martes, febrero 28, 2017
domingo, febrero 26, 2017
el intelectual barato 2.0
Las tardes de verano las consagro a la
relectura de los clásicos. Hace unas horas terminé Las ilusiones perdidas de Balzac y quedé tan arrebatado como la
última vez que la releí hace ocho años, y también en las tardes de la última
semana de febrero. Pues bien, aunque no es precisamente un clásico, considero
que El pez en el agua de Mario Vargas
Llosa bien puede ser considerado como tal, sin temor a las advertencias de los
puristas.
En este libro encontramos el capítulo El intelectual barato, que seguramente
más de una referente pluma nacional preferirá olvidar o, en todo caso, no
desear que jamás se mencione su nombre en relación a ese capítulo, con mayor
razón cuando más de un aludido ha hecho las paces con nuestro Nobel de
Literatura.
En este capítulo Vargas Llosa no muestra
piedad contra los intelectuales y escritores que lo atacaron durante la campaña
presidencial que perdió ante Fujimori. Lo contado en estas líneas bien podría
justificar más de una visita a las hemerotecas y así confirmar lo que cuenta el
Nobel, puesto que esos ataques se publicaron en los diarios de la segunda mitad
de los ochenta.
Más allá de algunos excesos
conceptuales, VLl señala lo siguiente: “En lo que a mí se refiere, me merece
respeto el intelectual o el político que dice lo que cree, hace lo que dice y
no utiliza las ideas y las palabras como una coartada para el arribismo”.
Es decir: lo que VLl busca es coherencia
en el creador e intelectual peruano, no importa si este es de derecha o de izquierda,
o un indefinido. No es poca cosa, puesto que en el desarrollo del capítulo, VLl
incide en que esta ausencia de coherencia trae consigo un resultado por demás
bochornoso: la casi inexistencia del intelectual peruano digno de respeto.
Mientras releía el capítulo, me fue
imposible no pensar en nuestras actuales voces, dueñas y amas de la verdad y la
moral, autoerigidas como las metáforas de la limpieza del pensamiento y
conducta en las redes sociales. Pienso en el representante mayor de esta
metáfora: el resucitado Gustavo Faverón, quien viene borrando con el codo el
discurso moral y justiciero que exhibió en la campaña electoral pasada. Su
incoherencia no es esclava de la ideología o preferencia política, sino de la
amistad que se proyecta como broma de mal gusto y que revela la negación de la
cualidad que debe exhibir todo intelectual: la autocrítica. Un intelectual sin
autocrítica, incapaz de reconocer que se equivocó, no es más que un oportunista,
tal y como enseña el maestro Hitchens.
Lógico. Nadie se imaginaba lo que la bomba
de Odebrecht iba desatar en nuestra sociedad, bomba de la que cada día somos
testigos de un nuevo capítulo. Por ello, genera repulsa el apoyo a Nadine
Heredia por parte de Faverón, que viene cremando recursos intelectivos, pasando
por agua tibia, relativizando, la acusación mayor que pesa sobre su amiga:
haber recibido 3 millones de dólares de Odebrecht.
El discurso del intelectual contra la
corrupción no puede ser maculado por el buenagentismo ni el rancio amiguismo.
Hablamos de un discurso que hoy en día debe exhibir una limpieza moral, porque
solo en esta limpieza se puede marcar una clara diferencia del lastre que se
critica. No puedo darme el lujo de ser un Kamikaze: doy palo y patadas al sucio
clan naranja de Keiko Fujimori y me tiro al suelo defendiendo a mi amiga Nadine.
No pues, hijo: corrupción es corrupción. A menos que vengas impartiendo una
nueva cátedra de la que no me he dado cuenta: La anticorrupción del vasallo.
Ahora, lo que deberían hacer los
intelectuales peruanos que apoyaron a Ollanta Humala en la campaña presidencial
del 2011, muy en especial aquellos que lo hicieron desde el principio (quien
esto escribe votó por Humala en la segunda vuelta, o sea, contra Keiko), es
autocriticarse y Deletear la
impostura de la sorpresa ante los hechos presentes. Muchos creyeron en esa
candidatura, pero no sabían lo que ahora sí: Ollanta Humala era el candidato,
la apuesta mayor, de Odebrecht. Por ello, el discurso del intelectual peruano
en estos tiempos por demás sensibles está llamado a mostrar coherencia, y la
autocrítica es parte de esta. Si te equivocaste en su momento, pues te
equivocaste, lo aceptas y para adelante, con la cabeza en alto, sin el temor a
que te caiga un lapo que desdibuje tu Reality
moralista.
Por otra parte, bien sabemos que la gran
mayoría de intelectuales y escritores peruanos dicen abrigar los principios de
la izquierda. Como ya he indicado antes, si la izquierda peruana fuera normal,
yo también me consideraría de izquierda, y sería mucho más salvaje de los que
vemos, oh vaya novedad, también en las redes sociales. En este sentido, he sido
testigo, en estos últimos días, de la incoherencia del intelectual peruano de
izquierda. Entiendo que más de uno no acepte lo que pasa en Venezuela, negando
el sufrimiento del pueblo venezolano y justificando el encarcelamiento de los
presos políticos de Nicolás Maduro. Puedo entender, mas nunca justificar, esta
ahuevonada complicidad chicoteada por la ideología. Lo que sí me cuesta aceptar
ha sido el silencio, la defensa sin firmeza, que desde muchos sectores de la
izquierda local, específicamente el de los escritores identificados con ella, se
ha mostrado con el gran poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Cuando más se necesitaba de los
berrinchosos, de las bestezuelas de la zurda, estos han optado por la
inconsecuencia: no decir nada porque el atropello contra este poeta de 92 años
provenía de la dictadura de Daniel Ortega; así es, de una dictadura de
izquierda. Las bestezuelas izquierdozas de la literatura peruana prefirieron
condenar en silencio a Ortega, actitud pusilánime que los metamorfoseó en
castrados espectadores del abierto apoyo a Cardenal por parte de la derecha.
Había que defender en discurso a este estupendo poeta, y no por ser de
izquierda, sino por sentido común, en sintonía con un prójimo que estaba siendo
víctima de un abuso. Por ejemplo, me entristece la actitud del próximo
presidente peruano, así es, mi pata, mi causita, mi chocherita, mi bró
“Chiboliné du France”, que prefirió disparar para otro lado cuando más se
necesitaba de su indignado histrionismo virtual. Para variar, nuestro pequeño
guachimán, nuestro Conancito que se enfrenta a las tinieblas del mundo
neoliberal, volvió a hacer miau.
Mira, mascota, te la pongo así: si pretendes gobernar este país de bellas
montañas y hermosas tierras, tienes que fa-jar-te por los Principios y no hacer
hueco en la tierrita cada vez que tu ideología ingresa a las parcelas del
entredicho.
Y para terminar: que el presente
contexto político marcado por la corrupción nos lleve a la reflexión. Podemos
considerarnos intelectuales, con virtudes e ineludibles defectos, y como tales,
estamos llamados a honrar con acciones los valores y principios que
transmitimos desde nuestras trincheras discursivas. La coherencia hace la
diferencia entre un intelectual de buena voluntad y un intelectual barato.
Marito tenía razón.
sábado, febrero 25, 2017
"el más crudo invierno"
La publicación de El más crudo invierno. Notas a un poema de Blanca Varela (Fondo de
Cultura Económica, 2016) del poeta y lingüista Mario Montalbetti, nos ubica en
lo que tranquilamente podemos llamar la experiencia en poesía. Como poeta,
Montalbetti es considerado uno de los más atendibles de la poesía
latinoamericana contemporánea, prueba de ello, lo hemos constatado, una vez más,
en su última entrega, el no menos recomendable Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva).
