jueves, junio 30, 2016
Jueves que más parece viernes.
Me alisto para salir luego de algunas
horas en Barranco, en donde estuve caminando y haciendo algunas inevitables
gestiones comerciales. Lo bueno es que en el banco pude leer mientras esperaba
el llamado de la ventanilla. En el televisor, se transmitía la lectura en vivo
de la sentencia al ex alcalde del Callao Alex Kouri.
Pero antes de llegar al banco, me
encontré con Salomón, editor y también miembro de la junta directiva de la CPL.
Cuando me crucé con él, me encontraba hablando por el cel con mi mamá y le hice
una seña para que me espere. Salomón esperó, cosa que agradezco, porque le
quise preguntar por qué la CPL está como está, qué es lo que está pasando, por
qué no son conscientes de la pésima imagen que vienen proyectando, que todo
este asunto días previos a la FIL resulta contraproducente para los implicados
directos e indirectos.
Prendí un Pall Mall rojo y escuché las
palabras de Salomón. Y creí en lo que me decía, en su buena voluntad, pero
también le señalé la pésima logística que está mostrando la CPL, una logística
de información que solo puede ser superada por la de una primeriza junta
vecinal. Eso es lo que está fallando: la comunicación. Y los únicos
responsables al respecto son las cabezas de la CPL. Otra sería la historia si
informaran lo que tienen que informar.
Muy en lo personal me jode escribir de
estas cosas, en las que se mezclan los libros y las cuentas. Es cierto: el
mundo del libro es un negocio, y por ser precisamente libro hay que saber
diferenciarlo de una lavadora, un televisor, un paquete de jabones… Es decir,
tener estilo. Nadie está en contra de que se gane dinero con el libro, lo que
fastidia es la falta de estilo, el caballazo imperante, sin diálogo ni lazos con
los entes que conforman la galaxia del libro. El estilo, la educación, la
cultura, son características que diferencian al promotor cultural del más burdo
de los comerciantes.
Me despedí de Salomón y confío en lo que
hará en las próximas horas.
De regreso en casa, me puse a ver el
partido entre Portugal y Polonia por la Euro.
Luego, me conecté a la red.
Saludo a mis hijos, los Zepitas.
Respondo algunos mensajes y envío algunos mails. Antes de ponerme manos a la
obra con algunos textos, reviso qué ha pasado en el mundillo virtual.
No lo niego, me río de las limitaciones
de algunos contactos, y me admiro del arrojo de otros. Creo que ya es hora de
escribir del arrojo de estos contactos, arrojo que, lo acepto, me gustaría
también exhibir. Arrojo que los lleva a luchar por los otros, que vuelven en acto, verbo, lo que más de uno se refocila en
el discurso.
Sin embargo, tocaron la puerta cuando me
disponía a escuchar el Stanley Road del
genial Paul Weller. Me acerco a la puerta y miro por el visor. Son dos vecinos
mayores, parece que discuten. ¿De qué?, me pregunto. En fin, abro la puerta.
Buscan a mi papá o mamá. Como no están, pueden hablar conmigo, obvio pues.
Pues bien, ambos vecinos, mayores, son
dueños de perritas. Algunas veces los he visto pasear a sus perritas por el
parque ubicado a la espalda de mi casa.
Escucho sus consultas y entendí la razón
de su discusión.
Quieren que Onur ame a sus perritas y
así ellas tengan cachorritos parecidos a mi falso pekinés.
Les digo que mi falso pekinés tiene poco
más de un año, cumplió uno el pasado 13 de mayo.
El más canoso me dice que su perrita
debe ser la primera, porque él es uno de los vecinos más antiguos. El otro dice
que su perrita es más joven… Y este par de Matusalenes se ponen a discutir en
mi presencia.
Bueno, dos perritas, un camino: Onur.
miércoles, junio 29, 2016
485
Un día relativamente extraño.
Dormí cerca de ocho horas, repartidas en
tres sesiones de sueño. Recién en la noche, cerca de las once, estabilizarme.
Me pongo pues a trabajar en la máquina. Avanzando lo que puedo hasta las cinco
de la madrugada, hora en la que decidiré si leo o veo una película hasta las
siete de la mañana.
Así es. Mi vida se ha vuelto todo un
desorden. El insomnio pasa la factura, pero lo de horas atrás fue una crueldad.
Debí ser pues más honesto, no aceptar la reunión al mediodía sino proponerla
para la tarde, bien descansado, bien almorzado, libre de ese zumbido en la
cabeza, sin el ardor en los ojos, que marcaron mi mañana mientras iba a mi
reunión en el centro.
La idea era regresar a casa y meterme al
sobre. Pero aproveché en ir a la biblioteca del CC de España, en donde después
de tiempo me puse a conversar con Yolanda, que dicho sea, es la persona que ha
sido testigo de mi biografía lectora. Hablar de esa biblioteca es hablar de
Yolanda, una persona abnegada y consagrada a su vocación de bibliotecaria.
Ojalá, es mi deseo, que haya más personas como ella, que amen el universo de la
biblioteca como espacio de interacción, discusión e intercambio de ideas y
conocimiento.
Me quedé más de media hora viendo los
títulos en los anaqueles de la biblioteca. Buscaba un libro de memorias del
poeta español Antonio Martínez Sarrión. De paso, el tercer tomo de las memorias
de Bob Dylan. Y también algo de poesía. Todo bien en el ambiente de la
biblioteca, pero el problema vino al irme, en donde el sol amenazaba con salir,
lo que sería fatal para mí porque usaba un blazer informal, pero no, el asunto
no llegó a lo que temía, pero tampoco fue del todo un alivio, porque quedó el
bochorno. Y por esas cosas extrañas, sentía una pesadez en la cabeza, el sueño
que te llama y al que no me niego, entonces, fui tras un taxi, pero antes de
levantar el brazo y detener uno, recibo la llamada de mi proveedor de Polvos
Azules, que me dijo que tenía listas las setenteras películas gringas que le
había pedido hacía no más de diez días.
Fueron segundos de decisión. Podía
soportar ese ardor en los ojos y el zumbido en la cabeza, durante veinte
minutos, que era el tiempo que en taxi llegaría a casa, pero también pesaba el
afán por ver esas películas, y la inminente flojera que me causaba ir otro día
(el tráfico sí es una prueba de fuego), entonces, fui donde mi proveedor, sin
tener en cuenta lo que siempre tengo en cuenta cada vez que voy a PA: el calor
dentro del centro comercial, sin importar el clima que reine en el mundo que lo
rodea. En fin, ya estaba allí y había que recoger esas películas, pero al
llegar mi pata estaba ocupado con otros clientes y tuve que esperar. Me quité
el blazer y pensé también quitarme la cafarena. Después de veinte minutos mi
pata pudo atenderme, le pagué y salí con las mismas, en pleno estado etéreo,
con mi cuerpo amarihuaneado sin marihuana. El sueño lo tenía bloqueado.
Sensación jodida, tener sueño y no poder cerrar los ojos a causa del ardor.
Llegué a casa y no había nadie. Mi madre
me dejó una nota. Había salido con una tía. Me puse mi piyama y me metí al
sobre, pero los sonidos del teléfono fijo interrumpieron más de una vez el
sueño, entonces, desconecté el teléfono. Pero el descanso no duró mucho porque
mi hermano llamó, tocando fuerte la puerta trasera. Y nos pusimos a conversar
animadamente, más que nada él, porque yo asentía ante la tentación de las
inminentes cabeceadas. A la hora llega mi madre y los dejé solos en la sala.
Volví al sobre. Apagué el celular. Solo
así pude dormir, habiendo dejado en retraso muchos textos por cerrar. Cerca de
la medianoche, me pongo manos a la obra, sin conectarme a las redes sociales,
sin macular mi mente con las bajezas de aquellos escribas que se cagan por el
reconocimiento literario del otro, de la otra.
martes, junio 28, 2016
lunes, junio 27, 2016
484
Termino de ver la final y sintonizo Fox
Sports.
Por un momento, pienso que los
periodistas deportivos argentinos bien podrían ser periodistas peruanos. Hablan
igual, desde la frustración y la indignación.
Lo cierto es que al finalizar los 90 de
juego, me convencí de que Chile se llevaba la copa. Confianza, garra y
solidaridad de equipo. Ajá, lo que no tuvieron los argentinos.
