miércoles, noviembre 30, 2016
En mi época de librero pude conocer a
mucha gente, como a la artista chilena Alejandra Basualdo.
Viajera y lectora, cuyo talento para la
pintura va acorde con su calidad como persona. Podría decir que, a su modo,
Alejandra es una peruana más, puesto que conoce muchos lugares del interior del
país. Su conexión con la realidad peruana es pues una marca registrada.
Pero Alejandra es también una viajera
del mundo. Así es, viajera, lejana de las mentiras burguesas del turismo. En su
andar por el mundo, ha llegado a exponer en muchos lugares y en estos días
expone por primera vez en Perú, en una exposición llamada Para dominar el silencio, en la sala Víctor Humareda del Museo de
la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Apunten su nombre, Alejandra Basualdo
dará que hablar.
Ahora, y muy en lo personal, me siento
honrado de que un texto mío aparezca en esta exposición de Alejandra. Un texto
que ocupa toda una pared.
No, no es que vaya a dedicarme a la
curaduría. Nada que ver. Y si así fuera, se trata de un debut y despedida, pero
con estilo.
…
Basta una primera mirada a la presente obra
plástica de Alejandra Basualdo para darnos cuenta de que estamos ante una
artista que domina como pocos la técnica. En realidad, cualquier persona, con
pujanza y compromiso, lo puede hacer.
Obviamente, este dominio técnico no es lo
que distingue a Basualdo, sino su mirada y su férrea sensibilidad que nos hace
creer en algo de lo que, hoy en día, no podemos ser testigos: la experiencia
plástica, esa experiencia que nos lleva a la Verdad (en mayúscula), es decir,
esa experiencia que nos hace partícipes de una conexión, ya sea por medio de la
contemplación, en este caso mentirosa por la aparente quietud que despierta su
plástica, contemplación que a paso firme se revela en un peligroso encuentro
sensorial con la cruda esencia de la aparente levedad de las cosas.
Basualdo no se viene con remilgos
estilísticos. En la aparente sencillez de sus trazos, es posible detectar su
discurso plástico, un discurso que se patentiza en la coherencia que exhibe en
esta muestra. Y seamos francos, no todos los artistas están en condiciones de
mostrar una coherencia plástica, para lograrlo, hace falta respirar y sudar
colores, tal y como nuestra artista lo hace, por medio de colores secos:
grises, sepias y naranjas oscuros, colores apagados individualmente, pero que
en el trazo y concepto de la artista, se elevan a la perdurabilidad de la vida
que genera la desengañada contemplación y la turbulencia del recuerdo, ese
recuerdo que viaja en la intimidad y proyectada en la aridez de la tierra, pero
de no de cualquier tierra, sino de la tierra que proviene la autora. Tierra
como metáfora de la vida, vida en su comienzo, viraje y final.
En cada uno de estos trabajos es posible
detectar, en principio, una refocilación por la nada, apostando por el desierto
como geografía a invadir; pero hablamos de un desierto peculiar, un desierto
que no es tal, puesto que en la mirada de Basualdo se vuelve un crisol de
posibilidades en los que sus colores recurrentes lo nutren de vida, haciendo de
este el camino por el que la artista no solo lee su vida, sino también las vidas
de quienes lo presenciamos.
Suele decirse y escribirse sobre la
odiosidad de las comparaciones, pero no es nuestra intención la provocación. En
absoluto. La comparación es menester para entender la propuesta de Basualdo, en
especial, en tiempos en los que los artistas plásticos se decantan por el
efectismo y la No-Transmisión, o sea, elijen la involuntaria desconexión con el
potencial espectador, sea este conocedor, curioso, o simplemente alguien que
pasaba y se topa con una muestra. En este sentido, Basualdo ejerce una
saludable y subversiva diferencia, es su obra la que nos habla por ella y en
ese diálogo visual no hay espacio para la indiferencia, menos guarida para el
golpe sensorial que nos proyecta su poética plástica, haciendo de los
improbables espectadores seres más golpeados de lo que creíamos estar.
Gabriel Ruiz Ortega.
...
martes, noviembre 29, 2016
Entrevista a Laura Sandoval Borràs (Hoja de Lata Editorial)
Llama mi atención la colección Mecanoclastia de la
editorial. De esta he leído un librazo: Días
de fuga de Bill Ayers. ¿Qué los animó a
publicar esta suerte de crónica generacional? Esta es pues una apuesta
editorial, en todo sentido.
Para ser sinceros, Días de fuga, de Bill Ayers es el libro que Daniel, mi compañero en
la editorial, tuvo claro que quería publicar antes incluso de que existiera Hoja de Lata. Podemos decir que es el
libro 0 de nuestra editorial, y que ya estaba en la lista de deseos antes que
ningún otro título. Un librazo, como bien dices, del que ambos nos sentimos muy
orgullosos de haber publicado, a pesar de ser conscientes de que no iba a
resultar especialmente sencillo darlo a conocer. Una apuesta editorial con
todas las letras, como la mayoría de nuestros títulos no obstante.
…
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564
Tras una caminata por un desértico
Miraflores (me resisto a creer que transite poca gente a cuenta del cierre de
Larcomar, lo que revelaría una metáfora de la frivolidad, que en sí a nadie
sorprendería), luego de haber conversado con mi amigo Luis en el café de la
librería del FCE, que estuvo hace unos días en la Feria del Libro de Trujillo
presentando su última novela, decidí regresar a casa, pero mis planes
inmediatos cambian, porque recibo la llamada de DK, que trabaja cerca y
entonces quedo para encontrarme con él y así se ponga el día con el sanguchón
que me debía. Le digo que lo esperaré en el café de la librería en la que
estuve hasta hacía un rato.
Mientras lo esperaba, pedí un capuccino
y me puse a revisar lo que podría, y tiene la pinta, de ser un delicioso libro
de ensayo: Música prosaica (Cuatro piezas
sobre traducción) de Marcelo Cohen. Pero como DK demoraba, entonces la
revisión se transformó en una lectura atenta que se alimentaba con mi droga
social, que ahora cambiaba de nombres, en espressos y americanos.
Yo era el único en la cafetería de la
librería y aprovechaba ese relativo silencio para seguir leyendo el ensayo de
Cohen, deseando que DK no se apareciera y así disfrutar un poco más la lectura.
Si regresaba a casa, tendría que ser dentro de varias horas, con un tránsito
más acorde a mi ánimo, porque si algo me he prometido, es que mi ánimo no tiene
que verse alterado por el espectáculo surreal de las horas punta, que me
alteren pues otras huevadas, no la bestialidad de los conductores limeños.
Cuando DK entró a la librería, lo hizo
hablando por el celular. Me pasó el cel y me puse a hablar con Jeremy, que me
comunicó que acababa de quedar finalista en la presente edición del Copé de
Cuento. Entonces lo felicité y me alegré, porque de a pocos y a paso firme
viene demostrando talento en este circuito que bien podríamos calificar de
drenatrolista. A este paso, sin crítica, ni criterio, ni independencia, todos
nuestros escritores serán calificados de maravillosos, ajenos a la falencia
literaria y con derecho a reclamar posteridad sin demostrar nada.
Al respecto, y lo que sí me preocupa, y
ya lo señalé en un post pasado, es el auge por la brevedad que viene
imponiéndose en nuestra narrativa, al menos, es lo que ha pautado este año
nuestra producción literaria. No me refiero a la calidad, sino que subrayo una
opción que no solo proviene de un mandato editorial mayor o menor, sino una
opción creativa de los mismos autores. Caminar sobre senderos seguros termina
matando la propuesta, limita el grado de resonancia del nervio creador.
lunes, noviembre 28, 2016
563
Me despierto temprano y cometo el error
de sintonizar Canal N. Mario Ghibellini entrevista a Marisa Glave. Veo y
escucho la entrevista sin verla ni escucharla, pero sí presto atención cuando
se le pregunta a Glave qué opina de la muerte de Castro. En este sentido, Glave
hace alarde de una mescolanza de lugares comunes y tibiezas conceptuales que me
arrojan una triste realidad: a esta lideresa de izquierda le falta leer un
montón, forjar un discurso fuerte que motive un intercambio de ideas basadas en
principios y no en creencias ideológicas canalizadas en una periclitada sabiduría
oral.
