domingo, junio 30, 2019
Despierto relativamente temprano, la
atmósfera se manifiesta transparente, el silencio de la tranquilidad social y
no por ser necesariamente domingo. ¿A lo mejor se deba a que de sentirnos la
peor selección de fútbol pasamos a estar entre las cuatro mejores de
Sudamérica? Puede ser, muchas cosas contribuyen a esa sensación y poco o nada
importa si el triunfo de ayer ante Uruguay haya sido justo o no. Algún día
tenía que tocarnos, y más allá de que en las últimas ediciones del certamen
hayamos llegado a instancias de expectativa, queda todavía la sensación de los
años en que nos quedábamos en la fase de grupos de la Copa América y si en caso
clasificábamos a la siguiente era para regresar con la canasta llena de goles.
En la madrugada estuve en una reunión y
al llegar a casa prendí el televisor.
Otra vez el partido.
No tenía mucho sueño, tomé agua, preparé
café y me puse a revisar Aquellos años
del Boom (Debate) de Xavi Ayén. Así estuve hasta la tanda de penales.
Como recuerdan algunos, este título
circuló hace algunos años en RBA, pero en esta ocasión viene con información
adicional y un corte significativo de páginas. Igual, sigue siendo una
publicación voluminosa que aborda los entresijos del Boom latinoamericano.
No es un libro de crítica, sino uno que
transita por la dimensión periodística, que como acabamos de señalar, brinda
información más que atractiva, pero que está aderezada con ese condimento que
hoy en día muchos “moralistas” de redes condenan: el chisme.
Aquí el chisme, aparte de bueno, es la
sal en la gran mayoría de tramos, incluso se impone por no pocos momentos como
el verdadero protagonista de la publicación, mediante el cual nos permite
conocer las flaquezas y fortalezas de los actores estelares de una generación
literaria que recibió la atención del mundo entero y cuyos ecos en la narrativa
en español continúan ejerciendo un magisterio epifánico, solo Roberto Bolaño ha
sido capaz de enfrentar a los mounstros de esa galaxia del Boom.
Ya les contaré más.
viernes, junio 28, 2019
fuerza, tola
Cuando pensamos en la obra del artista
José Tola, ¿qué es lo primero que tenemos en mente? ¿Qué sensación nos invade
al punto de apreciar y admirar aquello que racionalmente no nos brinda
justificación alguna para ello? Sin duda, la violencia interna que proyectan
cada uno de sus cuadros. Admirar su arte nunca fue cuestión de contemplación,
sino de obligado compromiso ante una transmisión que inquieta y horada los
sentidos. Pero su caso es aún más especial. Pensemos en la persona. Pocas veces
hemos podido ver la coherencia entre vida y obra, cada cual nutriendo a la
otra, como una justificación volcánica que no admite las medias verdades. En un
medio cultural en que los artistas cuidan mucho sus palabras, en el que también
somos testigos de la puesta en escena del relacionismo, Tola nunca se perdió en
quedar bien con la platea. Decía lo que pensaba y hacía lo que quería. Es
decir, es un artista auténtico que nada le debe a la leyenda que los otros han forjado de él. Tola lo sabe,
aún más en estas horas difíciles en las que batalla con un cáncer galopante.
Fuerza.
…
9.90
Una fugaz mirada a las redes sociales
nos depara una realidad maravillosa: no hay escritor malo en la literatura
peruana. Todos son excelentes, la crítica los saluda y sus estados de Facebook
derrochan la cosmética discursiva de los mensajes a la nación. Likes y rebotes como cancha, que hacen
creer al chancateclas un autor de éxito, ya sea como el heredero rabioso de
Roberto Bolaño o el suplente conservador de Mario Vargas Llosa.
Sin embargo, tanta belleza no dura para
siempre, la pesadilla impone su ritmo cuando el escribiente apaga su Laptop y
se desconecta de Internet. En cuestión de segundos se da cuenta de que el
histrionismo revolucionario y la actitud denunciante no están seduciendo, algo
viene ocurriendo, puesto que el diálogo que debería existir entre las luces
virtuales y la preferencia de los lectores, sencillamente no existe. Patatús a
la vista: el exitoso libro que promocionó día y noche, aquel título que recibió
más de mil Likes y por el que gozó de
felicitaciones de toda índole, conforma el selecto grupo de 9.90 soles de las
ofertas de la cadena de Librerías Crisol.