Después, salí un toque por un cuarto de
pollo a la leña. La pollería queda a no más de dos cuadras de mi casa. Pensé
que iba a ser el único pata en el local, pero no, era uno de los ocho. Total,
la pollería no es del todo grande, pero sí es acogedora, al menos la he sentido
así las pocas veces que la he frecuentado, tan pocas que ni siquiera recuerdo
su nombre. Se acercó el mozo y le pedí el cuarto de pollo a la leña más una
Coca Cola personal helada, y después, para bajar la grasa, un anís, que,
pensándolo bien, se me ha convertido en una bebida caliente por demás extraña,
puesto que no la pedía en muchísimo tiempo, entonces, el antojo del pollo a la
leña quedó desplazado por el reencuentro con el anís. Y me puse a pensar en
cuándo fue la última vez que tomé anís, en qué circunstancia y lugar y con
quién. 2015, descartado, 2014 también, así en ese blanqueo hasta el 2008.
Recuerdo, porque mi memoria es salvaje,
tan salvaje que me siento orgulloso de ella, como también temeroso porque me
devuelve sensaciones e imágenes que rehúyo, pero que en esta ocasión me remiten
a ocho años atrás, a una tarde de julio, en quincena, para variar, en pleno
Centro Histórico, en uno de los pocos cafés que aún quedan en el centro. No me
refiero a los tradicionales Queirolo, Carbone, Huerfanitos, Domino´s, ni a los
que se ubican en Caraballa, en los que se venden quesos, rosquillas y café,
sino a uno ubicado a media cuadra de Emancipación, desde Camaná, al que asistí
porque un amigo pintor me invitó en cierta ocasión un alucinante pan con salchicha
huachana. Esa tarde llegué a ese innominado café a razón de un fuerte dolor de
estómago. Mi memoria no da para tanto para recordar qué había estado comiendo
en esos días, lo que sí recuerdo fue ese dolor de estómago, que me estuvo
destruyendo toda esa tarde, entonces, pedí un anís muy caliente, que al final,
como suponía, alivió mi estómago, deparándome una agradecida sensación de paz,
de reconciliación inmediata con el mundo.
Cuando hube acabado el pollo a la leña y
dado cuenta de la Coca Cola helada mientras veía por el televisor del local el
dolor de Messi una y otra vez, no creyéndole que su renuncia a su selección
vaya a ser definitiva, me sirvieron el anís. Para ese entonces, prácticamente
era el único en la pollería. Los meseros y las meseras me miraban, exigiéndome
en silencio que acabe de una vez el anís, porque, imagino, que se encontraban
cansados luego de una larga y agitada jornada, puesto que los domingos son
tediosos para los que trabajan en restaurantes y pollerías, ni hablar de los
chifas. Entonces, les hice una seña, en buena onda, porque no iba a demorar en
terminar mi anís. Lo entendieron y se pusieron a acomodar las sillas y a
limpiar las mesas.
domingo, junio 26, 2016
"asociación ilícita"
Publicada a fines del año pasado y con
un tránsito a nivel de reseñas por demás positivo en los últimos meses: Asociación ilícita (Animal de Invierno)
de Leonardo Aguirre. Esperé los meses necesarios para opinar sobre esta
publicación que marca su retorno después de años de silencio narrativo y de la que
aún no sabemos cuánto podría sumar o restar en su poética.
O sea, lector, no hay que dejarnos
llevar por la bulla y la alharaca que precedió a AI, a la que puedo calificar en más de un género, hasta en los que
se vienen usando y pasando como nuevos, cuando lo cierto es que de novela no
tiene absolutamente nada. Y lo digo a razón de algunas declaraciones de
Aguirre, en las que califica este título como novela. Cosa suya, cada quien
tiene el derecho de vender su libro como bien le plazca, pero eso sí, cosas peores
he escuchado de otros plumíferos locales cuando hablan de sus propios libros.
Un breve repaso a la obra de Aguirre nos
brinda una certeza: Aguirre no es de los escritores lineales, para nada, lo
suyo siempre ha sido (y al parecer será) la experimentación estructural y un
trabajado lenguaje hasta la plasticidad etérea. En otras palabras: Aguirre está
muy lejos de escribir para los lectores. Lo suyo, su objetivo: los letraheridos
de la comunidad local, y eso. Hablamos pues de una poética peculiar, muy bien
saludada por la crítica pero que ha fracasado, como se puede deducir, en el imaginario
del lector, o sea, poquísimas ventas, a excepción de su primera entrega, Manual para cazar plumíferos, el cuentario
que nos ofrecía las vetas formales y sotos temáticos que exploraría en sus
siguientes títulos, pero, paradójicamente, también el cuentario que más se
acercaba a esa “linealidad” de la que tanto huye.
Sabiendo de los peligros comerciales de
su propuesta, Aguirre, a diferencia de muchos compañeros generacionales, ha
demostrado honestidad creativa. No se ha vendido literariamente al demonio
editorial, hecho que nos habla bien de él como creador. Y no olvidemos consignar
lo siguiente: es también el escritor más valiente, puesto que hay ser dueño de
una fuerza testicular pornográfica para firmar un libro como este, plagado de
chismes y sentimientos menores. Así es, el chisme como universo temático, la
gran sustancia de la literatura que perdura.
¿No lo sabías, lector purista? Tranquilo:
ahora lo sabes. El chisme es más importante de lo que se piensa y si lo dudas,
por allí está Flaubert.
Hasta aquí, todo pajita.
Pero ser el más honesto o consagrado en
la esencia de la poética personal no siempre será garantía de valía literaria.
Y no me refiero a la valía de las reseñas, tampoco al valor que puedan dar los
lectores interesados en los laberintos motivacionales que encienden las ansias
de gloria de los escritores dispuestos a lo inimaginable con tal de trascender.
Me refiero a quedar más allá de las obsesiones y los afanes de denuncia.
Estamos pues ante un libro sumamente
arriesgado. Imagino que Aguirre sabía a lo que se exponía cuando lo escribió y,
con mayor razón, cuando decidió publicarlo. AI
es un ejemplo sin objeciones de perfección formal, un saludable crisol de
cruces de registros y un ineludible documento socioantropológico que será
frecuentado por los escritores del mañana.
Artefacto literario, sí. Novela, ni hablar. Aguirre puso a prueba su capacidad inventiva y depositó su fuerza creadora en el endemoniado armado de estos 24 perfiles de escritores peruanos que tuvieron roces con la legalidad, haciendo uso de un cruce de referencias informativas que a más de un lector habrá dejado en el borde de la literatosis.
Artefacto literario, sí. Novela, ni hablar. Aguirre puso a prueba su capacidad inventiva y depositó su fuerza creadora en el endemoniado armado de estos 24 perfiles de escritores peruanos que tuvieron roces con la legalidad, haciendo uso de un cruce de referencias informativas que a más de un lector habrá dejado en el borde de la literatosis.
Estamos ante un artefacto literario digno del espíritu de Aguirre. Está bien, no hablamos de una novela. Pero hay que decirlo: Aguirre cuida muchísimo sus
palabras, solo se dedica a consignar las sabrosas bajezas y actitudes circenses
de sus retratados e involuntarios cómplices. Claro, se podrá argumentar que en
este libro valían la verdad y la objetividad, lo que es cierto, pero es
precisamente en estas instancias cuando el autor tiene que demostrar que es más que las convenciones de la
transgresión (ajá), que su actitud de riesgo no solo se limita a la forma y a
la parcela de la experimentación estructural. En otras palabras: Aguirre inoculó nervio en la estructura narrativa y actitud de denuncia. Aguirre lo sabe, el nervio narrativo es la sal, el condimento, de
absolutamente todo proceso de escritura. Y esto lo sabe el autor, de quien
puedo decir que no es para nada un primerizo.
Y lo que no me sorprende: las buenas
reseñas y la única mala reseña no han reparado en este detalle. No me sorprende
porque se ha leído este artefacto/documento literario bajo las luces de los
chismes y la polémica figura de su autor. En ningún momento se fijaron en que
Aguirre caía en la cualidad que ha sostenido no solo sus libros de ficción
precedentes, incluso también sus reseñas y crónicas que escribió en su momento.
Lamentablemente, este libro solo
trascenderá como artefacto/documento literario (a nivel formal, estructural y
en aliento de ambición informativa, de lejos, lo mejor de Aguirre), no como
experiencia literaria.
jueves, junio 23, 2016
482
Noche de fútbol.
Antes de ver el Colombia-Chile, me
conecto un toque al Face. Esperaba el envío de algunos archivos, los mismos que
recibo y descargo.
En un mensaje de Inbox, una amiga,
Verónica, me dice que compró Canciones
desentonadas y alegres aterrizajes para evitar el suicidio, el poemario rescatado
de Óscar Málaga, a razón de la reseña que escribí. Hace tiempo que no veo a
Verónica, pero sé que sigue siendo una gran lectora de poesía.