Por un lado, nos resulta por demás
estimulante leer sobre la poesía de Blanca Varela, convertida a la fecha en un
símbolo, en un soto radiactivo que no deja de estimular a las nuevas (y no tan
nuevas) sensibilidades poéticas en español. Y por otro, saludamos esta lectura
sobre un poema de la autora, una lectura pautada por el “cómo”, cuyo desarrollo
está a la altura de lo que podemos esperar de un lector como Montalbetti. Esa
es precisamente la virtud de la presente publicación, el impresionismo del
lector de poesía que recorre cada una de estas páginas; la inteligencia del
autor puesta al servicio de un intento que anuncia su fracaso, siendo este, por
paradójico que parezca, su logro mayor. Gracias a este intento ingresamos a los
circuitos temáticos, emotivos y formales que pudieron inspirar el tercer poema
del celebrado Concierto animal.
Entonces, el improbable lector es
víctima de dos experiencias: de la epifanía de la poesía de Varela, como del
pensamiento analítico y generoso (hay que serlo para entregar un texto
premunido de conceptos y referencias) de Montalbetti, quien sin recurrir a la
jerigonza académica, rehuyendo del oscurantismo conceptual, privilegia la
experiencia de su lectura personal. Por ello, las cerca de cien páginas que nos
convocan son direccionadas mediante un ejercicio crítico que, vaya uno a saber
por qué, no se practica: la especulación. El autor especula y no duda en
desplegar todos sus recursos, que no se limitan a su conocimiento de la
tradición poética peruana.
Hablamos también de una radiografía a un
poema que podríamos calificar de “económico”, distante de la densidad del verso
barroco, a saber. Por ello, lo que exhibe Montalbetti de aquello que llama “el
lugar común” que signa este poema de Varela, es, por decir lo menos, revelador,
puesto que nos ingresa a un universo complejo, el cual se expone mediante una
prosa diáfana y con personalidad, desatenta de una mera funcionalidad. De haber
sido así, no estaríamos ante el ensayo que nos cita en esta oportunidad.
A la fecha se ha rescatado la totalidad
de la poesía de Varela y también venimos siendo testigos de la importancia de
su poética para el mundo académico. Hablamos de logros, pero ante todo de una
legitimidad que no admite cuestionamientos, ya que esta legitimidad proviene
del lector atento a la tradición poética peruana. Por esta razón, se hace necesaria
la existencia de más libros en clave de difusión sobre Varela y otros poetas
peruanos esenciales. Difusión, entendamos bien, que no debemos confundir con el
facilismo discursivo. La pequeña gran comunidad de lectores de poesía demanda
más ensayos (no confundir con recopilación de artículos) de este calibre, es
decir, ensayos inscritos en las verdades emocionales y propósitos especulativos.
El más crudo invierno podría ser el
punto de despegue.
…
Publicado en SB
lectores (1)
Mañana de sol. Me despierto temprano y
no hay nada más estimulante que encontrar en la sala un helado jugo de naranja.
Acto seguido, me sirvo café mientras felicito a Pedrito Escribano por la
consolidación de la sección Don Lucho
Review of Books en la página cultural de La República, que la dirige con ahínco y fe.
Luego del duchazo, recordé la conversa que hace unas semanas sostuve con una editora independiente. Aquella vez hablamos del discurso que viene sosteniendo más de un editor en cuanto a la crisis de las editoriales independientes, crisis que los motiva a pedir apoyo del Estado cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. En parte le daba la razón, sin embargo, le dije también que la solución no pasaba exclusivamente por la ayuda del Estado. Tal y como me contaba de su experiencia como estudiante de ediciones en Buenos Aires, cinco años atrás, en la que fue testigo de la fuerza del circuito editorial argentino, en el que hasta el sello más modesto tiene la posibilidad de proyectarse y armar catálogo en relación a sus intereses temáticos. Esta buena amiga me detallaba de otra realidad, ubicada a décadas de la que se vive en Perú, sin embargo un detalle configuraba esa realidad argentina: con problemas económicos o no, Argentina es dueña de una riquísima tradición de lectores, tradición que asume a la experiencia de la lectura como una actividad rutinaria más y no como una pasajera exclusividad.
Luego del duchazo, recordé la conversa que hace unas semanas sostuve con una editora independiente. Aquella vez hablamos del discurso que viene sosteniendo más de un editor en cuanto a la crisis de las editoriales independientes, crisis que los motiva a pedir apoyo del Estado cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. En parte le daba la razón, sin embargo, le dije también que la solución no pasaba exclusivamente por la ayuda del Estado. Tal y como me contaba de su experiencia como estudiante de ediciones en Buenos Aires, cinco años atrás, en la que fue testigo de la fuerza del circuito editorial argentino, en el que hasta el sello más modesto tiene la posibilidad de proyectarse y armar catálogo en relación a sus intereses temáticos. Esta buena amiga me detallaba de otra realidad, ubicada a décadas de la que se vive en Perú, sin embargo un detalle configuraba esa realidad argentina: con problemas económicos o no, Argentina es dueña de una riquísima tradición de lectores, tradición que asume a la experiencia de la lectura como una actividad rutinaria más y no como una pasajera exclusividad.
Allí, en ese detalle, descansa la
solución, y no solo para nuestras editoriales independientes y para comercio
del libro en el Perú. El circuito dedicado al libro seguirá sufriendo estos
problemas si es que no enfrenta el problema de fondo, la verdadera causa no
solo de su crisis, sino la responsable del pésimo nivel cultural del peruano
promedio: la carencia de lectores.
Con una cultura lectora, los problemas
del mundo editorial y del circuito libresco serán otros, quizá rubricados por una
supervivencia distinta a la que estamos viendo ahora. No se necesita ser un
dechado de virtudes intelectuales para llegar a esta conclusión. Obvio, si
queremos circuitos editoriales y librescos capaces de enfrentar los acelerados cambios
del nuevo siglo, es menester la construcción de una cultura lectora, que la
misma deje de pertenecer a una élite y se proyecte, de una vez, hacia todo
peruano sin importar su condición social. Claro, para ello, es importante
contar con una voluntad política que no solo se enfoque en la infancia de
menores recursos, sino también en un férreo trabajo de concientización de los
padres de familia de hoy. Bien lo dijo Vallejo, “hay muchísimo que hacer”.
miércoles, febrero 22, 2017
intereses
Sabemos que la institucionalidad de este
país puede ser una mierda, como sabemos también que lo es el sistema que la
sostiene. Cuando lo anormal es regla y lo normal es suceso, ese es pues nuestro
querido Perú.
Por ello, nos podemos sentir ligeramente
satisfechos, aunque sea podríamos respirar un poco, reafirmar fugazmente
nuestra fe en el sistema, creer que aún impera en nuestra sociedad una reserva
moral, o si gustas, la puedes llamar sentido común.
Ya era hora. Estaban pasando piola.
Mucho Odebrecht y poca atención a los narcodólares de la tienda naranja, y,
claro, demasiada conchudez de esta exigiendo profilaxis en la política
nacional.
Por ello, se saluda que la Fiscalía
incluya a la líder naranja, Keiko Fujimori, en la investigación que por lavado de activos le sigue al también líder naranja Joaquín Ramírez. Así es, el hombre
que se portaba con el dineral de la campaña presidencial de la hija del ex
dictador.
Sin embargo, no causa extrañeza que
pocos medios den cuenta de esta noticia. Lo sabemos, y de sobra: los grandes
medios de comunicación han demostrado eficiencia en nobles objetivos: la
noticia estratégica para no chocar con sus intereses, como hoy, políticos.
Pienso en El Comercio, en Perú 21, desentendidos como medios de
comunicación de referencia, convertidos en empresas que cuidan precisamente sus
empresas.
Ese es el periodismo peruano del
presente siglo, y al parecer no pocos periodistas están felices con pertenecer
a él. El cuestionamiento y la búsqueda de la verdad no son sus medios ni sus
fines, les basta y les sobre con la docilidad.
martes, febrero 21, 2017
poeta leyenda
Una entrevista de Renzo Porcile al
crítico literario y editor Abelardo Oquendo hizo que ponga patas arriba mi
casa, puesto que no encontraba mi ejemplar de la poesía completa de Javier
Heraud. Me refiero a la que publicó Campodónico, cuyo cuidado de edición estuvo
a cargo del catedrático y poeta Hildebrando Pérez.
