lunes, julio 31, 2017
tdp: "un par de vueltas por la realidad"
Texto leído el sábado 22 de julio en la
ANTIFIL.
…
Buenas noches.
Creo que está demás decirlo: estamos en
una noche histórica para la poesía peruana contemporánea. No solo celebramos la
reedición de un poemario excluyente, también nos congrega la reserva moral de
la tradición de la poesía peruana, porque este poemario, aparte de lo mucho que
ofrece, también nos invita a (re)visitar su tradición inmediata, algo
descuidada por sus nuevas voces.
Esta noche no tendría sentido sin los
factores que contribuyeron a la existencia de esta reedición, como también a su
circunstancia. En primer lugar, Juan Ramírez Ruiz regresa a su casa, porque
este libro que tenemos ahora en manos es tal a cuenta de un escritor y editor
de la Universidad Federico Villarreal, Eduardo Reyme, que ve cumplido el sueño
de editar en su sello Vivirsinenterarse a un poeta que también estudió en dicha
universidad. También prestemos atención al contexto de su presentación: el
fuego y la furia de la Antifil. En este sentido, no nos extrañemos que alguna
vez Juan Ramírez Ruiz, en el fervor vital y político de los años setenta, haya
hecho suya estas instalaciones que ahora nos cobijan. Todo puede pasar y las
especulaciones quedan de lado cuando nos referimos a las consecuencias de vivir en poesía. Yo prefiero creer que
sí, que Ramírez Ruiz también estuvo en estos ambientes de la casona que alberga
a la Antifil.
¿Qué pensamos cuando pensamos en Un par de vueltas por la realidad?
Lo mejor sería no pensar el libro desde
el discurso racional, sino abordarlo desde la verdad emocional del recuerdo de
su primera impresión: en lo personal, lo leí a los 22 años, en ejemplar
prestado por algunos días por el poeta y narrador Miguel Ildefonso. Siempre
había escuchado del poemario, lo había leído, como seguramente muchos de
ustedes, ya sea por fragmentos en revistas o en fotocopias. Si en esos formatos
la poesía de Juan Ramírez Ruiz exhibía un destello verbal capaz de encender
instintos, la experiencia en formato de libro significó toda una revolución, un
sano acto de subversión que partía de la actitud de uno mismo ante la vida.
Ese sentimiento de subversión yacía en
palabras y versos escritos, en aquella lectura inicial, hacía más de treinta
años. La indignada frescura de las palabras de Ramírez Ruiz fue lo que quebró
el concepto de lo que en ese tiempo creía que era la poesía, haciéndola cercana
e íntima en su salvaje cotidianidad. No hablamos de palabras pautadas por el efectismo,
sino de palabras que transmitían una sensibilidad de época por medio de una
furia que no dudaba en quebrar actitudes contemplativas. Es decir: fui
partícipe del verbo que exhibía una nerviosa urgencia. Es precisamente esa
nerviosa urgencia lo que ha impedido, e impide, que pesen los años en las páginas
de este libro que podríamos llamar artefacto de escritura.
En este sentido, la nueva aparición de Un par de vueltas por la realidad no
pudo ocurrir en mejor momento. No solo es un libro necesario para la poesía
peruana última, lo es también para su narrativa, géneros que últimamente vienen
apostando por el vacío del discurso seguro, convertidos en medios terapéuticos,
destilando conservadurismo, dinamitados por los peligrosos senderos de la
aceptación de la palabra. Por ello, para el creador, sea narrador o poeta, este
libro servirá de píldora del deshueve, o llámalo acicate. La experiencia
poética para Ramírez Ruiz no solo quedaba en el ensimismamiento tras el impacto
de su lectura, sino que llamaba a la acción, a la revolución contra el
conformismo y todas las variantes del besamanismo.
Esa es la incomodidad que nos sigue
dejando el presente artefacto de escritura: ¿seremos capaces acaso de seguir al
menos la décima parte de sus postulados?
Obviamente, como todo poeta, Ramírez
Ruiz buscaba ser reconocido como un gran poeta, que a estas alturas solo los
idiotas pondrían en duda. Pero bien sabemos que Ramírez Ruiz no deseaba un
espacio en los discursos de la academia, mucho menos que su poesía se vea
reducida a oscuras utilidades discursivas, lo que buscaba era el cambio de
actitud del eventual lector por medio de la experiencia de su palabra exaltada
y atribulada. Ramírez Ruiz creía en la verdad emocional de la palabra, en su
hechizo capaz de cambiar vidas, o determinadas vidas.
Eso: Ramírez Ruiz buscaba la coherencia
de la experiencia, que el lector no se quede solo en la lectura, sino que haga algo partiendo de ella. Lo dice: “para
no caminar con la cara repleta de angustia por las avenidas del Perú /
llevaremos descuidadamente el cuerpo / seremos totalmente expansivos /
viviremos con el estruendo justo para que un leve rumor / sea el estallido
inevitable y necesario.”
Pero tengamos también en cuenta el
contexto en que apareció este libro. Bien sabemos que Ramírez Ruiz fue uno de
los puntales del Movimiento Hora Zero. Por ello, en lo personal me interesa
poco o nada el distanciamiento que nuestro autor tuvo con sus miembros. La
verdad del chisme no debe imponerse ante una realidad axiomática: la presente
publicación es también un rotundo testimonio de la actualidad de Hora Zero, una
actualidad respaldada y saludada por la presencia de todos nosotros, los
lectores de poesía peruana. Si algo podemos decir de los poemarios publicados
en la primera etapa del movimiento, es que Kenacort
y Valium 10 de Jorge Pimentel, En los
extramuros del mundo de Enrique Verástegui y Un par de vueltas por la realidad, son obras maestras de la poesía
peruana de la segunda mitad del siglo XX. Conozco a no pocos poetas que han
encontrado, y encuentran, su camino en la poesía tras el fogonazo recibido
mediante estos poemarios, que tienen el poder suficiente de afianzar
convicciones. No puedo decir lo mismo de otros poemarios peruanos contemporáneos,
que no pueden transmitir, o propiciar cambios en el lector, más allá de su
eventual calidad.
Tenemos razones para estar contentos. Un par de vueltas por la realidad ya no
será un libro inhallable y estamos más que agradecidos.
sábado, julio 29, 2017
hova de la narrativa peruana
Tras varios días de visitas espontáneas
a la FIL, puedo decir que esta es un éxito en cuanto a imagen de feria. No solo
da ganas de comprar libros, sino también asistir a las charlas y
presentaciones, a las que hay que llegar temprano, porque si no hallas sitio en
las salas, caballero, tienes que esperar y abrigar la esperanza de que alguien
salga para que puedas entrar. Nunca antes había visto esto en la la FIL, lo
cual es un síntoma positivo. O puedes ir a la FIL simplemente para encontrarte
con los patas, caminar, ponerte al día y terminar el periplo con una chela
artesanal en el área de comidas.
Como bien dijo una amiga, hay que ser
cojudo(a) para quejarse de la presente edición ferial.