En el caso de los poemas de lo que sería
el primer poemario de Málaga, muchas cosas se dicen sobre el tiempo que
permaneció perdido, se ha tejido pues una leyenda, oscura y enigmática de ese
libro que de haber salido en el momento que debió, hubiera contribuido mucho
más a la historia de la poesía peruana contemporánea.
En fin, por algo suceden las cosas, por
algo los libros salen cuando tienen que salir. Eso es lo paja de la poesía y es
también lo paja de los poetas de verdad.
Es decir:
El poemario es poesía y Málaga es un
poeta de verdad, que en sus veintes escribió bajo el mandato de la furia hormonal
y el asombro que le proyectaban las calles del centro. A los lectores de poesía
nos hace bien leer a un poeta como él, nos regresa a ese pasado no lejano en el
que solo importaba caminar y perderse en las calles del centro, a la busca de
culos, tetas y piernas cruzadas en forma de corazón, tras la insania del
alcohol barato y el inevitable tabaco y la rica María para fumarla, en muestra de
tajante rebeldía con una realidad solapadamente represiva. Había pues una
actitud política. No interesaba nada, solo matar el aburrimiento en gozo e
intensidad. Gozo e intensidad, lo que nos propone este poemario de Málaga.
Como bien se señaló: Reynoso era el
narrador peruano más joven, lo mismo podríamos decir tranquilamente de Málaga,
el poeta más joven, sin las poses discursivas de los nuevos y no tan nuevos
poetas, carcomidos en la posería discursiva y el sobadismo estratégico.
Lo dejo ahí, por el momento.
Ahora veré el partido.
miércoles, junio 22, 2016
cruces
Días atrás, más de una punta me pasó el
enlace de un blog, era pues la carta abierta de Heriberto Yépez a Christopher
Domínguez Michael.
Emisor y receptor mexicanos. Pueden leer
lo de Yépez aquí.
Y días después, las mismas puntas que
celebraban la contrasueleada de Yépez a DM, quedaron en silencio. Entonces,
busqué al respecto y encontré la respuesta de DM a Yépez. Aquí.
No lo pienso mucho, lo de DM es mucho
más contundente y pulcro que la verbosidad y adjetivación del primero.
Sé que más de uno ha leído ese cruce,
quizá los hinchas de la matonería y partícipes de bajezas consideren la
respuesta de DM una muestra de debilidad de carácter, impresión que no me
sorprendería sabiendo lo muy deseducados que son muchos de nuestros escritores
locales, contenidos en su naturaleza y esforzados en sus maneras, y que sueltan
su pútrida esencia ante la primera amenaza que socave su (relativo) prestigio.
Por eso, celebran y bombardean la red una carta como la de Yépez, de quien, es
justo decirlo, tengo muy buenas referencias y que las mismas no van a cambiar a
razón de una carta abierta en la que apeló a lo peor del espíritu latinoamericano
cuando es ubicado en tensión: la bajeza.
Leyendo la respuesta del
llamado “crítico literario de la derecha”, vemos que se pueden decir muchas
cosas desde el estilo y la franqueza, es decir, desde la valentía natural de
decir las cosas cara a cara cuando tienen que decirse y no desde la celebración
tribunera que se regodea en el adjetivo y el efectismo.
Pero no solo ocurre en las esferas
literarias y del pensamiento de México, es prácticamente un calco que carcome a
los circuitos literarios y culturales de Latinoamérica, una crisis de callejón
al momento de argumentar, crisis a la que podríamos sumar un aliento matonesco,
también una inevitable incoherencia de sus actores con los sensibles temas que
les dan de comer. Lamentablemente, estas muestras de bajezas provienen, la
mayoría de las veces, desde los terrenos de la supuesta superioridad moral, de
los reinos celestes del pensamiento vanguardista y revolucionario, y una que
otra vez desde la diestra que satanizan.
martes, junio 21, 2016
medida criminal
No conozco como quisiera a Germán
Coronado, el presidente en funciones de la Cámara Peruana del Libro (CPL), pero
en las pocas veces que hemos hablado me ha parecido un buen tipo y en más de
una ocasión lo he felicitado por su buena gestión al mando de la institución encargada
de promocionar la lectura en el país.
Pues bien, se vienen diciendo muchas
cosas sobre la próxima edición de la FIL. En realidad, la cantaleta de toda la
vida. Por un lado, los snobs que se quejan de la poca nombradía de los
escritores internacionales invitados (al menos, ahora se calmarán con la
llegada de Le Clézio), por otro, los mismos expositores para los que toda
gestión está hasta las patas, eso sí, siempre y cuando no pertenezcan a las
esferas de decisión de la CPL.
Sin embargo, estas son cuestiones
menores. En todas las ediciones de la FIL (y quien escribe ha participado en
más de una edición, o sea, sé de qué va el asunto), todos han ganado de acuerdo
a sus niveles de inversión. Quien diga lo contrario, miente, así de simple. Y
la razón es muy simple: la FIL es un negocio que obedece al más llano espíritu
comercial. Entonces, también es justo decirlo, salvo excepciones muy honrosas
(faros librescos en una suerte de mercado persa), la mayoría de los
participantes son comerciantes, a quienes les queda excesivamente grande llamarse
libreros.
Ahora, vengo escuchando sobre algunas
nuevas medidas que se tomarán en esta nueva edición de la FIL. En lo personal, no
me afecta ni creo que sea de gran importancia el hecho de que se vaya a cobrar
250 nuevos soles a todas las editoriales que no pertenezcan a la CPL y que
quieran presentar un libro. Esta medida solo afecta a los interesados en
aparecer en la agenda oficial. Tampoco el incremento en los alquileres de los
stands. Este par de puntos quedarán en donde tienen que quedar: en las entrañas
de la CPL.
Pero lo que sí me fastidia es el poco
tino que se ha tenido al momento de fijar el precio de las entradas para el
público. Bajo todo punto de vista, estamos ante una medida que me revela dos
cosas: por un lado, la bestialidad política de la dirigencia de la CPL. Claro,
fácil podrán argumentar que los gastos para este año se han elevado, que con
esa platita se implementarán varias mejoras en los servicios al interior del
recinto ferial, mejoras que tienen el “noble” objetivo de reforzar la comodidad
del público. Sea el argumento que planteen, queda en evidencia una triste realidad,
que por triste no se libra del señalamiento: la expuesta esencia del fenicio
cultural.
Esta medida no solo habla mal de
Coronado, sino de todas las empresas y personas naturales que componen esa
galaxia llamada CPL, como también de las instituciones oficiales y no oficiales
que desde el poder cultural apoyan esta edición de la FIL de Lima. Una medida
como esta tira por los suelos ese discursillo del que se pavonea la
institución: promover la lectura por una institución sin fines de lucro.
Por otro lado, queda de manifiesto, y una
vez más, el silencio generalizado de escritores, intelectuales, periodistas
culturales y creadores peruanos. Se trata de un silencio estratégico puesto que
ellos sí se pueden poner muy salsas con lo que es más fácil atacar, tal y como
lo vimos en las últimas elecciones, a saber. Sin embargo, caen en el mutismo
como tiernos gatitos ante su tazón de leche, y no hay que pensar mucho al
respecto: la clase letrada peruana se derrite por no quedar mal ante el poder
cultural. Y la CPL es un poder al que le dicen amén a la primera llamada, un
poder que los convierte en sujetos serviciales ya que saben que por medio del
lustrabotismo les puede chorrear un favorcito. Claro, la CPL no es el único
poder cultural en este país, la figura servicial del escritor/intelectual/periodista
cultural/creador peruano se repotencia hacia lo inimaginable con los poderes
culturales oficiales.
Tampoco me voy a prestar a la demagogia
que, motivada por una medida como esta, enciende a los que critican a la CPL.
Sin embargo, tengamos en cuenta lo siguiente, la gracia que nos ofrece esta
medida: siete soles no marcan una diferencia en los bolsillos de nadie. Gastar
siete soles no hace pobre a ninguna persona. Así es. Esa es una verdad. Pero
gastar siete soles en una entrada a una feria internacional del libro en Perú
sí es percibida como un abuso y una medida por demás pendeja por las cientos de
miles de personas que jamás han pisado una feria de libro, por las cientos de
miles de personas que teniendo dinero no leen. Y arribando a la otra orilla: gastar
siete soles en una entrada a una feria internacional del libro en Perú sí es
percibida como un abuso y una medida por demás pendeja por las miles de
personas que frecuentan las ediciones de esta feria, por las miles de personas
que ahorran para gastar lo ahorrado en precisamente libros durante los días
feriales. Ni hablar de las personas que no tienen los suficientes recursos
económicos, ni hablar ni discutir al respecto, porque, aparte de ser la
mayoría, son las que percibirán la feria como un espacio al que solo puede
ingresar una élite, una clase privilegiada que sí puede acceder al consumo
cultural. Sorprende para mal una medida como esta, pero también es un fiel
reflejo, una radiografía sin afeites de las personas que componen el llamado
poder cultural en Perú, quedando en evidencia su desconexión con la realidad
social peruana, atarantados en gestiones para ser celebradas en cámaras y
lejanos del discurso cultural que suelen predicar hasta el cansancio. Es decir,
por donde se le mire, esta medida de comerciante a lo bestia hace quedar muy
mal a toda la CPL y, de taquito, a las instituciones que apoyan esta edición de
la FIL.
