martes, febrero 28, 2017


domingo, febrero 26, 2017

el intelectual barato 2.0

Las tardes de verano las consagro a la relectura de los clásicos. Hace unas horas terminé Las ilusiones perdidas de Balzac y quedé tan arrebatado como la última vez que la releí hace ocho años, y también en las tardes de la última semana de febrero. Pues bien, aunque no es precisamente un clásico, considero que El pez en el agua de Mario Vargas Llosa bien puede ser considerado como tal, sin temor a las advertencias de los puristas.
En este libro encontramos el capítulo El intelectual barato, que seguramente más de una referente pluma nacional preferirá olvidar o, en todo caso, no desear que jamás se mencione su nombre en relación a ese capítulo, con mayor razón cuando más de un aludido ha hecho las paces con nuestro Nobel de Literatura.
En este capítulo Vargas Llosa no muestra piedad contra los intelectuales y escritores que lo atacaron durante la campaña presidencial que perdió ante Fujimori. Lo contado en estas líneas bien podría justificar más de una visita a las hemerotecas y así confirmar lo que cuenta el Nobel, puesto que esos ataques se publicaron en los diarios de la segunda mitad de los ochenta.
Más allá de algunos excesos conceptuales, VLl señala lo siguiente: “En lo que a mí se refiere, me merece respeto el intelectual o el político que dice lo que cree, hace lo que dice y no utiliza las ideas y las palabras como una coartada para el arribismo”.
Es decir: lo que VLl busca es coherencia en el creador e intelectual peruano, no importa si este es de derecha o de izquierda, o un indefinido. No es poca cosa, puesto que en el desarrollo del capítulo, VLl incide en que esta ausencia de coherencia trae consigo un resultado por demás bochornoso: la casi inexistencia del intelectual peruano digno de respeto.
Mientras releía el capítulo, me fue imposible no pensar en nuestras actuales voces, dueñas y amas de la verdad y la moral, autoerigidas como las metáforas de la limpieza del pensamiento y conducta en las redes sociales. Pienso en el representante mayor de esta metáfora: el resucitado Gustavo Faverón, quien viene borrando con el codo el discurso moral y justiciero que exhibió en la campaña electoral pasada. Su incoherencia no es esclava de la ideología o preferencia política, sino de la amistad que se proyecta como broma de mal gusto y que revela la negación de la cualidad que debe exhibir todo intelectual: la autocrítica. Un intelectual sin autocrítica, incapaz de reconocer que se equivocó, no es más que un oportunista, tal y como enseña el maestro Hitchens.
Lógico. Nadie se imaginaba lo que la bomba de Odebrecht iba desatar en nuestra sociedad, bomba de la que cada día somos testigos de un nuevo capítulo. Por ello, genera repulsa el apoyo a Nadine Heredia por parte de Faverón, que viene cremando recursos intelectivos, pasando por agua tibia, relativizando, la acusación mayor que pesa sobre su amiga: haber recibido 3 millones de dólares de Odebrecht.
El discurso del intelectual contra la corrupción no puede ser maculado por el buenagentismo ni el rancio amiguismo. Hablamos de un discurso que hoy en día debe exhibir una limpieza moral, porque solo en esta limpieza se puede marcar una clara diferencia del lastre que se critica. No puedo darme el lujo de ser un Kamikaze: doy palo y patadas al sucio clan naranja de Keiko Fujimori y me tiro al suelo defendiendo a mi amiga Nadine. No pues, hijo: corrupción es corrupción. A menos que vengas impartiendo una nueva cátedra de la que no me he dado cuenta: La anticorrupción del vasallo.
Ahora, lo que deberían hacer los intelectuales peruanos que apoyaron a Ollanta Humala en la campaña presidencial del 2011, muy en especial aquellos que lo hicieron desde el principio (quien esto escribe votó por Humala en la segunda vuelta, o sea, contra Keiko), es autocriticarse y Deletear la impostura de la sorpresa ante los hechos presentes. Muchos creyeron en esa candidatura, pero no sabían lo que ahora sí: Ollanta Humala era el candidato, la apuesta mayor, de Odebrecht. Por ello, el discurso del intelectual peruano en estos tiempos por demás sensibles está llamado a mostrar coherencia, y la autocrítica es parte de esta. Si te equivocaste en su momento, pues te equivocaste, lo aceptas y para adelante, con la cabeza en alto, sin el temor a que te caiga un lapo que desdibuje tu Reality moralista.
Por otra parte, bien sabemos que la gran mayoría de intelectuales y escritores peruanos dicen abrigar los principios de la izquierda. Como ya he indicado antes, si la izquierda peruana fuera normal, yo también me consideraría de izquierda, y sería mucho más salvaje de los que vemos, oh vaya novedad, también en las redes sociales. En este sentido, he sido testigo, en estos últimos días, de la incoherencia del intelectual peruano de izquierda. Entiendo que más de uno no acepte lo que pasa en Venezuela, negando el sufrimiento del pueblo venezolano y justificando el encarcelamiento de los presos políticos de Nicolás Maduro. Puedo entender, mas nunca justificar, esta ahuevonada complicidad chicoteada por la ideología. Lo que sí me cuesta aceptar ha sido el silencio, la defensa sin firmeza, que desde muchos sectores de la izquierda local, específicamente el de los escritores identificados con ella, se ha mostrado con el gran poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Cuando más se necesitaba de los berrinchosos, de las bestezuelas de la zurda, estos han optado por la inconsecuencia: no decir nada porque el atropello contra este poeta de 92 años provenía de la dictadura de Daniel Ortega; así es, de una dictadura de izquierda. Las bestezuelas izquierdozas de la literatura peruana prefirieron condenar en silencio a Ortega, actitud pusilánime que los metamorfoseó en castrados espectadores del abierto apoyo a Cardenal por parte de la derecha. Había que defender en discurso a este estupendo poeta, y no por ser de izquierda, sino por sentido común, en sintonía con un prójimo que estaba siendo víctima de un abuso. Por ejemplo, me entristece la actitud del próximo presidente peruano, así es, mi pata, mi causita, mi chocherita, mi bró “Chiboliné du France”, que prefirió disparar para otro lado cuando más se necesitaba de su indignado histrionismo virtual. Para variar, nuestro pequeño guachimán, nuestro Conancito que se enfrenta a las tinieblas del mundo neoliberal, volvió a hacer miau. Mira, mascota, te la pongo así: si pretendes gobernar este país de bellas montañas y hermosas tierras, tienes que fa-jar-te por los Principios y no hacer hueco en la tierrita cada vez que tu ideología ingresa a las parcelas del entredicho. 
Y para terminar: que el presente contexto político marcado por la corrupción nos lleve a la reflexión. Podemos considerarnos intelectuales, con virtudes e ineludibles defectos, y como tales, estamos llamados a honrar con acciones los valores y principios que transmitimos desde nuestras trincheras discursivas. La coherencia hace la diferencia entre un intelectual de buena voluntad y un intelectual barato. Marito tenía razón.

sábado, febrero 25, 2017

"el más crudo invierno"