Pero bueno, dejo ahí la entrevista, no
voy a dinamitar mi mañana con semejantes actos de soberbia. Y es una pena
decirlo, porque Glave me cae bien, pero cuando defiende lo indefendible, y
encima haciéndolo con altanería, uno pone en duda si esos grandes principios
que dice defender descansan en la responsabilidad intelectual y en las parcelas
de la ética.
Me concentro en lo mío, que es lo me
importa en estas horas. Abro los archivos que estoy trabajando, pero creo uno
nuevo, en donde escribiré la reseña de Cuba
Stone de Sinay, Joselo y Gamboa. No adelantaré nada de esta reseña, quiero
plasmar a mano las primeras impresiones que me dejó esta lectura, luego ordenaré
estas impresiones y las pasaré a la pantalla.
Ahora, desde hace algunos días algunos
lectores me preguntan qué ha pasado con la plantilla del blog, cosa que me
alegra, porque eso quiere decir que también miran mi perfil y la barra de
enlaces. Y en realidad no sé qué responder, no sé a razón de qué mi perfil y la
barra de enlaces aparecen al final de la página. Quise solucionar ese problema,
que en verdad es una cuestión de estética visual, pero poco o nada puedo hacer,
ya que la plantilla del blog y su codificación pertenecen a la protohistoria de
los blogs. El hecho que lleve muchos años con este blog, no quiere decir que
sea un experto en webs, lo mío siempre ha sido lo básico, y en lo básico he
hecho lo que he podido, que no es poco, dicho sea.
Por otra parte, el viernes en la noche,
golpe de nueve, mientras caminaba por las calles del centro, más de una punta
me llama y me escribe al Inbox. Los mensajes y las cuatro llamadas me
anunciaban a los ganadores del Premio Copé, tanto en Cuento y Ensayo.
Bueno, no nos vamos a sorprender, la
irresponsabilidad con la se maneja la información en Petroperú es muy conocida
por todos. Y la manera como esta se anuncia en las redes, antes de su
pronunciamiento oficial, es parte de una criollada que ya vemos que se está haciendo
costumbre. Pero más allá de estas peculiaridades locales, me alegra saber que
un par de lectores que conozco lograron menciones en Cuento, como el buen
narrador Carlos Zambrano, a quien felicito. Del mismo modo felicito a Diego
Trelles por obtener el Copé de Ensayo, con lo que parece ser un trabajo que
dará nuevos aires a lo que suele premiarse en los terrenos copistas. El tema de
su ensayo me interesa y lo leeré cuando se publique. Además, ya le hice llegar
mis felicitaciones por medio de su siamés “Kevin Arnold” Víctor Ruiz. Solo por
esta vez, dejaré de llamar a Trelles “Chiboliné du France” o “ChDF”. Y le pido,
en buena onda, que deje de odiarme y que no me indisponga con mis amigos. No me
gusta la idea de ser la obsesión de alguien a quien medio mundo en Lima llama “Chibolín”
y en París “Chiboliné du France” o “ChDF”.
Eso.
domingo, noviembre 27, 2016
562
Una taza de café para comenzar lo que se
supone tiene que ser un buen día y, de esta manera, analizar lo que han sido estas
últimas semanas, que califico de peculiares, tanto en el ámbito personal como
social. En lo personal porque he tomado decisiones correctas, aunque no por
ello difíciles, en pos de aquello que se llama equilibrio interior y coherencia
con uno mismo. En lo social, el espectáculo sobre el afecto y el rechazo a
razón de la muerte de Fidel Castro.
De Castro ya dije lo que tuve que decir
y no me voy a retractar al respecto, pero ese solo espectáculo de adhesiones
del que vengo siendo testigo desde la medianoche del sábado, me hace pensar en
el daño que le hacen a las personas los fanatismos, muy en especial los
religiosos y políticos. Muestras de ceguera que hemos visto en estas últimas
semanas, primero con Trump (¿o me van a decir que el voto protestante no fue
determinante para que este troglodita gane las elecciones en USA?) y ahora con
Castro.
Los fanatismos religiosos y políticos son
dos pestes que siempre he combatido e intentado que no me contagie, quizá el
único fanatismo que me ha contagiado ha sido el de la música, ni siquiera el
fanatismo literario me ha carcomido la visión del mundo, pero con la música he
sentido otro contacto, que se ha reforzado con mi estado irracional, que para
buena suerte mía, se ha carcomido con estilo y consecuenia dentro de mi ilimitada
fijación setentera. Por eso, me siento agradecido por no ser parte de ese
fanatismo colectivo que motiva la muerte de una persona, fanatismo político en
supremo grado, que impide ver que hay gobernantes sátrapas, ya sea de izquierda
y derecha.
Reviso algunos correos y descargo algunos
archivos que tendré que editar, uno de ellos es kilométrico, pero normal, le
entro con todo, aunque barajo la idea de imprimirlo para trabajarlo a lápiz.
Antes de salir de mi cuenta, un amigo me dice que ayer compró Trilogía de la memoria, entonces le digo
que es lo mejor que ha podido hacer, puesto que se trata de un libro necesario,
que en lo personal no me canso de frecuentar. No importa quién se lo haya
vendido, así haya sido el ideólogo de los Stupibabies, el popular "Libros robados".
Cuando uno se sumerge en estas páginas, hay que ser una soberana bestia para
revenderlo. Regalarlo sí, a una persona especial, como testimonio de la nobleza
del genuino lector. Me alegra que mi amigo tenga en su poder ese libro, sé que
estará en buenas manos, porque su anterior dueño lo robó de Ibero pensando que
se trataba de un título que le faltaba y que venía buscando con anhelo: el
tercer tomo de las memorias de Chopra. Sin embargo, cuando "Libros robados" llegó a la página 15, casi le
da un ataque cerebral, sufrió un pánico ayahuasquero. Esa es la razón por la
que desde hace meses andaba como loquito tratando de rematarlo por ahí.
sábado, noviembre 26, 2016
castro: el poder sobre la libertad
Me despierto algo tarde, aunque cuando
me acosté ya me había enterado de la muerte de Fidel Castro. Supuse lo que
vendría en las próximas horas, pero no imaginé, ingenuidad de parte, en lo que
se iban a convertir las redes sociales, en un gran mural de estupidez y lugares
comunes, con protagonistas jóvenes y tíos, exaltando las virtudes del dictador
cubano.
Lo que veo demuestra una vez más lo que
pienso: la ideología sin letra, no es nada. La ideología sin discurso es menos
que boñiga. La ideología sin coherencia, lo que es: posería, que en casos como
este, no conoce barreras cronológicas.
Como a muchos, de muy joven fui fanático
de la Revolución Cubana. ¿A quién no con todo lo que se ha dicho y escrito de
esta? ¿Cómo no me iba a llamar la atención el aura de leyenda de sus líderes, esos
barbudos machos y mujeriegos que recorrían Latinoamérica llevando el mensaje revolucionario con el noble objetivo de independizarnos del imperialismo gringo?
Por eso, doy gracias, en primer lugar, a
Castro. Si no fuera por esa inicial admiración juvenil, porque solo lo que
admiro lo consumo en su totalidad, no me hubiera sumergido en las aguas del
marxismo y en los recovecos de aquella gesta revolucionaria que construyó una
inicial legitimidad gracias al apoyo popular.
Así es, con cuaderno de notas y botellas
de agua, pasé parte de mi juventud leyendo, aparte de lo habitual, historia
y política, siempre bajo la admiración que tenía hacia Castro. Una admiración
que me hizo estudiar lo que muchos aprendían en los bares o en los parques, o en
lo inimaginable pero real, sin exagerar: por medio del resumen oral de
separatas sobre marxismo y Revolución Cubana de, a lo mucho, 5 páginas.