Como dije líneas arriba, tengo un buen
concepto de Germán Coronado y de su gestión. Es un hombre inteligente y espero
que el criterio le permita enmendar esta medida criminal. De no ser así,
borrará con el codo lo mucho o poco que ha avanzado como cabeza de la CPL.
Espero que se dé cuenta del impacto de esta (aparente) mínima medida, de lo que
puede hacer en una página en blanco una gotita de tinta líquida si es que no la
limpias a tiempo.
…
Publicado en La conjura de los libros
lunes, junio 20, 2016
blindaje
Día del Padre. Para mí, todos los días
son los días del padre porque sí me siento bendecido por tener el padre que
tengo, bueno, generoso, noble e inteligente.
Mi padre y madre irán a la casa de mi
hermano, a quien llamo para desearle también un feliz día. Pero me tengo que
quedar en casa, se me han acumulado muchísimas cosas que debo terminar.
Trabajar en casa tiene sus ventajas, pero cuando hay que pisar el acelerador,
hay que hacerlo, sumergiéndote en un mundo paralelo en el que no importa si es
de día o es de noche.
Se supone que íbamos a salir a
desayunar, pero nos levantamos muy tarde, entonces, mis padres se fueron a la
casa de mi hermano, en donde los recogería después.
Antes de sentarme frente a la pantalla y
abrir los archivos en Word, me pongo a leer los diarios, acompañado de una
humeante taza de café.
Sin duda, me enfoco en la entrevista de
Mariella Balbi a Avelino Guillén, abogado en funciones y ex fiscal superior.
Del espectro legal peruano, Guillén es
un tronco de integridad y un baluarte de la lucha contra la corrupción. Y quien
mejor que él para que me explique mejor lo que viene ocurriendo con la aún
primera dama Nadine Heredia y del inevitable aún presidente Ollanta Humala. O
sea, sé del escabeche en el que están metidos, pero no he seguido de cerca el
caso a profundidad. Entonces, para saber un poco más, no solo hay que escuchar
a los que saben sino a los que exhiben una postura firme o una garantía moral
sustentada en años de oficio profesional, libre de señalamientos.
Entonces, lo que dice Guillén sobre la
pareja presidencial es no menos que grave. Hablamos de un par de aventureros a
los que solo les ha interesado lucrar desde el poder, una pareja que ha
recibido el apoyo sistemático de la izquierda hasta mediados del presente
gobierno nacionalista, una pareja que recibe el blindaje moral de la clase
letrada peruana. No me sorprende que haya este apoyo, puesto que es muy conocida
la inclinación de la izquierda y clase letrada locales hacia el poder, además,
hagamos memoria que en un principio la pareja presidencial se mostró abierta a
los discursos y manifestaciones intelectuales y culturales, hecho, que no es
menor, que ha alargado más de la cuenta el crédito de tolerancia de esta
envidiable clase privilegiada del pensamiento y la mentada, y repetida,
superioridad moral.
Los argumentos que expone Guillén son
contundentes. Explica y refuerza aquello que se minimiza en las redes sociales,
que empequeñecen toda clase de crítica dirigida a Heredia y Humala, aduciendo
que no es más que una cortina de humo. Pues bien, si así lo fuera, se trataría
de una cortina de humo que lleva más de cinco años. Lo que me apena de esta
situación, de esta puesta de manos en el fuego por un par de sátrapas y
mediocres es que por muy poco uno quema su credibilidad, cayendo en lo mismo
que critican, ejerciendo involuntariamente la criollada culta que tarde o
temprano les pasará la factura.
Lo diría Melcochita: “nuestra
intelectuales son la cagá”
sábado, junio 18, 2016
480
Aunque no era mi idea salir ayer
viernes, día en que pensaba dedicarme a terminar algunos textos que me estaba
teniendo muy cabezón, tuve que salir a cumplir algunas gestiones. A fin de
cuentas, no me quejo, porque me reencontré con algunos amigos a los que nos
veía en muchísimos meses.
Cerca de las seis de la tarde llego a la
Plaza Mayor. La algarabía amenazaba con seguir creciendo porque se había
colocado en el frontis de la Municipalidad de Lima un escenario con un par de
pantallas gigantes en los que se proyectaría el Perú-Colombia. De a pocos la
gente llenaba la plaza y me abrí paso entre ella, lo más rápido que pude antes
de verme obligado a darme un vueltón para llegar al Virrey de Lima. Hice lo que
tuve que hacer en la librería, que cada día la veo más bonita, aunque decirlo
es una obviedad porque fácil es la más bonita del país, y en esta apreciación
seguramente coincidirá más de uno.
Se supone que regresaría a casa. Estaba
entre tomar un taxi en hora punta o quedarme en la plaza y ver el partido. Pero
no hice ninguna de las dos cosas, porque, en un arranque ajeno a la pasión
futbolera, decidí ir a la biblioteca del ICPNA y renovar mi carné de usuario,
motivado sí por su excelente sección de poesía gringa que ocupan más de doce
anaqueles. Conozco esa sección y no sé si logre leer todos los títulos de esos
anaqueles, pero algo leeré. Además, se trata de un ambiente que frecuenté mucho
entre siglos (fines de 90 e inicios de los 2000), cuando hacía mi vida
prácticamente en las entonces sucias calles del centro, pero mucho más vitales
que la frivolidad bullera de ahora. La renovación la hice al toque y tuve
oportunidad de sacar dos libros a préstamo.
Ahora sí, a casa, me decía. Pero mi
celular comienza a vibrar. Era Abelardo, mi pata librero de Amazonas, “el
metalero fanático de Air Supply”, pero amigo de años ante todo. Me pregunta por
dónde iba, su tonito de confianza, como si nos hubiésemos visto el día anterior
cuando lo cierto es que nos veíamos en poco menos de un año. Le dije que estaba
por el centro y le pregunté si verían el partido en su stand, y me dijo que sí,
su gente estaba reunida para ver el partido. Entonces, compré una cajetilla de
Pall Mall rojo y caminé tranquilo hasta Amazonas.
Vimos el partido y también aproveché para
ver las cosas que tenía en sus estantes. Conversé también con el buen Armando,
que trabaja con Abelardo. Armando, quizá uno de los mayores conocedores de la
tradición poética peruana, me comentaba del sancochado oculto del representante
de futbolistas Carlos Delgado, “ajá, ese mismo, el del escándalo”. Puta, me
costó saber a qué se refería, pero cuando lo supe ya estábamos en el chifa Ye
en el Rímac, a dos cuadras del Puente Trujillo. El chifa, para más señas,
paraba lleno, demasiado en comparación a los otros chifas del pasaje empedrado.
No era para menos, ni muy caro, ni barato, el precio justo para platos muy bien
servidos y con sabor a chifa. De esta manera, el buen Abelardo pagaba el chifa
del viernes, se ponía al día porque la última vez fui yo quien lo invitó y
ahora sé que no volverán a pasar tantos meses para recuperar esa costumbre que
tenemos desde hace más de quince años.
miércoles, junio 15, 2016
479
Miércoles de frío y reconectándome al
mundo luego de una noche sin luz eléctrica a razón de unos trabajos en el
barrio. Lo bueno es que el corte estaba anunciado, así es que no me afectó
tanto como pensé que podría afectarme. El corte vino a la hora indicada, pero
no se reanudó la luz hasta cinco horas después de lo se indicó en el comunicado
de hace unos días.
Como sea, salí a correr en la noche, por
la Videna. Me gusta correr, pero si lo hice anoche fue por una actitud
premeditada en pos de desgastarme y regresar lo más matado a casa, tomar un
duchazo y sin más meterme al sobre hasta hoy en la mañana, que me levanté algo
adolorido, pero despejado ante todo.