La enseñanza es dura y hay que aprender:
el lector decide, es el verdadero prestidigitador, no el reseñista, ni hablar
de las entrevistas promocionales y los adelantos. El poder del boca a boca
pertenece al lector, que no cree en la payasada autopromocional, tampoco en las
tretas de difusión de las editoriales. De su chicote no se salvan los
veteranos, como Iván Thays, ni los “jóvenes” Ezio Neyra, Leonardo Aguirre, Francisco
Ángeles, Alexis Iparraguirre y muchos más. ¿Ni siquiera las últimas novedades,
tipo Te seguiré a todas partes del conocido
periodista Umberto Jara, que pasó de 24.90 a costar 15 soles menos? Aquí algo
no funcionó. Quienes compraron el libro a precio oficial sienten consternación.
...
En la Yugular / Caretas
jueves, junio 27, 2019
picando a wg
Un día agitado, pero productivo.
Sensación de tranquilidad al final, con ganas de huevear un toque antes de
regresar a casa y ponerme a ver la última película de Brian de Palma. Busqué un
café y lamenté encontrarme lejos de aquel que conocí hace un par de días. Pero
vi uno, cerca de Dos de Mayo, a cuadra y media de la Av. Arequipa. Era el café
que me ayudaría a soportar con dignidad el tráfico de la hora punta.
De mi mochila extraigo una novela de
Wilhelm Genazino, Una mujer, una casa,
una novela. La leí el mes pasado y ahora me acompaña en algunas reuniones. Genazino
falleció a fines de 2018. Para variar, su muerte pasó casi desapercibida para
la prensa cultural latinoamericana, bueno, tampoco se trata de un autor
conocido por el gran público. Si nos ceñimos a las caprichosas taxonomías,
diríamos que Genazino es un autor de culto, es decir, un escritor para
escritores. Hasta hace un tiempo no había asunto que me fastidiara más que esa
calificación de “escritor para escritores”, de la que se aprovechaban tantos
cantamañanas narrativos al paso, de esos que hablan como buenos, dueños de la
autopromoción que no calza con la forzada seriedad del discurso literario que
venden con la etiqueta de la extrañeza.
Me gusta Genazino. Picaba las páginas de
su novela mientras observaba en el televisor del café un espectáculo de ballet
danés, al menos eso fue lo que entendí de la franja del canal de cable. Me
concentré en los pasos de una de las bailarinas, de cabello negro y espigada,
relativamente alta para esta práctica profesional, al menos eso es lo que
sentencian los entendidos en la materia, aunque para mí ese criterio me parece
una idiotez.
La sensación tras el fugaz recorrido de
la novela: satisfacción. El alemán posee una prosa diáfana, cualidad casi
imposible de conseguir, más cuando en esta claridad se presenta una densidad
conceptual que seduce, con el poder epifánico de abstraer al lector, en esta
ocasión, agradecido. Genazino cuenta la vida sin contarla, la piensa en sus
mínimos sucesos cotidianos. De alguna manera, y pensando en el ánimo del verbo,
recordé Stoner de John Williams.
(Cuidado, no las estoy equiparando; y ojalá este dato del norteamericano anime
a alguien a buscar la novela de Genazino.) Bien sabemos que en la novela de
Williams tenemos un narrador protagonista mayor y en la de Genazino uno que
está retirándose de la adolescencia. En ambas sensibilidades hay una luz: la
verdad emocional. No son poseros, ni efectistas, no rehúyen de su configuración
moral, han asumido sus defectos.