Así es. Esa edición: la que lleva una
portada de motivos selváticos de Claude Dieterich.
Encontrar este libro me hizo pensar en
los otros poemarios que deben estar desperdigados por la casa, quizá ocultos en
algunas cajas de libros. No lo pienso, buscaré las otras joyas bibliográficas
en estos días.
De las respuestas de Oquendo, me centro
en lo que dice del biopic sobre Heraud, En
busca de Javier de Eduardo Guillot. En este sentido, comparto el temor del
crítico, porque podríamos estar ante una película sin nervio, sin luces sobre
una vida truncada por la tragedia. No me refiero a que la película sea mala,
sino a algo peor: que se nos muestre un Heraud idealista, sin tormentos, ni
demonios, que un día decidió abandonar sus estudios de cine en La Habana para
embarcarse en un proyecto revolucionario continental.
Heraud murió acribillado en Madre de
Dios, en 1963. Tenía 21 años. No pasó mucho tiempo para que comenzara a
edificarse sobre él una leyenda, la misma que se ha impuesto a lo interesante de su propuesta poética.
Creo que no estamos cayendo en la mezquindad valorativa. Heraud no fue un gran
poeta, pero sí uno que a su corta edad demostró ser dueño de una envidiable
sensibilidad para el ejercicio poético. Obviamente, habló del poeta en base de
lo leído, poco o nada sirve especular sobre un posible derrotero que no llegó a
desarrollar.
De Heraud he escuchado muchas cosas,
cada cual más sublime que otra, hasta llegué a pensar que murió casto. Entiendo,
en parte, la imagen que sus compañeros generacionales han proyectado de él, tan
recto, tan puro, tan comprometido con las luchas contra las injusticias que
sufrían pueblos como el peruano. Heraud era un hijo natural de una época
politizada por la efervescencia de la Guerra Fría. Resultaba normal que
cualquier joven simpatizara con causas revolucionarias y Heraud es la perfecta
metáfora de las mismas.
Sería interesante que la película de
Guillot venga signada por una exploración en el lado humano de Heraud,
abordando sus imperfecciones, sus desaciertos, manifestando sus demonios
personales. Solo así tendremos un Heraud más humano, es decir, más perdurable.
lunes, febrero 20, 2017
domingo, febrero 19, 2017
623
Ya la vi. El día que veamos por
televisión a Toledo, esposado, bajando del avión, en el Jorge Chávez, ese día
más de uno llorará. Al menos, esta es la impresión que he podido recoger sobre
el tema en los últimos días. Si recibió lo que la fiscalía dice que recibió
como coima, y según los indicios parece que fue así, pues que pague por sus
faltas. Pero también sé, como persona informada, que su coima no afecta la
imagen de su buen gobierno, como tampoco la gesta que lideró en el 2000 contra
la dictadura fujimontesinista. Claro, de esta situación hacen eco los
becerriles de la política naranja, que últimamente vienen ejerciendo una
abierta campaña moralista que a los pensantes nos impulsa a la risa, pero ello
no quiere decir que esta resonancia no tenga eco en su feligresía, entregada a
los recuerdos del asistencialismo. Basta escuchar sus discursos, la poca
capacidad argumentativa que los mismos exhiben con orgullo.
Toledo se ha convertido en el chivo
expiatorio de la bomba Odebrecht. Hasta el momento no pasa nada con García, ni
los Humala, como tampoco pasa nada con Kenji Fujimori. Hablamos de sujetos
políticos que en un país normal ya estarían bajo una investigación, sea por
tráfico de influencias, lavado de activos y narcotráfico.
Por ello, se hace necesario que
aparezcan nuevas voces políticas, porque solo estas nos podrán evitar el tufazo
de la catástrofe que será la guerra electoral de las elecciones presidenciales
del 2021. Así de hasta las huevas estamos, porque estos destapes de Odebrecht
han beneficiado a los seguidores naranjas. Esta percepción la podemos ver todos
los días en las calles, percepción que no encuentra su contrapeso en otras
alternativas, peor cuando los llamados moralizadores también van maculados de
esta corrupción importada.
Urge, pues, la aparición de nuevos
sujetos políticos.
youtube es insuficiente
A menos que me equivoque, en los
próximos días se estrenará el programa de televisión Entre libros.
No hace falta explicar mucho, aunque la
redundancia siempre es buena: un programa de televisión dedicado a la
producción libresca es por demás necesario, no solo en un país que necesita a
gritos de la promoción de la lectura, sino porque lo libresco es lo mejor que puede ostentar este país. La literatura es
el baluarte de nuestra cultura. Seríamos ociosos y malintencionados si la
comparamos con las otras manifestaciones culturales peruanas.
Ya era hora que volvamos a tener un
programa de televisión de esta característica: de una hora de duración. En este
sentido, destaquemos la apuesta del canal estatal, que para eso está, para
promover programas que, a diferencia de los que transmite la producción privada,
no están sujetos a los mandatos de la teleaudiencia.
En lo personal, no tengo duda alguna de
las capacidades literarias e intelectuales de sus conductores, los escritores
Alonso Rabí y José Carlos Yrigoyen. Al segundo lo conozco, y al primero no,
pese a que exhibe muestras de cariño hacia mí cada vez que puede… Y sé también
que a medida que vayan corriendo las emisiones, sus desaciertos los irán
corrigiendo, porque todo se puede mejorar puesto que partimos de la base ya señalada.
Sin embargo, no podemos desatender la
posible existencia de una tara que signó al inmediato antecedente de EL. Así es, me refiero a Vano oficio, que durante muchos años condujo
el escritor Iván Thays, también en la misma casa televisiva que ahora alberga a
los conductores de este nuevo programa cultural.
Queda claro que el problema con Thays
jamás fue su capacidad, porque antes de conductor, era/es un gran lector. No
reconocerle esta cualidad, sería un acto de sublime mezquindad.
Bien sabemos que la tara en VO fue otra: una abierta negación a la
pluralidad. Para cualquier seguidor atento de la literatura peruana, le
resultaba imposible entender por qué jamás se invitó a escritores de legítimas
resonancias como Miguel Gutiérrez y Jorge Pimentel. No vamos a negar que por
medio de este programa pudimos ver y escuchar a escritores capitales de nuestra
literatura contemporánea, pero también fuimos testigos de muchísima cachina.
Por ello, cuando se recuerda el “aporte” de VO,
lo asociamos como un programa de televisión pautado por el sentimiento menor y
el rancio capricho de su conductor, peor si indicamos que estas políticas
personales las llevó a cabo en el canal oficial. Este señalamiento no puede ser
pasado por alto, porque todo programa televisivo del canal oficial está llamado
a cumplir una tácita función: construir la memoria audiovisual de la cultura
peruana. Las críticas a VO son
pertinentes, porque su conductor tuvo mucho tiempo para corregir su política
personal excluyente y, sencillamente, no le dio la gana. Son de antología, por
ejemplo, las razones que esgrimió para no invitar a Gutiérrez (sabemos ahora
que el discursillo de las diferencias políticas e ideológicas fueron meros
pretextos para no invitar al autor que lo mandó a comprar pan, tamales y café
después de leer el mecanoscrito de un libro que le entregó cuando joven). No
menos antológicas fueron las razones que manifestó para no invitar a escritores
jóvenes valiosos en plena construcción de poéticas que venían gozando del
saludo de la crítica y de la atención de la lectoría. Claro, podemos entender
esta política personal si estuviéramos recordando un programa privado, en el que
si gustabas, podías invitar al sobrino de la prima del padre de la hija del
vecino del asesor de la secretaria del amigo del editor de la amiga de infancia
del tío de Vargas Llosa.
Esta reflexión mañanera, previa a la
sensación de resaca dominguera, obedece a que las quejas hacia Thays ahora
serán nada contra posibles reparos que se le formulen a Rabí e Yrigoyen.
