra edificada en la más absoluta seriedad. Lo de RR es un caso que nos podría
ayudar a entender esta tara, que aparte de combatirse desde el justificado
reclamo, también habría que hacerlo desde la sana recomendación de sus libros.
Tal y como dije líneas atrás, para mí
Teresa Ruiz Rosas es nuestra narradora mayor en actividad. Sé que esta
afirmación incomodará en nuestro pueblerino circuito literario, pero no hay
mejor manera que refrendar lo dicho, o cuestionarlo, que conociendo esta
poética que desde hace muchos años viene construyendo su legitimidad.
jueves, noviembre 16, 2017
miércoles, noviembre 15, 2017
historia
A medida que pasan las horas, la ciudad
se despeja. Parece un forzado domingo y no hay mejor día para mí que el
domingo. Calles vacías, transporte rápido y, al menos en mi caso, la
posibilidad de encontrarme con gente interesante. Los domingos son pues una
experiencia para la vagancia, la caminata perdida e interminable.
Luego de un espresso de rigor en La
espiga de oro, me dispongo a tomar un taxi. Todas las gestiones en Barranco las
he realizado en el menor tiempo imaginado y mi plan es ver el partido en casa,
en tranquilidad, o lo que podamos entender por esta cuestión anpimica. Además,
me he desconectado del mundillo virtual, decisión que considero acertada. Basta
ver las redes sociales y ser testigo del consultorio psiquiátrico en que se ha
convertido desde el lunes. El tópico que excluye a los otros: el partido de
esta noche.
Mucho se viene diciendo, y no tengo duda
de que lo más sensato que se ha dicho sobre este partido lo he escuchado en la
última persona a la que habría hecho caso: César González, “Chalaca”. Pero
todos tienen su momento de iluminación y el conocido entrenador de menores supo
dar en el clavo sobre la situación de la selección nacional: esta debe
creérsela y practicar su evidente superioridad sobre el combinado kiwii. La
obviedad, el sentido común, quedan relegados cuando más de un “entendido” nos
viene con posibles variantes tácticas y tentativos cambios de jugadores. Con
cambios o no, la selección peruana es más línea por línea, pero el lastre, la “arruga”,
la furia pasiva, es lo que debe aniquilarse en el jugador peruano, no en
proyección al mediano plazo, sino esta misma noche.
En la historia de las selecciones
peruanas no ha habido una definición como esta. No puede compararse este
partido con las clasificaciones a otros mundiales (México 70, Argentina 78 y España
82). Este no es un partido importante, es pues el Partido. Es
hacer Historia o no.
copé de cuento 2016 en deuda
El premio Copé es el máximo galardón
literario y cultural al que puede aspirar todo escritor peruano, al menos en
teoría. Así es, en teoría, porque en la experiencia de la lectura ingresamos a
una dimensión por demás decepcionante y ello se debe a que el organismo estatal
que lo patrocina en sus categorías de Ensayo, Novela, Cuento y Poesía, no ha
sabido construir su prestigio en base a la calidad, sino en el monto pecuniario
con el que premia. Monto que seduce a todos los participantes, cosa que no
suscita señalamiento por la sencilla razón de que el dinero es importante, ya
que brinda a los ganadores la
posibilidad de dedicarse a su labor creativa e intelectual sin apuros durante
un tiempo.
*
Si hacemos una revisión fugaz a los
textos ganadores y finalistas, encontramos pocas deliciosas uvas en el racimo.
Pensemos en la categoría Cuento, que
junto a la de Poesía, es la más antigua del codiciado premio. Esta revisión
viene a cuenta de la lectura del último libro que reúne a los ganadores y
finalistas de 2016, El cuadro de Marilyn
(2017).
*
En esta larga historia del Copé de
Cuento, no todo ha sido oscuridad, aburrimiento y barata antropología, tenemos
textos ganadores que han estado a la altura, como “Cordillera negra” (1983) de
Óscar Colchado, “Cuando las últimas luces se hayan apagado” (1994) de Yuri
Vásquez, “El derby de los penúltimos” (1998) de Fernando Iwasaki, “Guitarra de
palisandro” (2002) de Gregorio Martínez y “Los caminantes de Sonora” (2012) de
Christ Gutiérrez.