En cuanto a lo que importa de una feria
de libro, la variedad bibliográfica ha mejorado ostensiblemente, tal y como
puede verse en Heraldos Negros, Pabellón de México, Planeta, Penguin Random
House, Librería Inestable, Estación de la Cultura, Librería El Virrey de Lima,
Rocinante, FCE y algunos stands más que en estos momentos no puedo recordar. Sugiero tomarse un tiempo y buscar, y
rebuscar, porque solo así se puede encontrar el libro que te está esperando, es
decir, no solo quedarse en las bonitas portadas de las mesas de exhibición. Así
es, hablo de huaquear.
Como ya indiqué, mis visitas han sido
espontáneas, y por ello, no menos turbulentas a cuenta de la gente que
encuentras. Con algunas te alegras y con otras no tienes más opción que dar la
mano y abrirte sin más. Hay de todo y camino por la vía lateral de las versiones locales de Foster Wallace, Bolaño,
Lispector, Faulkner, Arguedas, Max Perkins, Pizarnik y otras maravillas de la
forzada imitación.
Imposible no preguntar por los libros de
ficción peruana más vendidos. Los resultados son de temer.
Me explico: una cosa es la campaña en
redes que emprenden sus autores, rebotadas hasta el exceso y otra la coherencia
de la misma en la respuesta del lector, ajá: su venta. Pienso en una novela
anunciada como la metáfora de la violencia mundial, que ubica a su autor como
la cabeza de su generación. Si cada Like y rebote fuera una venta, estaríamos
ante una remota versión criolla de Stephen King, pero no se puede ser versión
criolla de King si a las justas vas 27 ejemplares vendidos… La bacanería del post está divorciada de la verdad del
lector, que decide en estos asuntos feriales. Hay, pues, que cambiar la
estrategia promocional. Miremos el pésimo ejemplo de Christian Hova, el ilustrador que
mintió a sus seguidores sobredimensionando sus logros mediante
las redes sociales.
jueves, julio 27, 2017
Entrevista a Patricia de Souza
A tu juicio, ¿crees que la lucha
feminista se ha estancado? La presente publicación es también una crítica al
feminismo.
Es una crítica al feminismo que no se
separa efectivamente del pensamiento hegemónico, sobre todo de una lógica
neoliberal: la mujer se empodera igualando al hombre, compitiendo y
reproduciendo esos valores que ella misma combate. El neoliberalismo y el feminismo
están muchas veces reñidos, o son antagónicos porque hacen del cuerpo de la
mujer una mercancía, piénsese en los “vientres de alquiler” que se promueve en
algunos lugares en Europa. O la prostitución regulada que promueven algunas
feministas (sic). El problema del feminismo en este tiempo es político, no solo
ideológico. Hay formas de dominación y control a través del pesamiento
aparentemente “liberador” de un feminismo occidental. Es delicado y complejo, y
hay que ejercer una crítica de los valores culturales que se promueven como
universales.
…
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miércoles, julio 26, 2017
el berrinche como censura
Mientras doy cuenta de un café, en la
previa a las horas de investigación en la BNP, me actualizo con algunas
noticias al vuelo y encuentro una digna del más risible berrinche.
No es lo mismo un berrinche que una
censura.
Explico: el servicial exsecretario de
los poetas de Hora Zero, Paolo de Lima, califica de censura el hecho de que su
texto de contraportada no haya sido tomado en cuenta para la reedición del
poemario Un par de vueltas por la
realidad de Juan Ramírez Ruiz. Nos referimos a uno de los títulos más importantes de la poesía peruana contemporánea, que ve la luz tras 46
años.
Puedo entender su molestia, pero no la
mentira que esgrime: De Lima afirma que
su texto gustó (pueden leerlo en el primer comment) a “los editores” de Vivirsinenterarse,
cosa que sorprende, porque hasta donde sé, esta editorial solo tiene un editor,
Eduardo Reyme. Basta leer el texto para darse cuenta de que este no conecta con
un potencial interesado en la poética de JRR.
Denso.
Ideologizado.
Sin perspectiva.
Y, en especial, demasiado aburrido.
En caso de servir aquel texto, hubiera
ido en su versión extendida (y reescrita en su primera entrega) en el
prólogo, pero el que acompaña a la presente edición cuenta con una voz capacitada.
En otro orden de cosas, es justo indicar que la ausencia de este señor es también un acto de justicia literaria. No
pienso en sentimientos menores, no me interesan las bronquitas discursivas
entre HZ y Kloaka. Me importan, y siempre me han importado, los poemarios del
movimiento y del grupo, respectivamente. Un
par de vueltas por la realidad, te guste o no, Paolo, fue escrito y se dio
a conocer en la atmósfera horazeriana. No pretendas inscribirte en un poemario
horazeriano desde el franelismo, menos desde la traición. La poesía también
manda sus chicotazos y esta vez te chicoteó usando tus propias palabras, porque esa contraportada se censura sola.
martes, julio 25, 2017
editor
Aunque quería comentarlo días atrás, lo
puedo hacer hoy, puesto que, por fin, en La República, suben a su web un
artículo de Alonso Cueto sobre el editor Luis Valera (1943 – 2017), publicado
en la edición impresa del diario el pasado domingo 16 de julio.
Recomiendo su lectura, aquí.
Venía pensando en el artículo a razón de
su “novedad”, bueno, nos parece “novedad” lo que debería ser una normalidad.
Cueto destaca las cualidades de Valera
como editor. Bien sabe el lector informado que Valera fue el responsable, entre
varios proyectos editoriales, de la maravillosa revista de la BNP Libros & Artes, como también del extinto
suplemento cultural El caballo rojo,
que pueden encontrar en la Hemeroteca de la BNP.
En su paso por suplementos y revistas,
Valera demostró ser dueño de gusto y estilo exquisitos. No pensemos en otras
definiciones, la calidad de las publicaciones a su cargo exhibían criterio, o como
señala Cueto: “ofrecer una revista con textos interesantes era una cortesía al
lector.”
Sin embargo, llamó mi atención cuando
define a Valera como un hombre discreto, que trabajaba en silencio y que sabía
que el reconocimiento no era el objetivo de un editor. No lo dice por
brindarnos una imagen romántica de Valera, Valera era así. No lo conocí como sí
otros autores, pero en las dos ocasiones que hablé con él, me demostró que la
parquedad era parte de su personalidad. En este sentido, desconcierta la imagen
de Valera con la del editor peruano de hoy, la mayoría entregados a una
esforzada propaganda de sí mismos, en franco matrimonio con el relacionismo,
asumiendo la labor editorial como un medio para un posicionamiento de poder en
lugar de honrar su noble fin natural.