La publicación de El más crudo invierno. Notas a un poema de Blanca Varela (Fondo de Cultura Económica, 2016) del poeta y lingüista Mario Montalbetti, nos ubica en lo que tranquilamente podemos llamar la experiencia en poesía. Como poeta, Montalbetti es considerado uno de los más atendibles de la poesía latinoamericana contemporánea, prueba de ello, lo hemos constatado, una vez más, en su última entrega, el no menos recomendable Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva).
Por un lado, nos resulta por demás estimulante leer sobre la poesía de Blanca Varela, convertida a la fecha en un símbolo, en un soto radiactivo que no deja de estimular a las nuevas (y no tan nuevas) sensibilidades poéticas en español. Y por otro, saludamos esta lectura sobre un poema de la autora, una lectura pautada por el “cómo”, cuyo desarrollo está a la altura de lo que podemos esperar de un lector como Montalbetti. Esa es precisamente la virtud de la presente publicación, el impresionismo del lector de poesía que recorre cada una de estas páginas; la inteligencia del autor puesta al servicio de un intento que anuncia su fracaso, siendo este, por paradójico que parezca, su logro mayor. Gracias a este intento ingresamos a los circuitos temáticos, emotivos y formales que pudieron inspirar el tercer poema del celebrado Concierto animal.
Entonces, el improbable lector es víctima de dos experiencias: de la epifanía de la poesía de Varela, como del pensamiento analítico y generoso (hay que serlo para entregar un texto premunido de conceptos y referencias) de Montalbetti, quien sin recurrir a la jerigonza académica, rehuyendo del oscurantismo conceptual, privilegia la experiencia de su lectura personal. Por ello, las cerca de cien páginas que nos convocan son direccionadas mediante un ejercicio crítico que, vaya uno a saber por qué, no se practica: la especulación. El autor especula y no duda en desplegar todos sus recursos, que no se limitan a su conocimiento de la tradición poética peruana.
Hablamos también de una radiografía a un poema que podríamos calificar de “económico”, distante de la densidad del verso barroco, a saber. Por ello, lo que exhibe Montalbetti de aquello que llama “el lugar común” que signa este poema de Varela, es, por decir lo menos, revelador, puesto que nos ingresa a un universo complejo, el cual se expone mediante una prosa diáfana y con personalidad, desatenta de una mera funcionalidad. De haber sido así, no estaríamos ante el ensayo que nos cita en esta oportunidad.
A la fecha se ha rescatado la totalidad de la poesía de Varela y también venimos siendo testigos de la importancia de su poética para el mundo académico. Hablamos de logros, pero ante todo de una legitimidad que no admite cuestionamientos, ya que esta legitimidad proviene del lector atento a la tradición poética peruana. Por esta razón, se hace necesaria la existencia de más libros en clave de difusión sobre Varela y otros poetas peruanos esenciales. Difusión, entendamos bien, que no debemos confundir con el facilismo discursivo. La pequeña gran comunidad de lectores de poesía demanda más ensayos (no confundir con recopilación de artículos) de este calibre, es decir, ensayos inscritos en las verdades emocionales y propósitos especulativos. El más crudo invierno podría ser el punto de despegue.

… 

Publicado en SB

lectores (1)

Mañana de sol. Me despierto temprano y no hay nada más estimulante que encontrar en la sala un helado jugo de naranja. Acto seguido, me sirvo café mientras felicito a Pedrito Escribano por la consolidación de la sección Don Lucho Review of Books en la página cultural de La República, que la dirige con ahínco y fe. 
Luego del duchazo, recordé la conversa que hace unas semanas sostuve con una editora independiente. Aquella vez hablamos del discurso que viene sosteniendo más de un editor en cuanto a la crisis de las editoriales independientes, crisis que los motiva a pedir apoyo del Estado cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. En parte le daba la razón, sin embargo, le dije también que la solución no pasaba exclusivamente por la ayuda del Estado. Tal y como me contaba de su experiencia como estudiante de ediciones en Buenos Aires, cinco años atrás, en la que fue testigo de la fuerza del circuito editorial argentino, en el que hasta el sello más modesto tiene la posibilidad de proyectarse y armar catálogo en relación a sus intereses temáticos. Esta buena amiga me detallaba de otra realidad, ubicada a décadas de la que se vive en Perú, sin embargo un detalle configuraba esa realidad argentina: con problemas económicos o no, Argentina es dueña de una riquísima tradición de lectores, tradición que asume a la experiencia de la lectura como una actividad rutinaria más y no como una pasajera exclusividad.
Allí, en ese detalle, descansa la solución, y no solo para nuestras editoriales independientes y para comercio del libro en el Perú. El circuito dedicado al libro seguirá sufriendo estos problemas si es que no enfrenta el problema de fondo, la verdadera causa no solo de su crisis, sino la responsable del pésimo nivel cultural del peruano promedio: la carencia de lectores.
Con una cultura lectora, los problemas del mundo editorial y del circuito libresco serán otros, quizá rubricados por una supervivencia distinta a la que estamos viendo ahora. No se necesita ser un dechado de virtudes intelectuales para llegar a esta conclusión. Obvio, si queremos circuitos editoriales y librescos capaces de enfrentar los acelerados cambios del nuevo siglo, es menester la construcción de una cultura lectora, que la misma deje de pertenecer a una élite y se proyecte, de una vez, hacia todo peruano sin importar su condición social. Claro, para ello, es importante contar con una voluntad política que no solo se enfoque en la infancia de menores recursos, sino también en un férreo trabajo de concientización de los padres de familia de hoy. Bien lo dijo Vallejo, “hay muchísimo que hacer”.

miércoles, febrero 22, 2017


intereses

Sabemos que la institucionalidad de este país puede ser una mierda, como sabemos también que lo es el sistema que la sostiene. Cuando lo anormal es regla y lo normal es suceso, ese es pues nuestro querido Perú.
Por ello, nos podemos sentir ligeramente satisfechos, aunque sea podríamos respirar un poco, reafirmar fugazmente nuestra fe en el sistema, creer que aún impera en nuestra sociedad una reserva moral, o si gustas, la puedes llamar sentido común.
Ya era hora. Estaban pasando piola. Mucho Odebrecht y poca atención a los narcodólares de la tienda naranja, y, claro, demasiada conchudez de esta exigiendo profilaxis en la política nacional.
Por ello, se saluda que la Fiscalía incluya a la líder naranja, Keiko Fujimori, en la investigación que por lavado de activos le sigue al también líder naranja Joaquín Ramírez. Así es, el hombre que se portaba con el dineral de la campaña presidencial de la hija del ex dictador.
Sin embargo, no causa extrañeza que pocos medios den cuenta de esta noticia. Lo sabemos, y de sobra: los grandes medios de comunicación han demostrado eficiencia en nobles objetivos: la noticia estratégica para no chocar con sus intereses, como hoy, políticos. Pienso en El Comercio, en Perú 21, desentendidos como medios de comunicación de referencia, convertidos en empresas que cuidan precisamente sus empresas. 
Ese es el periodismo peruano del presente siglo, y al parecer no pocos periodistas están felices con pertenecer a él. El cuestionamiento y la búsqueda de la verdad no son sus medios ni sus fines, les basta y les sobre con la docilidad.