Pensemos en esta eventualidad: un estado de Facebook, en el que se exprese con
argumentos y ejemplos la más mínima prueba de exclusión y falta de pluralidad
en EL, hecho que puede resultar letal, mucho
más que un artículo o carta publicado en un medio tradicional.
Por otra parte, la aparición de EL sucede en un momento por demás
especial para literatura peruana. Las redes sociales han puesto en evidencia la
radiografía de nuestra comunidad literaria: todos sus representantes se
consideran merecedores de atención. La falta de (auto)crítica nos ha arrojado
esta realidad de espanto, en la que ha quedado prohibida la honestidad valorativa sobre los libros que se publican, al punto que los Likes de las portátiles de
los autores pesan más que las lecturas atentas.
Obviamente, hoy en día tenemos muchas
plataformas de difusión, como Youtube. Hasta los autores peruanos menos visibles
tienen su video en donde nos hablan sobre sus “indiscutibles” logros literarios.
Pero ahora con la aparición de un programa sobre libros patrocinado por el
canal oficial, Youtube les será insuficiente. Más de uno estará atento a su
mail o Inbox, listos para responder con una carita feliz la invitación a la
consagración que les significaría aparecer en señal abierta.
Que los problemas sean otros en EL, no la
falta de pluralidad. Todo se puede solucionar con estilo, buen gusto, inteligencia y buena voluntad.
sábado, febrero 18, 2017
dialogar para entender
Un video del colectivo
Conmishijosnotemetas ha encendido, y viene encendiendo, más de un comentario en
nuestra fauna letrada e intelectual.
En principio, es posible detectar una
actitud recuurente del pensador peruano: sentirse intelectualmente superior a
los grupos religiosos que conforman el mencionado colectivo. Para tal fin, el
discurso utilizado viene pautado por la soberbia y la intolerancia. Por más que
se tenga razón en cuanto a este colectivo, al que, valgan verdades, ha visto
destruido cada uno de sus argumentos, ejemplo de ello lo tenemos en el video
que circula desde hace unas horas, video en el que un patita confirma la
sospecha que se tiene sobre la comunidad cristiana peruana: su nula capacidad
argumentativa, aunque habría que reconocer su contribución que ha traído su
campaña, como el verbo “homosexualizar”.
Esta nula capacidad para la
argumentación es pues una radiografía vergonzante para una comunidad, como la
evangélica, que ha ido creciendo exponencialmente en las últimas décadas,
comunidad a la que no le ha interesado en lo más mínimo construir un discurso
sólido por el cual transmitir sus principios. Si esta comunidad cree que el
discurso es juzgar, pues seguirán siendo vistos como conservadores
ultramontanos.
Sin embargo, las actitudes de los que
defienden el programa del nuevo currículo escolar distan de lo que podríamos
esperar de los intelectuales, o de los que creen serlo, puesto que cometen los
mismos yerros que critican cuando defienden otras causas. Como ya señalamos,
este discurso intolerante viene escanciado con altanería y pedantería, la de
aquel que se sabe más porque se asume como avanzado, privilegiado, en una
sociedad conformada por acémilas.
Lo que vemos en este fuego cruzado de
estupideces y patanerías intelectuales es el reflejo de lo que tanto adolece la
sociedad peruana: capacidad para dialogar, escuchar e intentar entender. Se
pueden brindar muchos significados de la palabra cultura, pero ante todo, la
cultura es diálogo. Por medio del diálogo entendemos al otro y en el intercambio
de conceptos podemos llegar a las soluciones que más convengan a las partes en
conflicto. Los llamados a dialogar no están honrando este principio básico de
la cultura. No piensan en la facción contraria, solamente la juzgan en su
desinformación, haciendo alarde de sus recursos cognitivos, taladrando al “enemigo”,
sin darse cuenta que esta facción contraria es la que se atreve a hablar,
llevados por sus creencias, gozando de la anuencia de millones de peruanos no necesariamente
evangélicos. Por ello, no nos debe sorprender lo que ocurrirá el próximo 4 de
marzo: una población de millones en las calles, que hará palidecer a las
marchas en las que participan nuestros pensadores, intelectuales y activistas
pop.
Hizo falta convocar mesas de diálogo
desde hace mucho tiempo. Saavedra fue un excelente ministro. Como persona
informada sé de los profundos cambios que llevó a cabo en los circuitos de su
cartera ministerial, pero cometió el error de no consultar sobre los cambios
que pensaba hacer en el currículo escolar. No quiso ni le interesó dialogar con
los educadores que pensaban en contra de sus postulados pedagógicos. Este
diálogo debió darse hace tres años, con el suficiente tiempo para analizar,
cruzar información y discutir. Eso se debió hacer. Pero como no ocurrió, ahora
somos testigos de lo que vemos a diario: un festín de intolerancia.
viernes, febrero 17, 2017
622
Me levanto temprano. El jugo de naranja
y el café para empezar la mañana. Pasos previos para el duchazo.
Una vez listo, abro un archivo en Word
para la reseña de la buena novela Geografía
de las nubles de Luis López Aliaga. Aunque antes de teclear, decido releer
algunas páginas de esta novela que, para su mala suerte, ha sido muy mal
promocionada por estos lares, puesto que es mucho más de lo que consigna de
Chocano. Pero bueno, también sé que no puedo esperar mucho de nuestro
maravilloso periodismo cultural
Acabada la relectura, recuerdo el
periplo de anoche, cuando me dirigía al Centro, viéndome obligado a bajar del
taxi porque el tráfico estaba más insoportable que de costumbre, a causa del
cierre de calles y avenidas. La razón, simple: La marcha contra la corrupción.
Es lo mejor que se puede hacer. Bajarse
del taxi y caminar. Llamé a Charlotte para decirle que llegaría algo tarde. Y
creo que llegué más tarde de lo pensado, porque caminé despacio, cuidándome de
no sudar, con mayor razón cuando has olvidado tu mochila en casa, en donde aparte
de libros, llevas también los bloqueadores. Así de fregado me encuentro, hasta
de noche debo usar bloqueador.
Cuando llegué al Palacio de Justicia, un
penoso sentimiento se apoderó de mí. La realidad era la que valía, lo demás es
genuina demagogia: la marcha fue un fracaso.
Poca gente. Poco ánimo. Mucha
politización. Y hasta donde sé, luchar contra la corrupción va más allá de
preferencias ideológicas y políticas. Una marcha como esta, tan necesaria en
estos tiempos de destapes, tiene que ser capitaneada por personas y colectivos
libres de señalamientos. Desde la promoción de la misma, varios hablaron de
ella, arrogándose una autoridad que solo confiere el oportunismo rancio, tal y
como lo hizo la simpática e inteligente Verónika Mendoza. Con su injerencia,
una necesaria marcha como esta se maculó, impresión también compartida por
muchos simpatizantes de izquierda. Mendoza, antes de liderar causas justas,
tendría que aclarar lo de las agendas de su ex amiga íntima Nadine Heredia,
también mejorar su discurso político, que obedezca más a principios, no a
temores de “sacadas en cara”, porque temor es lo que signa su tibio discurso,
que la lleva a mostrarse laxa y servil y distraída, a saber: la situación de
los presos políticos en Venezuela.
El día se pinta en su cauce habitual,
pero la presencia de una cucaracha virtual quiebra el orden de mi Facebook. La
cucaracha virtual hace lo suyo: me menta la madre, y se da tiempo para insultar a otros autores en sus propias cuentas, todo en menos de cinco minutos, al punto que uno de ellos lo manda a la genitalia de su madre. No puedo hacer captura de su
insulto, pero otra punta ya lo ha hecho y lo testimonia en los comentarios.