Claro, lo de Genazino merece un pequeño
post, pero especial. Haré uno para los próximos días.
miércoles, junio 26, 2019
poeta indignado
Hace un rato estuve ordenando mi
cronograma de actividades de las próximas Fil y Antifil, que no son muchas, lo
cual me alivia. En verdad, no hay nada más burocrático y agotador que estar
agendando actividades literarias, pero
no me quejo de las de este año (participaré en un homenaje y en un conversatorio
(podrá ser polémico), y presentaré una novela que la rompió y el que podría ser
el cuentario del año). Pues bien, me encontraba en esas profundas cavilaciones,
en un pequeño, escondido y acogedor café de la Residencial San Felipe, el cual
pretendo convertir en mi segunda oficina, cuando recibí la llamada de un joven
poeta. Este ser no demoró en contarme
su drama, que resumo así: se dio cuenta de que había sido estafado por un impresor
que le prometió publicar su poemario, el cual escribió febrilmente durante mes
y medio. No sé cómo tuvo acceso a mi número de celular, pero no importa, él
acababa de timbrar y yo cometí la torpeza de responder un número que no tenía
registrado. Me dio detalles de la “editorial” y le dije que podía ayudarlo
siempre y cuando hablara de su situación, pero este ser me dijo más o menos esto: “no puedo, no quiero que me vean como
autor estafado. ¡Yo valgo por mi obra!”.
En vez de mandarlo a la mierda, le di ánimos,
los suficientes para que no dejara de trajinar en el inacabable universo
gaseoso de la indignación.
Seguí en lo mío, pero tampoco me siento
ajeno al malestar de aquella joven promesa poética. Como él, hay muchos en esta
comarca, rubricados por la cólera silenciosa, ese grito contenido por albergar
una rata en el culo. Fácil: si no das la cara, no sirve de nada.
martes, junio 25, 2019
rescate: "ecb"
Más de una vez he escrito sobre el buen
momento de las editoriales llamadas grandes. Si hoy son proyectos rentables, se
debe a la apuesta por los libros de no ficción. ¿A qué se debe este fenómeno?,
me pregunto. La respuesta no es tan rebuscada. Siempre he tenido el
convencimiento de que en este país se lee, pero las preferencias de los
lectores no apuntan a la ficción.
Por no ficción podemos entender varias
cosas, son muchos los registros que bien exhibirían ese rótulo y seguramente en
no pocos de ellos encontraremos títulos de valía. De lo que sí no tengo duda
alguna es de la narrativa de no ficción, de la que ostentamos un puñado de
libros y autores que conformarían una pequeña tradición a mirar con atención.
Por eso, me resulta imposible no recomendar el rescate de Planeta de El caso Banchero de Guillermo Thorndike.
Si hay un autor al que se le han cerrado
todas las puertas de difusión, ese es Thorndike. Sus errores políticos y
eclipses éticos siguen generando resistencia en la oficialidad cultural
peruana. Al respecto, puedo entender esa actitud, pero lo que no se puede negar
es el interés que siguen despertando sus libros, como este que recomiendo, que
fue escrito a contrarreloj tras el asesinato del exitoso empresario Luis
Banchero Rossi en enero de 1972.
ECB es un clásico
silencioso. En este proyecto, Thorndike puso en el asador todos los recursos
narrativos de ficción al servicio de un caso real. ECB no solo incomoda y es atractivo como lectura, nos ofrece
también un testimonio de época que nos permite entender un poco más este país.
domingo, junio 23, 2019
cercanía a vll
Un artículo de José Ovejero circula en
silencio, sin los rebotes ni saludos respectivos, pero sí comentado en la
valentía de los chats. En el texto, el autor español refuta la tesis de Mario Vargas
Llosa de su última entrega en Piedra de Toque.
Al parecer, la discusión sobre la Bienal
tiene para rato. No podemos esperar menos, por tratarse de un evento llamado a
convertirse en uno de los más importantes del imaginario literario en
castellano. La fiesta estaba lista, pero cayó una bomba, la carta pública firmada por casi cien autores.
A diferencia de VLl, Ovejero argumenta y
explica, no cae en los lugares comunes de nuestro Nobel, que no encuentra un
discurso creíble ante la evidente catástrofe: su Bienal quedó herida.
Entre los puntos que brinda Ovejero, uno
que por fin se toca públicamente: la cercanía de autores, editores, agentes y
gestores a la galaxia personal de VLl.
A eso hemos llegado: agradar en lugar de
construir una obra capaz de defenderse sola y que suscite, de darse el caso (y
la vida no termina si no), la atención de VLl. Me los imagino en un chifa, en donde también
está VLl y su corte. Al Nobel se le cae un wantán y todos los candidatos a la
aceptación se lanzan tras esa masa grasienta con relleno. No solo hablamos de
especímenes locales, también foráneos.
