sábado, abril 30, 2016
Ocho de la mañana.
Pongo una película en la lectora de DVD.
Una película de la que no recuerdo mucho, solo sé que es la última película de
Alfred Hitchcock.
Family
Plot.
No es una obra maestra, hasta podría
decir que tiene más de un defecto narrativo, pero lo que nadie que me quitará
de la cabeza es que el inglés era una genuina máquina de narrar y aquí una
muestra más de esta certeza. Fácil una película como esta nos podría ayudar a
comprender el porqué de la crisis narrativa del cine actual, que ha descuidado
tanto el sentido de la narración, ese respeto que se debe tener por la fuerza
troncal del argumento, de esa trama que sucumbe a otra clase de interés que no
necesariamente son los cinematográficos.
Y claro, pienso en Hitchcock, ajá, un
director muy popular, al nivel, y en caso más, que los nombres actuales.
Termino la película y me preparo una
taza de café.
Cojo el celular y reviso mis mensajes de
texto, Inboxs y mails. No hay algo que llame mi atención, todo corre por su
cuenta, pero un Inbox de último momento, de esos inevitables, aparece en la
pantalla. Es un Inbox de “Mr. Chela”, que me comunica que varias editoriales se
han puesto en contacto con él por el revuelo que viene causando entre los
lectores su novela inédita. Tenía una inquietud, esta: si debía cambiar el
título original por el de El arcoíris de
la ebriedad. En lo personal, creo que es un error optar por ese título, le
dije. Y él también me dijo lo mismo, que los siete sellos le han pedido que no
haga cambie el título, que quede con el primer título, o sea, Buenos criollos.
Me despido de “Mr. Chela”.
Le pongo la correa a Onur y salimos a
comprar los diarios.
Antes de comprar los tres diarios de los
sábados, me detengo a ver las portadas de los otros diarios. Cada portada más
espantosa que la otra, ni hablar de la redacción que condimenta a cada portada.
Onur también se siente espantado, pero no niego que lo me jode más no es el
espanto de las portadas, sino el avance de La rata naranja.
Sin duda, se vienen días y semanas de
harta lucha. Y pensar que había gente ilusa y sin criterio político que juraba que Verónika Mendoza podía derrotar a la hija del dictador.
miércoles, abril 27, 2016
martes, abril 26, 2016
461
Después de algunos días desconectado y
felizmente alejado de los inevitables trabajos, regreso este martes, día de (mismo)
sol radiante y tibio.
La pasé leyendo algunos libros de
ensayo, cuyos tópicos imagino que me ayudarán en la investigación que estoy
haciendo para un ensayo que me está saliendo más largo de lo que pensaba.
Siempre hago lo mismo cada vez que me encuentro escribiendo un ensayo, largos
como este, es decir, voy a la busca de fuentes que refuten lo que pienso decir,
no para acomodar mi versión, como no pocos hacen, sino para reforzarla como
argumento, de paso, también me sirven de acicate al estilo, que en mi caso, va
unido a mi estado de ánimo.
Pero este martes de sol generoso, se me
anuncia algo adrenalínico. Abro los archivos que debo acabar y mis dedos se
desplazan por el teclado como si recorrieran una piel tersa o una pista de
ballet sobre hielo. El apuro es atendible, porque mi deseo es ver la semifinal
de la Champions sin nada más que hacer durante una hora o el tiempo que dure el
Real Madrid con el City. Antes, me dispongo a almorzar. Han hecho pescado al
horno, con vegetales y papas cocidas.
Buenazo.
Luego de almorzar, me dispongo a
alistarme para ver el partido. Apago el celular, que últimamente viene sonando
más de lo acostumbrado. Luego del partido leeré la novela inédita de “Mr. Chela”,
Buenos criollos, aunque vengo
pensando en que también serviría el título El
arcoíris de la ebriedad. En fin, eso lo dejo para después. “Bolaño de Ñaña”,
“Cachetada nocturna”, “El caminante” y “Dante Kid” están muy entusiasmados con
ella, juran (y rejuran) que es lo más contundente desde la publicación de Bajo el volcán. Sé que los zepitas a
veces exageran, pero confío en su capacidad de lectura.
El partido no fue el que me esperaba,
pero todo indica que el Madrid llega a la final. Al rato, me pongo a buscar en
Youtube los goles de Johan Neeskens, principalmente los de su etapa en el
Barcelona. Jugadorazo, que desde hace unos días se encuentra en Perú,
recorriendo ciudades del interior capacitando a entrenadores de menores. La
prensa ha informado lo suficiente de él, pero me extraña que algunos jugadores
del 70, a excepción de Sotil, no digan nada del paso del colorado. Para muchos
de ellos, al menos es lo que sabemos de la boca de Miflin, fue Neeskens quien
imposibilitó la continuidad de Sotil con los azulgranas, pero ese silencio de
nuestros peloteros setenteros y ochenteros quizá se deba a esa broncaza con el
Cosmos, en un partido amistoso en el que corrió harta patada y no poco puñete,
broncaza iniciada por el holandés, que recibió un puñetón solapa de Cueto.
sábado, abril 23, 2016
influencias / conceptos
Lamentamos la muerte de David Bowie el
pasado 10 de enero. Sin duda, el inglés fue uno de los artistas más
polifacéticos de nuestro tiempo, a las pruebas nos remitimos, y basta una
mirada somera a su obra para darnos cuenta de que nos podríamos quedar muy cortos
al tratar de calificarlo. Es que eso era Bowie, un camaleón del arte, una
serpiente que mudaba de piel cuando asimilaba un nuevo discurso creativo, sin
importarle el “divorcio” que pudiera existir en las parcelas artísticas que
incursionaba. Ese era su detalle, pasar por alto el “divorcio” para enfocarse
en la integración de los canales expresivos que le interesaban. Obviamente, la
mayoría nos quedaremos por siempre con el Bowie músico, ese Bowie que fue
cambiando de estilos e imagen a lo largo de poco más de cuatro décadas, ese
Bowie que se convirtió en la luz y sombra de generaciones de jóvenes que no
encontraban su lugar en el mundo y que gracias a su música pudo encontrarse, o
por lo menos saber cuál era su lugar en el mundo, sabiendo que (tan) solos no
estaban, pues había alguien que les cantaba y no necesariamente en canales
encriptados, sino que lo hacía abiertamente, muy ajeno a la pertenencia de
gueto alguno de conocedores.
Tampoco pasemos por alto su grado de
influencia.
En este punto hay que ser justos. Y por
más exagerada que parezca la exageración, una verdad se impone a cuenta de los
hechos: no podríamos entender la música rock/pop de hoy y sus inevitables
variantes sino observamos con detenimiento su magisterio.
Así es, el magisterio Bowie.
A saber, uno de tantos: sin esta escuela
ni el punk rock, ni el post-punk, no tendrían uno de sus álbumes emblemas,
hasta carecerían de semilla. El álbum, de esos capaces de cimentar
convicciones, sin cuya existencia otra sería la historia del pr y el pp, sin
duda. Nos referimos a The Idiot de
Iggy Pop. Maravilla de álbum en la que Bowie sí tuvo injerencia capital. No
especularemos en los grados de hechura, en si es más Bowie o más Pop, pero
basta apreciar el álbum no solo en sus nuevos aires no escuchados antes en Iggy,
como en las letras de los temas que nos transmiten otra sensación no ubicada
antes en la poética del frenético cantante.