Entonces le mando un Inbox a “Cachetada nocturna”, y le digo para hoy en la
noche. “Cachetada” acepta el reto. Pero cambia de parecer cuando le sugiero que
vaya solo y que solo me eximiré de sacarle la mierda si se porta con una
donación pecuniaria con el albergue de niños de Piura. Entonces “Cachetada”
desaparece de la fas virtual, anula su cuenta de Facebook. Me quedo unos
segundos más, a ver si regresa al paraíso artificial, pero “Cachetada” ha
desaparecido. Bueno, aunque sea que se porte con la donación. Tiene que hacer
algo, porque podrá salvarse de mí, pero no de la furia de Niunamenos, menos de
Conmishijosnotemetas.
jueves, febrero 16, 2017
apoyo a cardenal
Luego de un día consagrado a la música y
la lectura, decido dar un par de vueltas por las esquinas. Pero antes hay que
nutrirse de información, es menester averiguar qué es lo que viene pasando en
el mundo. Hay que abandonar la burbuja de cuando en cuando.
En este acopio de info me entero de la putada que le están haciendo al poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto
Cardenal. Porque eso es: una putada proveniente de las mismas entrañas de un
gobierno de izquierda, dirigido por Daniel Ortega, un ex luchador social convertido
en un dictador zurdo a la usanza del estilo Siglo XXI.
Pero lo que me sorprende, aunque en
realidad no debería sorprender, es el apoyo que viene recibiendo el poeta de 92
años, apoyo no suscrito a principios ideológicos ni políticos, sino dependiente
de una esencial solidaridad. A las cosas hay que llamarlas por su nombre: el
abuso es abuso, sin importar de dónde provenga este, así de la rancia derecha o
de la izquierda periclitada.
Así como hay políticos peruanos de
izquierda que cuidan mucho sus palabras para condenar lo condenable, también
están los escritores que cuidan sus palabras para condenar o elevar una queja,
más aún cuando el destinatario de la crítica es una figura de la izquierda
latinoamericana, tal el caso de Ortega, que en algún baúl debe tener guardado
los principios sociales por los que dice luchó toda su vida.
Lo que esperaba, sí, era el apoyo masivo
de nuestros escritores locales, teniendo en cuenta su preferencia por los
ideales de izquierda, pero luego me di cuenta de que muchos de estos
especímenes tienen direccionado su pensamiento crítico, o mejor dicho, la
indignación del mismo. Como señalé, esperaba, a causa de las horas del fallo
judicial que perjudica a Cardenal, ser testigo de manifiestos y adhesiones,
pero no. Cardenal es poeta. Ortega un dictador de izquierda, es decir con
poder, y ya sabemos contra qué no luchan nuestros escritores, muchos de ellos
autodenominados reservas morales.
miércoles, febrero 15, 2017
621
El lunes, en la tarde noche, mientras
caminaba por el Malecón Harris, vi lo que más de una amistad me decía de los
crepúsculos, en especial para los que viven cerca del mar: la poética maravilla
de los tubos de nube, que generan un impacto entre lo lúdico y lo tenebroso.
Bastaba ver cómo quedaba la isla San Lorenzo, a la que inmortalicé en mi
Instagram. Claro, más de uno podría decir que este impacto visual es cosa de
todos los veranos, pero no. El cambio climático viene generando esta clase de
espectáculos que bien haríamos en aprovechar.
Luego de la contemplación del crepúsculo
y alucinar que la isla cercenada podría motivar más de un relato de terror, me
encaminé al Juanito, pero no por unas chelas, sino por algo simple, nutritivo
de acuerdo a las exigencias del capricho: una Coca Cola y un pan con jamón del
país. Sin embargo, mientras caminaba no podía ser ajeno a la indignación que me
producía el Cristo del Pacífico, el regalo de Odebrecht al Perú durante el
segundo gobierno de Alan García. Verlo iluminado, como si fuera una presencia
benigna, no era más que una burla, una burla al trabajo honesto de millones de
peruanos. No resulta gratuita la ola de indignación que viene motivando más de
una protesta.
Si yo fuera el alcalde de Chorrillos, lo
sacaría del espacio que ocupa en el Morro Solar, sin importar si me compete
hacerlo o no. Si no tengo la suficiente moral para llevar a cabo ese acto, por
lo menos me animaría el aplauso social de cara a las próximas elecciones
municipales. Un acto como ese generaría más de un adhesión ciudadana. Hay que
pensar, pues.
lunes, febrero 13, 2017
sobre premios y actitudes
Un reportaje en Babelia sobre los premios literarios, más una entrevista a Juan
Marsé sobre su experiencia como jurado del Premio Planeta, llaman mi atención.
Obviamente, llama más mi atención lo de Marsé que el reportaje como tal. Primero,
porque lo dice una de las plumas más importantes del planeta, una pluma en
actividad, ajena a los cambalaches del negocio cultural. Y segundo, porque
Marsé dice lo que muchos piensan de los premios literarios, en sus palabras se
sintetiza el pensamiento de los indignados de la literatura, tanto de los que quieren
y no pueden, como de aquellos que sin poserías sintonizan con el autor de La muchacha de las bragas de oro.
Pueden leer la entrevista aquí.
Muchas veces es necesaria una voz
autorizada que nos corroboré lo sospechado, aunque en esa corroboración, a
causa de la franqueza, salgan maltratados autores de los que uno ha aprendido,
tal el caso de Carlos Pujol, buen narrador y fino traductor (al respecto,
sugiero su traducción de El primo Pons
de Balzac, en Pre-Textos).
Marsé desmenuza los tejes y manejes del
Premio Planeta, pero también, y en aras de una mayor transparencia, hubiese sido
ideal contar con otra versión que desmenuzara los tejes y manejes existentes en
el Premio Alfaguara. Suponemos que para los de Babelia primaron los abusivos aires de frivolidad que han venido
configurando al premio mejor dotado de la narrativa en castellano.
Como sea, Marsé señala lo que importa: “La
literatura no tiene nada que ver con las ventas”.
Ojalá esta sentencia lleve a reflexión y
autoanálisis a más de un narrador local, derretido en ansias por ganar un
premio importante, como si en Perú existieran premios importantes. A excepción
del Caretas, todos los demás premios literarios siguen en deuda, porque los mismos,
la mayoría de las veces, no se sustentan en lo tácito: la calidad literaria. Y
extendiendo la idea, que la sentencia de Marsé sirva también como dosis de
desahuevina a nuestros esforzados plumíferos, que en lugar de forjar una
poética sólida sustentada en una cadena de lectores, viven, sueñan y anhelan
ser fichados por la filial de una transnacional, a las que les interesa la
calidad literaria, sin duda, pero más las ventas. Sus editores no son ajenos a
su enfrentamiento quincenal: subir a las oficinas contables y presentar con
pruebas cuánto se está vendiendo del libro por el que se apostó. Así escribas
como Naipaul y no vendes, no sirves, a menos que ocurra un milagro.
Así es la figura: si tu sueño, querido
escritor, es publicar en una editorial grande, preocúpate primero en tu poética
y en forjar legitimidad en un pequeño círculo de lectores, eso para empezar. Y
después, mucho después, y de acuerdo a tu carácter y personalidad, o bien
esperas a que te llamen (es lo mejor) o te transformas en un esforzado
practicante de la omnipresencia en cuanto sarao literario exista, así te
inviten o no, el tarjeteo y la zamponería van de la mano. Pero tampoco dejes de
tener en cuenta que puedes desarrollar una trayectoria legítima, y formar
prestigio en esa legitimidad, publicando en el circuito independiente.
domingo, febrero 12, 2017
620
Regreso de Librería Sur. En el camino,
se me antoja un jugo de granadilla con mandarina. Entonces, me dirijo a una
juguería de San Borja, que conozco bien pero del que no sé su nombre. Al llegar
me ubico en mi banca esquinada de siempre y mientras espero el jugo, me alisto
para la relectura de algunas páginas de Coronada
de moscas de Margo Glantz. Me resulta imposible no molestarme, puesto que
en los últimos años Glantz ha estado de visita en Lima, y en ninguna de esas
ocasiones he podido verla, y si he sabido de su presencia, lo supe por gracia
del azar, sea porque un lector me lo comentaba, o porque se me ocurría ver
algunos cronogramas culturales.