Una Bienal como esta merece una
logística capaz de armar las mesas de discusión en base a la diferencia de
opinión. No es descabellada esta propuesta, basta revisar la trayectoria de VLl
para darnos cuenta de que si hay algo que le gusta es precisamente la
argumentación encontrada, en conflicto. Alguien le ha hecho creer que el besamanismo
es el camino. Ya es lugar común: VLl no tiene que demostrar nada y en verdad no
hay voz narrativa contemporánea capaz de coger la posta de su legado literario.
Esa debe ser la tarea para los autores ansiosos del lícito reconocimiento, intentar y trabajar en proyectos que vayan más allá de
las modas editoriales. Eso tiene que ser un escritor, no una parodia del
arribismo.
viernes, junio 21, 2019
"reseñas"
Leo algunos libros beneficiados por el
programa Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. Algunos bien
justifican su lectura, en cambio otros me hacen pensar en que no existe rasgo
alguno de calidad, los cuales me generan sospechas razonables sobre los
criterios de los jurados calificadores. Como fuere, ya habrá tiempo para
escribir de ello, sea por aquí o en los otros espacios de opinión que dispongo.
Mientras avanzaba en la lectura de uno
de estos libros que valen la pena, ingreso un toque a las redes, para ver cómo
van las cosas en nuestro pueblito literario. Y veo, para variar una vez más, una
secuencia de vivezas que ya se han vuelto práctica normal.
Pensemos pues en las “reseñas”.
No vamos a negar que en este circuito
todos se ubican y no tendríamos que
extrañarnos que entre autores y comentaristas exista una proximidad amical. No
es culpa de nadie que el reseñista tenga amigos talentosos, como tampoco habría
que alarmarnos de la genuina amistad del autor con el comisario de ocasión. Ese no es el problema.
Lo que sí es cuestionable es que no se mencione esta relación cuando circulan
los textos valorativos. Este fenómeno lo veo más en la poesía que en la narrativa,
puesto que en ella cunde el ego sobredimensionado y engañado, que convierte en
mera flatulencia el que vemos en narrativa.
La canción es así: X comenta el poemario
de Y, que “está de la putamadre…”.
Me parece paja que se escriban de
poemarios y de la situación actual de la poesía peruana, pero una dosis de
franqueza no vendría nada mal, hasta podría reprimir nuestra tendencia a pensar
mal.
Este tema da para más. Prometo volver a
tocarlo.
Mientras tanto, me reencontraré con la
discografía de Elliott Smith.
la ira de vll
El último artículo de Mario Vargas Llosa
en su columna Piedra de Toque, Nuevas inquisiciones II, generó muchos comentarios. Tanto en la primera entrega
como en esta última, el Nobel de Literatura arremete contra las agendas del
feminismo, las cuales confunden reivindicación con reconocimiento a la calidad
literaria. En este aspecto, no hay mucho que discutir, ya que quien desee estrellarse
en la sinrazón, pues tendría que prestar atención a los libros que prefiere la
lectoría: la mayoría firmados por hombres. A la lectoría no le importa la cuota
de género, sino la epifanía y la conexión con el autor (¿negaremos que Isabel
Allende es una de las plumas en castellano más leídas del mundo?).
Lo que sí debemos subrayar es el ánimo
egocéntrico del artículo, que es toda una defensa de la Bienal de Novela que
lleva su nombre. Aunque Vargas Llosa no lo reconoce, la carta pública Contra el machismo literario, firmada
por casi cien autores (entre los que encontramos aberrantes oportunistas
locales), se llevó el protagonismo en el certamen realizado en Guadalajara. En
este sentido, pudo brindar razonables luces en pos de futuras mejoras y no
cerrarse en el manoseado criterio de la “calidad”, porque si algo no estuvo
bien en la Bienal fue precisamente la logística de la misma. Prueba mayor: la
nómina de novelas finalistas, que no es dato menor, más si nos referimos a
libros publicados y que como tales debieron competir en base a la legitimidad
otorgada por los lectores enterados y la crítica.