Bowie generó muchos hijos musicales.
Pero Bowie no solo era música.
Bowie era un crisol de creación en sí
mismo. Más una actitud. Es decir, una consecuencia.
De sus hijos musicales, quizá el más
parricida: Prince, que acaba de fallecer hace algunas horas.
No deja de llamar nuestra atención que
dos de los músicos en los que no solo veíamos/admirábamos un tácito talento,
sino una actitud coherente, nos hayan dejado en tan pocos meses, en el mismo
2016, que para no pocos ya se nos antoja de fatídico.
Prince fue un parricida musical. Bowie
no solo fue el único en su parcela de influencias. El norteamericano se nutrió de
todos los géneros musicales con los que creció, pensemos en el rock, el jazz,
el blues, el folk y la música de cámara. Si tuviéramos que calificar la poética
de Prince, esta sería la misma del inglés: la integración.
El autor de “Purple Rain” agotaba hasta
secar cada uno de estos géneros musicales asimilados en la infancia y
adolescencia, los agotaba para luego crear una música que hacía gala de su
sello en alto relieve. Prince sonaba a todo, pero especialmente sonaba a Prince.
A esto sumemos su destreza natural para ejecutar los instrumentos musicales. No
por nada, era considerado como uno de los mayores instrumentistas de todos los
tiempos. Hasta su fisonomía era la adecuada, entre plástica y tiesa, por ello,
los instrumentos no eran más que una extensión de su cuerpo.
Pudo hacer una carrera mucho más
comercial de la que fue. Pudo ser el músico-icono con lo que más de uno sueña
ser, pero no. Prince hizo llorar y bailar a muchísimos de sus seguidores, mas
nunca por los senderos del facilismo. Sus temas eran Hits sin ser Hits, se
convertían en algo más, ligados a una transmisión/sensación que recorría por la
sangre hasta arribar a la mente, o sea, una mágica trascendencia que solo
percibimos en los que nacieron para quedar, y vaya que Prince quedó,
convirtiéndose en una leyenda viva.
Si un lazo comparten Bowie y Prince,
aparte de la actitud, aparte de no haber hipotecado su arte y música en la
industria, hipoteca de la que no se ha salvado ni el más purista, esa ligadura
es una sola: el concepto de sus influencias.
Bowie y Prince. Ajá: esponjas que lo
absorbieron absolutamente todo. Carnívoros y salvajes de la estética musical
que supieron forjar conceptos que los podemos hallar en cada una de sus
producciones. No solo encontrábamos en ellas fuerza y nervio, sino ante todo un
canal que las justificaba y sobrevivía. Por eso, sus flujos creativos eran
espaciados, se tomaban su tiempo, tanto para encontrar la tonalidad y armonía,
la fuerza cuasi ventral de sus letras, pero sobre todo ese tiempo era invertido
en forjar y reforzar un concepto, sea musical, o en todo caso, un concepto a
manera de manifiesto, es decir, una declaración de principios que solo los
genuinos creadores se pueden permitir para diferenciarse con la coherencia que
requiere una postura política, por ello moral.
…
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460
El sueño sin sueño. Despierto despejado,
aunque en mi cabeza aún siento algo de cosquilleo, de esos que adormecen,
presentes en las mañanas, tan característicos; la prueba, testimonio, de que la
pasaste bien en la noche. En mi caso, fue así, la pasé bien con mis amigos
libreros de Quilca, que ahora tendrán un espacio en donde puedan trabajar. Se
ha avanzado un poco y se seguirá avanzando, pero lo de anoche fue una suerte de
logro importante, de esos que animan a que se sigan haciendo las cosas sin la
ayuda de las entidades del estado, que ya sabemos muy bien cuánto les importa
la cultura.
Ahora todo dependerá de los heroicos
libreros quilquenses que estuvieron en estos últimos meses rescatando un parque
que se suponía tenía que ser un parque, en medio del sol y bregando contra los
inevitables trámites burocráticos, que a más de uno desanimaría. Pero no, estos
libreros no se desanimaron y en ello sí es menester reconocer su compromiso con
el comercio de un producto tan noble como el libro.
Llegué al Parque de la Integración cerca
de las 5 de la tarde. Minutos antes había estado conversando con Juan, de
Páginas de Espuma, en El Virrey de Lima. Mientras me dirigía a la inauguración,
llamaba a Milagros, directora de La Casa de la Literatura, para saber si ya se
dirigía a la inauguración, puesto que ella era la madrina de los libreros
quilquenses.
Más allá de los apuros naturales y espontaneidades
que generan las inauguraciones, condimentadas en peruanidad, la inauguración no
pudo salir mejor, con un concierto de cierre a cargo de Los Mojarras, con
libreros, lectores, amigos y sapos cantando, moviéndose y brindando por la
cultura, o por lo que les diera la gana de celebrar.
Cuando me estaba retirando, recibí la
llamada de “Mr. Chela”, que ya estaba en lo suyo y dirigiéndose a la
inauguración que acababa de terminar. No le dije que la inauguración había
terminado, mas bien, lo animé a que vaya porque la cosa recién comenzaba. Lo que parecía una conversa fugaz, amenazó
con extenderse, aunque para bien, ya que “Mr. Chela” le puso punto final a una
novela corta, de esto hace tres semanas, novela de la que según algunos escritores
que ya la leyeron, le dijeron que estaba muy bien. El pata estaba contento,
satisfecho en todo. Y sí, “Mr Chela” tiene talento, solo que a veces se tuerce
en una oscura festividad etílica. Le pregunté por el título de su novela.
Imaginaba pues un título a lo Lowry, Hemingway, pero no, el título me dejó
pensando, y para pensar mejor, no dudé en cortar la llamada ni bien lo escuché,
ajá, sí, Buenos criollos.
viernes, abril 22, 2016
jueves, abril 21, 2016
459
Me despierto y prendo la radio. Creo que
han pasado meses que no la prendo. Lo primero, y para bien, que escucho es una
clásica canción de Roy Orbison, “You Got It”, que suena ideal para esta mañana
de también de luminoso y tibio sol.
Me espera un día relativamente largo.
Desayuno. Café, jugo de naranja y
salchicha huachana.
El olor de la salchicha seduce a Onur,
que se pone a mis pies, ofreciéndome una de sus miradas más tiernas, pero no,
no le hago caso, mi falso pequinés es todo un manipulador y destructor de
calzados, aunque algo se ablanda mi corazón en los últimos bocados, porque son
tres panes con salchicha huachana que vengo devorando.
Me dirijo a mi cuarto y respondo algunos
mails, mensajes de texto e Inboxs. Nada del otro mundo. A saber, “Bolaño de
Ñaña”, ex “PB” (“Pequeña bestia”) me dice para ir el sábado a un festival
gastronómico en el Peruano Japonés, pero le digo que paso, porque llevo
esperando con ansias la frejolada que organizará “El caminante”. Si algo puedo
decir de “El caminante”, aparte de letraherido irredento, es que con pujanza se
ha convertido en un excelente frejolero, al punto que si pone un guarique, la
rompería, mereciendo la atención incluso de Anthony Bourdain. El secreto: las lonjas
de chancho en los frejoles, que potencian el potaje de este nuevo valor de la
comilona nacional.