Fui testigo de ello, así es que nadie me
va a venir con poserías revolucionarias, ni baratas vinculaciones ideológicas.
Sin duda, Castro fue uno de los más grandes
líderes políticos y sociales del Siglo XX. Pero lo fue hasta el momento que
atentó contra el derecho esencial de aquellos a los que profesaba defender: la
libertad de los cubanos.
A Castro no le interesó respetar la
libertad de los cubanos. A Castro lo sedujo el poder. El poder es la metáfora
erótica del despotismo. Y lo cuidó para sí a costa de un pueblo al que privó de libertad.
Justificar su dictadura, aparte de
soberbio acto de ignorancia, es un reflejo de degradación moral, degradación
moral alimentada por la ceguera ideológica, de la que debemos estar libres para
apreciar en su justa medida lo que nos deja un personaje como Fidel Castro.
lima
Minutos después de la conversa con
Hernán Migoya en “EVL”, conversa en la que el autor español dejó para la
posteridad más de un concepto a tomar en cuenta, pero bueno, como decía,
minutos después de esta conversa, y aún con la cabeza algo alterada a cuenta de
las cuatro chelas que me tomé, a sugerencia de un pata, antes de llegar a la librería,
cosa que aprovechaba en matar algunas situaciones límite de los últimos días, y
en olvidarme en algo la sensación de dolor que sigo sufriendo en el hombro
izquierdo, me puse a pensar en algunas ideas que salieron en la misma conversa,
como una idea que joderá a varios, en cuanto al sentido de pertenencia que más
de uno tiene de Lima como espacio para sus ficciones, hecho que solo queda en su
solo enunciado, o cuando es puesta en el terruño literario, sus resultados no
suelen ser del todo logrados.
Si una cualidad, entre varias, nos deja La flor de la limeña es la presencia de
la actualidad de Lima como espacio cambiante, peligroso y también sumamente
provocativo. En otras palabras, la novela que ha intentado retratar a la ciudad
de Lima, desde sus niveles sociológicos y antropológicos, descontando sus
virtudes literarias y las naturales falencias de toda novela (en este caso contadas), es precisamente
esta de Migoya.
Ocurre que viene ocurriendo algo por
demás extraño en nuestra narrativa, a cuenta de lo que suponemos deberían
retratar esta ciudad que lo tiene todo para convertirse en un gran personaje
que fácilmente sostendría más de un proyecto de novela. Es decir, se viene
descuidando a la ciudad, encausándola a un estado accesorio, como si no
mereciera trabajarse más desde la experiencia de la escritura literaria, cuando
lo cierto es que su configuración tendría que ser tan importante como la
configuración de los personajes.
Pues yo no le entro en vainas, huevadas
conmigo no van. La novela que mejor ha retratado a la Lima de los últimos años,
la ha escrito un español.
viernes, noviembre 25, 2016
apertura
El pasado martes 22 estuve en la Casa de
la Literatura, en el marco de La semana
de la Literatura que organiza el Celit de la Unmsm, es decir, en un evento organizado
por los mismos alumnos de la universidad y eso es algo que me deja muy
contento, porque de su profesorado, en realidad no espero nada, peor cuando hay
un cuarentón chancho argollero de gorrita, y que camina en dos patas (y encima
habla), dando vueltas por una de sus maestrías. El fin de los tiempos, le
dicen, aunque yo tengo suficientes esperanzas para que las cosas cambien,
confío en las nuevas generaciones.
Tenía que hablar de Bob Dylan, sobre la
polémica desatada alrededor del Nobel de Literatura que se le otorgó, y no lo
hice solo, puesto que aparte del moderador, estuve también acompañado del
profesor Marcos Mondoñedo, un capo en teoría literaria y un polémico nato. Que
Mondoñedo es un capo, lo sabía desde hace un tiempo, pero de su lado polémico
no, eso lo supe medio minuto antes de ubicarme en la mesa de debate, cuando una
guapa asistente me advirtió de su tendencia por la polémica y la discusión,
entonces, caminé relajado al estrado, sintiendo la mirada del moderador y
Mondoñedo. En una, y sin tanto melindro, supe cómo calmar el ansia polémica del
teórico, si es que la hubiese tenido.
¿Había que polemizar por un Nobel de
Literatura, ahora a la luz de las semanas, que no merecía Dylan, aunque sí? Comencé
la charla, destacando lo que siempre me ha gustado de Dylan, en cómo fue que
empecé a escuchar su música, o mejor dicho, sus letras, y ese reconocimiento de
sus letras se debió a una clase sobre Poesía Peruana en San Marcos, a mediados
de los noventa, tiempo de revolución silente ante una dictadura que poco a poco
se quitaba la careta maquillada. Mondoñedo, por su parte, y abusando en algo
del léxico académico, disertó de la tradición del Nobel de Literatura, lo que
como premio genera, los discursos que podría motivar en la academia.
La charla se encausó por senderos
distintos, pero cada quien en su postura, sin altanerías de por medio. Sin
embargo, el profesor hizo un señalamiento importante, se adelantó a lo que
pensaba decir en mi última intervención. Dijo que este Nobel debe motivar a la
academia (la universidad) a una apertura hacia lo que se viene escribiendo, que
no necesariamente viene ligado a la pureza de los registros ya conocidos. En
líneas generales, eso fue lo que entendí, y en base a lo que entendí (algo que
sintonizaba conmigo), fue que reforcé ese concepto de apertura.
En este sentido, podría tomarse lo de
Dylan como una metáfora de la apertura, pasar de la informalidad de la charla
de café a la discusión seria en los terruños universitarios. Así, espacios de
tradición como San Marcos comenzarían a sacudirse de su mirada anquilosada que
desde hace rato les viene pasando la factura. Como bien lo dijo Gould, “si no
cambias el agua del recipiente, el agua se pudre”.
561
Mientras me servía la cena, un amigo
lector, de esos que recorren todas las librerías, me llama para hacerme saber
su inquietud, que en principio no tomé en cuenta, porque iba pensando en qué
ingredientes usar para prepararme un sanguchito, que sería mi cena y así
controlar en algo la voracidad de comida que ha signado mi vida en los últimos
meses. He estado tragando/morfando como una genuina bestia.
Este amigo lector me hace notar una
característica que ha venido notando en las últimas novelas peruanas, al
respecto le pido que sea más específico, y este, en silencio durante algunos
segundos, me dice que desde el 2014 viene percibiendo una preferencia de no
pocos narradores, jóvenes en su mayoría (aunque no sé cuán jóvenes podemos
llamar a gente que bordea los 40 años), que tienen una preferencia por las
novelas cortas. Entonces, mi amigo me transmite su impresión en forma de
pregunta: ¿acaso sea un mandato editorial que no solo se ajusta a las llamadas
editoriales grandes?
Corto el pan ciabatta y coloco en la sartén un generoso pedazo de carne. Y en
otra sartén echo las papas. También corto tomate, infaltable en casi todas mis
comidas. Entonces, con los insumos en preparación puedo pensar tranquilamente la
pregunta de mi amigo lector. Prendo un pucho y le digo lo siguiente: lo que
pasa, cachorro, es que hay una fiebre por la brevedad.
Pienso en lo que le acabo de decir y al
respecto barajo algunas ideas que podría usar en algunos posts. O sea, el problema
no es el auge por la brevedad, quizá su falta de sustancia, pero si fuera así hay
mucho tema por deconstruir, porque es cierto lo que este pata me dice, pero no
generalizaría, no sentenciaría como él. Le digo entonces que pensaré lo que me
acaba de decir, y lo más probable es que escriba algo al respecto.
Sustancia. Lo que sí ha quedado
sustancioso ha sido mi sanguchito, y ha quedado bien pese a que no puedo mover
el brazo izquierdo a razón de un accidente casero ocurrido en la tarde, nada
del otro mundo, pero nunca es tarde como para aprender a cargar algunas cosas.
jueves, noviembre 24, 2016
defensas
Sorprende la doble moral, o involuntaria
estupidez estratégica, de la clase letrada local. Muchos de estos seres defendían
hasta hace no poco a Nadine Heredia, en especial un tipo conocido como acosador
de mujeres.