Antes de alistarme para arrancar el día,
reviso los mails y los mensajes del wsp y el chat de Facebook. Más allá de
algunas cuestiones menores, solo un mensaje me importa. Con ese mensaje me
basta y sobra. De paso apunto las series y películas que compraré en las
próximas horas en Polvos Azules. Ya es momento de abastecerme y todo indica que
hoy será el día, debí hacerlo hace dos fines de semana, pero algunos textos,
lecturas y películas, impidieron que cumpla el cometido. Cuando voy a comprar,
lo hago los domingos. Los domingos se ajustan mejor a mis ánimos, huyo pues del
público, de la masa, del bullicio y de los humores concentrados. Pero tampoco
los domingos son una maravilla. Atrás, muy atrás, quedaron esos domingos en los
que podía comprar sin terminar anímicamente disminuido.
martes, junio 14, 2016
"sudor"
Una de las novelas más comentadas en
estos últimos meses en el imaginario literario en español es, sin lugar a
dudas, Sudor (Random House, 2016) del
escritor chileno Alberto Fuguet.
Y Fuguet se ha encargado de que sea así.
Gracias a sus declaraciones en entrevistas, no pocos hablan Sudor, ya sea por el retrato del mundo
editorial, la temática gay, el miserabilismo de los escritores, la actitud
parricida con la estela del Boom latinoamericano, etc. Es decir, se nos
presenta la trastienda que esconde lo que jamás debe mostrar el oficialismo
literario. Pues bien, la suma de estos factores me parece positiva, puesto que
nos olvidamos de ese traspié que al autor le significó No ficción, el bajón luego de una seguidilla de títulos no menos
que muy recomendables, y claro, por qué no decirlo, en esta seguidilla de Hits
también se incluye su faceta de cineasta, que le ha permitido entregar más de
una película llamada a ser referente del cine latinoamericano de inicios del
presente siglo.
Nos enfrentamos a una novela
provocadora, una novela-bisturí que corta la piel y las venas de la gran leyenda
que se ha tejido en torno al mentado Boom latinoamericano. Fuguet destroza esa
leyenda y lo hace valiéndose de un personaje inspirado en el escritor mexicano
Carlos Fuentes, una de las máximas vacas sagradas de la narrativa
latinoamericana del Siglo XX, a la que el chileno no dudó en horadar cuando
falleció en el 2012 (para más detalle al respecto, chequear Tránsitos, cosa que así se dan una idea
de la masacre que les comento).
Hagamos un breve viaje en el tiempo,
hacia atrás: no sería una locura especular lo siguiente: en la figura de
Fuentes se acrisolaba el discurso antagonista de Fuguet contra el abuso y
dependencia que se tenía del Boom. Antologías como McOndo y Se habla español
son las pruebas fehacientes de su discurso y postura antiboom. Pero tengamos en
cuenta que en los años de ambas antologías, Fuguet no tenía la madurez que
ahora sí y lo bueno es que supo parar a tiempo ese discurso, o, por lo menos,
volverlo más solapado, consagrándose de esta manera a reforzar lo que tenía que
reforzar: su poética narrativa, que a la fecha resulta ineludible esquivar si
es que pretendemos tener una idea sobre la narrativa latinoamericana de entre
siglos. De las poéticas de sus compañeros generacionales, y no solo de esta
parte del charco, la suya es la que exhibe una mayor frescura, tanto temática y
estilística, que le ha permitido en los últimos años imponer un magisterio
involuntario: un magisterio cuya base es la confianza, pero no te confundas:
hablo de una confianza que se nutre del espíritu de enfrentamiento contra el
realismo mágico y en una medida que ha ido creciendo: la desacralización de la
figura del señorón letrado.
Líneas arribas señalé que Sudor es una novela provocadora, una
novela-bisturí, a esto sumemos su aliento en extremo divertido. Es que eso es
también Sudor: una novela divertida,
alejada de la intención indignada por alborotar el gallinero. Ahora, el
gallinero literario es alborotado debido a la postura risueña de la narración,
que corre por cuenta del editor Alfredo Garzón, que recibe una misión especial
de su casa editorial Alfaguara: acompañar al hijo del escritor
colombiano/mexicano Rafael Restrepo, una de las vacas sagradas de la editorial
y voz viviente del llamado Boom, durante los días que se encuentren en Santiago
promocionado el libro que exhibe todos los visos de los caprichos de un divo
literario. Esa será la misión del también llamado Alf, andar y, sobre todo,
cuidar al díscolo Rafa. Obviamente, Alf se considera un editor serio, al que no
pueden maltratar asumiéndolo como un guardaespaldas momentáneo, pero al final
acepta la orden. Más allá de la fama y reconocimiento mundial de Restrepo, él
es también uno de los garantes de la viabilidad económica a nivel continental
de su casa editorial. Entonces, se le debe tratar como si estuviera de visita
un jefe de estado, una luminaria en estado de gracia a la que se le debe
importunar con el comportamiento de su hijo.
Pero Fuguet se cuida en que la novela no
solo vaya sobre Restrepo y su hijo, sino que la oxigena con las (muchísimas)
páginas dedicadas a la insatisfacción personal de Alf, páginas en donde abunda
el sexo y exceso vital en dosis que por momentos (eso) ponen en peligro a la
novela. La fijación por el detalle de la calentura hormonal es descrita con
excesivo compromiso por parte del chileno. Muchos de estos pasajes se abren
demasiado del eje temático, lo que para algunos comentaristas ha sido un defecto
narrativo, mas yo lo veo como un fortalecimiento discursivo que se ahogó en el
efectismo de No ficción (tengamos
presente que son pocos los autores que pueden darse el lujo de establecer un
diálogo creativo consigo mismos, ya sea a nivel de poética, como también en fibra
temática, a saber, la recurrencia de sus personajes, no apuntando
solo a los literarios, también a los que pueblan su obra cinematográfica),
tarea que al final redondea debido al espíritu risueño que sostiene a la
narración.
Uno se pregunta hasta qué punto el
Restrepo de Fuguet es la “copia” de Carlos Fuentes, hasta qué niveles de
pleitesía llega el mundillo literario (claro, en Sudor se nos presenta el lustrabotismo chileno, pero fácil podría
ser un ejemplo casi cerrado del lustrabotismo literario por excelencia) por
congraciarse con las vacas sagradas continentales que viven de lo logrado y que
dominan desde el trono del prestigio. En este sentido, la novela resulta
también una metáfora del poder cultural al que más de un arribista anhela
pertenecer, aunque sea colgado del estribo. Alf lo deja en claro en muchísimas
páginas, páginas que son lo mejor de la novela, páginas que sudan lo que deben
sudar: indignada ironía.
lunes, junio 13, 2016
la entrevista
Días atrás Edwin Cavello de Lima Gris me
preguntó si me podía hacer una entrevista en Radio Planicie. Le acepté la
entrevista con el ánimo de siempre. Sin embargo, cuando el banner promocional
comenzó a circular por las redes, más de uno me pidió que no vaya a la
entrevista porque me iba a quemar a cuenta de lo tendencioso que a veces es
Cavello en sus entrevistas. No me hice problemas, llamé a la calma a los buenos
“amigos” que me advirtieron con las mejores intenciones. No me hacía problemas,
si hay algo que me gusta de Cavello es precisamente el ají con el que
condimenta sus entrevistas.
Obviamente, sabía a qué tipo de
entrevista me dirigía. Lo que no sabía era que para llegar a Radio Planicie el
trayecto me iba a tomar 25 años. 25 años en los que no volvía a San Juan
Lurigancho y que pude ver desde mi asiento del tren eléctrico, que, dicho sea,
abordaba por primera vez. Así es, parte de mi niñez la pasé entre Celima y San
Silvestre, y sin duda, me embargó un vacío y un ligero temblor en el estómago
al ver que el país de la niñez recorrido y disfrutado simplemente ya no
existía. Este reencuentro con el país de la infancia lo veía desde poco más de
20 metros de altura. No había mucho por hacer, una parte de mí había terminado
por desaparecer. Durante mucho tiempo me preguntaba por el día en que volvería
a recorrer las calles de San Silvestre, el bosque de Caja de Agua, pero nada,
ese país de infancia ya vivía en el capricho de mi imaginación.
Me bajé en la Estación San Carlos y tomé
un mototaxi a Radio Planicie. Me habían dicho que la estación radial estaba
cerca, pero no, esta quedaba justo detrás del penal. Ajá, el penal. Entonces mi
ánimo cambió porque siempre quise conocer, aunque sea por fuera, el penal de
SJL. Pasamos por el penal y la verdad es que no me sentí del todo impresionado.
Le pregunté al mototaxista por el penal Castro Castro, quizá ese penal sí sería
lo que se suponía para mí era un penal. El Castro Castro quedaba a diez minutos
“más arriba”, y casi, lo pensé, sí, le propongo que cambie la ruta, pero ya
estábamos en Radio Planicie.
La entrevista tuvo su respectivo ají.