Tomo un duchazo y me alisto para ir a la
peluquería, los cabellos de los costados me están fastidiando en las orejas, lo
cual se me hace insoportable no solo cuando escribo, sino en especial cuando
leo. Pero antes, contesto un par de llamadas, que asumiremos de importantes,
pero que en realidad lo son, porque tratan de la inauguración que mañana se
hará en el Rímac con un grupo de 17 libreros de Quilca. Si algo puedo decir de
estos libreros, es que se han sacado la mierda en estos meses de sol y de tan
salvajes trámites burocráticos. Los apoyo, y no por la confianza que me siguen
teniendo, sino por el solo hecho de que siempre me voy a considerar un librero
de Quilca.
He dejado el mundo librero y lo que
siempre recordaré de esa experiencia es que durante cinco años hice de esa
calle de excesos y bohemia mi vida, una vida diaria que a diferencia de antes
no estaba suscrita a los encuentros e interminables conversas en sus veredas y
bares. No, Quilca fue una suerte de segundo hogar en la que pude conocer a
gente perdurable. Una calle que hoy corre el riesgo de perderse tras la salida
de su emblemático Boulevard, hecho que ha motivado el regreso de los ladrones y
maleantes que ahora asaltan a plena luz del día, convirtiéndola en insegura.
Pues bien, esos libreros del Boulevard, que ahora estarán en el Rímac, no solo
rescataron una calle en lo comercial, sino que, lo más importante, rescataron
una tradición literaria y cultural, que podría desaparecer gracias al afán comercial
de Cipriani que no ha dudado en aliarse con traficantes de terrenos.
Antes de salir a que me corten el
cabello, cierro las coordinaciones de la inauguración de mañana.
Y para variar: “Bolaño de Ñaña” me
escribe, insiste en que vaya el sábado al festival gastronómico del Peruano
Japonés. Mi respuesta es no, la razón, obvia: la frejolada que organizará “El
caminante”, para ello me preparo.
miércoles, abril 20, 2016
legado
Después de varias semanas vuelvo al
último álbum de David Bowie, Blackstar.
Sentía una suerte de llamado, quizá debido
a que mi despedida de Ziggy no había sido del todo justa, puesto que el apuro y
mezquindad me impidieron agradecerle lo mucho que en lo personal su música hizo
por uno, a saber, salvarnos de uno mismo, detalle con lo que nos sobraría y
bastaría si es que nos conformamos con las cosas sencillas de la vida.
No importa, sean cuales sean los
motivos, lo que sé, es que volver a este álbum, escucharlo sin la bulla,
sentida o posera de su partida, es lo mejor que a uno le puede pasar en esta
día de luminoso y tibio sol. Varios temas se convierten en mantras y la sensación
de peligro se pone al acecho, ya que se es testigo de un DB atomizado, en un
furioso estado de gracia, cuyos temas son un viaje lisérgico por toda su
producción. Claro, el hombre sabía que se iba y no podía sucumbir a los
malestares de la enfermedad, había que dejar algo, él era Bowie, una generación,
una postura ante la vida, no era uno más en ese río que arrastra a los
hacedores de hits.
Eso es Blackstar, el testimonio/legado de un artista que se supo grande
pero que jamás pecó de idiota, ni de frívolo. DB era un hombre entregado a los
multiconceptos, de allí el universo rico y de raíces fuertes que sostenían sus
álbumes (del mismo modo sus incursiones en otras parcelas de la creación), que
nos podían gustar o no, esa no es la discusión, lo que nadie puede negar y no
dejar de reconocer, es el mundo abierto y a la vez cerrado de la postura de DB
como creador, una postura no solo ligada a la experiencia estética, sino que se
justificaba en una coherencia en la vida como tal. Este álbum no solo nos
entrega a un artista que se despide por la puerta grande, sino es también un
testimonio político de vida asumida y llevada a su justificación en sí misma.
martes, abril 19, 2016
458
Me conecto algo tarde. Algunas
sensaciones se presentan en esta tarde de sol luminoso, tibio, que ingresa a mi
cuarto tiñéndolo de amarillo. Me gusta esa suerte de tibieza uterina, pues no
es un sol que quema, sino que abriga. El sueño es una tentación, porque no he
podido dormir bien durante la madrugada, a causa de los ladridos de Onur, pero
no importa, no me quejo de los conciertos sinfónicos de los perros del barrio.
Prendo la portátil, la ubicada en la
sala. Mientras enciende me sirvo jugo de naranja y café. No hay nadie en la
casa, mis padres han salido y han dejado una nota que llegarán tarde. La razón:
un tío, ya muy mayor, acaba de fallecer. Este tío era policía, un hombre recto,
según lo que me contaba mi padre.
A mis pies, Onur. Mirándolo de arriba,
Onur parece un murciélago, el falso pekinés levanta la mirada, porque su
instinto le dice que estoy comiendo, cuando lo que en verdad hago es tomar café
y jugo de naranja. Lo miro y juego con sus expectativas. Ingreso a las cuentas
que debo ingresar.
No deja de sorprenderme la superioridad
moral de la gente del FA.
Me preocupa que La rata naranja aventaje
a PPK en la encuesta de CPI. Y me preocupa doblemente la estrechez de nuestra
maravillosa izquierda peruana y de toda la posería que la conforma, salvo
excepciones, porque en ella también hombres y mujeres coherentes, pero estos
son los más silenciosos y a la vez los más autocríticos con la realidad de esta
izquierda acostumbrada a apoyar a cualquier adefesio que les signifique una
oportunidad de llegar al poder.
No pocos ponen el grito en el silencio
por el editorial del Comercio, en donde se le pide a Mendoza que despeje las
dudas sobre su relación con el chavismo. Eso, Vero, te desmarcas y verás cómo
dejan de joderte, sugerencia que también debería ser hecha por su círculo más
cercano. Lo de las agendas de su ex íntima amiga Nadine, tienen solución. Pero lo
otro, ante un asunto tan delicado sobre los presos políticos venezolanos a los
que calificó de golpistas, sí merecen un despeje de dudas.
Me salgo de la alharaca virtual y me
concentro en el cuento inédito de “Jeremy”, quizá lo mejor que ha escrito, aunque
no quiero caer en la jugarreta de decir que es superior a los relatos
publicados de otros escritores, sean generacionales o no. Siempre he sido de la
idea que los textos de ficción deben ser sometidos a escrutinio una vez que
salgan publicados, solo así se podría hablar con base, lo demás, como he visto
por allí en un post de un pata influyente y dueño de un aparato crítico que más
parece un grupete de guaripoleras, es solo purita demagogia.
lunes, abril 18, 2016
"el niño terrible y la escritora maldita"
De los autores peruanos que han sabido
mantener una trayectoria narrativa signada por la constancia, el nombre de
Jaime Bayly es a la fecha uno de sus más conocidos representantes. Cuando nos
referimos a su poética, muchas impresiones vienen a la mente no solo de
lectores, sino también del gran público, debido a su faceta como polémico
hombre de televisión.
Por ello, se hace necesario marcar
territorio cuando hablamos del Bayly escritor y del Bayly figura mediática. No
pocas veces ambas parcelas se mezclan en una suerte de viaje lisérgico,
deviniendo en juicios de valor por demás injustos, muchos de ellos pautados por
la exageración y, muy en especial, el prejuicio.