Me viene a la memoria su participación
en una pasada edición de la FIL. Como es habitual por estos lares, la
organización no tuvo la más mínima idea de la magnitud de la escritora
invitada. En esa FIL no la pude ver, y solo eso buscaba, verla y darle las
gracias mentalmente.
Terminado mi jugo, pago el importe
respectivo y subo a un taxi con dirección a casa. Estaba a tiempo para ver el
clásico, que Alianza Lima ganó con dos golazos.
No lo pienso mucho: cuando Alianza gana,
el Perú es. Así de simple.
619
Domingo agradable, y con buen sol. Me
levanté precisamente temprano para disfrutar del sol dominical, que siempre he asumido
distinto a los de los otros días de la semana. Me sirvo un jugo de naranja y me
pongo a hacer pesas bajo la atenta mirada de Onur. El silencio es casi poético,
solo se escuchan a los pajaritos que habitan los árboles detrás de mi casa.
Sudo rápido y dejo que mi cuerpo se
enfríe un poco. Ingreso a la ducha y la claridad mental se apodera de mí. Entonces,
la inmediatez de mi memoria me presenta los lugares recorridos en la noche y la
madrugada. Como estuve en varios lugares, algo sazonado sensorialmente, me
resulta imposible ubicar por nombre los lugares recorridos, pero también sé que
es una pérdida de tiempo recordar nominalmente los espacios en los que acaeció
la experiencia. Solo sé que estuve en un bar con un grupo de amigos y amigas, y
que desde otra mesa, un patita con pinta de degenerado me llamaba homúnculo.
Bueno, este patita era presa de las chelas y de una furia inusitada. Como me
encontraba bien acompañado, lo dejé hablar, además, no entendía por qué me
decía homúnculo con la talla (y otras cosas más) que me manejo. Hasta los insultos
los espero con estilo e ironía. Además, este patita con pinta de pervertido amenazaba
con agredirme. Entonces, como el interesado era él, este debía acercarse, pasar
la frontera de la amenaza verbal y convertirla en acción. Pero nada, todo lo
llevaba a cabo desde la comodidad de su mesa, hasta que se quedó dormido y tuvo
que ser cargado por “Frejolada” y “Mr. Chela”.
Seguí en mi grupo, y lo que hablábamos no
era más que un viaje dentro de un túnel del tiempo que nos llevaba a los años
noventeros, entonces “Frejolada” se acerca a mi mesa, y tan propio de él, me
entrega, temblando, un papel bulky doblado. Cuando le quise preguntar de qué
iba ese papel bulky, “Frejolada” había desaparecido. Bueno, ese es su talento
mayor en la vida: hacerse el huevón y desaparecer.
Desdoblo la hoja y leo lo siguiente: “cuando
“Cachetada” se despierte de la borrachera publicará una carta contra ti”.
Entonces, espero la publicación del
manifiesto cachetadista, que será muy divertido responder, más aún tratándose de la sarta de mentiras y bajezas de un delincuente. El
cachetadismo conoce de todo, menos de razones y actitudes decentes. Me lo
imagino a estas horas del día, rascándose la cabeza, mandando mensajes de Inbox
y obligando a su ejército que mantiene con chelas y pasta, a que ponga Likes y
que comenten su carta abierta, en claro objetivo de limpiar su nombre, nombre que él
mismo se ha encargado de ensuciar, seguramente sin querer queriendo, pero solo al Chavo se le disculpa, no a "Cachetada", que en estas horas del día se enfrenta a su reto mayor: bañarse.
Le pongo la correa a Onur y salimos a
comprar los diarios. En lugar de pasear al falso pekinés, él me pasea,
me lleva por las zonas de sombra, pero yo quiero ir por las soleadas y así
quitarme un poco la palidez. Pero Onur se impone, puesto que sabe que
genera sensación en los vecinos cada vez que sale a la calle.
sábado, febrero 11, 2017
618
Sumergido en las páginas del tomo IX, Prosa varia: Siglo XX, de Antología general de la traducción en el
Perú, monumental trabajo de edición de Ricardo Silva-Santisteban, en donde
encuentro traducciones de Luis Loayza, Juan José del Solar, Jorge Puccinelli,
Ciro Alegría, Mirko Lauer, Raúl Deustua, César Moro, Emilio Adolpho Westphalen,
Javier Sologuren, Carlos Calderón Fajardo, Carlos Eduardo Zavaleta, RSS,
Ventura García Calderón, Jorge Eduardo Eielson, Francisco Miró Quesada,
Guillermo Dañino, Augusto Salazar Bondy, Rosemary Rizo-Patrón y más. La
publicación, dividida en Ensayos, Crítica literaria, Plástica y Filosofía, nos
revela que hubo un tiempo en que las cosas se hacían, pese a las carencias
dignas de un contexto como el peruano, no solo con verdadero esmero intelectual,
sino también con mucha sensibilidad.
Reservo para los próximos días los tomos
dedicados a la poesía y teatro, en especial los de poesía, que de tan solo
verlos ya me advierten de su experiencia. Mientras tanto, pico las traducciones
que conforman PV, que llevo a la par
de algunas respuestas al vuelo que realizo en uno de mis posts de Facebook.
Respondo lo necesario, sin necesidad de desplegar mucho discurso, con mayor
razón cuando las opiniones contrarias al eje del post exhiben una cualidad de
espanto: la poca comprensión de lectura de más de un literato local. Bueno, sé
que soy generoso llamando literato a quien no lee. Pero ese es nuestro
campeonato, en donde impera la criollada, la viveza y la bajeza, muchas veces
manifestadas en una sola expresión. Y si se lee, se lee la novedad editorial,
dependiendo de la recomendación de estafeta.
Me sirvo un café y busco en Spotify el Animals de Pink Floyd.
La luz naranja del crepúsculo se impone
en mi habitación y el inicio de Dogs se
confabula con los párrafos de Ecuación
del objeto encontrado de Breton, en traducción de Westphalen.
617
En mi mochila viajera, que llevé a una
reunión a sugerencia de Julio, que me dijo que llevara una mochila grande,
porque me dijo que saldría más ganadazo que Toledo en el Melody, cargaba más de
treinta kilos en libros, libros que exhibían una peculiaridad: cada libro era
un titulazo.
No era para menos, y en vista de ello,
pasé parte de la tarde escogiendo qué mochila llevar. Entonces escogí a La
Guerrera, que vaya que tuvo más de un momento de gloria, en especial en esos
viajes intergalácticos y ayahuasqueros en Cusco, en el 2010. Con La Guerrera
caminé cientos de kilómetros, subí montañas, descubrí ruinas arqueológicas aún
no explotadas por el negocio del turismo, etc. Tenía otras mochilas grandes,
pero estas no habían pasado de la frontera de la experiencia viajera, nunca
fueron confrontadas con las exigencias del peso.
La llevé a la reunión y confirmé lo que
vaticinó Julio. Pero más satisfecho quedé porque conocí a un editor legendario,
quizá el Editor en este país que le da la espalda a la lectura. Como suele
ocurrir en las reuniones pautadas por la temática literaria, no sentimos el
curso del tiempo, al punto que habían pasado más de seis horas desde que
llegamos.
Nos despedimos del Editor.
Julio y yo caminamos hasta la Javier
Prado. Como no había fumado en varias horas, me puse al día con los puchos. La
Guerrera resistía y los ligeros sonidos de sus desgarramientos los sentía en
los hombros. Eran los mismos ligeros sonidos de nuestros viajes pasados, pero
confiaba en su resistencia.
Me despedí de Julio en el cruce de
Javier Prado con Aviación.
Tomé un taxi a casa. En el trayecto,
revisé en el mi celular mi correo electrónico. De los que varios que esperaban
respuesta en la bandeja, encontré la moderación de un comentario a uno de los
posts del blog. Me bastó leerlo para saber que ese comentario me lo mandaba mi
amigo Miguel Gutiérrez, que ponía en vereda a un mutante que se burló de él en
su velorio. Lo aprobé y compartí el enlace en mi muro de Face. La enseñanza es
implícita: tarde o temprano, si te portas como basura, la pagas como tal.
viernes, febrero 10, 2017
616
Cuando salgo a correr, de noche, me voy
a La Videna. A diferencia de otras ocasiones, ahora estuve corriendo con poca
gente. En los audífonos suenan algunos temas de Depeche Mode y pienso también
en la brutal novela Nefando, de la narradora ecuatoriana Mónica Ojeda, a quien le haré
una entrevista.