martes, febrero 21, 2017

poeta leyenda

Una entrevista de Renzo Porcile al crítico literario y editor Abelardo Oquendo hizo que ponga patas arriba mi casa, puesto que no encontraba mi ejemplar de la poesía completa de Javier Heraud. Me refiero a la que publicó Campodónico, cuyo cuidado de edición estuvo a cargo del catedrático y poeta Hildebrando Pérez.
Así es. Esa edición: la que lleva una portada de motivos selváticos de Claude Dieterich.
Encontrar este libro me hizo pensar en los otros poemarios que deben estar desperdigados por la casa, quizá ocultos en algunas cajas de libros. No lo pienso, buscaré las otras joyas bibliográficas en estos días.
De las respuestas de Oquendo, me centro en lo que dice del biopic sobre Heraud, En busca de Javier de Eduardo Guillot. En este sentido, comparto el temor del crítico, porque podríamos estar ante una película sin nervio, sin luces sobre una vida truncada por la tragedia. No me refiero a que la película sea mala, sino a algo peor: que se nos muestre un Heraud idealista, sin tormentos, ni demonios, que un día decidió abandonar sus estudios de cine en La Habana para embarcarse en un proyecto revolucionario continental.
Heraud murió acribillado en Madre de Dios, en 1963. Tenía 21 años. No pasó mucho tiempo para que comenzara a edificarse sobre él una leyenda, la misma que se ha impuesto a lo interesante de su propuesta poética. Creo que no estamos cayendo en la mezquindad valorativa. Heraud no fue un gran poeta, pero sí uno que a su corta edad demostró ser dueño de una envidiable sensibilidad para el ejercicio poético. Obviamente, habló del poeta en base de lo leído, poco o nada sirve especular sobre un posible derrotero que no llegó a desarrollar.
De Heraud he escuchado muchas cosas, cada cual más sublime que otra, hasta llegué a pensar que murió casto. Entiendo, en parte, la imagen que sus compañeros generacionales han proyectado de él, tan recto, tan puro, tan comprometido con las luchas contra las injusticias que sufrían pueblos como el peruano. Heraud era un hijo natural de una época politizada por la efervescencia de la Guerra Fría. Resultaba normal que cualquier joven simpatizara con causas revolucionarias y Heraud es la perfecta metáfora de las mismas. 
Sería interesante que la película de Guillot venga signada por una exploración en el lado humano de Heraud, abordando sus imperfecciones, sus desaciertos, manifestando sus demonios personales. Solo así tendremos un Heraud más humano, es decir, más perdurable.

lunes, febrero 20, 2017


domingo, febrero 19, 2017

623

Ya la vi. El día que veamos por televisión a Toledo, esposado, bajando del avión, en el Jorge Chávez, ese día más de uno llorará. Al menos, esta es la impresión que he podido recoger sobre el tema en los últimos días. Si recibió lo que la fiscalía dice que recibió como coima, y según los indicios parece que fue así, pues que pague por sus faltas. Pero también sé, como persona informada, que su coima no afecta la imagen de su buen gobierno, como tampoco la gesta que lideró en el 2000 contra la dictadura fujimontesinista. Claro, de esta situación hacen eco los becerriles de la política naranja, que últimamente vienen ejerciendo una abierta campaña moralista que a los pensantes nos impulsa a la risa, pero ello no quiere decir que esta resonancia no tenga eco en su feligresía, entregada a los recuerdos del asistencialismo. Basta escuchar sus discursos, la poca capacidad argumentativa que los mismos exhiben con orgullo.
Toledo se ha convertido en el chivo expiatorio de la bomba Odebrecht. Hasta el momento no pasa nada con García, ni los Humala, como tampoco pasa nada con Kenji Fujimori. Hablamos de sujetos políticos que en un país normal ya estarían bajo una investigación, sea por tráfico de influencias, lavado de activos y narcotráfico.
Por ello, se hace necesario que aparezcan nuevas voces políticas, porque solo estas nos podrán evitar el tufazo de la catástrofe que será la guerra electoral de las elecciones presidenciales del 2021. Así de hasta las huevas estamos, porque estos destapes de Odebrecht han beneficiado a los seguidores naranjas. Esta percepción la podemos ver todos los días en las calles, percepción que no encuentra su contrapeso en otras alternativas, peor cuando los llamados moralizadores también van maculados de esta corrupción importada. 
Urge, pues, la aparición de nuevos sujetos políticos.

youtube es insuficiente

A menos que me equivoque, en los próximos días se estrenará el programa de televisión Entre libros.
No hace falta explicar mucho, aunque la redundancia siempre es buena: un programa de televisión dedicado a la producción libresca es por demás necesario, no solo en un país que necesita a gritos de la promoción de la lectura, sino porque lo libresco es lo mejor que puede ostentar este país. La literatura es el baluarte de nuestra cultura. Seríamos ociosos y malintencionados si la comparamos con las otras manifestaciones culturales peruanas.
Ya era hora que volvamos a tener un programa de televisión de esta característica: de una hora de duración. En este sentido, destaquemos la apuesta del canal estatal, que para eso está, para promover programas que, a diferencia de los que transmite la producción privada, no están sujetos a los mandatos de la teleaudiencia.
En lo personal, no tengo duda alguna de las capacidades literarias e intelectuales de sus conductores, los escritores Alonso Rabí y José Carlos Yrigoyen. Al segundo lo conozco, y al primero no, pese a que exhibe muestras de cariño hacia mí cada vez que puede… Y sé también que a medida que vayan corriendo las emisiones, sus desaciertos los irán corrigiendo, porque todo se puede mejorar puesto que partimos de la base ya señalada.
Sin embargo, no podemos desatender la posible existencia de una tara que signó al inmediato antecedente de EL. Así es, me refiero a Vano oficio, que durante muchos años condujo el escritor Iván Thays, también en la misma casa televisiva que ahora alberga a los conductores de este nuevo programa cultural.
Queda claro que el problema con Thays jamás fue su capacidad, porque antes de conductor, era/es un gran lector. No reconocerle esta cualidad, sería un acto de sublime mezquindad.
Bien sabemos que la tara en VO fue otra: una abierta negación a la pluralidad. Para cualquier seguidor atento de la literatura peruana, le resultaba imposible entender por qué jamás se invitó a escritores de legítimas resonancias como Miguel Gutiérrez y Jorge Pimentel. No vamos a negar que por medio de este programa pudimos ver y escuchar a escritores capitales de nuestra literatura contemporánea, pero también fuimos testigos de muchísima cachina. Por ello, cuando se recuerda el “aporte” de VO, lo asociamos como un programa de televisión pautado por el sentimiento menor y el rancio capricho de su conductor, peor si indicamos que estas políticas personales las llevó a cabo en el canal oficial. Este señalamiento no puede ser pasado por alto, porque todo programa televisivo del canal oficial está llamado a cumplir una tácita función: construir la memoria audiovisual de la cultura peruana. Las críticas a VO son pertinentes, porque su conductor tuvo mucho tiempo para corregir su política personal excluyente y, sencillamente, no le dio la gana. Son de antología, por ejemplo, las razones que esgrimió para no invitar a Gutiérrez (sabemos ahora que el discursillo de las diferencias políticas e ideológicas fueron meros pretextos para no invitar al autor que lo mandó a comprar pan, tamales y café después de leer el mecanoscrito de un libro que le entregó cuando joven). No menos antológicas fueron las razones que manifestó para no invitar a escritores jóvenes valiosos en plena construcción de poéticas que venían gozando del saludo de la crítica y de la atención de la lectoría. Claro, podemos entender esta política personal si estuviéramos recordando un programa privado, en el que si gustabas, podías invitar al sobrino de la prima del padre de la hija del vecino del asesor de la secretaria del amigo del editor de la amiga de infancia del tío de Vargas Llosa.
Esta reflexión mañanera, previa a la sensación de resaca dominguera, obedece a que las quejas hacia Thays ahora serán nada contra posibles reparos que se le formulen a Rabí e Yrigoyen. Pensemos en esta eventualidad: un estado de Facebook, en el que se exprese con argumentos y ejemplos la más mínima prueba de exclusión y falta de pluralidad en EL, hecho que puede resultar letal, mucho más que un artículo o carta publicado en un medio tradicional.
Por otra parte, la aparición de EL sucede en un momento por demás especial para literatura peruana. Las redes sociales han puesto en evidencia la radiografía de nuestra comunidad literaria: todos sus representantes se consideran merecedores de atención. La falta de (auto)crítica nos ha arrojado esta realidad de espanto, en la que ha quedado prohibida la honestidad valorativa sobre los libros que se publican, al punto que los Likes de las portátiles de los autores pesan más que las lecturas atentas.
Obviamente, hoy en día tenemos muchas plataformas de difusión, como Youtube. Hasta los autores peruanos menos visibles tienen su video en donde nos hablan sobre sus “indiscutibles” logros literarios. Pero ahora con la aparición de un programa sobre libros patrocinado por el canal oficial, Youtube les será insuficiente. Más de uno estará atento a su mail o Inbox, listos para responder con una carita feliz la invitación a la consagración que les significaría aparecer en señal abierta. 
Que los problemas sean otros en EL, no la falta de pluralidad. Todo se puede solucionar con estilo, buen gusto, inteligencia y buena voluntad.