No lo vamos a negar. Bayly ha sabido
vender como pocos sus libros, haciendo uso de su llegada en medios, poniendo en
el tapete de la discusión pública su vida personal, frivolizando incluso el
curso de su obra, que mirada como tal y que sin esta ayuda/empujón de
propaganda, bien puede valerse por sí sola. En su producción encontramos
títulos no solo llamados a abrirse paso como muy buenas novelas, sino que bien
pueden tentar una trascendencia en las siguientes generaciones, pensemos en No se lo digas a nadie, La noche es virgen, Yo amo a mi mami y Los
últimos días de La Prensa.
Claro, nos referimos también a un autor
prolífico, dueño de más de quince títulos, en los que ha imperado la novela
como género conductor. Con tantos libros es (casi) imposible mantener una media
de calidad literaria, que vimos sucumbir en la trilogía Morirás mañana y también en su incursión en la poesía con
precisamente Aquí no hay poesía.
Visto en frío, estamos ante una poética
que se nutre de la vida misma de su hacedor. Bayly no es el primero ni el
último que siga ese curso. La tradición narrativa del Siglo XX ha sido generosa
en autores que han optado por el sendero de la autorreferencialidad, pensemos,
por ejemplo, en el norteamericano Henry Miller y en sus no pocos epígonos que
han tomado por asalto la narrativa actual.
Lo que diferencia a Bayly de otros
narradores contemporáneos que han escogido la autorreferencialidad como tópico,
no solo yace en el poder de su tersura narrativa, que satisface tanto a los
lectores omnívoros como a los lectores ocasionales. Es decir, Bayly hace fácil
lo que parece difícil, logra conectar con el lector sin depender de los tópicos
que las casas editoriales usan como cebo para captar a más lectores. Pues bien,
lo cierto es que sus tópicos no serían nada sin la tersura de esa prosa por la
que se canaliza lo mejor que exhibe Bayly, y que exhibe desde siempre y con
mayor razón en estos tiempos en los que imperan la solemnidad y el aburrimiento
como garantes de la calidad literaria: el humor.
Principalmente el humor, como también la
ternura. Aspectos que nos permiten especular sobre una influencia literaria,
mayor y a la vez silente, que podríamos ubicar en los terrenos de la narrativa
de Alfredo Bryce, si es que cartografiamos la obra de Bayly en la tradición
narrativa peruana. Pues bien, humor y ternura es lo que encontramos en su
última novela El niño terrible y la
escritora maldita (Ediciones B, 2016).
Nos enfrentamos a una novela que nos acerca
a un Bayly sacudido de la furia de sus últimas entregas. Ahora, es cierto
que en esta novela encontramos no poca
furia, mas esta furia se diferencia de la anterior a cuenta del estado de
gracia por la que transita su escritura, una escritura que nos acerca a la
mejor versión de Bayly (ver líneas arriba), en la que nos topamos con su alter
ego, Jaime Baylys, un famoso presentador televisivo y escritor no menos famoso
que se ve enfrentado con su familia a razón del romance que emprende con Lucía
Santamaría, una joven que bien podría ser su hija y que sueña con convertirse
en escritora.
Más allá de los lazos existentes con la
realidad, la novela se abre paso de esta ligadura, erigiéndose como una
historia por demás independiente y, hay que decirlo, muy divertida, pese a
algunas repeticiones argumentativas y cierto abuso en el uso de las columnas
periodísticas insertadas en la novela. Si bien es cierto que El niño terrible y la escritora maldita
destaca por su fluidez narrativa, ello no nos distrae del saludo al valor del
discurso reflexivo que Bayly emplea para Baylys, un discurso que notábamos a
cuenta gotas en sus anteriores entregas, pero que en esta ocasión se muestra
maduro, premunido de nervio, el cual dota al proyecto de un aliento literario
extra y diferente que garantiza, a la postre, que sobreviva a las inevitables promociones
editoriales.
Imposible cerrar este texto sin señalar
la mezquindad de la crítica literaria local con la obra de Bayly. Puede o no
gustar su obra. Ese no es el problema. El problema es que se silencia a un
escritor a cuenta de su figura mediática. La crítica literaria local tiene que
leer libros y no personas. Por eso está como está. A saber, a manera de
aliciente para desprendernos de sentimientos menores: recordemos lo que dijo
Bolaño (antes de ser Bolaño) sobre la obra de Bayly.
457
Fin de semana dedicado a ver por segunda vez todas las temporadas de The House of
Cards. Es lo mejor que he podido hacer luego de semanas signadas por el
contexto político y sus cantadas mezquindades, aunque pensándolo bien, quizá
haya sido contraproducente y recién pueda ver sus estragos en los próximos días.
Como sea, me gustó mucho más la serie en esta nueva experiencia. Quedan en mi
mente actuaciones redondas y mujeres, sí, mujerones en verdad, que son de
temer. Pensemos en Claire Underwood, ¿cómo olvidarla? Para sacarse el sombrero
con esta potencial bailarina de ballet.
De cuando en cuando detenía la visión de
la serie para avanzar y terminar las novelas que vengo leyendo. De paso le daba
un respiro a la lectora de DVD. Gran parte de esta maratón de THC se debe a que el viernes en la noche
me compré una nueva lectora. Llevaba dos semanas viendo series y películas en
las pantallas de las portátiles, a ese paso iba a matar mi vista, necesitaba
pues la distancia de una pantalla normal. El viernes tuve tiempo y pude
comprarme la lectora, pero hay un pensamiento/duda que me persigue, y este se
debe a que mejor hubiese sido que me compre dos en lugar de una. Cuando se
apagaron mis dos lectoras anteriores, lo hicieron con una diferencia de dos
días. Todo indica que volveré a comprarme otra lectora. Al igual que las otras,
a estas nuevas las voy a exigir al máximo. El ritmo era así y se supone que
tiene que seguir sin alterarse: exigencia total a una durante la semana, y
luego descanso de también una semana, semana en la que entra a actuar la otra
lectora. Así estuve con las lectoras anteriores durante más de diez años. Pero
bueno, hay que hacer algo, la modernidad llama, pero siempre llego tarde a la
modernidad. Aún no me seduce del todo el Blu Ray, ni muchos adminículos de esta
era digital y virtual. Bueno, no me sorprendo, si tarde más de ocho años en
cambiar de teléfono móvil…
Como sea, estas semanas se me antojan
llenas de protestas, lo que me parece ideal, aunque ello no nos debe llevar a
bajar la guardia, por más respiro que recién nos puedan ofrecer las encuestas,
corremos el riesgo de ahuevarnos más de lo que ya estamos. Contra ese
ahuevamiento hay que luchar.
sábado, abril 16, 2016
mirada y oportunismo
En cierta ocasión, en una noche de
lluvia y guarecidos en el bar Queirolo de Lima, teníamos en una mesa vecina al
maestro de la fotografía peruana Carlos “El Chino” Domínguez”.
“El Chino” se encontraba acompañado de
otros colegas de oficio, parecía pues una reunión de promoción, reunida con el
fin exclusivo de hacer un repaso de aquellos años en los que las fuerzas les
permitían salir a las calles para, literalmente, enfrentarse al mundo.
Sabemos de sobra del legado de
Domínguez, lo que aún falta por rescatar de su inmenso archivo fotográfico. De
este rescate hablaba esa noche de lamento festivo en el Queirolo.
La timidez impidió que nos acercáramos
al maestro, aunque sea para saludarlo, pero no demoramos en darnos cuenta de
que esa timidez jugaba a nuestro favor, nuestro silencio nos permitía ser parte
de esa cátedra que ofrecía a sus amigos, que reforzaban en algarabía los puntos
sentenciados por el fotógrafo. En lo que logramos escuchar, no hablaba de
técnicas, sino de vocación, aptitud por un oficio en los que vale más la mirada
y un mágico sentido de oportunismo.