Sigo en lo mío, pero percibo en los transeúntes y en los autos que desfilan, una especie de alegría en su proyección etérea.
Sigo en lo mío, pero percibo en los transeúntes y en los autos que desfilan, una especie de alegría en su proyección etérea.
El motivo de esa alegría: la U viene perdiendo su partido ante el Capiatá de Paraguay. Un
partido que para un equipo de jerarquía le significaría un mero trámite, puesto
que los cremas ganaron por dos goles de diferencia en su partido de visita la
semana pasada. Pero no, esta derrota de la U es un golpe duro a la amarga
alegría crema que profesan sus hinchas.
A diferencia de otros blanquiazules, no
me alegro de esta derrota. Pero ello no impide que me burle de las
estupideces del fanatismo. En cuestión de estupideces cremas, aún
recuerdo -durante mis años adolescentes, entre 1992 y 1994- la existencia de Y dale U de Radio Ovación. Como su
nombre lo indica, se trataba de un programa que daba cuenta del día a día del
club crema, que en esas épocas tenía sus instalaciones en el barrio Odriozola
de Breña. Los encargados de dirigir el programa: Karla Balarín y Leo Rojas (no
confundir con el ex jugador). Gracias a este par de mentes privilegiadas pude entender
la esencia del sentimiento crema, su sello de agua: la amargura de su alegría
No recuerdo programa alguno en que se
haya hablado de las virtudes del equipo del que eran hinchas. Más bien, su
conducción estaba pautada por el antialiancismo. Y en este aliancismo fui
testigo de estupideces monumentales. Podría citar y reírme. Pero me quedo con
esta: declarar que Jorge Amado Núnez había demostrado ser mucho más jugador que
César Cueto en su mejor momento.
jueves, febrero 09, 2017
sobre tetazos y marchas
Cosa extraña desayunar rico y leyendo a
la vez las noticias locales, tanto en periódicos como en webs.
Aunque suene a lugar común: este país es
único.
Sigo leyendo las noticias, pero no falta
nada para que mi día se desborde en las oscuras aguas de la indignación, indignación
que debo controlar para no macular la jornada. Sin embargo, no puedo contenerla
por culpa del buen Juan Diego, buen narrador sin libro, talentoso diagramador y
alma de los sabatinos tonos olivenses.
Juan Diego, o más conocido como “Ron
Damón”, me manda sus mensajes del día.
Un par preguntas de este amigo: ¿qué
opinas de un tetazo en Lima, como el que se ha hecho en Buenos Aires?, ¿qué
opinas de la marcha contra la corrupción convocada por Verónika Mendoza?
Me sirvo otra taza de café y fijo el aire
del ventilador hacia mí. Prendo un pucho.
Cómo no estar de acuerdo: un tetazo en
Lima tendría más resonancia que el realizado en Buenos Aires, que más de un
primerizo celebra como si fuera un acto de avanzada. Cualquiera puede hacer un
tetazo en pleno Obelisco. En cambio, un tetazo en esta ciudad caliente, húmeda
y de cielo gris, sí sería un hecho histórico, una fuerte y achorada llamada de
atención a una sociedad que sigue maltratando a sus mujeres desde todas sus
instancias. Claro, para ello necesitamos de genuinas mujeres líderes, con
discurso, consecuencia y buena voluntad. Lo digo en relación a la payasada de
Niunamenos, colectivo que hizo alarde del activismo Mainstream, cuyas líderes
terminaron peleándose por su representación legal, líderes que acusaban a los abusivos
de mujeres de acuerdo a su cercanía, exhibiendo una tibieza argumentativa digna
de un sargento de comisaría que a diario recibe las visitas de mujeres golpeadas,
violadas y destruidas psicológicamente, mujeres a las que hace sentar, a las
que florea, mientras que en su mente se manifiesta el fuego de su pensamiento: “semejante
huevona”. Luchar por la igualdad en Perú es cosa seria. Un tetazo, o variante
parecida, expondrá a sus manifestantes a ser echadas en menos de tres minutos a
punta de palazos por las fuerzas del orden. Por lo tanto, estas luchas deben
ser dirigidas por mujeres íntegras, que no le entren en vainas y que gocen de la legitimidad de la consecuencia de su
discurso.
En cuanto a la guapísima Verónika
Mendoza. Cada día tengo el panorama más claro sobre su postura, pero esta claridad
viene acompañada de una inevitable desazón: ¿cómo una mujer tan inteligente
como ella puede estar rodeada de gente tan imbécil? Suena a conchudez su marcha
contra la corrupción cuando lo primero que debe hacer es aclarar su
participación en las agendas de Nadine Heredia. No se puede liderar una marcha
contra la corrupción si medio país piensa que su promotora ha fungido como la
chiguaguín de la ex primera dama. No pues, la lucha contra la corrupción no
puede erigirse como el tópico moral de la izquierda, menos cuando se sabe que
el candidato que esta apoyó era el candidato de Odebrecht. Sea quien sea la
persona que promueva esta marcha, esta debe ser el reflejo de la
incuestionabilidad.
Ahora, para encausar el día hacia
estancias saludables, escucharé un álbum de la putamadre, ideal para estos días
de sol de febrero: Dear Catastrophe
Waitress de Belle and Sebastian.
miércoles, febrero 08, 2017
615
El calor cede al calor de la tarde. El
aire fresco, el natural, no el artificial del ventilador, se impone en cada
rincón de la casa. Entonces es hora de escuchar al maestro Nick Cave, su álbum
que me gusta más, The Boatman´s Call.
Joyita musical cuya fuerza radica en las letras y melodías, que te ofrecen la
sensación de que nada está pasando cuando en realidad está ocurriendo todo.
Me sirvo un vaso con agua y barajo, como
quien huevea, si salgo o no a abastecerme de películas. Pero ello depende de mi
proveedora Holy, a quien le he mandado una lista de películas. De acuerdo a su
respuesta, decidiré si salgo o no. Pero salir será un hecho, puesto que Lourdes
me ha recomendado Aliados. Pese a que
no es una película que llame mi atención, los detalles que ella me contó sobre
la misma me animan son más que suficientes. Mientras espero la respuesta de mi
proveedora, reviso mi correo electrónico. Respondo algunos correos y aprovechó
en mandar algunos textos que he estado reescribiendo.
Vuelvo a revisar mi Inbox y Holy no
responde. De la nada, como un pensamiento que aterriza al ver que no hay otros
que pueblan mi cabeza, pienso en las dañinas que son ciertas películas. Imposible
no tener en cuenta a Genius de
Michael Grandage, que se estrenó en salas locales como El editor de libros. La vi porque varias puntas la recomendaban en
las redes sociales. El ánimo parecía unánime respecto a su calidad, más aún
cuando esta trataba de la relación entre el editor Mak Perkins y el novelista
total Thomas Wolfe.
La leyenda literaria cuenta que entre Perkins
y Wolfe existía una relación tensa. El primero, la mesura y compromiso; el
segundo, la ampulosidad discursiva del genio. Perkins combatió contra esa
ampulosidad de su autor e hizo de él lo que sabemos que es. Sin embargo, la
puesta en escena de esta tensión no es que más que un cordel con cientos de
ganchos de cursilería y lugares comunes. Se entiende que fui a verla con mucha
expectativa. No esperaba una obra maestra, pero sí un mayor trabajo en las actuaciones
y que los personajes no dependieran del nombre y prestigio de sus intérpretes.