Ayer, mientras desayunaba, veía cómo los
otrora promotores humalistas despertaban de su idiotez para hundirse todavía
más ella, defendiendo a esta ex Primera Dama, argumentando que no tenía
impedimento de salida del país y que, en tal hecho, era un sinsentido llamarla
prófuga.
Legalmente nada le impide dejar el país,
eso, lo sabemos.
Por ello, no deja de sorprender la doble
moral. Estos defensores, que salen de sus cavernas cada vez que la superioridad
moral de la izquierda es cuestionada, aducen razones legales que justifican la
salida de Heredia del país para ocupar un cargo en la FAO. Si uno no fuera como
ellos y si uno fuera un ingenuo que creyera en la buena voluntad de los
intelectuales peruanos, podríamos estar de acuerdo, no habría nada que objetar
a la señora Humala. Pero no es así, cuando a la intelectualidad local le
conviene, piensa y razona con el culo, porque lo que está visto, y no voy a
insultarme la inteligencia, es que estamos ante un acto de criollada, que a
diferencia que vemos a diario en el país, el de ahora viene siendo defendido
por la llamada clase letrada local, el bastión moral de este país de sátrapas y
sinverguenzas. Solo una pregunta: ¿Acaso Nadine Heredia está calificada para
ejercer un cargo en la FAO? U otra: ¿Han averiguado quién es el mandamás de la
FAO? Y de yapa: ¿Sabe nuestra clase letrada lo que está ocurriendo en Brasil y
sus posibles implicancias en la política peruana?
Entonces, por qué hacerse los huevones
ante lo evidente. Por favor, damas y caballeros de la República Letrada, a
dejar de lado el consumo de orégano, primero, y luego, apliquen lo que no: la
coherencia intelectual.
miércoles, noviembre 23, 2016
560
Me despierto y levanto temprano. El anís
de anoche me tumbó y no pude responder un mensaje importante. Entonces respondo
ese mensaje. Si las cosas siguen así, descubriré que la solución a mi insomnio
siempre la tuve a la mano, el anís, como sedante natural, sin importar lo mucho
que haya descansado en la tarde.
Como sea. Me frío un churrasco, me
preparo café y recibo al panadero que me deja los diez panes de rigor. A los
cinco minutos llega el señor que me trae los periódicos. Compro tres, ninguno
relacionado a los deportes, sino a las noticias serias. Con el café humeante
tomo asiento en el sillón de la sala y comienzo a revisar los diarios de atrás
hacia adelante. A medida que me acercaba a las primeras páginas, una realidad
se me presentaba, ya no una especulación sobre lo que podía ocurrir, sino un
hecho criollo, que como tal exhibía sus colores “legales” pero que en verdad
seguía siendo una muestra de criollada tan cara de nuestra idiosincrasia. Así
es: la fuga de Nadine.
Bien dicen lo que saben, en política no
existen las casualidades y este nombramiento de Nadine en la FAO no es más que
una estrategia de la ex primera dama para librarse de las investigaciones por
lavado de activos. Leo lo que tengo que leer y averiguo en la red un poco del
mandamás de este organismo de la ONU. No hay nada más que decir. La corrupción
zurda protegiéndose de las investigaciones. Lo de Brasil parece que generará un
tsunami del que más de un corrupto político local está rogando para que no lo
arrastre.
Nadine ya fugó. Veré lo que dicen sus
defensores. Que no se hagan los locos nomás.
martes, noviembre 22, 2016
radiactivo
Este 2016 llega a su fin en materia
literaria y al respecto no hay mucho que decir sobre lo que será la mayor
publicación del año, la misma que llena un vacío editorial que durante mucho
tiempo venía siendo reclamado por los lectores y amantes de la tradición
literaria peruana. Nos referimos a los cinco tomos que conforman la Obra Completa (Sur Librería Anticuaria –
Real Academia de la Lengua) de César Moro.
No podemos dejar de ser justos,
semejante monumento de edición se lo debemos al editor, crítico, traductor y
poeta Ricardo Silva-Santisteban, que en calidad de editor ya debe ser
considerado el principal hacedor de libros literarios del Perú, fácil de los
últimos cuarenta años. Silva-Santisteban cumple con las actuales y futuras
generaciones de interesados en la obra de Moro, quienes ahora sí podrán
trabajar, estudiar y difundir la obra de este escritor considerado como un
autor de culto.
En este sentido, la realidad de esta
publicación es también el cierre de un periplo por difundir a Moro, el mismo
que se acentuó en las dos últimas décadas. Hablamos de años de interés, en
principio silencioso, que pude percibir en los estudiantes de Literatura de San
Marcos a mediados de los noventa, que hechizados por la poesía de Moro, como
también por su vida, fueron tras toda la información disponible que pudiera
encontrarse del escritor. En esos años, tres poetas peruanos se imponían como
nuevos satélites, como gurús de una generación que se formaba bajo la sombra
del fujimorismo, teniendo como desfogue el nihilismo drogo. Había necesidad pues
de irracionalidad y manifestaciones lúdicas ancladas en la cotidianidad. Por
ello, no es extraño que hayan sido tres poetas peruanos los que abandonaron su
condición de culto hasta convertirse de inmediato en polos culturales, en
recurrencia pop. Pensemos en Luis Hernández, Jorge Eduardo Eielson y César Moro,
en ese orden. Con Hernández el camino fue más fácil, sin duda, la leyenda sobre
su vida ayudó en su difusión; con Eielson el trabajo fue constante, siendo a la
fecha uno de los poetas más influyentes en el imaginario poético peruano. ¿Pero
qué pasaba con Moro? ¿Por qué su poesía resultaba tan adictiva si solo se
conocía una parte de la misma, teniendo en cuenta que también estaba escrita en
francés? ¿En verdad quién era ese poeta del que habla Vargas Llosa en El pez en el agua? Había que descubrir
más de Moro, cuya leyenda vital había resistido el olvido del tiempo.
La vigencia de Moro es pues un triunfo a
la persistencia de esos jóvenes noventeros. Lo sabemos: sin interés, no hay
culto, mucho menos difusión. Y ese interés no decayó en los años siguientes,
por el contrario, se vio reforzado. Sino, hagamos memoria lo que Moro ha venido
significando en los últimos lustros, prácticamente hablamos de un Best Seller
poético.
Moro jala.
Moro radiactivo.
Todas las ediciones preparadas por RSS
se han agotado en cuestión de meses a cuenta del “hambre” existente sobre la
obra escrita de este escritor. Los cinco tomos de esta OC: los tres primeros
dedicados a la integridad de su poesía, el cuarto La poesía surrealista y otras traducciones y el quinto tomo Los anteojos de azufre.
La presente edición nos arroja una gratificante
impresión, y por ello también desconcertante: Moro fue un escritor productivo
que no solo se ciñó al ejercicio de la poesía, también hizo prosa y
traducciones, a la par de esto, también se desempeñó como gestor cultural y
artista plástico.
Los dos últimos tomos nos brindan una
imagen de Moro que tendría que conocerse más. Imagen de una actualidad pop que
deberíamos subrayar: la del artista esforzado y comprometido. Esforzado en el
trabajo que llevó adelante para dar a conocer la poesía surrealista (y de paso,
la suya, no lo vamos a negar, ni menos vamos a pecar de ingenuos), y
comprometido en cuanto a su actitud vital, de la que podemos tener indicios en
su poesía, pero muy poco en cuanto a postura ética y moral, no al nivel que
podíamos esperar, mas sí intuir. No podíamos acceder a este Moro por medio de
la poesía, sino en la prosa, el canal de su pensamiento ajeno a la imagen y
sensibilidad vistas en su poesía.