Entendemos la ira de Vargas Llosa, pero
no podemos sintonizar con su mirada atemporal, que lo lleva a malinterpretar la
carta pública, ¿en qué parte o en qué línea se sugiere que se invite a mujeres
como “bulto”? Vargas Llosa resbala en lo que más detesta: la intolerancia a la
opinión contraria, lo que devino en una flojísima argumentación y un cierre
autoritario.
academia desconectada
Muchos dicen, y no sin razón, que a esta
nueva generación de mujeres y hombres peruanos le falta muchas cosas. Los más
pesimistas la tildan de inculta e ignorante, impresión que adquiere
consistencia cuando uno los escucha hablar, o cuando toma como modelos toda
representación popular teñida de ignorancia, malgusto y otras maravillas del
facilismo imbécil. No puedo contradecir esa realidad, pero tampoco puedo negar
que hay una facción que se destaca por su espíritu crítico y afán de
información.
Digo esto por lo que acabo de leer en el
portal IDL-Reporteros, que reproduce un artículo del diario El Búho sobre una
conferencia llevada a cabo el pasado sábado en el Palacio Metropolitano de
Bellas Artes de Arequipa. En el evento participaron los fiscales del caso Lava
Jato José Domingo Pérez, Rafael Vela, el juez Richard Concepción Carhuancho y
los periodistas Gustavo Gorriti y Graciela Villasis.
Hay muchas cosas que decir al respecto,
cada exposición estuvo signada por la legitimidad ética y moral. Pero sí me
gustaría subrayar lo siguiente: no es gratuita la presencia de jóvenes en el
evento, muchos de ellos estudiantes universitarios y de institutos. Qué mejor
respaldo moral que ese, que saluda y reconoce la capacidad y la dimensión ética
de los ponentes, en especial la del fiscal José Domingo Pérez, de quien no
olvidemos lo siguiente: meses atrás el catedrático sanmarquino Marcel Velázquez
cuestionó en Twitter su tesis a razón de un mal empleo de citas. No está mal
cuestionar faltas y errores, pero el dato fue aprovechado por la banda
congresal fujimorista, que emprendió una campaña de desprestigio contra Pérez
justo cuando las investigaciones estaban en su tramo más sensible. A lo mejor
Pérez no fue un alumno destacado, pero eso poco importa a la luz del trabajo
que viene realizando junto a los fiscales del caso Lava Jato, labor calificada
en el mundo entero como histórica, en donde cada fiscal se viene enfrentado a
un ejército de abogados consorciados al servicio de poderosas mafias
empresariales. Lo de Velázquez es una cruel metáfora de desconexión de la
academia con los sucesos que viene experimentando el país. Cuando esta opina, lo hace hasta las huevas,
embarrándose y delatándose de oportunista. Este país necesita una academia que
no se solace en la falsa consagración de veinte gatos, sino que sea activa y
coherente con sus principios: reflexionar y denunciar todo acto de corrupción.
De esta manera volverá a tener credibilidad.
miércoles, junio 19, 2019
pakula
Me levanté temprano y sintonicé Fox
Classics. En ese canal vi en la madrugada La
conversación (1972), obra maestra de F. F. Coppola. Es una película que
conozco bien y que asocio con otra muy buena, Klute (1971), de A. J. Pakula. Al respecto, no sería nada descabellado
que algún cineclub programe una retrospectiva de la obra de Pakula, que merece
una oportunidad de difusión entre los nuevos cinéfilos. Sus películas caerían
como anillo al dedo en estos días en los que la política peruana no solo se
estrella en la inconsistencia de su demagogia, sino también en las ciénagas de
la corrupción, la conspiración, incluso el asesinato.
En las películas de Pakula hay política
pero a la vez no. Eso es lo paja de su propuesta, que aborda la política desde
sus márgenes, desde el detalle del gesto y la necesidad hormonal camuflada de
conservadurismo a la espera de la eclosión. Pakula juega con las pulsiones y
ambiciones de sus personajes, ansiosos de poder y de las gollerías dentro de él.
Pakula no reduce el poder a la política, es más bien un explorador de las grietas del
poder.
Un ciclo de películas suyas no solo
edificaría, también la rompería.
martes, junio 18, 2019
a. merini
En estos días regreso y también vuelvo a
descubrir la poética de la italiana Alda Merini.