Tan perfil bajo era Valera que su muerte
ha pasado desapercibida en la prensa cultural peruana. Valera fue un gigante
silencioso de la edición, no pocas veces se le pidió “suavizar” o “dinamizar”
el contenido de las publicaciones a su cargo y su respuesta sin palabras
siempre fue la misma: o colgar la llamada o retirarse sin más.
viernes, julio 21, 2017
breece d´j pancake
Aunque desde hace algunos años lo tenía
en el radar, me arrepiento de haber tardado tanto en conocer la narrativa del
escritor norteamericano Breece D´J Pancake. Por ello, eventual lector, no
cometas el error de quien escribe estas líneas, antes, te sugiero, averigua,
cruza información y sumérgete en una poética que tiene el suficiente poder de
empaparte de sudor, impregnarte hastío y abrir tu mente luego de una rotunda
serie de patadas en el alma.
Pero ¿quién es Breece D´J Pancake? Como
ya señalamos, estamos ante un narrador norteamericano que, de no suicidarse a
los veintiséis años en 1979, sería a la fecha uno de los puntales de la
tradición narrativa a la que pertenece. Podría sonar exagerada semejante
especulación, pero nuestras sospechas se corroboran y potencian en la epifanía
que nos depara su primer y único libro, el póstumo cuentario, publicado en
1983: The Stories of Breece D ´J Pancake.
La aparición de esta publicación fue un
acontecimiento que remeció el circuito literario gringo de aquellos años. No
tardó en ser saludada por plumas de la talla de Kurt Vonnegut, Joyce Carol
Oates y Margaret Atwood. Pancake tenía lo básico y lo extra para ser
considerado un escritor de culto: en primer lugar, su enorme talento; y en
segundo, su temprana muerte. Hoy en día sus relatos son de lectura obligatoria
en todos los programas de Escritura Creativa de Estados Unidos. Bien podríamos
calificarlo de escritor para escritores, pero sería bueno diferenciar el
sentido: no confundamos: no es lo mismo escritor para escritores que escritor
para quienes quieren empezar a escribir. En la narrativa de Pancake es posible
detectar varios niveles de lectura: tenemos el mundo del autor, su voz, el
tratamiento de sus personajes, las estructuras que emplea, pero, ante todo, el
hechizo discursivo que se despliega en una pesadez de la prosa que convierte
cada palabra en fuego en estado de gracia.
Los lectores en castellano no tendríamos
idea de Pancake sino fuera por la apuesta de una editorial independiente. Bien
sabemos que la calidad literaria no es garantía de apuesta para un grupo
editorial grande que, como tal, le interesa vender, aunque no haya nada de malo
en ello. Pero así como Pancake es un autor para escritores, lo es también para
lectores entrenados, formados en la exigencia discursiva, ergo, no es un
escritor para el llamado gran público lector. Por ello, no sorprende que lo
leamos en un sello independiente de la contundencia de Alpha Decay, que en 2012
publicó, en traducción de Albert Fuentes, los cuentos de Pancake bajo el título
de Trilobites.
Antes de enfrentarnos a los cuentos,
leemos la presentación de John Casey, escritor, catedrático de la Universidad
de Virginia y albacea de la obra de Pancake. En su texto, nos cuenta que ayudó
a Pancake a ser parte del programa de Escritura Creativa de la universidad, que
desde la primera vez que leyó su primer cuento percibió una mirada privilegiada
para narrar y que fue también testigo de su conversión al catolicismo más
ultramontano. Casey nos ofrece el retrato de un hombre misterioso, criado en la
zona rural de Virginia, dato que se refleja en lo que dice al respecto: “Era
grande, huesudo, con los hombros algo caídos. Tenía el aspecto de alguien que
ha trabajado duro a la intemperie”. Además, consigna una de las citas favoritas
de Pancake, de la Biblia (Apocalipsis 3: 15 – 16): “Yo conozco tus obras: que
ni eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o hirviente! Mas porque eres
tibio y no frío ni hirviente, yo te vomitaré de mi boca.”
En este par de datos hallamos el tema
central de los doce cuentos que componen Trilobites:
la culpa en todas sus variantes.
La culpa, pero culpa con sabor a tierra
y como medio para llegar a la redención a la que aspiran los personajes de los
cuentos: el homónimo de la publicación, Quebrada,
Una habitación para siempre, Cazadores de zorros, Una y otra vez, La marca, El Broncas, El honor de los muertos, Como debe ser, Mi salvación, De la leña seca
y El primer día del invierno.
Ningún cuento podría ser calificado de
proeza técnica, por el contrario, vienen rubricados por una elemental funcionalidad,
y, hasta cierto punto, es entendible esa elementalidad, pues estamos ante un
narrador en plena formación. Desde este punto, no tendríamos problemas si
afirmamos que nos encontramos ante textos de taller que transitan por la
seguridad formal. Sin embargo, esta seguridad es lo de menos, en realidad no
importa por tratarse de una pequeñez ante la contenida furia discursiva de
Pancake.
A saber, cuentos como Mi salvación, La marca, El Broncas y El primer día del invierno, nos brindan
una certeza: el autor era un discípulo aprovechado de Faulkner en cuanto a la
tragedia cotidiana. Sus personajes anhelan huir de Virginia, tener otra vida,
aspiración que pueden lograr pero que no consiguen por abulia o un extraño
sentimiento que los une a la tierra en que crecieron. Son personajes que se
asumen culpables, pero no saben de qué son culpables, son también dueños de
conductas extrañas, llenos de desconfianza y por eso excesivamente prejuiciosos
en sus acciones.
Por otra parte, Pancake brinda un testimonio
de época vista desde la lejanía de la visión rural, como la referencia a la
Guerra de Vietnam en El honor de los
muertos, uno de los mejores cuentos del volumen. En Pancake todo es lejano
y cercano, y he allí la columna de la pesadez de su voltaje narrativo que vemos
en toda su expresión en los dos cuentos mayores: Trilobites y Cazadores de
zorros. Al respecto, no dejo de preguntarme por qué el libro no se tituló Cazadores…, pero tengamos en cuenta que Trilobites guarda relación con esa
fastidiosa sensación a tierra y pasto, a óxido y descomposición que proyectan
cada uno de los cuentos.
Acabada la lectura recordé el prólogo de
Antonio Muñoz Molina a la edición de los cuentos completos de Juan Carlos
Onetti. Allí, el narrador español indicó que tras leer por primera vez al
uruguayo sufrió una insoportable sudoración en todo el cuerpo. Sin exagerar,
uno también queda con esa sensación luego de leer a Breece D´J Pancake.
…
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jueves, julio 20, 2017
no mata
Ayer en la tarde, mientras daba cuenta
de un pastel de acelga y un espresso en La espiga de oro en Barranco, leía un
libro de ensayos de John Gray, El alma de
las marionetas, que pintaba muy bien. Le prestaba especial atención a las
páginas dedicadas a Philip K. Dick, cuando por la ventana del local, la de Sáenz
Peña, alguien me pasaba me llamaba. Entonces, volteo y me topo con la cara de Marco
pegada a la ventana, la presión con el vidrio había deformado su nariz.