En el último tomo, Los anteojos de azufre, es el que más llama mi atención, por
tratarse de una faceta de Moro que conocía muy poco. En sus 347 páginas
accedemos al Moro cerebral, dueño de un estilo del que brotan también la ironía
y el espíritu confrontacional. Moro, pues, como actor incómodo que arremete no
solo contra el circuito literario, sino también contra la plástica indigenista
que se hacía en el Perú de entonces. Moro embistiendo a una vaca sagrada, el
poeta chileno Vicente Huidobro. Un Moro muy distinto, pero a la vez cercano. En
la actitud que nos refleja su prosa, hallamos a un artista que no apelaba a la
estrategia diplomática, vemos a un hombre en constante alerta. Es que no Moro
no fue un creador acomodaticio.
…
Publicado en El Virrey de Lima
lunes, noviembre 21, 2016
los libros de babelia
En la edición del 28 de octubre del
suplemento cultural español Babelia,
se publicó una lista que daba cuenta de los 25 libros (de un universo de 100) más
importantes de los últimos 25 años. La lista obedece a una encuesta que el
suplemento hizo a 50 críticos literarios, libreros y escritores, tanto de
España y Latinoamérica.
No sé si para mi buena o mala suerte, no
conozco 13 títulos de los 100 que sobrevivieron a lo que, imagino, debió ser
una dura selección.
Como era de esperarse, una encuesta de
este calibre no aspira a dejar satisfecho a todos los lectores, sino a
mostrarnos un panorama que nos permita saber, pero en especial intuir, hacia
dónde estamos yendo en cuestión de producción libresca en español. En este
sentido, la encuesta de Babelia
cumple su función, pero por el hecho de cumplirla no la exime de algunos señalamientos
atendibles.
Lo mejor que podríamos hacer es revisar
los 100 títulos que arrojó la encuesta, fijarnos en su cuarta parte nos podría
llevar a encendidos debates que es preferible evitar, y lo digo en relación a
los egos puestos en entredicho cada vez que salen a flote esta suerte de
listas.
Imagino que no habrá mucho que discutir
en cuanto a los cinco primeros lugares, al menos yo no podría encontrar
argumentos atendibles para cuestionar la importancia de 2666 y Los detectives
salvajes de Roberto Bolaño, La fiesta
del Chivo de Mario Vargas Llosa, Tu
rostro mañana de Javier Marías y Bartleby
y compañía de Enrique Vila-Matas. En mi experiencia de lectura de estas
novelas, y en lo que he podido ver en no pocos lectores y escritores a lo largo
de los años, estamos ante proyectos novelísticos que siguen exudando frescura y
epifanía, ejerciendo a la fecha una escuela narrativa, seguramente no en la
emulación, pero sí como canteras de referencias a usar y consultar.
Si seguimos repasando la lista, ahora
extendiéndonos hasta la novela 25, encontraremos una gratísima sorpresa: la
presencia de una novela brutal, que ojalá salga de su injusto estado de novela
de culto y llegue de esta manera a más lectores (se exige reedición), como El desierto y su semilla de Jorge Baron
Biza. Si para algo también sirven estos listados es que nos pueden brindar
títulos en los que contados piensan. El solo hecho de tener esta novela entre
las primeros 25 libros, le confiere a la selección una legitimidad inicial, que
en lo personal asocio con la justicia literaria. Si había una novela
latinoamericana que merecía ser más leída, esta era EDS.
Tampoco pensemos que todo en ese primer
grupo es una maravilla, que solo en él están los títulos imprescindibles. No es
así, ya que tranquilamente sus lugares pudieron ser ocupados por uno que otro de
la lista de los 75 restantes, a saber, El
hombre que amaba los perros de Leonardo Padura, Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia, El arte de la fuga de Sergio Pitol, El jinete polaco de Antonio Muñoz Molina, La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro… Sin duda, cualquiera
de estos libros de este segundo gran grupo debió generar más de una justa
protesta por parte de más de un lector entendido, tratándose de títulos que, a
su modo, han permitido configurar el panorama libresco en español en las dos
últimas décadas.
Por otro lado, los principales reparos
comienzan cuando notamos la exagerada presencia de títulos de escritores españoles
(era natural que los españoles hayan sido mayoría, pero no antinatural es que
lo hayan sido en un nivel exponencial), sin embargo, esta característica es
menor ante la ominosa poca fijación que se ha tenido sobre uno de los campos narrativos
que más se ha desarrollado y frecuentado en los últimos tiempos, como la
narrativa de No ficción (es cierto, en la lista hay más de un título encausado
en ese sendero que podemos calificar de representativo), y omisiones imperdonables,
como la ausencia de títulos que no solo han sido celebrados por la crítica,
sino que gozan de la legitimidad gracias a los lectores, algunos al vuelo: Las máscaras del héroe de Juan Manuel de
Prada, Sed de champán de Montero
Glez, Fabulosas narraciones por historias
de Antonio Orejudo, Librerías de
Jorge Carrión, Brilla, mar del Edén
de Andrés Ibáñez, Manual de literatura
para caníbales de Rafael Reig, Historia
argentina de Rodrigo Fresán, Missing
de Alberto Fuguet y El pasado de Alan
Pauls.
Por ello, siendo Babelia un suplemento cultural importante en el imaginario cultural
en español, debió prever el punto débil que exhibía el proceso de la encuesta
como tal: el reducido número del jurado. Si se pretendía pasar revista a lo más
destacado de la producción libresca iberoamericana de los últimos 25 años, es
decir, a partir de 1991, se tuvo que ir con un mayor ejército de conocedores
que garantizara lo que esta encuesta enfrentaba: una lucha contra la memoria.
50, entre especialistas y conocedores, para una tarea titánica, no es más que
un bloque débil, cuya labor se plasma en una lista de 100 títulos que dista mucho
de ser perfectible, porque a una perfectibilidad podía aspirar la encuesta del
suplemento, cualidad que lo alejaría de lo que lamentablemente es: una amable
encuesta, para los libres del malpensamiento; una encuesta tramposa, para los
amantes del malpensamiento.
Están los libros que deben estar, pero
lo cierto es que varios (decenas) vienen sobrando.
…
Publicado en Blog Sur.
jueves, noviembre 17, 2016
559
Me levanto temprano, en realidad, llevo
más de dos semanas despertándome temprano, que no es lo mismo que levantarse.
Sea en la condición que fuere, me pongo a leer, por ejemplo, esa maravilla del
quinto tomo de las Obras Completas de
Moro, Los anteojos de Azufre. Me
sumerjo en esas páginas, no sé cuánto tiempo, pero la lectura la intercalo con Cuba Stone, que se me presenta como un
más que sugerente libro de crónicas. Mientras leo, miro de reojo El espíritu de la ciencia ficción de
Bolaño, que bajo una extraña razón, no ha despertado el interés que tenía por
la publicación, pero sé también que no me estoy acercando a la novela como me gustaría,
porque cuando me sumergí en sus páginas fui presa de una gripe por demás
asesina.
Cerca de las siete de la mañana, luego
de las primeras horas de lectura de rigor, prendo la Laptop y sigo avanzando y
editando los futuros textos que serán publicados en Sur Blog. Uno de ellos, de
extensión kilométrica sobre un personaje anónimo por demás fascinante.
Al abrir me correo, recibo un mail del profesor
Arnao, o “Profe” Arnao, que viene organizando una frejolada para el domingo 20.
Me encantan los frejoles, pero sí tengo serias dudas de la frejolada del “Profe”,
aunque me imagino que el representante quilquense de Niunamenos, el defensor
número One de las mujeres artistas, “Cachetada nocturna”, pueda desmentir o
aseverar lo que pienso de los frejoles del “Profe Arnao”. Si hay alguien que
sabe de frejoladas, ese es “Cachetada nocturna”, que en compañía del tío “Bigotes”,
un ser oscuro y anodino, pero por ello no menos gracioso, sabrán despejar mis
dudas sobre esa frejolada a la que no podré asistir, puesto que no sé si vaya a
recuperarme a tiempo de esta gripe asesina.