Pues eso, mirada y un mágico sentido de
oportunismo, es lo que necesita un fotógrafo dedicado al periodismo. Además,
como para rematar la jornada, “mientras más pequeña sea la cámara, mejor”. Y el
maestro tenía razón, con una cámara pequeña se puede ingresar e inmiscuirse en
donde sea, cosa que no podría hacer con una cámara como las que se usan hoy
hoy, casi del tamaño de quienes la usan.
Este recuerdo nos lleva a averiguar un
poco más del maestro, y por qué no, imaginar lo que haría en un contexto
electoral como el que se viene experimentando en Perú.
Fijo en las marchas, en donde acaece la
noticia.
Preparado para el cumplimiento no solo
de un placer fisiológico, como lo era el disparar con la cámara, sino listo
para llevar a cabo un cumplimiento moral, social, testimoniando una época,
elevando su poética fotográfica, no solo a los planos estéticos, sino también a
la parcela de la perdurabilidad.
…
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viernes, abril 15, 2016
456
Hoy viernes es cumpleaños de mi padre.
En la tarde saldrá con mi mamá a la casa
de mi hermano. Hasta ese momento, tengo que agasajarlo como se merece, aunque
lo hago siempre, ayudándolo y así vida sea más fácil, porque se lo merece,
puesto que es un buen hombre, y con esa cualidad, me basta y sobra, mucho más
importante que las otras cualidades que exhibe y que más de uno reconoce en él.
Salí a hacer las compras del desayuno.
Con la mano izquierda respondiendo los mensajes del cel y con la derecha
cogiendo la correa de Onur.
Llega un momento en que debo arrastrar
al perro. Sé que está lejos el día en que algún perro no tomará en cuenta que
Onur solo quiere jugar y lo atacará. Mientras tanto, lo paseo, para que conozca
cada uno de los recovecos del barrio. Me vuelto en un extraordinario paseador
de perros y entiendo las curiosidades de Onur.
Regresamos a casa.
Onur se dirige a su platón de agua. Bebe durante 5 minutos y con las mismas se
dirige donde mi padre, que en su sillón está leyendo los periódicos.
jueves, abril 14, 2016
martes, abril 12, 2016
lecturas ediciones / "televisión" / "familias"
Lo he dicho más de una vez: la narrativa
chilena atraviesa un buen momento.
Ajá, sé que esta afirmación puede herir
susceptibilidades, mas no es el momento de curar los atentados emocionales que
sufre el ego. Lo dejamos para otro post.
Pues bien, ese buen momento de la
narrativa chilena, que lo podemos rastrear entre los experimentados y llamados
nuevos, no se podría entender si es que no destacamos la presencia de una
movida editorial, especialmente la independiente, que oxigena la oferta libresca
los grandes sellos.
No conozco como quisiera el circuito
editorial independiente chileno. Como sucede en todas partes, imagino que hay de
todo.
En lo personal, no me hago problemas.
Los catálogos me permiten saber quién es quién, de qué está hecha una
editorial, a qué aspira, y cómo no, los catálogos me brindan la certeza si es
que estamos ante lectores que editan o meros impresores que se hacen llamar
editores.
Si algo, por el momento, puedo decir de
Lecturas Ediciones, es que destaca por su sencillez y pulcritud, desde el
diseño sé adónde se dirige, el perfil de lector que busca. La hechura de sus
libros nos presenta el anuncio tácito: libros para lectores, solo eso,
lectores, no necesariamente muy trajinados, y, sí, ajenos a inevitables esnobistas
y poseros.
He podido leer un par de títulos que ha
publicado LE. Desde ya son publicaciones que merecen todas las buenas reseñas
que vienen consiguiendo. Ambas, antologías, las que nos abren más de una puerta
de acceso a dos de los escritores latinoamericanos lejanos del paquete
editorial, sin duda, de los pocos que quedarán en el gran futuro.
Televisión, del chileno
Álvaro Bisama.
Familias, del argentino
Fabián Casas.
En la antología de Bisama somos
partícipes de una selección de artículos y relatos que tienen como centro
temático a los programas y series de televisión. Tengamos en cuenta que Bisama
es un experto en la materia. Si bien es cierto que sus textos van en relación a
la televisión chilena, no nos enfrentamos con un tópico que habría de conocer
con antelación resultan, no es necesario, debido a su secreto, que no es tal a
fin de cuentas: Bisama nos habla de personas en toda la plenitud de sus
miserias y actitudes circenses. Además, los artículos y relatos vienen con el
respiro de su muy celebrado estilo literario. Los ecos, la gris sensación de
época, la desazón generacional, impregnan en el lector.
Con Casas ocurre algo similar, pero lo
suyo es más una miscelánea de ficción, crónica y poesía. Por momentos nos
parece una señal de atención para el lector que aún no ubica del todo al
argentino, una señal de invitación a conocerlo y leerlo íntegramente en todas
sus facetas. No es para menos, todos los textos seleccionados pueden ser
catalogados de joyas de escritura, pero de estas joyas, una destaca, una que
nos muestra su calidad de estupendo escritor: “Veteranos del pánico”.
Eso, señores: una editorial chilena que
se las trae y dos de sus autores a los que debemos de calificar de cracks.
453
Saco a pasear a Onur por el parque.
El perro hace lo que tiene que hacer y
con las mismas nos dirigimos a hacer las compras del desayuno.
A diferencia de las elecciones pasadas,
en donde al día siguiente los resultados arrojaban a Keiko y Humala como los
bolos para la segunda vuelta, he percibido tranquilidad entre las personas con
las que me cruzaba, no solo esta mañana, también ayer lunes.
¿O es que el “Somethin´ Else” de
Cannonball Adderley me hacía ver las cosas de otra manera?
Eso. Tranquilidad.
No debe sorprender, así nos vengan las
consciencias morales del Perú que viven en el extranjero, advirtiéndonos que
estamos por entrar al fin de los tiempos, en la más absoluta de las ignominias.
Bueno, también lo dicen consciencias morales locales. En ambas posturas,
percibo dos síntomas: una nefasta superioridad intelectual y una
esforzada/impostada superioridad moral. Lo cierto es que nuestras voces morales,
que nos hablan como si fuéramos borregos, no se han percatado de que al peruano
promedio poco o nada le interesa el discurso político, menos de intelectuales
de la revolución virtual, cuyas cantamañerías destilan un racismo por demás
aberrante.
El asunto es simple y es producto del
descuido que se ha tenido en estos quince años, tiempo perdido en el que se
pudo desaparecer al fujimorismo, pero nada, no ha habido eso, y es precisamente
esa razón por la que a la mayoría de peruanos les ha interesado votar por el
bolsillo. Solo basta sacar pluma y ver la triste realidad, radiografía del
fracaso de nuestra clase intelectual que solo se pone a chambear en el discurso
en cada elección, aprovechada para lanzarnos los más alucinantes mensajes de
cambio, esperanza y reconquista del Perú por los peruanos, como bien lo
indicaron la chavista y el señorón.