Cerré el libro y le dije que entrara a
la panadería. No veía a Marco en muchísimos meses y lo último que supe de él
fue que había estado de viaje por el interior, motivado por el propósito de
escribir un cuentario sobre una serie de asesinatos cometidos en Monsefú en la
década del veinte del siglo pasado. Lleva algunas semanas en Lima, viviendo en
un cuarto que cumple con las comodidades mínimas, espacio en el que pasará a
Word los cuentos, o ideas de tales, que ha estado escribiendo en cuadernos y
libretas.
Durante su periplo por pueblos norteños,
Marco trabajó como asesor de comunidades, brindando charlas preventivas ante
posibles desastres naturales. La paga era mínima, pero le resultaba suficiente
para seguir viajando y “captando impresiones”, tal y como me decía mientras
daba cuenta de un capuccino. Y sobre él estuvimos hablando, o más bien, lo
estuve escuchando; en su discurso impresionista le era imposible librarse de “captando
impresiones”, “graneando la vida”, “soliviantando la furia”, “buscando la pulpa
de la vorágine”, “escarbando en mí” y demás huachafadas dignas de escritor peruano
promedio no necesariamente con libro publicado. En otra ocasión hubiese hecho
el señalamiento respectivo, pero si algo he aprendido es que puedes cambiar
muchas cosas, menos extirpar la raíz del mal gusto. La huachafada, felizmente,
no mata.
miércoles, julio 19, 2017
acojudamiento
A este paso tendremos que aceptar una
catastrófica realidad en el Bicentenario: la llegada de un Fujimori a la
presidencia. Motivos no escasean: los colectivos de izquierda y la ciudadanía
antifujimorista viene perdiendo el tiempo en auténticas cojudeces mientras que
el menor de los Fujimori no deja de ganar adeptos en las calles. Basta caminar
y toparse con la gente, escuchar lo que se dice de Kenji y, de esta manera, ser
testigo del espanto que produce la ignorancia y la elementalidad de criterio
que signa a millones de mujeres y hombres en Perú.
Mientras terminaba de leer una novela
que me ha aburrido por mala y fría, pensaba en la abulia que ha contagiado
hasta a los más achorados de las protestas, incluyendo a los adalides de la
superioridad moral. Trato de entender este acojudamiento colectivo, incluso llegué
a pensar que se debía a los bruscos cambios de clima (en este país, todas las
especulaciones son permitidas). Pero nada, el espíritu vigilante se está
desmoronando y nadie parece hacer algo contra ello, y eso que no pocos hicieron
en su momento un buen negocio discursivo con la cantaleta del “espíritu
vigilante”, que solo tiene utilidad en las redes sociales, como si su objetivo
fuera el Like, ese risible saludo, el mínimo gesto que condecora el esfuerzo
del hacedor del post.
Me pongo a pensar en alguna fuente
textual que me ayude a entender esta caída libre. Sé que la respuesta la tengo
a la mano, y solo debo respirar hondo para hallarla, porque siento que lo he
releído días atrás. No pasan muchos segundos para dar con la fuente textual,
que descansa debajo de una pequeña torre de libros que sostienen cinco
películas en dvd de Kiyoshi Kurosawa.
El libro en cuestión: Los cojudos de Sofocleto.
martes, julio 18, 2017
vigencia hz
Mientras releo la nueva edición de Un par de vueltas por la realidad
(Vivirsinenterarse, 2017) de Juan Ramírez Ruiz, me es imposible no preguntarme
por la extraña situación del Movimiento Hora Zero. Extraña porque no tiene
academia pero sí centenares de seguidores que se despliegan por generaciones,
algo de lo que no pueden presumir otros grupos poéticos, que tienen academia,
pero no seguidores. Pero no es el momento de las comparaciones, que llegarán y que
se sumarán a las ya realizadas.
Más allá de sus postulados como
movimiento y dejando de lado sus logros, excesos y fracasos, no olvidemos que
en su cobijo se gestaron tres poemarios de indiscutida calidad, que perviven en
vital juventud al día de hoy: Kenacort y
Valium 10 de Jorge Pimentel, En los extramuros del mundo de Enrique
Verástegui y este de JRR. Sin duda, hablamos de una primera etapa por demás
privilegiada para cualquier movimiento literario en el mundo. Imagino aquella
década del setenta, tan generosa en fervor poético, y asumo que esos tres
poemarios significaron un acontecimiento, primero para sus autores, pero ante
todo para los lectores de poesía peruana, los verdaderos responsables de la
vigencia horazeriana.
Habría que fijarnos en los libros, no en
posturas dignas del exceso juvenil. Los libros son los que quedan al final y
del movimiento horazeriano cada uno de sus integrantes ha sabido forjar una
trayectoria, es decir, han bailado con su propio pañuelo. En ese sentido, y sin
ser fanático del discurso horazeriano, se tiene que reconocer que estos poetas
han jugado limpio y se han mostrado más coherentes en su relación con la poesía.
Lo demás es poder, institucionalidad, academia, favores, argolla,
lustrabotismo, arrastrismo, arribismo y demás maravillas.
lunes, julio 17, 2017
antifil / jrr
A pesar de sentir las resonancias del
concierto progresivo de la noche del sábado, y confirmando una vez más que el
trago no va conmigo, alteré mis costumbres liberas dominicales para visitar la
segunda edición de la Antifil, que esta vez se desarrolla en una casona de
Carabaya, a no más de cuarenta de metros del Directorio.
Era una visita programada, ya que a las
4 de la tarde llevaría a cabo una charla sobre narrativa peruana última con Joe
Iljimae, Stuart Flores y Christian Solano. Por ello, llegué antes a la casona,
con la idea de recorrer los ambientes de la Antifil con tranquilidad, cosa que
hice y pude constatar que la organización se tomó en serio esta vez las cosas,
desde la disposición de los expositores y los ambientes dedicados a muestras de
artes plásticas. Es posible constatar un buen gusto en los dos pisos que
albergan esta segunda edición ferial. Claro, habría que mejorar algunas cosas,
como la comunicación de las actividades en las redes sociales, pero creo que
este punto será superado, puesto que aún faltan varios días para su clausura.
Además, y es justo decirlo, en esta Antifil sobra la buena onda que se percibe
en el ambiente. A saber, mientras caminaba pude ver a más de una familia
visitándola.
También fue un gusto encontrarme con
Eduardo Reyme, editor de Vivirsinenterarse. Reyme, mediante su sello, presentará
este sábado 22 la reedición de uno de los poemarios capitales de la poesía
peruana contemporánea, leído y admirado en fotocopias por varias generaciones
de lectores. Me refiero pues a un libro radiactivo, que genera veneración y
refuerza convicciones, detalles tan necesarios en la práctica poética hoy en
día. Creo que algún día se tendrá que contar sobre la persistencia de Reyme en
este rescate de Un par de vueltas por la
realidad de Juan Ramírez Ruiz.
domingo, julio 16, 2017
sábado, julio 15, 2017
contra la banalidad
Mientras espero la hora de un concierto
psicodélico en La Molina, en donde un amigo hará la presentación de su
poemario, me pongo a ordenar algunas publicaciones peruanas que he leído en
estos meses. El ordenamiento es necesario porque ya me estaba desbordando de
libros que tapaban los títulos que tengo por leer.