La gripe se ha reforzado esta mañana,
pero no con esa fuerza capaz de tumbar, así que en buen ritmo avanzo en mis
cosas, fácil hasta las diez de la mañana, hora de la siesta inmediatamente
después de un desayuno generoso.
miércoles, noviembre 16, 2016
memoria inmediata
En realidad no debería sorprendernos la
ignorancia y matonería de los representantes del fujimorismo. Recalcar lo obvio,
porque no hay mucho que decir sobre cómo trató la congresista naranja Cecilia
Chacón al Ministro de Educación Jaime Saavedra, no es más que una pérdida de
tiempo.
Pero lo que deberíamos comenzar desde
ya, en especial los actuantes políticos y todos aquellos preocupados por la
memoria peruana, es llevar a cabo una seguidilla de actos cuyos objetivos sean
reactivar la memoria histórica inmediata, ya sea en seminarios, talleres,
congresos, et al. Solo así evitaremos lo que sin duda podría ocurrir de aquí a
cinco años: la toma del poder del clan Fujimori. Porque el clan naranja ya
viene trabajando al respecto, y lo vimos con la actitud de Chacón, actitud que
es celebrada por miles de peruanos que han sido criados en la cultura del
caballazo, en la criollada ajena a la gracia y que se alimenta de la
humillación hacia el otro.
Nuestros colectivos políticos harían
bien en trabajar esta memoria inmediata, no dormirse ni dejar pasar el tiempo
que permite que el fujimorismo se haga fuerte. Y claro, estos colectivos
tendrían que mostrar más contacto con la realidad, dejar de verla por medio de
lo leído y estudiado, y entender, o al menos hacer el respectivo de esfuerzo, a
los hombres y mujeres de a pie que sintonizan con el discurso del clan
Fujimori. Aún hay tiempo y tenemos que estar preparados para lo que estamos
viviendo hoy en día: la consolidación del fascismo del Siglo XXI.
martes, noviembre 15, 2016
558
La tarde se justifica con los 5 tomos de
la obra completa de Moro. Pero antes de tener en mi poder esta publicación,
seguramente lo mejor que se ha editado en Perú este 2016, pasé un toque por la
casa de Alina, que me engrió con un estupendo lonche. De allí, ahora sí, tras
los pasos de Moro, pero Erika también me invitó lonche. Mi estómago ya no daba
para más, pero lo que más me conmovió fue la muestra de cariño en cuestiones
tan sencillas.
Felizmente, llevé una bolsa con asa para
los tomos de Moro, colocarlas en la mochila y cargarlas, iba a ser un verdadero
problema, con mayor razón cuando el tráfico del día me anunciaba que iba a
caminar más de la cuenta. El tráfico, no sé si a razón de la APEC, era una auténtica
porquería. Lo que vi reforzó mi idea de nunca conducir un auto en esta ciudad.
Seguí caminando, en zigzag, desde Barranco, hasta pasar por algunas callecitas
de Miraflores, viendo con furia el sufrimiento de los que tenían que abordar
los buses del Metropolitano en las estaciones. Caminé y caminé, fumando y
tomando algunas fotos con la cámara del cel. Los tomos de Moro eran muy
pesados, sabía que tarde o temprano no resistirían las asas de la bolsa, y
seguí caminando hasta que estas se rompieron.
Me puse en la disyuntiva de la hora
punta: o esperar en un café a que se calme el tráfico o tomar un taxi, a
sabiendas que demoraría más que yendo en un medio de transporte público.
Mientras decidía sin decidir, revisaba mi mail, cuando Julieta, una amiga
mexicana de paso por Lima, me cuenta que saliendo de su hotel del Centro de
Lima fue con su esposo a cambiar dólares, que cambió en la esquina de Camaná
con Ocoña. Ahora, no sé si es una exageración del azar, cosa que me parece
extraña porque soy de cábalas y creyente del azar, de su magia, Julieta conoció
a Zoraya, una morena cambista, con la que se quedó conversando un buen rato,
cosa que no me sorprende porque Zoraya es una persona que transmite simpatía. Cuando
Julieta le contó a lo que se dedicaba, Zoraya no dudó en nombrarme, entonces
ellas comenzaron a hablar de mí. Al final, Zoraya le pidió que me hiciera
llegar sus saludos, cosa que cumplió Julieta.
Decidí por el taxi, el tránsito se ponía
más fregado de lo que pensé. La gente se apuraba para llegar lo antes posible a
sus hogares para ver el Perú – Brasil. Además, me fue suficiente con lo vi en
las estaciones del Metropolitano, genuinas y terroríficas filas de pasajeros.
Al llegar a casa, mi madre me dice que en
mi ausencia recibió un bonito regalo de una amiga que reside en Lisboa. Veo el
regalo y efectivamente era muy bonito.
domingo, noviembre 13, 2016
557
Un integrante de los Zepita Boys, DK, me
pasó ayer sábado un enlace sobre la salud del escritor mexicano Sergio Pitol. Leí
lo que debía de la nota y pensé en lo terrible que viene siendo este 2016,
llevándose a los mejores, a los maestros.
En la noche me puse a releer uno de los
libros que más me gustan del mexicano, El
mago de Viena, que junto a El Viaje
y El arte de la fuga (obra maestra/libro
sensacional), dan vida a lo que el autor ha llamado Trilogía de la memoria. Libros/Libro que no me cansaré de
recomendar, puesto que canalizan el ánimo hacia lo que en verdad debe importar
en la literatura, en su cimiente, que no es otra cosa que la pasión por la
lectura. En su mezcla de registros como el diario, el ensayo y la crónica,
Pitol hace gala de una sabiduría generosa, que contagia, que invita a revisitar
los autores y títulos de los que escribe.
Amor por la lectura, amor por la vida,
con lo que podamos entender por la palabra amor, alejada de su remanido
idealismo, centrada en su relación con la batalla, o la épica personal. En
otras palabras, energía y signo en función del placer de la lectura, lo que
precisamente nos ofrece el autor mexicano, y por ese solo ofrecimiento, ese
gesto de desprendimiento, basta y sobra para asumirlo como uno de los más
grandes maestros de la literatura como tal, sin suscribirlo a tradiciones
geográficas. Entonces, picaba y releía frases de EMV, y recordaba en qué momento, o cómo fue que llegué a saber de
Pitol, en boca de quién lo escuché por primera vez, pero al cabo de un par de
cuartos de hora, tiré la toalla, no valía la pena saber cómo fue que llegué a
él, lo importante es que estos tres libros suyos me bastan y me sobran.
Cerca de las seis de la mañana, cojo el
celular y reviso las noticias sobre Pitol. Más de una dice que ya se está
recuperando y bajo esa noticia sigo releyendo EMV. Leer cualquier título de Trilogía
de la memoria es hacerse un gran favor.
sábado, noviembre 12, 2016
556
Hago memoria, pero un acto de memoria de
pocos días: ¿cuántas veces he intentado ver Black
Mirror y he pasado de la serie a sus diez minutos? Aunque podría reforzar
la pregunta: ¿cuántas amistades me han pedido que le de una oportunidad a esta
serie que refleja la desazón existencial y la dependencia que vivimos por la
aprobación de los demás, características ineludibles del mundo de hoy? Ajá, así
va esta segunda pregunta, en aura de filosofía virtual y canalizada en
autocrítica profunda.
O pienso también en El hombre sin atributos de Musil, si es que sigo esa lógica de que
hay libros que se deben leer a una determinada edad, al amparo de una madurez
emocional, como señalaba Ribeyro. Pero llegar a esa analogía es demasiado,
mucho para Black Mirror, con la que
sencillamente no conecto y no es pecado no conectar, seguramente apreciaré esta
serie de aquí en unos meses, cuando baje la fiebre BM, porque ese parece ser el destino de mi vida, llegar tarde a la
fiesta y escuchar la música mientras camino sobre cuerpos dopados por el
alcohol.