Cavello no estaba solo, también conducía el programa Luis Felipe Alpaca. Y no
era el único entrevistado, me acompañaba también el joven poeta Franco
Osorio-Antunez de Mayolo. Hablamos de todo, pese a que el inicio del
Perú-Brasil se apoderaba del imaginario inmediato. Al menos en el mío sí, que
no esperaba gran cosa del encuentro, pero siempre a todo fanático del fútbol le
va a picar esa curiosidad por ver un partido que, lo más probable, es que vayas
a perder.
Dije lo que pensaba y eso es lo paja,
decir lo que se piensa sin guardarse nada. Tranquilo contigo mismo ante todo. Aunque a veces la cagas involuntariamente, en las que mezclas ideas sobre un escritor X para adjudicárselas a otro no merecedor de esas palabras. Eso fue lo que me pasó cuando quise recomendar, entre varios títulos, Un lugar como este de Carlos Arámbulo.
Si los lectores del blog quieren
escuchar la entrevista, ingresen aquí.
"canciones desentonadas y alegres aterrizajes para evitar el suicidio"
Para ningún lector de poesía peruana
existe discusión alguna sobre el peso de la tradición poética peruana. No es
para menos, no solo hablamos de sus grandes nombres, sino que si incursionamos
en sus distintos niveles, constataremos que su fuerza no solo depende de sus
medulares voces canónicas. Obviamente, una realidad como esta no solo asegura
el compromiso de sus lectores, también nos presenta un escenario por demás
motivador o aplastante para los poetas que se alimentan de ella.
Bajo distintas miradas, una realidad
queda clara: la tradición poética peruana dista de ser una más en el imaginario
de la poesía escrita en español y no sería una locura catalogarla como la más
fuerte en la parcela poética en español del Siglo XX. Pues bien, una breve
cartografía a nuestra poesía, nos brinda generaciones (hasta que no tengamos
otra vía de denominación, nos seguiremos ajustando a lo que entendemos por “generación”,
basándonos en los principios impuestos por Ortega y Gasset, así más de un
posero con pocas lecturas proteste) de poetas que, aparte de mostrar poéticas
interesantes y con senderos discursivos personales, ofrecían en conjunto más de
un lazo en común, lazos nutridos del contexto político e ideológico de la época
que les tocó vivir.
Si hablamos de una década signada por el
aura de la vida y el compromiso por la poesía, haríamos bien en detenernos y
pensar en lo que hicieron los poetas enmarcados en la llamada Generación del
70. Al respecto, no poco se ha dicho de los poetas que la conformaron. En esos
años nació el Movimiento Hora Zero y también aparecieron poetas con propuestas
que podríamos calificar de insulares, ajenas a la manifestación en conjunto.
Una década rica no solo en número de voces, puesto que somos testigos de la
reciprocidad entre el número y la calidad de lo que publicaban. Para tenerlo en
cuenta: los años setenta son “Los años maravillosos de la poesía peruana”.
Es cierto que hablamos de una generación
de poetas a los que más de un lector conoce gracias a los condimentos de la
leyenda, pero si dejamos de lado la leyenda, el discurso paralelo a la poesía,
hablamos de una década que tuvo de todo en propuestas poéticas. Por esta razón,
habría que prestar más atención a lo que se escribió en esos años, siendo una
tarea pendiente para los celadores de la literatura peruana, que últimamente, y
no sé a cuento de qué, vienen enfocándose más en lo que se hizo en poesía en la
década siguiente, bajo motivaciones indudablemente extrañas que nos muestran
una realidad a combatir: un ninguneo planificado de la poesía escrita durante
la década del setenta. Uno de los hitos de los “Wonder Years” fue la publicación
de la antología Estos 13 de José Miguel Oviedo. Esta fue una antología
polémica en su momento y que con los años se ha convertido en un documento de
insoslayable valor histórico no solo para los conocedores, sino también para
todo aquel lector diletante de poesía peruana. Lo dicho no es poca cosa,
hablamos de una antología que contiene la epifanía de la poesía peruana de los
últimos cuarenta años. No hay poeta peruano que en sus inicios en la práctica
poética no haya tenido como biblia a esta antología.
En E13
encontramos algunas voces que con el tiempo han ido adquiriendo resonancia, que
han ido ganando gusto e identificación con el lector, algo que, dicho sea, no
todos los poetas están llamados a conseguir. Pues bien, uno de los poetas a los
que más se recuerda de la antología de Oviedo es Óscar Málaga. Líneas arriba
señalamos el factor determinante del contexto en la construcción de la poética.
Si bien es cierto que la poesía se nutrió de ese contexto de hartazgo y
protesta acorde a esos años de represión y cruces ideológicos, Málaga supo
conservar una mirada que no se teñía con el afán de la indignación colectiva,
sino que la canalizó hacia una celebración de la vida pautada por la
experiencia vital en su más amplio sentido hedonista del término.
Uno lee sus poemas de esos años y lo que
encuentra es a un poeta al que le interesaba vivir para el exceso y el sexo.
Los años transcurrieron y Málaga publicó poemarios y libros de narrativa muy
bien saludados por la crítica y reconocidos por los lectores. En paralelo a su
obra en construcción, los lectores atentos de poesía peruana hablaban y
escribían (sin ahondar lo suficiente a cuenta de la escasa información que
había sobre él) sobre un perdido poemario de Málaga, el cual había ganado el
concurso de una organización cultural y que nunca se publicó a causa de la
desaparición del texto escrito a máquina. Bajo este suceso nefasto, no se supo
nada de este poemario entrampado entre las décadas del sesenta y setenta.
Por ello, debemos celebrar el rescate
que llevaron a cabo los poetas y atentos lectores de poesía peruana Renzo
Porcile y José Carlos Yrigoyen, puesto que gracias a su pujanza tenemos hoy en
día Canciones desentonadas y alegres
aterrizajes para evitar el suicidio (Apollo Studio, 2016), y vale dejar que
por escrito que la edición le hace justicia a estos poemas que nos entregan a
un Málaga en estado salvaje por la vida.
Así es, si una sensación reflejan estos
poemas de la presente publicación es una apuesta por una sensibilidad
escanciada de excesos que habla por medio de un yo poético con conocimiento de
causa, es decir, una transmisión asociada a la verdad que debe proyectar todo
poema. Pues bien, centrándonos en la esencia de poemas como “En torno de andar
con Bob Dylan”, “Canción a nuestro amor”, “Dos poemas saturados a el viejo Hyeronymos
de Hertengenbosch”, “Acerca de una forma de amar extrañamente tranquila y que
me quema”, “Poema en Barranco”, “Poema para Jack Kerouac”, “Cuarta canción a
Saravanda”, “Historia de Nora en la ciudad Naranja” y demás, podemos aseverar que nos enfrentamos al manifiesto
y compromiso vitales de Málaga con una actitud poética ligada a la intensidad,
esa intensidad que se impone a la forma, en este caso plástica a razón de que
hablamos de los poemas iniciáticos de un entonces joven Málaga. Ni hablar de
los poemas que conforman la sección Anexos (un par de joyitas: “Caminando por
El Pompidou” e “Himno a Lima”). Felizmente, los verdaderos lectores de poesía
peruana no tenemos otro camino: el agradecimiento por este (inmerecido) flujo
de intensidad.
Señores, este es un LIBRAZO.
domingo, junio 12, 2016
478
Me despierto relativamente despejado. No
he tenido excesos en la noche, pero siento una leve sensación de resaca. Nada
para preocuparse, solo un poco más de sueño para que las cosas vuelvan a la
normalidad.
De desayuno, un jugo de guanábana y una
humeante porción de tamal de chancho. Pancito y café. Con esto es más que
suficiente para sentarme frente a la pantalla de la PC, porque, todo indica, pasaré
casi todo el día escribiendo. El día de hoy voy a cerrar varias reseñas y dar
forma a un ensayo que llevaba escribiendo y que por alguna extraña razón se me
trabó a razón de que no había leído algunos libros que me permitieran tener una
idea más clara de lo que estaba escribiendo.
No lo voy a negar, he tenido un par de
días muy buenos. En cuanto a lo literario, salieron bien las actividades con Guillermo
y Miluska, ambas actividades en El Virrey de Lima. Con Guillermo en la conversa
del viernes, en la que las ideas y el amor por la vida fluyeron, haciendo del
encuentro uno inolvidable; al respecto, los asistentes pueden sentirse más que
privilegiados por todo lo que ocurrió en ese encuentro. Bueno, no hay secreto
que hallar: los chilcanos y cervezas de rigor en El Cordano, a manera de previa,
resultaron claves para desterrar toda manifestación de racionalidad.