Así es, muy pocos títulos ganadores de
valía para tanta luz. Al respecto se ha especulado sobre los criterios de los
jurados para designar a los ganadores y finalistas en cada edición bienal. Mas
el motivo del presente artículo no es indagar en esta racha de desaciertos que
no solo atentan contra la imagen del Copé y que horadan las trayectorias de sus
autores. Para nadie es un secreto el poco interés que la prensa cultural, críticos
literarios de medios y los lectores muestran hacia los ganadores. En otras
palabras, y resulta penoso decirlo si vemos el Copé de Cuento en conjunto: la
concursografía no garantiza calidad, menos conduce al reconocimiento literario,
a lo mucho a contados saludos oficiales, y de allí la infatigable lucha contra
el inmediato olvido.
*
De los cuentos ganadores y finalistas
del año pasado se viene erigiendo una mentira sobre la buena salud del Copé.
Aparte de tratarse de una mentira rastrera, se impone la obviedad de su
realidad: estamos ante el peor Copé de Cuento de la historia.
Pero seamos justos, si una
característica identifica a los cuentos de su último volumen, es el anuncio de
una renuncia a lo que configuraba a la mayoría de cuentos de otras ediciones: el
quiebre de la bandeja de vidrio en la que se sazonaba un explosivo potaje, toda
una experiencia culinaria que hacía explotar los estómagos más recios, cuyos
ingredientes se imponían por su condición de tema y no por epifanía literaria.
Este quiebre con el tema ya lo podíamos
rastrear en los cuentos que conforman el precedente conjunto, Patrimonio (2014), pero en esta ocasión el
tópico viene encausado por un flojísimo tratamiento narrativo, o, en todo caso,
por una narración excesivamente segura, que constatamos en los tres primeros
puestos: el cuento que titula la publicación de Santiago Merino Acevedo,
“Santeros” de María Lourdes Torres y “Esa pequeña luz en la ventana” de Miguel
Ángel Torres Vitolas. Técnicamente irreprochables, pero a los que les falta
nervio y arrojo en su desarrollo, por eso no emocionan ni comunican, solo
transcurren en sus respectivas tramas. Los he vuelto a leer y me queda muy
claro que estamos ante textos pautados por el cumplimiento estructural, me
pregunto: ¿acaso fueron escritos para agradar?
Sin embargo, las gratas sorpresas las
encontramos fuera del trío de ganadores, en este sentido, habría que prestar
atención a lo que en el futuro haga Carlos Zambrano, cuyo cuento “Se llevan
todo” dejó una buena impresión, además, le sugeriría al autor escribir más con
el corazón, que de ser así, podría sorprendernos. Destaquemos también el
destape de Jorge Casilla, su cuento “De lo que le sucedió a don Quijote en el
bosque de Roque Guinart” mereció, sin lugar a dudas, una mejor ubicación si es
que nos ceñimos a la frivolidad de los puestos. En lo personal considero que
fue un error mandar este cuento al concurso, puesto que al Copé todavía le
falta desarrollar la sensibilidad idónea para detectar lo mucho que transmiten
textos como los de Casilla. Y Joe Iljimae confirma su proyección narrativa con
el mejor cuento del volumen. Golazo de otro partido: “El hijo de las sombras”,
en el que no solo hallamos destreza técnica, sino que asistimos a la unión
discursiva del tema y la prosa, unidas en un propósito denso, aunque por
momentos abusa de ello, que nos lleva a pensar en la violencia emocional digna
del Onetti más alucinado. Nos encontramos ante un cuento que es un fiel reflejo
de la creciente madurez narrativa del joven autor.
…
En SB
lunes, noviembre 13, 2017
banda sonora
Aunque la serie no me entusiasma como a
otros, debo confesar que si algo interesante encuentro en Mindhunter es precisamente su banda sonora. No solo me pasa con
esta serie, también con muchas otras, que no me han convencido como historia ni
tratamiento, pero sí con su música, lo que para mí ha ejercido una fascinación
traducida en fidelidad, acabando sus temporadas.
Entonces, mientras luchaba con una
tentación de gripe en la tarde noche del domingo, decidí armar una lista de
canciones a escuchar en la semana, que se me anuncia de ocupada, con un
intervalo el miércoles por el partido. Anotaba canciones de las series que he
podido ver en estos últimos meses. En principio creí que a lo mucho serían
quince, pero a medida que recordaba las series vistas, entre las que me
agradaron y decepcionaron, las canciones iban creciendo en número, el universo
se resistía a ser menos.