Cuando me sumergí en las páginas de Delito de vida. Autobiografía y poesía
(Vaso Roto, 2018), recordaba muy poco (casi nada) de lo que en su momento leí de
ella. Al respecto, no tengo problema alguno si acepto que esta vendría a ser la
primera vez que la conozco (la experiencia sobre la memoria). Como fuere, lo
importante es que escarbo, por el momento, principalmente en su vida, signada
por la tribulación y la tragedia. Entre las fatalidades que le sucedieron,
estuvo la de haber pasado cerca de veinte años en manicomios. Se entiende que
no era una mujer normal, pero no en
el sentido de mostrarse contraria a las imposiciones sociales de la sociedad
italiana de mediados del siglo pasado, sino que a diferencia de muchos
artistas, a Merini poco o nada le importó curarse de sus traumas y pesares, a
saber, no huyó de las peligrosas parcelas de la hipersensibilidad. La futura
poeta encontró la justificación vital en la práctica poética, no como medio,
sino como fin. Y claro, se dedicó a vivir y afrontó en esa determinación lo bueno
y lo malo. Vida y poesía en una sola actitud, no como complemento una de otra.
Ojalá la puedan conocer más.
Releerla si es el caso.
En la red hay mucha información sobre
esta poeta a disposición del interesado. Ojalá alguien pesque esta
recomendación.
lunes, junio 17, 2019
editores
Tras un fin de semana ajetreado, de
inevitables celebraciones, que detesto tanto como las otras que suceden en el
año, un entusiasta lector me deja un mensaje, que leo recién hoy en la mañana.
En verdad, gratifica que aún existan interesados en saber cómo van las cosas en
el mundo editorial peruano, que asumo como una señal saludable, ya que este
conocido, de animarse y de contar con los recursos básicos en su momento,
podría desempeñarse como un editor que forje un llamativo catálogo. Tiene lo
esencial para serlo: pasión por la lectura y olfato editorial, características
que bien llevadas no solo te permiten construir prestigio, sino también lo más
importante en estos tiempos de fines concretos: ser rentable y poder cumplir
con los sueldos.
No hay mucho que decir de las grandes
editoriales. Ellas ya están encaminadas, gusten o no, cumplen su función. Lo
que sí me preocupa es la situación de los sellos independientes, de los que no
veo las entregas que se supone deberían presentar por estos meses, sin
necesidad de esperar a la FIL de julio. Esta suerte de silencio ya va por su
cuarto año consecutivo, solo que ahora no se puede negar lo evidente: la crisis
de propuesta. No es que no haya editores independientes, ojo que me refiero a
los de verdad, no a esos oportunistas que a duras penas han leído treinta
libros en la vida y que no han entendido ninguno, a los protagonistas de antes
que presentaban novedades de interés, algunas de estas con el poder de cambiar la mirada
de la narrativa peruana del momento, lo mismo podría decirse de la poesía. Se
extraña ese riesgo, ¿a qué se deberá la nulidad actual? Ojalá sea el momentáneo
aburguesamiento, realidad inevitable para parar la olla.
viernes, junio 14, 2019
varela ilumina
Hurgando en publicaciones ochenteras encuentro
una entrevista del recordado Jorge Salazar a Blanca Varela.
Cada vez que encuentro noticias y
entrevistas a Varela, las devoro. Varela no solo me gusta por su poesía, sino
también por su actitud, abierta y sincera, y no menos polémica. Me hubiese
gustado conocerla, y vaya que tuve la oportunidad, pero como suele pasar, evado
los momentos estelares.
La entrevista de Salazar a Varela fue publicada
en 1983 en la revista Caretas. No es una que destaque por su extensión, pero en
su brevedad es más que contundente.
Días atrás conversaba sobre la nulidad
de la poesía peruana de hoy. Ya no hablo de su crisis, que como tal tiene
atajos para salir de ella, que en estos asuntos podríamos llamar chispazos. En
este sentido, las respuestas de Varela brindan una “salida” del vacío
discursivo de la poesía peruana actual, pero de estas hay una que nos revela la
esencia del ejercicio poético. Esa es pues la solución, no para ser mejores
(eso ya depende de cada quien).