Entre las publicaciones encontradas,
hallo Manifiesto (Bardoborde
Editores, 2017) de Lourdes Rojas.
Leí el libro meses atrás y lo volví a
leer en este nuevo encuentro. Hablamos de una publicación que podríamos ubicar
en la galaxia de los libros objeto, y solo bajo este formato podemos encontrar
la coherencia que la autora exhibe en su discurso, que podríamos calificar de
híbrido, mas solo en la primera instancia de la apreciación, porque lo leído va
más allá de las abiertas fronteras del mismo. Por ello, no hay que hacernos
problemas sobre su pertenencia genérica y situarnos únicamente en la experiencia del texto. Eso es lo que hace
Rojas, escribir textos sin importarle su linaje, lo que permite la exhibición
de una libertad en la que hace uso de recursos poéticos y ensayísticos, mediante los que plasma una
clara actitud de denuncia personal contra la banalidad del ejercicio literario.
Si la autora hubiese optado por una
denuncia en un registro clásico, estaríamos ante un texto más. Entonces, en esa
apuesta ajena a las estrecheces de miras de los que andan por los caminos
seguros de la escritura, es que nos encontramos con un fuego discursivo que se
presenta en distintos ropajes de escritura. Como lector uno se pregunta qué
está leyendo y gracias a este extrañamiento ingresa a la experiencia literaria,
puesto que el lector siente los golpes (nada livianos, por cierto) en cuotas
lúdicas. Ese es el mérito mayor de la publicación, su extrañamiento sin
pretensiones, su hechizo verbal en la sencillez de la libertad creativa.
viernes, julio 14, 2017
seditas y desatados
Bueno, nuestra intelectualidad es lo
máximo. Si alguna vez queremos ver ejemplos de coherencia en su dimensión sin
atenuantes, solo habría que fijarnos en nuestros indignados de las redes
sociales.
Claro, se puede criticar las fallas de
nuestro sistema judicial, cuestionar por qué Ollanta Humala y Nadine Heredia
han sido sentenciados a prisión preventiva, cuando Alan García y Alejandro Toledo
aún siguen libres. En este sentido, vale el reclamo de nuestros filósofos y
revolucionarios de las redes, y queda en la población pensante y de buena
voluntad ejercer todo tipo de presión para que los criterios de justicia se
cumplan para todos, no solo para los menos sinvergüenzas.
Pues bien, ¿alguien en su sano juicio
sería capaz de aseverar que Humala y Heredia son inocentes de los cargos que
les acusan? Apliquemos el sentido común y no nos prestemos a los sinuosos
discursos legales, que como tales pueden brindar presunción de inocencia hasta
en gentuza como “Caracol”.
Pongámonos serios y aferrémonos a los
principios que se proclama defender. Partiendo de esta base, no nos toparíamos
con tanto intelectual barato que pretende conducir hacia los terrenos del hueveo
un hecho evidente, como acabo de ver en Gustavo Faverón y “Chibolín”. Al menos
el primero no olvidó tomar su agüita de azahar y por ello se muestra sedita en
su discurso tras el fallo del juez Richard Concepción; en cambio el segundo,
fiel a su estilo de la indignación estratégica, se desata, se le cruzan los
chicotes una vez más en su esperado show para la platea ávida de diversión.
No me alegra lo de Humala y Heredia, por
el contrario, me apena lo que esto significa para el país. Nuestros últimos
presidentes vienen siendo acusados de corrupción y lo ideal es reflexionar
sobre este daño moral que se ramifica en cada uno de nuestros ámbitos como
sociedad, daño que vemos hasta en los llamados mentores de la superioridad
moral, porque me pregunto, y más allá de este fallo de la prisión preventiva:
¿no creen que es hora de dejar los ánimos amicales e ideológicos de lado cuando
sobre Humala recaen acusaciones sobre violación de derechos humanos, más aún
cuando vienen apareciendo cadáveres (eso: cadáveres) que refuerzan la leyenda
negra del ex “Capitán Carlos”? Ojalá algún día el sedita y el desatado puedan decir
algo al respecto. Hacerse el desentendido con un asesino no es moco de pavo,
muchachones.
jueves, julio 13, 2017
Entrevista a Miguel Gutiérrez (1940 - 2016)
Hoy jueves 13 de julio, se cumple un año
de la partida del escritor peruano Miguel Gutiérrez.
Para muchos lectores y escritores
peruanos, Gutiérrez no solo fue una de las mayores voces narrativas de nuestra
tradición literaria, también una figura tutelar que siempre estuvo atenta al
proceso narrativo de autores experimentados y jóvenes. Por las manos de Gutiérrez
pasaron cuentarios y novelas que a la fecha resultan referenciales en la
narrativa peruana contemporánea. Gutiérrez los leía sin importarle su condición
de inéditos y, muy propio de él, siempre brindaba palabras de aliento no
exentas de temible rigor crítico. Es que Gutiérrez, aparte de ser un gran
narrador, canónico, fue también un voraz lector. Era conocida su pasión por la
lectura, al punto que llegó a sufrir accidentes de tránsito por seguir leyendo
un libro que lo tenía obnubilado.
En lo personal, esta entrevista, realizada en febrero de 2005, significó un reto mayor, pero también fue la puerta de entrada a una amistad
que se mantuvo firme a lo largo de los años. Las distintas posturas políticas e
ideológicas jamás fueron impedimento para que conversáramos durante horas sobre
los libros que leíamos, como también de lo que ocurría en nuestras vidas. La
diferencia generacional se diluía gracias a esta compartida pasión por la
lectura, que Gutiérrez llevaba con la generosidad por compartir, ajeno del tonto
afán por mostrarse superior por lo mucho que había leído y seguía leyendo.
Sin exagerar, las respuestas de
Gutiérrez tendrían que ser guardadas en un archivo especial.
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miércoles, julio 12, 2017
maravillosa izquierda
Mientras doy cuenta de un jugo de
naranja y una rica taza de café, leo los diarios locales.
Vergüenza, esa es la palabra que califica
la situación de Ollanta Humala y Nadine Heredia, para quienes la fiscalía ha
pedido prisión preventiva por lavado de activos. Eso, para empezar, porque
habrá otro proceso por violación de derechos humanos, por los que Humala tendrá
que responder en otrora rol de “Capitán Carlos”. Los cuerpos están apareciendo
y hablan desde el más allá.
Aunque no quiera, tengo que abordar el
tema con mis amigas y amigos de izquierda, a los que reconozco su compromiso,
mas cómo justificar este eclipse ético. Más de una vez lo he dicho en este
espacio: me cuesta entender el apoyo de la izquierda a un cachaco violador de
derechos humanos. En otras palabras: un apoyo a alguien que representaba lo que
siempre ha criticado.