Eso. Tranquilidad. La tranquilidad de la
ignorancia, de la carencia de convicciones. Un país cuya mayoría vota por el
legado de su gobierno más corrupto, uno de los más dictatoriales, es porque no
solo está cagado, sino que es una prueba del poco trabajo ejercido, pautado por
la ineficiencia, de su llamada clase pensante.
Terminamos de hacer las compras.
Caminamos de regreso a casa. No hay perro al que Onur no le busque la bronca.
lunes, abril 11, 2016
anticuchos
Los próximos días serán, aunque sea, un
poco más tranquilos. La rata naranja y PPK pasan a la segunda vuelta.
Uno de ellos será el próximo presidente.
Obviamente, voté por el lobista PPK, porque era
el único de los candidatos que podía hacerle frente al clan Fujimori.
Claro. No dejamos de ser una vergüenza
como país.
Quince años por las huevas.
Quince años en los que no hemos forjado
un discurso que extermine en el pensamiento y en su respectiva praxis
absolutamente todo lo que significa el fujimorismo. Más bien, hemos estado
entregados al supuesto bienestar material y a las consignas ideológicas, sin
percatarnos que ese mounstruo naranja seguía vivo y alimentando su hambre de poder y venganza.
A
estas alturas es insuficiente pensar que el fujimorismo tiene un límite. No,
los gobiernos de derecha e izquierdas se han encargado de alimentar esa atroz
realidad, enfocados en el cumplimiento de principios estratégicos, sin
enfocarse en el problema central: la desigualdad social.
Por ello, con una derecha inculta y una
izquierda demagoga, el patriarca ha visto fortalecida su imagen en los últimos
años. Tenemos pues la derecha e izquierdas que requiere el fujimorismo para
regresar al poder. Así de cagados estamos.
Creímos que bastaba y sobraba con las
consignas, mas no ha sido así. Y a los resultados me remito. Somos testigos de
una derecha entregada al clientelismo y el lobby, a la apuesta salvaje por la
inversión extranjera que no respeta derechos laborales esenciales y alocada por
la explotación de los recursos naturales sin la vigilancia estatal. Ni hablar
de las izquierdas, demagogas e hipócritas, cuya High Class racista no toma en cuenta el sentir de sus compañeros de
provincia a menos que sí tengan dinero y buenos contactos, izquierdas a las que
no les importó apoyar en la campaña presidencial del 2011 a un sospechoso violador de derechos humanos.
Esas mismas izquierdas que ahora izaron la bandera de la decencia por Veronika
Mendoza, sin tener en cuenta la gravedad de sus vínculos con la dictadura
izquierdista de Venezuela (a lo mejor me estoy hueveando y solo vale señalar a
las dictaduras de derecha), que en lo personal me tenía sin cuidado (más de un
izquierdista se orina de miedo si tiene que deslindar de Chávez); sin embargo, no
dudo en calificarla de “Chavista” por la manera, para algunos lamentable, y
para mí condenable/execrable, en la que se refirió a los presos políticos de
Chávez y Maduro, razón más que suficiente para sindicarla como la topo chavista
a la que le vale madre que se mate, torture, viole y encarcele a los que sí
luchan por recuperar la democracia en el vecino país.
Para un creyente de la democracia, el
respeto a la vida y a la libertad de expresión es crucial. Está fuera de debate y discusión. Si paso de estos dos
aspectos, puedo ser cualquier huevada, menos un demócrata. Así es la nuez.
Pero no, la consigna para las izquierdas era
apoyar a Verónika como la más decente. Es decir, las izquierdas a lo bestia al
poder, a saber, el plan económico que le estalló en la cara a Verónika cuando Toledo le
preguntó, en el debate, de dónde conseguiría los recursos que canalizarían los
profundos cambios que proponía para el país, respondiendo cojudez y media la
candidata de la decencia.
Esa es nuestra realidad: nos tocará
votar por un lobista para impedir la llegada de la rata naranja a la
presidencia.
Y para ello, se necesitará de la
reciprocidad de las izquierdas, que en el 2011 nos obligaron a votar por un
sospechoso violador de derechos humanos para impedir que la hija del dictador se
siente en el trono de Palacio. Ahora las izquierdas tienen que practicar la
reciprocidad. La reciprocidad no cuesta mucho, solo el valor de una bolsa de
papel para el inminente vómito.
La historia es cíclica, se repite.
En 1990 Fujimori venció a Vargas Llosa
con el apoyo de las izquierdas, de ellas depende que no vuelva el Fujimorismo
este 2016.
Nos vemos en las marchas, señores.
452
Me levanto temprano. A las 6 y me pongo
a leer hasta las 9. Luego duermo hasta el mediodía. Empieza la jornada. Algunas
llamadas por hacer y más de una coordinación. Trabajar desde casa tiene sus
ventajas, pero también sus bemoles. Lo quiera o no, se extraña el caos del
Centro de Lima. Es un caos genuino, la expresión de la verdad del ciudadano de
a pie.
En la cocina me sirvo una taza de café.
Me preparo un par de panes con mermelada y cojo los periódicos que están sobre
la mesa. Leo detalles y repasos de lo que fue la jornada de ayer. Llama mi
atención una entrevista a Hugo Neira en Perú 21, y lo que este dice de Verónika
no es menos cierto. Allí tienen el periódico y su edición online para la
respectiva búsqueda. Pues bien, en unas horas subiré un texto que seguramente
no gustará a muchos, pero en el cual se deja por escrito mi punto de vista de
lo que ha sido esta primera fase del proceso electoral.
Pero me concentro en lo mejor, en lo que
puede justificar el día, en el cumpleaños de mi amiga Verónica, que desde hace
años vive en Suiza, dedicada a la escultura. Aprovecho este medio, este pequeño
post, en desearle un buen día, que la pase bien en compañía de su familia. Verónica
no usa Face, ni Twitter, ni mail, lleva tiempo en una franca apuesta por un
regreso a los orígenes de la comunicación. De vez en cuando, se dirige a un
café internet de su pueblo, solo en ese momento se entera de lo que está
ocurriendo en el mundo. A veces pienso, que eso sería lo ideal para todos,
volver a los orígenes de la comunicación, pensar y analizar antes de hacer las
cosas, no ser parte de esta frivolidad apurada en la que estamos inmersos,
siendo cada día menos humanos, e indudablemente, más idiotas.
jueves, abril 07, 2016
"el tiempo reversible"
En sus ahora doce famosos consejos para
escribir cuentos, Roberto Bolaño señaló, hasta en dos ocasiones, que un
aspirante a escritor de cuentos no debía leer, por nada del mundo, ni a Camilo
José Cela ni a Francisco Umbral.
Y claro, como se supone, la bolañomanía
generó que nuevos lectores y escritores, llevados por la impresión/asombro del
primerizo, pasaran por alto la obra de estos dos escritores españoles, de los
que bien haríamos en cuestionarlos por sus faltas cívicas (recordemos la
soplonería de Cela), traiciones y por todo aquello que se les quiera criticar,
lo cual no nos debe llevar a la sorpresa, solo basta averiguar; pero en lo que
no deberíamos caer, por más bolañomanía que haya, es en la mezquindad
literaria, en la mentira a la que nos lleva la ya señalada impresión/asombro
del primerizo, en primer lugar; del mismo modo la mezquindad de los llamados
referentes que mezclan instancias ideológicas, morales, con la valoración
literaria.