La sobreexposición termina por aniquilar
el crisol discursivo del poeta o aspirante a tal. Las redes, recitales y
colectivos que son vientres de alquiler, entre otras maravillas de la difusión
mal llevada, han contribuido a que el vate local esté más interesado en la
construcción de su imagen, lo que suscita la consecuencia del descuido: la
morfología plástica/imbécil de la palabra. El problema nunca ha sido la falta
de talento, menos la formación personal de la influencia. Es algo más sencillo:
la postura ante la poesía. Varela no se la creía, ni pretendió forzar un estado
de luz. Varela dice: “Yo escribo para pasar desapercibida y creo que lo
consigo; escribo para “mi otro lado”, esa parte invisible que tenemos y a la
cual pocos le dan tiempo; para mí el escribir es regalarle tiempo a ese otro
que llevo en mí”.
Capa.
Si gustas, puedes leer la entrevista
aquí.
miércoles, junio 12, 2019
chicotazo de realidad
Ayer en la noche, tras una conversa con
un autor que estimo mucho, me dediqué a caminar, como quien mata el rato hasta
las nueve. Tenía dos horas aparentemente libres, que quise utilizar leyendo,
pero por más que busqué un café ideal para hacerlo, el ruido de la hora punta
desanimaba mi intención. ¿Qué quedaba? No mucho, al menos intentar que el
hueveo sea más o menos productivo, como recorrer algunas exposiciones. Esa fue
mi idea, pero en el trayecto a la sala Miro Quesada Garland, vi un local de
Librerías Crisol.
Entré.
Recordé que en estos días hay ofertas en
Crisol.
Me puse a ver los títulos, algunos
interesantes, otros no tanto. Llamó mi atención la presencia de torres de
libros de ficción peruana. Vi los nombres de los autores, muchos de mi
generación, alucinados de exitosos cuando tuvieron que promocionarlos, quejosos
ante la poca atención de la crítica pero satisfechos con “la respuesta” de los
lectores. La realidad ha demostrado que esa narrativa de la consagración es tan
vacía y falsa como la moda narrativa del yo.
Que tu libro aparezca en las ofertas no
debe ser motivo de trauma, así este se halle en una columna hecha con esmero. A
lo mejor, mediante esa oferta, tu título encuentre su lector. Como digo,
aparecer en la oferta no debe generar más análisis de lo que ya es obvio. Lo
que sí es preocupante es no aceptar la contundencia de la realidad: más allá de
las redes, no eres ni mierda.
domingo, junio 09, 2019
azar
En la mañana me animé por ver una vez
más Drunk-Punch Love, la ya célebre película
del norteamericano Paul Thomas Anderson. La mayoría de mi generación nos
acercamos al universo PTA gracias a esa obra mayúscula llamada Magnolia. (Sé, porque es inevitable, que
no faltará el caletista ilustrado que señale algunas falencias formales, que
tiene toda película. Felizmente, los caletistas se venden solos ante el mundo,
y no solo en cuestiones cinematográficas: suscitan reparadoras culpas ajenas.)
Ver DPL
me despierta certezas y dudas, y para mi bien son más las segundas, gracias al
componente subrepticio en la obra de PTA, al menos la comprendida por sus
cuatro primeras películas, en las que puede apreciarse la dimensión del azar,
que en manos de este director cumple un rol narrativo coherente y revelador, no
es usado como una salida a la deficiencia de la trama o estructura, tal y como
llevan a cabo no pocos cineastas menores.
Son muchos los directores a los que
vuelvo, pero si tuviera que elegir la obra de uno, que para mí ya es recurrente,
esa es la de PTA, del mismo modo pienso en la poética del canadiense Denis
Villeneuve, de quien recomiendo Incendies,
obra maestra por donde se mire.