Para despejar un poco la no planificada faena
dominical, releí el poemario La soledad
de un cuerpo acostumbrado a la herida (Visor - Sur Librería Anticuaria), de la española Elvira Sastre.
Curioso, porque haciendo memoria, lo leí el lunes pasado. Poemario dueño de una
sensibilidad que descansa en el tópico del amor, pero también, como bien
anuncia el título, en el de la soledad. Esta propuesta transita por una escritura
diáfana, que me hace pensar que, en ciertos casos, lo que es sencillo demanda
más trabajo que lo presentado como acrobático, tendencia esta última que parece
estar marcando la ruta de buena parte de los nuevos poetas iberoamericanos. En
la sencillez de estos poemas asistimos a una sensibilidad que agrieta la zona
emocional.
A la hora regresé a la selección de
canciones y no pocas las escuchaba en repeat
en Spotify. Debía hacer la mejor selección posible. Lo sabes, una buena selección
de temas ayuda a enfrentar lo que vendrá, claro.
domingo, noviembre 12, 2017
una mochila pesada
En la madrugada, al llegar a casa luego
de algunas horas escuchando música en Koca Kinto, el sueño hacía acto de
presencia, entonces releí algunas páginas al vuelo de un par de libros, Libro del desasosiego y Dietario voluble, tan necesarios para mí
cuando el ánimo está al borde, así es, al tope por la pasión futbolera. Bien lo
sabe el lector del blog, es muy difícil reprimir una pasión, puedes estar
concentrado en otras cosas, pero hasta el más mínimo elemento relacionado con
esa pasión tiene el suficiente poder de extraerte de tu órbita. Ese es el poder
canábico del fútbol, a veces perjudicial, que me lleva a desear la
desfutbolización anímica que muestran algunas amistades privilegiadas.
No poco se dice del trascendental
encuentro del miércoles ante Nueva Zelanda. Como muchos, soy de la idea de que
la selección pudo ganar en el partido de ida en Wellington, pero también sé que
el equipo no viene jugando en su mejor forma desde su histórico triunfo ante
Ecuador en Quito. La consternación se afianza todavía más cuando los jugadores
emblemáticos vienen exponiendo un alto nivel de juego en sus respectivos
clubes. Entonces, ¿qué está pasando?, ¿por qué no aseguramos en Lima la clasificación
ante Colombia?, ¿qué pasó con una selección oceánica a todas luces inferior a la
nuestra? Preguntas que flotan en la zona de miedo del futbolero promedio, en
esa esquina de nuestras mayores frustraciones deportivas.
Salvando las evidentes distancias, a la
selección peruana de fútbol le ocurre lo que a Brasil en los últimos Juegos
Olímpicos de Río. Es decir, el peso de una carga emocional por conseguir un
objetivo, lastre que se repotencia a medida que se acerca a la recta final.
Esta mochila pesada la cargan todos los integrantes de nuestra selección, y
claro, el hincha no es ajeno a esa realidad, que también carga la suya propia.
No hay antídoto secreto para la
ansiedad. El problema no es el juego, sino la actitud: el destierro del miedo y
presionar el acelerador emocional que nos hará conseguir un objetivo anhelado
por millones de peruanos. No hay término medio, a la ansiedad deportiva se la destituye
con violencia anímica e inteligencia táctica, desahuevamiento total.
sábado, noviembre 11, 2017
martes, noviembre 07, 2017
sin secreto
Lo sabíamos desde hace un mes: por estos
días el país estaría inmerso en una tensa cuenta regresiva dividida en dos
paradas: el viernes 10 y el martes 14.
Al respecto, no hay mucho que pensar: el
fútbol peruano es superior al de Nueva Zelanda. Entonces, en teoría estaríamos
ante un trámite, una especie de puesta en escena de la verdad conocida.
Sin embargo, el problema del futbolista
peruano, y vaya que lo vimos en el último partido con Colombia, es su natural
tendencia al arrugamiento emocional en momentos límite. De estas pequeñeces
anímicas tenemos muchísimos ejemplos, cada cual candidato a vergüenza deportiva
nacional. En realidad, no hay peruano que no tenga un rosario personal de
fracasos, muchos de los mismos relacionados al fútbol.