Algo de mezcla ideología y superioridad
moral hubo en Bolaño cuando menciona a Cela y Umbral en sus consejos para
escribir cuentos. Pero Bolaño, ante todo, era un irredento lector. Sabía de los
peligros de los hechizos literarios, que ostentan la suficiente fuerza de
elevarte y destruirte dependiendo de cuán preparado te encuentres, porque si
algo podemos decir de las radiaciones de Cela y Umbral, es que nadie sale bien
parado si es que se decide seguir el sendero de la involuntaria imitación, como
ya lo han hecho muchos que ahora reniegan de esta dupla. Bolaño, entonces,
alertaba de ese peligro, de ese hechizo que solo servía para contemplar, para
aprender, mas no para seguir su magisterio.
Hoy por hoy, la figura de Umbral es
mucho más vigente que la de su maestro Cela. A diferencia del autor de Cristo versus Arizona, Umbral ha sabido
convertir su poética en un auténtico e infranqueable género literario, en una
marca de agua en alto relieve que la podemos percibir en sus novelas,
biografías, ensayos, que podríamos llamar artefactos literarios a razón del
fluido genérico del que Umbral hizo gala, y, muy en especial, en sus artículos
periodísticos, con los que formó un magisterio real, en textos libres de
perderse en el olvido, adquiriendo a la fecha una resonancia insoslayable para
todo aquel que no solo se respete como escritor, sino ante todo como lector, y
no solo de literatura y periodismo.
En El
tiempo reversible (Círculo de Tiza, 2015) accedemos a una antología de sus
mejores artículos publicados en El País y El Mundo, entre 1976 y 2007, y dividido
en tres secciones: “Diario de un snob”, “Spleen de Madrid” y “Los placeres y
los días”. Nos encontramos con un Umbral en permanente estado de gracia,
direccionado en dos tópicos esenciales: la política, que comprendía el proceso
de Transición española, y la literaria. El estilista, porque así deberíamos
definir a este hombre que no escribía, sino que cincelaba, coge a la realidad
por las astas, marcando terreno sin importar las sensibilidades afectadas.
Habría que imaginarnos estos artículos en su contexto primigenio, en la bulla y
en las polémicas que Umbral protagonizó a causa de ellos.
No era para menos. Con ese estilo,
Umbral podía escribir de lo que viniera en gana. Lo supo de joven, como hombre
que se hizo a sí mismo, superando las estrecheces sociales y económicas,
circunstancias que sumaron en nervio a su natural genialidad. No solo se asumía
como uno de los más grandes escritores de estilo en la historia literaria en
castellano, también era un autor con una voz que proyectaba solidez crítica, no
libre de ironía y sarcasmo, que en estos artículos aparecen en dosis que habría
de calificar de letales. La mayoría de las veces Umbral partía de la
cotidianidad y desplegaba un yoísmo justificado, cayendo, seguramente, pedante
al lector, mas nunca impostado, falso, ya que por encima de sus posturas ácidas
estaba su verdad emocional, intelectual y cultural. En estos artículos somos
actuantes de reparto al amparo de una cantera de conocimientos e impresiones
amenazados por la moda de los temas, pero que Umbral los perfila de actuales,
cumpliendo así con el fin supremo del articulismo y el columnismo, pero sin
traicionarse.
Eso, sin traicionarse.
Asistimos a una coherencia entre el
estilo y la mirada, coherencia que lo refrenda, a la fecha, y más, como uno de
los maestros que elevó la fugacidad periodística en experiencia literaria
llamada a perdurar. No necesariamente hay que conocer la historia española
contemporánea para entender los tópicos de los que escribe Umbral. No es un
requerimiento, en absoluto, puesto solo es necesario cambiar/trastocar los
escenarios y protagonistas, por ejemplo, para darnos cuenta de que sus temas
serían los mismos en el mundo de hoy, cuyas taras serían propiedad de su goce e
ironía, con la firme intención de seguir quebrantando géneros y registros,
fundiéndolos con la luminosidad de acero de su verbo inagotable.
No perdamos tiempo. Leamos este
documento/testimonio de uno los mayores escritores de estilo del Siglo XX.
Umbral, sí, el dueño de la palabra al que los demás estamos condenados a ver
desde abajo.
miércoles, abril 06, 2016
451
Y Quilca se convirtió en una fiesta.
Ni hablar de la marcha, de la que se
dicen varias cifras, 20, 30, 40 y 50 mil personas congregadas, y uno que otro
infiltrado.
Mientras me dirigía a la marcha, luego
de salir de la conferencia de Subirats en la que casi se mecha con Buntix,
hecho que iba a motivar a que Walter y yo paremos ese posible emcontrón,
pensaba en el los discursos tan equivocados y erróneos que como sociedad hemos
desarrollado contra el fujimorismo, discursos que no han atacado las cimientes
de su esencia, apelando más bien a consignas que más parecen gritos de guerra
de barra brava que discursos pensados y objetivos. Es por ello que cada cinco
años corremos el peligro del retorno de esa dictadura, ahora transfigurada,
pero con muchísimo apoyo popular, para nuestra festiva infelicidad.
Me acoplé a la marcha cuando esta
regresaba a la Plaza San Martín. Hice lo que siempre hago en la marcha,
juntarme en los colectivos, mas no encontré a la gente de La Jauría, también
buscaba alguno que otro comando, pero la cosa se entendía, porque había, al
menos para mí, más de 30 mil personas. Luego de las tocadas en la plaza, me
perdí. Sabía que algunos amigos estaban cerca, como “El Nazi de Puente Nuevo”, “El
caminante”, “ND”, “Lorenzo Lamas chato”, “Ramones Girl”, “Mr. Chela”, “Dante
Kid”, no así “Jeremy”, que no cree en estas manifestaciones, llamando poseros a
los que luchan contra la Rata naranja. No lo culpo, su trauma generacional, del
que aún no puede recuperarse, fue el último capítulo de Dragon Ball.
Recién cuando me dirigía a Ciro pude ver
a más gente ubicable, por mí, claro, listos para la festiprotesta que colmó
toda la segunda cuadra de Quilca. Una fiesta de arengas, cerveza, hierba y
bulla de todo matiz. Me compré una chela en lata y prendí el primer cigarrito
en cuatro horas. Cada día fumo menos y eso me sorprende, aunque siempre me ha
gustado fumar, he allí el secreto de no estar matado como otros sí, al punto
que mucha gente piensa que tengo menos edad de la que sí.
En el corto lapso de cinco minutos, recibí varios mensajes de texto, me
preguntaban en dónde me encontraba. Casi les respondo y me dediqué a ver la
algarabía apoyado en las rejas de una tienda que estaba rayando en cervezas y
toda clase de tragos cortos. No tenía sentido quedarme hasta tarde, podía
acoplarme a varios grupos, pero tampoco quería hablar en demasía, solo deseaba
observar, en silencio, sin hablar de los candidatos, cuando de pronto me percato
de que Allen Ginsberg estaba caminando en Zigzag…
martes, abril 05, 2016
450
Me quedé dormido hasta tarde. Con las
mismas me levanté y me metí a la ducha. Era de noche y no sabía ni me interesaba
la hora, solo en mi mente estaba la idea de pasar a limpio las notas que había
hecho de una serie que me había gustado como mierda.
Solo tenía prendido el cel, mi única
conexión con el mundo.
Abrí un archivo en Word. Si las cosas me
salían bien, lo terminaría en menos de lo que me esperaba.