sábado, febrero 18, 2017


dialogar para entender

Un video del colectivo Conmishijosnotemetas ha encendido, y viene encendiendo, más de un comentario en nuestra fauna letrada e intelectual.
En principio, es posible detectar una actitud recuurente del pensador peruano: sentirse intelectualmente superior a los grupos religiosos que conforman el mencionado colectivo. Para tal fin, el discurso utilizado viene pautado por la soberbia y la intolerancia. Por más que se tenga razón en cuanto a este colectivo, al que, valgan verdades, ha visto destruido cada uno de sus argumentos, ejemplo de ello lo tenemos en el video que circula desde hace unas horas, video en el que un patita confirma la sospecha que se tiene sobre la comunidad cristiana peruana: su nula capacidad argumentativa, aunque habría que reconocer su contribución que ha traído su campaña, como el verbo “homosexualizar”.
Esta nula capacidad para la argumentación es pues una radiografía vergonzante para una comunidad, como la evangélica, que ha ido creciendo exponencialmente en las últimas décadas, comunidad a la que no le ha interesado en lo más mínimo construir un discurso sólido por el cual transmitir sus principios. Si esta comunidad cree que el discurso es juzgar, pues seguirán siendo vistos como conservadores ultramontanos.
Sin embargo, las actitudes de los que defienden el programa del nuevo currículo escolar distan de lo que podríamos esperar de los intelectuales, o de los que creen serlo, puesto que cometen los mismos yerros que critican cuando defienden otras causas. Como ya señalamos, este discurso intolerante viene escanciado con altanería y pedantería, la de aquel que se sabe más porque se asume como avanzado, privilegiado, en una sociedad conformada por acémilas.
Lo que vemos en este fuego cruzado de estupideces y patanerías intelectuales es el reflejo de lo que tanto adolece la sociedad peruana: capacidad para dialogar, escuchar e intentar entender. Se pueden brindar muchos significados de la palabra cultura, pero ante todo, la cultura es diálogo. Por medio del diálogo entendemos al otro y en el intercambio de conceptos podemos llegar a las soluciones que más convengan a las partes en conflicto. Los llamados a dialogar no están honrando este principio básico de la cultura. No piensan en la facción contraria, solamente la juzgan en su desinformación, haciendo alarde de sus recursos cognitivos, taladrando al “enemigo”, sin darse cuenta que esta facción contraria es la que se atreve a hablar, llevados por sus creencias, gozando de la anuencia de millones de peruanos no necesariamente evangélicos. Por ello, no nos debe sorprender lo que ocurrirá el próximo 4 de marzo: una población de millones en las calles, que hará palidecer a las marchas en las que participan nuestros pensadores, intelectuales y activistas pop.
Hizo falta convocar mesas de diálogo desde hace mucho tiempo. Saavedra fue un excelente ministro. Como persona informada sé de los profundos cambios que llevó a cabo en los circuitos de su cartera ministerial, pero cometió el error de no consultar sobre los cambios que pensaba hacer en el currículo escolar. No quiso ni le interesó dialogar con los educadores que pensaban en contra de sus postulados pedagógicos. Este diálogo debió darse hace tres años, con el suficiente tiempo para analizar, cruzar información y discutir. Eso se debió hacer. Pero como no ocurrió, ahora somos testigos de lo que vemos a diario: un festín de intolerancia.

viernes, febrero 17, 2017

622

Me levanto temprano. El jugo de naranja y el café para empezar la mañana. Pasos previos para el duchazo.
Una vez listo, abro un archivo en Word para la reseña de la buena novela Geografía de las nubles de Luis López Aliaga. Aunque antes de teclear, decido releer algunas páginas de esta novela que, para su mala suerte, ha sido muy mal promocionada por estos lares, puesto que es mucho más de lo que consigna de Chocano. Pero bueno, también sé que no puedo esperar mucho de nuestro maravilloso periodismo cultural
Acabada la relectura, recuerdo el periplo de anoche, cuando me dirigía al Centro, viéndome obligado a bajar del taxi porque el tráfico estaba más insoportable que de costumbre, a causa del cierre de calles y avenidas. La razón, simple: La marcha contra la corrupción.
Es lo mejor que se puede hacer. Bajarse del taxi y caminar. Llamé a Charlotte para decirle que llegaría algo tarde. Y creo que llegué más tarde de lo pensado, porque caminé despacio, cuidándome de no sudar, con mayor razón cuando has olvidado tu mochila en casa, en donde aparte de libros, llevas también los bloqueadores. Así de fregado me encuentro, hasta de noche debo usar bloqueador.
Cuando llegué al Palacio de Justicia, un penoso sentimiento se apoderó de mí. La realidad era la que valía, lo demás es genuina demagogia: la marcha fue un fracaso.
Poca gente. Poco ánimo. Mucha politización. Y hasta donde sé, luchar contra la corrupción va más allá de preferencias ideológicas y políticas. Una marcha como esta, tan necesaria en estos tiempos de destapes, tiene que ser capitaneada por personas y colectivos libres de señalamientos. Desde la promoción de la misma, varios hablaron de ella, arrogándose una autoridad que solo confiere el oportunismo rancio, tal y como lo hizo la simpática e inteligente Verónika Mendoza. Con su injerencia, una necesaria marcha como esta se maculó, impresión también compartida por muchos simpatizantes de izquierda. Mendoza, antes de liderar causas justas, tendría que aclarar lo de las agendas de su ex amiga íntima Nadine Heredia, también mejorar su discurso político, que obedezca más a principios, no a temores de “sacadas en cara”, porque temor es lo que signa su tibio discurso, que la lleva a mostrarse laxa y servil y distraída, a saber: la situación de los presos políticos en Venezuela. 
El día se pinta en su cauce habitual, pero la presencia de una cucaracha virtual quiebra el orden de mi Facebook. La cucaracha virtual hace lo suyo: me menta la madre, y se da tiempo para insultar a otros autores en sus propias cuentas, todo en menos de cinco minutos, al punto que uno de ellos lo manda a la genitalia de su madre. No puedo hacer captura de su insulto, pero otra punta ya lo ha hecho y lo testimonia en los comentarios. Entonces le mando un Inbox a “Cachetada nocturna”, y le digo para hoy en la noche. “Cachetada” acepta el reto. Pero cambia de parecer cuando le sugiero que vaya solo y que solo me eximiré de sacarle la mierda si se porta con una donación pecuniaria con el albergue de niños de Piura. Entonces “Cachetada” desaparece de la fas virtual, anula su cuenta de Facebook. Me quedo unos segundos más, a ver si regresa al paraíso artificial, pero “Cachetada” ha desaparecido. Bueno, aunque sea que se porte con la donación. Tiene que hacer algo, porque podrá salvarse de mí, pero no de la furia de Niunamenos, menos de Conmishijosnotemetas. 