Por ello, ante la superioridad física
del neozelandés, no queda otra que apelar al secreto nacional: la pelota al
suelo, sin levantarla jamás. Esto es lo que piensa todo peruano de a pie, no
por iluminación cultural, menos intelectual (no pidamos milagros, o, en todo
caso, no abusemos), sino por criterio común. Criterio que proviene de la
esencia básica del pistazo, aquel espacio que configura el contacto del niño
con el balón, que en el tiempo somos testigos en el pelotero ya crecido pero que
jamás dejará de ser niño, o sea, pelotero adulto irresponsable. A este juego al
ras, se le sumará disciplina táctica, administración en los movimientos en el
campo. Solo eso.
La tradición del juego contra los
fantasmas. Por eso somos la cultura del casi casi. Ejemplo: hombres y mujeres
entran en trompo ante la ausencia de Paolo Guerrero en estos dos partidos del
repechaje. Si hay algo, entre lo mucho, a reconocer en Gareca, es precisamente
la conformación de una idea de juego dependiente del buen momento del obrero
talentoso, no del capataz estrella. Este equipo no necesitó de Pizarro, ni de
Vargas, ni de Zambrano, para estar en el lugar en que ahora se encuentra. La idea
de juego hizo posible lo imposible.
sábado, noviembre 04, 2017
coherencia / tibieza
Mucho se dice de los principios que
rigen las nobles y justas causas sociales, y hay quienes han hecho mucho dinero
en base a ese discurso, cosa que no tiene nada de malo, siempre y cuando se
muestre coherencia y un claro compromiso de servicio hacia el otro.
Pero no siempre vemos coherencia, porque
los principios se ponen a prueba cuando se hallan en un entredicho con los
intereses profesionales, políticos y económicos. Cuando ocurre ese
enfrentamiento, que más que uno evita, es cuando vemos de qué están hechos los
principios de hombres y mujeres que trabajan en pos de causas “sociales” o
fines “nobles”.
En este sentido, gratifica ver actitudes
como las del psicólogo Ernesto Reaño, que puso en evidencia las prácticas discriminatorias
de un influyente colegio limeño contra niños con síndrome de Asperger. Reaño
bien pudo callarse y seguir tranquilo en su vida profesional, construyendo un
prestigio como psicólogo, es decir, pudo abocarse a la condena silenciosa, al
señalamiento desde el escondite, haciendo suya la cobardía del bacán de las
causas nobles. Así, pues cualquiera, hasta tú,
y más en esta era líquida.
Quien escribe estas líneas no se hace
problema alguno, en lugar de creer en el verbo tribunero, creo en la
consecuencia de los principios.
En la otra margen, hallamos un caso para
rabiar, sea por la acción cometida y el inmediato “silencio” que lo relativiza.
Obvio: hay que combatir el maltrato a la
mujer en este país, desde todos los frentes y sin filtrar las denuncias de
acuerdo a la filiación política, ideológica y amical que se tenga con el
maltratador. Lo digo en relación a Abraham Valencia, denunciado por sus
exparejas por maltrato físico y psicológico. Valencia, asesor político de Nuevo
Perú y de Veronika Mendoza, ve caer su carrera política a cuenta de un acto
condenable que pretendió tapar con la postura de la superioridad moral del
izquierdista. Y aunque las condenas zurdas a este sujeto han aparecido, estas exhiben tibieza
ante el horror. La situación sería distinta, por supuesto, si el agresor fuera un fujimorista
o un aprista, el enemigo político.
viernes, noviembre 03, 2017
poeta secreto
Ser poeta peruano es como una excentricidad
para todo aquel que se asume como tal, bueno, razón no falta a cuenta de la
tradición a la que pertenece. Al menos, esta es la idea con la que trato de
explicarme su comportamiento público, aunque es justo señalar que la moderación
de la payasada viene apoderándose en este sujeto, sin duda, a causa de la vergüenza
inmediata que suponen las redes sociales, espacios gaseosos en los que tienes
el derecho de ser lo que en la vida real jamás serás.