Me desperté hace un rato, algo cansado
porque ayer viernes fue un día relativamente agitado. Aunque ya venía agitado
toda la semana, pero el jueves en la noche me piden que vaya a la librería el
viernes, golpe de 2 de la tarde, puesto que se haría un microondas con Radio
Nacional. Acepté estar en el microondas sin saber las consecuencias físicas que
esa gracia traería para mí. No me percaté que en estos días el sol estaba en su
punto y si hay algo que más detesto, es salir a la calle en plena ebullición
del sol, pero ya había aceptado, así es que me dirigí al Virrey de Lima para
hablar durante la transmisión. Me colocaron unos audífonos y hablaba, como de
la tradición de la librería, pero cuando los periodistas me preguntaron por los
libreros, sí me pareció hacer una que otra salvedad: diferenciar al librero del
vendedor, es decir, todo vendedor de libros al que le guste su chamba debe aspirar
a ser un librero. No lo niego, mientras respondía, como si una estela paralela
saliera de mi cabeza, pensaba también en las mediocridades de dos patas, que se hacen llamar libreros, como el famoso “Librerobestia”,
de rostro asustado y voz meliflua, que estuvo en la pasada edición de la feria
RP.
Como en estos días he estado leyendo
cosas sobre libreros, entre lo leído, dos novelas en sí muy divertidas, algo podría
hacerse al respecto. A saber: escribir sobre las aventuras libreras que seducirían
a cualquier epígono de Ed Wood, pero estas aventuras no solo podrían ser plasmadas
en el registro literario, también en la dramaturgia, el cine. Me imagino un mediometraje
de Leonidas Zegarra, con personajes inspirados en “Librerobestia”, los Stupi
Babies… Material hay, y de sobra. Por ejemplo, un título tentativo para el
mediometraje: Stupi Babies Against the
World, o también Los Stupi Babies y la última cruzada,
historia basada en un hecho confluyente, y como tal real (surreal): el robo de
un container de libros de Paulo Coelho.
No, no te rías. Los
Stupi Babies habitan en una dimensión extraña a la humana. Son la cagá.
jueves, noviembre 10, 2016
hinostroza (1941 - 2016)
Este 2016 quedará como uno de los años
más terribles para la literatura peruana contemporánea, puesto que en cuestión
de meses nos han dejado escritores que más de uno había asumido como
inmortales. Esta sensación de inmortalidad se debía a que no pocos escritores y
lectores se formaron como tales bajo la sombra de estos escritores, como Miguel
Gutiérrez y Oswaldo Reynoso. A ellos ahora se suma Rodolfo Hinostroza (1941 –
2016).
Sobre la obra literaria de Hinostroza,
no hay mucho que decir, a menos que se tenga apego por la redundancia: uno de
los poetas más importantes de la tradición poética peruana. No podemos entender
el curso de la misma sin su proyecto poético, tan estudiado y recorrido por las
nuevas camadas de vates locales. Pero lo que siempre llamó mi atención de
Hinostroza fue su capacidad de despliegue, ya que no solo era talento, también
constancia, cualidades que lo llevaron a incursionar en más de un registro,
como el narrativo, la crónica, el ensayo, que direccionó también hacia una
serie de tópicos tan disociados entre sí, a saber, la gastronomía y la
astrología, pero que en su escritura adquirían un aura de distinción, su marca
de agua, es decir, su estilo.
Pensemos en el estilo de Hinostroza, un
estilo Bomba Molotov en el que resaltaban la sabiduría y una áspera oralidad
alimentada de visión de vida, de calle, como también de desencanto de la
realidad. En su estilo era posible detectar hacia dónde iba su escritura, en su
fe que el escritor tenía de ella, como también sobre sus posturas políticas e
ideológicas. A diferencia de otros poetas, Hinostroza fue uno que sí conoció el
reconocimiento en vida. Desde la publicación de su primer poemario Consejero del lobo (1965), el camino
para él parecía ser lo que finalmente fue: la consagración en vida, su
magisterio que se impuso como una imprescindible sombra no solo para los poetas
peruanos. Pero tampoco pensemos que por reconocido no fue resistido.
Muchos tenemos la imagen de un
Hinostroza bañado en el reconocimiento de la platea. Pero no siempre fue así.
En este sentido, me remonto a una tarde de octubre de 1998, a una clase de
Literatura Peruana Contemporánea que impartía Hildebrando Pérez en San Marcos,
quien al final de la misma, sugirió a los alumnos a que asistieran el viernes
próximo al Taller de Poesía que dirigía con Marco Martos, puesto que ese
viernes estaría Rodolfo Hinostroza luego de más de quince años sin pisar la
universidad. No quise preguntarle a Pérez por los motivos de esa ausencia, pero
esa sola noticia de la presencia de Hinostroza de la universidad, generó una
ola de murmuraciones, como también expectativa, en especial entre los
profesores mayores y los inevitables alumnos eternos de aquel entonces.
Por mi parte, me puse a releer la poesía
del autor, pero también fui más allá. Me informé de la historia paralela de
Hinostroza, de esa ruta vital que alimentó su obra, pero que también le prodigó
no pocos enemigos intelectuales, en este caso del ala de la intelectualidad de
la izquierda. Si hay algo que lamento hasta el día de hoy, es no haber visto a
Hinostroza ese viernes de octubre de 1998, que más de uno calificó como un
hecho histórico.
Aparte de la alta calidad poética de Consejero… y Contra Natura, este par de poemarios reflejaban una postura
política que no dejó satisfecho a muchos en sus años de aparición. Tengamos en
cuenta que fueron años signados por la efervescencia ideológica. Mientras
muchos iban hacia la revolución, nuestro escritor iba hacia otro lado, mostrándose
escéptico y crítico con la fiebre revolucionaria continental. A la fecha, lo dicho
puede parecer un dato menor, pero no era así en esos años. La ideología era tan
o más importante que el amor a la madre, sin exagerar.
Después de muchos años, en una noche de
mayo del 2006, al finalizar lo que creo que fue un recital poético en la
Alianza Francesa, y aprovechando que el poeta vagaba solo por el patio de la
institución, me acerqué para saludarlo. Sin embargo, a menos de un metro de él,
el poeta volteó y me preguntó, en la magia de su inconfundible voz, si le podía
“regalar un cigarrito”. Ese fue el punto de contacto de una conversa que se
extendió por casi una hora, la única vez que conversé con él y con lo hablado
me resultó más que suficiente para saber quién era Rodolfo Hinostroza.
Hablamos de su cuentos y, muy en
especial, de su novela Fata Morgana,
que no sé por qué a muchos no gusta pero que a mí sí, y en esa conversa
Hinostroza me contó el contexto personal en que la escribió. Para mí fue más
que suficiente: Hinostroza no se guardaba nada y no era de los que apostaban
por una imagen que anhelara quedar bien con todos. Al cabo de un tiempo supe
que su actitud, ejemplo de ella fuimos testigos en el polémico libro de
crónicas de poetas Pararrayos de Dios,
no iba en relación con la alta calidad de su literatura. Además, en mi blog
personal hice más de un señalamiento sobre su patanería hacia otros poetas,
posts, que por los amigos en común que teníamos, como el recordado poeta José
Pancorvo, había leído y que de hecho no le habían gustado para nada.
En los últimos años mi contacto con
Hinostroza se redujo a su esencia: me interesaba leerlo, no intimar con él como
sí otros lo hacían, con ahínco y un conmovedor servilismo. Esa vuelta a la
esencia, a su obra, hizo que la frecuentara y me reafirmara en ella, al punto
que sobre la misma emitía opiniones contundentes, al menos esa era la impresión
que veía en quienes me escuchaban en presentaciones y conferencias. Por un
lado, Hinostroza se ubica entre los cinco poetas más importantes de la
tradición poética peruana. Como narrador, ha entregado un cuentazo que de hecho
va a figurar como una joyita del cuento hispanoamericano, “El benefactor”, y no
es que me considere hincha, pero creo que en unos años se valorará mejor su
novela Fata Morgana. No pasemos por
alto Aprendizaje de limpieza, aparato
escritural que desde su publicación fue ajena a las tendencias imperativas de
la época y que muy bien pondría en su sitio a las posturas actuales que
reclaman paternidades sobre el híbrido y la narrativa del yo que viene
escribiéndose en Hispanoamérica.