Como el chupo explotó, ahora más de uno
quiere zafar cuerpo, hablando del indulto a Fujimori, del poco carácter de PPK,
de la reunión entre PPK y Keiko… En fin, todos los temas sirven de útiles
barajos para los berrinchosos especímenes de la zurda, los reyes de la milonga
indignada en las redes sociales. De algunos de ellos, me ocuparé después.
Y como también lo señalé, ante este
desastre moral de la izquierda, no solo hace falta la unión de esta que propone
el maestro César Lévano, sino que debe partir de una autocrítica por la
traición de sus principios. No ha sido pues moco de pavo el incondicional apoyo
a Humala. Los líderes de la izquierda sabían de sus crímenes en Madre Mía, pero
los pasaron por alto. Como nunca antes estaba ante la posibilidad de ser
gobierno y había que jugársela por el todo o nada. Ahora vemos los maravillosos
resultados.
de mafiosos e hijos de puta
El martes, luego de mis horas de
investigación en la BNP, decidí ir a La Rocca por un espresso y un pan con
chicharrón. Mientras caminaba hacia el café, a paso lento y con un pucho recién
prendido, revisaba las últimas noticias sobre la tragedia ocurrida el pasado
domingo en el Cerro San Cristobal, quizá uno de los espacios más populares de
la ciudad.
De lo leído, no me sorprende que ningún
organismo edil quiera hacerse cargo de la responsabilidad del accidente. Tanto
la Municipalidad de Lima como su homóloga del Rímac están capitaneadas por dos
alcaldes de dudosa calidad moral, sindicados por sus vecinos como enemigos de
la decencia y arrechos de poder económico cada vez que tienen la oportunidad de
llenar sus bolsillos.
Pero no solo hablamos de un par de sinvergüenzas,
como lo son Luis Castañeda Lossio y Enrique Peramás, sino de las sendas redes de
corrupción que representan. Redes de corrupción que ahora han entrado en
conflicto a causa de la tragedia, el conflicto es tal que ni siquiera pueden
redactar un comunicado entendible contra la informalidad turística, la misma
que ellos permitieron que funcione en el trayecto que comunica a la cima del
cerro.
Imaginaba esta situación: Castañeda y
Peramás, haciendo múltiples llamadas, rodeados de papelucheros, de los que uno
por bando, ya conversado y negociado, “aceptará” la responsabilidad
administrativa, porque eso es lo que quedará de todo ello, la burocracia como
salvación mediante en un vasallo que por lo bajo será recompensado de algún
modo. Así funcionan las mafias.
De lo otro, de los hijos de puta que
robaban a los heridos y muertos del accidente. Si en caso yo hubiese estado
presente, no me conformaba solo en la airada queja verbal, sino pasaba a la
acción inmediata, a la justicia que vale en esos momentos: un letal ladrillazo
en la cabeza. Hay gente que no merece vivir, así de simple.
martes, julio 11, 2017
lunes, julio 10, 2017
la deuda del copé
Un ensayo de Mateo Díaz sobre los
premios Copé llama mi atención en esta mañana de lunes. Si gustas, lo puedes
leer aquí.
Por ello, me puse a revisar los títulos
ganadores de las últimas ediciones de los Premios Copé de Novela, Cuento y
Poesía. Pero reconozcamos primero la valía del Copé como estímulo, más aún en
un país como el nuestro, que ofrece todas las alternativas, y las aún por inventarse,
para que nadie abrigue la más mínima posibilidad de dedicarse por un tiempo a
la creación literaria. El Copé, en ese sentido, es un persistente milagro
cultural y su sola existencia debe ser celebrada cuantas veces sea posible.
Este fugaz viaje al mayor premio del
oficialismo literario peruano me permitió reafirmar viejas y gratas impresiones
con algunos cuentos y poemarios ganadores y finalistas. Pienso en los cuentazos
de Óscar Colchado, Fernando Iwasaki y Christ Gutiérrez; y en los poemarios de
Óscar Limache, Miguel Ildefonso, Jorge Nájar, Domingo de Ramos, Jorge Eslava y
Juan Cristobal.
Sobre las novelas ganadoras, reconozco la
fuerza narrativa de Luis Fernando Cueto y Julián Pérez, los autores más
importantes del Copé de Novela hasta el momento, pero siendo sincero, ni Ese camino existe (2011), ni Criba (2013), son lo mejor de su producción.
En cuanto al Copé de Ensayo aún no puedo decir mucho por tratarse también de un
premio joven.
Entonces, ¿qué ocurre con los Copés de
Cuento y Poesía? ¿Por qué en casi 40 años de vida no ha entregado lo que los
lectores peruanos esperamos: más de una incuestionable obra maestra? El sentido
común nos indica una triste realidad: el Premio Copé ha construido su prestigio
en base al dinero que otorga. Especulemos: ¿el Copé tendría impacto si
recortáramos su monto pecuniario? ¿Y la calidad literaria? Bien gracias. Por
esa razón, los lectores condenan a sus autores al inmediato olvido. En ello no
tiene nada que ver la pésima logística de distribución y difusión que Petroperú
hace de sus libros premiados. Si los libros premiados exhibieran una calidad
excluyente, estos no demorarían integrarse en el imaginario de los lectores.
Tratemos
de explicar esta catástrofe, busquemos una razón, entre varias posibles, que nos
brinde luces de la situación, a saber: pienso en la mayoría de los integrantes
de sus jurados, que transitan por senderos seguros, privilegiando la fuerza del
tema y cerrando filas en contra de miradas y sensibilidades distintas a nuestra
tradición literaria. Pregunto: ¿acaso un talentoso autor de una novela o un cuento
de ciencia ficción tendría opciones de ser tomado en cuenta por el jurado de
ocasión? Pues no. Para entrar al bolo, el autor debe ajustarse a los Hits,
apunta si quieres ganar: violencia política, historia, inmigración,
antropología y sociología. Sazonas al gusto y listo el pollo.
Sin embargo, no nos olvidemos del otro jurado, más silencioso y que viene
pasando piola, aquel que se encarga de la preselección. Queda fuera de
discusión el nivel intelectual del jurado oficial, pero qué garantía se tiene
de los responsables del filtro. Hay pues mucho que hacer en las entrañas del
Copé.
sábado, julio 08, 2017
una historia sobre la ambición
Suelo llegar tarde a las series, del
mismo modo a las películas, y aunque no se crea, también a los libros. No me
gusta, pues, la fiebre por la novedad, menos por presentarla sin antes no tener
una idea reposada de lo que pienso decir, si en caso me animo a decir algo de
algunas de estas novedades.
Pese a su irregularidad narrativa, a lo
laxo e inverosímil que puede resultar en ciertos capítulos, la serie House of Cards se justifica en su
esencia narrativa: el viaje hacia las bajas pulsiones por proteger y ostentar
el poder político conseguido por los Underwood. Estas inmersiones por los
caminos de la ambición son las bases que han mantenido a la serie en sus
mejores momentos y en los menos logrados, o en temporadas, como la última
recién estrenada, que tienen lo peor y lo mejor del proyecto de la serie. Sobre
la quinta temporada, vengo leyendo y escuchando sentencias por demás injustas,
como si se hubiese esperado la continuación de la contundencia vista en la
cuarta temporada, en especial en los últimos episodios de esta.