Por ello, no es menos gratificante el
reencuentro con poetas silenciosos, secretos, ajenos a la barbarie del
egocentrismo, conformes con lo que en materia literaria han logrado, que en el
caso que motiva el post, no es poco. Me refiero, ya por tercera o cuarta vez en
este espacio, a José Cerna y la maravilla poética llamada Ruda.
¿Acaso Cerna es el Salinger de la poesía
latinoamericana? Me pregunto cada vez que hablo con amigos sobre poesía peruana
contemporánea. Obviamente, y esto para los prejuiciosos que leen el blog sin
entender, lo de Salinger no tiene que ver con el carácter arisco, sino con el
retraimiento que ha signado la vida del poeta. Además, en mi etapa de librero
hablé con él y me pareció una muy buena persona.
José Cerna se dio a conocer en Estos 13, la histórica antología de José
Miguel Oviedo. En aquellos años, no pocos poetas de la antología setentera ya
tenían poemario publicado o estaban a nada de entregar uno a las imprentas, sin
embargo, Cerna ingresó tarde al terreno de los editados.
Recién lo hizo en 2001. Aquella Ruda vino por cuenta del peculiar sello
Lluvia Editores y su difusión no fue la que se esperaba, pero bastó para forjar
eco en algunos lectores, lectores que hicieron de este Poema sobre la calle y
sus humores uno de culto. Además, la publicación era ajena al formato clásico
de libro, esta tenía las hojas sueltas dentro de una suerte de folder manila.
En 2012, el sello Sol Mayor vuelve a
publicar Ruda, en la que considero
una edición pulcrísima y definitiva. 25 hojas, también sueltas, en folder verde.
No sé si aún pueda encontrarse en librerías locales, pero bien vale el esfuerzo
que demanda su búsqueda.
Cuando hablamos de poesía, el poeta debe
saber cuándo callar. La poesía no debe ser una carrera de hienas. El poeta debe
publicar para callar. Creo que eso es lo hizo Cerna, le bastó Ruda. ¿Para qué más?
jueves, noviembre 02, 2017
miércoles, noviembre 01, 2017
calvo / las
Luego de una exitosa Noche de los libros en Sur, me pongo a revisar
un par de los títulos adquiridos mientras espero que abandone la librería el
último lector, que ha llegado con su esposa, ataviada para lo que supongo será
una fiesta de brujas.
Aunque no es un título nuevo, me siento
más que satisfecho por tener otra vez los tres tomos de Edipo entre los Incas de César Calvo. Bien sabe el lector informado
que el escritor consideró esta publicación su obra mayor, aunque este juicio
puede ser puesto en duda, ya que no son pocos los que consideran que su poesía fue
lo mejor que ofreció. Más allá de esta impresión, llama la atención el
entusiasmo de la inteligencia de Calvo al servicio de la escritura. Si había
algo que derrochaba nuestro vate era precisamente muchísima intuición, un
olfato para percibir y leer la vida, y el oído para recoger leyendas no
oficiales.
Hallé
estos libros en el momento preciso, y ahora sí, con la promesa de no volverlos
a prestar, aunque sé que mis primeros tomos de Edipo están en buenas manos, seguramente en los anaqueles de una
feliz familia parisina.
De la copiosa bibliografía de Luis
Alberto Sánchez, aunque más de uno lo haya calificado de imbécil, como Luis
Harss en Los nuestros, nadie pone en
entredicho la importancia de El Perú:
Retrato de un país adolescente, título que ya tendría que ser de lectura
obligatoria en los últimos años de la etapa escolar. El libro de LAS que ahora
me acompaña, junto al ejemplar de 1960 al que basta con abrirlo apenas para que
mi rostro quede cubierto de polvillo, es Aladino,
o vida y obra de José Santos Chocano, en pulcra edición del Congreso, a un
precio por demás asequible si lo comparamos con los de administraciones
anteriores.
Estamos ante una maravilla de biografía,
escrita no solo con pasión, sino también con una invalorable cuota de prejuicio
que condimenta el recuento vital de uno de los poetas más egocéntricos de la
tradición literaria peruana. Muchas veces he pensado en que si este libro
hubiera sido más leído, posiblemente se habría germinado entre nosotros una
interesante tradición de biógrafos. Biógrafos es pues lo que falta, tenemos
grandes voces que ya vienen reclamando su biografía.