Si el viernes fue conversa, el sábado la
presentación del libro de cuentos de Miluska. Bueno, yo no estaba como
presentador, pero a la vez lo soy, porque me encargo de abrir y cerrar las
presentaciones de la librería, lo mismo que en Sur, y como me conozco, me es
imposible no decir algunas cosas del libro, que, el de Miluska, no es solo
sumamente bueno, sino también necesario para entender por dónde va la narrativa
peruana, no solo la escrita por mujeres, sino en general, tal y como tiene que verse
la literatura, huyendo de los surcos genéricos. Ahora, confieso que sí me
sorprendió ver a tanta gente un sábado en la librería, bueno, la sorpresa
inicial porque nunca había estado en una presentación en un día sábado.
En ambas actividades, no solo la buena
conversa y las mejores impresiones, también ríos de alcohol que reactivaron
excesos que uno quiere evitar, pero que al final se quedan en la puerta,
contenidas y que debes amainar caminando. Eso es lo que hago, mi accción
predilecta cuando estoy por el centro, caminar, perderme entre la gente y calles,
y anoche con mayor razón, caminar para quemar la vesania que quería guiarme
hacia los confines más perdidos de la noche. En otra ocasión no hubiera tenido
problemas en que la vesania se apodere de uno, pero mis responsabilidades son
mayores que las consecuencias dionisiacas, a razón de las cosas que debía hacer
hoy. Entonces, hice lo correcto, apagué el cel. La sorpresa por esa acción la
vi en la mañana de hoy, mientras me levantaba: más de 60 mensajes de Inbox, y
48 wsp. Bueno, en verdad no tengo muchos amigos y los sábados aparecen hasta
por gusto.
miércoles, junio 08, 2016
477
Un buen café en la mañana puede hacer
muchas cosas por uno. Me levanté temprano, hice cien mancuernas y me metí a la
ducha. En el desayuno solo jugo de naranja y café. La naranja se ha convertido
en mi droga mañanera, pero el café es el combustible, la droga necesaria
repotencia mis recursos intelectivos y sensitivos durante toda la jornada.
Hace unos días vino “El pupilo” a casa. En
la mañana le mandé un Inbox y le pregunté si le gustaría almorzar en mi casa. Ese
sábado día preparé mi especialidad: lentejas con carne. Además, tiempo que no
sabía nada de él, pese a que no deja de ayudarme con algunas cuestiones de
promoción de los diálogos literarios que realizo en El Virrey de Lima. “El
pupilo” es el man de los flyers
promocionales.
Le di las señas de mi barrio. “El pupilo”
venía de estudiar de La Molina y a las 2 en punto me llamó para decirme que
estaba cerca. Entonces salí a buscarlo y lo llevé a casa. Almorzamos las
lentejas con carne. Luego, se puso a inspeccionar los estantes de mi
biblioteca, una biblioteca repartida en tres espacios de la casa. Pues bien, en
una mesa, de madera y desarmable, ubicaba en el recibidor, están dispuestos más
de trescientos libros en siete columnas. Le dije que escogiera diez libros de
allí. “El pupilo” no lo creía, pero luego de la insistencia de Onur, comenzó a
escoger.
A la hora lo acompañé al paradero y me
puse a pensar en el trayecto que hacía todos los días para ir a estudiar. De
Los Olivos hasta La Molina. Un trayecto salvaje de por lo menos dos horas para
la ida, y fácil dos horas y media para la vuelta, teniendo en cuenta lo salvaje
que puede ser la hora punta. “El pupilo” abordó un bus que lo llevaría de
regreso a su casa, la ruta lo llevaría por un vueltón por toda la ciudad. Pero
al menos, haría ese viaje sentado.
Regresé a casa y me senté frente a la
pantalla de la Laptop, estaba por acabar un texto, una manera de esperar el
partido entre Perú y Haití, pero esa espera llevaba la carga de la tensión,
porque al día siguiente eran las elecciones presidenciales. Seguramente le ha
ocurrido a muchos, que han empezado a sentir una fuerte y pesada sensación de
resaca, que en mi caso se ha apoderado de mi cabeza y que hasta el día de hoy
no la puedo despejar de la misma. Aunque los expertos digan que es irreversible
el resultado, cosa que me alegra, no bajo la guardia. Si algo caracteriza a la
mafia naranja es la jugada sucia a último momento.
lunes, junio 06, 2016
alertas
Si una característica se impone en el
espíritu fujimorista, esa es la viveza. La viveza, entendiéndola, en su más sucia
expresión.
Era, más o menos, lo que esperábamos que
podría ocurrir. El actual margen estrecho entre PPK y Keiko Fujimori estaba
dentro los cálculos. La razón para explicar ese recorte porcentual es uno solo:
el contubernio nada oculto entre el fujimorismo con el JNE y la ONPE.
No hablamos pues de una impresión al
vuelo, hablamos de una situación que todos hemos visto, y no necesariamente los
peruanos, sino también las autoridades democráticas que han venido a observar
el desarrollo de esta proceso electoral, como la representante de la UE Renate
Weber, que ha indicado que la transparencia en este fue parcial, cuestionando
la insuficiente fiscalización al financiamiento de los partidos políticos peruanos.
¿Qué es lo que quiere decir la señora Weber? Fácil: no se ha tenido mano dura
con esa aberrante relación entre el narcotráfico y la política.
Hablamos de narcotráfico. Política.
¿Acaso no es ese otro contubernio del que ha hecho gala, y en especial debido a
su desfachatez en el último tramo de la contienda, el partido de la señora Fujimori?
La millonada desplegada por el partido naranja ha sido no menos que
sorprendente. A esto sumemos que once congresistas naranjas vienen siendo
investigados por lavado de activos, ni hablar del señor Ramírez, investigado
por la DEA.
Las dádivas que ha entregado el
fujimorismo en pos de simpatizantes nos hacen recordar las prácticas electorales
que llevaron a cabo a fines de los noventa. Esa misma táctica se ha aplicado en
este proceso, primero de manera muy solapada y en los últimos días con desfachatez,
hechos de los que se dieron cuenta todos los peruanos, todos los medios, todos
los veedores, menos, o vaya coincidencia, las institución encargada de hacer
cumplir la ley electoral, el JNE, a la que no le tembló la mano para sacar a
Acuña y Guzmán por faltas muy menores en comparación a las dádivas del partido
de la señora Fujimori. Cuando más se necesitaba del JNE, de su imparcialidad,
esta se hizo de la vista gorda contra todas las denuncias sustentadas en
distintos formatos de prueba. Fuimos testigos de que esta institución estatal
está comprada con el dinero del narcotráfico.
Por ello, más de uno se encuentra listo
para volver a las calles, para hacer suyo ese derecho a la libre expresión, al
llamado de justicia que va a indignar a decenas de miles de peruanos. Hablamos
de una actitud democrática por demás legítima, puesto que el fujimorismo no ha
jugado limpio, ha hecho lo que le ha venido en gana en pos de volver a ser
gobierno cueste lo que cueste. Lo advirtió anoche Fernando Olivera.
Fujimorismo, JNE y ONPE, rememorando viejas prácticas noventeras, apuntan a
consumar el fraude.
domingo, junio 05, 2016
democracia rescatada
Faltando un cuarto de hora para el Flash
electoral, un pata con buenos contactos en prensa, me informó que una de las
encuestadoras se la jugaría íntegro por Keiko Fujimori.
Y así fue. CPI le otorgó una ventaja de
2 % a Keiko sobre PPK.
Pero las otras tres encuestas reflejan
otra verdad, esa verdad que ahora ha convertido a los más airados fujimoristas
en tiernos gatitos que invocan calma y tranquilidad.
Lo cierto es que no nos sorprende el
actuar de CPI. Sabemos de sobra lo que esta empresa representa en la historia
democrática peruana, en lo que concierne a los procesos electorales. CPI, de
Manuel Saavedra, nunca ha dejado de ser el bastión de la familia Fujimori,
encargada de confundir a la opinión pública. Eso lo podemos intuir, y hasta
forjar sospechas razonables, con mayor razón cuando el señor Saavedra tuvo
meses atrás una extraña reunión con el secretario naranja Joaquín Ramírez, el
hombre de confianza de la señora Fujimori, el más más en el financiamiento de
la campaña millonaria de Fuerza Popular, así es, Ramírez, Joaquín, el personaje
también investigado por la DEA por lavado de activos y narcotráfico.
Entonces, no sorprende que esta encuesta
sea la lanza de guerra del fujimorismo.