jueves, febrero 16, 2017

apoyo a cardenal

Luego de un día consagrado a la música y la lectura, decido dar un par de vueltas por las esquinas. Pero antes hay que nutrirse de información, es menester averiguar qué es lo que viene pasando en el mundo. Hay que abandonar la burbuja de cuando en cuando.
En este acopio de info me entero de la putada que le están haciendo al poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal. Porque eso es: una putada proveniente de las mismas entrañas de un gobierno de izquierda, dirigido por Daniel Ortega, un ex luchador social convertido en un dictador zurdo a la usanza del estilo Siglo XXI.
Pero lo que me sorprende, aunque en realidad no debería sorprender, es el apoyo que viene recibiendo el poeta de 92 años, apoyo no suscrito a principios ideológicos ni políticos, sino dependiente de una esencial solidaridad. A las cosas hay que llamarlas por su nombre: el abuso es abuso, sin importar de dónde provenga este, así de la rancia derecha o de la izquierda periclitada.
Así como hay políticos peruanos de izquierda que cuidan mucho sus palabras para condenar lo condenable, también están los escritores que cuidan sus palabras para condenar o elevar una queja, más aún cuando el destinatario de la crítica es una figura de la izquierda latinoamericana, tal el caso de Ortega, que en algún baúl debe tener guardado los principios sociales por los que dice luchó toda su vida. 
Lo que esperaba, sí, era el apoyo masivo de nuestros escritores locales, teniendo en cuenta su preferencia por los ideales de izquierda, pero luego me di cuenta de que muchos de estos especímenes tienen direccionado su pensamiento crítico, o mejor dicho, la indignación del mismo. Como señalé, esperaba, a causa de las horas del fallo judicial que perjudica a Cardenal, ser testigo de manifiestos y adhesiones, pero no. Cardenal es poeta. Ortega un dictador de izquierda, es decir con poder, y ya sabemos contra qué no luchan nuestros escritores, muchos de ellos autodenominados reservas morales.

miércoles, febrero 15, 2017


621

El lunes, en la tarde noche, mientras caminaba por el Malecón Harris, vi lo que más de una amistad me decía de los crepúsculos, en especial para los que viven cerca del mar: la poética maravilla de los tubos de nube, que generan un impacto entre lo lúdico y lo tenebroso. Bastaba ver cómo quedaba la isla San Lorenzo, a la que inmortalicé en mi Instagram. Claro, más de uno podría decir que este impacto visual es cosa de todos los veranos, pero no. El cambio climático viene generando esta clase de espectáculos que bien haríamos en aprovechar.
Luego de la contemplación del crepúsculo y alucinar que la isla cercenada podría motivar más de un relato de terror, me encaminé al Juanito, pero no por unas chelas, sino por algo simple, nutritivo de acuerdo a las exigencias del capricho: una Coca Cola y un pan con jamón del país. Sin embargo, mientras caminaba no podía ser ajeno a la indignación que me producía el Cristo del Pacífico, el regalo de Odebrecht al Perú durante el segundo gobierno de Alan García. Verlo iluminado, como si fuera una presencia benigna, no era más que una burla, una burla al trabajo honesto de millones de peruanos. No resulta gratuita la ola de indignación que viene motivando más de una protesta.
Si yo fuera el alcalde de Chorrillos, lo sacaría del espacio que ocupa en el Morro Solar, sin importar si me compete hacerlo o no. Si no tengo la suficiente moral para llevar a cabo ese acto, por lo menos me animaría el aplauso social de cara a las próximas elecciones municipales. Un acto como ese generaría más de un adhesión ciudadana. Hay que pensar, pues.

lunes, febrero 13, 2017

sobre premios y actitudes

Un reportaje en Babelia sobre los premios literarios, más una entrevista a Juan Marsé sobre su experiencia como jurado del Premio Planeta, llaman mi atención. Obviamente, llama más mi atención lo de Marsé que el reportaje como tal. Primero, porque lo dice una de las plumas más importantes del planeta, una pluma en actividad, ajena a los cambalaches del negocio cultural. Y segundo, porque Marsé dice lo que muchos piensan de los premios literarios, en sus palabras se sintetiza el pensamiento de los indignados de la literatura, tanto de los que quieren y no pueden, como de aquellos que sin poserías sintonizan con el autor de La muchacha de las bragas de oro.
Pueden leer la entrevista aquí.
Muchas veces es necesaria una voz autorizada que nos corroboré lo sospechado, aunque en esa corroboración, a causa de la franqueza, salgan maltratados autores de los que uno ha aprendido, tal el caso de Carlos Pujol, buen narrador y fino traductor (al respecto, sugiero su traducción de El primo Pons de Balzac, en Pre-Textos).
Marsé desmenuza los tejes y manejes del Premio Planeta, pero también, y en aras de una mayor transparencia, hubiese sido ideal contar con otra versión que desmenuzara los tejes y manejes existentes en el Premio Alfaguara. Suponemos que para los de Babelia primaron los abusivos aires de frivolidad que han venido configurando al premio mejor dotado de la narrativa en castellano.
Como sea, Marsé señala lo que importa: “La literatura no tiene nada que ver con las ventas”.
Ojalá esta sentencia lleve a reflexión y autoanálisis a más de un narrador local, derretido en ansias por ganar un premio importante, como si en Perú existieran premios importantes. A excepción del Caretas, todos los demás premios literarios siguen en deuda, porque los mismos, la mayoría de las veces, no se sustentan en lo tácito: la calidad literaria. Y extendiendo la idea, que la sentencia de Marsé sirva también como dosis de desahuevina a nuestros esforzados plumíferos, que en lugar de forjar una poética sólida sustentada en una cadena de lectores, viven, sueñan y anhelan ser fichados por la filial de una transnacional, a las que les interesa la calidad literaria, sin duda, pero más las ventas. Sus editores no son ajenos a su enfrentamiento quincenal: subir a las oficinas contables y presentar con pruebas cuánto se está vendiendo del libro por el que se apostó. Así escribas como Naipaul y no vendes, no sirves, a menos que ocurra un milagro. 
Así es la figura: si tu sueño, querido escritor, es publicar en una editorial grande, preocúpate primero en tu poética y en forjar legitimidad en un pequeño círculo de lectores, eso para empezar. Y después, mucho después, y de acuerdo a tu carácter y personalidad, o bien esperas a que te llamen (es lo mejor) o te transformas en un esforzado practicante de la omnipresencia en cuanto sarao literario exista, así te inviten o no, el tarjeteo y la zamponería van de la mano. Pero tampoco dejes de tener en cuenta que puedes desarrollar una trayectoria legítima, y formar prestigio en esa legitimidad, publicando en el circuito independiente. 

domingo, febrero 12, 2017


620

Regreso de Librería Sur. En el camino, se me antoja un jugo de granadilla con mandarina. Entonces, me dirijo a una juguería de San Borja, que conozco bien pero del que no sé su nombre. Al llegar me ubico en mi banca esquinada de siempre y mientras espero el jugo, me alisto para la relectura de algunas páginas de Coronada de moscas de Margo Glantz. Me resulta imposible no molestarme, puesto que en los últimos años Glantz ha estado de visita en Lima, y en ninguna de esas ocasiones he podido verla, y si he sabido de su presencia, lo supe por gracia del azar, sea porque un lector me lo comentaba, o porque se me ocurría ver algunos cronogramas culturales.
Me viene a la memoria su participación en una pasada edición de la FIL. Como es habitual por estos lares, la organización no tuvo la más mínima idea de la magnitud de la escritora invitada. En esa FIL no la pude ver, y solo eso buscaba, verla y darle las gracias mentalmente.
Terminado mi jugo, pago el importe respectivo y subo a un taxi con dirección a casa. Estaba a tiempo para ver el clásico, que Alianza Lima ganó con dos golazos. 
No lo pienso mucho: cuando Alianza gana, el Perú es. Así de simple.