Ahora, esta película se ha convertido en
una plaga que enferma en nuestro Macondo literario. No hay día en que no
encuentre un editor con aires a lo Perkins, peinándose como Colin Firth, usando
sombrero y vistiéndose con formalidad, desafiando al calor. Tenemos pues a
nuestros Perkins locales, que anhelan parecerse a él, con la diferencia que el
verdadero era culto, leído y responsable. No me hago mucho problema, los
editores peruanos son una especie que puedo manejar. Pero debo contener mi ira
cuando me topo con los Wolfes locales, aquellos que no quieren que les toquen
ni una sola coma, incapaces de aceptar la sugerencia que salvaría del naufragio
lo que escriben.
¿A qué se debe esta aparición de Perkins
y Wolfes Made in Peru? Pues a Genius, la película que ha conseguido
manifestar el mal gusto disimulado de más de un desubicado. Pero de todo se
aprende, puesto que para la próxima no haré caso a los entusiastas de la
impresión primeriza, por algo Genius
gustó a toda la literatura peruana actual.
614
Ayer, luego de mi último post, cerca de
las tres de la tarde, mientras disfrutaba de una ensalada y viendo también un
documental sobre el fin del dictador libio Gadafi, recibo la llamada de Carlos,
que me pone en aviso con lo que viene con el organizador del FIP en Facebook.
Bueno, según uno de los indicadores de
visitas del blog, mi post sobre el FIP tuvo su pegada. Pero lo que ocurría en Facebook
era otra cosa, a algunos les pudo parecer un juicio sumario, para otros algo simple:
la puesta en escena de las consecuencias de la pendejada. Al respecto, no me
sumaré al cargamontón, suficiente con los destapes de los ex colaboradores de
Sandoval, que para pena de muchos, son más que atendibles. Solo diré que la
vida se encarga de poner las cosas en su lugar, que de nada sirve fabricarte
una imagen de pulcro cuando vienes arrastrando conductas que cuestionan precisamente
esa imagen inmaculada. Sandoval hizo méritos suficientes para perder el
respeto, y una vez que lo pierdes, ya no lo vuelves a recuperar. La poesía no
se mancha, así es la figura.
Prendo la portátil y busco en Spotify el
homónimo álbum de The Clash, de 1977. Últimamente
mis gustos setenteros se centran en ese año, que hasta hace no mucho asumía
como el más laxo de aquella década, pero no, a medida que vas informándote,
descubres datos y sucesos determinantes para el acontecer peruano y mundial. La
investigación me lleva a ver de otra manera ese año, hasta podría decir que me
invade una sensación de revelación. En ese aspecto, mi percepción ha
permanecido mucho tiempo entrampada en tópicos que poco o nada sumaban, tópicos
que obedecían a los intereses colectivos, no los personales.
Después de escuchar el álbum, me conecto
al Face. Entre las solicitudes de amistad que recibo, y vaya que vengo
recibiendo muchas y no sé a cuenta de qué, encuentro una que obedece al nombre
de Cejo Roveka. Entonces, antes de analizar esa cuenta, me sirvo un jugo de
naranja y prendo un pucho, cosa que en la claridad de la mañana descubro quién
se esconde detrás de ese nombre de traca. Creí que el asunto me tomaría tiempo,
pero no. Lo descubrí en cuestión de segundos, no fue necesario llamar a los serviles
peones del cachetadismo. Lo descubrí a razón del innato mal gusto que signa al
líder de este movimiento. Bloqueo, pues, a este delincuente, dejándole antes un
pequeño mensaje sobre el arrepentimiento y las consecuencias de la inmoralidad.
Ojalá lo pueda entender el cachetadista Cejo Roveka.
martes, febrero 07, 2017
lunes, febrero 06, 2017
lima vista por salazar bondy
En nuestra tradición literaria tenemos
autores que habiendo sido prolíficos, nos resulta por demás complicado acceder
a sus libros. En este sentido, no habría mucho que pensar, ni buscar, porque si
hablamos de autores prolíficos, como también medulares para el proceso del
discurso literario y cultural en Perú, hay que referirnos a Sebastián Salazar
Bondy.
De Salazar Bondy sabemos mucho, pero a la
vez muy poco. Más allá de su libro más conocido, el imprescindible ensayo Lima la horrible, conocer las facetas de
su producción, tal y como esta debería conocerse, es decir, leyéndola, no ha
sido una tarea fácil. Hablamos de un integrante de nuestra mejor generación
literaria en el siglo pasado, la del 50. En otras palabras: el interesado en la
historia de la literatura peruana, no debe pasar por alto a este autor. Sin
embargo, SB sigue siendo un autor más mentado que leído, al punto que no
dudamos en mostrar nuestra desbordada sorpresa, como fingir nuestra envidia,
cuando amigos o conocidos hallaban su poesía y teatro.
Felizmente, desde hace algunos años se
viene rescatando y reeditando la obra de este autor, de quien ineludibles plumas
expresaron no solo admiración por su calidad de persona (más de miembro de la
Generación del 50 le debe el afianzamiento de su vocación), sino también a
cuenta de su innegable calidad literaria. Pues bien, los hechos nos arrojan una
sospecha razonable sobre la relación de SB con la escritura: no le interesaba publicar
en formato de libro, no con la inmediatez que signa a la mayoría, seguramente
porque tarde o temprano iba a consagrarse a esa labor que había desplegado como
pocos en diarios y revistas. Como bien sabemos, no pudo realizar este propósito
porque murió joven, a los 41 años. Con su muerte, la literatura peruana perdió
a su principal difusor, y no solo nos referimos a los años abocados a esa
labor, sino que después de él no hemos tenido a un autor con semejante
capacidad de desprendimiento intelectual en pos de otros.
Como ya indicamos, se viene rescatando y
editando la obra de SB, siendo a la fecha su mayor promotor el poeta, crítico,
músico y editor Alejandro Susti, a quien debemos no solo la última reedición de
su clásico título, sino también la existencia de La luz tras la memoria (I y II), joya bibliográfica, por decir lo
menos, que reúne sus artículos y ensayos sobre literatura y cultura publicados
entre 1945 y 1965. A esta edición, se suma La
ciudad como utopía. Artículos periodísticos sobre Lima (Fondo Editorial
Universidad de Lima, 2016).
Tal y como señala Susti en su prólogo Escribir sobre la ciudad: la crónica
periodística en Sebastián Salazar Bondy, si hay una cualidad, entre varias,
que exhiben estos artículos, publicados entre 1953 y 1965 en los diarios La Prensa, El Comercio y la revista Oiga,
es la vigencia de la visión de SB sobre la ciudad de Lima. Razón no le falta,
porque la lectura de cada uno de sus apartados (Estamos fundando Lima; El
patrimonio nacional: ¿una mercancía?; El
poco verde que nos han dejado; La
prosperidad con mendigos; Ideas de
peatón y Usos y costumbres), nos
hace partícipes de un “regreso al futuro”, a la esencia de nuestras taras y
talentos como sujetos colectivos en relación a un espacio que no deja de
crecer, espacio que en más de una ocasión el multifacético escritor nos
advierte cuidar, no solo en proyección a lo que vendrá, sino vigilando también
por sus bienes mayores: su tradición y su legado cultural. SB escribe de Lima
desde el amor y la molestia, y nada se le escapa en esta empresa, ni el limeño
de nacimiento ni el nuevo limeño en cuanto al impacto que generan las
migraciones, a saber.
En estos últimos años he estado leyendo
libros, opúsculos y artículos sobre esta querida ciudad y su problemática, y tras la lectura
de este título de Susti para agrupar los artículos periodísticos de SB sobre Lima, bien puedo
decir que todos esos técnicos especialistas en Lima son firmes candidatos a la
demagogia del vendedor de sebo de culebra. SB no solo se queja, sino que brinda
soluciones a esta ciudad que crecía en su época y que hoy sigue creciendo. He
allí el fuego de la actualidad de su pensamiento.
Y para terminar: en estas páginas es posible
corroborar lo que se nos decía de SB sobre su nivel intelectual, pero también
debería comenzar a destacarse que ese nivel intelectual yacía en un factor
escaso hoy en día: la buena voluntad.