Lo que esperaba no era una continuidad
de la contundencia, solamente la no traición de su ánimo nervioso, que llega a
buen puerto como historia, mostrando en el proceso su carne y a la vez su
hueso. Por ello, cada vez estoy más seguro de que House of Cards no será una obra maestra en la tradición de las
series, pero sí una de las más vistas, mucho más que algunas obras maestras de
esta tradición. No debería sorprender: se nos cuenta una historia sobre la
ambición.
indulto a la vista
Si los fujimoristas esperan el indulto a
su líder, bien se justifican sus esperanzas, porque la marcha contra el posible
indulto a Fujimori, realizada hace algunas horas, fue un tremendo fracaso. Y ya
van dos marchas que mueren al momento de llevar a la práctica su promocionado
entusiasmo. Recordemos la marcha contra la corrupción de meses atrás, que se
anunciaba de contundente y que terminó a la hora de su recorrido.
Algo pasa, la revolución e indignación
que vemos en las redes sociales se estrella a causa del desgano, en la poca asistencia
que ni siquiera llenó la octava parte del punto de concentración, la Plaza San
Martín. Fui con la idea de encontrarme con varias decenas de miles de personas,
pero a duras penas los millares no pasaban de los dedos de una mano, y pienso
que estoy siendo considerado al respecto.
Quizá sea hora de dejar los ánimos de
lado, el alboroto revolucionario y comenzar a convocar gente más capacitada
para la organización de esta clase de manifestaciones, a menos que el grueso de
la población antifujimorista no vea con malos ojos la libertad del patriarca
naranja y solo se indigne si este tiene posibilidades de llevar a uno de sus
hijos a la presidencia. Ambos escenarios favorecen los propósitos naranjas y refuerzan
la actitud del Presidente de la República, que en un juego de conceptos que
solo pueden entender y aceptar anormales, pretende disfrazar el indulto con un
perdón médico.
Por más explicación que se busque,
cuesta entender la pusilanimidad de los llamados indignados, muchos de ellos con
comprensibles ambiciones políticas pero que hacen acto de ausencia cuando se
requiere su presencia. Una marcha como esta tenía que ser un éxito, una suerte
de fuerte llamado de atención a la debilidad de carácter de PPK, o, en todo
caso, una muestra de apoyo popular para que no cometa lo que piensa hacer.
viernes, julio 07, 2017
indulto / cerrar
Mientras espero la hora de la marcha
contra el posible indulto a Fujimori, me pongo a revisar un texto que escribí
días atrás y que en las próximas horas publicaré.
Queda claro que un indulto a Fujimori
sería no menos que un retroceso para el país, pero más que analizar su aciaga
posibilidad, presto atención a su causa. En este sentido, muchos privilegiados
de la educación y la cultura tendrían que aceptar su culpa por la dejadez y la
soberbia que los llevó a subestimar una fuerza política compuesta de millones
de peruanos a la espera de un despertar. Este despertar lo acabamos de ver
meses atrás con la hija del dictador y posiblemente a futuro con el menor de
los Fujimori. Joda o no: la gente ama a Kenji. Solo hay que caminar por las
calles para corroborarlo.
No se aprovechó, cuando se pudo, la oportunidad
de socavar el discurso fujimorista y ahora somos infelices testigos de su
renacimiento, expresado en ese bestialismo carente de formas para el diálogo.
Podría parecer exagerado y hasta excluyente, pero en mi experiencia personal no
he conocido a fujimorista alguno que pueda calificar de inteligente, por el
contrario, todos ubicados a años luz de la cultura y el pensamiento. Por eso,
ante la dejadez de los años, ahora tenemos que salir a las calles a protestar
contra lo que podría ser la mayor mancha moral en nuestra historia republicana,
cuando la solución está a la vista, avalada y protegida por la constitución:
cerrar el congreso.
jueves, julio 06, 2017
conocerse
Días atrás hice una donación de libros a
un proyecto de biblioteca. No doné lo que me sobraba, porque libros no me
sobran, pero también sé que muchos de ellos no los volveré a leer. Y un dato
curioso, tenía títulos repetidos. Por cierto, todos los libros donados estaban
en buen estado, no tiene sentido donar lo inservible, como lamentablemente veo
en ciertas almas innobles que donan hasta guías telefónicas pasadas.
Mientras los acomodaba en cajas, uno
refulgió en la fuerza de su revelación. Me pregunté qué hacía allí y me cercioré
si tenía otro ejemplar en los anaqueles de mi biblioteca.
Horas después, releí esa maravilla
llamada La llama doble de Octavio
Paz.
Hubo un tiempo en que la releí muchas
veces este ensayo del mexicano y no sé a razón de qué dejé de frecuentarlo. En
este sentido, su relectura me permitió corroborar una vez más el pensamiento
del mexicano, la fuerza de su vigencia discursiva.
Dice mucho, y sabe cómo decirlo.
De los no pocos senderos relacionados con
el amor, abordados con erudición y sencillez, llamó mi atención cuando aboga
por este en tiempos de peste,
refiriéndose pues al Sida. Para cualquier “mente actual de avanzada”
(entrecomillado adrede), este solo enunciado podría ser considerado anticuado,
desfasado, con mayor razón cuando hemos sido testigos de las miras prejuiciosas
que, al respecto, exhibió Vargas Llosa en La
sociedad del espectáculo. Una muestra de muchas: para Paz el amor es la
solución ante el Sida. El amor como camino opcional a la degradación del goce.
Cuando se refiere a esta degradación, lo hace en función a la falta de
profundidad en la idea de placer, obediente de modas de pensamiento alimentados
por el efectismo y la ignorancia, asumidos por mujeres y hombres aún más
ignorantes que sus emisores. Lo que indica Paz es que las mujeres y los hombres
tendrían que partir de un conocimiento personal de su emotividad y sentimiento,
entonces su puesta en escena, sea cual fuere su práctica, brindaría una
característica básica: nuestra diferencia de los animales.
Considero necesaria la lectura de La llama doble, más en estos tiempos de laxos
discursos signados por la mentira. Un libro que tendría que reeditarse, sin
duda.
lunes, julio 03, 2017
cuando no se puede ser
El último título de Fernando Ampuero, Lobos solitarios (Peisa, 2017), nos
depara más de una impresión, sea en su dimensión narrativa y en su alcance emocional.
Celebremos también el regreso de la plaquette, formato de publicación que
durante años ha sido injustamente olvidado por muchas editoriales peruanas, que
no tienen en cuenta que mediante la plaquette se han publicado títulos muy
valiosos para nuestra tradición literaria.
De las frases leídas en este muy buen cuento,
quizá una nos pueda explicar la razón de su propósito formal. Dice el narrador
de la historia: “Soñaba armar historias complejas con palabras sencillas”.