619

Domingo agradable, y con buen sol. Me levanté precisamente temprano para disfrutar del sol dominical, que siempre he asumido distinto a los de los otros días de la semana. Me sirvo un jugo de naranja y me pongo a hacer pesas bajo la atenta mirada de Onur. El silencio es casi poético, solo se escuchan a los pajaritos que habitan los árboles detrás de mi casa.  
Sudo rápido y dejo que mi cuerpo se enfríe un poco. Ingreso a la ducha y la claridad mental se apodera de mí. Entonces, la inmediatez de mi memoria me presenta los lugares recorridos en la noche y la madrugada. Como estuve en varios lugares, algo sazonado sensorialmente, me resulta imposible ubicar por nombre los lugares recorridos, pero también sé que es una pérdida de tiempo recordar nominalmente los espacios en los que acaeció la experiencia. Solo sé que estuve en un bar con un grupo de amigos y amigas, y que desde otra mesa, un patita con pinta de degenerado me llamaba homúnculo. Bueno, este patita era presa de las chelas y de una furia inusitada. Como me encontraba bien acompañado, lo dejé hablar, además, no entendía por qué me decía homúnculo con la talla (y otras cosas más) que me manejo. Hasta los insultos los espero con estilo e ironía. Además, este patita con pinta de pervertido amenazaba con agredirme. Entonces, como el interesado era él, este debía acercarse, pasar la frontera de la amenaza verbal y convertirla en acción. Pero nada, todo lo llevaba a cabo desde la comodidad de su mesa, hasta que se quedó dormido y tuvo que ser cargado por “Frejolada” y “Mr. Chela”.
Seguí en mi grupo, y lo que hablábamos no era más que un viaje dentro de un túnel del tiempo que nos llevaba a los años noventeros, entonces “Frejolada” se acerca a mi mesa, y tan propio de él, me entrega, temblando, un papel bulky doblado. Cuando le quise preguntar de qué iba ese papel bulky, “Frejolada” había desaparecido. Bueno, ese es su talento mayor en la vida: hacerse el huevón y desaparecer.
Desdoblo la hoja y leo lo siguiente: “cuando “Cachetada” se despierte de la borrachera publicará una carta contra ti”.
Entonces, espero la publicación del manifiesto cachetadista, que será muy divertido responder, más aún tratándose de la sarta de mentiras y bajezas de un delincuente. El cachetadismo conoce de todo, menos de razones y actitudes decentes. Me lo imagino a estas horas del día, rascándose la cabeza, mandando mensajes de Inbox y obligando a su ejército que mantiene con chelas y pasta, a que ponga Likes y que comenten su carta abierta, en claro objetivo de limpiar su nombre, nombre que él mismo se ha encargado de ensuciar, seguramente sin querer queriendo, pero solo al Chavo se le disculpa, no a "Cachetada", que en estas horas del día se enfrenta a su reto mayor: bañarse.
Le pongo la correa a Onur y salimos a comprar los diarios. En lugar de pasear al falso pekinés, él me pasea, me lleva por las zonas de sombra, pero yo quiero ir por las soleadas y así quitarme un poco la palidez. Pero Onur se impone, puesto que sabe que genera sensación en los vecinos cada vez que sale a la calle.

sábado, febrero 11, 2017

618

Sumergido en las páginas del tomo IX, Prosa varia: Siglo XX, de Antología general de la traducción en el Perú, monumental trabajo de edición de Ricardo Silva-Santisteban, en donde encuentro traducciones de Luis Loayza, Juan José del Solar, Jorge Puccinelli, Ciro Alegría, Mirko Lauer, Raúl Deustua, César Moro, Emilio Adolpho Westphalen, Javier Sologuren, Carlos Calderón Fajardo, Carlos Eduardo Zavaleta, RSS, Ventura García Calderón, Jorge Eduardo Eielson, Francisco Miró Quesada, Guillermo Dañino, Augusto Salazar Bondy, Rosemary Rizo-Patrón y más. La publicación, dividida en Ensayos, Crítica literaria, Plástica y Filosofía, nos revela que hubo un tiempo en que las cosas se hacían, pese a las carencias dignas de un contexto como el peruano, no solo con verdadero esmero intelectual, sino también con mucha sensibilidad.  
Reservo para los próximos días los tomos dedicados a la poesía y teatro, en especial los de poesía, que de tan solo verlos ya me advierten de su experiencia. Mientras tanto, pico las traducciones que conforman PV, que llevo a la par de algunas respuestas al vuelo que realizo en uno de mis posts de Facebook. Respondo lo necesario, sin necesidad de desplegar mucho discurso, con mayor razón cuando las opiniones contrarias al eje del post exhiben una cualidad de espanto: la poca comprensión de lectura de más de un literato local. Bueno, sé que soy generoso llamando literato a quien no lee. Pero ese es nuestro campeonato, en donde impera la criollada, la viveza y la bajeza, muchas veces manifestadas en una sola expresión. Y si se lee, se lee la novedad editorial, dependiendo de la recomendación de estafeta.
Me sirvo un café y busco en Spotify el Animals de Pink Floyd. 
La luz naranja del crepúsculo se impone en mi habitación y el inicio de Dogs se confabula con los párrafos de Ecuación del objeto encontrado de Breton, en traducción de Westphalen.

617

En mi mochila viajera, que llevé a una reunión a sugerencia de Julio, que me dijo que llevara una mochila grande, porque me dijo que saldría más ganadazo que Toledo en el Melody, cargaba más de treinta kilos en libros, libros que exhibían una peculiaridad: cada libro era un titulazo.
No era para menos, y en vista de ello, pasé parte de la tarde escogiendo qué mochila llevar. Entonces escogí a La Guerrera, que vaya que tuvo más de un momento de gloria, en especial en esos viajes intergalácticos y ayahuasqueros en Cusco, en el 2010. Con La Guerrera caminé cientos de kilómetros, subí montañas, descubrí ruinas arqueológicas aún no explotadas por el negocio del turismo, etc. Tenía otras mochilas grandes, pero estas no habían pasado de la frontera de la experiencia viajera, nunca fueron confrontadas con las exigencias del peso.
La llevé a la reunión y confirmé lo que vaticinó Julio. Pero más satisfecho quedé porque conocí a un editor legendario, quizá el Editor en este país que le da la espalda a la lectura. Como suele ocurrir en las reuniones pautadas por la temática literaria, no sentimos el curso del tiempo, al punto que habían pasado más de seis horas desde que llegamos.
Nos despedimos del Editor.
Julio y yo caminamos hasta la Javier Prado. Como no había fumado en varias horas, me puse al día con los puchos. La Guerrera resistía y los ligeros sonidos de sus desgarramientos los sentía en los hombros. Eran los mismos ligeros sonidos de nuestros viajes pasados, pero confiaba en su resistencia.
Me despedí de Julio en el cruce de Javier Prado con Aviación. 
Tomé un taxi a casa. En el trayecto, revisé en el mi celular mi correo electrónico. De los que varios que esperaban respuesta en la bandeja, encontré la moderación de un comentario a uno de los posts del blog. Me bastó leerlo para saber que ese comentario me lo mandaba mi amigo Miguel Gutiérrez, que ponía en vereda a un mutante que se burló de él en su velorio. Lo aprobé y compartí el enlace en mi muro de Face. La enseñanza es implícita: tarde o temprano, si te portas como basura, la pagas como tal.