Sus inquietudes hicieron de Hinostroza
una voz autorizada en gastronomía, uno de los primeros en dotarla de discurso,
de contribuir con registro escrito en su tradición; del mismo modo con Sistema Astrológico (1973), considerado
como una biblia en los estudios astrológicos.
Incursionó también en el teatro como dramaturgo. Sin duda, hablamos de
un autor que hizo gala de sus múltiples intereses, y en todos ellos, Hinostroza
dejó su marca, el sello de su paso.
En cierta ocasión, conversando con Pancorvo,
amigo de Hinostroza, con quien compartía una relación ajena a las frivolidades
amigueras de las redes sociales, me dijo que “Rodolfo es un artista, pero de
los que nacen cada cincuenta años, para mí es un tocado”. A continuación, a
manera de primicia, José me enseñó un anillado de más de mil páginas. Era el
libro en el que estuvo trabajando Hinostroza en los últimos meses. “Una noche
Rodolfo me dijo: José, creo que voy a escribir de los ángeles. Aquí está, estos
son los ángeles de Hinostroza”. Le pregunté entonces para cuándo saldría publicado
ese libro sobre ángeles, pero José extendió sus brazos, como sorprendido por mi
pregunta. “Proyectos así, a Rodolfo le conozco varios, si se publican o no, no
le arrebatan el sueño. Un tocado, pues”.
La literatura peruana pierde a un
escritor multigenérico sin parangón. Es cierto que recordaremos más a
Hinostroza como poeta, pero sería imperdonable no tener en cuenta los otros
registros en los que incursionó, aunque para ello habría que olvidarnos del
escritor poeta y centrarnos, a saber, en el escritor narrador, para darnos
cuenta de que la valla que deja es muy alta. Pero esta valla, y no solo
narrativa, no solo se manifiesta en el talento único ni en el ejercicio sobre
sí mismo, sino que es una valla que puede desmantelarse para aprender y ver qué
hay en sus circuitos internos, aunque esta empresa nos aporte mucho, algo muy
cierto que tendremos en cuenta desde ya: jamás seremos como Hinostroza.
…
Publicado en Sur Blog.
555
Ayer en la tarde anduve por Barranco.
Bueno, se ha vuelto una costumbre no planificada caminar por allí, pero lo que
diferenció lo de ayer a las ocasiones anteriores, es que pude conocer la casa
en la que vivió Abraham Valdelomar, ubicada a menos de cincuenta metros del
Puente de los Suspiros. No dudé en tomar algunas fotos de esa casa en la que
estuvo durante un tiempo Valdelomar, quien para muy pocos entendidos es quizá
el mayor estilista narrativo de la literatura peruana escrita en el Siglo XX.
El aire corría y no sabía cómo
abrigarme. Desde mediados de octubre, costumbre que tengo desde los 16 años, la
sensación térmica, el anuncio de la humedad y calentura veraniega, me llevan a
dejar las casacas, chompas y polares en los cajones hasta que acabe el otoño.
En otras palabras, salgo sin abrigarme, pero una cosa es salir hacia los
lugares acostumbrados y cosa distinta hacia los lugares cercanos al mar, en los
que corre un viento que bien puede desahuevar al más recio. Por ello, para no
acabar congelado, busqué un café, para dar cuenta de un café con leche y un
keke de piña, como quien acaba la relectura de La filial del infierno en la Tierra de Joseph Roth, autor del que
vengo notando que cada día no solo tiene más lectores, porque lectores es una
condición injusta cuando tendríamos que hablar de hinchas dispuestos a leer
absolutamente todo lo que haya escrito este autor. Claro, no me refiero a que
Roth haya llegado a una “multitud”, pero sí veo con beneplácito que no todos se
desvivan por la novedad editorial, aunque para eso hay que ser verdaderos
lectores, que en medio de la mediocridad cultural sí es posible detectarlos.
A la hora, y después de cuatro tazas de
café, decido regresar a casa. Sin embargo era hora punta. Entonces, la
disyuntiva se me presentó: o hago hora hasta que baje la marea de gente o me
arriesgo a regresar a casa en medio de esa marea. Ir en el Metropolitano o en
taxi es prácticamente lo mismo. Y como aprecio mucho mi tiempo, se impuso el
Metropolitano, con toda la prueba a mi paciencia que ello significaría.
Felizmente, tomé un bus no muy lleno, y pude acomodarme contra una ventana en
dirección a la puerta de entrada delantera. Y me puse a leer algunos artículos
desde mi cel.
Cuando terminé la lectura del tercer
artículo, reparé en que el bus era un hervidero. En la estación Domingo Orué,
el asunto se puso de pesadilla, puesto que las personas que anhelaban subir a
los buses habían formado interminables filas de acceso; por un momento tuve la
impresión de que no estaba en el mundo real, sino en una especie de Reality, o en el ensayo de una escena de
una potencial versión peruana de The
Walking Dead. Desde esa estación comencé a pensar en cómo me bajaría cuatro
estaciones más adelante.
No fue para nada traumático mi
desembarco. Con las mismas detuve un taxi. En el trayecto a casa, me llegaron
ocho correos electrónicos, los revisé con atención antes de contestarlos. No lo
niego, sentí extrañeza, porque todos los correos exhibían un factor común: en
distintos niveles, todos los correos traían buenas noticias para mí.
miércoles, noviembre 09, 2016
554
Si algo me queda claro después de las
elecciones de anoche en USA: los gringos están peor que nosotros. Pero no me
preocupo por ellos, que ya sabrán cómo nadar en sus espumosas olas de
estupidez.
Por mi parte, me pongo a revisar lo que
me ha recomendado ND y en esa música, compuesta por algunas canciones que no
escuchaba en tiempo, como una de New Order de un álbum de 1983, Power, Corruption & Lies, me detengo
en mis cosas y sorbo café mientras escucho con atención los ritmos del bajo de
Hook y la voz de Sumner.
Esa canción hace que busque en Spotify
el álbum y lo programe para escucharlo como se debe. Con esos ritmos comienzo
mi día, revisando mis cuentas y correo electrónico, ampliando más mi grado de
comunicación, ahora hacia el wsp y el chat de Face, para responder lo que debo
responder y alejarme lo más pronto posible y así concentrarme en lo que vengo
escribiendo, pero por más que lo intento, en lo que va de hoy y lo que será de
mañana (ojalá que el asunto acabe mañana), cuesta que me concentre en lo que
debo concentrarme. Entonces comprendo que el mundo virtual se ha convertido en
una suerte de muro de lamentos y quejas existenciales, hasta Cachetada Nocturna
se lamenta por la victoria de Trump.
Ingreso a la ducha y una vez fresco me
alisto para salir. En un toque iré a Barranco a brindar una asesoría literaria
en un tópico que domino pero que no me apasiona: la violencia política. ¿Aunque
vale, resulta lícito, llamar violencia política a esos años por demás delicados?
Pienso en ese solo hecho, en su enunciado, en la ligereza académica que no toma
en cuenta toda la sangre derramada, pero más en el flojo compromiso de sus
hacedores de discurso, en lo fácil que resulta encasillar ideológicamente esos
años y el lineamiento por demás pendejo que le dan a la narrativa de los mismos.
Programo la música que escucharé en el
camino. Además, saldré con algo de tiempo, el suficiente para no ser presa de
este anuncio de sol de verano. A partir de ahora haré las cosas en calma, sin
apuros ni actos de última hora. Los días de sol gustan, pero a mí me han traído
muchos problemas a lo largo de mi vida, como esa alergia que se manifiesta en
mi piel a manera de ronchas que ensanchan mis pómulos, aún más de lo que
naturalmente son.