Para quien escribe, en esta sentencia
yace la radiación de la poética de Ampuero, que en la sencillez de su estilo
transmite más allá de los cotos de su argumento. El autor no solo nos presenta
el retrato de un par de escritores frustrados, sino que los mismos podrían ser
metáforas de la negación para la escritura luego de una entregada persistencia
en la misma. Bien hace el narrador de la historia al hermanar a Edmundo y
Xavier, a quienes conoció en la revista Caretas en los años ochenta, en la
galaxia de Bartleby y compañía de
Enrique Vila-Matas, porque son escritores que se bloquean por circunstancias
ajenas al ejercicio literario.
Sin embargo, Edmundo y Xavier
representan casos distintos. El primero publica en México una novela saludada
por el mismo Juan Rulfo y el segundo considera que lo que viene escribiendo es
una obra maestra. Desde un punto de vista simbólico, nos encontramos ante un
par de escritores a los que el destino ubica en el misterio. El lector se
inquieta ante lo que pudo significar Edmundo para la narrativa peruana contemporánea
de haber recibido la atención que merecía y se pregunta por Xavier: ¿acaso pudo
ser un buen narrador que debió ser leído?
En esta radiografía del fracaso, Ampuero
también nos brinda una actitud de vida por medio de Edmundo y Xavier, quienes carcomidos
por las ansias de reconocimiento pudieron llegar a ser impresentables homúnculos
literarios si se lo proponían, pero no fue así, ellos renunciaron a sus lícitas
ambiciones literarias y enfrentaron en soledad sus batallas contra el alcohol y
la locura. Murieron olvidados y sin joder a los demás.
…
Publicado en SB
domingo, julio 02, 2017
sábado, julio 01, 2017
lg 11
De las revistas culturales que aparecen
y desaparecen en Perú, habría que prestar atención a Lima Gris, por su
persistencia y, ante todo, por su sentido de proyecto.
El último número, el 11, podría gustar o
no. Esta impresión encontrada es la sal de la revista, el sabor que la
diferencia de otras revistas que por caerle bien a medio mundo terminan
desapareciendo. Por ello, negar lo conseguido en los hechos, sería no menos que
una mezquindad.
Para no hacernos problemas: Lima Gris es
una especie de marca, pero a esta habría que diferenciarla para no guiarnos en
mescolanzas conceptuales: cosas distintas: la LG de las redes sociales, la LG
en su edición web, la LG de la radio y la LG en formato de revista. De todas
estas variantes, me quedo con la versión impresa, mucho más pensada y ajena a
los apuros de indignación de su director Edwin Cavello.
En la LG que nos cita, asistimos a un
especial sobre César Vallejo, a cargo de Rebeca Ráez y Eloy Jáuregui. No es
para menos, se celebran 125 años del nacimiento de nuestro poeta mayor.
Partiendo de esta base, encontramos el mejor artículo que nos ofrece el
presente número: Martín Adán y yo en las
calles de Lima del poeta, narrador y ensayista José Rosas Ribeyro. Sobre
este texto, escribí en su momento. Y sirve consignarlo otra vez por su carácter
revelador sobre un poeta peruano que merece ser más leído y de quien nos
extrañamos que todavía no exista una biografía a la altura de su grandeza.
Leemos también las colaboraciones del “Comandante”
Rodolfo Ybarra, Gabriel Rimachi, Fernando Bogado, Mario Castro Cobos, Carlos
Sosa, Mario Navarro, Hans Herrera, Luis Felipe Alpaca (buena entrevista a
Fernando de Szyszlo) y Cavello.
Este número refleja lo que esperábamos:
la sustancial mejora en contenido de la revista. Pero también nos enfrentamos a
sus mismos baches: aún falta fortalecer criterios de edición, detalle básico en
estas lides, criterios de los que suponemos ya debe ser conciente su polémico director,
amigo de este servidor, por cierto.
senderismo de cantina
Despierto y siento la mente despejada. Y
me alegra que esté así, libre de contaminación, sin duda, a causa de la
caminata de ayer viernes. Suelo caminar mucho, pero lo de ayer hizo que
superara lo que he recorrido últimamente.
Obviamente, no podía acabar el periplo
sin dejar de asistir a las calles del Centro Histórico, que las veo igual, pero
sin la vida de antes, ¿o es que mi percepción ha cambiado en cuestión de
semanas? Saludé a algunos vendedores de libros y me puse a buscar revistas. Para mi buena suerte, encontré las que me interesaban y no pude
llevarme algo distinto de lo que tenía planeado en principio. A veces, ocurre: cuando lo que ves
no te llama la atención, simplemente pasas.
Al rato, entré al Don Lucho, suerte de
mítico bar que mantiene su esencia pese a la inevitable presencia de pedófilos
y lameculos de pedófilos. Como no había mucha gente, me ubiqué en una mesa y pedí una
Coca Cola. Algo simple porque no pensaba quedarme hasta tarde, solo saciar en
algo mi adicción por esta bebida. Aunque casi me quedo, ya que vi a una amiga
que en su momento fue mi amiga y que ahora, y no sé por qué, no lo es. Para despejar esa duda y alejarme del pesar, decidí revisar mis
cuentas virtuales para ver qué ha pasado en mis horas de desconexión.
Sé que tengo lectores, pero no sabía que
tenía fans. Según una amiga, esto es otro nivel: “tienes trolls”. Es verdad, y
no pienso ir más allá de su existencia, porque sé quién es mi último troll, un
escritor con cierto talento que nunca ha conseguido el lugar que según él
merece tener en la narrativa contemporánea en castellano. Así es, lo suyo no
solo se aboca a esta provincia en donde los escritores se pelean por mendrugos
y sobras de reconocimiento. Lo comprendo, porque lo conozco. Pese a su condenable actitud, aún
mantengo esperanzas de que cambie, porque no lo hace por mala persona, sino por
necesidad de atención.
A la mitad de la Coca Cola, un contacto
de Facebook coloca en su muro un video de Abimael Guzmán. En él, el cabecilla
de Sendero Luminoso niega su participación en el atentado de Tarata. Observo la
postura, la arrogancia y la matonería del viejo. Pienso en sus defensores,
porque aún los hay, que se manifiestan como senderistas de cantina una vez que
el alcohol toma posesión de sus cuerpos y mentes. Puedo entender a los
senderistas de cantina que rozan la base cinco, tan soñadores y poco leídos,
pero qué pensar del senderista chibolo, de aquel que aún no llega a los treinta
y cree que la atrocidad de Sendero se cartografía en una llamada Guerra Civil.
Algo, pues, ha pasado en la formación del senderista chibolo, mucho Dragon Ball,
harta chela y pocas lecturas.
He conocido a muchos senderistas de
cantina, que niegan ser tales en la lucidez, aunque les cuesta no manifestarlo.
Si en caso lo hicieran, se pondría en
entredicho el discurso ideológico, condimentado con superioridad moral, que
han edificado. Ese es mi Perú.