Más allá de estos hechos, todos los
peruanos responsables nos debemos felicitar por esta faena. Lo que parecía
imposible se hizo posible, obviamente real. Esta situación nos permite aseverar
que todavía este país tiene mucho para la esperanza y la salvación. La
podredumbre moral que nos legó el fujimorismo se tiene que combatir con
educación y cultura, con discurso y coherencia que honre ese discurso. No deja
de ser una vergüenza que pese al tiempo transcurrido, el fujimorismo siga
siendo una fuerza repartida entre lo latente y patente en el imaginario de la
población. Hay que combatir esa fuerza, esa es la tarea que nos queda de ahora
en adelante, para que así nuestros problemas sean otros, más enfocados en los
enormes problemas del país.
En lo personal, ya me cansé de luchar
contra mafias cada cinco años. Es una pérdida de tiempo en todo sentido. El
fujimorismo es la delincuencia, lo lumpen disfrazado de política, la criminalidad
que apela a la dádiva para comprar a los menos favorecidos en economía,
educación y, sin duda, cultura.
No lo pienso mucho. Esa es la tarea que
nos queda y depende cada uno cumplirla a cabalidad, empezando por casa,
nuestros amigos, conocidos y en cada oportunidad que tengamos para interactuar.
sábado, junio 04, 2016
trabajo de campo
Las horas pasan y Keiko Fujimori se
siente acorralada.
No es para sorprenderse. De a pocos, y
seguramente bajo el trabajo de campo de los que no queremos que vuelva el
fujimorato, es decir, convenciendo a los indecisos más cercanos a nosotros, PPK
va primero en las encuestas.
Ajá, convencer, en eso se ha basado el
trabajo de campo, apuntando a los indecisos.
La situación no es para apelar el
discurso de las medias tintas. El país está muy lejos de lo que esperamos que
sea. Por ello, no hay que cejar en el esta labor que estamos llevando a cabo.
Nos enfrentamos a una fuerza con mucho apoyo popular, una fuerza dura y
recalcitrante, que no entiende de principios, que anhela el regreso de este
principio nefasto: el fin justifica los medios. Como bien le he dicho a algunas
amistades, el Perú es un país enfermo de sí mismo, aún no se ha curado del
todo. Seguimos arrastrando enfermedades morales de las que todavía no nos hemos
recuperado.
Felizmente, las cosas se han invertido a
favor del candidato de Peruanos Por el Kambio.
Pese a ello, lo peor que podríamos hacer
es caer en el triunfalismo. Hay que seguir trabajando, en especial, muy en
especial, bajo la modalidad de personeros. Días atrás señalé que el fujimorato
está pagando 100 nuevos soles a sus personeros. Esa es la esencia naranja: el
dinero, hacer las cosas, así sean de principios por mero dinero. Contra eso,
¿se puede luchar? Obvio, sé que hay peruanos que sin nada a cambio van a
trabajar todo el día de mañana como personeros, motivados por la preocupación
patente que despierta la mañosería naranja, experta en atarantar.
Eso, solo falta un pequeño esfuerzo.
Solo hay que redondear lo que se ha ganado hasta el día de hoy.
viernes, junio 03, 2016
476
Me levanté tarde.
Me quedé despierto hasta las ocho de la
mañana.
Escribía un artículo sobre una película
basada en un escritor que se suicidó hace no muchos años. Ya la había visto,
pero no la recordaba ciertos tramos y entonces me puse verla para reforzar
algunas impresiones. Mientras la miraba, hice un alto, porque Onur comenzó a
ladrar, más de lo acostumbrado. Entonces salí a la puerta, cosa que me
cercioraba a qué se debía su inquietud. Pero no, no era nada del otro mundo,
solo las caídas de unas maletas que se descargaban de un taxi en el que venía
un vecino, seguramente, de viaje.
Al regresar a la película, me cercioré
de unas hojas sujetadas con un gancho grueso. Las cojo y esas hojas eran el
texto que leí en San Marcos hace unas semanas, día en el que se celebraba el
aniversario de la universidad. Aquella vez hablé de la poesía peruana de las
nuevas voces que han aparecido desde el 2010 en adelante. Bien dicen que la
relectura nos brinda otras impresiones y esta relectura no resultó ajena a ese
dicho, ya que supe que debía reforzar en algunos pasajes, sin importar si
fortalecía mis críticas hacia el bajo nivel general y las poses infaltables que
se han vuelto una marca registrada de prácticamente todos los nuevos poetas,
poses que también han sabido estilizar los más discretos, aquellos que se
salvaban de mis señalamientos.
Reforzaré algunas partes del texto y se
lo pasaré a Jaime de LPG.
Vuelvo a la película. La termino y abro
al toque un archivo en Word, en el que avanzo cerca de 200 palabras. En unas
horas volveré al texto para reforzarlo, porque se me antojó ver otra película,
una de la que casi no recordaba casi nada, de la que solo guardaba algunas
imágenes muy concretas y que me conectaban con la protagonista, ni siquiera con
la trama o el argumento general, sino con la mujer que era la metáfora del
idealismo vital. Bueno, esa era mi impresión antes de sentarme a rencontrarme
con Betty Blue. Me puse a verla con
mucha expectativa, mas no calculé que duraba poco más de tres horas, que ni me
suma ni me resta, solo que hizo me acostara más tarde de lo que pensaba, pero
no importa, la película sigue siendo fresca y la volví a ella gracias a los
ecos que me hacían referencia a lo largo de la semana, ecos, que sentía en el
wsp, el chat de fb, hasta en los encuentros pautados por el azar, o en el trailer
que ves sin ver en el cable. No me hago problemas: cuando los ecos referidos a
un tema/tópico se me presentan de forma continua, los asumo como señales.
narcoestado
Ayer en la noche, mientras regresaba a
casa luego de tres horas de profunda investigación en la hemeroteca de la BNP,
pensaba en lo imposible: ¿existe en el Perú algún fujimorista capaz de
argumentar sin caer en el discurso del rencor y la prepotencia?
Mientras caminaba, recibo la llamada de
una amiga, de la que no sé nada en no pocos meses. Esther es periodista y entre
las cosas que me cuenta resalta el hecho de que los fujimoristas van a pagar
100 nuevos soles a los personeros que trabajarán el domingo. Ella acababa de
salir precisamente de una capacitación de personeros naranjas, a la que fue de
infiltrada, siendo testigo de la
logística verbal matonesca y llena de criollada con la que pretenden meter
miedo y nervio a los otros personeros y miembros de mesa al momento de llevar a
cabo el conteo de votos. En realidad, esta táctica no sorprende a los que
estamos relativamente bien informados, sino que refuerzan los argumentos que
tenemos sobre los fujimoristas, de sus dirigentes y simpatizantes, que no habría
que relacionar con las clases menos favorecidas, sino con una política de vida
en la que impera el “fin justifica los medios”.
Pero lo que más preocupación causa, es
el peligro que representa Keiko para la historia del país. Su posible elección
como presidente sería la instauración de un narcoestado, un narcoestado podrido
desde sus mismas cabezas, que potenciaría aún más la actitud delictiva de
aquellos energúmenos que no están en las esferas del poder. Felizmente, la
gente comienza a sacudirse del estupor y esta sacudida tiene dos razones de
peso: la primera, el éxito de la marcha, que congregó a más de cien mil
personas. Esta marcha es la prueba palpable de una negativa de peruanos que
deslindamos con todo lo que el fujimorismo representa. Y en este sentir, en
esta confluencia de convicciones, quedan de lado las preferencias e inclinaciones
políticas e ideológicas, imperando el principio de la libertad en democracia.
Reviso los diarios nacionales e
internacionales. Los destapes relacionados al fujimorismo son contundentes. A
Keiko Fujimori nunca le interesó deslindar del pasado gubernamental de su padre
y no le interesó por la única razón de no sentirse responsable de nada, sino
más bien justificada en las políticas fujimoristas noventeras que pretende
ahora reingresar y accionar, liberando a su padre como primera medida a
cumplir. Lo que más daña a la señora Fujimori, ese peso que aglutina toda
variante inimaginable ligada al narcotráfico, variantes que van desde su propio
hermano Kenji hasta uno de sus principales aliados, Joaquín Ramírez. Ni hablar
de los ex agentes del SIN que vienen trabajando en la logística de su campaña.
Por eso, ahora las encuestas, que se
publican en el extranjero, ponen a PPK y Keiko en un empate técnico con una
diferencia a favor de la rata naranja de 0.6 %, y esta tendencia crecerá a
favor de PPK. Es una buena noticia, obviamente, pero por más buena que sea, no
es justificación para caer en el triunfalismo, porque la tarea es ardua y
desgastante. Y vale la pena la faena. Hay que seguir como lo hemos estado
haciendo: convenciendo a los indecisos, comenzando por casa, con los amigos,
conocidos y así, abarcando de a pocos. No vale la pena convencer a la masa
naranja. La masa naranja no vale la pena.