viernes, febrero 10, 2017


616

Cuando salgo a correr, de noche, me voy a La Videna. A diferencia de otras ocasiones, ahora estuve corriendo con poca gente. En los audífonos suenan algunos temas de Depeche Mode y pienso también en la brutal novela Nefando, de la narradora ecuatoriana Mónica Ojeda, a quien le haré una entrevista. 
Sigo en lo mío, pero percibo en los transeúntes y en los autos que desfilan, una especie de alegría en su proyección etérea.
El motivo de esa alegría: la U viene perdiendo su partido ante el Capiatá de Paraguay. Un partido que para un equipo de jerarquía le significaría un mero trámite, puesto que los cremas ganaron por dos goles de diferencia en su partido de visita la semana pasada. Pero no, esta derrota de la U es un golpe duro a la amarga alegría crema que profesan sus hinchas.
A diferencia de otros blanquiazules, no me alegro de esta derrota. Pero ello no impide que me burle de las estupideces del fanatismo. En cuestión de estupideces cremas, aún recuerdo -durante mis años adolescentes, entre 1992 y 1994- la existencia de Y dale U de Radio Ovación. Como su nombre lo indica, se trataba de un programa que daba cuenta del día a día del club crema, que en esas épocas tenía sus instalaciones en el barrio Odriozola de Breña. Los encargados de dirigir el programa: Karla Balarín y Leo Rojas (no confundir con el ex jugador). Gracias a este par de mentes privilegiadas pude entender la esencia del sentimiento crema, su sello de agua: la amargura de su alegría 
No recuerdo programa alguno en que se haya hablado de las virtudes del equipo del que eran hinchas. Más bien, su conducción estaba pautada por el antialiancismo. Y en este aliancismo fui testigo de estupideces monumentales. Podría citar y reírme. Pero me quedo con esta: declarar que Jorge Amado Núnez había demostrado ser mucho más jugador que César Cueto en su mejor momento.

jueves, febrero 09, 2017

sobre tetazos y marchas

Cosa extraña desayunar rico y leyendo a la vez las noticias locales, tanto en periódicos como en webs.
Aunque suene a lugar común: este país es único.
Sigo leyendo las noticias, pero no falta nada para que mi día se desborde en las oscuras aguas de la indignación, indignación que debo controlar para no macular la jornada. Sin embargo, no puedo contenerla por culpa del buen Juan Diego, buen narrador sin libro, talentoso diagramador y alma de los sabatinos tonos olivenses.
Juan Diego, o más conocido como “Ron Damón”, me manda sus mensajes del día.
Un par preguntas de este amigo: ¿qué opinas de un tetazo en Lima, como el que se ha hecho en Buenos Aires?, ¿qué opinas de la marcha contra la corrupción convocada por Verónika Mendoza?
Me sirvo otra taza de café y fijo el aire del ventilador hacia mí. Prendo un pucho.
Cómo no estar de acuerdo: un tetazo en Lima tendría más resonancia que el realizado en Buenos Aires, que más de un primerizo celebra como si fuera un acto de avanzada. Cualquiera puede hacer un tetazo en pleno Obelisco. En cambio, un tetazo en esta ciudad caliente, húmeda y de cielo gris, sí sería un hecho histórico, una fuerte y achorada llamada de atención a una sociedad que sigue maltratando a sus mujeres desde todas sus instancias. Claro, para ello necesitamos de genuinas mujeres líderes, con discurso, consecuencia y buena voluntad. Lo digo en relación a la payasada de Niunamenos, colectivo que hizo alarde del activismo Mainstream, cuyas líderes terminaron peleándose por su representación legal, líderes que acusaban a los abusivos de mujeres de acuerdo a su cercanía, exhibiendo una tibieza argumentativa digna de un sargento de comisaría que a diario recibe las visitas de mujeres golpeadas, violadas y destruidas psicológicamente, mujeres a las que hace sentar, a las que florea, mientras que en su mente se manifiesta el fuego de su pensamiento: “semejante huevona”. Luchar por la igualdad en Perú es cosa seria. Un tetazo, o variante parecida, expondrá a sus manifestantes a ser echadas en menos de tres minutos a punta de palazos por las fuerzas del orden. Por lo tanto, estas luchas deben ser dirigidas por mujeres íntegras, que no le entren en vainas y que gocen de la legitimidad de la consecuencia de su discurso.
En cuanto a la guapísima Verónika Mendoza. Cada día tengo el panorama más claro sobre su postura, pero esta claridad viene acompañada de una inevitable desazón: ¿cómo una mujer tan inteligente como ella puede estar rodeada de gente tan imbécil? Suena a conchudez su marcha contra la corrupción cuando lo primero que debe hacer es aclarar su participación en las agendas de Nadine Heredia. No se puede liderar una marcha contra la corrupción si medio país piensa que su promotora ha fungido como la chiguaguín de la ex primera dama. No pues, la lucha contra la corrupción no puede erigirse como el tópico moral de la izquierda, menos cuando se sabe que el candidato que esta apoyó era el candidato de Odebrecht. Sea quien sea la persona que promueva esta marcha, esta debe ser el reflejo de la incuestionabilidad. 
Ahora, para encausar el día hacia estancias saludables, escucharé un álbum de la putamadre, ideal para estos días de sol de febrero: Dear Catastrophe Waitress de Belle and Sebastian.

miércoles, febrero 08, 2017

615

El calor cede al calor de la tarde. El aire fresco, el natural, no el  artificial del ventilador, se impone en cada rincón de la casa. Entonces es hora de escuchar al maestro Nick Cave, su álbum que me gusta más, The Boatman´s Call. Joyita musical cuya fuerza radica en las letras y melodías, que te ofrecen la sensación de que nada está pasando cuando en realidad está ocurriendo todo.
Me sirvo un vaso con agua y barajo, como quien huevea, si salgo o no a abastecerme de películas. Pero ello depende de mi proveedora Holy, a quien le he mandado una lista de películas. De acuerdo a su respuesta, decidiré si salgo o no. Pero salir será un hecho, puesto que Lourdes me ha recomendado Aliados. Pese a que no es una película que llame mi atención, los detalles que ella me contó sobre la misma me animan son más que suficientes. Mientras espero la respuesta de mi proveedora, reviso mi correo electrónico. Respondo algunos correos y aprovechó en mandar algunos textos que he estado reescribiendo.
Vuelvo a revisar mi Inbox y Holy no responde. De la nada, como un pensamiento que aterriza al ver que no hay otros que pueblan mi cabeza, pienso en las dañinas que son ciertas películas. Imposible no tener en cuenta a Genius de Michael Grandage, que se estrenó en salas locales como El editor de libros. La vi porque varias puntas la recomendaban en las redes sociales. El ánimo parecía unánime respecto a su calidad, más aún cuando esta trataba de la relación entre el editor Mak Perkins y el novelista total Thomas Wolfe.
La leyenda literaria cuenta que entre Perkins y Wolfe existía una relación tensa. El primero, la mesura y compromiso; el segundo, la ampulosidad discursiva del genio. Perkins combatió contra esa ampulosidad de su autor e hizo de él lo que sabemos que es. Sin embargo, la puesta en escena de esta tensión no es que más que un cordel con cientos de ganchos de cursilería y lugares comunes. Se entiende que fui a verla con mucha expectativa. No esperaba una obra maestra, pero sí un mayor trabajo en las actuaciones y que los personajes no dependieran del nombre y prestigio de sus intérpretes.
Ahora, esta película se ha convertido en una plaga que enferma en nuestro Macondo literario. No hay día en que no encuentre un editor con aires a lo Perkins, peinándose como Colin Firth, usando sombrero y vistiéndose con formalidad, desafiando al calor. Tenemos pues a nuestros Perkins locales, que anhelan parecerse a él, con la diferencia que el verdadero era culto, leído y responsable. No me hago mucho problema, los editores peruanos son una especie que puedo manejar. Pero debo contener mi ira cuando me topo con los Wolfes locales, aquellos que no quieren que les toquen ni una sola coma, incapaces de aceptar la sugerencia que salvaría del naufragio lo que escriben. 
¿A qué se debe esta aparición de Perkins y Wolfes Made in Peru? Pues a Genius, la película que ha conseguido manifestar el mal gusto disimulado de más de un desubicado. Pero de todo se aprende, puesto que para la próxima no haré caso a los entusiastas de la impresión primeriza, por algo Genius gustó a toda la literatura peruana actual.