Ahora que veo la pobreza de nuestra
cartelera, que no debería lamentar, porque más lamentable son las colas que se
forman para ver los bodrios de estreno, sería bueno que alguien pesque esta
recomendación. Acercarse a PTA no solo es buen cine signado por una estética
propia, es también la seguridad de tener una compañía permanente de buen gusto,
detalle que necesita a gritos esta sociedad feliz en dinero pero a la que le
falta construir dimensión cultural.
jueves, junio 06, 2019
parodia de sí mismo
Si tuviera alguna sugerencia, así esta no
sea nada nueva, esa es la de alejarse de las redes sociales por algunos días. Sucede que este apego por la realidad virtual se ha convertido en el reemplazo
de la vida real. Esa es la razón por la que vemos a
tanto huevonazo enquistado en los caprichos del rebote y los likes. Pensemos en
nuestros intelectuales/artistas, que sin importar la preferencia ideológica, demuestran
una tierna incapacidad de conexión, a saber, con las vicisitudes de la vida política
nacional.
Me los imagino levantándose temprano,
removiendo el café hasta la aparición del remolino amarillento, lucubrando el
post del día mientras revisan al vuelo las webs de los diarios y revistas
peruanos, a la caza del tema a canibalizar, haciendo filtro de lo que podría
gustar más a la platea. Más de una vez me
he preguntado cómo así una red social como Facebook ha calado tanto en la
sociedad peruana. No hay que pensarlo más de la cuenta, la razón es más
sencilla de lo que parece: Facebook es el refugio de la esencia chismosa del
peruano sin importar su formación ni condición social. Da igual si lo dices abiertamente o en la valentía del Inbox,
lo que se impone es la opinión antojadiza sobre cualquier asunto. Esto trae una
consecuencia natural: el peruano de a pie no cree en el intelectual/artista, y
de yapa, también se burla de este. Cómo no burlarse cuando estos nos ofrecen Setups diarios de indignación, en los
que la chacota y la falta de calle
van de la mano. En eso se ha convertido el intelectual/artista de estas
tierras: en parodia de sí mismo.
lunes, junio 03, 2019
lo indefendible
Acabo de ver la entrevista completa del
periodista Jorge Ramos al dictador venezolano Nicolás Maduro.
Las actitudes del tirano son más que
suficientes para “reafirmar” lo tácito: su intolerancia a la opinión distinta, no
importa si esta viene acompañada de documentación que la sustente. Simplemente,
a Maduro le dio la gana de maltratar al periodista, hecho que nos prueba cómo
este sujeto trata a la libertad de expresión en su país, entre otras maravillas
del tiranismo.
La pregunta se
presenta una vez más, a ver si los defensores del horror prestan atención a la
situación y dejan de dinamitar, no solo el discurso, sino también la cualidad
moral que supuestamente lo conduce: ¿hasta qué punto consideran que defendiendo
una dictadura se “defiende” una ideología de principios de izquierda? Esa es la
razón del papelón diario de los guerrilleros zurdos de las redes, que más
parecen talibanes que aquello que dicen ser, intelectuales de buena voluntad preocupados
por el avance en Latinoamérica de la corriente neoliberal. Sueños de justicia
social se están yendo a los tachos de basura por no aceptar lo evidente, que, a
saber, vemos todos los días: miles de venezolanos trabajando en las calles,
huyendo de un sistema de izquierda que colapsó por inservible, y más por ser
administrado por un grupo de mandamases a los que se le chorrea la corrupción
domingo, junio 02, 2019
perseverancia
No fue la final esperada de la
Champions, el Liverpool hizo su negocio ante un Tottemham que nunca terminó por
encontrar un sentido de juego, a esta
escuadra le faltó peso histórico, lo cual no quita mérito alguno al entrenador
Mauricio Pochettino, que con modesto material humano (si lo comparamos con la
inversión de otros clubes) consiguió llegar a instancias que pocos pensaban a
inicios de temporada copera.
Y más allá de la presencia fugaz de la
modelo Kinsey Wolanski al invadir el campo de juego, nos queda la satisfacción
mayor: haber sido testigo de la firma de la obviedad: la consagración de Jurgen
Klopp como uno de los más importantes estrategas de la actualidad. Esto lo
sabemos los que vemos fútbol, pero también sabemos que a Klopp le hacía falta
la legitimidad oficial, aquella que borra el sinsabor del fiel seguidor, que se
alegra y reconoce al entrenador serio y con personalidad, al que le gustaría
ver condecorado con uno de los mayores galardones del fútbol.
Entonces, lo que vimos ayer fue un
premio a la perseverancia (Klopp la hizo a la tercera), cualidad que se impone
en todos los proyectos de la vida, dignificándolos.