En esas me encontraba, avanzando y
corrigiendo al galope, cambiando ideas y el estilo de lo que sería un artículo
de la quizá sea la mejor serie latinoamericana de la historia, al menos en mi
opinión.
Los problemas comienzan cuando las
alertas y sonidos se manifiestan en mi celular. Llegan los mensajes de texto,
las llamadas que no joden con el sonido porque están en vibrador, del mismo
modo los ruiditos del chat de Facebook. Es un ataque en tropel, de conocidos,
amigas y amigos. Muchos querían saber qué
pensaba de estas elecciones, y muchos también querían saber por quién
finalmente me había decidido. No, no es que sea una personalidad de la que no
pocos anden pendiente, sino que la coyuntura electoral se ha vuelto en el eje
temático hasta para el menos interesado en política.
Entonces, para no contaminar mi mente,
me vuelvo en el ser más político del Perú, en el perro rabioso de la ideología
y la coherencia discursiva, es decir, me convierto en un apolítico, me reservo
el derecho a opinar de política, de PPPapers, de la amiga y luchadora por los presos
políticos venezolanos, del señorón, del panzón y del chacano, mas no así de la
Rata naranja, para la que siempre tengo una que otra palabra, inevitable pues.
La idea es quedar totalmente libre cerca
de las cinco de la tarde. Debo ir a una conferencia y con las mismas dirigirme
al centro, a la marcha contra la candidatura de la Rata naranja, en donde me
encontraré con el colectivo La Jauría y demás comandos democráticos. Es obvio,
hay que defender la democracia, por más débil que sea esta, es una democracia
que tiene que cuidarse y eso lo sabemos los que salimos a las calles desde
1997, año en que la dictadura de Fujimori se desató con sinverguenzería. Los
lectores peruanos/peruanas del blog me entienden, y si eres peruano/peruana y
no entiendes, es que nunca has luchado/protestado contra la Rata naranja. Así
es.
lunes, abril 04, 2016
449
Cuando me toca madrugar, madrugo. Tomo
previsiones, mas este lunes no fue así. Solo dormí un par de horas. Me levanté
a las 8 de la mañana y me metí a la ducha en una. Lo hice escuchando a Verónica
Castro, gracias al alto volumen de una canción suya que venía de una casa
vecina.
Alisté mi ropa. Un terno. Ajá, atuendo
inevitable con el que fui al Congreso de La República a presentar la excelente
novela de Teresa Ruiz Rosas, Nada que declarar. El libro de Diana. En el taxi
hacía memoria. La verdad es que desde los 13 o 14 años que no iba al Congreso.
Hablé lo que tenía pensado de la novela
de Ruiz Rosas. Recomiendo su lectura. Posiblemente, en los próximos días pase a
limpio mis notas sobre la novela y publique el texto en este espacio. Algo me
dice que será algo polémico.
La presentación salió mejor de lo que se
podía esperar. Pero demoré un toque en salir porque me dediqué a recorrer los
pasillos de ese espacio que tantos sentimientos encontrados genera entre los
peruanos.
Llamo a casa y le pregunto a mi padre si
todo está bien allá. Me dice que sí. Entonces me dirijo, siempre en la sombra,
a visitar a mis patas en la librería El Virrey de Lima. Allí les tuve que
explicar a Carola, José Luis, Dio y Dajo por qué estaba disfrazado así. Mi idea
era quedarme unos minutos, de paso revisaba el programa de los próximos
encuentros literarios.
Me disponía a quitarme, debía llegar a
casa cuanto antes para quitarme toda la sensación de calor y humedad que,
literalmente, me estaba tirando al suelo. Esas ansias quedaron relegadas ante
la visita inesperada del filósofo español Eduardo Subirats, que venía acompañado
de mi querida amiga Charlotte.
Conversamos un toque, y entre lo que me
contó, mañana martes estará en la BNP de San Borja, ofreciendo una conferencia
y presentando sus dos últimos libros.
Intelectual polémico, sin duda alguna.
Eso es lo que tendría que ser un intelectual, no depender de nadie y decir y
escribir de lo que piensa, sin temor a represalias tan caras en el mundillo
cultural.
Salí de la librería y me encaminé por
Camaná.
Pasé un toque por Quilca y saludé a “Hombre
sabio”.
Los minutos avanzaban y mi cuerpo ya no
daba para más. Ahora sí, a regresar a casa. En la esquina de Camaná con Quilca
abordé un taxi. Bajo la ventana para llenarme de aire, y el taxista,
sintonizando en la radio la misma canción de Verónica Castro que escuché horas
antes al ducharme. ¿Será su cumpleaños o lo será en los próximos días?
sábado, abril 02, 2016
448
La charla de ayer con Ybarra salió de la
putamadre.
No poca gente lo considera su referente
e ídolo. La verdad, pocas veces he visto cosas así. La canonización en vida, en
este caso, por los lectores y no por críticos patronos de mafias, que reclutan
gente sin talento para la literatura, mas sí para las relaciones.
Me despido del también llamado “Comandante”.
Tengo ganas de unas cervezas, pero antes me gustaría cenar. Entonces “El
caminante” nos advierte de un local en donde se prepara una extraordinaria
comida casera. Le digo que nos lleve hacia allá. Nos dirigimos a ese local
ubicado a metros del Centro Cívico con “Jeremy”, “Dante Kid” y “Paganini”.
En el trayecto conversamos de música y
de los libros que estamos leyendo, claro, también de la bestia que hizo que
paralizaran el clásico. A todos les digo que deben estar el 5 de abril en la marcha
contra la Rata naranja. Será un día muy especial, en el que cumpliré en todos
los frentes que pueda cumplir, porque casi a la hora de la concentración,
estaré en una charla de Subirats, que no sé a qué hora acabará, lo que sí sé es
que será mucho antes que termine la marcha, que tendrá para rato. Cuando vaya a
la marcha tendré que hacer un alto y realizar unos pagos de rigor que no creo
que me tomen más tiempo del debido, y de allí empatar a la puntas de la nueva
directiva de Quilca que me esperan, pero fácil desista de esta reunión.
Llegamos al local sugerido por “El
Caminante”. Veo la carta y en verdad, los platos caseros se ven muy bien. Pido
un plato de pollo a la olla, aunque llama mi atención el lomo saltado que le
sirven a “Paganini”. Mi plato está rico, pero también se me antoja el lomo
saltado. Llamo a la señorita, le pido un lomo, pero esta me dice que se le ha
acabado.
Después de comer, nos dirigimos a
Quilca. Tenía de ganas de unas cervezas y así las mismas regresar a mi casa
porque debo seguir trabajando en los textos que debo enviar antes del domingo,
y también finalizar con la lectura de un par de libros, como también regar el
jardín, ajá, sí, riego mi jardín del parque en la madrugada, que es lo más
saludable para las plantas en vez de hacerlo durante el día en pleno calor. En “Quilca”
me topo un toque con “Onetti”, aunque antes lo llamaba “El semillero”, nos
saludamos, la verdad después de mucho que lo veo, cruzamos algunas palabras, el
momento no era propicio, había mucha gente en la calle y él solo buscaba un
encendedor, cosa que le proporciono.
La calle no estaba tan concurrida como
en otros fines de semana. Si algo me gusta de Quilca, es precisamente ese
desorden festivo y el olor a hierba que emana de allí, la sensación
apocalíptica asumiéndola de la mejor manera. Claro, muchos se quedan toda la
noche, otros como yo se quitan ni bien acaban la primera ronda.