614

Ayer, luego de mi último post, cerca de las tres de la tarde, mientras disfrutaba de una ensalada y viendo también un documental sobre el fin del dictador libio Gadafi, recibo la llamada de Carlos, que me pone en aviso con lo que viene con el organizador del FIP en Facebook.
Bueno, según uno de los indicadores de visitas del blog, mi post sobre el FIP tuvo su pegada. Pero lo que ocurría en Facebook era otra cosa, a algunos les pudo parecer un juicio sumario, para otros algo simple: la puesta en escena de las consecuencias de la pendejada. Al respecto, no me sumaré al cargamontón, suficiente con los destapes de los ex colaboradores de Sandoval, que para pena de muchos, son más que atendibles. Solo diré que la vida se encarga de poner las cosas en su lugar, que de nada sirve fabricarte una imagen de pulcro cuando vienes arrastrando conductas que cuestionan precisamente esa imagen inmaculada. Sandoval hizo méritos suficientes para perder el respeto, y una vez que lo pierdes, ya no lo vuelves a recuperar. La poesía no se mancha, así es la figura.
Prendo la portátil y busco en Spotify el homónimo álbum de The Clash, de 1977.  Últimamente mis gustos setenteros se centran en ese año, que hasta hace no mucho asumía como el más laxo de aquella década, pero no, a medida que vas informándote, descubres datos y sucesos determinantes para el acontecer peruano y mundial. La investigación me lleva a ver de otra manera ese año, hasta podría decir que me invade una sensación de revelación. En ese aspecto, mi percepción ha permanecido mucho tiempo entrampada en tópicos que poco o nada sumaban, tópicos que obedecían a los intereses colectivos, no los personales. 
Después de escuchar el álbum, me conecto al Face. Entre las solicitudes de amistad que recibo, y vaya que vengo recibiendo muchas y no sé a cuenta de qué, encuentro una que obedece al nombre de Cejo Roveka. Entonces, antes de analizar esa cuenta, me sirvo un jugo de naranja y prendo un pucho, cosa que en la claridad de la mañana descubro quién se esconde detrás de ese nombre de traca. Creí que el asunto me tomaría tiempo, pero no. Lo descubrí en cuestión de segundos, no fue necesario llamar a los serviles peones del cachetadismo. Lo descubrí a razón del innato mal gusto que signa al líder de este movimiento. Bloqueo, pues, a este delincuente, dejándole antes un pequeño mensaje sobre el arrepentimiento y las consecuencias de la inmoralidad. Ojalá lo pueda entender el cachetadista Cejo Roveka.

martes, febrero 07, 2017



lunes, febrero 06, 2017

lima vista por salazar bondy

En nuestra tradición literaria tenemos autores que habiendo sido prolíficos, nos resulta por demás complicado acceder a sus libros. En este sentido, no habría mucho que pensar, ni buscar, porque si hablamos de autores prolíficos, como también medulares para el proceso del discurso literario y cultural en Perú, hay que referirnos a Sebastián Salazar Bondy.
De Salazar Bondy sabemos mucho, pero a la vez muy poco. Más allá de su libro más conocido, el imprescindible ensayo Lima la horrible, conocer las facetas de su producción, tal y como esta debería conocerse, es decir, leyéndola, no ha sido una tarea fácil. Hablamos de un integrante de nuestra mejor generación literaria en el siglo pasado, la del 50. En otras palabras: el interesado en la historia de la literatura peruana, no debe pasar por alto a este autor. Sin embargo, SB sigue siendo un autor más mentado que leído, al punto que no dudamos en mostrar nuestra desbordada sorpresa, como fingir nuestra envidia, cuando amigos o conocidos hallaban su poesía y teatro.
Felizmente, desde hace algunos años se viene rescatando y reeditando la obra de este autor, de quien ineludibles plumas expresaron no solo admiración por su calidad de persona (más de miembro de la Generación del 50 le debe el afianzamiento de su vocación), sino también a cuenta de su innegable calidad literaria. Pues bien, los hechos nos arrojan una sospecha razonable sobre la relación de SB con la escritura: no le interesaba publicar en formato de libro, no con la inmediatez que signa a la mayoría, seguramente porque tarde o temprano iba a consagrarse a esa labor que había desplegado como pocos en diarios y revistas. Como bien sabemos, no pudo realizar este propósito porque murió joven, a los 41 años. Con su muerte, la literatura peruana perdió a su principal difusor, y no solo nos referimos a los años abocados a esa labor, sino que después de él no hemos tenido a un autor con semejante capacidad de desprendimiento intelectual en pos de otros.
Como ya indicamos, se viene rescatando y editando la obra de SB, siendo a la fecha su mayor promotor el poeta, crítico, músico y editor Alejandro Susti, a quien debemos no solo la última reedición de su clásico título, sino también la existencia de La luz tras la memoria (I y II), joya bibliográfica, por decir lo menos, que reúne sus artículos y ensayos sobre literatura y cultura publicados entre 1945 y 1965. A esta edición, se suma La ciudad como utopía. Artículos periodísticos sobre Lima (Fondo Editorial Universidad de Lima, 2016).
Tal y como señala Susti en su prólogo Escribir sobre la ciudad: la crónica periodística en Sebastián Salazar Bondy, si hay una cualidad, entre varias, que exhiben estos artículos, publicados entre 1953 y 1965 en los diarios La Prensa, El Comercio y la revista Oiga, es la vigencia de la visión de SB sobre la ciudad de Lima. Razón no le falta, porque la lectura de cada uno de sus apartados (Estamos fundando Lima; El patrimonio nacional: ¿una mercancía?; El poco verde que nos han dejado; La prosperidad con mendigos; Ideas de peatón y Usos y costumbres), nos hace partícipes de un “regreso al futuro”, a la esencia de nuestras taras y talentos como sujetos colectivos en relación a un espacio que no deja de crecer, espacio que en más de una ocasión el multifacético escritor nos advierte cuidar, no solo en proyección a lo que vendrá, sino vigilando también por sus bienes mayores: su tradición y su legado cultural. SB escribe de Lima desde el amor y la molestia, y nada se le escapa en esta empresa, ni el limeño de nacimiento ni el nuevo limeño en cuanto al impacto que generan las migraciones, a saber.
En estos últimos años he estado leyendo libros, opúsculos y artículos sobre esta querida ciudad y su problemática, y tras la lectura de este título de Susti para agrupar los artículos periodísticos de SB sobre Lima, bien puedo decir que todos esos técnicos especialistas en Lima son firmes candidatos a la demagogia del vendedor de sebo de culebra. SB no solo se queja, sino que brinda soluciones a esta ciudad que crecía en su época y que hoy sigue creciendo. He allí el fuego de la actualidad de su pensamiento. 
Y para terminar: en estas páginas es posible corroborar lo que se nos decía de SB sobre su nivel intelectual, pero también debería comenzar a destacarse que ese nivel intelectual yacía en un factor escaso hoy en día: la buena voluntad.